El héroe del pensamiento

Antes que los teóricos había los “teoros”, amantes de los espectáculos, que participaban en la práctica cultural de “teoría”. Hoy, esa fascinante historia y cómo Platón transformó esa práctica en la actividad intelectual que conocemos hoy en día.

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Guión

En 1988 salió en la televisión un documental que influiría mucho en mi formación en filosofía. Bueno, era más bien una serie de entrevistas que hizo el periodista Bill Moyers al famoso mitólogo Joseph Campbell. La serie se llama El poder del mito y en ella Campbell nos introduce al maravilloso mundo de los mitos y cómo su lectura desde la filosofía, el arte y la psicología nos permite detectar en la enorme diversidad de los cuentos experiencias humanas comunes. Uno de los patrones que estudió con mucho detalle es lo que llama el periplo del héroe. En su famoso libro, El héroe de las mil caras, describe este periplo de la siguiente manera: “El héroe se lanza a la aventura desde su mundo cotidiano a regiones de maravillas sobrenaturales; el héroe tropieza con fuerzas fabulosas y acaba obteniendo una victoria decisiva; el héroe regresa de esta misteriosa aventura con el poder de otorgar favores a sus semejantes”. Básicamente, alguna llamada o alguna necesidad le obliga al héroe a partir de su mundo conocido y luego pronto se encuentra en un mundo desconocido donde tiene una experiencia transformadora que, al terminar la aventura, la permite beneficiar o enriquecer a su mundo cotidiano. Esto lo vemos, por ejemplo, en el mito de Prometeo que roba fuego a los dioses para beneficiar a la humanidad; Moises que sube la montaña y baja con las tablas para poner orden al pueblo judío; y la historia de Jesús y Buda; incluso el héroe de Star Wars, Luke Skywalker – vive en la oscuridad en un planeta perdido en la galaxia cuando se topa con un par de robóts que le envuelven en una aventura donde le toca literalmente salvar a la galaxia. El director, George Lucas, fue muy influido por el trabajo de Campbell, y de hecho las entrevistas que vi en ese programa de la tele se llevaron a cabo en el rancho de Lucas.
Lo que me llamó la atención escuchando a Campbell y leyendo sus libros es el vínculo que dejó ver entre la mitología y la filosofía, que los mitos expresan de forma holística y vital que cualquiera puede experimentar el mismo tema que muchos filósofos han tratado de forma más teórica o abstracta. Aunque entender los mitos filosóficamente es placentero, tiene su propio atractivo, ¡no es lo mismo que ser el protagonista en una aventura! No sé, es como leer la reseña de una película sin verla, o sólo leer el menú en vez de comer. O sea, conocer el mapa no es lo mismo que recorrer el territorio. En fin, me resignaba a no salvar a la galaxia y a contentarme con las pequeñas aventuras que proporciona el mundo de las ideas.
Sin embargo, hay un vínculo entre la filosofía, en tanto una disciplina teórica, y ese periplo del héroe que acabamos de comentar. Desde que empecé mis estudios filosóficos sabía que el término “teoría” tiene sus raíces en el verbo griego “teorein” que en términos generales significa mirar. El término “thea” significa “una vista” y ahí tenemos la palabra “teatro”. Sentados en el teatro están los espectadores que han venido a ver lo que sucede ahí. “Espectador” viene del latín. Su equivalente en el griego antiguo es “teoros” y con este último término empieza una historia muy interesante cuyos detalles aprendí en el libro Spectacles of Truth in Classical Greek Philosophy.
En los libros V, VI, y VII de La república, Platón desarrolla el concepto propiamente filosófico de “teoría” culminando con el filósofo saliendo de la caverna a contemplar las Ideas. Lo que describe ahí no salió de la nada, sino de una práctica sociocultural muy común en Grecia Antigua. Pero previo al teórico, había el teoros. El teoros era una persona que emprendía un viaje fuera de su ciudad a visitar un sitio lejano con la finalidad de presenciar algún evento o espectáculo, participando a veces en ritos, y luego volviendo a casa, a la localidad que habitaba, para compartir lo que había visto y aprendido. Podemos distinguir entre dos tipos de teoros, uno que iba por cuenta propia, con fines personales, y los que iban en representación de su comunidad, como una especie de embajador. Y había diferentes tipos de sitios a que iba: santuarios religiosos, el templo de un oráculo, y festividades como los juegos olímpicos. Aunque en casi todos los casos había un elemento religioso importante.
Durante más de 20 años, di la asignatura de filosofía política y empezábamos el curso leyendo el primer libro de La república de Platón. Pero no es hasta ahora que me doy cuenta de que las primeras líneas del libro describen este fenómeno del viaje de un teoros. Sócrates dice: “Bajé al Pireo con Glaucon, hijo de Aristón, a orar a la Diosa y juntamente con deseo de ver cómo celebrarían los moradores la fiesta, que hacían ahora por primera vez. Hermosa me pareció la procesión; y a mi ver no era menos lucida la que formaban los de Tracia. Hecho nuestra oración y vista la ceremonia, nos volvíamos a la ciudad”. En sentido estricto, Sócrates aquí no es un teoros, ya que no ha hecho una peregrinación al Pireo sino que simplemente bajó a él como dice en el texto. Estando al lado de Atenas, está en la zona de lo habitual y lo familiar para él. Aunque la patrona de la fiesta es una diosa tracia que sí está lejos de Atenas. En general, lo que se describe en estas primeras líneas de La república es un festival al que diferentes ciudades envían representantes. Tiene un carácter político en el sentido de que el teoros presencia la cultura de los tracios pero también conoce los teoros de otras ciudades, hace contactos, se entera de sucesos en otras partes, y representa a su ciudad ante todo el escenario.
Menciono este ejemplo de teoría porque está al inicio de un libro que todos conocemos, sin embargo, no es el tipo que me interesa. Me interesa más bien el teoros que por motivos personales va por su cuenta a un sitio religioso, a un santuario o templo. La ciudad donde el teoros vive es un lugar que habita. Quiero recalcar esa palabra. Un lugar que uno habita, una habitación, un habitat, ahí es donde se da el hábito, la regularidad, las cosas dándose de una forma habitual y conocida. El punto de viajar a un sitio lejano era romper con lo habitual y lo doméstico para experimentar algo nuevo y distinto. Hoy en día con el internet y las comunicaciones globales, los sucesos, productos, y prácticas de localidades al otro lado del planeta nos llegan con unos clics del teclado. Aunque cada uno de nosotros vivimos en una localidad geográficamente específica, nuestro habitat es cada vez más global, por lo que es muy difícil que tengamos una experiencia de algo que rebase los contornos de nuestra vivencia normal. El mundo del antiguo griego, en cambio, especialmente uno que vivía en un pueblo lejos de Atenas, era muy local, circunscrito por los límites de su pueblo. Viajar a un sitio lejos del suyo era, en buena medida, viajar a otro mundo. Ésta entonces es la primera característica de teoría, o la experiencia del teoros – le saca de su domesticidad.
Como hemos comentado, el verbo que le corresponde al teoros, lo que hace, es theorein, es decir, ve. Sin embargo, no se trata de simplemente abrir los ojos y ver o mirar lo que está delante. Hoy en día, mucha gente compra un paquete turístico. Van, en efecto, lejos de su ciudad, digamos a otro país. Pero una vez ahí un autobús les lleva en grupo de un sitio a otro. En cada uno, bajan del bus, miran, toman fotos, suben al bus, luego suben las fotos a Facebook o Instagram, y van al siguiente sitio.
Esto está muy lejos de la experiencia del teoros, ya que su theorein no es un simple ver. En la cita que leí de La república Sócrates dice al final “Hecho nuestra oración y vista la ceremonia, nos volvíamos a la ciudad”. La palabra “vista” ahí traduce en efecto “theorein” pero no me gusta del todo esa traducción. Otra que tengo dice: “Tras orar y contemplar el espectáculo, volvimos a la ciudad”. Ésa me parece mucho más fiel a la experiencia del teoros ya que expresa su theorein no como un simple ver o mirar sino contemplar, y lo que contempla no es un mero objeto externo sino un espectáculo, algo que conmueve o impacta. La etimología de la palabra contemplar nos da muy buena idea del sentido. La palabra raíz aquí es “templum” (de donde viene templo) y su sentido original es “area para hacer augurios”. Entonces contemplar es, literalmente, marcar un espacio para hacer augurios. El rito religioso de hacer un augurio no puede hacerse en cualquier espacio, como el espacio comercial del mercado o el espacio doméstico de la casa, sino en un espacio especialmente demarcado como religioso. Marcar ese espacio del templo, entonces, distingue entre un afuera y un adentro. Y aquí podemos dar cuenta de la diferencia entre lo profano y lo sagrado. En latín, profano significa literalmente fuera del templo – pro fanum. Por consiguiente, lo que está dentro del templo es sagrado, marcado como distinto de lo cotidiano y habitual.
En el libro que les comenté el autor dice que theoría, es decir, la experiencia del teoros de contemplar, se caracterizaba por un modo específico de ver, lo que el autor llama una visualidad centrada en ritos. El teoros presenciaba objetos y eventos que eran sacralizados por estructuras y ceremonias rituales, lo cual le llevaba a ver o contemplar de cierta forma. En primer lugar, el teoros entra a un espacio sagrado, un sitio liminal en el que el espectador entra al mundo del dios. En este espacio, los teoros participan en ritos y actividades que realizan ciertos modo de ver. Este modo visual ritualizado inhibe la interpretación de imágenes mediante las reglas y los deseos de la vida cotidiana. Construye una barrera ritual a las identificaciones y objetivaciones del discurso social y postula una posibilidad sagrada para la visión.
Entonces, la visión del teoros es una visión contemplativa, sagrada, una actividad regida por las estructuras rituales, tanto físicas como simbólicas, del santuario. De mis lecturas de la obra de Joseph Campbell que mencioné al principio, recuerdo que decía que los ritos míticos, con su danza, el uso de máscaras, los sonidos y los olores como el incienso, eran diseñados para transformar la conciencia del participante, sacarle de su cotidianidad mundana y temporal para que experimentara la dimensión eterna de lo divino. Un célebre ejemplo de esto, de los más conocidos e importantes en el mundo antiguo, era los misterios eleusinos que eran ritos de iniciación al culto a las diosas Deméter y Perséfone. Famosamente, los ritos, ceremonias, y creencias de este culto eran secretos, sólo para los iniciados. O sea, esto no era una experiencia corriente de la vida mundana.
Bien, volviendo a esas palabras de Sócrates – contemplar el espectáculo – lo que el teoros contempla es un espectáculo. Hoy en día, esa palabra connota algo que emociona o excita, como un show de pirotecnia o el vuelo de acróbatas en el circo. Sin duda, esos fenómenos están fuera de la experiencia común, sin embargo, no son más que una extrapolación de esa experiencia. La diferencia entre el fuego en la chimenea y el que explota en el cielo es sólo una diferencia de grado, siendo más grande o espectacular pues. Es esa mayor intensidad lo que impacta a los sentidos y causa la emoción. Partiendo de nuestra experiencia común y extendiéndola, podríamos imaginar o derivar espectáculos de ese tipo.
Lo que contempla el teoros, sin embargo, no es así. No es una mera extensión de nuestra experiencia común y no puede ser interpretado, como vimos antes, en términos de las reglas y los deseos de la vida cotidiana. El que presencie o vea un show de pirotecnia es pasivo, lo visto sólo afecta a sus sentidos. El teoros en cambio no tiene puntos de referencia para lo que contempla y experimenta; tiene que hacer un esfuerzo para asimilarlo. La vivencia que tiene no es producto de un proceso pasivo sino activo. En el lenguaje, hay ciertas cosas, ciertas realidades, que no pueden decirse con la prosa sino sólo señalarse con el poema. La experiencia del teoros es poética en este sentido, el espectáculo siendo algo que no excita los sentidos sino que asombra el alma. Volviendo a nuestros turistas, hacen su viaje, como a los pirámides de Egipto, para distraerse de su cotidianidad. El teoros, en cambio, lo hace para profundizar su cotidianidad y enriquecerla.
Hay una tercera clase de teoría que no es civica-política ni principalmente religiosa, como la que acabo de describir, sino una teoría que es la búsqueda por la sabiduría. El teoros emprende un viaje a tierras lejanas para ver el mundo y buscar conocimiento. El famoso historiador Heródoto cuenta que Solón, un estadista y poeta ateniense, que estaba viajando en el antiguo reino de Lidia, fue recibido por el rey, quien le dijo: “Mi invitado ateniense, nos han informado de su sabiduría y su vagabundeo, que ha viajado por una buena parte de la Tierra filosofando y buscando teoría”. Aquí, Solón es un teoros, y su teoría es descrita como un vagabundeo y también está vinculado a la actividad de filosofar. Hay que tener en cuenta que en el quinto siglo antes de la era común, o sea, antes de Sócrates y Platón, la palabra “filosofein” o filosofar no se refería a la disciplina especializada que Platón introduciría sino más bien a la cultivación intelectual en términos muy generales.
Sin embargo, el término que me interesa no es filosofar sino vagabundear y cómo éste caracteriza este fenómeno de teoría que hemos estado discutiendo. Me hizo pensar en un término que acuño el famoso Henry David Thoreau, a saber, “to saunter”. Mi diccionario dice que saunter significa “pasear de una manera lenta y relajada, sin prisa ni esfuerzo”. Eso es precisamente cómo Thoreau andaba en los bosques de Nueva Inglaterra que tan bien conocía. Pero lo que me llama la atención de la palabra es su etimología. Thoreau lo acuñó pensando en las peregrinaciones que se hacían, especialmente en la época medieval, “á la Sainte Terre”. Sainte Terre es la expresión francesa para Tierra Santa. Su término “saunter” es simplemente la combinación de esas dos palabras francesas – Sainte Terre – y expresa la idea de ir vagabundeando, sauntering, hacia la Tierra Santa que es el lugar, sea donde sea, que dará al alma el sustento que busca.
Esta clase de teoría, la de hacer un viaje buscando sabiduría, agrega una característica que no vimos en aquella de carácter religioso. Donde en este último el teoros sabe a donde va – a cierto santuario religioso, por ejemplo – en el caso del que busca sabiduría, no sabe a donde va. Está vagabundeando. Su destino y lo que descubre y aprende no está determinado de antemano.
Viajar, descubrir, contemplar, aprender, y volver a la vida cotidiana transformado. Estos son los elementos de la tradición de teoría que hemos discutido y que Platón apropia y transforma para crear el concepto de teoría que conocemos hoy en día. En los libros centrales de La república, V, VI, y VII, Sócrates utiliza el término filosofein, pero sus interlocutores no entienden lo que quiere decir. En la cita de Heródoto, vimos que el rey de Lidia hace referencia al filosofar de Solón, con lo cual quería decir algo así como la cultivación intelectual. Sin embargo, Sócrates no lo emplea así. No se trata de tener experiencia de muchas cosas, sino de tener conocimiento de algo en específico, y es la naturaleza de ese algo que daría el giro platónico al concepto de teoría.
Uno pensaría que Platón tomaría como modelo de teoría el que ejemplificaba Solón, precisamente porque buscaba sabiduría. Pero no. Sigue más bien al modelo de la teoría que se da en los santuarios religiosos ya que lo que el teoros platónico, o sea, el filósofo, contempla es algo no mundano sino sagrado y divino, a saber, las Ideas. Éste es el primer elemento que toma de la tradición de teoría. El segundo es que el filósofo se aleja del mundo cotidiano y habitual que le rodea. Vimos la importancia de que en el santuario religioso el teoros no dejara que su mundo habitual regiera su experiencia. Aun así, el teoros se encontraba todavía en un mundo humano. Platón adopta ese alejamiento pero lo lleva a un extremo. La actividad teórica del filósofo se da en un espacio que no sólo no es habitual y local sino tampoco humano o de este mundo. El teórico filosófico ocupa un espacio trascendente e impersonal. La gran innovación que Platón introduce con respecto a la tradición de teoría es la distinción entre lo sensible y lo inteligible. Comenté que los interlocutores de Sócrates en La república no entienden lo que quiere decir por filósofo, o al menos lo están entendiendo de forma errónea. Glaucon piensa que con el término “filósofo” Sócrates se refiere a los amantes de los espectáculos, como los espectáculos que se dieron en el Pireo que vimos en las primeras líneas del texto. Por un lado, Sócrates está de acuerdo, el filósofo es amante de los espectáculos, pero un espectáculo muy particular, él de la verdad, lo cual se da no en un espacio sensible en la dimensión mundana sino en un espacio inteligible en una dimensión trascendente, divina. La mundana tiene que ver con el devenir, con lo que cambia, y la divina con el ser, con lo que es eterno.
Esta transformación del concepto de teoría se ilustra a la perfección en la famosa alegoría de la caverna. Hay un viaje desde dentro de la caverna (lo sensible) hacia afuera de la caverna (lo inteligible). Hay una contemplación de un espectáculo, el de la verdad, el cual no es mundano sino divino. Con esto hay una transformación de la condición del teoros, del filósofo. Tiene ahora conocimiento que le beneficia, pero que también puede beneficiar al mundo humano en que necesariamente vive por lo que vuelve a la interior oscuro de la caverna para tratar de efectuar una transformación ahí.
Partida, experiencia, transformación, retorno. Ahí están los elementos del periplo del héroe que comentamos al principio. Y te acordarás que dijimos que, aun cuando la aventura en el mundo de la ideas tenga su placer, no es lo mismo que la aventura de un Luke Skywalker. Y está bien, lo acepto. Sin embargo, se me hace que al pensamiento en nuestros tiempos le falta más heroismo, más valentía. El viaje intelectual ya no es un periplo sino un conjunto de elementos desconexos . El llamado que inicia la aventura es tibio y abstracto, y el retorno a la vida y a la comunidad no trae conocimiento vital sino información fragmentada y muchas veces irrelevante. La transformación de teoría que Platón efectuó está a la base de las grandes ideas y sistemas de pensamiento, tanto filosóficos como científicos, que se dieron en los próximos 2,400 en Occidente. Por importante que fuera esto, y créeme que valoro mucho toda esa historia del pensamiento, algo importante se perdió, cuya ausencia, creo, ha permitido que el pensamiento en cierto grado se distorsionara, que se sesgara en su esfuerzo por conocer el mundo.
A muy grandes rasgos, lo que se perdió fue el espectáculo como un fenómeno sensual y por consiguiente nuestra capacidad de ser impactado o conmovido por el objeto. El paso del teoros al teórico es el paso de la contemplación a la observación, a una racionalidad discursiva que ha truncado las posibilidades de la experiencia humana y que ha tenido efectos nocivos para el mundo en que vivimos y que es nuestro sustento.
Como muchos de ustedes saben, he emprendido una nueva etapa de vida fuera de la academia y llevo ya algo de tiempo pensando en cómo esa transición impacta mi forma de pensar, mi forma de llevar una vida filosófica. Mis lecturas sobre esta fascinante tradición de teoría en la antigüedad me ha ayudado mucho en refinar la idea que vagamente he propuesto como una filosofía artesanal. Lo que tengo un poco más claro ahora es que mi actividad teórica o pensante, en tanto artesanal, debe recuperar algo de esa tradición del teoros. Sin embargo, para plantear bien los términos de esta recuperación hay que tener más claro la historia del concepto en Occidente, empezando con la distinción que Platón hizo entre lo inteligible y lo sensible y cómo en la historia posterior esto dio paso al creciente y cada vez más contundente expulsión de la sensibilidad y los afectos en general de la dimensión conceptual del pensamiento.
Esta historia y la recuperación de la experiencia del teoros será el tema del siguiente vídeo.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

17 Comments

  1. Miguel Bernal · 21/02/2022 Responder

    Gracias, me fascinó este “viaje teórico”, estoy a la espera de la segunda parte. Salud desde Lima, Perú.

  2. Joan · 21/02/2022 Responder

    Gracias profesor por está magnifica y brillante exposición. Siempre volvemos a Platón o, mejor dicho, Aristocles. ¿No le parece curioso que su hermano no se llamara por un nombre que empezara por “Aris” al igual que su padre y el resto de “Aristos”?

    Por cierto, para mi la clave de lo que ha propuesto se encuentra en el concepto de transformación. Occidente, a causa de Platón y su separación entre lo sensible y lo inteligible, impide pensar la transformación ya que reduce la realidad a la dualidad, a la idea y lo real. Occidente divide el mundo en dos: lo que es y lo que debe ser
    de acuerdo a la visión del mundo de nos legó Platón. La idea occidental de eficacia se deriva de aquí: se trata de proyectar sobre la realidad lo que debe ser (en forma de Plan o Modelo) y tratar de materializarlo (llevarlo a la práctica, aterrizarlo) evaluándolo, fijando unos objetivos, poniendo unos medios para alcanzar unos fines y, posteriormente, desarrollar acciones que nos conduzcan a los resultados esperados tras realizar el esfuerzo necesario. Entre el ser y el deber media la voluntad humana de colmar esa brecha y “enderezar la realidad” (ponerla derecha, es decir según el Derecho, la Ley, lo que debe ser). El entendimiento abstrae y modeliza, la voluntad aplica, ejecuta.

    En cambio, en China, no sólo no se conjugan temporalmente los verbos, sino que además no se vincularon los fenómenos temporales al movimiento y, por lo tanto, a los espaciales. En vez de concebir la naturaleza en términos de movimiento, se la concibió a partir de
    factores de correlación por lo en China se ha reflexionado más sobre los fenómenos de proceso y de transformación. A diferencia de la acción, la transformación no es local, sino que es global. No puede ser momentánea, sino que es progresiva y continua, se desarrolla continuamente en forma de proceso. Tampoco remite a un sujeto como hace la acción, sino que procede discretamente por influencia de manera envolvente. Por ello, así como la acción se ve mientras acontece, de la transformación sólo se ven los resultados una vez obtenidos. Los chinos no dividen el mundo entre el ser y el deber ser. Es decir: no parten
    de un Modelo o Plan, sino del mismo curso de lo real. Lo real no es materia informe o caótica que espera nuestra organización: ya está organizado. Tiene “factores facilitadores” o “potenciales de situación” como les llama François Jullien ,que no son más que propensiones,
    inclinaciones y pendientes que se pueden detectar y aprovechar. Por ello, desde esta óptica no hay que modelizar y proyectar primero, para aplicar después,
    sino más bien escuchar, evaluar, acompañar y desarrollar los potenciales de situación. No actuar, sino ser actuado. No forzar: secundar. No perseguir directamente un objetivo, sino explotar una propensión, esperar un efecto. Porque los efectos están contenidos en ella.
    La iniciativa no proviene de ningún sujeto, sino de la situación: la ola de fondo. Es como surfear una ola: no se trata de someter y sujetar, sino de ir juntos hacia el mismo sitio. Dejarse llevar. El mundo sólo es resistencia y obstáculo desde la óptica del control. Lo decisivo se juega siempre antes. En la escucha atenta a los factores facilitadores, en el desarrollo del proceso, en el cuidado atento de las situaciones, en el acompañamiento
    discreto de los potenciales. Lo visible no es siempre lo más interesante. En cambio, en Occidente se orienta al fin, el acontecimiento llevado a cabo por un sujeto que salva la
    realidad no prevista en el plan con drama, heroísmo (el momento de la verdad), épica y epopeya como indica Joseph Campbell haciendo que lo invisible carezca de valor y mérito. En definitiva, quizás la teoría sea aquella experiencia transformadora que uno vive durante el viaje que acontece desde el silencio previo a su nacimiento hasta el silencio posterior a su muerte.

    Un saludo,
    Joan

    • Miguel korenko · 22/02/2022 Responder

      Estimado Darín
      Cómo siempre ameno e impactante la exposición de hoy .
      Luego de escucharte siento que lo que el hombre actual perdió fueron las vivencias,la actitud emocional que dio origen al pensar filosófico en una palabra la epifanía del misterio de la existencia….para decirlo en una imagen…
      Un gran abrazo
      Saludos
      Miguel, Montevideo, Uruguay

  3. mario · 21/02/2022 Responder

    Como siempre . mil gracias Darin . me dejas expulsado como un fuego artificial …y nos pregunto ¿sera que salir al exterior en busca de la verdad colorida y fantástica, no nos devuelve como la vara que cae en no se sabe que territorio un poco vacío del fuego y serenamente en medio del campo ….

    gracias y saludos a xalapa querido

  4. nelson mendoza · 21/02/2022 Responder

    muchas gracias muy agradecido profesor

  5. Mario · 22/02/2022 Responder

    Qué hermoso video! Me siento como un “teoros” cada vez que atravieso la puerta de la Fonda y será por eso que sigo volviendo.. Muuuy buen trabajo Darin ¡Gracias!

  6. Lorena · 22/02/2022 Responder

    Soy un ignorante en filosofía (quizás en todo) pero me encantan estos vídeos porque acaban de despertar mi ignorancia y me recuerdan que nunca terminare de aprender.

    Muchas gracias!,
    Lorena

    • Darin · 22/02/2022 Responder

      Todos somos ignorantes, es sólo una cuestión de grado. Lo importante es estar en el camino!

  7. Marco · 22/02/2022 Responder

    Participar de tu generoso trabajo en la fonda es una experiencia transformadora. Uno sale de la cotidianidad de su hábitat, emprende el viaje de un teoros y regresa profundamente transformado. No serás Luke Skywalker, pero pareciera que la Fuerza te acompaña, Darin. Muchas Gracias!!

  8. Eric Juárez · 24/02/2022 Responder

    Gracias Maestro Siempre interesantes y muy profundas sus charlas (clases) de filosofía. Me gista como hace las reflexiones etimológicas conforme avanza la exposición

  9. Víctor Nadal · 28/02/2022 Responder

    Gracias por ayudarme a “profanar”, ya que estoy muy lejos de ser un “teoros”, ese espacio sagrado que apenas consigo inteligir, perdón, quería decir vislumbrar.

  10. Darío · 02/03/2022 Responder

    buenos días, podrìan volver a enviarme el link para hacer una donación a La Fonda Filosófica?
    gracias, como siempre

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