A fuego lento: la virtud de la lentitud

Si tienes prisa, no veas este vídeo.

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Guión

Al salir de la vida académica hace ocho meses pensaba que dejaba atrás un entorno de trabajo medio pesado y hasta enfermizo, con la constante presión de ser cada vez más productivo y eficiente, la cual que me mantenía con altos niveles de estrés. En mayor parte sí lo dejé atrás y mi vida ahora es más placentera y mucho menos estresante. Sin embargo, me doy cuenta que con respecto a la Fonda Filosófica siento aún esa presión de ser productivo. Por ejemplo, si veo que han pasado tres semanas sin subir un nuevo vídeo, me entra un poco de pánico – no debo dejar pasar tanto tiempo. En el mundo de los podcast dicen que la regularidad es una regla fundamental que no puedes romper porque somos criaturas de hábito, de rutina. Si la gente sabe que X día de la semana X podcast saca un nuevo episodio, lo va a ver con más frecuencia, y de esta manera tu contenido tendrá más vistas. Y además, si haces episodios con estricta regularidad, tendrás más contenido y a la larga más vistas y en general mejores indicadores y estadísticas. Aun cuando no me preocupen mucho esos indicadores, creo que algo de esa cultura de productividad en la academia sigue ejerciendo una fuerza sobre mí. ¿Por qué el maestro no ha sacado un nuevo vídeo? Tiene más tiempo dado que ya no da clases en la universidad. ¿Qué le pasa? A lo mejor tú no haces esas preguntas, pero yo sí las oigo en mi mente. Y eso es lo que me interesa pensar y cuestionar en este vídeo, esa cultura de productividad y rapidez, y cómo su contrario, tomando las cosas lentamente, se ha demonizado. Quiero reivindicar aquí la virtud de la lentitud en el pensamiento, tal como en las últimas décadas, frente a la proliferación de la comida rápida como en McDonalds, ha surgido un movimiento a favor de la comida lenta.
El problema es que lo que quiero ver como una virtud, se toma en la actualidad y desde hace mucho tiempo, como un vicio. Si uno no es productivo, es flojo, es perezoso. La pereza, de hecho, es uno de los pecados capitales de la iglesia católica, aunque la verdad, la pereza que juzgamos hoy en día no se parece mucho a la que la iglesia condena. Hoy, ser flojo o perezoso se vincula con cuestionas económicas. Un flojo es un aprovechado o lo que aquí en México llaman ninis – los que ni trabajan ni estudian, vividores pues, sacando provecho o de sus padres o del Estado. Mi falta de productividad no tiene que ver con esa acepción; les aseguro que no me da flojera hacer estos vídeos de la Fonda.
En la iglesia, lo importante no es tanto lo económico como lo espiritual. Según Sto. Tomás de Aquino, la actitud apática de desgana que caracteriza la pereza tiene como consecuencia que uno descuida hacer buenas obras y por tanto descuida la voluntad de Dios. Yo francamente nunca he entendido bien por qué la pereza sea un pecado, pero si es por eso pues al menos se podría decir que si la pereza te impide hacer buena obras porque no haces nada, entonces al mismo tiempo te impide hacer malas obras. Hay un decir que viene de la tradición cristiana, no sé cómo se dice en español pero en inglés es “Idle hands are the workshop of the devil”. Sería algo así como el diablo se ocupa de manos ociosas, es decir, si uno no es activo, si no se pone a trabajar, el diablo ocupará sus manos para hacer obras malas. Ah, ahora recuerdo, en el español se dice: “La ociosidad es la madre de todos los vicios”.
La Real Academia Española define pereza como: “Negligencia, tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados”. En la primera acepción que vimos, tenemos una obligación para con nuestro patrón, nuestro maestro o alguna otra autoridad, e incumplimos esa obligación. En la segunda acepción, el patrón o autoridad es divino y el incumplimiento del deber constituye un pecado.
Pero hay otra acepción de ‘pereza’ que vemos en su raíz grecolatina; ‘pereza’ traduce la palabra latina ‘acedia’, la cual a su vez es una traducción de la palabra griega ‘akedos’. ‘Kedos’ significa preocupación o pena, de modo que akedos significa la ausencia de esas cosas. Es no tener cuidado como cuando se dice “Eso me tiene sin cuidado”.
Su equivalente en el latín, acedia, profundiza el concepto, incorporando otras características que brotaron de la experiencia de la incipiente tradición del monasticismo en los primeros siglos después de Cristo. La vida monástica, con las celdas, sus horarios, y la meditación, era una vida bastante solitaria, la cual provocaba cierta condición psicológica caracterizada por la apatía y la languidez. Es que su tiempo estaba ocupado por una actividad en mayor parte interior, la cual ejercía más la imaginación que la percepción. La percepción de objetos exteriores centra la atención, impidiendo que divague. Con la falta de semejantes objetos, la atención de los monjes podía variar mucho conduciendo a una sensación de estar perdido, sin rumbo o propósito, tal como describía ese término acedia. Es muy parecida de hecho a lo que miles de millones de personas en los últimos dos años han experimentado en la pandemia con sus confinamientos y cuarentenas, los encuentros físicos siendo sustituidos por encuentros digitales. El aburrimiento, la indiferencia y la ansiedad que hemos sentido refleja lo que sentían los antiguos monásticos. La palabra ‘acedia’ que dieron a esa experiencia es muy mal traducida por nuestra palabra ‘pereza’, al menos tal como la entendemos y la usamos hoy en día. El monje en su celda o la persona de hoy en día en el confinamiento pandémico no es simplemente flojo, sino que padece una condición con determinantes mucho más complejos. A lo mejor mi “pereza” se parezca a eso de la acedia en la medida en que mi vida fuera de la academia sea un tanto más monástica ahora que social.
Debo confesar que cuando empecé a considerar seriamente renunciar mi plaza universitaria, algo que me detenía en tomar la decisión fue la pregunta: “¿Si no estoy de lunes a viernes en la escuela todo el día, qué hago con mi tiempo?” ¿No voy a volverme loco? Pero luego llegó la pandemia y forzosamente todos estábamos encerrados durante mucho tiempo, aislados de los demás, y aunque fue un poco pesado, me di cuenta que no era para tanto, que de hecho era algo refrescante. Ahora, reflexionando sobre eso, veo que esa pregunta que me hacía refleja un miedo que todos tenemos, seamos académicos o no – el aburrimiento, o esa condición que los antiguos llamaban acedia. Aunque la acedia llegó a llamarse pereza por la iglesia, en términos culturales más amplios creo que llegó a llamarse la melancolía y hoy en día es lo que llamaríamos quizá la depresión. En todo caso, y a lo que voy, es que tenemos remedios para esa condición, llámase la acedia, la melancolía o la depresión. Para los casos duros, se trata de medicarse, las pastillas, pero para la inmensa mayoría el remedio es la distracción, la hiper estimulación, el entretenimiento. Si tu atención está constantemente ocupada por un estímulo exterior, es casi imposible que se desoriente en el nublado interior de la pisque.
Y de lo que me doy cuenta es que la propia vida académica puede fungir muy bien ese papel distractor. Quizá una forma de entender por qué uno opta por una vida monástica es por el refugio que ofrece lejos del alto volumen y estimulación de la vida normal. En ese silencio uno puede oír la voz de Dios. Antiguamente, la universidad ofrecía el mismo refugio a los que trataban de escuchar la voz de la razón. Sin embargo, por seguir hoy en día una lógica más económica que otra cosa, el pensamiento se distrae por el ruido de la burocracia y la ganancia y difícilmente logra apartarse del alboroto social. En parte fue por eso que dejé la academia.
Pero realmente debo decir que no he sentido lo que se ha descrito como la acedia. La verdad, mi experiencia va más con el sentido original en el griego – akedos, no tener preocupaciones, estar sin cuidado. A lo mejor sienta esa presión de sacar nuevos vídeos más rápidamente, de ser más productivo, porque es la estrategia que se emplea en la academia para remediar el problema del cuidado y la preocupación, a saber, la incesante actividad, el estímulo y la distracción. Irónicamente, es esa estimulación y distracción lo que, al menos en mi caso, genera el estrés y la preocupación, así que, para mí la mejor solución era simplemente dejar el entorno que lo premiaba.
Si la mascota para la academia es el conejo de indias corriendo en su rueda, la del pensamiento lento no podría ser otra que el propio perezoso. El perezoso es famoso por su lentitud. ¿Por qué se mueve con tan poca prisa? Tiene que ver con su dieta. El perezoso vive en los árboles y come las hojas, pero resulta que las hojas son poco nutritivas. Podría compensar esta situación al comer más hojas, consumiendo así más calorías con las que podría moverse más rápidamente, pero ésa no es la estrategia que emplea. En vez de comer más, hace menos. Reduce su metabolismo para que baste la energía que le dan las hojas. Es por eso que se mueve tan lentamente. Su flojera no refleja una condición moral sino una fisiológica.
La verdad, no creo que sería mala idea tomar al perezoso como modelo a seguir en la esfera intelectual. Veamos los puntos de comparación. El perezoso soy yo. Las hojas que come son las ideas que pienso. Su lentitud al moverse es mi lentitud al plasmar mis ideas en escritos o en vídeos de la Fonda. Siguiendo la metáfora, tendríamos que decir que las ideas, como las hojas, son poco nutritivas, y ahí pondrías quizá una objeción. Nuestra dieta no es tan monótona y homogénea como la del perezoso. Somos omnívoros, tenemos el fuego y la cocina, y además con procesos industriales podemos crear alimentos con las vitaminas, sabores y calorías que queramos. Pues es verdad, lo concedo; no hace falta que pase todo el día ocupado en la alimentación ya que en el supermercado veo que el cereal y otros productos están adicionados con vitaminas, los omega 6 y otras maravillas que en una sola porción me dan para una vida saludable. Bueno, eso es lo que prometen las grandes compañías alimenticias, pero sabemos que no es verdad. Los procesos industriales aíslan estos elementos y los recombinan pero de una forma engañosa que en mayor parte sólo produce calorías vacías.
Vemos lo mismo en el mundo de las ideas. Las ideas como tal, incluso las grandes ideas de un Kant o un Aristóteles, son, en su aislamiento, poco nutritivas. Para compensar esta situación, uno podría consumir o pensar muchas ideas tal como el perezoso come muchas hojas. Sólo tienes que abrir la llave del Internet y abrir la boca de tu mente. Sin embargo, uno no es inteligente simplemente porque pasan muchas ideas por la cabeza. No, las ideas como tal son poco nutritivas. Para que tengan sentido y fuerza, tienen que relacionarse con otras ideas de una forma significativa y coherente. Eso sin duda es lo que hace el académico. Bueno, mejor dicho, el universo de académicos. La ciencia, en su acepción más amplia, procede de acuerdo con las nociones de análisis y síntesis en Descartes. Hay que dividir un complejo objeto de estudio en cuantas partes sea posible, cada parte siendo más sencilla y manejable. Y luego, con cada parte analizada y entendida, volver a sintetizarlas o unirlas para entender el objeto original. Bueno, dado que el objeto de estudio de la ciencia es la totalidad de la realidad, hace falta obviamente una división de trabajo. Todas esas pequeñas partes se reparten entre no sé cuantos cientos de miles o millones de personas, cada persona, sea en el campo de la física, la biología, la historia o la filosofía, trabaja una sola pieza del gran rompecabezas y publica sus resultados en decenas de miles de revistas especializadas que publican millones de artículos al año. En efecto, muchas ideas, y bien organizadas, sólo que nadie sabe qué significan. Muchos especialistas pero ninguno capaz de ver la realidad que pintan. Es parecido al alimento industrial que sólo entrega calorías vacías. La investigación industrial entrega mucha información pero poco conocimiento.
El conejo de indias en su rueda va muy rápido, su metabolismo está a todo dar, pero como es patente para cualquiera que lo ve, la rueda no le lleva a ningún lugar. Yo, como el perezoso, prefiero llevarme las cosas más lentamente. No de forma industrial, sino con un toque artesanal. En la cocina, eso significa tomar el tiempo para elaborar lo que como. El resultado no es sólo más nutritivo que el producto industrial, sino que sabe mejor y hasta nutre el propio alma porque lo hice con mis manos. De hecho, yo diría que este último es tan importante como el valor biológico de la comida.
En cuanto a las ideas, iría incluso más lejos. Si la comida tiene valor nutritivo, biológico, diríamos que las ideas tienen valor epistémico o lógico. Tienen valor en la medida en que puedan articularse en proposiciones verdaderas, ¿no? Al menos en la filosofía, estaría tentado a decir que no. No conozco ninguna proposición, salvo las tautologías, sobre la que todo filósofo está de acuerdo. ¿Cual es su finalidad entonces? ¿De qué sirven las ideas para una disposición filosófica? Pueden emplearse de forma negativa y positiva. Negativamente, pueden señalar que la realidad que vivimos no tiene que ser así, que el sufrimiento que causa sobra y que puede pensarse y vivirse de otra forma. Su valor epistémico, entonces, estriba en evidenciar contradicciones que ponen a la vista otras posibilidades de vida y de experiencia. Ésta es su labor crítica.
Pero también las ideas tienen una labor espiritual la cual concibo en términos de la reflexión de Wittgenstein sobre los límites del lenguaje. En el Tractatus, dice que hay cosas que el lenguaje puede decir con sentido, a saber, las proposiciones de la ciencia natural que hacen referencia a estados empíricos de cosas. Por ejemplo, “está lloviendo” o “este perro es blanco”. Un uso del lenguaje, como el filosófico, que no hace referencia a semejantes estados empíricos sino que habla por ejemplo sobre la naturaleza de proposiciones lógicas o sobre lo que hace que un acto sea moralmente bueno, etc. – ese uso de lenguaje estrictamente no dice nada, sin embargo muestra algo sobre la naturaleza del mundo. Ésta es su reconocida distinción entre el decir y el mostrar y conduce a la famosa última proposición del Tractatus donde dice “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”.
A mi juicio, eso de callarse no significa que el filósofo quede mudo, como algunos lo han interpretado, sino que, al tiempo de emplear el lenguaje en su modo negativo y crítico como hace poco señalamos, que esté atento a su mensaje positivo, un mensaje que no se dice sino que se muestra. La captación de ese mensaje es lo que entiendo por sabiduría, y puede ser lo que intuía Sócrates al darse cuenta que sólo sabía que no sabía nada. No es producto necesariamente de pensar ideas muy abstractas o sublimes, sino que basta cualquier idea, cualquier cuestión, siempre y cuando se haga de forma detenida y con interés real. El punto al que quiero llegar es que esta verdad sobre el mundo que se muestra en nuestro lenguaje filosófico tiene que ser percibida o intuida por un individuo. No puede ser relatada por otro ni derivada por un algoritmo que analizara las conclusiones de todos los artículos publicados el año pasado. Este pensamiento industrial se desemboca en una proposición que vale para todos. Sin embargo, lo que nos hace sabios no es una proposición sino una práctica, y las prácticas no pueden ser otro que artesanales. Una práctica industrial no tiene sentido. En vez de prácticas, la industria, sea alimenticia o académica, pone en marcha procesos, los cuales garantizan la homogeneización y estandarización del producto. Lo que hace que la práctica sea artesanal es el hecho de que el producto no es una proposición, no es una idea final apartada de las demás, sino que es la propia actividad de pensar con todo y las dudas, conjeturas, pasos en falso, o sea, las decisiones e interpretaciones que hace un individuo de acuerdo con su propio juicio y no el de una autoridad, un libro de texto o alguna metodología.
Debo confesar que esto que estoy llamando artesanal es muy parecido a la noción de praxis en Aristóteles. Aristóteles divide el conocimiento de acuerdo con la naturaleza del objeto que se conoce. La división principal es entre objetos que se dan de forma necesaria y los que son contingentes. Al contemplar objetos como el circuito de los astros en la esfera celeste, objetos que son eternos y no cambian, en eso el pensamiento es teórico. Cuando el objeto se da de forma contingente, se trata de un conocimiento práctico. En este rubro hay dos fenómenos. Por un lado está el arte, o techne, donde un conocimiento práctico produce un objeto, como la cama o la mesa que hace el carpintero, que es distinto de la actividad de producirlo. Y luego está la sabiduría práctica, la cual tiene que ver con la vida humana, con vivirla, sea como individuo, como miembro de una familia o como miembro de un estado. Esta actividad práctica es lo que Aristóteles llama la praxis y es lo que se parece mucho a mi concepto de lo artesanal. Lo industrial puede aplicarse a la esfera del techne; es decir, un proceso mecanizado puede establecerse para la producción eficiente de mesas o camas. Sin embargo, la vida humana, incluyendo la actividad de pensar, no se produce sino que se vive. El ritmo que marca sus pasos es artesanal y, me atrevería a decir, lento. Las mejores cosas de la vida – la comida, el sexo, y el pensamiento – son mejor, como nos enseña el perezoso, a fuego lento.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

21 Comments

  1. Miguel korenko · 15/04/2022 Responder

    Estimado Darín
    Como siempre tus audios además d e ser pedagógicos invitan a una profunda reflexión sobre la cotidianeidad humana…..
    Muchas veces vivimos una existencia inautentica como decía Heidegger…pero sin darnos cuenta….
    Saludos
    Un gran abrazo
    Miguel
    Montevideo, Uruguay

  2. Laura Elena Sanchez Bonilla · 16/04/2022 Responder

    Maestro Darin
    Hola, andaba distraída, que bueno verlo de nuevo, Aquí siguiéndole, en esta forma virtual, debido a que ya no fue posible verle dando clases en universidad.
    Tenía preguntas provenientes de mi incertidumbre por querer saber su paradero.Pero según escuché en este video, aún continúa la fonda filosófica, sin prisas, pero siempre con un contenido interesante y de aprendizaje
    Ejemplo :hoy aprendí
    acedia.
    akēdía ‘negligencia’.
    1. Pereza, flojedad.
    2. Tristeza, angustia, amargura.
    Gracias
    Y Estoy ,lenta, y sin prisa. Así que esperare otro video mientras, re paso algunos anteriores
    Saludos

  3. Maria · 16/04/2022 Responder

    Estimado Darin,
    Soy una nueva comensal de tu fonda y he comenzado con un plato fuerte, la serie de videos en donde comentabas “El Ser y el Tiempo” de Heidegger. Como el tema central del libro se conecta con el que aquí desarrollas, me animo ha realizar un comentario que, de corazón, espero pueda marinar alguna idea de tu cocina.

    Miré cada video con una mezcla de interés, maravilla y agradecimiento. Al llegar al video decimocuarto estaba muy expectante, como quien está a punto de escuchar una gran verdad pero me encontré con esta inesperada idea “La posibilidad última, la de nuestra propia muerte, es a mi parecer, el meollo de todo el análisis de este libro”.

    Sin formación académica y muy humildemente anticipaba, intuía que como el Tiempo está en el Dasein, pasado, presente y futuro se fundían en ese “extasis del Tiempo” en donde el tiempo ya no cuenta, ni se cuenta. En el plano cotidiano sería como vivir cada día con la certeza de que éste será tu último día. Te imaginas como iluminaría cada pequeña cosa que haces en el día teniendo la certeza de que es la última vez que la realizas? En un plano ontológico, sería parecido al éxtasis que describen los místicos, a una experiencia en donde tiempo y espacio simplemente desaparecen, una experiencia trascendental, en donde la aperturidad del Dasein lo conecta a un plano sobrenatural, divino, un acto puro, en donde el Hombre simplemente es.

    Para ir cerrando, acuerdo totalmente cuando dices “Sin embargo, lo que nos hace sabios no es una proposición sino una práctica, y las prácticas no pueden ser otro que artesanales”. El vivir cada día como si fuera el último o el tener una experiencia de tipo mística necesita de una práctica diaria callada, humilde, silenciosa…

    Muchísimas gracias por nutrirnos tan generosamente en tu fonda filosófica!
    María

    • Darin · 16/04/2022 Responder

      Hola María. Qué bueno que te gustó esa serie sobre Heidegger. Sólo diría que Heidegger no estaba interesado en la experiencia psicológica del Dasein en sentido existencialista. Su preocupación no es existencialista sino ontológica. Eso del ser-para-la-muerte del Dasein es algo que ilumina, para Heidegger, la estructura del ser (ontológico) del Dasein, y con ese conocimiento puede proyectarse a entender el Ser como tal (cosa que no logra terminar en el texto El ser y el tiempo – lo hace en escritos posteriores). Gracias por tu comentario, te mando un abrazo!

  4. Joan · 16/04/2022 Responder

    Hola Darín,

    Me ha gustado mucho tu video y, como todo lo bueno, se hace esperar.

    En relación con la pereza decirte lo siguiente. La eficiencia, la búsqueda de la productividad y la necesidad de competir parecen conducirnos a la proscripción de la pereza. Sin embargo, sin pereza y sin las demás pasiones desordenadas no es posible vivir una vida plenamente humana. Quizás la tarea del hombre no consiste en ascender sino en aprender a convivir con unas pasiones que le hacen ser quien es. La pereza es una característica esencial de la naturaleza humana, y el deseo de superarla también. La pereza revela nuestras auténticas motivaciones, es un instrumento de discernimiento y puede ser la puerta al descanso y la vida contemplativa. La pereza, las ganas de no hacer nada, nos abren el espacio interior. Pero su verdadera función es la de vacunarnos contra una imagen idealizada de nosotros mismos, una imagen de la que se derivan un buen número de obligaciones ficticias que no aportan una mejora sustancial a nuestra vida.

    Por otro lado creo que la pereza es considerada uno de los peores pecados capitales por la iglesia católica , sino el peor, pues quién sucumbe a ella es incapaz de iniciar ninguna acción. Nada se puede hace si uno no logra superarla. Es por ello, que vencerla es una condición necesaria para que surja la acción, pero eso no es suficiente. El que la acción sea y devenga en buena o mala es algo que además depende de nuestro libre albedrío. Por tanto, no podemos argumentar que la pereza puede llegar a ser un garante que nos proteja de las malas acciones de la humanidad.

    Por último, el elogio del pensamiento lento lo comparto plenamente. Es decir, menos ideas, más lentitud y mayor profundidad de los razonamientos. Como se suele decir en italiano “piano piano si arriva lontano” que se traduciría por “poco a poco se llega lejos”. Lo importante no es tanto llegar a la meta del camino, sino avanzar bien por él. Y, seguramente, si vas solo, llegarás más rápido, pero bien acompañado llegarás más lejos. Cuánto más lento avances más rápido habrás ido, ya que, cuando te des cuenta, te encontrarás más lejos que los que caminan solos. La lentitud posibilita que todo se propague de otra manera, pues el pensamiento fluye por todos los rincones. La constancia dota al pensamiento de la potencia necesaria para horadar y superar todos los obstáculos. Si, algún día, logras avanzar desde la quietud es que ya has llegado al final y, contigo, toda la multitud que te acompaña. Será entonces que lo posible se ha hecho realidad. No habrá ni lentitud ni pereza. Tan sólo paz.

    Saludos,

    Joan

    • Darin · 17/04/2022 Responder

      Gracias por tu reflexión Joan 😊

    • Armando de Uña Flores · 20/04/2022 Responder

      Hola Darin, como siempre deliciosa e interesante tu disertación sobre la vida de productividad que nos impone el régimen del capital. Te agradezco de corazón tu tiempo, tus conocimientos y tus reflexiones. En realidad no quisiera ponerte a trabajar más, pero me gustaría tu opinión sobre algo que de repente lo siento muy humano, pero a veces también muy ambiguo: La Dignidad.
      Qué dice la filosofía al respecto? que se requiere para ser digno (a)? Los animales o incluso todos los seres vivos pueden y deben tener dignidad? (de paso te comento que mis hijas piden siempre por la vida digna de todos los seres vivos!). Cuál es tu opinión? Agradezco de antemano tu respuesta y si realizas un video al respecto sería encantador!!

      • Darin · 21/04/2022 Responder

        Hola Armando. Es buena pregunta la que haces. Pensaré hacer un vídeo al respecto. Un abrazo 😊

  5. Darío Olmo · 16/04/2022 Responder

    delicioso plato el de la Fonda de hoy. Gracias Darin por esta sencilla exqusitez.

  6. Juan · 18/04/2022 Responder

    En estos tiempos frenéticos, es realmente un bálsamo poder acceder a pensamientos como las que hoy nos acercas estimado Darin. Esto es una prueba más de que, como toda herramienta, la web es tan mala o tan buena como el uso que le des. Muchas gracias!!!

  7. Mario · 18/04/2022 Responder

    Darin comparto contigo y con el foro un hermoso tango argentino, “A fuego lento”, interpretado por Daniel Baremboim / https://www.youtube.com/watch?v=-g5tqHv-Ep8&t=36s

  8. Jorge Mingarro Bassols · 22/04/2022 Responder

    Querido darín, lindo lo que escuché. Empatizando, te cuento que llevo una vida filosóficamente monástica y cumpliendo los últimos años del ciclo vital, algo experiencia -no mucho para no exagerar- tengo al respecto. En este sentido, cómo ordenar el dia con las tareas del hogar y las horas de escritura (2 horas por la mañana) y de lectura (2 horas por la tarde). El tiempo para la mera distracción. Las horas de descanso. El ir al super. Etcétera. Entonces las ideas, los pensamientos vienen y maduran a su propio ritmo. Cada día trae una cosecha que siempre me sorprende. Siempre uno puede viajar y adentrarse como un turista sin tomar ningún avión. Una pequeña observación, propia o ajena, de pronto al considerarla se abre un panorama inesperado. Bueno, eso es lo que suele suceder a los ociosos…al contemplar las cosas más allá de los meros conceptos.

    Te cito dos frases: una de Homero, que dice “Los molinos de los Dioses muelen despacio”, (la cita es de Ortega.) Y otra dice: “Uno ve claro en sí mismo y sin embargo sueña” (y es de Gastón Bachelard). La acedia monástica era y es esa la lucha con uno mismo. Era semejante a luchar con la propia sombra. Por eso la recomendación era soportarla y no huir hacia adelante.

    “Tomó una caja de fósforos. Encendió la hornalla de gas. Abrió la canilla y llenó la pava con agua. La puso sobre el fuego. Espero unos diez minutos hasta que hirviera. De la alacena retiró una taza de porcelana. Buscó un saquito de té y lo puso en la taza. Luego la llenó con el agua hirviendo. Esperó que no estuviese tan caliente. El té dejaba ver una pequeña nube sobre sí. Lo probó y sorbo tras sorbo, sorbo tras sorbo, bebió la taza de té mientras contemplaba si se moverían las agujas del reloj…”
    (Del libro “Las múltiples demoras de todo”, de Desdémona Cleo, Buenos Aires, 1935 – Nota del editor: No figura su autor/a sino sólo ese seudónimo de quien lo escribiera)

    Te mando un afectuoso saludo

  9. Alminar · 27/04/2022 Responder

    Soy un romántico: obedezco a mis sueños. No es el último vídeo que posteas el que más me llama la atención. Me gusta el índice a mano izquierda para leer aquello a donde me conduzcan mis intereses del momento. Quiero decir que no espero un vídeo más. Ofreces un buen menú y hay platos exquisitos. Eres responsable de que haya vuelto a revisar a Leibniz. El productivo y el perezoso acaban del mismo modo, así que procastina cuanto quieras. Te voy a recomendar un cómic: “La Prórroga” de J. P. Gibrat. Conviene no imitar la actividad y voluntad de compromiso de nuestros padres: se envejece demasiado rápido.
    Un saludo y gracias por tu tarea.

  10. José · 01/05/2022 Responder

    Estimado Darin:

    desde Buenos Aires, entendemos que no tenés que seguir los criterios de productividad que rigen la sociedad contemporánea. Valoramos mucho cada uno de tus aportes.
    Saludos cordiales.

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