Hegel y la Fenomenología del espíritu, pt. 13/18

Hoy hablamos del idealismo que Hegel introduce en el quinto capítulo como la nueva manera que la conciencia tiene de relacionarse con el mundo.

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Guión

Curiosamente, la Divina Comedia de Dante y la Fenomenología de Hegel tienen algunas cosas en común. Bueno, son dos obras clásicas, muy famosas. Una presenta alegóricamente el camino del alma hacia Dios y la otra presenta conceptualmente el camino de la conciencia hacia lo absoluto. Son una especie de lo que los alemanes llaman un Bildungsroman. Además, a pesar de su fama, muy pocos las leen. De los pocos que leen la Divina Comedia, una ínfima proporción de ellos leen todo el libro. La gran mayoría leen sólo la primera parte – el Infierno, porque es divertido, interesante, y dramático. Las otras dos partes, el Purgatorio y el Paraíso, son aburridas en comparación.
Lo mismo pasa con la Fenomenología. Muy pocos leen todo el libro, la mayoría leyendo sólo los primeros cuatro capítulos que tienen mucho drama, especialmente el cuarto, como ya hemos visto. Y luego viene el larguísimo quinto capítulo sobre la razón y su exploración científica del mundo. Fijándonos sólo en su extensión (es 50% más largo que los primeros 4 capítulos juntos) ¡pareciera equipararse muy bien con el purgatorio de Dante! Los giros dialécticos no son tan definidos y con tanto detalle es muy fácil perderse y pensar ¿cuál es el punto de todo esto? Pues, para este capítulo en particular, no vamos a seguir a la conciencia tan de cerca, sino que vamos a alejarnos un poco del camino para que captemos sólo los contornos generales de su experiencia en esta nueva configuración que se llama la razón. Sin embargo, Hegel empieza el capítulo con una discusión muy interesante e importante sobre el idealismo y su relación con Kant, que sí vamos a ver muy de cerca.
Bien, recuerda que la Fenomenología consta de tres grandes divisiones que Hegel indica con letras: A, B y C. A se titula “Conciencia”, la cual consiste en la diferentes maneras en que la conciencia trata de dar cuenta de su conocimiento al ubicar la base del mismo en algún objeto o fenómeno allá afuera en el mundo. En términos generales, considera la realidad como algo en sí mismo. B se titula “Autoconciencia”, la cual consiste en buscar esa base en la conciencia misma. Considera la realidad como algo para sí, para la conciencia. Y ahora empezamos la última división, C, que parte de la configuración de la razón. Si vemos A o la conciencia como tesis, y B o la autoconciencia como antítesis, entonces la razón es la síntesis o unión de estas dos perspectivas, una nueva perspectiva en la que objeto y sujeto, la realidad en sí y la realidad para la conciencia se identifican.
Recuerda que lo que la dialéctica produce no simplemente descarta lo que vino antes sino que éste se conserva en una configuración transformada. Eso lo vemos en la arquitectura del índice donde la razón es indicada con el doble letra A (AA.). Esto significa que lo que vamos a ver ahora en este largo capítulo es una vuelta a la división A, una duplicación de ella. La razón ahora va a volver a ese mundo que trataba la sensación, la percepción y el entendimiento, pero lo verá desde una perspectiva más amplia, la de la razón. Y la BB que indica el capítulo sobre el espíritu será una vuelta a la división B sobre la autoconciencia. Bueno, no quiero ahondar demasiado en estos detalles ahora, sino sólo señalar los contornos generales del importante giro de la dialéctica que estamos presenciando ahora.
Pues, la autoconciencia se ha transformado en la razón, por lo que, dice Hegel, “su relación hasta ahora negativa con el ser-otro se transforma en una relación positiva”. Convendría fijarnos un momento en eso del “ser-otro” ya que es el problema por el que hace falta que la conciencia recorra este camino que vemos en la Fenomenología. Si, en su experiencia, hay un otro bruto, impensable, inasimilable, entonces constituirá una fuente de enajenación para la conciencia, un obstáculo que impide que la conciencia se encuentre en casa en el mundo, por así decirlo. Entonces, el punto de la Fenomenología a fin de cuentas es superar el ser-otro.
En su experiencia en los primeros capítulos, va logrando su meta. La otreidad va desvaneciéndose – el Esto se transforma en la cosa con propiedades, y éste luego en la dinámica de la fuerza. Es decir, lo que parecía ser ajeno a la conciencia resulta tener afinidades con ella, o sea, lo que conoce encierra cierto grado de universalidad, y este último es propio de la conciencia. Así, la realidad entendida como algo objetivo y en-sí es progresivamente debilitada hasta llegar a la postura de la autoconciencia en la que la realidad o la otreidad es sólo algo para la conciencia. Lo que es realmente real o absoluto es el sujeto, la autoconciencia. Sin embargo, tratar el ser-otro de esta forma presenta una serie de problemas que culminan en la conciencia infeliz con la que terminamos el último capítulo. Como dice Hegel, la conciencia no comprendía el mundo: “lo deseaba [el señor], y lo trabajaba [el siervo], se replegaba desde él sobre sí misma [el estoico], lo aniquilaba [el escéptico], y aniquilaba a sí misma [la conciencia infeliz]”. La autoconciencia negó la primera concepción de otreidad, como algo objetivo, pero ahora su propia concepción de la otreidad, como algo meramente subjetivo, queda negada también, con lo que tenemos la negación de la negación, que es lo que da paso a una nueva configuración de la conciencia, la razón (tesis – antítesis – síntesis).
La conciencia en tanto razón vuelve al mundo de forma positiva. La otreidad ya no es una piedra en el zapato, sino el escenario de su propio desenvolvimiento en el que encuentra a sí mismo. Hegel dice que la razón tiene certeza de ser sí misma la realidad, la certeza de que toda realidad efectiva no es otra cosa que ella. Esta forma de relacionarse con el mundo Hegel la llama idealismo.
Sabemos que el idealismo es la postura filosófica general que Hegel sostiene, pero esta idea no nace con él, ni tampoco con Kant. Kant y Hegel están al inicio y al final de ese maravilloso episodio de la historia de la filosofía que se llama el idealismo alemán. Sin embargo, la idea básica que expresa y desarrolla esta tradición nace mucho más atrás. Algunos dicen que con el pensamiento de la India Antigua, pero de acuerdo con Hegel nace con Parmenides quien sostiene que hay una identidad entre el pensar y el ser. Aristóteles expresa esta idea en De anima cuando dice básicamente que somos lo que conocemos. En el octavo capítulo del tercer libro dice que si conocemos una piedra, lo que está presente en el alma no es la piedra (en tanto materia), sino su forma. La forma de la piedra, que es su esencia, y nuestro pensamiento sobre la misma son idénticas.
¿Qué es lo que contribuye Hegel a esta idea? Para entender su idealismo, conviene contrastarlo con el de Kant. Kant, como sabemos, resolvió el conflicto entre el empirismo y el racionalismo y sus respectivos defectos en su planteamiento del idealismo trascendental. El empirismo se fijaba en el lado del objeto, acudiendo a la experiencia y a la sensación para dar conocimiento sobre el mundo. Sin embargo, era un conocimiento contingente que conducía a fin de cuentas al escepticismo. El racionalismo se fijaba en el sujeto, acudiendo a la inferencia lógica para producir conocimiento necesario pero su proceder para Kant era dogmático. De acuerdo con el empirismo, la solución de Kant dice que nuestro conocimiento versa sólo sobre objetos de la experiencia. Sin embargo, conocemos esos objetos no tal y como son en sí mismos, sino sólo como se nos aparecen filtrados y constituidos por así decirlo a través de las formas de la intuición sensible y el pensamiento de nuestra mente. La Sensibilidad intuye objetos en el espacio y el tiempo y el Entendimiento, a través de sus categorías, piensa o conoce esos objetos en el orden de relaciones y leyes que llamamos la naturaleza. Este último es el lado racionalista del planteamiento de Kant. Encontramos racionalidad e inteligibilidad en el mundo ¡porque nosotros mismos la ponemos ahí!
Hegel llama esta postura de Kant “idealismo subjetivo”. Aun cuando todos conocen la realidad con el mismo aparato cognocitivo, por lo que el conocimiento es universal y necesario, no deja por eso de ser una realidad que el hombre crea. En la terminología de Hegel, es una realidad simplemente para la conciencia. La realidad en sí es el noumeno que no conocemos.
Si te das cuenta, el empirismo y el racionalismo que Kant mezcló en su propuesta pueden verse reflejados muy claramente en la estructura de la Fenomenología hasta ahora. La división A sobre la conciencia con su tres capítulos corresponde al empirismo, tratando la realidad como un objeto en sí. El racionalismo corresponde a la división B, el cuarto capítulo que acabamos de terminar. Y hemos visto los defectos de las dos posturas, una centrada en el objeto, el en sí, y la otra en el sujeto, en el para sí. Al igual que Kant, la respuesta de Hegel también es el idealismo, pero uno mucho más amplio. Las relaciones y regularidades que encontramos en la experiencia no las imponemos o proyectamos nosotros, sino que realmente se encuentran en el mundo. La diferencia de fondo entre Hegel y Kant estriba en sus diferentes formas de entender la naturaleza y función de la razón, por lo que no es nada casual que Hegel dé el nombre de “Razón” a este quinto capítulo en el que introduce el idealismo. Si Kant hubiera escrito la Fenomenología, habría llamado este capítulo “Entendimiento”. Veamos de qué se trata.
Para Kant, al conocer el mundo, juzgamos que objetos encierran ciertas propiedades y que guardan determinadas relaciones con otros objetos. Esto se hace debido al entendimiento que aplica sus categorías a priori a los fenómenos que intuimos en la experiencia. Cuando la mente humana trata de ir más allá de intuiciones determinadas y de conocer no este o aquel objeto y sus relaciones, sino la serie total de condiciones que constituyen la totalidad de la naturaleza, empieza a ser dogmático porque semejantes condiciones no están sujetas a ser intuidas por la sensibilidad. Ésta es la actividad de la razón, y tiene una función positiva para Kant que es la de servir como un ideal regulativo. Postula la totalidad de la naturaleza como un ideal al que la mente humana se apunta al organizar sus investigaciones científicas. Pero la razón es dogmática y abusiva si pretende producir conocimiento sobre tales objetos trascendentes, tales como la naturaleza en su totalidad, Dios, o el yo. En la Crítica de la razón pura, la sección que se llama “La Dialéctica Trascendental” expone las antinomias irresolubles en las que cae la razón al tratar ese tipo de objetos trascendentes.
Bueno, las nociones de dialéctica y de razón se transforman mucho en Hegel. Como había comentado en un vídeo anterior, Hegel identifica tres aspectos del pensamiento: un lado abstracto, uno dialéctico y finalmente un lado especulativo. El primero es el entendimiento en sentido kantiano. Emplea conceptos de forma rígida y exclusiva, conceptos que en su extensión son finitos y determinados. Usamos el entendimiento en este sentido constantemente al determinar algo como blanco o negro, bueno o malo, alto o bajo, etc. Para Hegel, el error de Kant estriba en tomar los conceptos del entendimiento como adecuados en sí mismos para captar la realidad. Para Hegel, los conceptos tomados individualmente no son más que abstracciones de algo más complejo y dinámico. Podríamos ver los juicios kantianos como una serie de instantáneas fijas que se toman de un proceso fluido, de una realidad que deviene. En vez de quedarse con la rigidez conceptual del entendimiento, la razón para Hegel va más allá de cada concepto finito al generar, dialécticamente, su opuesto. Para Kant, este tipo de oposición es lo que expresa en su discusión del problema de las antinomias, pero para Hegel no es ningún problema. Un concepto (tesis) y su opuesto (antítesis), es el momento dialéctico de la razón, negativo en el sentido de que la oposición expresa una negación, pero esta relación (que para Kant es problemática) se resuelve en el tercer momento positivo del proceso cognitivo, el especulativo. Los dos conceptos no se oponen sino que son distintas expresiones de una unidad mayor. Como dice Hegel en la Enciclopedia: “Lo especulativo o racional-positivo aprehende la unidad de las determinaciones en su oposición, lo afirmativo que se contiene en la disolución de ellas y en su pasar”.
En resumidas cuentas, una metáfora mecanicista con conceptos rígidos es la que describe el razonamiento en Kant. En Hegel, lo orgánico es la metáfora indicada, los conceptos relacionándose entre sí de forma fluida en un proceso en el que la totalidad se revela de forma histórica.
Pero aún no llegamos ahí. Apenas empezamos el capítulo quinto que se llama “Certeza y verdad de la razón”. La conciencia, en tanto razón, tiene la certeza de ser toda la realidad, pero la verdad de su creencia aún no se ha demostrado. Hacerlo no se trata de una deducción o argumentación como en Kant, no es una tesis que se afirma, sino algo que tiene que manifestarse concretamente. Si sujeto y objeto están realmente unidos, tiene que demostrar esta unidad y hacer la idea del idealismo real en un encuentro con el mundo. En su Lecciones sobre la filosofía de la historia Hegel dice: “Cuando miramos al mundo racionalmente, el mundo nos devuelve una mirada racional”. Ésa es justa la actitud de la conciencia ahora, positiva y optimista. En el próximo vídeo, veremos la aventura que emprende y los contornos generales y los sucesivos giros de la dialéctica que nos acercan a la fascinante dimensión del espíritu y la meta final, lo absoluto.

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6 Comments

  1. Mario · 05/11/2019 Responder

    Hola Darin. Antes de comenzar con el video 13/18 contarte que volví a releer un viejo e inentendible libro de “Teoría del Conocimiento” que guardaba en mi biblioteca. Para mi sorpresa, encontré en las mismas páginas (que siempre fueron tan áridas) un mundo que ahora está lleno de intuiciones, revelaciones y pleno de sentido. Quiero decirte que estoy muy agradecido con vos Darin. Que el paso por “La Fonda” no ha sido inocuo para mí. Que, por el contrario, ha sido profundamente transformador. Más allá de Hegel, de Kierkegaard y de Schopenhauer, este encuentro contigo y tu maravillosa Fonda Filosófica me ha hecho crecer en lo personal. Gracias otra vez. Y viva la Filosofía!

  2. Mario · 07/11/2019 Responder

    El principal aprendizaje que saco de este video es que “Kant es el PENSAMIENTO FRAGMENTARIO” y que “Hegel es el PENSAMIENTO SISTÉMICO”. Kant sólo ve “objetos”, separados unos de otros, en tanto que Hegel es capaz de ver, además, “objetos trascendentes” que se distinguen de los anteriores porque trascienden la individualidad y expresan alguna forma de totalidad (Dios, la Naturaleza, Yo o la armonía de un acorde de Do Mayor en el piano). Creo que tenemos que darnos cuenta de que aunque nuestras vivencias interiores son un “contínuo-simultáneo” (muy hegeliano por cierto), su sistema de representación (las palabras) son un sistema “discontinuo-secuencial”, profundamente kantiano. Las palabras, en concordancia con Kant, están hechas para representar “objetos” separados unos de otros y que, como sistema de representación, fragmentan la realidad. No sé cómo se podrá resolver este conflicto entre Kant y Hegel que, ante todo, es un conflicto entre las palabras y la realidad. Por eso, Darin, amo la Poesía, que es el último intento de decir con palabras lo que no puede ser dicho con palabras

    Confío en Hegel, en su fascinante dimensión del Espíritu y en el logro de su meta final, el Absoluto. Hasta el próximo video

    .

    • Mario · 07/11/2019 Responder

      En el mundo de las organizaciones el pensamiento fragmentario (predominante) hace estragos. La PERSONA no se ve como una unidad razón-emoción sino como un recurso estrictamente racional destinado a producir resultados. El EQUIPO es reivindicado formalmente, pero, en el fondo, todos creen que la unidad fundamental es el individuo. Y la EMPRESA, como unidad, se pierde de vista en medio de gerencias que sólo disputan poder entre-sí

    • Mario · 07/11/2019 Responder

      Recuerdo Darin que en el video 1 dijiste que “La Fenomenología del Espíritu” también era una sinfonía, como la 9a de Beethoven. Más que una acertada metáfora tuya, cada vez me convenzo más de que la Música -y no las Palabras- es el sistema de representación más apropiado para comunicar la obra de Hegel. O, dicho de otro modo, que la Música no es otra cosa más que la voz del Absoluto

      • Darin · 07/11/2019 Responder

        Bonito comentario Mario. Aunque en sus lecciones sobre estética dice que de las formas artísticas la poesía es la más apta para revelar el carácter de lo absoluto, seguida por la música. Debí haber escogido un famoso poema en vez de una famosa sinf´onía! Jaja

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