La ética de Spinoza, pt. 10/14

Hoy empezamos la cuarta parte de La ética, introduciendo el tema con la película Matrix y luego viendo con detalle cómo los afectos pasivos generan la servidumbre y las características de la virtud que marcan un camino para salir de ella.

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Acabo de ver la nueva película de Matrix, “Matrix Resurrecciones” se llama. Espero que hayas visto la famosa trilogía que hicieron hace como 20 años, o si no al menos la primera. Es que son una maravilla – por un lado muy entretenidas y por el otro, especialmente para un comensal de la Fonda, muy filosóficas. Encontrarás reflejada en ellas la idea del simulacro de Baudrillard, la caverna de Platón, el genio maligno de Descartes, filosofías de Oriente como el budismo, y las ideas de la explotación y la ideología de Marx, entre otras. Notablemente ausente es Spinoza – hasta ahora. En la nueva película, el tema de los afectos es central. El mundo de la Matrix, si no sabes, es un escenario post-apocalíptico en el que las máquinas han tomado control. Las máquinas extraen la energía que necesitan para operar de los cuerpos de lo seres humanos, los cuales los mantienen dóciles al enchufarlos en una gran computadora, en una simulación que se llama la matrix. Éste es el contexto. El drama empieza con algunos dándose cuenta de lo que está pasando, que su realidad es sólo una simulación. Logran desconectarse de la matrix y luchan para vencer a las máquinas y liberar a la humanidad.
El drama de Matrix es el drama de muchos sistemas filosóficos, un drama que podríamos llamar epistémico. El filósofo dice: No, lo que piensas que es la realidad no lo es, sino que es esto. Platón fue el primer gran filósofo del desenmascaramiento. El poder que tiene el personaje de Morfeo en Matrix es el mismo que tiene el filósofo – conoce la verdad. La verdad te hará libre. Ése es el tenor de la famosa trilogía que se hizo hace 20 años. Pues mucho ha sucedido en esos años. El internet se ha desarrollado mucho, las redes sociales, el fenómeno Trump, y la noción de la posverdad. ¿Cómo es el mundo, cuales son las fuerzas que nos manipulan, qué necesito saber para liberarme? Estas interrogantes ya no tienen mucho sentido. La gente ya no se preocupa por la verdad sino por su tribu y por la concepción de realidad que le convenga.
Éste es el tema filosófico de la nueva película de Matrix que acaba de salir. En una maravillosa escena, el personaje del Analista, el creador de la actual iteración de la matrix, está hablando con el héroe, Neo, burlándose de la idea de que al desenchufar a un humano de la matrix y mostrarle la realidad, mostrarle las condiciones de su esclavitud, que eso basta para que luche para liberarse de ellas. Dice que al creador de la versión anterior de la matrix le encantaba la precisión. “Su Matrix” dice “fue puros hechos y ecuaciones. Odiaba la mente humana, así que nunca se dio cuenta de que a ustedes les valen los hechos. Lo que vale es la ficción; el único mundo que importa es aquél que está aquí adentro. Y ustedes creen cosas locas. ¿Por qué? ¿Qué es lo que valida y hace que sus ficciones sean reales? Sentimientos”. O sea, en términos de Spinoza, los afectos. Más adelante dice: “Lo interesante sobre los sentimientos es que son mucho más fáciles de controlar que los hechos. Y lo mejor es que hay cero resistencia. La gente permanece en sus capullos enchufados a la matrix y están más felices que cochinos en su lodo”.
En resumidas cuentas, como dice Spinoza en el Tratado teológico-político: “Los hombres luchan por su esclavitud como si fuera su salvación”. Y la razón de ello es que sus vidas son regidas por los afectos. Por cierto, en la misma conversación con Neo el Analista dice que al nivel del código, o sea de la programación de la matrix, “la esperanza y la desesperanza son casi idénticos”. Es como si el guionista de la película sacara esa afirmación directamente de La ética de Spinoza, sólo que en vez del nivel del código o de la programación, se trataría del nivel conceptual. Si te interesa ver las definiciones, están en el escolio de la proposición 18 de la tercera parte.
Menciono todo esto de la Matrix para que vean que Spinoza sí es relevante. En la medida en que estas películas, y especialmente la última que salió, reflejen nuestra realidad socio-política, entonces lo que dice Spinoza sobre los afectos es sumamente importante para comprender el mundo en que vivimos y para hacer frente con las fuerzas que nos dominan. Así que, tomemos todo esto como preludio a nuestra lectura de la cuarta parte del libro que se llama “De la servidumbre humana, o de la fuerza de los afectos”.
En el prefacio, Spinoza va directamente al grano. Dice: “Llamo «servidumbre» a la impotencia humana para moderar y reprimir sus afectos, pues el hombre sometido a los afectos no es independiente, sino que está bajo la jurisdicción de la fortuna, cuyo poder sobre él llega hasta tal punto que a menudo se siente obligado, aun viendo lo que es mejor para él, a hacer lo que es peor”.
Hay varias cosas interesantes aquí. Consideremos primero el término “servidumbre”, esa condición de la que Spinoza espera liberarnos. Dice que consiste en la impotencia de uno de controlar sus afectos. Esa palabra “impotencia” es importante porque indica tanto la causa de nuestra servidumbre, no poder controlar los afectos, como la condición de la misma, o sea, lo que experimentamos como esclavos. Recuerda que los afectos o las emociones son una transición, sea por arriba o por abajo, en la potencia del cuerpo, en su poder de actuar. De esta manera, ser esclavo significa sufrir una transición hacia abajo, hacia menor potencia, lo cual se manifiesta emocionalmente como tristeza, como vimos la vez pasada. Pero ojo, esos afectos que uno es incapaz de moderar, las pasiones, también indican a veces transiciones hacia arriba, hacia mayor potencia, lo cual se manifiesta como alegría. Al parecer, la servidumbre también es una condición de alegría, lo cual experimentamos cuando tenemos sexo o comemos chocolate. ¿Por qué uno quisiera liberarse de eso? En la primera película de Matrix, entre los que se han desenchufado de la matrix y que están luchando contra las máquinas para liberar a los demás humanos, entre ellos hay un traidor. Contacta a los que controlan la matrix para decirles que les entrega los líderes de la resistencia y en cambio pide que al volver a ser enchufados los rebeldes a la matrix que a él le toque un vida de puro placer, que hagan la programación de modo que experimente cosas que le den siempre alegría.
Bueno, eso es un caso extremo, sin embargo, para la mayoría de nosotros en el mundo real eso es el ideal. Andamos como locos en la vida tratando de asegurar las cosas para que experimentemos pura alegría. Para Spinoza, eso es imposible, por dos razones. Primero, para asegurar las condiciones de una vida alegre necesitamos conocimiento de sus causas, sin embargo, nuestro conocimiento de esas condiciones es inadecuada, y eso porque está basado en la imaginación, en lo que imaginamos nos trae alegría o tristeza. Como vimos la vez pasada, la imaginación está condicionada por muchos factores aleatorios – experiencias previas, asociaciones, casualidades que, en su conjunto, nos da una idea confusa y muy sesgada del mundo que nos rodea y cómo contribuye al impulso básico, el conatus, de perseverar en el ser.
Y segundo, aun cuando pudiéramos conseguir esas condiciones, a fin de cuentas están fuera de nuestro control. Como Spinoza dice en la cita, al estar sometido a los afectos no somos independientes sino que estamos bajo la jurisdicción de la fortuna. Me gusta esa palabra jurisdicción – dictar la ley. ¿Quién o qué dicta la ley de nuestra vida? Si eres un esclavo a los afectos, la dicta la fortuna. No dudo que un lector de la época de Spinoza, al ver la palabra “fortuna”, habría pensado de inmediato en la diosa de los romanos – Fortuna. Habrás oído hablar de la Rueda de la Fortuna, representación muy habitual de la diosa en el época medieval. Está sentada dando vueltas a una rueda en la que varias personas están colocadas. Un día estás por arriba en la rueda, pura alegría, y el día siguiente hasta abajo en la tristeza. Este cambio en tu fortuna se debe a un cambio en condiciones externas que no controlas.
En cuentas resumidas, la condición de servidumbre es una condición de dependencia, de estar sujeto a los factores que determinan tu vida en vez de controlarlos tú mismo. Esta sujeción llega a tal punto, como dice Spinoza al final de la cita, “que a menudo se siente obligado, aun viendo lo que es mejor para [uno], a hacer lo que es peor”. Los antiguos griegos llamaban este curioso fenómeno akrasia, o sea, la falta de control sobre sí mismo, lo cual expresa su condición de servidumbre.
Pues Spinoza escribe La ética para mostrarnos un camino que nos libere de esta servidumbre, que nos lleve a una condición de libertad. Sería pasar de la dependencia a ser independiente, a ser uno mismo el que dicta la ley de su vida, lo cual no es otra cosa que ser autónomo. Ahora, no es fácil que un esclavo se vuelva autónomo porque los afectos ejercen un poder muy fuerte; hacen que el esclavo vea las cosas de forma errónea y sesgada. Para salir de esta situación necesita ayuda, necesita saber a donde va, cual es el destino. En el prefacio, Spinoza dice que convendría tener a la vista “una idea de hombre que sea como un modelo ideal de la naturaleza humana”.
Sin embargo, hay un fuerte problema con esto, lo cual Spinoza plenamente reconoce. Si te acuerdas, en la tercera parte, dijo que no deseamos algo porque lo juzgamos bueno sino que lo juzgamos bueno porque lo deseamos. Comentamos en su momento que eso relativiza el bien, lo vuelve subjetivo, cosa que vuelve a recalcar aquí en el prefacio que estamos leyendo. Aquí dice que el bien y el mal no indican nada positivo en las cosas consideradas en sí mismas . Es decir, no son objetivos, sino juicios subjetivos de acuerdo con los deseos y afectos de cada quien. ¿Por qué constituye esto un problema? Porque estamos leyendo un libro que se llama La ética, lo cual implica que en alguna medida tiene que haber una consideración de juicios de bien y de mal. Hablar de pasar de la servidumbre a la libertad implica ese juicio normativo, que uno es mejor que el otro. Entonces ¿cómo cuadra la relativización del bien del mal con la necesidad de una referencia normativa que requiere su discurso de liberación? En el prefacio, admite que hay que conservar los términos de bien y de mal en su acepción normativa. Pero los define de una forma específica. Dice: “Así, pues, entenderé en adelante por «bueno» aquello que sabemos con certeza ser un medio para acercarnos cada vez más al modelo ideal de naturaleza humana que nos proponemos. Y por «malo», en cambio, entenderé aquello que sabemos ciertamente nos impide referirnos a dicho modelo”.
La palabra clave aquí es “certeza”, la cual cambia de forma importante la primera formulación del bien que vimos en la tercera parte. Como vimos hace poco, ahí dijo que lo que hace que algo sea bueno es el hecho de que lo deseamos. Es decir, interactuamos con algún objeto, digamos una droga, y sentimos la emoción de alegría, la cual es una indicación de un aumento en la potencia del cuerpo de actuar. Con base en esa emoción juzgamos el objeto como bueno. Sin embargo, ese juicio se hace no con la razón sino con la imaginación, con base en cómo hemos asociado ciertas imágenes con ciertos afectos. Para Spinoza, semejantes juicios son inadecuados porque surgen de la experiencia, la cual es aleatoria y circunstancial y conduce, las mas de las veces, a creencias erróneas. Nos equivocamos sobre esa droga la cual, en general y a la larga, no es buena para nosotros sino mala. En cambio, si lo juzgamos no con la imaginación, o sea, no de acuerdo con cómo afecta a nuestro cuerpo, sino con la razón, entonces nuestro conocimiento al respecto será adecuado y certero.
Hasta ahora en nuestro análisis hemos hablado mucho de las pasiones. Surgen en función de nuestra interacción con cosas en el mundo. Esas cosas, mezcladas con nuestras opiniones, asociaciones, y historia particular, o sea, mezcladas con imágenes, son la causa inadecuada de lo que experimentamos. Pero además de las pasiones hay otro tipo de afecto, las acciones, las cuales son una función no de la percepción imaginaria de las cosas sino de su percepción racional. Cuando la emoción que sentimos procede de nuestra comprensión racional de las cosas, su causa, o sea nosotros, es adecuada. La esperanza de Spinoza es que seamos en la medida posible la causa adecuada de lo que nos sucede en la vida.
Digo en la medida posible porque el camino hacia ese punto es bastante difícil. La cuarta parte del libro consta de un solo axioma, lo cual dice: “En la naturaleza no se da ninguna cosa singular sin que se dé otra más potente y más fuerte. Dada una cosa cualquiera, se da otra más potente por la que aquélla puede ser destruida”. Por muy racional que uno se vuelva, el lugar que habita no es el topos uranos platónico, ese mundo inteligible y perfecto de las Ideas, sino el único mundo que hay, la Naturaleza, la cual está llena de infinitos modos cada uno con su propio conatus tratando de perseverar en su ser. ¿Te acuerdas de eso que dijo Spinoza de que el hombre no es un imperio dentro de otro imperio? Eso lo expresa en la proposición 4 donde dice: “Es imposible que el hombre no sea una parte de la naturaleza, y que no pueda sufrir otros cambios que los inteligibles en virtud de su sola naturaleza, y de los cuales sea causa adecuada”. Este último, ser causa adecuada de nuestra vida, es la meta, pero tiene sus límites ya que no podemos extraernos del entramado de causas externas en medio del cual vivimos.
Si uno sabe algo de Spinoza, si sabe por ejemplo que la servidumbre consiste en el poder que las pasiones tienen sobre nosotros, sería fácil pensar que el remedio que propone consistiría en aumentar nuestro conocimiento racional para corregir lo que meramente imaginamos por medio de los afectos. O sea, la lucha por liberarnos de la servidumbre podría verse como una lucha entre el conocimiento y las emociones, los ganadores pareciéndose a algún lógico barbudo decimonónico. No es así. La lucha no es epistémica sino afectiva. En la proposición 7 nos dice: “Un afecto no puede ser reprimido ni suprimido sino por medio de otro afecto contrario, y más fuerte que el que ha de ser reprimido”. Nos da un ejemplo interesante con la percepción del sol. En el escolio de la proposición 1 dice: “Cuando contemplamos el Sol, imaginamos que dista de nosotros aproximadamente doscientos pies, en lo que nos equivocamos mientras ignoramos su verdadera distancia; ahora bien, conocida esa distancia, desaparece el error, ciertamente, pero no aquella imaginación”. Aquí vemos que el conocimiento no suprime el afecto, es decir, saber la verdadera distancia del sol no cambia el hecho de que nos afecta de tal manera que parece estar a sólo 200 pies de nosotros. Este afecto podría suprimirse únicamente, como nos dice Spinoza, con un afecto contrario y más fuerte, que en este caso de la percepción del sol podría darse sólo si se cambiara nuestro modo de percepción fisiológica.
Quizá otro ejemplo lo ilustre mejor. Una persona que fuma sabe que, a la larga, fumar es nocivo para la salud. Sin embargo, ese conocimiento no es suficiente para suprimir o superar el poder del afecto, es decir, el placer o alegría que produce el fumar. Sócrates famosamente decía que el conocimiento es la virtud, que el conocimiento de que algo sea bueno para nosotros basta para que lo hagamos. Como la experiencia de cualquiera que quiere dejar de fumar o que trata de seguir una dieta para bajar de peso te puede decir, eso que dice Sócrates es patentemente falso. Lo que hace falta es, como dice Spinoza, un afecto contrario de mayor fuerza. Imagínate que el fumador tiene una hija, una niña de 5 años de edad, que llora y está muy triste porque piensa que su padre va a morir por fumar. El fumar le causa placer pero la tristeza de su hija le provoca una tristeza de mayor intensidad que el placer del cigarro, la cual logra suprimir el placer del cigarro, permitiéndole dejar de fumar. O imagínate que el fumador, especialmente si es joven, sabe que algún día el fumar va a tener sus consecuencias, pero estando tan lejos en el tiempo no es suficiente para suprimir el afecto placentero de fumar. Pero luego llega el coronavirus y lee que muchos de los que se infectan y se mueren, mueren por paro respiratorio porque afecta a los pulmones. Este afecto genera tristeza que se manifiesta en la emoción del miedo la cual puede ser suficiente para suprimir el afecto alegre que le da fumar, así conduciéndole a dejarlo.
¿Pero por qué este miedo de morir sí basta y no el otro miedo normal de morir algún día? Precisamente porque es más cercano en el tiempo. En esta confrontación de los afectos entre sí, lo que determina que uno podrá suprimir al otro no es simplemente la naturaleza del objeto que lo produce sino, como hemos visto, las imágenes que vinculamos o asociamos con ese objeto dependiendo de nuestra historia personal. Pero ahora vemos que hay otros factores que inciden en la fuerza de un afecto y su efecto sobre nosotros que es lo que analiza entre las proposiciones 9 y la 17. Un objeto presente y actual provocará un afecto más intenso que uno imaginado; uno más proximo en el tiempo (como en nuestro ejemplo del fumador) será más fuerte que uno temporalmente más lejano; y uno considerado necesario provocará afectos más intensos y por tanto más poderosos que otros que son considerados contingentes o meramente posibles. Esto es lo que explica, por ejemplo, la poca seriedad con la que el público general ha tomado el cambio climático. Es visto como algo lejano en el tiempo, y más contingente que necesario. No sé si conozcas el fenómeno de los sesgos cognitivos. En 2002, Daniel Kahneman ganó el Premio Nobel Conmemorativo de Economía por su trabajo que cuestionó la suposición de la racionalidad humana que prevalece en la teoría económica moderna. La mayor parte del tiempo, dice él, nuestro razonamiento sobre el mundo está dirigido por sesgos y heurísticas engañosos ¡precisamente como los que Spinoza analiza en estas proposiciones hace unos 350 años!
Para terminar este sección de proposiciones quiero volver a ese fenómeno de akrasia que comentamos al principio, esa condición de debilidad donde uno “se siente obligado, aun viendo lo que es mejor para él, a hacer lo que es peor”. Para Sócrates, ese fenómeno no tiene sentido porque él entiende la virtud en términos epistémicos. Si sabes lo mejor, lo harás. Otros han reconocido que es un fenómeno real y han tratado de explicarlo pero sin mucho éxito. La explicación de Spinoza, como ya hemos visto, es sencilla. La lucha no es epistémica sino afectiva. Muchas veces sabemos lo mejor, sin embargo, el afecto que produce ese conocimiento es menos potente que el afecto que la vía peor produce. Y dado que nuestro deseo básico, el conatus, busca aumentar el poder de actuar del cuerpo, y dado que sentir alegría indica un aumento en ese poder, entonces optamos por la vía peor.
Bueno, así es cómo explica el fenómeno, pero lo que queremos saber es cómo lo resuelve. ¿Cómo podemos dejar de ser débiles a ser fuertes, a optar por aquello que realmente es bueno para nosotros. La respuesta de Sócrates, la virtud como conocimiento, es insuficiente, como vimos. ¿Cuál es la respuesta de Spinoza? ¿Qué concepto de virtud tiene él?
En el escolio de la proposición 18 dice que la virtud consiste en actuar según las leyes de la propia naturaleza. En la tercera parte, vimos que la naturaleza o esencia de cualquier cosa es el conatus, el esfuerzo por perseverar en el ser. Lo que quiere decir aquí con la virtud es que los que más éxito tienen en perseverar en el ser son los que actúan según las leyes de su propia naturaleza, mientras que los que no, actúan según la naturaleza de cosas exteriores. Lo dice muy bien en el primer escolio de la proposición 37. Dice: “La verdadera virtud no es otra cosa que vivir según la guía de la razón, y la impotencia consiste solamente en el hecho de que el hombre se deja llevar por las cosas exteriores, y resulta determinado por ellas a hacer lo que la ordinaria disposición de esas cosas exteriores exige, pero no lo que exige su propia naturaleza, considerada en sí sola”.
Nosotros solemos oponer a la virtud el vicio, pero aquí Spinoza no utiliza ese término “vicio” sino él de “impotencia”, lo cual indica claramente que la virtud es la potencia, el poder de actuar. Ese deseo básico, el conatus, que es nuestra esencia, exige, dice Spinoza que “cada cual se ame a sí mismo, busque su utilidad propia —lo que realmente le sea útil—, apetezca todo aquello que conduce realmente al hombre a una perfección mayor, y, en términos absolutos, que cada cual se esfuerce cuanto está en su mano por conservar su ser”. Quien no hace esto es débil, impotente, en una palabra – es un esclavo. Como ejemplo de esta esclavitud Spinoza señala, de forma muy notable y llamativa, el tema del suicidio. Dice que: “los que se suicidan son de ánimo impotente, y están completamente derrotados por causas exteriores contrarias a su naturaleza”.
Quisiera comparar esa afirmación con las palabras con las que Albert Camus inicia su famoso ensayo El mito de Sísifo. Dice Camus: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. Sería muy difícil encontrar una postura filosófica más opuesta a la de Spinoza como ésta que expresa Camus. Son dos puntos los que los distinguen. Primero, Camus plantea la pregunta por el suicidio como fundamental. Resolviéndola permite que pasemos a todo otro tipo de tema filosófico como “si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, etc”, como dice a continuación en su ensayo. Para Spinoza, esta pregunta no sólo no es fundamental sino que no tiene siquiera coherencia como pregunta. Lo que es fundamental, lo que toda reflexión implica, es la infinita substancia, la cual existe en acto, es decir, como pura potencia que actualiza constantemente su propia existencia. Nosotros como modos de la substancia participamos en esa potencia. Es lo que Spinoza describe con su concepto de conatus. Si nuestra esencia, el conatus, es una chispa de la potencia divina, un esfuerzo por perseverar en el ser, entonces empezar preguntando si hay que seguir siendo simplemente le hubiera resultado incoherente a Spinoza.
Esto nos lleva a la segunda diferencia. Camus plantea el suicidio como producto de un juicio, un razonamiento, y por tanto como un acto de auto-determinación. Para Spinoza, no es una auto-determinación, sino una determinación por fuerzas ajenas. Cualquier suicidio es literalmente triste porque la persona que lo hace no actúa a partir de su esencia sino que se sucumbe a las pasiones, a afectos tristes. Recuerda que la tristeza en tanto emoción no es más que una indicación de que el poder de actuar del cuerpo se ha disminuido. En algunos casos se disminuye hasta tal punto que la pasividad es total y el esfuerzo por perseverar cesa.
Por un lado leemos que la persona virtuosa es quien ama a sí misma y que busca su propia ventaja de acuerdo con el impulso del conatus, tratando de conservar y perfeccionar su ser. Y luego leemos eso sobre el que se suicida, que es de ánimo impotente, completamente derrotado por causas exteriores. Imagino al espinozista mirando hacia atrás, viendo esa persona caerse y sucumbirse en la gran carrera de ratas que es la vida y diciendo a sí mismo “Ni modo, es su culpa, yo tengo que pensar en mi bien, en mi potencia”. O sea, sería algo fácil ver esta ética de Spinoza como medio cruel e insensible, cada quien por su cuenta, sálvase quien pueda. Sin duda, su ética es egoísta debido a su doctrina del conatus, pero no en el sentido individualista, cínica y utilitaria que caracteriza nuestra actualidad. Si la persona virtuosa aumentara su potencia mediante el uso de la imaginación y los afectos pasivos, a lo mejor así sería, pero si fuera así no sería libre sino esclavizado. Más bien, emplea la razón. De la proposición 19 a la 28 habla de este vínculo entre la virtud y la razón terminando con la afirmación de que la mayor virtud de la mente es conocer a Dios, no el Dios judeocristiano sino la Naturaleza, es decir, tener la mayor comprensión posible de la realidad. Este énfasis en la razón es lo que lleva a su ética más allá de un mero egoismo individualista hacia un escenario más comunitaria. En la proposición 18 dice que si uno se une con otra cosa en el mundo que tenga su naturaleza, o sea, otra persona, entonces su potencia se duplica. Lo que estas dos personas tienen en común no son sus numerosos y variados afectos pasivos, sino la razón. “Nada es más útil al hombre que el hombre”, dice Spinoza. “De donde se sigue que los hombres que se gobiernan por la razón, es decir, los hombres que buscan su utilidad bajo la guía de la razón, no apetecen para sí nada que no deseen para los demás hombres”. En pocas palabras, una persona virtuosa, al buscar por la razón su propio bien, busca el bien de todos.
En el próximo vídeo, veremos com más detalle esta comunidad racional que aquí señala, su relación con el estado político, y otros detalles como el deber que tenemos con los animales, la responsabilidad moral, y al final una visión redondeada de la vida de lo que Spinoza llama homo liber, el hombre libre.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

8 Comments

  1. Ana Alarcón Quesada · 07/03/2022 Responder

    ¡Excelente exposición ¡
    Muy interesante escuchar esta charla.
    Gracias

  2. Emilio Flores · 07/03/2022 Responder

    Hola Darin, como siempre estoy atento a tus trabajos, este en especial me ha parecido extraordinario en cuanto me ha permitido seguir distinguiendo categorías y conceptos como la virtud en Sócrates que parece fungir como una condición necesaria más no suficiente y la virtud en Spinoza que aporta además de la oposición entre virtud e impotencia, un método psicológico para poder contribuir a salir del estado de esclavitud al de la libertad al proponer buscar un afecto no sólo contrario sino mayor en cuanto a pasión. Felicitaciones y un afectuoso y cordial saludo

  3. Mario · 08/03/2022 Responder

    Hola Darin!. Contarte que los “counselors” hacen una distinción entre la “empatía” (la habilidad de entender lo que el otro siente más allá de lo que dice) y la “identificación” (contagiarse el sentimiento del otro y perder la objetividad que debería mantener el que pretende analizar).Y me pasa que por momentos no sé si estás tan identificado con Spinoza que llegas a perder parte de tu opinión crítica. Aunque fuera así, tu aporte a la difusión del pensamiento filosófico es extraordinaria. Adelante!

    • Mario · 08/03/2022 Responder

      … a veces no sé si el que habla es Darin o Spinoza

    • Darin · 08/03/2022 Responder

      Hola Mario. No hay ningún filósofo con el que estoy totalmente de acuerdo. Si procediera en mis vídeos criticando cada paso y argumento de un filósofo, ustedes tendrían una buena idea de mis opiniones y prejuicios, pero no tan buena idea de Spinoza o Hegel o quien sea. Prefireo “identificarme” con el autor y exponer sus ideas como si ocupara mis zapatos ya que de esa manera el vidente al menos tendrá una buena idea de lo que quiso decir. Es muy fácil criticar pero muy difícil proponer y crear. Creo que es mucho más valioso que uno sepa bien que es lo que propuso Spinoza que saber mi opinión al respecto. Una vez con cierta base de información que consigue en mi vídeo uno puede encontrar libros o artículos donde la gente critica a un autor dado, y así podrá formar su propia opinión. Uno filosofa cuando ejerce la razón crítica cuenta por cuenta propia. Prefiero perjudicar al vidente con las ideas erróneas de Spinoza que con las mías.

  4. Isaías Espinosa · 12/03/2022 Responder

    Estimado Darín:
    A través de tus extraordinarios videos sobre la ética de Spinoza he refrendado mi convicción de la enorme importancia que tiene el ejercicio del libre pensamiento para “pasar de la servidumbre a la libertad”.
    Ojalá, en lo futuro, pudieras abordar el tema de los libres pensadores y su desempeño en nuestra sociedad actual.

  5. Alberto · 16/03/2022 Responder

    Darin, eres un genio. A veces me sorprende cómo se puede divulgar con tanta amabilidad, rigor y talento. Como profesor y divulgador, te tengo una envidia sana, aunque después de escuchar y leer a Spinoza, no estoy seguro ya si la palabra “envidia” la estoy utilizando bien. Tan solo sé que el pensamiento de Spinoza me hace sentir bien.
    Cada semana estoy pendiente de si nos haces una nueva entrega. me recuerda a una época cuando había que esperar una semana para ver la siguiente entrega de una serie. Qué sensación tan buena!
    Enhorabuena y gracias por hacernos disfrutar!!

    • Darin · 16/03/2022 Responder

      Hola Alberto. Gracias por tus lindas palabras. Yo también recuerdo esa época cuando hacía un vídeo cada semana. El problema es que he llegado al límite de mi competencia. Tardo más con los vídeos sobre Spinoza por ejemplo porque no lo conozco tan bien como otros autores. Estoy leyendo y estudiando mucho para poder hacerlos, lo cual es muy gratificante para mí porque estoy aprendiendo y consolidando mi conocimiento, aunque a lo mejor no tan gratificante para los comensales de la Fonda porque quisieran que salieran con mayor rapidez. La envidia que deberías tener de mí no es que sepa yo muchas cosas sino que tenga la libertad y el tiempo para estudiar con calma estas cosas sin presiones ajenas (¡como la vida académica!). Gracias nuevamente por tu comentario, te amndo un fuerte abrazo!

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