Rousseau: de la esclavitud a la libertad, pt. 3/5

Vamos a revisar el pensamiento político de Jean-Jacques Rousseau: su análisis de la decadencia del presente, su causa en un proceso de socialización en el pasado, y su planteamiento para corregir el problema en el futuro.

Guión

En el último vídeo vimos cómo Rousseau describe el hombre decadente de su época.  No es ni naturalmente bueno ni moralmente virtuoso sino algo que podríamos llamar, quizá, burgués.  Decíamos que usaba máscaras para aparentar lo que no era y eso porque vive constantemente en la mirada del otro, juzgado por criterios de cuestionable valor.  Su cultura está conformada en parte por campos de saber nacidos de nuestros vicios y que aportan muy poco a la integridad moral del hombre.

Pero todavía falta mucho análisis.  En este vídeo pasaremos a su segundo discurso, sobre el origen de la desigualdad.  Cuando oímos esa palabra pensamos en cuestiones económicas.  A Rousseau le preocupa ese tipo de desigualdad, pero el término abarca mucho más que el tamaño de tu cuenta bancaria.  Fundamentalmente, tiene que ver con el sistema de divisiones y jerarquías entre las personas, los criterios que determinan mejor o peor, bueno o malo.  En el reino animal existen ciertas jerarquías biológicamente determinadas, como el papel del macho alfa, la abeja reina, etc que sirven necesidades de supervivencia de la especie, pero no jerarquías socialmente determinadas.  Este perro no se siente superior a éstos.  Seguramente jugarían muy felices todos en el jardín.  Quien se siente superior es la dueña de éste.  Qué extraño ¿no?  Los perros tan sabios y los humanos tan tontos.  Este tipo de desigualdad se da solamente en el ámbito humano.  Y es para entenderlo que Rousseau escribe este discurso.  De hecho, habla concretamente de objetivo de su reflexión.  Dice, “De fijar en el progreso de las cosas el momento en que, sucediendo el derecho a la violencia, la naturaleza fue sometida a la ley; de explicar por medio de qué encadenamiento prodigioso el fuerte pudo resolverse a servir al débil y el pueblo a aceptar una tranquilidad ilusoria en cambio de una felicidad real.”

Como he comentado en mis vídeos sobre Hobbes y Locke, los teóricos del contrato social explican y justifican la naturaleza del estado político o civil, un estado artificial creado por seres humanos, al remontarse a lo que llaman el Estado Natural.  Hacen eso para entender las condiciones que se daban previas a la creación del Estado.  Estas condiciones son determinantes.  Rousseau está de acuerdo.  Hay que fijarse en la naturaleza del hombre para entender sus acciones.  Donde fallaron Hobbes y Locke, según él, es que no se remontaron lo suficientemente lejos.  [Ellos], dice Rousseau, “hablando sin cesar de necesidad, de codicia, de opresión, de deseos y de orgullo, han transportado al estado natural del hombre las ideas que habían adquirido en la sociedad: han hablado del hombre salvaje a la vez que retrataban el hombre civilizado.”  En el Discurso sobre el origen de la desigualdad vemos su versión del Estado de Naturaleza en el que se ve la complexión original del hombre.

Empieza Rousseau esclareciendo el tipo de desigualdad que la interesa.  Hay desigualdades físicas entre las personas, o sea, algunos son más altos, o fuertes que otros, pero son diferencias naturales y no merecen nuestra atención.  Pero hay otras que son morales o políticas, es decir, “diferentes privilegios de que gozan unos en perjuicio de otros, como el de ser más ricos, más respetados, más poderosos,” etc.  Son éstas las que le interesan.

Bien, ¿cómo es el hombre en un estado sin la cultura y civilización de la nuestra?  Rousseau lo describe como una criatura físicamente fuerte aunque tímida a la vez y con pocas necesidades: comer, dormir, reproducirse.  Cuando leo lo que dice sobre este buen salvaje no puedo evitar pensar en esa famosa foto del supuesto Pie Grande.  El buen salvaje se defiende bien ante las bestias de su entorno, pero no es invencible.  Ante las enfermedades naturales y la vejez, no hay nada que hacer.  El hombre civilizado se sucumbe también ante el cáncer y la muerte, pero a diferencia del buen salvaje padece también de una larga serie de dolencias que provienen de la vida social: el estrés en general, la depresión, dolores de cabeza, el cáncer pulmonar por los cigarros, las caries por todo el azúcar en nuestro dieta, etc. etc.  Esta decadencia del hombre moderno se refleja en algo que dice Platón en La república.  Dice que el estado ideal requeriría de médicos por las enfermedades naturales y los accidentes, pero no de abogados.  ¿Por qué?  Porque hacen falta sólo para resolver conflictos que surgen de los vicios del hombre civilizado.  Platón espera que con una educación apropiada los jóvenes que llegarán a constituir el Estado ideal no tendrán esos vicios.  Veremos en El contrato social que Rousseau tiene una idea parecida.

Pero uno podría responderle que la ciencia médica ha avanzado mucho, gracias a la cual vivimos mejor.  Sin duda, hay descubrimientos como la penicilina que nos protege contra infecciones naturales, pero Rousseau dice que la mayor parte de nuestros males son nuestra propia obra.  Hay medicamentos que quitan el dolor de cabeza, la indigestión, que bajan el colesterol, que nos hacen dormir, etc, dolencias provocadas por nuestra propia forma de vivir en sociedad.  Dice Rousseau que “es tarea fácil la de hacer la historia de las enfermedades humanas siguiendo la de las sociedades civiles.”

Pues hasta aquí hemos considerado el hombre en su aspecto físico.  La conclusión es que somos como un animal domesticado, más débiles que el buen salvaje.  Ahora pasa Rousseau a considerar el lado del espíritu.  Si uno tuviera que decir qué es lo que distingue al ser humano del animal o incluso del buen salvaje, diría quizá, siguiendo a Aristóteles, la razón.  Esa es la famosa definición del ser humano: animal racional.  Rousseau plantea otra cosa.  Todo animal tiene instintos naturales que le guían un su conducta.  El ser humano, siendo animal, siente el imperativo de esos instintos también, pero es el único animal capaz de resistirlo y hacer otra cosa (quizá sugerida por la razón).  Así que, la libertad es nuestra marca distintiva.  Agrega a eso la capacidad de perfeccionarse.  Para Rousseau, nuestro ser es histórico, indeterminado.  A diferencia de los animales que siempre son lo que son y no cambian, nosotros podemos vivir de distintas formas, buena o mala, virtuosa o viciosa.

Para los animales, la Madre Naturaleza es lo que determina su desarrollo.  Para los humanos, es una combinación de deseos y la razón.  Podemos visualizar el ser del animal así, como un punto completo y auto-contenido.  El ser del humano, en cambio, es como una flecha que apunta hacia un algo, un X.  El ser del humano es una función del conjunto de Xs que se plantean en la vida.  El papel de la razón, que para los filósofos de la Ilustración era de elevada importancia, se reduce para Rousseau a un mero medio instrumental para la consecución de los deseos.  Expresa la relación entre deseo y razón de la siguiente manera: “ . . . El entendimiento humano debe mucho a las pasiones.  Mediante la actividad de las pasiones la razón se perfecciona, pues ansiamos conocer porque deseamos gozar, siendo imposible concebir que aquel que no tenga ni deseos ni temores, se dé la pena de razonar.”  Es muy interesante esta afirmación.  No razonamos en el éter sino en torno a deseos.  Razonamos porque queremos gozar los deseos, por lo que se ve la razón como meramente instrumental.  Las pasiones del buen salvaje son muy sencillos.  Las del hombre en el Estado de Naturaleza de Hobbes son numerosas y caóticas.  Lo que Hobbes no hizo fue indagar acerca del proceso por el que nuevos deseos se generan.  Eso en parte es lo que Rousseau quiere investigar en este discurso.

Empieza con la siguiente llamativa afirmación: “El primero que, habiendo cercado un terreno, descubrió la manera de decir: Esto me pertenece, y halló gentes bastante sencillas para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil.”  Dice que hubiéramos ahorrado mucha guerra y miseria si en ese momento alguien habría dicho NO, que los frutos pertenecen a todos y que la tierra no es de nadie.  ¿Qué llevó al buena salvaje o sus descendientes a cercar un terreno como suyo?  ¿Cómo pasó de necesidades sencillas que la naturaleza proveía fácilmente al consumismo hedonista y egoísta de hoy en día que nos esclaviza?

Dice Rousseau que en ese escenario casi idílico del buen salvaje, “pronto se presentaron dificultades que fue preciso aprender a vencerlas.”  Se refiere al hecho de que con el paso del tiempo hay sucesos naturales como sequías, terremotos, inundaciones que hacen que sea más difícil procurar sus necesidades.  Los individuos se apoyan en la ayuda de otros y empiezan a formar familias y luego pequeños grupos o tribus.  Con la cooperación de la gente hay mayor eficiencia en la procuración de bienes y por tanto más tiempo de ocio.  Con la llegada de la revolución agrícola, el carácter nómada de la existencia se cambia por uno cada vez más sedentario, lo cual trae como consecuencia más tiempo de ocio.  En inglés hay un dicho que dice: “Idle hands are the workshop of the devil.”  Creo que en español es “el ocio es la madre de todos los vicios.”  La idea es que si no ocupas las manos en algo, el diablo lo hará por ti.

Dice Rousseau que los hombres emplearon este ocio en “procurarse muchas suertes de comodidades desconocidas a sus antecesores, siendo éste el primer yugo que se impusieron sin darse cuenta de ello.”  Veamos un ejemplo.  Yo recuerdo mi vida perfectamente bien antes de la introducción del teléfono celular.  En general, vivía yo bien en aquel entonces.  No se me ocurría que me hacía falta poder hacer llamadas de donde estuviera.  Luego se introdujo el celular.  Fue una novedad y gozamos mucho de ella.  Pero ahora no es gran cosa.  Ha perdido el goce o atractivo que tuvo inicialmente y se ha vuelto una verdadera necesidad.  “Su privación, dice Rousseau, “hízose mucho más cruel que dulce y agradable había sido su adquisición.”  No sé tú, pero son muchas las veces que quisiera que jamás existiera el celular.  Soy siempre localizable, me siento como atrapado, y pagando ahora más en telefonía que antes.  ¿Nuestros abuelos vivían peor porque no tenían celulares?  No.  Es fácil ver cómo la introducción de nuevas tecnologías nos puede esclavizar pero más importante para Rousseau son las relaciones humanas.

¿Alguna vez has hecho el experimento de decir sólo la verdad a lo largo de un solo día?  Yo sí, y no duré mucho tiempo.  Las pequeñas mentiras parecen ser indispensables en el entorno social.  ¿Por qué?  Pues las relaciones humanas exigen cualidades diferentes de las que poseía el hombre en su estado primitivo.  Ahí lo que hacía falta eran cosas que la naturaleza provee, pero en el seno social el hombre experimenta nuevas sensaciones placenteras como ser amado, deseado, respetado, envidiado, etc.  Ahí lo que se procura no son bienes materiales sino bienes espirituales, es decir, las opiniones y disposiciones de los demás.  La belleza, la destreza, el mérito o el talento son las cualidades que uno requiere para poder conseguir esos bienes.  Si no tiene esas cualidades, entonces es preciso mostrarse distinto de lo que en realidad uno es, es decir, aparentar o mentir.

Como habíamos comentado, el bienestar del hombre civilizado va en función de la mirada del otro.  El bien para uno no se mide en términos absolutos sino relativos, es decir, relativos a los demás.  Por ejemplo, ¿preferirías ganar $20.000 al mes cuando la mayoría ganan $30.000 ó ganar $15.000 cuando la mayoría ganan sólo $10.000.  Muchos estudios han mostrado que la gente prefiere la segunda opción.  Por este lado ganan más en términos absolutos, pero por el otro ganan más en términos relativos.  Así puede uno colocarse encima de los demás y eso a fin de cuentas es lo que importa.  Como dice Rousseau: “La ambición devoradora, el deseo ardiente de aumentar su relativa fortuna, no tanto por verdadera necesidad cuanto por colocarse encima de los demás, inspira a todos una perversa inclinación a perjudicarse mutuamente.”

La sencilla bondad y honestidad de alguien como éste sería una desventaja en nuestra sociedad.  Vulgarmente llamamos a esa gente “retrasos mentales”.  Para Rousseau, esa gente no sería retrasada sino dichosa, porque carecen de la astucia de aparentar lo que no son.  Todos hemos tenido experiencias con gente de ese tipo y para mi al menos es siempre tan refrescante ver la libertad en la que viven a diferencia de la esclavitud de nuestros juegos sociales y el estrés y depresión que tan fácilmente provoca.

Bueno, hasta ahora hemos atravesado sólo la mitad del discurso.  En el siguiente vídeo, veremos cómo estas características de las relaciones sociales propician la desigualdad económica.

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7 Comments

  1. jesus · 13/02/2014 Responder

    te invitamos a la feria de alvacete, eres el crack de la filosofía , te queremos aunquea seas gringo

  2. Mateo Durán · 17/08/2016 Responder

    Wao, que ingenio para hacer tu propio set profesional desde la comodidad desde tu casa. Me encantan tus videos, son muy didácticos e instructivos.

    • Darin · 19/08/2016 Responder

      Gracias Mateo. He ido comprando equipo sobre el tiempo, y la experiencia y el ensayo y el error me ha hecho mejorar la calidad técnica de los vídeos. Todavía falta mucho por aprender!

  3. Amadeo de Saboya · 30/04/2021 Responder

    Hola buenas, decirle que mi profesor de filosofía, Luis, nos pone tus vídeos en todas las clases de filosofía y decirle que es un capo. Quedas invitado a la feria de Albacete. Un saludo.

  4. Estela Maccarelli · 28/02/2023 Responder

    Hola Sr. Darin, estamos haciendo un trabajo sobre su video (muy informativo por cierto) donde necesitamos hacer una presentación, cual cree que es la tésis de su video? Un cordial saludo, Equipo 3- filosofía (Keiko,Lucia,Sofia y Estela)

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