La ética de Spinoza, pt. 11/14

Hoy revisamos la naturaleza de la comunidad racional que form el ser humano libre y también lo que Spinoza dice sobre nuestro deber con respecto a los animales.

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Mucha gente entiende la ética en general como un sistema de reglas que te obligan a hacer lo que no quieres hacer. La ética de Spinoza es al revés. Todo lo que quieres hacer, todo lo que deseas, es bueno por definición. Recuerda que no deseamos algo porque es bueno sino que es bueno porque lo deseamos. Con este giro, todo el carácter oneroso de la ética, de portarse bien y todo eso, de golpe se desvanece. Simplemente hay que pasar por la vida deseando según tu gusto sin pensarle más, ¿no? Bueno, en cierto sentido sí, si no te importa vivir como esclavo. Un esclavo, por definición, está determinado por fuerzas ajenas. Para Spinoza, esas fuerzas son las cosas externas con las que uno interactúa: el colega en el trabajo, la taza de café, el tráfico en la calle. Aun cuando estas cosas no le determinan a uno al 100%, en todo caso la persona no puede considerarse autor de sus acciones. En el lenguaje de Spinoza, no es la causa adecuada de lo que hace. Recuerda que una causa es adecuada cuando el efecto que produce puede entenderse totalmente en términos de esa causa, o sea, de uno mismo.
Tomemos el ejemplo de tu colega. En una reunión, tu colega cuestiona el valor de un proyecto tuyo diciendo cosas que tú sabes que son falsas y afirma que los fondos disponibles deberían dedicarse a otro rubro de gastos que, de casualidad, le favorece a él. ¿Te suena familiar esto? Creo que a todos nos ha tocado una situación así, y también creo que todos hemos reaccionado de forma bastante apasionada, lo cual para Spinoza no es lo más inteligente. Vamos a analizar esta situación. Primero, ¿cuál es la emoción o afecto que tu colega produce en ti? El enojo, ¡obvio! Spinoza dice: “El esfuerzo por infligir mal a aquel a quien odiamos se llama enojo”. Recuerda que el odio no es más que “la tristeza, acompañada por la idea de una causa exterior”. En este caso, la causa exterior es tu colega. Entonces, el afecto básico aquí es la tristeza. El encuentro con el colega tiene el efecto de disminuir tu potencia de actuar, lo cual lo sientes como tristeza. De ahí se desprende el odio y luego el enojo, que es el deseo de infligir mal a quien odiamos. Y aquí volvemos al tema del deseo y lo que comentamos de andar por la vida deseando como queramos porque la ética de Spinoza no impone ni exige nada en cuanto a reglas. ¿Qué es lo que lo mayoría de nosotros desearíamos en esa situación? – infligir mal a nuestro colega. Entonces, te alzas la voz y vas por él, desmintiéndole con una contra-argumentación y con tus propias exageraciones. El enojo que te ha provocado es una pasión; estás envuelto en la pasión, controlado por ella, y tu actuación en la reunión, en vez de ser una acción es más bien una reacción, una reacción a fuerzas ajenas.
Bien, toda esta reacción tuya en la reunión es el efecto. ¿Y cuál es su causa? En parte tú, sin duda, pero en buena parte tu colega también. Para dar cuenta del efecto, de tu reacción, es necesario tener en cuenta la naturaleza de algo ajeno a ti, a saber, la naturaleza de tu colega. Para Spinoza, entonces, uno es la causa inadecuada de lo que hace, y en esa medida, en la medida en que es determinado por algo ajeno, es esclavo. Ahora, en el último vídeo comentamos que es imposible que uno no tenga interacción alguna con cosas externas. Vivimos en el mundo y forzosamente tenemos que interactuar con cosas. Sin embargo, es posible reducir muchísimo el efecto que las cosas del mundo tienen sobre nosotros. Veamos otra forma de tratar la situación con el colega. Escuchas su diatriba, pero no lo tomamos personalmente. Entiendes cómo es, entiendes su psicología y que ve todo como una amenaza y que trata de intimidar a los demás para que no le quiten las cosas que imagina son importantes para su bien estar. Tú sabes que tu proyecto y su valor no depende de su opinión, de lo que alucina con su imaginación. Respondes con calma, dejando en claro las razones que apoyan tu punto de vista, y sin responder las acusaciones de tu colega.
Ahora, éste es un efecto distinto al primero. Para dar cuenta de ello no hace falta acudir a la naturaleza de ninguna cosa ajena ya que tus acciones han sido resultado únicamente de tu conocimiento racional de las cosas y de las pasiones y las ideas inadecuadas que encierran. En este segundo caso, el deseo no es caprichoso, determinado por cosas externas, sino guiado por la razón. La ética de Spinoza no impone reglas, pero sí dice que hay una forma más inteligente y libre de desear. Esa forma es la virtud, y es lo que terminamos discutiendo la vez pasada, el vínculo entre la virtud y la razón.
Cerramos con la proposición 28 que dice que el conocimiento de Dios es la mayor bien de la mente – no el Dios de la religión sino el Dios que es simplemente la totalidad de la naturaleza. Una vida llevada por la razón obviamente implicaría conocimiento del mundo en el que uno vive. Entre mayor conocimiento, mayor virtud en el manejo de la vida. Sin embargo, hay que tener claro que el conocimiento al que se refiere no es empírico sino racional. Es decir, la manera en que uno adquiere ese conocimiento no es por medio de la experiencia, interactuando con objetos a través de experimentos, sino por medio de la razón, por inferencia lógica. Dado que el conocimiento racional es la clave para salir de la condición de esclavitud, y que va a estar en el centro de la discusión de aquí hasta el final del libro, convendría volver a revisar y a tener muy claro las tres vías del conocimiento. La tercera vía y la más excelsa es la intuición, la cual veremos en el libro cinco. De momento me interesan las primeras dos, la de la imaginación y la de la razón. El escolio de la proposición 29 del segundo libro las describe muy bien. Dice: “La mente no tiene ni de sí misma, ni de su cuerpo, ni de los cuerpos exteriores un conocimiento adecuado, sino sólo confuso y mutilado, cuantas veces percibe las cosas según el orden común de la naturaleza, esto es, siempre que es determinada a considerar esto o aquello de un modo externo, a saber, según la fortuita presentación de las cosas”. Lo que describe aquí es la vía de la imaginación. Su problema principal es que adquiere el conocimiento de un “modo externo”. Con eso quiere decir, por un lado, que estamos sujetos a la manera fortuita en que la naturaleza se nos presenta. Pero por otro lado, y más importante, es que el conocimiento o las ideas que produce surgen a partir de interacciones de nuestro cuerpo con cuerpos externos. Semejantes ideas son inadecuadas o parciales porque sus causas son mixtas, en parte el cuerpo de uno y en parte el cuerpo externo. Tomemos el ejemplo de conocer ese cuerpo que llamamos ‘perro’. Empezamos a adquirir conocimiento mediante la interacción de nuestro cuerpo con el del perro. Tras muchas interacciones de ese tipo, abstraemos el concepto universal ‘perro’ a partir de esos particulares. Sin embargo, nuestro concepto de ‘perro’ es inadecuado porque la manera en que ese cuerpo externo que ladra me afecta a mí y cómo te afecta a ti varía debido a los diferentes contextos y asociaciones que cada quien lleva al encuentro. Gracias a ello, mi definición de perro puede fijarse en ciertos elementos que tú no tomas en cuenta. Entre paréntesis, hay un libro muy interesante que en inglés se llama “Why Fish Don’t Exist” (Por qué los peces no existen). Entre muchas otras cosas, enseña cómo muchas criaturas que llamamos peces tienen más en común con los seres humanos que con otros peces. Vaya, ¿qué tipo de conocimiento es eso? El concepto o idea de ‘pez’ es claramente inadecuada.
Volvamos a la segunda parte de la cita de Spinoza. Después de hablar del modo externo de la imaginación, habla de un modo interno para la determinación del conocimiento, la vía de la razón. Dice que cuando: “[la mente] es determinada de un modo interno —a saber, en virtud de la consideración de muchas cosas a la vez— a entender sus concordancias, diferencias y oposiciones, pues siempre que está internamente dispuesta, de ese modo o de otro, entonces considera las cosas clara y distintamente”. El conocimiento que se genera aquí no es empírico sino racional; se trata de lo que Spinoza llama “nociones comunes”. Si consideramos muchas cosas a la vez – nuestro cuerpo, el perro, el libro, la mesa – entendemos que todos concuerdan en ser cosas extendidas – todas tienen extensión que se encuentra o en movimiento o en descanso. Es importante entender que este conocimiento racional no proviene de la relación causal que tengo con el libro, por ejemplo, sino del simple hecho que soy un cuerpo, siendo la extensión una de las características esenciales de la corporalidad.
La proposición 40 de la segunda parte dice: “Todas las ideas que se siguen en la mente de ideas que en ella son adecuadas, son también adecuadas”. La noción común de la extensión es una idea adecuada, por lo que, según Spinoza, aquellas ideas que pueden derivarse de ella también serían adecuadas. Se trata de cosas muy generales como los principios de la geometría, las leyes del movimiento y el descanso, el hecho de que las cosas extendidas tienen cierto tamaño, que son divisibles, entre otras cosas. Volviendo a la cita, si las cosas que uno considera en conjunto se limitaran sólo a otros modos como libros o rocas, el conocimiento racional que tendría sería muy general, las leyes generales de la física por ejemplo. ¿Por qué? Porque lo que el modo que somos nosotros y el modo que es una roca tienen en común es muy limitado y general, sólo la extensión y el pensamiento. Sin embargo, si uno considerara sí mismo junto con modos más cercanos a su forma de ser, como plantas, animales y otros seres humanos, el conocimiento racional se ampliaría bastante.
Había dicho que la vez pasada terminamos con la proposición 28 que dice que el conocimiento de Dios es la mayor bien de la mente. Ahora sabemos que significa eso – no el Dios de la religión, sino el Dios que no es más la totalidad de la naturaleza. Y no un conocimiento empírico/científico, sino un conocimiento racional, como acabamos de comentar. Una vida llevada por la razón es la clave para salir de la condición de esclavitud. Si el conocimiento racional que uno tiene son las nociones comunes de las que uno se da cuenta al considerar muchas cosas a la vez, entonces está claro que por muy egoísta que sea la ética de Spinoza, uno no puede vivir de forma solipsista. Mínimo, necesita de otras cosas para ampliar su conocimiento racional.
Y esto es lo que nos lleva a la proposición 29 de la cuarta parte. Dice: “Una cosa singular cualquiera, cuya naturaleza sea completamente distinta de la nuestra, no puede favorecer ni reprimir nuestra potencia de obrar; y, en términos absolutos, ninguna cosa puede ser para nosotros buena o mala si no tiene algo común con nosotros”. Aquí vemos el meollo de la ética de Spinoza – aumentar nuestra potencia de obrar – de eso se trata todo. Si algo disminuye esa potencia, es malo para nosotros, y si lo aumenta es bueno. Lo interesante es que dice que algo cuya naturaleza fuera completamente distinta a la nuestra no podría sernos ni bueno ni malo. Para que algo fuera completamente distinto de nosotros, tendría que tener atributos distintos, o sea, no ser ni extendidos ni pensantes. Pero como acabamos de ver en nuestra discusión de las nociones comunes, todo modo en el mundo de nuestra experiencia tiene algo en común con nosotros, a saber, la extensión y el pensamiento, y en ese sentido cualquier cosa es relevante para nuestra vida, o sea, todo sirve para ampliar nuestro conocimiento racional. En la medida en que algo concuerda con nuestra naturaleza, es bueno para nosotros, y entre más su naturaleza concuerda con la nuestra, más útil y mejor es para nosotros. La naturaleza de las rocas y los libros concuerda muy poco, sólo de forma muy general, con nuestra naturaleza. Las plantas, por ser orgánicos, más, y los animales incluso más, pero no hay nada como otro ser humano para concordar con la naturaleza de uno. En esa cita sobre las nociones comunes Spinoza dice que surgen al considerar muchas cosas a la vez y sus puntos de concordancia y diferencia. Con lo que hemos dicho hasta ahora, mejor que esas cosas sean otros seres humanos. Como dice en el corolario de la proposición 35: “Un hombre actúa absolutamente en virtud de las leyes de su naturaleza cuando vive bajo la guía de la razón, y sólo en esa medida concuerda siempre necesariamente con la naturaleza de otro hombre; por consiguiente, nada hay entre las cosas singulares que sea más útil al hombre que un hombre”.
Así que, aun cuando la motivación básica del hombre libre es egoísta, su vida no es solitaria sino llevada en una comunidad de otras personas racionales. Es difícil no ver esta relación con otros como instrumental, utilitario. Spinoza mismo lo dice en la cita. Sin embargo, si no fuera más que eso, no habría una comunidad sino simplemente un agregado de individuos atómicos. Una comunidad es algo más, es más que la suma de sus partes, y la razón reside en cómo Spinoza entiende lo que constituye un individuo, algo que vimos en la segunda parte de La ética. Ahí dijo que los elementos que componen un individuo guardan entre sí cierta proporción de movimiento y descanso. La proporción entre los tejidos y músculos del cuerpo humano es distinta de la que se da entre las piezas metálicas y de goma de una bicicleta. Tú y la bici son dos individuos distintos. Sin embargo, es posible que uno comunique su movimiento al otro. Durante el tiempo que uno sube a una bici y la maneja, constituyen los dos un solo individuo. Exactamente la misma dinámica se da en la comunidad. Y como una persona montada de bici tiene mayor potencia de obrar, el individuo que con otros crea una comunidad también obra con mayor potencia.
Spinoza reconoce que esto es un ideal difícil de lograr. Dice: “Sucede raramente que los hombres vivan según la guía de la razón, pues sus vidas discurren de manera que la mayoría son envidiosos y se ocasionan daño unos a otros”. La gente es pesada cuando se guía no por la razón sino por las pasiones, como tu colega en la reunión que imagina que es lo mejor e insiste que otros vivan de acuerdo con esa idea que, siendo producto de sus pasiones, es parcial y sesgada. En el escolio de la proposición 37 Spinoza distingue claramente entre la persona virtuosa y fuerte y la persona viciosa o débil: “La diferencia entre la verdadera virtud y la impotencia [consiste en esto, que] la verdadera virtud no es otra cosa que vivir según la guía de la razón, y la impotencia consiste solamente en el hecho de que el hombre se deja llevar por las cosas exteriores, y resulta determinado por ellas a hacer lo que la ordinaria disposición de esas cosas exteriores exige, pero no lo que exige su propia naturaleza”.
La proposición 37 es bastante extensa, tiene dos escolios muy largos. A continuación en el primer escolio Spinoza habla de nuestro deber con los animales. Los animales, como nosotros y cualquier modo finito, son llevados en la vida por el conatus, por el esfuerzo por perseverar en el ser. La relación depredador-presa que vemos en la naturaleza refleja eso. Y siendo el humano parte de la naturaleza, forma parte de la cadena alimenticia, por lo que tiene tanto derecho de matar a un animal como cualquier otro. Spinoza no niega que los animales sientan, pero sí niega “que esa consideración nos impida mirar por nuestra utilidad, [por lo que podemos] usar de ellos como nos apetezca y tratarlos según más nos convenga”.
Así que, matar animales para comer su carne sería totalmente lícito. En definitiva, Spinoza no habría sido vegano. Sin embargo, hay que prestar atención a esa palabra “convenir”. A lo mejor nos conviene comer carne porque es una excelente fuente de proteína, nos da fuerza, y sabe rico. Sin embargo, estamos cada vez más conscientes del impacto nocivo de la ganadería industrial sobre nuestra salud y el medio ambiente – y eso patentemente no nos conviene. La cría intensiva de animales les causa mucho sufrimiento, pero un spinozista estaría en contra de ello no por el dolor y sufrimiento que les causa sino por la desventaja que nos representa para nosotros humanos. Podemos usar los animales como nos apetezca, dice, siempre y cuando no nos perjudique y sea para nuestro beneficio.
¿Pero qué tal la pelea de gallos y la corrida de toros? Mucha gente se divierte viendo estos espectáculos y aun cuando causan mucho dolor a los animales involucrados, al parecer no perjudican realmente el medio ambiente y el entorno humano como hace la ganadería industrial. En su reconocida biografía de Spinoza, Steven Nadler comenta que a Spinoza le gustaba coleccionar arañas y ponerlas a luchar entre sí, o echar moscas en las telarañas creando así “batallas” las cuales le entretenían tanto que le provocaban mucha risa. ¡La verdad me sacó de onda leer ese detalle! Nos deja ver en la persona de Spinoza cierto toque de crueldad que, aun cuando no se compare quizá con el sufrimiento que se inflige a los toros en la corrida, constituye sin embargo una mancha, al menos para mí, en la vida ejemplar, loable y admirable de Spinoza, una vida que muchos de su época describían casi como la de un santo. A lo mejor exagero algo que muchos verían como una diversión inocente. Sin embargo, algo del carácter negativo de la personalidad de Spinoza que revela el cuento sobre las arañas, se manifiesta en algo que dice en la proposición 37. Empieza su discusión de los animales haciendo referencia a una ley que prohibe matar a los animales. Dice: “Es evidente que leyes como la que prohibiera matar a los animales estarían fundadas más en una vana superstición, y en una mujeril misericordia, que en la sana razón”.
En esta cita, pareciera que Spinoza distingue al afecto, como la misericordia, de la razón, subordinando aquél a éste, tal como hizo Platón. Pero no es así. Para él, la razón también es afectiva. Sin embargo, sí hace esa distinción platónica dentro de los propios afectos. Algunos son las pasiones, antes los cuales somos pasivos ya que sus condiciones son externas; las pasiones dan paso a ideas inadecuadas y por tanto a la esclavitud y, como vemos en la cita, Spinoza las asocia con la mujer. La otra clase de afectos son las acciones las cuales, al provenir de la propia esencia interna del hombre, dan paso a ideas adecuadas, a la libertad y la autonomía. Son afectos masculinos. Por feo que nos caiga esa frase “mujeril misericordia” (bueno, a mi me cae mal), Spinoza es totalmente consistente con su planteamiento.
Sin embargo, no puedo evitar pensar en Nietzsche, el filósofo que encontraba en Spinoza un hermano espiritual. El 2 de enero de 1889, Nietzsche estuvo en Italia, en la ciudad de Turin. Vio a un hombre que con un látigo violentamente golpeaba un caballo que rehusaba moverse. Nietzsche corrió al caballo, abrazándolo por el cuello en un intento de defenderlo de los golpes. Empezó a llorar sobremanera y luego colapsó en la calle. Su casero vino por él y a las dos semanas ya lo habían internado en una clínica psiquiátrica en Basilea. Nietzsche nunca se recuperaría de la condición mental en la que se había caído. Once años después moriría.
La reacción de Nietzsche al sufrimiento del caballo fue, sin duda, una mujeril misericordia. No dudo que Spinoza habría considerado la escena con una razón más sana y masculina. Me pregunto si la golpiza que recibió el caballo le hubiera entretenido como las batallas entre arañas que arreglaba. Los médicos dicen que la locura de Nietzsche se debe a una sífilis no tratada. Otros que se debe a haber renunciado a Dios. A lo mejor fue la golpiza misma, la violencia que inflige una razón inmune al sufrimiento ajeno.
Spinoza fue uno de los más grandes e importantes filósofos de todos los tiempos. Pero no por eso dejó de ser humano, quizá, en algunos momentos, demasiado humano.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

6 Comments

  1. Mario · 28/03/2022 Responder

    ¡Excelente video! Contarte que estoy esperando con muchísima expectativa lo que Spinoza tenga para decirnos sobre la INTUICIÓN, la 3ra y más excelsa vía del conocimiento ¡Gracias por alimentar nuestra pasión por el conocimiento, Darin! Sos un maestro. Abrazo

  2. Miguel · 28/03/2022 Responder

    Gracias por compartir Darin

  3. Emilio Flores · 30/03/2022 Responder

    Hola Darín, como siempre muy pendiente de tus vídeos y más atento aún a tus exposiciones. Seguimos avanzando en la ética de Spinoza, felicitaciones y gracias por el trabajo que estás desarrollando..

  4. Enrique Reina · 13/04/2022 Responder

    Gracias Darín. Estaba esperando este video y me ha gustado mucho. Eres un maestro. Ya me he situado a la espera del siguiente.

  5. Atari · 28/04/2022 Responder

    Creo que te refieres al escolio primero de la prop. 4.37. La proposición dice: “Atque haec illa sunt quae in scholio propositionis 18 hujus partis demonstrare promisi, ex quibus apparet legem illam de non mactandis brutis magis vana superstitione et muliebri misericordia quam sana ratione fundatam esse.” Pero “vana superstición” se opone a “sana razón”. La misericordia de las mujeres es un plus que no tiene contraposición en la sana razón. No tiene un significado peyorativo. El orden de la naturaleza es el que es (aquí se come de todo 24 horas al día) y cada cual juega su papel en ese engranaje. Te recuerdo el enunciado de 4.37: “Bonum quod unusquisque qui sectatur virtutem, sibi appetit, reliquis hominibus etiam cupiet et eo magis quo majorem Dei habuerit cognitionem”. El bien que apetezcas para ti lo desearás para los demás seres humanos. Peña es quien tradujo el genitivo “muliebri misericordia” como “mujeril misericordia” en vez de “misericordia de las mujeres” o “misericordia femenina”. La expresión es de Peña, no de Spinoza. No viene a exaltar la violencia gratuita en contra de los animales (por ejemplo, las corridas de toros), sino a constatar lo que acontece en la naturaleza (a los impalas les va poco bien en la sabana) y que dentro de la ordenación que impone la naturaleza violenta animal los seres humanos tenemos la condición de tener más poder que el resto de las especies, nos valemos de ellas y en eso somos como las demás.

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