Hoy hablamos un poco sobre Whitehead y Platón, un poco sobre su vida, el esquema ontológico que rechaza, y cómo entiende la empresa metafísica que emprende. ¡Y terminamos hablando de mi moto!
Donativos con tarjeta de crédito: https://ko-fi.com/lafondafilosofica
Donativos depósito bancario: Banorte; CLABE 072840008940049751; Darin Michael McNabb
Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.
Música de la outro: ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S. https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw
La vez pasada dije que la edición de Proceso y realidad que vamos a usar es la de Atalanta porque es la traducción que hicieron a partir de la versión corregida en inglés. ¿Pues qué creen? No he podido conseguirlo, al menos aquí en Xalapa; en el sitio de la editorial dice que está agotado. El único lugar donde lo he encontrado a la venta es amazon.com. Para empezar, me niego a comprar cosas en Amazon; ya tiene 9 años que no compro nada ahí. Y aun cuando comprara ahí, no compraría este producto porque cuesta unos $120 dólares! No encuentro siquiera una edición pirata en PDF. Así que, vamos a usar la primera edición, la de Losada, sólo que cuando la cito voy a cotejarla con la edición en inglés y modificarla si es necesario. Problema resuelto.
Bueno, si me dices que no sabes nada de Whitehead, te diría que estás equivocado. Seguramente has oído hablar de su cita más famosa sobre Platón y la filosofía – eso que comúnmente reza “Toda la historia de la filosofía es una nota al pie de página a Platón”. Lo que dice textualmente, y lo dice en Proceso y realidad, es: “La caracterización general más segura de la tradición filosófica europea, es que ésta consiste en una serie de notas a pie de página a Platón”. No dice aquí que toda la historia de la filosofía se deriva de Platón, sino sólo que una buena parte de ella se ocupa de las ideas generales que Platón planteó. Aunque habría otras maneras de caracterizar la historia de la filosofía, ésta le resulta a Whitehead la más general y segura. De hecho, incluye a sí mismo en esa línea de influencia platónica. Sobre las conferencias que va elaborando para los Gifford Lectures en Escocia dice: “la orientación de pensamiento de estas conferencias es platónica”. Es más – continua diciendo que “si hubiéramos de retratar la postura general de Platón con el cambio mínimo impuesto por la interposición de dos mil años de experiencia humana en la organización social, en los logros estéticos, en la ciencia y en la religión, tendríamos que emprender la construcción de una filosofía del organismo”. Esas son palabras bastante sorprendentes. Dice que la expresión del punto de vista general de Platón, si se hiciera hoy en día, y tomando en cuenta los cambios y novedades de los últimos dos milenios, que no sería otro que la construcción de la filosofía del organismo, o sea, de su propia propuesta.
Es sorprendente lo que dice porque vemos a Platón como el filósofo de las ideas fijas y eternas en un cielo inteligible, y a Whitehead como el filósofo del devenir, del cambio, como platicamos la vez pasada. Bueno, el devenir tiene un papel central y muy importante en su pensamiento, pero si la realidad no fuera más que eso, si no hubiera regularidades, si no hubiera cosas que perduraran en el tiempo, entonces no tendrías la experiencia que estás teniendo ahora mismo, de hecho, tú mismo con la identidad que tienes no serías. Lo que Whitehead y muchísimos filósofos han tomado de Platón, cada uno trabajándolo de su manera, es la relación entre el ser y el devenir. En Platón, lo fijo son las ideas inteligibles, y lo cambiante son las cosas individuales del mundo. ¿Cómo se relacionan? Tomando el caballo como ejemplo, todos los caballos individuales ‘participan’ en la idea de caballo. Ahora escucha a Whitehead y lo que dice sobre su filosofía del organismo: “En semejante filosofía, las actualidades que constituyen el proceso del mundo, se conciben como ejemplificando la ingresión (o “participación”) de otras cosas que constituyen las potencialidades que toda existencia actual tiene para ser definida”. En esta afirmación, que seguramente no te hace mucho sentido, Whitehead hace alusión a los dos componentes básicos de su esquema metafísico: las entidades actuales y los objetos eternos. Este último es lo que hoy en día llamaríamos un universal; es el aspecto no cambiante de la realidad parecido a la idea platónica. Lo que Whitehead llama la entidad actual corresponde al lado cambiante de la realidad, al devenir o lo que está en proceso, lo cual, como veremos está muy lejos de ser una simple cosa física. Como Platón, dice que uno participa en el otro, pero invierte la relación – es el objeto eterno (el equivalente a la idea platónica) lo que participa o ingresa, como dice, en el devenir. Es en este sentido que Proceso y realidad, junto con una buena parte de la tradición filosófica europea, es una nota a pie de página a Platón.
Ahora, Whitehead no empezó a pensar en las ideas de su obra maestra porque un día empezó a leer los Diálogos de Platón y dijo, no, esto está mal. Whitehead no tuvo formación en filosofía, sino en matemáticas. Estudió en Trinity College en Cambridge, y ahí mismo logró conseguir una cátedra como maestro de matemáticas, la cual ocupó de 1884 hasta 1910. Su alumno más destacado fue Bertrand Russell con quien, en la primera década del siglo XX, empezó a colaborar en el proyecto de Principia mathematica. En 1910, tras 30 años de vivir y trabajar en Cambridge, Whitehead se sentía estancado. Por esa razón entre otras decidió renunciar su plaza e irse con su familia a Londres. Dio clases unos años en University College y luego, en 1914, consiguió una plaza en el Imperial College of Science and Technology. Creo que el cambio le hizo bien porque a lo largo de los próximos años sacó tres libros importantes sobre la naturaleza, la ciencia en general, y la relatividad de Einstein. Sin embargo, a las alturas de 1921, ya con 60 años de edad, Whitehead se enfrentaba con la realidad de que pronto iba a tener que jubilarse obligatoriamente, según los requerimientos del sistema académico inglés. Pues Whitehead no estaba listo para retirarse del mundo académico. Lo mejor estaba por delante y lo sabía, así que en 1924 aceptó una oferta de Harvard de ocupar una cátedra de filosofía. Se dice que el primer curso de filosofía al que Whitehead asistió fue el curso de filosofía que el mismo dio en Harvard. Fue en esos años que publicó sus libros más importantes: Ciencia y el mundo moderno, Proceso y realidad, Aventura de las ideas y Modos de pensamiento. Se jubiló de Harvard en 1937 y murió diez años después.
El hecho de que Whitehead no se formó en filosofía no quiere decir que la desconocía – leía a Platón, Aristóteles, Descartes, Locke y Hume, entre otros. No obstante, el estímulo principal que le llevó a escribir Proceso y realidad no fue simplemente algún debate filosófico sino principalmente su experiencia como matemático reflexionando sobre la ciencia contemporánea. De lo que se dio cuenta es que la física de su día había dejado muy por atrás la clásica física newtoniana, la cual Whitehead, en su libro Aventuras de ideas, caracteriza de la siguiente manera. Dice: “La física newtoniana se basa sobre la individualidad de cada pedazo de materia. Cada piedra se concibe como completamente describible al margen de cualquier referencia a cualquier otro pedazo de materia. Aun cuando esté solo en el Universo, el único ocupante del espacio uniforme – aun así, sería la piedra que es. Además, la piedra podría describirse adecuadamente sin referencia alguna la pasado o al futuro”. Whitehead caracteriza esta ontología como la doctrina de la “ubicación simple” y de “las relaciones externas”.
Yo lo llamaría la ontología del billar, o sea, la realidad última en la concepción clásica es simplemente el conjunto de bolas sobre la mesa, o sea, pedazos de materia repartidos en el espacio. Lo que cualquiera de esos objetos es, como la piedra que menciona Whitehead, puede entenderse al fijarse únicamente en el objeto sin hacer referencia a ninguna otra cosa en el universo, con una sola excepción, a saber, su ubicación en el espacio. Si la piedra pasa de estar sobre la banqueta a estar en la calle, no podemos dar cuenta de ese cambio analizando la naturaleza de la piedra; tenemos que tomar en cuenta un objeto externo, a saber, mi pie. Entonces, en el mundo newtoniano, las relaciones que los objetos guardan entre sí son externas, como el contacto físico y mecánico entre bolas de billar.
La física moderna, dice Whitehead, ha abandonado ese esquema. En vez de cosas físicas, hay campos energéticos. Dice: “Las cosas físicas que llamamos estrellas, planetas, pedazos de materia, moléculas, electrones, etc., deberían concebirse como modificaciones de condiciones dentro del continuo espacio-temporal, extendiéndose a lo largo de todo su rango. Hay una región focal, que en el habla común es donde está la cosa. Pero su influencia se extiende lejos de ahí con una velocidad finita a lo largo de los más alejados recovecos del espacio y el tiempo”. Leyendo eso pienso en lo que dijo Einstein sobre el entrelazamiento cuántico, ese fenómeno donde los estados cuánticos de cada partícula en un grupo no puede describirse independientemente del estado de los demás, aun cuando las partículas estén separadas por una larga distancia. Dijo Einstein que era “acción fantasmal a distancia”. La física moderna no niega las relaciones externas, sin embargo, el cosmos que pinta no es en el fondo como un gran reloj cuyas partes interactúan entre sí de forma mecánica, sino una totalidad cuyo funcionamiento es más bien orgánico – por eso Whitehead llama su propuesta “la filosofía del organismo”. En este esquema, las cosas guardan relaciones internas entre sí. Esto quiere decir que todo en algún grado u otro está conectado entre sí y que ninguna cosa puede describirse o determinarse completamente en abstracción del resto del universo.
En fin, la física moderna ha dejado por atrás la cosmología newtoniana, por lo que Whitehead dice: “Hay que descubrir una doctrina de la naturaleza que exprese la relación concreta de los funcionamientos físicos y mentales, del pasado con el presente, y que también exprese la composición concreta de realidades físicas que son individualmente diversas”. A continuación, dice: “El problema a fin de cuentas es concebir un hecho completo. Podemos formar semejante concepción sólo en términos de las nociones fundamentales concernientes a la naturaleza de la realidad. Así somos remitidos a la filosofía”. La pregunta es motivada por la ciencia; la respuesta, posibilitada por la filosofía.
Si rechazamos la ontología del billar, entonces ¿cuáles son las entidades fundamentales, los hechos últimos de la realidad? Su pregunta es como la que hizo Aristóteles hace tanto tiempo, la pregunta por el ser. En el séptimo libro de la Metafísica Aristóteles dice: “Conque la cuestión que se está indagando desde antiguo y ahora y siempre, y que siempre resulta aporética, qué es «lo que es», viene a identificarse con ésta: ¿qué es la entidad?” Líneas antes, dice, famosamente, que el ser se dice en muchos sentidos. En este séptimo libro, el sentido que le interesa es el ser en tanto “ousia”, lo que al español tradujeron como “entidad”. Al latín, la palabra “ousia” se tradujo como “substantia”. A Whitehead, no le gustan muchos esos términos del ser y de la substancia. Cuando hablamos del “ser” solemos hablar de algo vago y abstracto, es decir, de aquello que muchas cosas tienen en común. El ser en este sentido se hipostatiza, o sea, se convierte en una cosa, en algo existente que se toma a veces como más real que las propias cosas existentes. Lo mismo pasa con el término “substancia”, el cual además tiene mucho bagaje que es difícil eliminar. De hecho, el mismo Leibniz pensaba igual, prefiriendo llamar con el nombre “mónadas” lo que él consideraba las entidades fundamentales.
Al inglés han traducido “ousia” generalmente como “substancia”, y al español, como comenté, lo han traducido como “entidad”, lo cual le hubiera gustado mucho a Whitehead porque así llama lo que el considera ontológicamente fundamental – la entidad actual. Tanto para Aristóteles como para Whitehead, la realidad última no es un ser vago y general sino algo actualmente existente; en el caso de Aristóteles no es el hombre en general, sino el hombre individual – Pedro o Juan. ¿Cuál es la naturaleza de esa cosa existente, esa entidad actual? Esa pregunta los dos filósofos la tienen en común. En lo que se difieren es la respuesta. Para Aristóteles, es una cosa particular: un libro, un árbol, una piedra. Para Whitehead, no es una cosa en ese sentido sino un proceso, un evento. Dice: “El hecho inmediato para la toma de conciencia sensorial es el acontecimiento total de la naturaleza. Es la naturaleza como acontecimiento presente para la toma de conciencia sensorial y esencialmente pasajero. No se puede mantener inmóvil la naturaleza y contemplarla . . . El último hecho en una toma de conciencia sensorial es un acontecimiento”. En esa cita que vimos donde dice que lo que hay que hacer es concebir un hecho completo, pues ese hecho completo es básicamente equivalente a lo que Aristóteles buscaba con su concepto de ousia, sólo que la “ousia whiteheadiana” no es una cosa sino un acontecimiento, lo que en Proceso y realidad llama “una entidad actual”. Si te acuerdas, dice a continuación: “Podemos formar semejante concepción sólo en términos de las nociones fundamentales concernientes a la naturaleza de la realidad”. ¿Cuál es la disciplina que habla de esas nociones fundamentales? No es la ciencia, sino la filosofía, específicamente la metafísica.
Pasemos ya al libro. Las primeras líneas rezan: “Este curso de conferencias está concebido como un ensayo de filosofía especulativa. Su primera tarea tiene que ser la definición de “filosofía especulativa” y defenderla como método productivo de conocimiento importante”. La palabra “especulativa” no se oye mucho hoy en día en contextos filosóficos, pero en el siglo XIX y parte del XX sí, especialmente en el contexto del idealismo alemán. Básicamente, es equivalente a la palabra “teórico”. Este último viene del verbo griego “theorein” que significa “mirar, observar”. “Especulativa” viene de la palabra latina “specere”, lo cual significa también mirar o observar. De ahí se deriva “speculum” que significa “espejo”. De hecho, en el medievo, “speculatio” se refería al acto de conocer a Dios mediante su creación, esta última siendo precisamente como un espejo que refleja Dios. Así que, especulación originalmente significaba el intento de ir más allá de las apariencias de las cosas para conocer lo divino. Y esto desde luego encierra la connotación popular del término “metafísica”, a saber, aquello concerniente a lo que está más allá de las cosas físicas. La frase “filosofía especulativa”, entonces, significa lo que entendemos por metafísica.
A continuación, Whitehead define la filosofía especulativa de forma más detallada. Dice: “Filosofía especulativa es la empresa de forjar un sistema de ideas generales coherente, lógico y necesario, de acuerdo con el cual pueda interpretarse cualquier elemento de nuestra experiencia”.
Nuestra experiencia está repleta de una gran diversidad de cosas de diferentes colores, formas, conductas y otras propiedades. Ante esa diversidad, el primer paso de la empresa filosófica o generalmente científica es buscar rasgos o propiedades que no sean particulares a una sola cosa determinada, sino que aparezcan también en otras cosas. Semejante rasgo no sería particular sino general. La generalidad es de las características más importantes en nuestra comprensión de la realidad ya que así los elementos de nuestra experiencia dejan de ser brutos y singulares y pasan poco a poco a ser entendibles o explicables en términos de esos rasgos o principios que vamos identificando. En una palabra, pasan a ser racionales. Para darte un ejemplo concreto, imagínate que a las 2 de la tarde en un día totalmente despejado el sol deja de brillar, queda ocultado. Tu hijo te pregunta “Mamá, ¿por qué pasa eso?” Tu respuesta consistiría en darle la razón de ello, la cual consiste en los principios generales que tienen que ver con los movimientos relativos del sol, la luna, y la tierra, todo explicado por supuesto en un lenguaje apto para un niño.
Recuerda que eso es lo que dice Whitehead en su definición de la filosofía especulativa, que es un sistema de ideas generales con el cual cualquier elemento de nuestra experiencia, como los eclipses, puede interpretarse. Bueno, si es así, ¿por qué hace falta la filosofía? La ciencia explica perfectamente bien los eclipses. Sin duda. La ciencia explica muchas cosas, pero no todas. La generalidad que la metafísica busca es completa, o sea, busca aquellas cosas que la entidad actual comparte con toda entidad actual en absoluto. Las entidades actuales manifiestan una variedad de rasgos de una amplia gama de generalidad, algunos menos generales que otros. Por ejemplo, las cualidades o rasgos que definen al perro son generales porque se aplican a muchos individuos pero son de una generalidad restringida porque no se aplican a todos los animales ni a todas las cosas. Entonces tenemos fenómenos como eclipses y perros que son el objeto de estudio de ciencias especiales como la astronomía y la biología. El objeto de estudio de la metafísica es la generalidad completa, lo que todo fenómeno, o sea, toda entidad actual, comparte en común.
Bien, entonces la filosofía especulativa busca ideas generales, pero no un mero conjunto de ideas, una miscelánea, sino ideas que estén relacionadas entre sí de forma sistemática, o sea, “un sistema de ideas generales”. El sistema, dice, debe ser “coherente, lógico y necesario”. El criterio de coherencia significa que las ideas deberían implicarse mútuamente. Para entender lo que quiere decir, vemos lo que dice sobre la incoherencia. “La incoherencia es la desconexión arbitraria de los primero principios. En la filosofía moderna, las dos clases de substancia de Descartes –la corpórea y la espiritual– son una muestra de incoherencia. En la filosofía de Descartes no hay razón alguna para que no haya un mundo de una sola substancia solamente corpóreo, o un mundo de una sola substancia solamente espiritual”. Es interesante esta observación de Whitehead – los dos principios básicos, las dos ideas generales, que estructuran el sistema de Descartes no se implican mútuamente; uno puede darse mientras que el otro no. Esta desconexión entre las ideas es arbitraria e incoherente y es lo que conduce a varios de los problemas que enfrenta la metafísica cartesiana.
El sistema debe ser también lógico y necesario. Lógico en el sentido de no permitir contradicciones, y necesario a diferencia de ser contingente. Esto no ha de extrañar. Si las ideas del sistema son completamente generales, aplicándose a toda entidad actual, entonces son universales y por tanto necesariamente manifestadas en todo fenómeno o, como dice Whitehead, en cualquier elemento de nuestra experiencia. Si alguna de las ideas fuera contingente, si pudiera darse o no, entonces no sería completamente general. Podría tratarse de una idea o un principio de alguna ciencia especial, pero no de la metafísica.
Ya planteada la noción de la filosofía especulativa y el quehacer de su libro, procede a cuestionar su viabilidad. Dice: “Los filósofos no pueden abrigar nunca la esperanza de llegar a formular finalmente estos principios metafísicos primeros. La debilidad de la intelección y las deficiencias del lenguaje se oponen inexorablemente a ello. Las palabras y las frases deben extenderse hasta una generalidad ajena a su uso ordinario”. Que refrescante que diga esto, ya que muchos filósofos exponen su sistema de ideas como si fuera obvio e indiscutible. Parten de ideas o principios que les parecen “claras y distintas” (pensando en el caso de Descartes) y de ahí deducen lo demás. Para Whitehead, los principios no son el punto de partida de la reflexión metafísica sino el punto de llegada. Algo que hace tan difícil la reflexión metafísica es que los principios que se buscan no se notan tan fácilmente en la experiencia. ¿Por qué? Dice Whitehead: “Solemos observar mediante el método de la diferencia. A veces vemos un elefante, a veces no. El resultado es que cuando un elefante está presente, lo notamos. La facilidad de la observación depende del hecho de que el objeto observado es importante cuando está presente, y a veces está ausente”. ¡Qué interesante esta observación! Los elefantes no son elementos constantes en nuestra experiencia, sino variables – a veces se presentan, a veces no. Este contraste es lo que los hacen notables. Los fenómenos constantes, en cambio, los elementos generales que le interesa a la metafísica, son por tanto no tan fáciles de captar porque no hay contraste.
¿Cómo proceder entonces? Whitehead nos ofrece una viva metáfora. Dice: “El verdadero método del descubrimiento es como el vuelo de un avión. Despega del suelo de la observación particular; hace un vuelo por la delgada capa de aire de la generalización imaginativa, y aterriza de nuevo para reanudar la observación agudizada por la interpretación racional”. Empezamos con observaciones particulares en cierto campo del conocimiento e identificamos ciertos rasgos que podrían posiblemente ser generales. El avión se despega y por la generalización imaginativa esos rasgos son convertidos en principios metafísicos generales. Aterriza el avión para aterrizar precisamente esos principios en la experiencia concreta, y observamos qué sucede, haciendo cambios o ajustes que requieren nuevamente de una generalización imaginativa; así que el avión se despegue, y así sucesivamente. El método no es dogmático sino abierto, experimental e imaginativo. Al final del prefacio de Proceso y realidad Whitehead comenta: “Cuán superficiales y endebles son los esfuerzos para sondar las profundidades de la naturaleza de las cosas. En el examen filosófico, el más leve asomo de certidumbre dogmática . . . es prueba de necedad”. Hay muchos necios en este mundo – ¡sobre eso se puede tener certeza!
Cambiando de tema, les cuento que hace unos años compré una moto, una Yamaha Virago 535 de 1994. La mandé a modificar: cambiamos el tanque de gasolina, el manubrio, el asiento, las luces, y algunas cosas más y ha quedado muy bella – me encanta. Sólo que tiene 31 años de edad, así que por el uso las piezas van descomponiéndose poco a poco. Afortunadamente, tengo muy buen mecánico. Cuando voy con él a su taller veo todas las herramientas, las piezas de diferentes motos que él y sus ayudantes están trabajando, y me resulta fascinante. Veo lo complejo que son todas las partes de una moto y cómo se relacionan entre sí de determinada forma y el profundo conocimiento que uno necesita para poder reparar y mantener una moto, y me resulta todo eso muy bello. Quisiera poder hacer lo que hace mi mecánico, pero sé que implicaría mucho tiempo y dedicación y a ustedes no les gustaría eso porque me quitaría tiempo de la Fonda. En fin, lo que realmente quiero en el fondo es subir a la moto, manejarla y disfrutar de la experiencia. Para ello, no es necesario que yo sepa de mecánica porque tengo mi mecánico que se encarga de ello.
Bueno, menciono todo esto porque quiero comparar mi moto con el libro Proceso y realidad. ¿Por qué uno se acerca a un libro de este tipo? Lo ve en el estante en la librería y algo le atrae, algo le llama la atención. En el caso de la moto está muy claro. Uno va a la agencia de motos y la ve ahí y es bella y quiere comprarla para tener la emoción de manejarla y quizá también para que otros lo vean con envidia cuando pase en la calle. Ahora, si uno maneja la moto, ¿qué es lo que hace con Proceso y realidad? No podría ser otro que leerlo y comprenderlo. ¿Qué significa comprenderlo? Hoy en día, la inteligencia artificial o el conductor de un canal de YouTube puede muy bien resumir los fines y resultados de una obra filosófica, empaquetarlos para que quepan bien en el bolsillo. En el prefacio de la Fenomenología del espíritu, Hegel critica y desdeña esta forma de comprensión. Dice: “p.8”.
Simplemente conocer los resultados o las conclusiones basta para que te presumas ante tus compañeros en clase, pero poco más. Y aquí se resalta la gran diferencia entre una moto y un libro de filosofía. Uno no tiene que saber cómo funciona la moto para disfrutarla. El manejo del libro, en cambio, no puede divorciarse de un conocimiento de su funcionamiento. El libro puede manejarse sólo al tener un conocimiento de todas sus piezas, es decir, los conceptos, y cómo se relacionan entre sí. En el caso de la moto, el mecánico puede encargarse de eso; pero en el caso de la filosofía lo tienes que hacer tú. Si puedes poner el adjetivo “mi” delante de un tipo de trabajo, entonces puedes encargar ese trabajo a un profesional. Así que, mi mecánico, mi médico, mi contador, todas esas personas hacen un trabajo para ti para que puedas disfrutar de tu moto, tu salud, y tu riqueza. Sin embargo, no se puede decir mi filósofo. El filósofo no puede pensar por ti; tú mismo tienes que meterte debajo del cofre para ver y entender cómo funciona el motor. En eso consiste manejar las idea de la filosofía.
Bueno, todo eso para decir que la lectura que tenemos delante es muy detallada y técnica. Esta serie no es una sexy pincelada de algunas ideas de Whitehead, sino un examen cuidadoso de un sistema de ideas que en partes te va a causar estragos mentales, te lo advierto, pero verás que todo habrá valido la pena al oír el hermoso sonido del motor cuando se arranca.
Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.
Música de la outro: ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S. https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw