Las palabras y las cosas, pt. 2/3

La semejanza del Renacimiento da paso a la representación como episteme de la época clásica. En este vídeo vemos cómo se manifiesta en varias ciencias de la época y cómo Las meninas de Velásquez lo ilustra.

Guión

En el último vídeo, dijimos que Foucault va a analizar cómo se trataban los fenómenos de la vida, el lenguaje, y el trabajo en tres épocas distintas.  En el Renacimiento, vimos que la noción de semejanza es lo que vinculaba las palabras con las cosas, pero realmente no contaba con ciencias sobre los fenómenos mencionados.  En la época clásica, empezando en el siglo 17, ya podemos identificar ciencias que corresponden a esos temas, lo que Foucault llama la historia natural, el análisis de la riqueza, y la gramática general.  Recuerda que no los va a analizar en plan vertical para ver cómo el análisis de la riqueza por ejemplo contiene las semillas del estudio de la economía de hoy en día, sino en plan horizontal.  Lo que le interesa es el andamio conceptual que une y posibilita estas ciencias, algo, como ya vimos, que se llama un episteme.  En el Renacimiento, el episteme era la semejanza.  En la época clásica es “la representación”.  Aquí, las palabras ya no se asemejan a las cosas sino que las representan.  Las palabras dejan de tener la opacidad que les hacía una cosa más en la gran cadena del ser y se vuelven, en la época clásica, transparentes, un medio invisible que sirve para ordenar y categorizar las cosas.  Donde la semejanza unía las cosas, la representación las discriminaba.  En vez de encontrar vínculos analógicos entre las cosas, la mente clásica analiza y discrimina, separación jerárquica en vez de unión simpática.

Este episteme de la representación Foucault lo ilustra con una tabla o red.  Vemos un ejemplo aquí de la clasificación de minerales.  Están ordenados de acuerdo a un sistema de identidades y diferencias en términos de una jerarquía de categorías cada vez más abarcadoras, como las que elaboró Carlos Linneo, el famoso científico sueco.  En este esquema, las cosas logran ser visibles, pueden conocerse, al distinguirse de las demás cosas en una ordenación jerárquica.  Vamos a ver cómo esta ciencia del orden se refleja en los estudios de la época.

El estudio del lenguaje se llamaba gramática general.  De la misma manera en que la lógica ordena el pensamiento para que haga juicios válidos, la gramática ordena los signos del lenguaje para que pueda representar.  El lenguaje no es el pensamiento sino una representación del mismo.  Lo que representa es el orden del pensamiento que a su vez refleja el orden de las cosas en el mundo.  En la época clásica, el énfasis no está en el significado sino en el sentido, y esto, según su episteme, es una función del ordenamiento, de la estructura gramatical.

Pasemos a la historia natural.  Este dibujo es de una enciclopedia renacentista que contiene muchos animales que reconoceríamos pero también unicornios y monstruos del mar.  La descripción de este elefante habla de sus grandes dimensiones pero también de cualidades morales que se asociaban con el, leyendas, mitos, su signo astrológico, etc.  En la época clásica eso no tendría sentido porque no representa nada para el conocimiento.  En cambio, en esta ilustración del siglo 18 vemos no criaturas sino especímenes distinguidas en una tabla de acuerdo a variables visibles como forma, posición y magnitud.  Es esta combinación de diferencias e identidades explayadas en la tabla lo que los convierte en objetos de conocimiento.

Como final, tenemos el estudio sobre el trabajo.  Foucault lo llama análisis de la riqueza porque se fijaba en la naturaleza de la riqueza.  ¿En qué consiste?  Antes, una moneda como ésta era valiosa, significaba riqueza, porque era riqueza en sí misma.  Algo podría ser dinero sólo si el material del que estaba hecho tenía un valor intrínseco, en este caso el oro.  Igual el lenguaje, ya que operaba según alguna propiedad intrínseca.  Pero en la época clásica esto cambia.  El lenguaje es un mero medio, transparente y funcional, e igual el dinero.  No importa las propiedades físicas del dinero sino sólo su capacidad de funcionar como un medio de intercambio.  Las palabras y el dinero son simplemente signos convencionales.  Hay muchas formas de representar el concepto de dinero y muchas formas de representar riqueza.  Su poder estriba en su capacidad de representar el orden o circulación de cosas en el mundo.

Ahora, esto nos suena bastante razonable.  De hecho, esta época se conoce también como la Ilustración, el Siglo de las luces.  Es fácil pensar que la gente de esa época descubrió como usar bien la razón y con su luz eliminó todo tipo de superstición y magia.  Lo que queremos identificar en esta época es el comienzo de la ciencia, con su método mecanicista y matemático.  Foucault no cae en esta tentación.  No niega el fenómeno de la ciencia en esta época pero su mentalidad arqueológica le hace entender su forma de pensamiento en términos de su episteme, que en este caso tiene que ver con la representación, con cómo se ordenan las cosas.  Esto no es tanto matemático como lingüístico.  Es decir, en la época clásica el conocer consistía en ordenar representaciones para reflejar el orden del mundo, un orden que se representaba en la tabla, pero lo que permite ese ordenamiento en la tabla es el signo.

Esto tiene una consecuencia muy interesante para Foucault que tiene que ver con el papel del hombre en todo esto.  Al ordenar los signos, trata de reflejar el orden de las cosas en el mundo, pero ese orden ya existía, no lo creyó el hombre.  Esclarecía el lenguaje para que podía significar, pero su significado no dependía de él.  Aun no llegamos a Kant donde el hombre sí es el activo centro epistemológico del conocimiento.  Por el momento, el hombre como los signos que ordena, es un nexo transparente en el que la representación y el ser coinciden y producen conocimiento.  Como dice Foucault, “El lenguaje clásico como el discurso común de las representaciones y las cosas, como el lugar donde la naturaleza y la naturaleza humana cruzan, completamente excluye la posibilidad de una ‘ciencia del hombre’.  No fue posible poner en tela de juicio la existencia humana, dado que contenía el nexo de la representación y el ser.”

El hombre como ser físico se encontraba en la tabla pero lo que resultaba imposible representar ahí era su propia actividad de ordenar y construir la tabla.  A diferencia del hombre físico, el hombre epistemológico, como sujeto, no forma parte de la organización porque es sí mismo condición de esa organización.  El hombre en este sentido es como el ojo que puede ver y organizar todo pero no puede verse a sí mismo.  Ahora, esta curiosa consecuencia de la época clásica Foucault la ilustra con un fascinante análisis de un cuadro – Las meninas de Diego Velásquez, pintado en 1656.

Vemos varios personajes en la pintura: la infanta, rodeada de las meninas; detrás de ellas una chaperona y un escolta; en el fondo un hombre parado sobre unas escaleras; a su lado dos personas reflejadas en un espejo; y a mano izquierda un pintor, Velásquez mismo.  Se ha apartado un momento del lienzo y mira hacia lo que se supone es el objeto o modelo de la pintura.  Si estuviera pintando, desaparecería detrás del lienzo, y no lo veríamos en el cuadro.  Es visible para nosotros los espectadores debido a esta pausa en la actividad de pintar.  El pintor, Velásquez, es representado aquí, pero su actividad de representar no.

Te habrás dado cuenta que la posición que ocupas como espectador del cuadro es la misma que ocupa el modelo que pinta el pintor.  De este modo se crea una curiosa reciprocidad de miradas.  En tu posición como espectador observas pero también eres observado (por el pintor).  Esto pone en marcha una oscilación de miradas que nunca llega a fijarse.  Si no ocuparas la posición del modelo y si pudieras ver el modelo siendo pintado, las miradas se fijarían y la oscilación terminaría.  Pero tal como se ha pintado este cuadro, el pintor mirando de frente, su modelo, y tú como espectador se encuentran en esta curiosa relación posibilitada por la organización inestable del cuadro.

Luego tenemos la luz que entra por la ventana.  Ilumina todo lo que vemos en este cuarto y así sirve como el elemento común de la representación.  Foucault interpreta esto como la luz de la Ilustración.  Fíjate que la fuente de la luz no se ve sino sólo el hecho de la iluminación, o más bien la representación que posibilita como si los objetos estuvieran ordenados en una tabla.  Ni el lenguaje ni la luz son objetos sino más bien la condición de que objetos sean inteligibles o visibles.

Ahora, en el fondo del cuadro vemos varias pinturas oscuras, menos una que parece brillar.  Pero no es una pintura sino un espejo.  El espejo refleja o representa algo, pero curiosamente, como dice Foucault, “De todas las representaciones en el cuadro, ésta es la única visible, pero nadie la está mirando.”  Lo que refleja son los modelos que el pintor está pintando, el Rey Felipe IV y su esposa Mariana.

El último detalle es el hombre parado sobre las escaleras en el fondo.  No se sabe si está llegando o partiendo pero es el único personaje, dice Foucault, que observa la totalidad de la escena y por tanto dice que es una representación del espectador.  Debido a su posición, esa actividad o función del espectador de mirar puede representarse.  Pero Foucault habla de un espacio oculto que se encuentra fuera del marco donde esa función del espectador se lleva a cabo por tres figuras superpuestas: la mirada del modelo, la tuya como espectador, y la del mismo Velásquez pintando su cuadro Las meninas.  El tema de esta maravillosa pintura no es ninguno de estos personajes.  Si el tema fuera la pareja real, por ejemplo, entonces el cuadro que tendríamos se parecería a éste.  Aquí el punto de vista del cuadro cambia porque el modelo está incluido en la representación.  El juego de invisibilidad que las miradas señalan desaparece.  El punto es que lo que se representa en esta pintura no son personajes sino la representación misma.  Sí, vemos figuras aquí pero están distribuidas en una tabla y lo que este orden manifiesta, lo que representa, son las funciones de la representación.  Lo que no puede representarse es un sujeto unificado que une o plantea estas representaciones.  Piensa nuevamente en el ojo que no puede verse o representarse a sí mismo.

Ahora, la gran mayoría de las pinturas de esta época son muy tradicionales, retratos, escenas de batallas o cosas así.  Entonces, ¿por que Velásquez hizo algo tan sofisticado y filosóficamente denso?  Era un gran pintor pero no era filósofo, no tenía en mente todo esto que nos comenta Foucault.  Más bien lo que quería hacer era mucho más mundano; quería subirse de nivel social.  Es que en aquel entonces los pintores eran meros artesanos, de clase más o menos baja.  Velásquez pensaba que si aparecía él en un cuadro junto con la pareja real, entonces por asociación tendría más importancia social.  Pero no pudo ponerse al lado, como si fueran grandes amigos; tenía que ser más sutil, y es por eso que aparece con el reflejo de ellos.

Bueno, pues ese plan de Velásquez junto con las limitaciones del episteme de su época es lo que hace que lo que se representa en este cuadro sea la representación misma.  Para ser más concreto, lo vemos explayado en la tabla del cuadro en tres aspectos.  1) la producción de la representación (el pintor); 2) el objeto representado (los modelos y su mirada); y 3) la observación de la representación (el hombre en las escaleras).  En todo esto, lo que no se representa en la tabla, lo que no puede ser representada, es la actividad misma de representar.  Volviendo a los tres puntos: 1) el pintor no puede ser representado en el acto de pintar ya que desaparecería detrás del lienzo; 2) la imagen de la pareja real es simplemente un reflejo y no una representación directa de su acto de modelar – si fuera directa, la pareja tendría que entrometerse en el primer plano, lo cual rompería la perspectiva y así se desplomarían las tensiones internas del cuadro; y 3) tú como espectador obviamente no puedes ser representado.  Dijimos que el hombre en las escaleras es una representación del espectador.  Imagínate que fueras tú en la escalera.  Al ser incluido en la pintura, ya dejarías de observarla y te convertirías en un objeto pintado.

Dada la lógica interna del cuadro, que refleja el episteme de la época, esas tres figuras señalan un punto donde el artista, el modelo, y el espectador deberían estar.  El problema es que es un punto que no puede representarse – está necesariamente fuera del cuadro.  Lo que para nosotros es lo más esencial no ha sido representado.  Pero no es que Velásquez haya fallido en su intento.  Lo que logró es magnífico porque muestra claramente los límites de lo posible en la época clásica.

 

Bibliografía:

Foucault, M.  Las Palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas, trad. Elsa Cecilia Frost, México: Siglo XXI, 2010.

Dreyfus y Rabinow,  Michel Foucault: Beyond Structuralism and Hermeneutics, Chicago: University of Chicago, 1983.

 

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17 Comments

  1. Miguel · 20/07/2013 Responder

    Que bueno que hables de este libro porque me resulto muy complicado cuando intente leerlo. Tengo una pregunta ¿Más o menos entre que años se dividen las épocas de las que habla el libro, la clásica, renacentista y demás? ¿Como a que años corresponden?

    • Darin · 20/07/2013 Responder

      Buena pregunta Miguel. Renacimiento: siglos 15, 16; Época clásica: 17, 18; Época moderna: 19, y parte del 20. Gracias por la pregunta!

  2. Lina · 20/07/2013 Responder

    Mil gracias por tus Correos, me son de muchísima utilidad para mis clases.
    Attr tu servidora Mtra Lina

  3. trabajos verticales · 26/07/2013 Responder

    Las palabras y las cosas, pt. 2 – La Fonda Filosófica, me ha parecido muy revelador, me hubiera gustado que fuese más largo pero ya saeis si lo bueno es breve es dos veces bueno. Enhorabuena por vuestra web. Besotes.

    • Darin · 26/07/2013 Responder

      Gracias! El análisis continua, estoy en el tercer vídeo y a lo mejor habrá un cuarto. Hasta pronto!

  4. rehabilitación de fachadas · 07/08/2013 Responder

    Las palabras y las cosas, pt. 2 – La Fonda Filosófica , es interesante, desde que os recibo no puedo parar de mirar todas vuestras sugerencias y me alegra cuando recibo uno más, sois lo mejor en español, me encata vuestra presentación y el curre que hay detrás. Un beso y un abrazo, nos alegrais la vida.

    • Darin · 07/08/2013 Responder

      Muchas gracias por tan lindas palabras! Un fuerte abrazo y nos vemos pronto en la Fonda.

  5. Rubén Darío · 11/08/2013 Responder

    Darin, en hora buena me encontré con tu trabajo en la web, toda mi vida me he dedicado a la tecnología, pero vos me ayudaste a decidirme para estudiar formalmente la Filosofía, así q de vuelta a las aulas, a la catedra, al “discurso”. Excelente exposición de la tesis de Foucault, tengo una inquietud: Alguna vez leí una entrevista que sostuvo Michel y respondiendo con respecto al título del libro, decía que era complejo para los lectores encontrar que el libro no hablaba de las palabras ni de “las cosas”(objeto), no obstante su título; puede ser algún tipo de indirecta resaltando su nuevo sistema de análisis de la realidad(posestructuralismo)con el pensamiento filosófico de los últimos siglos, más exactamente a partir de Descartes?

    • Darin · 11/08/2013 Responder

      Hola Rubén. Me alegro mucho que los vídeos te hayan inspirado a estudiar la filosofía más de cerca. Es un estudio noble y muy placentero! Según tengo entendido, el título original en francés iba a ser “El orden de las cosas” (tal como es una la traducción al inglés) pero hubo dos libros más con ese título en francés entonces buscaron otro título. El tema de verdad del libro no son ni las cosas ni las palabras sino la matriz u orden que las relacione. Nunca había leído esa entrevista de Foucault que citas, pero es verdad, no es un tratado sobre palabras y cosas, uno no aprende cosas sobre lingüística ni de biología aquí sino de la estructura en que se encuentran insertas. Por eso este libro se coloca en la fase estructuralista de Foucault. Gracias por la pregunta!

  6. Rubén Darío · 11/08/2013 Responder

    Aquí dejo la respuesta de M. Foucault con respecto al título de su libro: LAS PALABRAS Y LAS COSAS
    http://www.youtube.com/watch?v=_wEsYlr5DQM
    MINUTO 45

    GRACIAS POR LA ATENCIÓN!!

  7. dakota · 07/06/2015 Responder

    Hola Darin:
    ¿cuál sería la explicación entre las tres epistemes de las que habla FOUCAULT? Y si entendpi bien, las epistemes son épocas??? o cupal sería su sinónimo ????
    Gracias

  8. Adeiana · 16/07/2017 Responder

    Si, todo suena muy interesante, tengo el libro y estoy intentando avanzar pero de verdad que está súper complejo de entender. ¿Qué es lo que motiva o conduce a Foucault a hacer este tipo de planteamientos sobre la forma de conocer el mundo? Hasta ahora que vi los videos me pude dar cuenta de esa estructura horizontal en la que basa su análisis, pero el sentido de hacerlo, se me escapa por completo. 🙁

  9. Irma Dugelby · 18/03/2019 Responder

    ¡Felicidades! Eres muy generoso con tus conocimientos. Yo ya soy tu fan número uno, te seguiré de hoy en adelante.
    Espero toparme contigo en algún lugar de la CDMX.

  10. Maria · 13/02/2024 Responder

    Gracias, por compartir tus saberes. Me gustaría que exploraras más el tema del espacio, por ejemplo, con Lefebvre.

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