Así habló Zaratustra, pt. 10/12

¡Hoy el eterno retorno!

Guión

 Iniciando la tercera parte del libro, encontramos a Zaratustra en las Islas Afortunadas. Se ha despedido de sus discípulos y va en camino al puerto para tomar un barco que le llevará a casa, a su caverna que conocimos en el prólogo. Pero tiene que escalar una montaña y luego descenderla para llegar al puerto. Ha habido mucho ascensos y descensos en la historia hasta ahora, diferentes niveles como los picos de las montañas, los valles, las llanuras donde están las ciudades, y hasta el submundo como vimos en el último vídeo. Estos distintos niveles y los ascensos y descensos necesarios para alcanzarlos son metafóricos del viaje interior de Zaratustra. Cuando va ascendiendo una montaña, significa que está descendiendo en las profundidades de su psique. Dice Zaratustra: “En última instancia no se tienen vivencias más que de sí mismo”. Ha habido muchas vivencias hasta ahora, muchas discusiones con distintas personas, pero todo eso tiene sentido sólo en términos del propio viaje y transformación de Zaratustra. A estas alturas es incluso más patente esta verdad. Dice: “Y qué podría ocurrirme todavía que no fuera ya algo mío”. Si este libro fuera una película, estaríamos en la parte donde el héroe tiene que seguir solo; la hazaña que se requiere para salvar al mundo sólo él lo puede hacer. “Tu mismo pie [dice Zaratustra] ha borrado detrás de ti el camino, y sobre él está escrito: imposibilidad”. Es medianoche, Zaratustra está solo, y el camino a su destino está delante.
El segundo discurso, “De la visión y del enigma”, es el discurso central del libro, donde encontramos el célebre planteamiento de la doctrina del eterno retorno. Al principio de esta serie, habíamos dicho que Así habló Zaratustra es la versión nietzscheana de La república de Platón, y por consiguiente de la propia Biblia cristiana, dado que Nietzsche consideraba que el cristianismo no era más que el platonismo para las masas. Esta parte del libro sería equivalente al filósofo saliendo de la caverna platónica para contemplar las ideas o a la resurrección de Jesús al tercer día de su muerte.
De hecho, este último lo vemos reflejado en el inicio del discurso. Zaratustra ya está en el barco y durante los primeros dos días del viaje guarda silencio. Al tercer día, habla. La resurrección de Jesús promete vida eterna; el discurso que Zaratustra está por pronunciar promete también algo eterno: el eterno retorno de lo mismo. El discurso de Zaratustra se dirige a los marineros que le acompañan en el barco quienes han oído hablar de este personaje y le tienen mucha curiosidad. Le da gusto estar en la compañía de gente que prefiere el peligro en vez de la seguridad, de “los audaces buscadores e indagadores, y a quienquiera que alguna vez se haya lanzado con astutas velas a mares terribles”. El espíritu de estos marineros no se parece en nada al rebaño de gente que esperaba al volatinero, ni tampoco al espíritu dócil y obediente de sus discípulos que le acompañaban en las primeras dos partes. Las almas de estos marineros son atraídos, como dice, “a todos los abismos laberínticos: pues no queréis, con mano cobarde, seguir a tientas un hilo y que, allí donde podéis adivinar, odiáis el deducir”.
Aquí tenemos una clara referencia a los argonautas de la mitología griega. La historia más conocida de los argonautas es su viaje en búsqueda del vellocino de oro, pero Zaratustra se refiere aquí a una hazaña de su más reconocido miembro – Teseo. Recordarás que Teseo se metió en el laberinto del Rey Minos para matar el minotauro ahí escondido. Para que no se perdiera, la hija del rey, Ariadna, le dio un hilo que debía desenrollar al avanzar en el laberinto y luego recoger para salir. Entonces, Zaratustra está comparando los marineros que le rodean con los famosos argonautas, pero dice que serán incluso más heroicos porque no van a aprovechar ninguna ayuda como un hilo. Teseo, su hilo y el laberinto son una metáfora para el espíritu filosófico que ha reinado hasta ahora, uno que al argumentar busca precisamente un hilo conductor, lo cual permite que el filósofo deduzca las respuestas al enigma de la vida y la realidad. El supuesto, y de hecho la exigencia, de la filosofía occidental ha sido que el ser sea pensable, que sea susceptible de hacerse explícito en una prueba racional. Para Nietzsche, esa exigencia es precisamente el problema porque constituye la venganza contra el tiempo que mantiene al hombre en su condición decadente. La redención que promete resulta ser el veneno que debilita al hombre. La cura no se encontrará ni en los milagros ni en los argumentos, sino en un acto de la voluntad.
Zaratustra cuenta a los marineros que tuvo una visión en la que se encontraba en las montañas caminando en un sendero hacia arriba. Le acompañaba un espíritu que tiraba “hacia abajo, hacia el abismo, el espíritu de la pesadez, mi demonio y enemigo capital”. Ahora bien, uno pensaría que un espíritu demoniaco tendría un aspecto como este malvado. Pero no. El texto dice que el espíritu toma la forma de una criatura mitad enano, mitad topo sentado en el hombro de Zaratustra, algo así como el “gollum” del Señor de los Anillos. ¿Por qué así? Bueno, primero hay que entender que este espíritu no es ajeno a Zaratustra, sino que es una proyección de parte de su propia psique, aquella parte negativa que constituye una obstáculo a su avance y crecimiento, que impide que vaya hacia arriba. Zaratustra preferiría mil veces que su demonio tomara una forma grandiosa, como el demonio en el Fausto de Goethe. Pero no corre suerte. En cada uno de nosotros, el espíritu más pesado y feo es el que ejemplifica nuestro lado más mezquino, ínfimo y bajo. Por eso vemos esta criatura aquí.
Entonces, por cada paso hacia arriba, el enano “deja caer gotas de plomo en el oído” de Zaratustra. Todos hemos experimentado una voz pesimista dentro de nosotros que se burla de nuestros esfuerzos y trata de ningunearnos. El enano lo hace de forma mordaz con Zaratustra. Dice que es una piedra filosofal que ha arrojado hacia arriba, ¡pero todo lo que sube tiene que caer! Como sabemos, se suponía que la piedra filosofal transmutaba metales bases en oro o plata. En el plano físico, la alquimia nunca logró hacerlo. La pregunta es si en el plano espiritual Zaratustra puede trasmutar esta época decadente en una raza de superhombres.
Pues, el enano se calla y luego pasa un largo silencio, un silencio que con su peso le oprime a Zaratustra. No es que no sepa cómo responder la burla del enano; eso lo tiene muy claro. Lo que le hace falta es el valor de enunciarlo, su pensamiento abismal. Distinguiéndose nuevamente de la tradición platónica, lo que es decisivo aquí no es el intelecto o nous, sino el valor o lo que los griegos llamaban thymos. En la República, el filósofo-rey con su intelecto regía el thymos de la clase guerrera. Pero aquí estamos hablando de dos tendencias en la misma persona, Zaratustra, el agon de la psique consigo mismo. El encuentro entre los dos se lleva a cabo no mediante una dialéctica racional, sino como la voluntad de poder, la lucha de fuerzas en la que una tiene que vencer a la otra.
Por fin Zaratustra dice: “¡Alto enano! ¡Yo o tú! Pero yo soy el más fuerte de los dos. Tú no conoces mi pensamiento abismal. ¡Ese, no podrías soportarlo!” Con eso el enano saltó de su hombro y se puso en cuclillas sobre un piedra ahí al lado. Ahí donde habían parado se hallaba un portón. Tal como lo describe Zaratustra, tiene dos caras en las que convergen dos caminos, una larga calle hacia atrás y otra hacia adelante, extendiéndose las dos a la eternidad. Arriba del portón donde convergen está escrito ‘Instante’.
Lo que tenemos aquí es una representación del tiempo. Desde el punto de vista del presente momento, los dos aspectos del tiempo, pasado y futuro, parecen contradecirse, yendo eternamente en dos direcciones opuestas, lo cual presenta al tiempo como lineal. Dice Zaratustra: “¿Crees tú, enano, que esos caminos se contradicen eternamente?” El enano sabe a donde va con su pregunta y responde de forma casual: “Toda verdad es curva, el tiempo mismo es un círculo”. El mismo tono de voz del enano es una burla, como si dijera: “¿Tu pensamiento abismal es que el tiempo sea un círculo? Hazme el favor”. Pues esto encoleriza a Zaratustra, quizá porque lleva todo el libro cobrando el valor de enunciarlo y aquí el enano lo dice como si nada. Pero no importa, ya que con esto Zaratustra tiene lo que necesita para darle un golpe letal al enano. Refiriéndose a la calle que yace eternamente hacia atrás dice:
“Cada una de las cosas que pueden correr, ¿no tendrán que haber recorrido ya alguna vez esa calle? Cada una de las cosas que pueden ocurrir, ¿no tendrá que haber ocurrido, haber transcurrido ya alguna vez? Y si todo ha existido ya: ¿qué piensas tú, enano, de este instante? ¿No tendrá también este portón que haber existido ya? ¿Y no están todas las cosas anudadas con fuerza, de modo que este instante arrastra tras sí todas las cosas venideras? ¡Cada una de las cosas que pueden correr tiene que volver a correr una vez más! ¿No tenemos que retornar eternamente?”
Pues aquí tenemos el clásico planteamiento del eterno retorno. Aunque Zaratustra desdeña los que meramente deducen, lo presenta en forma de un argumento porque el enano representa esa tradición racionalista. Pretende ganar al enano utilizando su propio arma en su contra. Entonces, parte de la premisa ofrecida por el enano, que el tiempo es un círculo, y salta directamente a la conclusión de que todo retorna eternamente. Tal como está, el argumento que presenta es un entimema, es decir, un argumento con una premisa que no se ha hecho explícita. La premisa faltante, una que Nietzsche conocía muy bien y menciona en otros textos, es que si el tiempo se extiende infinitamente pero sólo hay una cantidad finita de partículas materiales, entonces todas las posibles combinaciones de esas partículas tienen que agostarse en algún momento, en el cual todo empieza a retornar.
Ahora bien, hay diferentes formas en que esto puede interpretarse. Primero, y quizá más obvio, es como una tesis cosmológica, es decir, que Nietzsche está hablando de un aspecto del cosmos, de la misma manera que Einstein por ejemplo habla de la naturaleza del cosmos en su teoría de la relatividad. Fíjate que esta comparación con Einstein es muy apta porque Einstein no es el tipo de científico racionalista que Nietzsche critica, el de una visión estrecha que sólo va juntando datos en una pila. Hace poco vimos que los marineros que acompañan a Zaratustra prefieren el adivinar al deducir, y así es Nietzsche y los científicos de verdad como Einstein. Cuando éste propuso (o adivinó) su hipótesis sobre la relatividad, fue algo bastante contraintuitivo en su momento y no fue hasta mucho tiempo después que las observaciones comprobaron su idea. Einstein dijo una vez que “la imaginación es más importante que el conocimiento” y con esto Nietzsche estaría totalmente de acuerdo. Sobre la gran hipótesis de Nietzsche, el eterno retorno, no sé si observaciones a futuro la comprobarán. De hecho, mucho se ha escrito sobre la viabilidad de su hipótesis desde el punto de vista lógico, filosófico y científico, con algunos diciendo que sí es viable, otros que no. En todo caso, es una hipótesis plausible que tiene sentido.
Pero lo importante no es tanto si es correcta, sino cómo uno respondería si fuera correcta. Esta interpretación ve el eterno retorno como una prueba existencial. La mejor expresión de esa prueba se encuentra en la sección 341 de La gaya ciencia, el primer lugar donde Nietzsche menciona el eterno retorno. Imagínate, dice, que un demonio te dijera que esta vida que ahora vives la tuvieras que vivir innumerables veces más y que no habría en ella nunca nada nuevo, sino que cada dolor y placer, cada pensamiento y suspiro retornaría una y otra vez. ¿Cómo reaccionarías? ¿Te arrojarías al suelo, rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que te había hablado así? ¿O le dirías “Eres un dios y jamás oí nada más divino”? Hay dos opciones. O te aplasta la idea del eterno retorno, o te transforma. Termina diciendo: “Cuánto deberías amarte a ti mismo y a la vida para no desear ya otra cosa que esta última, eterna sanción, este sello?“
Bueno, ésta es la llamada prueba existencial. Lo que prueba, como dice el propio nombre, es la existencia de uno, mide la forma de uno de existir en el presente momento. Entonces, ¿cómo reaccionarías tú a esta prueba? Si reflexionas sobre tu vida en general, la media de los momentos que la componen no sería nada de otro mundo: lavando trastes, atascado en el tráfico, pasando una jornada en el trabajo, aguantando una reunión aburrida, y claro, momentos también de intensa emoción, sea de alegría o de tristeza. Los momentos en el tráfico o en el trabajo en sí no son el problema, sino la idea de que se repitan eternamente. Eso es lo que resulta insoportable. Y ni se diga la gente que vive en pobreza extrema que llevan una vida de mucho sufrimiento. ¿Cómo redimir semejante vida? Para los que no aguantan la idea de que todo se retorne, una forma de dar sentido a esta vida es postular una porvenir, un mundo más allá de éste, un cielo en el que todo es perfecto. Ésta es la promesa del cristianismo, una vida posterior a ésta compuesta de momentos perfectos que se extienden eternamente. Semejante concepción del tiempo podría llamarse una eternidad temporalizada.
La redención que ofrece Nietzsche con su idea del eterno retorno podría, en cambio, llamarse una temporalidad eterna. ¿Cuál es la diferencia? La eternidad cristiana es cuantitativa, entendida como la suma de una infinidad de momentos. La eternidad nietzscheana, en cambio, es cualitativa. Se trata de una afirmación del presente momento, un momento en el que pasado, presente, y futuro se unen en lo que se ha llamado un ahora eterno, una eternidad no medida sino sentida. La eternidad aquí no es una infinita concatenación de momentos, sino la afirmación del tiempo en sí, ya que ningún momento en sí mismo es auto-suficiente sino que forma una parte indisoluble de la totalidad de todos los momentos de la vida de uno. Todo está conectado, de modo que afirmar un momento es afirmar la totalidad de la existencia. En este momento de afirmación, toda la eternidad es redimida y afirmada.
Pero el eterno retorno en este sentido es más que una mera prueba, es decir, hace más que simplemente separar los fuertes de los débiles, como una prueba religiosa separaría los salvados de los condenados. Recuerda que Zaratustra empezó su misión hablando con la gente común y corriente del pueblo. Su fracaso tenía que ver tanto con la decadencia espiritual de la gente como con la propia didáctica burda de Zaratustra. El punto es que su mensaje no es uno que busca separar un grupo de otro, sino que es un mensaje de transformación, y necesita encontrar la forma de comunicar ese mensaje. Quizá lo haya encontrado con su idea del eterno retorno. Seguramente has oído ese dicho que dice que hay que vivir como si hoy fuera el último día de tu vida. Suena muy cursi e ingenuo, pero si lo hicieras al menos por un día, habría una transformación cualitativa en tus actos que impartiría a tu experiencia una sensación de vitalidad y poder de la que la vida cotidiana muchas veces carece. O uno puede imaginar ser actor y que mañana durante todo el día el papel que tiene que protagonizar es de una persona increíblemente positiva y afirmativa, alguien que no podría imaginar que las cosas fueran mejor. Lo curioso es que, al hacerlo, la transformación cualitativa que tendrían sus interacciones con otras personas y con su mundo circundante tendría repercusiones que, al rastrearlas, empezarían a cambiar en alguna medida las propias circunstancias que conduce a uno en primer lugar a percibir el mundo de forma negativa y de hecho a convertirse en ese pesimista que sólo anhela redimir su sufrimiento con un mundo trascendente como el que promete el cristianismo.
Bueno, al inicio de esta serie, había dicho que este libro de Nietzsche es el más chingón de los libros de auto-ayuda que existe. Pero con lo que acabo de decir está empezando a sonar precisamente como esos libros de auto-ayuda que encontramos en el super. Pero no es así. Comentamos que la pedagogía de Zaratustra en el prólogo y con sus discípulos ha sido un fracaso. Y su discurso sobre el eterno retorno, aunque suene bonito, padece quizá una debilidad fatal que tiene que ver precisamente con la retórica, con su forma de comunicar y efectuar la transformación que es la esencia de su enseñanza. Este problema lo veremos en el próximo vídeo al tratar la última parte de este discurso, el enigma que señala el título, donde Zaratustra se topa con “un joven pastor retorciéndose, ahogándose, convulso, con el rostro descompuesto, de cuya boca cuelga una pesada serpiente negra”.

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18 Comments

  1. Fabian · 14/05/2017 Responder

    Gracias Darin por tu estupendo programa, te sigo desde San Antonio, Texas.
    Un Abrazo
    Fabian Lainez.

  2. Eduardo · 14/05/2017 Responder

    Gracias master Darin!. Yo lo sigo desde Chile y estaba esperando muy espectante este video. Un gran abrazo y agradecido nuevamente.

  3. Raime Díaz · 15/05/2017 Responder

    Gracias Darin! Yo soy cubano y te sigo desde Brasil. Estos videos de Zaratustra me fascinan. Cómo decido entre Nietzsche y Kant??

    • Darin · 15/05/2017 Responder

      Hola Raime. Que bien que te hayan gustado estos vídeos. Nietzsche dijo una vez que entre más ojos para ver las cosas, mejor. Así que yo diría que no escojas entre Nietzsche y Kant sino que sigas con los dos!

  4. Jorge Isaac · 16/05/2017 Responder

    Excelente Darín, ¿Me pregunto si tendrás pensado hacer algún vídeo sobre filosofía medieval?, por ejemplo Santo Tomas

  5. Pedro González Medina · 16/05/2017 Responder

    El sí a la vida! Muy buenos los videos profesor Darin. Con sus video se puede clarificar en grandes medidas las intrincadas enseñanzas de Nietzsche. Estoy estudiando sobre él y sus alcances para la teoria política, es un autor fascinante y de un pensamiento profundo. Buen trabajo.
    Gracias

  6. Juan Fernando Jaramillo L. · 22/05/2017 Responder

    Hola Darin,
    excelentes tus vídeos, te pregunto el 10 es el ultimo vídeo de Así Hablo Zaratrusta o vienen mas.
    saludos desde Medellin – Colombia.

  7. Emilio Lirola · 29/05/2017 Responder

    Darin… te encontré… te descubrí… apareciste!!!

  8. Luis · 07/06/2017 Responder

    Hola profe!
    Para cúando el siguiente capítulo?
    Un abrazo, Gracias!!!

    • Darin · 12/06/2017 Responder

      Hola Luis. Mañana lo grabo y lo edito. A ver si lo subo mañana en la noche. Ya mero!

  9. Juan Rolando Ramirez O. · 13/02/2018 Responder

    Estimado Darin:

    Que interesante lo que haces en tus videos. Aquí en Chile llamamos a las explicaciones “Con peras y manzanas” cuando lo difícil se explica fácil.
    Soy matemático y la filosofía tiene varios aspectos en común con la matemática, sobre todo en la racionalidad y en el razonamiento por lo que siempre me ha interesado.

    Saludos

  10. Mario · 16/12/2019 Responder

    Ahora Nietzsche “inventa” la idea del eterno retorno : esto que pasa ahora ya ha pasado y en el futuro volverá a pasar una y otra vez. La pobreza de este pensamiento espanta. Sacado de la galera, sin ton ni son, sin relación con nada y agotada ya la capacidad de fantasear, el pobre Nietzsche desemboca en esta estupidez y en este delirio final, es decir, toca fondo. Darin intenta salvar lo que puede y se pregunta si el eterno retorno se comprobará científicamente en el futuro. El rídículo es grande. El sentimiento es de tristeza. A esta altura Nietzsche y su libro están totalmente terminados

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