Así habló Zaratustra, pt. 9/12

Hoy terminamos la segunda parte viendo las falsas promesas del Estado, la iglesia y los revolucionarios, y tratando la relación vengativa del hombre con el pasado, lo cual dará paso a la doctrina central: el eterno retorno.

Guión

 Hace años, estaba viendo la tele con mi perro cuando en el programa que estaba viendo salió un perro y le dije a mi perro “Mira, mira”, señalando con mi dedo el perro en la tele. ¿Qué hizo mi perro? Se quedó viendo mi dedo en vez del perro en la tele. Semióticamente hablando, confundió la connotación por la denotación, o el significado del signo por el signo mismo. ¿Te acuerdas cuando la gente del pueblo pensaba que, al hablar del superhombre, Zaratustra se refería al volatinero? Es la misma confusión. Incluso los discípulos de Zaratustra siguen perdiendo el punto de su enseñanza, aunque una parte del problema es el mismo Zaratustra. Habla de la revolución, del superhombre, de superar una época decadente para forjar una nueva y mejor. Suena casi como un trailer para una película de acción con Zaratustra como el héroe. No extraña entonces, como en el discurso “De los grandes acontecimientos”, que sus discípulos lo interpreten como el superhombre de los comic.
El discurso habla de una isla con una montaña de fuego que es el portal al submundo. Un barco llega a la isla y su tripulación baja a cazar conejos. De repente ven a un hombre volando como una sombra gritando “¡Ya es tiempo, ya ha llegado la hora!”. La tripulación, que son los discípulos de Zaratustra, se da cuenta de que es su maestro el cual, en ese momento, desaparece dentro de la montaña. Tras cinco días regresa con ellos y les cuenta su conversación con la criatura del submundo, el perro de fuego.
Dice el perro que la piel de la Tierra está enferma, siendo la humanidad aquello que padece. El perro representa los que predican revolución a las masas, los que mediante grandes acontecimientos pretenden derrotar la podredumbre del Estado y sus políticos. Zaratustra está de acuerdo; la condición actual del hombre debe ser superada. Sin embargo, considera los revolucionarios y los movimientos políticos como parte también de la enfermedad de la que padece la Tierra. Su retórica es vacía y superficial; hacen hervir el fango y producen mucho humo, pero no hay nada de fuego. Dice Zaratustra: “Yo he dejado de creer en ‘grandes acontecimientos’ cuando se presentan rodeados de muchos aullidos y mucho humo […] los acontecimientos más grandes no son nuestras horas más estruendosas, sino las más silenciosas”. Dice que no se trata de hacer fuertes ruidos, sino de crear nuevos valores; sobre esto gira el mundo y lo hace de forma inaudible. El Estado y la Iglesia deberían sacrificarse para dar paso a este nuevo mundo.
Con esta mención de “iglesia” el perro de fuego se ofende; ¿cómo te atreves a equipararme con el engaño del cura? Para Zaratustra, el revolucionario no es más que un fanático religioso. Aun cuando el Estado, la Iglesia y el revolucionario tengan diferentes posturas, formalmente encarnan la misma dinámica de fieles contra herejes. Luego, Zaratustra comenta que el Estado moderno se afirma como el fenómeno más importante en la tierra, con lo cual el perro se vuelve loco de rabia y envidia. Zaratustra dice: “Te enojas, perro de fuego: ¡así pues tengo razón en lo que he dicho sobre ti!” Zaratustra puso una trampa en la que cayó el perro. Con su enojo, muestra que el fervor revolucionario brota de una envidia venenosa. El Estado con sus guerras contra el enemigo y la Iglesia con su discurso que separa los fieles de los condenados manejan con facilidad el rebaño de la humanidad. Pero también los revolucionarios. Hoy en día, los populismos están en ascenso, sea de izquierda o de derecha, Hugo Chavez o Donald Trump. Para Nietzsche da igual; es todo puro ruido. Pero, si es así, ¿qué pasa con la revolución que enseña Zaratustra? ¿Se anuncia, junto con los demás, desde la superficie enferma de la Tierra? Zaratustra habla de otro perro de fuego que habla desde el corazón de la Tierra, un corazón que es de oro. El infierno y el cielo de los ruidosos quedan muy cortos con respecto a la verdadera profundidad de la Tierra, su corazón dorado que, por cierto, hace eco del sol con él que Zaratustra platicaba en el prólogo que vimos al principio. Estos son los polos sobre los que el verdadero revolucionario, el superhombre, hará que se gire y se transforme la Tierra.
Pues, con todo esto dicho, Zaratustra se da cuenta de que sus discípulos no han entendido nada; esperaban a que terminara para contarle con mucha emoción lo del hombre volador que vieron. Obviamente, sólo vieron una sombra, es decir, no captaron la enseñanza verdadera, sino sólo un simulacro. O, como dije al principio, se fijaron en el dedo y no en lo que el dedo señala. Al final de la segunda parte, Zaratustra nuevamente abandonará sus discípulos, pero esta vez no tanto por razones pedagógicas, sino por motivos más personales. Nuestro gran revolucionario ha discursado con contundencia sobre la decadencia moderna, la voluntad de poder y el superhombre como el hombre del futuro, pero no ha tratado el mayor obstáculo a la realización de este nuevo mundo. Al principio de este discurso vimos que el hombre que volaba decía “¡Ya es tiempo, ya ha llegado la hora!”. Bueno, ha llegado la hora de tratar este tema y francamente Zaratustra tiene miedo; no se siente listo, y es por ello que tiene que volver a su soledad para cobrar fuerza y valor. ¿Cuál es el tema? La relación del hombre con el tiempo, especialmente con el pasado. La solución al dilema que esto presenta será la noción del eterno retorno que veremos en la tercera parte del libro. Pero antes de terminar la segunda parte, Zaratustra introduce el tema en el discurso “De la redención”.
Empieza con Zaratustra cruzando un gran puente. Los puentes son simbólicos de transiciones, de dejar una condición y encontrarse en una nueva. Como acabamos de ver, algo en Zaratustra tiene que cambiar para que logré tener éxito con su misión. Pero antes de llegar al otro lado, se encuentra de repente rodeado de lisiados y mendigos, uno de los cuales, un jorobado, se dirige a Zaratustra. Ha oído hablar de este misterioso personaje, alguien fuera de lo común, y le dice que ya tiene reputación y que la gente ya empieza a creer en su doctrina pero, para que logre convencerla por completo, convendría curar a los lisiados ahí reunidos. Ésta es una clara alusión a la Biblia y las curas milagrosas de Jesús. Lo que el jorobado le propone es un trato, un quid pro quo: me quitas un poco la pena que cargo en la espalda y te doy mi fe y creencia. En el caso de Jesús, la solicitud de los lisiados de ser curados no fue ninguna tentación; lo hacía con gusto. Para Zaratustra, en cambio, en tanto revolucionario, sí es una tentación, una tentación ofrecida por el demonio, por el perro de fuego que vimos en el último discurso. Ésta es la salida que toman los políticos, los curas y los revolucionarios superficiales; ofrecen grandes acontecimientos que no son más que espejitos y migajas que a fin de cuentas no cambian nada.
Ahora, por un lado, aunque quisiera, Zaratustra no podría cumplir el deseo del jorobado ya que no es ningún dios como Jesús; no puede hacer milagros. Por el otro lado, aunque no puede quitarle la joroba literalmente, lo podría hacer figurativamente. Esto consistiría en tenerle lástima, en compadecerlo, cosa de la que ya gozan los lisiados por la cultura cristiana en que viven, una que, como nos dice el Sermón de la montaña, valora los pobres y los mansos. En la Genealogía de la moral, Nietzsche muestra que eso se debe al espíritu de resentimiento. Obviamente, la visión que plantea Zaratustra en este texto no va a basarse en el resentimiento, sin embargo, aquí, de forma irónica, responde al jorobado en lo negativo. Si quitara su joroba, es decir, si le privara de la piedad y la misericordia, carecería del pequeño goce que ya tiene.
Zaratustra señala que los lisiados no son sólo los jorobados o los paralíticos, sino también los que no tienen ninguna deformidad corporal, de hecho los que se consideran los ejemplos más excelsos de la humanidad: los genios. Los llama lisiados al revés, que “tienen muy poco de todo y demasiado de una sola cosa”. La exageración de una sola facultad, como el cerebro o las cuerdas vocales, ha llevado a la atrofia de todas las demás. Sea un lisiado de cuerpo o de espíritu, el problema para Zaratustra es que ningún hombre es completo, sino todos fragmentados. Ahora se dirige a sus discípulos y con consternación dice: “¡En verdad, amigos míos, yo camino entre los hombres como entre fragmentos y miembros de hombres! Para mis ojos lo más terrible es encontrar al hombre destrozado y esparcido como sobre un campo de batalla y de matanza”.
Los “fragmentos y miembros de hombres” no son simplemente jorobas y ojos ciegos, sino el espíritu fragmentado del hombre moderno, su exilio cartesiano de la naturaleza, la forma en que la especialización y la división del trabajo lo ha reducido a una pieza en una maquinaria ajena; en una palabra – la enajenación. Hegel y Marx tenían sus respectivas formas de superar esta enajenación: por un lado una vía metafísica (el espíritu absoluto), y por el otro lado una vía política (el proletariado).
Como vimos en el último discurso, Zaratustra no opta por la vía política, y tampoco va a depositar su fe en una esperanza metafísica como hace Hegel. Bueno, aun cuando optara por una solución metafísica, no sería por la razón y su astucia ya que para Nietzsche la realidad no se caracteriza por la dialéctica de la razón, sino por la dinámica de la voluntad, la voluntad de poder. La razón hegeliana puede entender los accidentes de la historia, el campo de batalla lleno de sangre y deformidades, como elementos que se cancelan y se subliman en un largo proceso de evolución en el que todo se redime en un fin armonioso. Pero la voluntad nietzscheana no puede hacer eso. La voluntad sólo puede querer, y el querer se dirige hacia el futuro. Si quieres X, lo realizas en el futuro. Entonces ¿cómo puede la voluntad redimir el pasado? Dice Zaratustra: “Redimir a los que han pasado, y transformar todo ‘fue’ en un ‘así lo quise’ – ¡sólo eso sería para mi redención!” El problema, como señala, es que la voluntad no puede querer hacia atrás. Ante el ‘fue’ la voluntad es impotente, un prisionero del tiempo que fluye desde el futuro hacia el pasado. El futuro es posibilidad, el presente es actualidad y el pasado una inexorable necesidad. En el discurso justo antes de éste que se llama El adivino, Zaratustra tiene una pesadilla en la que ve un ataúd de cristal lleno de “maldades multicolores y figuras grotescas” lo cual simboliza la humanidad lisiada que hemos discutido aquí. El ataúd significa que todo ese pasado está muerto en el sentido de ser incambiable, y al mismo tiempo, por ser hecho de cristal, uno lo puede ver y estar consciente que no hay nada que se puede hacer.
Aunque Zaratustra empezó el discurso hablando con el jorobado, y luego con sus discípulos, a estas alturas está conversando básicamente consigo mismo. La consternación que expresa sobre la situación de la voluntad no es la del jorobado ni de la gran mayoría de los hombres. Ellos son apaciguados con sombras (como los esclavos en la caverna de Platón) y cuentos (como el del cristianismo). Quienes realmente sienten la frustración del inexorable flujo del tiempo son los creadores o lo que en otro contexto Nietzsche llama los legisladores, es decir, el mismo Platón. Lo irónico es que Platón al salir de la caverna, de una condición de esclavitud, encuentra fuera de ella una esclavitud mayor, la de ser preso del tiempo. ¿Cómo responde la voluntad creativa? Zaratustra pregunta: “¿qué imagina el querer mismo para liberarse de su tribulación y burlarse de su prisión? ¡Ay, un necio hácese todo prisionero! Neciamente se redime también a sí misma la voluntad prisionera”. Responde al inventar esquemas de redención, sombras y cuentos metafísicos. Dado que no puede querer hacia atrás, se venga del tiempo al crear una nueva prisión que alivia el dolor. Dice Zaratustra: “Así la voluntad, el libertador, se ha convertido en un causante de dolor: y en todo lo que puede sufrir véngase de no poder ella querer hacia atrás. Esto, sí, esto solo es la venganza misma: la aversión de la voluntad contra el tiempo y su ‘fue’”. Dice que se ha convertido en un causante de dolor. Es decir, todas las interpretaciones de la condición humana que se han hecho hasta ahora brotan de la venganza. Sea el cuento consolador del cielo cristiano, las Ideas platónicas, o el espíritu absoluto hegeliano, son nuevas prisiones, nuevas cavernas. En vez de liberar, la voluntad creativa, en su rabia, castiga.
Hemos llegado al punto medular del libro. En la primera parte, Zaratustra describió la decadente condición humana y la necesidad de superarla. Como agente de este cambio, el superhombre constituiría la vanguardia de una nueva humanidad: fuerte en vez de débil, entera en vez de fragmentada, reconciliada con las fuerzas de la naturaleza de las que emana. Pero ¿cómo llevar a cabo semejante transformación? Zaratustra lleva todo este tiempo preparando sus discípulos para ser esta vanguardia, pero hasta ahora le han decepcionado más que otra cosa. No han entendido a profundidad sus enseñanzas, especialmente la verdad que expresa en este discurso. Incluso el mismo Zaratustra tiene miedo de verlo de frente. Pero al menos se sabe ahora por qué la humanidad está en la condición en que se encuentra: por la venganza contra el tiempo y su ‘fue’. Para no repetir y perpetuar la enfermedad que la humanidad ha padecido hasta ahora, cualquier transformación tiene que proceder con base en este conocimiento de su causa.
Entonces, la gran pregunta es ¿cómo redimir el pasado, y así construir un futuro nuevo, sin hacerlo desde el motivo de la venganza? Pues Zaratustra ya nos ha dicho: “transformar todo ‘fue’ en un ‘así lo quise’ – ¡sólo eso sería para mi redención!” Esto, sin embargo, no es una mera aceptación resignada del pasado, sino una afirmación positiva, la postura de que todo el pasado es lo mejor que pudo haber sucedido. Pero si la voluntad sólo puede funcionar al dirigirse hacia el futuro, entonces, ¿cómo sería posible transformar todo ‘fue’ en un ‘así lo quise’? El eterno retorno.

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15 Comments

  1. Gino Pernigotti · 23/04/2017 Responder

    excelente Darin, ansioso espero el resto de los capitulos, saludos desde Argentina.

  2. LUIS FERNANDO MARTINEZ ARGUELLO. · 25/04/2017 Responder

    DARIN: muy buena tu enseñanza por medio de los videos. Te acabo de descubrir hace poco y espero aprender mucho de lo que tú sabes y compartes. Estudié un poco a Nietzsche y su teoría del eterno retorno en la materia sociología, la cual cursé en la carrera de leyes en la UNAM. Me interesa el tema del super hombre, pero en general creo que toda la filosofía de Federico es excelente. Te deseo lo mejor en tu vida personal y profesional.

  3. Enrique · 27/04/2017 Responder

    Excelente Darin, aquí estaré esperando la parte 10. 🙂

  4. Daniel · 04/05/2017 Responder

    Excelente Darin, mis felicitaciones por hacernos comprender ésta extraordinaria obra. Espero ansioso la última parte con el tema capital de la obra y de mayor trascendencia : el eterno retorno de lo mismo.

    Saludos desde Caracas

  5. Antonio · 11/05/2017 Responder

    ¿Lo que Nietzsche quiere hacer con su pensamiento es acabar con el con el concepto del hombre creado en base al pensamiento socratico-platonico? Y si es así, en base a que cosmovisión se creará al nuevo hombre? Es decir bajo que perspectiva construirá el nuevo concepto de HOMBRE ?.

    • Darin · 14/05/2017 Responder

      Hola Antonio. Ese es el punto. Nietzsche no puede decir a que concepto el hombre debería conformarse porque no hay tal concepto. Tiene que crear esos valores el propio hombre. Esa es parte de la idea de su noción del superhombre.

  6. Antonio · 15/05/2017 Responder

    Vaya! Tarea dejó Nietzsche, destruir miles de años de civilización, y crear nuevos valores desde cero, gracias por tu respuesta Darin saludos!

  7. rubén Darío Saquetti · 04/06/2017 Responder

    Buenísimo, como siempre Darin. Gracias !

  8. Sarah · 11/06/2017 Responder

    Darin… tú hoy eres para mí el nuevo Maimonides, te esfuerzas como el en hablar claro y sencillo respecto de cuestiones profundas! Mil gracias

  9. Mario · 16/12/2019 Responder

    Este video refleja el discurso de un loco que mezcla perros de fuego con jorobados redimidos, discípulos semi-idiotas con la relación vengativa del hombre con su pasado, Platones que salen de la caverna para caer en nuevas cárceles de las que Zaratustra nos salvará. El nivel de delirio de Nietzsche es el de un enfermo psiquiátrico o el de un adicto grave. No se debería tratar a un enfermo como si fuera una persona sana … como si fuera un pensador … como si fuera un filósofo

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