Heidegger: El ser y el tiempo, pt. 13/15

Hoy iniciamos nuestro análisis de la temporalidad del Dasein, lo cual constituye el sentido de su ser.

Guión

 ¡Ya llevamos 12 vídeos en esta serie! La verdad, cuando la empecé no pensaba que iba a ser tan extensa. De hecho, hace poco alguien dejó un comentario en uno de los vídeos diciendo que entre tantos conceptos y existenciarios ya se sentía perdido. Es verdad; incluso yo me siento un poco agobiado por tanta información. Entonces, antes de pasar a la cuestión del tiempo, alejémonos de los árboles para ver un poco más claro el bosque.
La pregunta rectora de este libro es la pregunta por el ser. Heidegger se distingue de la tradición al no reducir el ser a una mera suma de entes. Esto es lo que expresa su célebre diferencia ontológica. Sin embargo, el ser tampoco es una cosa mística flotando por ahí. El ser siempre es el ser de un ente. Para acercarse a una comprensión del ser, decide interrogar uno de esos entes en particular: el Dasein.
El estado básico del ser del Dasein o la forma más general de caracterizarlo es “Estar-en-el-mundo” (§§ 12-13). Como sabemos, “Dasein” significa literalmente “estar-ahí”. El ahí donde está es un mundo. Heidegger pasa toda la primera división analizando los tres aspectos de este existenciario básico. Primero, analiza el mundo que el Dasein habita (§§ 14-24). Ahí es donde vimos que el mundo no es simplemente el mundo físico, sino el entorno de entes que lo rodea, entes que se distinguen entre los que están-a-la-mano (o sea, útiles para los proyectos del Dasein) y los que simplemente estan-ahí (o físicamente presentes). Pero el ente que es el Dasein no es un qué (como estos entes), sino un quién. Entonces, segundo, pasa a analizar el yo de ese quien (§§ 25-27). Aquí introduce la distinción entre ser propio o auténtico y ser impropio o inauténtico. En el contexto de este último, habla del mundo anónimo del das Man. Habiendo visto el quien del Dasein y el tipo de mundo que habita, pasa en tercer lugar a analizar el “estar-en” (§§ 28-38), es decir, la forma en que el Dasein habita el mundo. Lo habita de tres formas: de manera fáctica, existencial y como caído. Fáctica en su condición de arrojado al mundo; existencial en tanto que forja su existencia al proyectar posibilidades; y caído en tanto que el Dasein está absorto en un mundo público cuyas convenciones dictan los términos en que interpreta su condición y proyecta las posibilidades de su existencia. Heidegger llama el conjunto de estas formas de estar-en la estructura del cuidado. Este término, cuidado, significa que el ser del Dasein, su existencia, es una cuestión abierta sobre la que no es indiferente; cuida su ser en el sentido de estar atento a las decisiones que tiene que tomar continuamente.
La decisión más importante es aquella que el Dasein tiene que tomar ante la experiencia de la angustia la cual revela la constante posibilidad de la muerte. ¿Acepta el Dasein su finitud, o se deja tranquilizar por las racionalizaciones del das Man? Y al oír la llamada de la consciencia y la nulidad que revela en el meollo de su ser, ¿se responsabiliza por las decisiones que tome, decisiones que ningún hecho en el mundo puede justificar, o deja que se rija por las cómodas opciones que ofrece el das Man?
Ahora bien, aunque muchos han sacado provecho de todo esto para sus proyectos existencialistas, como Sartre por ejemplo, Heidegger insiste que la importancia de actuar de forma auténtica no tiene que ver con cuestiones morales, sino con cuestiones netamente teóricas. Heidegger quiere comprender la naturaleza del ser, pero eso es posible sólo si el ente cuyo ser interroga, el Dasein, comprende su propio ser, y eso se hace únicamente si toma decisiones propias. A estas alturas del libro, Heidegger cree haber demostrado la posibilidad de esta comprensión en el fenómeno de la estructura del “cuidado”. En cuentas resumidas podríamos decir que Heidegger ha resuelto la primera parte del título de su obra. El ser, al menos del Dasein, es el cuidado. Sin embargo, si te acuerdas, Heidegger pregunta no meramente por el ser, sino por el sentido del ser. Lo que afirma es que el tiempo constituye ese sentido. El tiempo es el sentido del ser o, lo que es equivalente, del cuidado. En el segundo vídeo de esta serie, vimos lo que Heidegger entiende por “sentido”. Básicamente, es aquello del cual algo es entendible o inteligible como la cosa que es. Para cualquier ente que no sea Dasein, el sentido de su ser es el mundo en que se encuentra. El sentido del ser de un filtro de aceite va en función del mundo de los coches y los mecánicos. El sentido del ser del Dasein, en cambio, es función, según Heidegger, no de algún mundo, sino del propio tiempo.
Su análisis fenomenológico del tiempo se hace recapitulando en buena parte su análisis existencial del Dasein en la primera división, pero esta vez desde el punto de vista del tiempo. Francamente, no tengo ganas de volver a ver todos esos detalles nuevamente, y la verdad no hace mucha falta ya que la distinción más importante, y la forma en que organiza los últimos capítulos del libro, es aquella entre lo auténtico y lo no auténtico. Heidegger empieza con la temporalidad auténtica, es decir, el tiempo visto existencialmente, y luego pasa a la temporalidad inauténtica, es decir, nuestra forma cotidiana y científica de ver el tiempo. Quisiera invertir esta orden para que la temporalidad propia del Dasein se resalte más claramente.
Si piensas en el espacio, quizá pienses en un inmenso contenedor que se extiende infinitamente. Si piensas en el tiempo, la metáfora más común, al parecer, es un río. El espacio es estático, pero el tiempo fluye, como el agua. Los científicos convierten al río en una línea. Si alguien se ubica en esta línea, el punto donde está es el presente; siempre uno existe en el presente. Pero como el agua en el río, este presente, este ahora, fluye hacia el pasado y ya no es, a la vez que llega otro ahora desde el futuro, un futuro que en sí mismo aún no existe, y así ad infinitum, punto tras punto bañándonos en el presente.
Sin embargo, esta comprensión intuitiva del tiempo tiene problemas. Si sólo existimos en el presente, ¿qué duración tiene? ¿Es instantáneo, desapareciendo tan pronto que existe? Si es así, pareciera que el tiempo no es nada. No obstante, sí experimentamos el paso del tiempo. Entonces, algo ha de estar mal con esta forma de ver el tiempo. Heidegger afirma que el ser del Dasein es temporal, pero no en términos de momentos que pasan como el flujo de agua en un río. No dice que esta concepción del tiempo sea necesariamente falsa o inútil, ya que los relojes que miden el paso de los momentos posibilitan una buena parte de los avances científicos y las relaciones sociales, sino sólo que lo que hacemos con los relojes y con metáforas como el río descansan sobre una temporalidad más básica, no categórica sino existencial. Esto lo hemos visto a lo largo del Ser y el tiempo. El mundo que la ciencia mide o que uno experimenta ónticamente en el mundo cotidiano no es falso, sino sólo que se deriva de, y es posibilitado por, algo más básico: la estructura ontológica del ser del Dasein. Pero antes de pasar a ver la temporalidad en este sentido, veamos lo que dice el buen Aristóteles al respecto.
En su libro Los problemas fundamentales de la fenomenología, Heidegger analiza lo que dice Aristóteles sobre el tiempo. Éste comprende el tiempo en términos del movimiento y el cambio. Imagínate estar en un mundo en el que nada jamás se moviera ni cambiara, ni siquiera tus estados mentales. En semejante mundo, el tiempo no tendría sentido. Tiene sentido sólo cuando percibimos que algo ha cambiado su estado. En un inicio, el huevo está entero. Tres minutos después, está frito en el sartén. El cambio de una condición a otra es lo que mide el tiempo. Dice Aristóteles que el tiempo no es el cambio, no son idénticos, sin embargo no puede haber tiempo sin el cambio. De modo que el tiempo viene siendo aquello con lo que contamos el cambio: primero esto, luego aquél, luego aquél, ahora 1, ahora 2, ahora 3. La experiencia de contar, de contar las fases del cambio, es nuestra experiencia del tiempo.
Ahora bien, Aristóteles dice algo interesante sobre esta actividad que le llama la atención a Heidegger. Dice que el contar tiene lugar dentro de un horizonte de antes y después. Es decir, si visualizamos el cambio que algo sufre como puntos en una linea, entonces cada punto ocurre antes que otros puntos y también después de otros. Lo interesante es que estas dimensiones del antes y el después son claramente términos temporales pero no provienen del contar, sino que posibilitan el mismo. La concepción científica del tiempo, eso de líneas y puntos, es bueno para medir, pero no para dar cuenta del paso del tiempo, lo cual depende de esta dimensión del antes y el después. Un robot es bueno para registrar una sucesión de puntos, pero lo que el Dasein experimenta son más que puntos o números, experimenta transición y movimiento, o sea, no puntos estáticos sino un proceso. Esta experiencia requiere de recordar o retener un momento previo del proceso de cambio y de esperar el que viene. Contar un punto y decir “ahora” tiene sentido sólo si retienes el ahora previo y esperas al que sigue. Esto de la retención y la expectativa es algo que Husserl, el maestro de Heidegger, analizó con mucho cuidado. En todo caso, el presente del tiempo, tal y como lo experimenta el Dasein, no es un punto nítido y estático, sino un lapso más borroso que implica un “ya no” y un “todavía no”.
Einstein una vez dijo: “Pon tu mano en una estufa caliente por un minuto, y te parecerá una hora. Siéntese con una muchacha bonita por una hora, y te parecerá un minuto. Eso es la relatividad”. En el contexto de Heidegger, esto quiere decir que en el cosmos no existen puntos temporales de forma objetiva, tal como pareciera medir un reloj. La abstracción del tiempo científico depende de la experiencia más primordial del Dasein. Esta idea puede expresarse con una pregunta: ¿por qué tenemos relojes? ¿Nos resulta importante el tiempo porque tenemos relojes o tenemos relojes porque el tiempo nos importa? Para Heidegger, este último es la respuesta. El tiempo es algo real para el Dasein porque le es útil. En la primera división, vimos cómo el Dasein se relaciona con los entes que le rodean. No lo hace cognitivamente, analizándolos y midiéndolos como un robot, sino usándolos. Los entes están a la mano del Dasein. Es sólo con base en esta relación existencial que el análisis cognitivo de entes como objetos tiene sentido. Si el Dasein trata un ente científicamente, lo hace porque la información que obtiene tendrá relevancia en uno de sus proyectos. Es la misma idea con la temporalidad. Utilizamos relojes no porque el tiempo sea algo objetivo compuesto de infinita cantidad de instantes, sino porque son útiles en el contexto de la actividad cotidiana del Dasein. En esa actividad, el Dasein no experimenta instantes aislados, sino lapsos borrosos, un antes y un después, no puntos nítidos, sino momentos estirados entre un ya no y un todavía no. Hay tiempo porque el Dasein existe, por lo que la existencia del Dasein es temporal.
Ahora bien, esta experiencia del tiempo es óntica y cotidiana, y como sabemos el Dasein vive su cotidianidad de forma caída, en el seno del público anónimo en el que la experiencia y la conducta se rige por la media, por lo socialmente normado. Este entorno caído de la cotidianidad del Dasein es lo que ilusoriamente hace que el tiempo parezca naturalmente homogéneo y medible en términos de relojes. Cuando decimos “No tengo tiempo” o “Dame más tiempo” estamos hablando de forma impropia, tratando el tiempo como si fuera una sustancia, en vez de un modo de ser, el modo de ser que es el Dasein. El Dasein no está en el tiempo, sino que es su tiempo, su pasado, presente y futuro. Ésta concepción auténtica de la temporalidad es propiamente existencial. Ella, junto con una controvertida reflexión de Heidegger sobre la historia, será el tema del próximo y último vídeo en esta serie sobre el Ser y el tiempo.

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15 Comments

  1. Francisco Javier Rodríguez de Fonseca · 01/06/2017 Responder

    No creo que este capítulo sea el lugar adecuado para la pregunta que voy a hacer, pero como tiene que ver con una cuestión fundamental de Ser y Tiempo que me preocupa hace tiempo aquí la planteo:
    El Dasein es el único ente que está abierto al ser que le va el ser. El resto de entes están cerrados a su propio ser y solo el Dasein es capaz de abrirse al ser. Así las cosas, ¿puede decirse que el Dasein es el único ente que puede descubrir el ser? Si es así, si ningún otro ente es capaz de reconocer, de acceder a su propio ser, ¿puede decirse que es el Dadsein el único ente capaz de “dar ser”? Si el ser del ente a la mano está en su utilidad (su para qué) y ese para qué solo hace referencia a una utilidad para el Dasein, ¿cual es el ser de los entes que no son el Dasein? esta es mi pregunta. Pareciera que el Dasein es la referencia para el ser de todos los entes que no son el Dasein, en cuyo caso solo habría, por así decirlo, un ser originario que es el ser del ente Dadsein y todos los seres de todos los demás entes son derivados del ser del dasein que es el único ente capaz de acceder al Dasein. Así las cosas, ¿podría decirse que el único ente que tiene ser es el Dasein y que todos los demás entes tienen su ser partiendo del ser del dasein?

  2. Wilson Andrés Cano G. · 01/06/2017 Responder

    Mil gracias profe por el video. Excelente exposición del texto. Esperamos el último con gran expectativa. Tremendo trabajo y muy serio. Felicitaciones y saludos desde Medellín.

  3. JOSE LUIS Tito Camacho · 01/06/2017 Responder

    Pienso las miles de horas-cerebro que tus textos economizan! Como queda muchisimo mas facil leer Heidegger despues de tus manjares! Abraços desde Joinville.

  4. Javier Franco Altamar · 02/06/2017 Responder

    Nadie explica a Heidegger mejor que tú. Y es gracias a estas explicaciones tuyas que no solo puedo leer con más facilidad, ahora, Ser y Tiempo; sino que lecturas sobre Derridá, Foucault o Luhmann se hacen más accesibles. Un abrazo, y mil agradecimientos para ti.

  5. TOMAS GARCIA · 03/06/2017 Responder

    Buenos días Darin,

    Sin duda Heidegger debió de ser un gran profesor de Filosofía, pero lo que es seguro es que tu también lo eres.

    Todas tus explicaciones me resulta más que utensilios, verdaderas obras de arte en el sentido heideggeriano.

    Felicidades y muchas gracias por tu generosidad.

    Un cordial saludo desde Madrid, España.

  6. Ligia María Betancur M. · 07/06/2017 Responder

    Darin 07/06/2017

    Muchas gracias, es muy clara tu exposición de un tema tan complejo y por esta razón admiro lo que haces, me permites conocer y reflexionar sobre asuntos que de otra manera nunca lo haría.

  7. Jorge Isaac · 30/06/2017 Responder

    Hace algunos días me topé con la afirmación de José Pablo Feinmann que decía que Ser y tiempo es un antropología existencialista y no una ontología. Me gustaría que abordaras un poco disyuntiva en un próximo video.
    En general tu trabajo me parece arrolladoramente mejor (y sin equipo de producción) . Un abrazo

  8. Jorge Isaac · 30/06/2017 Responder

    Hace algunos días me topé con la afirmación de José Pablo Feinmann que decía que Ser y tiempo es un antropología existencialista y no una ontología. Me gustaría que abordaras un poco la disyuntiva en un próximo video.
    En general tu trabajo me parece arrolladoramente mejor (y sin equipo de producción) . Un abrazo

    • Arturo García · 25/04/2019 Responder

      La antropología existencial es aquella de Sartre, no la de Heidegger, me parece. Heidegger realiza una analítica de la ontología fundamental.

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