Kierkegaard y el individuo, pt. 3/6

Hoy un análisis de la etapa de lo estético y el aburrimiento y la melancolía que provoca.

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Guión

Hace poco fui a los EEUU a visitar a mi familia. En el viaje vi muchos camiones de Walmart en las calles, y todos tenían la frase “Ahorra más, vive mejor”. Cada vez que lo veía, no podía evitar pensar en Kierkegaard. Es que andaba pensando en el guión para este vídeo y en esa lema veía el tema que le interesa a nuestro autor: cómo vivir. Esa frase “vivir mejor” implica dos cosas. Primero, que haya una gama de posibilidades de vida, unas mejor que otras y, dos, que el ser humano goza de la libertad de escoger entre esas diferentes vías. A diferencia de los animales, la naturaleza no le dicta al ser humano cómo vivir, sino que éste tiene que tomar sus propias decisiones de vida. Quiéralo o no, como dice Sartre en su famosa frase, el hombre está condenado a ser libre. Obviamente, Walmart quisiera ayudarte en la decisión. Para que gastes tu dinero en sus tiendas, propaga, junto con todo el sistema económico, la idea de que la adquisición de cosas es el camino a la felicidad, que el consumismo es la mejor forma de vivir.
A lo mejor lo sea. ¿Quién soy yo para decir que no? Si fuera una pregunta por la salud física y fuera yo un médico, tendría todo el derecho de opinar. Pero el tema no es ése; no es una cuestión objetiva, susceptible a examen científico, sino subjetiva porque se trata de la existencia de uno. Con cierto aire de superioridad, todos hemos criticado la vida de otros, pero el único que puede juzgar a uno de forma efectiva es uno mismo. Kierkegaard se dio cuenta de eso y por eso desarrolló su comunicación indirecta que tratamos en el primer vídeo. Lo que está en el fondo de la comunicación que Kierkegaard quiere hacerles a sus lectores es que el ser del ser humano no es algo simplemente dado, ni tampoco producto de un proceso natural, sino algo elegido y forjado. Para que uno se dé cuenta de esto y alcance ser un yo individual, hace falta no un adoctrinamiento, sino una educación.
Aunque no parezca, y a pesar del gran antagonismo que Kierkegaard guarda para Hegel, en el fondo la obra de los dos pretende algo muy parecido: la educación del hombre. Hegel usa la metáfora de un camino, y Kierkegaard la de etapas, pero en los dos el hombre empieza en una condición carente de espíritu, lejos de la plenitud de la que es capaz, y a través de un proceso alcanza o encarna ese espíritu. En sus respectivas obras, este proceso se manifiesta como una fenomenología, es decir, la presentación de una serie de perspectivas cuya relación entre sí constituye una serie de pasos que llega al final. Así que, los dos llevan a cabo, en efecto, una fenomenología del espíritu. La gran diferencia estriba en que en Hegel, este desarrollo o progresión es lógicamente necesario y es mediado por pasos conceptuales, mientras que en Kierkegaard la progresión es contingente, y en la medida en que uno progrese, se hace no epistémicamente, sino volitivamente, por medio de una elección libre – lo que veremos como el famoso salto. En Hegel, a lo largo del camino se va superando la distinción entre sujeto y objeto hasta llegar a la identidad entre los dos en el espíritu absoluto. Para Kierkegaard, semejante estado borra la concreta existencia del individuo, por lo que en su obra, en vez de ver la mediación y síntesis lógica de conceptos opuestos, como en Hegel, veremos el creciente proceso de distinguir sujeto y objeto. El espíritu, para Kierkegaard, no se pierde en la totalidad, sino que se resalta y cobra realidad en la medida en que logre relacionar de determinada y única manera los factores opuestos de su experiencia.
Como ya hemos comentado, para Kierkegaard hay tres formas básicas en las que uno puede existir, lo que llama las etapas de lo estético, lo ético y lo religioso. Las primeras dos las trata en su libro O lo uno o lo otro, y la etapa religiosa en Temor y temblor. O lo uno o lo otro está dividido en dos partes. La primera trata de la etapa de lo estético y su autor es un seudónimo cuyo nombre es simplemente la inicial A. La segunda parte trata de lo ético y es escrito por el seudónimo que se llama Judge William. Este último afirma algo que introduce bien la naturaleza de la vida estética. Dice: “lo estético en una persona es aquello mediante el cual es inmediatamente lo que es”. Hay dos términos aquí que tenemos que entender – lo estético y la inmediatez.
Al hablar de lo estético, pudiéramos pensar que Kierkegaard hace referencia a la actividad de artistas como músicos o pintores. En cierto sentido sí, pero realmente lo que tiene en mente se revela por la raíz griega de la palabra – aistesis – la cual significa sensación o percepción. Así que, si uno lleva su vida de forma estética, quiere decir que busca la satisfacción mediante el placer sensual. El segundo término, la inmediatez, lo podemos entender al pensar en cómo un animal o niño joven se relaciona con su entorno en la experiencia. Pues de forma directa e inmediata. No hay reflexión ni elección, sino una simple respuesta inmediata, casi automática, a estímulos en el entorno. Entonces, tenemos la inmediatez sensual. Una persona que vive de esta forma toma a sí mismo como algo simplemente dado consistente de un conjunto de deseos naturales que trata de satisfacer. Uno nace con ciertas inclinaciones, gustos y disposiciones y, dadas las circunstancias externas que le rodean, trata de satisfacer el mayor número de deseos posibles.
El nivel más bajo de placer, uno que Kierkegaard no trata mucho porque lo compartimos con los animales, es el placer corporal que se siente al comer, dormir, tomarse el sol, etc. Es muy fácil y común afectar al organismo biológico para producir placer. Esto es lo que Homero Simpson hace al comer donas. Pero más allá de esos placeres sencillos, el ser humano, a diferencia del animal, busca placer en otro ser humano, principalmente en su mirada, en saber que el otro lo desea o lo aprueba. Una buena parte de la conducta humana puede entenderse en este sentido. Imagínate todo lo que se gasta en cosméticos, en cirugía plástica, los gimnasios, las dietas de las que nos ponemos, la moda y el enorme esfuerzo de hacernos ricos de la manera que sea. La vida contemporánea sería irreconocible sin estos fenómenos, sin la extensa y casi universal actividad de conseguir estatus, de ser un objeto de envidia ante los demás.
Sin embargo, para Kierkegaard (bueno, para el seudónimo que lo escribe), este estilo de vida no se distingue de la que lleva Homero al comer sus donas. El placer que siente Homero depende de circunstancias externas contingentes, a saber, la disponibilidad de donas y la existencia de dinero en su bolsillo. Si mi estatus depende de mi apariencia, entonces depende de algo sobre el que tengo muy poco control. Tarde o temprano todos nos arrugamos y nos envejecemos. Si depende de mi dinero, a lo mejor me roben o algún altibajo del mercado me lo quite.
El punto es que la vida estética no requiere que uno ejerza su libertad, que reflexione y que tome una decisión sobre el bien para su vida. Pero ¿cómo puede Kierkegaard afirmar eso? ¿No elegimos todos los días al elegir ese plato en el restaurant en vez de aquél, al elegir estudiar esta carrera en vez de aquella, y en casarnos con esta persona y no con otra? No. Podría parecer que elegimos libremente pero en verdad lo que hacemos no es más que una expresión de inclinaciones instintivas, de gustos y disposiciones con los que nacimos que, junto con las normas y expectativas sociales, determina la forma que toma la vida de uno. Una buena parte de la vida consiste en la actividad de crear las circunstancias adecuadas para que haya una coincidencia entre nuestras inclinaciones y las condiciones externas sociales. Resumiendo, la vida llevada de forma estética es una determinada por factores biológicos y sociales que uno mismo no eligió y que en mayor parte no están bajo su control.
En este punto, vamos a hacer la siguiente pregunta: ¿Y qué? Imagínate alguien inmerso en esta inmediatez sensual – que lo pasa chupando cerveza, comiendo donas, ganando dinero, buscando estatus – y que dijera “No me interesa ser libre o auténtico, ya que el placer es el placer y me lo estoy pasando bien”. A lo que voy es que esta observación filosófica de la falta de libertad y elección no es necesariamente un motivo suficiente para el cambio. Pero hay otro fenómeno muy característico de la dimensión estética que sí lo es. Kierkegaard lo explica muy bien con el ejemplo de Don Juan.
Si de placer sensual se trata, nada mejor que las relaciones sexuales ¿no? Don Juan es para Kierkegaard “el genio erótico sensual”. Es famoso por no contentarse con una sola mujer, sino que pasa de una en otra. ¿Por qué? Porque el placer es sólo momentáneo, y si se repite con la misma persona, rápidamente deja de ser estimulante y uno llega a aburrirse. El aburrimiento es el gran enemigo de la vida estética. Para evitar el aburrimiento y la monotonía, hay que buscar una nueva pareja sexual, un nuevo destino para vacaciones, un nuevo plato para degustar. Aun cuando te encantara el chocolate, si tuvieras que comerlo todos los días, muy rápidamente perdería su encanto. Hasta una galleta salada sabría más rico en comparación.
Otro problema con este estilo de vida que se rige por la simple satisfacción del deseo es que la fuente de esa satisfacción es exterior a uno. Uno es un ser finito sujeto a una realidad externa que se desenvuelve con una necesidad fuera de su control. Su vida fluye en una serie de momentos, algunos placenteros, otros no, el conjunto teñido de una creciente monotonía que le hace desesperar. Si te das cuenta, esta descripción de la inmediatez de la vida estética conlleva algunos de los factores que figuran en la concepción del yo según la definición de Kierkegaard que vimos al final del último vídeo. Para recordar, el yo o el espíritu del ser humano consiste en una relación entre dos conjuntos de factores: finitud-infinitud, necesidad-posibilidad, tiempo-eternidad. En todo lo que hemos discutido hasta ahora sobre el ser humano en la dimensión estética, su ser no es todavía un yo, ni remotamente, sino simplemente un ego biológico caracterizado por los primeros términos en esta serie de binomios. Es decir, un ser finito, regido por la necesidad de una realidad externa la cual experimenta en una temporalidad lineal.
Volviendo a la cuestión del aburrimiento en el que acaba un Don Juan, una manera de salir de este callejón es a través de una especie de giro Copernicano, a saber, dejar la postura pasiva de determinación externa y asumir una postura más activa de determinación interna. Éste es un esteticismo no inmediato, sino lo que Kierkegaard llama reflexivo, lo cual se caracteriza por los factores del otro lado de los binomios, o sea, la infinitud, la posibilidad y la eternidad. Se trata de una forma de vida todavía estética, pero más sofisticada y refinada de lo que hemos visto hasta ahora.
Al igual que Homero Simpson, el esteta reflexivo vive en el mundo actual y puede que coma donas y que trate de vestirse bien al salir. Sin embargo, no se relaciona con el mundo de forma pasiva, es decir, su experiencia no está determinada por el estímulo (sea placentero o doloroso) de los objetos o sucesos que tienen lugar en el mundo, sino que activamente interpreta esos sucesos al recrearlos en su imaginación. No vive inmediatamente en medio de la actualidad, sino algo apartado de la misma en la idealidad de su imaginación. En ese entorno interior, su finitud no le limita sino que se abre una infinidad de posibilidades. Es como si el mundo se convirtiera en un teatro, sus sucesos desenvolviéndose en el escenario y el esteta reflexivo sentado en la oscuridad como un espectador, un espectador no sólo del mundo y sus sucesos, sino de su propia vida tal y como tiene lugar en él.
El inglés tiene un decir: “to wear your heart on your sleeve”, literalmente, “llevar tu corazón en la manga de tu camisa”. Si alguien hace eso significa que su corazón, o sea, sus intenciones y emociones, están a la vista, no se ocultan. Es sincero pues. En cambio, el esteta reflexivo sí oculta sus emociones; es mucho más difícil leer sus intenciones porque su disposición no es la sinceridad, sino la ironía.
Kierkegaard conocía muy bien la naturaleza de la ironía. Inspirado por el uso que Sócrates hacía de ella, lo trabajó en su tesis doctoral y luego lo incorporó en varias de sus obras como elemento de su comunicación indirecta, incluyendo ésta que estamos leyendo. Además de Sócrates, Kierkegaard de joven fue muy influido por los románticos, ese movimiento a finales del siglo XVIII que constituía, entre otras cosas, un rechazo al racionalismo de la Ilustración y sus normas sociales y políticas. Escritores como Schlegel, Novalis y Hölderlin se rebelaron contra la Ilustración no al sembrar revolución en las calles con la intención de cambiar al mundo (como Marx propondría tiempo después), sino al retirarse del mundo, retirarse en el sentido de no comprometerse con él.
Ésta es precisamente la postura irónica del esteta reflexivo del que habla Kierkegaard. Se aparta del flujo de la vida, se niega a comprometerse con los detalles de la cotidianidad humana, y disfruta su libertad interior. Considera los que viven de forma inmediata en ese mundo como pobres piezas de un engranaje que no controlan y no entienden. Por lo que, la actitud que proyectan es una de cierto desprecio condescendiente y de superioridad. Los autores románticos que mencioné son los rebeldes originales quienes tienen sus imitadores en toda facultad de filosofía. Ya sabes a quien me refiero, el chavo que lleva una boina, fuma un cigarro, y que enuncia epigramas irónicas que aparentan profundidad pero que realmente no dice nada.
Bueno, volviendo al texto, Kierkegaard dice que el esteta reflexivo se rige por “la regla universal de la relación entre recordar y olvidar”. Con esto, quiere decir que el esteta vive como cualquiera en la vida actual, pero que es capaz de olvidar un suceso tal y como se dio para recordarlo de forma imaginativa y producir infinidad de variaciones sobre el mismo. El seudónimo A da como ejemplo un conocido suyo que habla interminable y tediosamente sobre temas filosóficos que le aburren sobremanera. Sin embargo, se da cuenta que si se fija en las gotas de sudor que se acumulan en la punta de su nariz, que eso lo mantiene fascinado y quita el aburrimiento. Pero igual puede ser cualquier otro detalle. El secreto, dice, es la arbitrariedad. “Uno no disfruta el objeto inmediato, sino otra cosa que uno introduce de forma arbitraria. Uno ve una obra de teatro empezando a la mitad; uno lee la tercera sección de un libro”. De esta manera, el esteta no está pasivamente sujeto a un objeto externo por su placer, sino que activamente varía lo dado en infinidad de posibilidades. El goce aquí no es físico, de los sentidos, sino intelectual o reflexivo.
El mejor ejemplo de esto en el texto está en una sección que se llama “Diario de un seductor”. El seductor en cuestión se llama Johannes y es la versión reflexiva del Don Juan que vimos antes. Kierkegaard distingue entre los dos al decir que para Johannes “la cuestión no es cuantos seduce, sino cómo las seduce”. El objeto de la seducción es una mujer que se llama Cordelia. Donde alguien de la mentalidad de un Homero Simpson anotaría en su diario muchos detalles sobre el acto sexual, en el suyo Johannes no menciona el sexo en ningún momento. Como reza el refrán: “Lo que cuenta no es el destino, sino el viaje”, y para Johannes el viaje es la seducción de Cordelia, cosa que no es física sino psicológica. Para que sea interesante, decide seducirla de tal manera que ella quiera seducirle a él, de modo que en el momento en que los dos se rinden el uno al otro, todo parezca iniciativa de ella. Esto es algo mucho más difícil e interesante que conquistar el cuerpo del otro, es decir, hay que controlar y manipular no el cuerpo del otro sino su mente. Lo que el seductor ha creado es, como ya comentamos, un teatro; el placer que recibe proviene de la etérea dimensión de la imaginación como si su vida tuviera lugar en un escenario con él como espectador. Hay un película de 1988 que representa toda esta dinámica a la perfección. Se llama en inglés Dangerous Liaisons (creo que en español el título es Relaciones peligrosas), protagonizada por Glenn Close y John Malkovich. Buenísimos actores y buenísima película. Se la recomiendo sin reservas.
El esteta reflexivo no vive en la acualidad, sino en la idealidad de su imaginación. Desatado de todo compromiso y libre de la necesidad, Kierkegaard lo describe como profundamente infeliz. Dice que “no puede envejecerse, ya que nunca ha sido joven; y no puede volverse joven, porque ya es viejo. En un sentido de la palabra, no puede morir porque nunca ha vivido realmente; y en otro sentido, no puede vivir, porque ya está muerto”. Donde el esteta inmediato termina en el aburrimiento, el esteta reflexivo termina en la melancolía. Su melancolía consiste en su conciencia del sinsentido de su vida. Si se mueve en el éter de la pura posibilidad, entonces, como dice Kierkegaard, “cada vez más cosas se vuelven posibles, porque nada se vuelve actual. Al final, es como si todo fuera posible – pero es precisamente aquí donde el abismo ha tragado al yo […] la fantasmagoría [de posibilidades] mueve tan rápidamente que es como si todo fuera posible – y esto es precisamente el último momento, cuando el individuo mismo se convierte en un espejismo”. El esteta como individuo no es más que una sombra. Irónicamente, este colmo de la vida estética lleva a uno a lo anestésico, a la falta de placer y de hecho de cualquier percepción real. Se parece a la psicosis que provoca estar expuesto a un campo puramente blanco durante mucho tiempo. Dado que nada particular ahí se percibe, todo es posible, pero a la vez una vida humana resulta imposible. Aquí lo describe como una melancolía. En otro texto lo llama una enfermedad mortal. ¿Cuál es la cura? El salto a la dimensión de lo ético, que será el tema del próximo vídeo.

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18 Comments

  1. Carmen Socorro Ariza Olarte · 01/01/2019 Responder

    Uhm! interesante! Más cuando en el recuadro tengo un video de Noah Harari!! y ando ocupada con una de sus frases sobre aquello de que los seres humanos hemos dejado ser Ciudadanos y nos hemos convertido en simples consumidores!
    Gracias Darin, ayer te deje mis inquietudes en el link del ‘concurso’ pero tengo mis dudas de si lo hice bien o no?? Ojalá lo hayas recibido, fingers crossed?! y Feliz 2019 para ti y todos🥂👍🎊

  2. Federico · 01/01/2019 Responder

    Gracias, un placer escuchar tus interpretaciones. Si es que algún día hablas sobre Borges, creo sus textos clave son: El inmortal, El congreso, La biblioteca de Babel, El aleph, El informe de Brodie, El libro de arena y todos sus prólogos. Felicidades!

  3. Roberto Pedraza Valdez · 01/01/2019 Responder

    DOCTOR: MUY FELIZ Y PRÓSPERO AÑO 2019, Muchísimas gracias por sus videos y que vengan más, UN ABRAZO Y SALUDOS….. Si voy a participar en el sorteo ?, ya le envié mis datos.

  4. Carlos · 02/01/2019 Responder

    Soren Kierkegard vivió hace tiempo. ¿Cómo se asumiría hoy lo que dice si aquél mundo es ya lejano? Por ejemplo, el romanticismo tal como se lo pudo haber imaginado ha desaparecido. Tal parece también que el esteta, ni Don Juan trabajaran para ganarse la vida. ¿Cómo se diluye todo esto en el ser ocupado que somos?
    En este aspecto es el que creo que el trabajo de Darín debe profundizarse. Cuando Ulises se encuentra con la princesa Nausicaa que se baña con sus amigas núbiles y preciosas desnuda ante el mar, el héroe tiene años de no estar con mujer alguna y sin embargo Homero no menciona erección automática alguna. ¿Cómo es eso posible? Muy sencillo: Ulises nunca verá ante sus ojos mujer distinta de aquella a quien busca y le espera tejiendo en Itaca: Penélope. ¿Pero cómo es eso posible? Sencillamente, porque no lo es. Eso no descarta que haya viudos y viudas que nunca jamás tomarán parejas, pero no son quienes Soren dibuja: ni siquiera Kierkegaard le daría la talla a una fenomenología de ese calibre. El ser que nos propone aun es inalcanzable.
    Hasta ahora lo único observable y que se vislumbra peor es el hombre consumista. De allí que el consumismo siempre corra sus líneas: para intentar evitar el aburrimiento. Pero, el aburrimiento es también una mercancía o, si se quiere, un fetiche.

  5. Daniel · 03/01/2019 Responder

    No hablo ingles

  6. Laura · 09/01/2019 Responder

    Gracias por este y POR los muchos vídeos
    Casa día me acerco más a estar en alguna de sus clases
    FELIZ AÑO 2019

  7. Bruno Zanotto Tittarelli · 10/01/2019 Responder

    Estimado Darín, muchas gracias por tus vídeos. Son lo máximo! Te hago una pregunta, no termino de captar lo que sería un esteta reflexivo y la imagen que diste del teatro… Siento como que el que está en ese lugar la pasa peor que el puramente esteta sensorial ya que si bien éste sufre cuando se aburre por lo menos tuvo un tiempo de diversión. En cambio, el reflexivo permanece en los sentidos pero sin vivirlos, imaginandolos pero sin sentirlos, está como en un callejón sin salida porque está en un lugar en el que no lo lleva a ningún lado pero no obstante no puede salir de él. Es algo así?

    Otra pregunta, puede ser que Freud y el psicoanálisis permanezca en el estadio estético? Y el psicoanálisis lacaniano en el estético reflexivo? O es una idea muy disparatada?

    Como siempre muchas gracias. Bruno desde Argentina!

    • Darin · 10/01/2019 Responder

      Hola Bruno. Gracias por tu pregunta. La ventaja que lleva el esteta reflexivo sobre el primero es que puede evitar el aburrimiento mucho más fácil. La naturaleza de las redes sociales es un ejemplo de ello. En el entorno digital es mucho más fácil llevar varias relaciones, mentir, manipular y si algo sale mal o aburrido, pasar a otro. Claro, así la gente vive en una realidad virtual, no hay contacto humano, sin embargo está volviéndose normal. Obviamente, el internet no existía en los tiempos de Kierkegaard. En su contexto, pensaba que esta falta de contacto, de aterrizaje en el mundo real, llevaría a uno a una crisis. Sea en su época o en el nuestro, el paso al siguiente estadio no es automático. Uno puede seguir como esteta reflexivo sufriendo de forma silenciosa y desesperada. Si busca una solución, será en la siguiente etapa. En cuanto a Freud, pues no entiendo bien la conexión que haces. Sï, se me hace que te pasas un poco ahí, jaja, perdón. Saludos!

  8. Oscar Oubel · 04/02/2019 Responder

    Darin, otra vez muchas gracias. Sincronicidad, de lo que habla Jung. Estaba dándole vuelta a estos temas, no conocía ni de lejos el planteo y la obra de Kierkegaard. El tercer video me ha dejado con las cosas por la mitad, y como… esperando ansioso a la próxima temorada. Y gracias Bruno, más arriba, por las pregunta.

  9. Emilio Flores · 03/05/2020 Responder

    Hola Darin, como siempre, espectacular exposición de los capítulos y temas en general y yo sigo como el dasein, el que no soy todavía, ya que cada vez avanzo en la dirección que de alguna manera me he propuesto y en este sentido, considero que tus presentaciones han contribuído mucho. Un cordial saludo,

  10. Antonio Garrido · 26/03/2022 Responder

    Con ánimo de ayudar: los enlaces de “previo” y “siguiente” no funcionan bien en esta serie. Conduce a Hegel en vez de seguir con la serie de Kierkegaard. Por los demás magnífico como siempre, Darín.

    • Darin · 27/03/2022 Responder

      Gracias Antonio. He intentado corregir ese problem, pero no veo cómo. Gracias nuevamente.

  11. Mari · 14/08/2022 Responder

    Muchas gracias por lo que haces

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