Dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer

Hoy las nociones de razón instrumental y la industria de la cultura en Dialéctica de la Ilustración.

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Cuando uno se enamora, se siente un poco mareado, feliz, y le da la sensación de que todo es posible. Así me sentí cuando leí por primera vez las palabras de Sócrates en la Apología, la belleza de sus ideas. Lo que sentía era el amor a la sabiduría – la filosofía. Pero cuando uno se casa, se vuelve serio el asunto, tiene que comprometerse y responsabilizarse. Así me sentía cuando empecé a leer a Kant, especialmente su maravilloso escrito ¿Qué es la Ilustración? Ser ilustrado, dice, consiste en abandonar la minoría de edad y servirte de tu propia razón. Su famoso exhorto – Sapere aude, atrévate a saber – es un llamado no tanto epistémico cómo moral. Es decir, si dejas que tu razón sea guiada por otro, aun así puedes llegar a sostener creencias verdaderas. Pero lo que otro jamás puede hacer por ti es hacerte libre. Para Kant, hay un vínculo íntimo entre el ejercicio de la razón y la libertad. Si nuestros actos no son dirigidos por razones, entonces no son libres porque son dirigidos por fuerzas ajenas, sea otra persona, o incluso fuerzas patológicas como las pasiones o los sentimientos sobre las que no tenemos control.
El siglo XVIII, el Siglo de las Luces, fue una consolidación filosófica y social de la salida de la época medieval iniciada por el humanismo renacentista y la revolución científica. El poder de la nobleza y el clero en el sistema feudal dio paso a sociedades organizadas con base en las decisiones de agentes autónomos. En vez de súbditos, ciudadanos; en vez de superstición, ciencia; en vez afiliación dogmática, libertad de pensamiento y tolerancia.
Yo valoro mucho este legado de la Ilustración, y es por eso que me deja perplejo su abandono, el rechazo cada vez mayor de la ciencia, millones y millones tragando ideologías fascistas de exclusión y odio, la posverdad, la intolerancia. En vez de pensar por cuenta propia, mucha gente se deja guiar por un libro sagrado, un líder carismático, un viejo mito, o un sistema económico. Al parecer, la libertad humana ha pasado de ejercerse sobre la vida y los deberes a concernir la mera elección de productos en el mercado. ¿No puede la humanidad aspirar a más que eso?
Esto no es nada nuevo. Hace unos 75 años, Adorno y Horkheimer enfrentaban fenómenos mucho más desoladores de lo que he comentado: el totalitarismo stalinista en la Unión Sovietica y el fascismo del Nacional Socialismo alemán que culminó en los horrores de los campos de concentración. Su libro, Dialéctica de la Ilustración, es un intento de dar cuenta de la promesa incumplida de la Ilustración. En el prólogo del libro dicen: “Lo que nos habíamos propuesto era nada menos que comprender por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano, se hunde en un nuevo género de barbarie”. Parte de su respuesta tiene que ver con la naturaleza del capitalismo, con las formas de control y dominación que ha generado, particularmente en su famoso análisis de la industria de la cultura. Pero eso no es lo más interesante. La razón misma, que se supone estaba a la base de la emancipación del ser humano, se vuelve dominadora.
Empiezan, en el primer capítulo, con la siguiente afirmación: “La Ilustración, en el más amplio sentido de pensamiento en continuo progreso, ha perseguido desde siempre el objetivo de liberar a los hombres del miedo y constituirlos en señores. Pero la tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad. El programa de la Ilustración era el desencantamiento del mundo. Pretendía disolver los mitos y derrocar la imaginación mediante la ciencia”.
Mis perros, como perros en todos lados, se espantan mucho por los truenos y los cohetes que la gente lanza en días festivos. Pobrecitos, no tienen remedio, lo tienen que sufrir. El hombre “primitivo” también se espantaba por los truenos y otras fuerzas de la naturaleza. Experimentaba las diferentes fuerzas como si emanaran de diversos tipos de seres invisibles, seres que llamaba dioses. Desde su punto de vista, el mundo no era una infinita extensión de objetos inertes sino una dimensión literalmente encantada. A diferencia de los perros, el hombre primitivo sí contaba con un remedio para menguar su miedo: la mimesis o imitación. Parte del miedo venía de experimentar ese mundo encantado cómo otro y lejos, entonces, para vincularse con ese mundo, repetía o imitaba sus procesos macrocósmicos en el microcosmos de su propia vida o la vida social de su clan. Mediante los ritos, los bailes y el canto, replicaba los ritmos de la naturaleza y los ciclos de la vida dentro de la íntima esfera humana. Obviamente, no lograba controlar los truenos, pero al unirse con los ritmos de la naturaleza le daba un sentido que menguaba el miedo.
En la última cita que vimos, la Ilustración se entiende cómo el desencantamiento del mundo, el desmantelamiento de la dimensión mítica que postulaba fuerzas antropomórficas en la naturaleza. La ciencia, con las matemáticas a su base, borró del cosmos todo rastro de fuerza animista poniendo en su lugar el sistema cartesiano de coordenadas en el que todo lo existente se redujo a una masa con posición y velocidad. Este alto nivel de abstracción eliminaba la individualidad de las cosas, subsumiendo todo en una matriz matemática de equivalencias. Así, la razón es capaz de conocer, entender y en buena parte controlar y dominar la naturaleza. Adorno y Horkheimer entienden la razón que controla cómo técnica o instrumental, por lo que se refieren a una racionalidad que calcula los medios más eficientes para lograr un fin determinado. Los fines pueden variar, pero lo que tienen en común es fundamentalmente el control. Es una racionalidad que no reflexiona sobre fines, sino que calcula medios.
Este control técnico de la naturaleza coloca al ser humano de hoy en día a años luz del hombre primitivo. Ya no le dan miedo los truenos, puede predecir la llegada de huracanes y preparar, la medicina ha ampliado la expectativa de vida, y el desarrollo tecnológico y la producción industrial le ha proporcionado una vida confortable. Jean Jacques Rousseau lo dijo mejor que yo. En su Discurso sobre las Artes y las Ciencias, hablando del Siglo de las Luces en el que se encontraba, dijo: “Qué grande y hermoso espectáculo es ver al hombre salir de la nada por sus propios esfuerzos; disipar por medio de las luces de su razón, las tinieblas en las cuales la naturaleza lo tenía envuelto; elevarse por encima de sí mismo; lanzarse con las alas del espíritu hasta las regiones celestes; recorrer a pasos de gigante, cual el sol, la vasta extensión del universo; y, lo que es aún más grande y difícil, reconcentrarse en sí para estudiar y conocer su naturaleza, sus deberes y su fin”. No conozco mejor forma de elogiar la libertad, la dignidad y la autonomía del ser humano.
Sin embargo, hay un detalle. El ser humano es parte también de la naturaleza, de modo que la razón de la Ilustración, la razón instrumental que de forma tan eficaz controla la naturaleza, controla también al ser humano. La abstracción matemática que engloba y pone en relaciones de equivalencia al mundo de los objetos tiene su expresión en el mundo humano principalmente en términos del sistema económico. El capitalismo ha racionalizado el sistema de producción al reducir todo producto, incluyendo el trabajo humano, a una mercancía caracterizada por un valor de cambio. Tan penetrante es la lógica de capital, una lógica instrumental cuya finalidad es la generación de plusvalía, que casi todo aspecto de las relaciones humanas se entiende en sus términos: la sociedad es un conjunto de individuos que, en tanto consumidores, tratan al otro cómo una mercancía, cómo un medio para la ventaja personal. En una de las obras de teatro de Oscar Wilde, un personaje dice que un cínico es quien sabe el precio de todo, pero no sabe el valor de nada. Hoy en día, no es sólo el cínico, sino todos nosotros.
Esto es lo que Marx llamaba el fetichismo de las mercancías. Los antropólogos emplean el término fetichismo para referirse a la creencia del hombre “primitivo” de que objetos físicos, inanimados, pueden encerrar poderes espirituales. En la economía política de Marx, el fetichismo se refiere a la creencia de la gente de que el valor de las cosas es algo inherente en ellas mismas, cuando en realidad es producto de determinadas relaciones sociales de producción.
Justo en este punto podemos ver el carácter dialéctico que aparece en el título. Dicen Adorno y Horkheimer que “el mito ya es Ilustración; y la Ilustración recae en mitología”. Los mitos que se creaban, aunque no eran matemáticos y abstractos sino antropológicos, ya encerraban el impulso del pensamiento ilustrado en la medida en que eran un intento de dar cuenta de la realidad. Y la Ilustración recae en la mitología en dos sentidos. Primero, cómo el mito, el pensamiento ilustrado se regía por la experiencia de miedo. Dicen: “El hombre cree estar libre del terror cuando ya no existe nada desconocido. . . La Ilustración es el temor mítico hecho radical”. Radical porque trata de extirparlo de raíz al extender el ámbito de la razón sobre toda la realidad. Y segundo, cómo vimos con el concepto del fetichismo, relaciones sociales que son históricas y contingentes son cosificadas, convertidas en cosas con poderes y cualidades naturales. Pero con ello la Ilustración vuelve a la condición original de desamparo del hombre primitivo ante una naturaleza que ejerce una fuerza y una autoridad que no controla. El sistema racional que ha creado es cómo el monstruo de Frankenstein que va fuera de su control. Los filósofos de la Ilustración albergaban una sencilla creencia en el progreso hacia la libertad y la luz. Recordemos que “luz” es la raíz de la palabra “ilustración”. La alegoría fundadora de filosofía en Occidente, la caverna de Platón, expresa este progreso y ascenso hacia la luz. Sin embargo, la dialéctica de la Ilustración constituye una reversión, una vuelta hacia dentro de la caverna a la oscuridad y la ceguera, hacia nuevas formas de dominación. La razón que se esperaba nos liberara, nos esclaviza.
La imagen de los esclavos en el fondo de la caverna viendo las sombras pasar en la pared sirve perfectamente de transición al tema que realmente me interesaba tratar: lo que los autores llaman “la industria de la cultura”.
No hay nadie que, en su lecho de muerte, dice: “Ojalá hubiera pasado más horas en la oficina trabajando”. En vez de la oficina, la gente quiere pasar más tiempo con la familia, los amigos y disfrutando de los placeres de lo que llamamos la cultura. En esta parte del libro, Adorno y Horkheimer analizan formas culturales como el cine, la televisión, la música popular, etc. Lo que concluyen es que incluso este espacio donde los seres humanos esperan gozar libremente ha sido absorbido por el proceso general de racionalización de la sociedad. Los productos culturales son precisamente eso, productos estandarizados, formas culturales que se han convertido en mercancías cuya naturaleza refleja la lógica económica de producción y ganancia. El mayor problema que los autores tienen con la cultura popular no es tanto que carezca de calidad estética (aunque sin duda piensan eso), sino que tiene preocupantes consecuencias morales, a saber, nos impide vivir de manera libre e independiente. ¿Cómo es eso?
¿Alguna vez has llegado a casa tras un día largo y fastidioso, quizá con mucho trabajo duro y monótono en la fábrica o, cómo en mi caso, un día de reuniones y detalles administrativos que atender, y para gozar de tu tiempo libre te das una vuelta en Netflix y te pones a ver “Rápido y Furioso 6”? ¡Claro, todos lo hacemos! Esto es un así llamado “placer culposo”. Culposo porque sabemos que no es gran arte, no es Madame Bovary o una ópera de Verdi sino una típica película de Hollywood, de una fórmula muy predecible. Cuando andas en el súper en el pasillo de los cereales y ves como 15 marcas de hojuelas de maíz, sabes que todos saben básicamente igual. Lo mismo con esas películas en los pasillos de Netflix. Las de acción, del viejo oeste, de intriga – sus distintas portadas disfrazan contenidos que repiten la misma fórmula: el héroe masculino, la chica que necesita ser rescatada, el malvado oscuro que habla con acento de otro país, etc., etc.
Para entender el efecto nocivo del cine que la industria de Hollywood produce, echemos un vistazo al así llamado cine de arte, ese porcentaje muy reducido de películas, muchas veces independientes, que logran alcanzar un nivel verdaderamente estético. Este cine no presenta la trama ya unificada y empacada para el consumo, sino que uno mismo tiene que experimentar las diversas partes de la película y hacer el trabajo de interpretación para hacer de ella una totalidad integrada. Sus elementos son fluidos e impredecibles, por lo que uno tiene que prestar atención y ejercer su imaginación para poder ver la compleja estructura que emerge. Estéticamente hablando, el objeto tiene que experimentarse como libre, es decir, no mecánico ni forzado, para suscitar precisamente la libertad de quien lo experimenta, una libertad en la que su imaginación y su reflexión crítica puedan cultivarse y su individualidad y autonomía desarrollarse.
En vez de esto, la industria de la cultura canaliza la energía de los individuos en el consumo colectivo de productos estandarizados cuyo significado no requiere de la libertad del individuo para discernir. De hecho, haciendo eco a la famosa afirmación de Marshal McCluhan de que el medio es el mensaje, el mensaje de los productos de la industria de la cultura no es lo que se dice o se muestra en la superficie de la trama, sino que es el medio, es decir, el mensaje es lo que el producto refleja, a saber, el orden social existente. El producto adapta a los individuos a ese orden de un modo que quizá podríamos llamar ideológico, ideológico en el sentido estructural que vimos en el último vídeo.
Un ejemplo muy llamativo de esto, de cómo consideraciones económicas en vez de estéticas determinan la naturaleza de los productos culturales, es la música. Yo soy lo suficientemente viejo como para recordar comprar un disco de vinilo. Si no mal recuerdo, fue el album “So” de Peter Gabriel. Luego llegaron los cassettes, los CDs, y hoy en día es el streaming en plataformas cómo Spotify. En los 70s, grupos como Pink Floyd, Led Zeppelin y Bob Dylan tenían canciones que duraban 10 minutos. Pero hoy en día son cada vez más cortas y eso se debe a la forma en que consumimos música – el streaming. En promedio, Spotify le paga al artista .004 centavos (de un dólar) para cada reproducción de una canción. De acuerdo con esa lógica, la reproducción de una canción de un minuto ganaría lo mismo que la de una canción de 10 minutos. Así que, más canciones de menor duración le va a ganar más dinero para el músico. Esta presión es lo que va cortando los tiempos de las canciones. Además, Spotify entiende por reproducción un mínimo de 30 segundos de escucha. Si escucho los primeros 10 ó 15 segundos de una canción y luego paso a otra, el músico no recibe nada. Entonces, tiene que agarrar la atención del oyente de inmediato. Tradicionalmente, las canciones empiezan con versos, luego llega el coro o estribillo (que es la parte pegajosa o memorable de la canción), y luego más versos, otro vez el coro, luego llega a lo que se llama el puente, su culminación, y termina otra vez con el coro. Ahora, no puede darse el lujo del tiempo. Cada vez más, las canciones empiezan con el coro para agarrar la atención del oyente para que siga escuchando. A lo mejor no te parezca gran cosa, pero es un ejemplo de cómo decisiones que deben ser estéticas se toman por razones más bien económicas, por la lógica del sistema de producción.
A fin de cuentas, para Adorno y Horkheimer, la industria de la cultura sí es gran cosa porque el placer que ofrece es cómo el placer que ofrece una droga, lo cual sirve de escape de la realidad que el drogadicto vive y que al mismo tiempo atrofia sus sentidos y su sensibilidad, impidiendo así que vea claramente su realidad con miras a cambiarla. La gente no sólo consume productos de la industria de la cultura, sino que se vuelven ellos mismos en producto. Esto es lo que reconocen los demagogos. En su retórica, emplea las técnicas de la industria de la cultura, respondiendo a la insatisfacción y el malestar de la gente con los mismos tópicos triviales de las telenovelas. Habiendo sido acondicionado a ello por la industria de la cultura, el pueblo lo traga, esperando que la compleja realidad social siga los sencillos pasos formulaicos de una película de Hollywood.
El capítulo sobre la industria de la cultura es notoria por el elitismo y esnobismo que muchos perciben en él. Adorno, al menos, venía de una clase social muy privilegiada, estudiaba piano clásico y escribía mucha crítica de música clásica. Su idea del arte no era el jazz sino Schoenberg. Es fácil ver su postura como condescendiente, mirando con desdén a las pobres masas que son tan fácilmente manipuladas. A lo mejor hay algo de eso ahí, sin embargo, los autores están sumamente conscientes de que la alta cultura alemana, el legado de todos sus ilustres filósofos, literatos, músicos y científicos, acabó en la inconcebible barbarie de Auschwitz. Auschwitz no fue el simple resultado de una manipulación ideológica sino de una totalidad social estructurada por aquella racionalidad ilustrada que prometía hacernos libres y autónomos.
En la introducción de su libro, los autores tocan de frente el carácter contradictorio de la tarea que emprenden, a saber, analizar y criticar racionalmente la auto-destrucción de la Ilustración. La propia razón que emplean en su análisis es en algún modo viciada. Sin embargo, no la pueden renunciar. Dicen: “No albergamos la menor duda —y ésta es nuestra petición de principio— de que la libertad en la sociedad es inseparable del pensamiento ilustrado”. En una totalidad social tan impregnada por la razón instrumental, ¿qué espacio puede haber para una razón práctica y emancipatoria, una razón capaz de criticar y a la vez evitar la lógica de una estructura social dominadora? En este libro, no dan una respuesta, aunque años después Adorno publica su obra maestra – Dialéctica negativa. Les cuento un poco la idea de este concepto.
Obviamente, Adorno toma el concepto de dialéctica de Hegel, para quien la verdad es la totalidad. De esta manera, cualquier postura epistémica particular es parcial. Hace falta que se desarrolle, que se amplíe, en la experiencia al relacionarse con posturas opuestas o contradictorias, los productos de semejantes relaciones entrando en nuevas relaciones de oposición hasta que se llegue a la totalidad de la realidad, o lo absoluto. En este sentido, la dialéctica de Hegel podría llamarse positiva porque llega a un fin. Adorno acepta que nada es lo que es en sí mismo, que lo que es es una función de su relación con otros elementos sociales. Sin embargo, no tiene fe en el principio básico del idealismo, a saber, la identidad del pensamiento y el ser bajo el concepto. Esto no nos lleva a una totalidad verdadera, sino falsa, cómo la totalidad social que en Dialéctica de la Ilustración se manifiesta como dominadora. Hemos visto que la equivalencia racional y la lógica de capital reducen a la naturaleza y al ser humano a objetos abstractos para ser controlados. Adorno no analiza todo esto con indiferencia; guarda una distante esperanza por una sociedad mejor, una sociedad que utilizara sus recursos para aliviar el sufrimiento que de todos modos perpetúa. Su dialéctica es negativa, no positiva, porque la totalidad, este penetrante sistema de equivalencias, es falsa. Dice: “Dialéctica es la ontología de la falsa situación”. Dado que las condiciones sociales están lejos de permitir libertad real y de impedir el sufrimiento sistemático, y dado que el pensamiento, por ser histórico y social, está necesariamente enredada con esa condición, el pensamiento no puede ser otro que negativo, es decir, siempre sospechoso de una aparente identidad, una aparente resolución de una contradicción o antagonismo social. Dice Adorno que la dialéctica es la “constante conciencia de la no-identidad”, por lo cual la dialéctica negativa traza un trayecto oscilatorio entre el concepto y la cosa que el concepto trata de subsumir, señalando concretamente las formas en que no son idénticos. Este vaivén de la dialéctica adorniana no tiene algún término natural en el que el concepto resplandecería en su positividad. Es una constante vigilancia del hubris del sujeto y la razón con la que constituye el mundo.
Esta postura intelectual de Adorno me llama la atención ya que responde a la preocupación que planteé en el vídeo sobre el dogmatismo, de ser más sensible a cómo el uso despreocupado y seguro de la razón puede ocultar dogmatismos de los que deberíamos volvernos conscientes. La dialéctica negativa de Adorno me parece una práctica de gran valor en esa empresa.

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39 Comments

  1. YOBANY SERNA CASTRO · 30/09/2020 Responder

    Excelente análisis, profesor!

  2. Noé Alfredo Martínez Sánchez · 30/09/2020 Responder

    Gracias profesor, le agradecemos infinitamente su material.

  3. Daniel Sabino · 30/09/2020 Responder

    Muy claro la comparación de la ilustración con la actualidad, este retraso se ha venido acrecentando en el posmodernismo que comienza en la década de 1960 y 1970: esto ha sido un gran retraso para la ciencia y el pensamiento con dirección al realismo y a la búsqueda de la verdad. Hoy la ciencia no busca la verdad, porque está en manos del capitalismo y se ha vuelto una ciencia mercantilizada y ha perdido su rumbo, “la verdad y la realidad”: Hoy la ciencia está mercantilizada y es por ello que estamos perdiendo no solo el contacto con la realidad y la verdad, el amor a la verdad. Todo está siendo reemplazado por el “tener”.

    Que bueno escuchar “dialéctica” porque es pensar en la persona en un todo, como parte del ambiente y como parte del cambio

    Que hermoso es escuchar filosofía cuestionando la vida cotidiana que tenemos, es una filosofía que invita a transformar, esto es lo que llamaría filosofía socrática que es cuestionar el mundo que pisamos y a la vez conocernos a nosotros mismos.

    Muchas gracias

    Muy enriquecedor y liberador!

  4. Daniel Sabino · 01/10/2020 Responder

    No entendí bien la dialéctica negativa de Adorno, disculpa. Si puedes recomendarme algo para leer y entender mejor este concepto del autor.

    Abrazo

    • Darin · 01/10/2020 Responder

      La verdad no lo expliqué muy bien. El tema del vídeo no era ése y lo traté muy por encima. Haré un vídeo sólo sobre ese tema.

      • Daniel Sabino · 01/10/2020 Responder

        La verdad que si haces un video de esos nos vendría bien a muchos: porque es comprender -creo- como una realidad objetiva- como tiene el socialismo, porque es de sentido común que el socialismo tiene cosas que nadie podría negar que son necesarias para una sociedad mas sana y mas inteligente como la salud universal, la educación para todos, la vivienda digna, que nadie pueda ser dueño de medios de producción vitales para la humanidad: es decir las necesidades básicas cubiertas ante todo: pero cuando uno hace del socialismo un dogma o un fanatismo o una ideología sin realmente comprenderlo, ahí parece haber un problema y creo, no lo se aún que Adorno quiere mostrar algo de esto.

        Esperamos con ansia tu video Darìn que salen de una autenticidad y una necesidad que brota para un mundo mejor!

        Gracias

  5. Ana · 01/10/2020 Responder

    Gracias profesor, tus disertaciones me reconcilian con el arduo estudio de la filosofía. Un saludo desde Madrid

  6. Mario · 01/10/2020 Responder

    ¡Qué alegría escucharlo profesor Darin! Aquí abajo (Buenos Aires) estamos entrando en la primavera pero el regalo más hermoso no son las flores sino la alegría del conocimiento que usted siempre nos trae. Corro a desempolvar mi volumen de “La dialéctica de la Ilustración” y me preparo para el banquete que voy a darme darme con su video y con los que seguramente vendrán después (por favor no deje de hablar de la “razón trascendente”)

    Le mando un fuerte abrazo
    Mario

  7. mauricio atenas · 01/10/2020 Responder

    profesor, muchas gracias, tus vídeos son una celebración a los grandes pensadores e intelectuales que han revisado el devenir de la humanidad, y que nos ayuda a enfrentar nuestro presente

  8. Carlos · 01/10/2020 Responder

    Este es uno de los más enjundiosos ensayos que he leído en estas páginas de La Fonda…¡Y cuán oportuno! Es un verdadero manifiesto político.
    Y, a propósito, ¿cómo podría ser libre la política si resulta ser una especie de reparto de las voluntades o, en los términos expuestos por Darin, la libertad está repartida al interior, en el mejor de los casos, en un programa, ideario, etc? En esos términos el caudillismo, presencia nefasta en muchas democracias, debería debatirse más a fondo.
    ¿Cómo puede la razón alumbrarse tan lucidamente en el maremágnum del océano de propuestas modernas?
    El discurso parece fácil pero vaya si es difícil de esclarecer para un momento concreto sobre todo cuando haya necesidad de improvisar.
    Esto podría plantear que el mundo de Kant, y aun el de la Ilustración, era demasiado lento. Paradojicamente, es posible que sea necesario un robot para que ayude a pensar racionalmente. ¿Será que ya desde la Ilustración había una flecha en la dirección de las lógicas algoritmicas de la razón, única forma que pudiera ser accesible a la velocidad de las modernidades en pugna?

    • Darin · 01/10/2020 Responder

      Gracías por tu comentario Carlos. Me pareció muy sugerente es de que sea necesario un robót para que ayude a pensar racionalmente. Entiendo el sentido en que lo dices, pero eso es justo el peligro que señalan Adorno y Horkheimer y creo que esa imagen sería muy buena para darnos cuenta de cómo sería una sociedad regida por un robót! El problema es que los seres humanos no son mucho mejores!

  9. Armando Ruiz · 01/10/2020 Responder

    Como siempre, entender la Filosofia es mejor con Darin

  10. nelson mendoza · 01/10/2020 Responder

    excelente profesor, muchas gracias

  11. Joan · 02/10/2020 Responder

    Muy interesante y enriquecedor vídeo como siempre profesor. Es un lujo este fonda.

    En relación a la Ilustración mi reflexión va en el sentido siguiente. Este movimiento se gestó bajo tres grandes valores: “Libertad, Igualdad, fraternidad” que germinaron a tres zonas geográficas diferentes de manera particular. El primer foco fue en Francia impulsado por la nobleza del Antiguo Régimen. El segundo foco fue en Alemania desde el mundo universitario. El tercero fue en Inglaterra donde se articuló a través del desarrollo de las ciencias experimentales. Si consideramos que, el cosmopolitismo de Immanuel Kant, aunque no salió nunca de Könnisberg, posibilitó una mejora sustancial de la igualdad, el pragmatismo cientificista inglés desarrolló la libertad hasta cuotas que nunca han sido tan elevadas como a día de hoy, mientras que la fraternidad quedó enormemente desdibujada como no podía ser de otra manera siendo heredera de los hijos del Rey Sol. Bajo estas premisas ¿Podemos considerar que esta triple génesis tan diferente, desde el punto de vista geográfico como metodológico, provocara el desarrollo desigual de los tres ideales y, por tanto, fue la causa de su posterior desaparición? También me pregunto que hubiera ocurrido si se hubieran invertido los ideales ilustrados empezando por priorizar la fraternidad entre los hombres, fomentar luego su equidad y, por último, garantizar unas cuotas de libertad mayores que en el pasado. Quizás no hubiéramos tenido en los últimos más de 200 años tanto progreso, pero quizás habríamos aprendido a desarrollar una razón no tan utilitarista e instrumental y si más respetuosa con el otro y capaz de corresponsabilizarse con los demás por procurar y preservar los derechos de toda la humanidad.

    En cuanto a la cultura y el entretenimiento me ha hecho pensar en interesante libro de Byung-Chul Han, “Buen entretenimiento” donde recorre la historia occidental con la disyuntiva de trabajo-esfuerzo-pasión de la tradición cristiana y su posible conciliación con la distracción-holgazanería-intrascendencia. Para mí, la cultura es algo que dotamos del valor que deseamos. Puede ser un producto si la consumimos, puede ser arte si nos transforma, puede ser adoctrinador si seguimos su dictado o puede ser un elemento emancipador de nuestra razón si no eleva el pensamiento colectivo. E incluso una fuente de enorme placer. Por ello, para mí “La fonda filosófica” es un buen entretenimiento pues concilia la dicotomía anterior.

    Saludos,
    Joan

    • Darin · 02/10/2020 Responder

      Hola Joan. Gracias por tu interesante reflexión. Creo que la realidad histórica es mucho más compleja de lo que has dibujado. O sea, no creo que se pueda delimitar tan nítidamente esas tres cosas por regiones geográficas. Tendría que ser mejor historiador cómo para tener una opinión que valiera. En todo caso, el binomia principal para Adorno y Horkheimer en su análisis es razón-libertad.

  12. Araceli Garcia Madrid · 02/10/2020 Responder

    Magistral! Muy actual le saludo desde Querétaro

  13. Mario · 04/10/2020 Responder

    Fascinados por su encuentro con la “Diosa Razón”, los geniales ilustrados del siglo XVIII terminaron arrojando por la borda no solo las supersticiones de la Edad Media, sino también la dimensión espiritual de la persona humana. Su optimismo racionalista los llevó al callejón sin salida de pretender “dominar la Naturaleza a través de la Razón”, como bien explica el profesor Darin en su video. La Ilustración nació bajo el signo del dominio. Y la crisis ambiental, económica y de valores en la que estamos sumergidos, tiene sus raíces en ese afán de dominio

    La Ilustración parece habernos conducido con la Modernidad a una “civilización fallida”. Todo este materialismo combinado con una absoluta carencia de espiritualidad, ha conducido a la mercantilización de la vida y de la cultura, que tan bien explica el profesor Darin cuando analiza las “industrias culturales”

    • Mario · 10/10/2020 Responder

      Yo creo que el arte está siendo reemplazado por el entretenimiento, que las ideas están siendo reemplazadas por las ideologías y que la espiritualidad más genuina está siendo reemplazada por la idolatría del poder y del dinero ¿Qué pìensa usted profesor Darin? ¿No cree que el racionalismo económico (o “capitalismo”) está en la base de todas estas transformaciones?

      Me siento un existencialista cristiano y como tal tengo simpatía con la Ilustración por muchos motivos pero, le confieso, mucho más por el ilustrado Jean Jacques Rousseau que por el ilustrado Voltaire ja! Le mando mis saludos

  14. Ernesto · 05/10/2020 Responder

    ¡Muchos saludos apreciado Doctor!

  15. ANONIMO_SPAIN · 11/10/2020 Responder

    Muy interesante, espero pronto el video de la dialéctica negativa, muchas gracias profesor.

  16. Maria · 12/10/2020 Responder

    Querido Profesor,
    Agradezco su trabajo genero y honesto.
    ¿Hay alguna diferencia de naturaleza entre el placer “erudito” de un oyente de Bach y el placer “adictivo” de otro que consume música hecha para ser vendida? Me inclino a pensar que no. Quizás hay una diferencia de naturaleza en lo que cada persona “hace” con ese placer. ¿Hay alguna diferencia de naturaleza entre el deseo de sabiduría y el deseo de una sustancia?
    No me gusta la grandilocuencia del pensamiento -uso este verbo porque no tengo derecho a usar otro. Tampoco me gusta transitar por el interminable sendero del diálogo entre dos polos (prefiero pensar en “estratos”). Me inclino a creer, que hemos olvidado, si alguna vez la conocimos, la “medida humana”. Elegir el Sol como referencia a la medida de nuestros pasos por la tierra es muy “hermoso” quizás, pero olvida que somos pequeños. Somos seres pequeños y de cuidado, como decía Boff en su hermoso libro sobre el cuidado esencial.
    Y lo pequeño es hermoso, como pensaba E. Schumacher.
    En el Tao se dice algo así: de 10 hombres, tres son amigos de la vida, tres son amigos de la muerte y tres mientras viven se acercan a la muerte. Me pregunto si ser amigo de la vida significa aceptarla como ella es, aceptarla radical y honestamente, y quererla así. Y la vida es cambio, es tiempo, como en la maravillosa frase de Anaximandro, justicia para que lo que no existe, exista. La vida es corta y es incierta. Si la aceptamos y la queremos como a un amigo querido, no le vamos e exigir que sea lo que no es, o que nos transforme en lo que no somos, ni vamos a escudriñar sus secretos sin compasión! Ni nos vamos a inventar “artimañas” como distracciones para olvidar cómo es. Pienso en el arte y el deseo de sabiduría.
    Perdón por lo largo del texto!
    Gracias nuevamente!

    • Darin · 12/10/2020 Responder

      Hola María. Gracias por tu reflexión. En el vídeo, traté de explicar la diferencia entre el placer erudito y el adictivo. Yo creo que en la medida en que el “entretenimiento” sea como una droga que hace que no veas las cosas, el mundo y tu propia vida, es preocupante. Pero tampoco se trata de que el arte sea siempre difícil, un ejercicio moral. A lo mejor un balance entre los dos.

      • Hugo · 02/02/2021 Responder

        La música “clásica ” fue música popular en su tiempo. La Ópera era considerada inicialmente como un género menor y hoy es uno de los símbolos del elitismo cultural. Que la Cultura haya pasado a denominarse descaradamente “Industria del Entretenimiento” es algo que no deja de asombrarme, como sincericidio. El resultado es que el ser humano trabaja 8 horas (muchas veces en algo que no genera placer ni satisfacción personal), y el resto del día que no duerme, es “entretenido”. La primera acepción de la palabra “entretener” del diccionario es: “No dejar que una persona continúe su camino o realice su trabajo”. Hemos resignado la libertad de pensar, dejando que otro se ocupe. De hecho le pagamos para que lo haga. No hicimos otra cosa que cambiar de Dios, “alguien” que se haga cargo de pensar por nosotros.
        Gracias Darin por tu generosidad tan a contramano del “entretenimiento” !!!!!!!!!!!!.

  17. Maria · 13/10/2020 Responder

    Muchas gracias!

  18. Mario · 14/10/2020 Responder

    Profesor he visto videos suyos en Linkedin y usted … nunca nos dijo nada! Hay uno sobre Jesús en la última cena que tiene el vuelo de un verdadero humanista cristiano ¡Y yo que me lo hacía medio materialista y ateo a usted!

    Abrazo fuerte amigo Darín, un lujo de persona

    • Mario · 14/10/2020 Responder

      Perdón, en Youtube

    • Darin · 14/10/2020 Responder

      Extraño, ¿no? Se podría decir que practico el cristianismo pero que no creo en él. Te mando un abrazo!

      • Mario · 14/10/2020 Responder

        Cristianismos “dogmáticos” hay muchos: católico, protestante, anglicano, evangelista, ortodoxo, etc. Para mí también es difícil “creer” en esos dogmas. Me es más fácil creer, eso sí, en el mensaje humanista de Jesús. Y de los grandes fundadores de religiones en general. Le mando un fuerte abrazo

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