Hegel y la Fenomenología del espíritu, pt. 14/18

Capítulo 5 – Razón observante – buscando la racionalidad con el empirismo científico.

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Dice Hegel en el inicio del capítulo cinco: “La razón es la certeza de la conciencia de ser toda realidad”. Aun cuando el título de este capítulo se llama “Razón”, el protagonista de la Fenomenología no ha cambiado. El sujeto que estamos siguiendo todavía es la simple conciencia natural que partió en su viaje en el primer capítulo. Lo que va cambiando es su manera de ver el mundo y la realidad, su postura epistémica. En los primeros capítulos, esa postura se llamaba simplemente “conciencia” y suponía que el fundamento de su conocimiento residía en los objetos de su experiencia. La autoconciencia es la configuración o postura que coloca ese fundamento en el sujeto. Y ahora la razón, como dice la cita con la que empezamos, es la certeza de la conciencia de ser toda realidad. La conciencia se da cuenta de que la realidad no es un otro objetivo allá fuera, ni tampoco es ella misma como sujeto toda la realidad, sino la unión de los dos. Ésa es su nueva suposición, a saber, que el encontrarse con cosas en el mundo no será otra que encontrarse consigo misma. Este encuentro de la razón con el mundo consta de tres momentos. El primer momento se llama “Razón observante” y en él la conciencia aborda el mundo de forma teórica usando el método científico. Entiendo que mucha gente deja de leer la Fenomenología en el quinto capítulo porque es tan largo y es fácil perderse, pero es muy relevante para nuestra actualidad porque hoy en día la ciencia es LA forma de conocer la realidad. De hecho Stephen Hawking ha declarado que la filosofía está muerta, no tiene relevancia. Obviamente, Hegel no comparte esa opinión. Aunque desconocía los avances de la ciencia actual, los problemas que identifica siguen vigentes. La conciencia va a tratar de subsanar estos problemas en el segundo momento, no de forma teórica sino activa o práctica, es decir, en su relación con otros en el entorno social. Y el tercer momento será la superación de las dos posturas parciales en una más amplia e integradora.
Bien, empecemos con la razón observante. Hegel inicia esta sección diciendo que la conciencia vuelve al punto de vista de los primeros capítulos, de la sensación y la percepción, por lo que quiere decir que la conciencia vuelve al mundo de los objetos, a tratar de entenderlos. La diferencia es que su perspectiva ahora es mucho más amplia. Es como cuando a los 40 años de edad vuelves a reunirte con tus compañeros de la prepa. Tu forma de tratarlos ahora es más madura porque tienes más experiencia del mundo y de la gente. En el caso de la conciencia, anteriormente, dice Hegel, “sólo le había acontecido percibir y experimentar algo en la cosa, pero, al llegar aquí, ella misma es la que dispone las observaciones y la experiencia”. Antes era pasiva; ahora es activa.
La sección de la razón observante tiene a su vez tres secciones, correspondiendo al objeto que se observa – primero el mundo de los objetos físicos, luego la mente, y como final la relación entre mente y cuerpo. Entonces, primero el mundo natural. Recuerda que la suposición de entrada de la conciencia es que ella es toda la realidad, lo cual no es más que otra forma de decir que el mundo es racional. Bueno, eso cree, pero tiene que comprobarlo. ¿Cómo lo hace? Pues, en cierto sentido, hace la misma cosa que hizo Adán al abrir sus ojos por primera vez al mundo, a saber, nombrar. Adán se puso a dar nombres a todas las criaturas para poner orden a la gran multiplicidad que encontraba en su entorno. No daba nombres a cada individuo, sino a grupos o clases de individuos, o sea, ganado, perros, peces, etc.
Esto es lo que hace la conciencia también. Al observar el mundo a su alrededor, se fija no en las particularidades de las cosas, sino en lo que tienen en común, por ejemplo, las propiedades que todos los mamíferos comparten. Estos son los universales. Cuando inició su viaje en el primer capítulo, la conciencia hacía precisamente el contrario, es decir, buscaba lo absoluto en la particularidad del Esto, y ya vimos las contradicción que encontraba. Pues ha cambiado mucho su postura desde entonces. Ahora ve el mundo con ojos aristotélicos. Si te acuerdas, en el último vídeo comentamos esa afirmación de Aristóteles de que somos lo que conocemos. La razón por la que busca lo universal en el objeto es porque la universalidad del concepto es precisamente el medio en el que se mueve la conciencia. Si encuentra un universal en el objeto, encuentra a sí misma.
Antes de seguir, sería bueno tener claro qué es lo que la conciencia reconocería de sí misma al verse en el mundo. ¿Qué es la conciencia? Hegel suele ejemplificarla con la figura del silogismo, en el cual podemos hacer notar cuatro características. La primera es la universalidad, que ya comentamos. En el clásico silogismo sobre Sócrates, la mortalidad es el término universal. Ese término es predicado de otro término, un individuo, en este caso Sócrates. La conclusión del silogismo, el conocimiento de que Sócrates es mortal, no es casual sino necesario. Y como final, el silogismo no es algo bruto y estático, sino dinámico, un movimiento.
¿Encuentra la conciencia estas características en la clasificación que hace? No exactamente. Cualquier sistema de clasificación siempre tiene brechas entre las clases o traslapes, o algún individuo que parece estar en dos clases. Umberto Eco habla muy bien de este problema filosófico con el famoso caso del ornitorrinco. A fin de cuentas, todo sistema de clasificación tiene excepciones y anomalías que, para subsanarse, requiere que el esquema se vuelva más compleja hasta el punto de ser una mera descripción de objetos individuales, en la cual desde luego la universalidad se pierde. Aquí vemos el intento de relacionar lo universal y lo singular, pero no parece haber necesidad en la clasificación, y en todo caso la clasificación es estática y rígida.
Bueno, habiendo quedado corto el intento de encontrar la razón de las cosas en un esquema de clasificación, la conciencia pasa a la noción de ley como algo que, ante la aparente multiplicidad caótica de las cosas, puede dar cuenta de su naturaleza y conducta. ¿Cómo encuentra la conciencia estas leyes? Para generar un esquema de clasificación, la conciencia observaba propiedades que diferentes cosas tenían en común. Ahora observa la conducta de las cosas. Pasa de la mera descripción al experimento. Hegel utiliza el ejemplo de una piedra que se suelta y se cae repetidas veces. Con base en esa observación, da cuenta de su conducta al concluir una ley, la de la gravitación. Ahora bien, las leyes tienen la característica de relacionar universal e individuo y también de ser universales y necesarias en su aplicación. Cualquier piedra que se suelta cerca de una masa considerable se moverá necesariamente hacia esa masa. El problema es que la inferencia que postula la ley es inductiva, y fue Hume quien hizo notar que semejantes inferencias no pueden establecer necesidad sino sólo probabilidad. Puede que todos los cisnes que has visto hayan sido blancos. ¿Pero puedes inferir que necesariamente lo son? No, porque de hecho existen cisnes negros. Lo mismo con la piedra, la gravitación y cualquier ley, por mucho que se haya repetido el experimento.
Bueno, eso de la falta de la necesidad es un problema. Otro tiene que ver con la abstracción que es propia de la ley. En un esquema de clasificación, las propiedades que hacen que algo pertenezca a cierta clase y no a otra son sensibles. En cambio, una ley de la química por ejemplo que maneja los conceptos de ácido y base trata propiedades abstractas, conceptuales, que han perdido su vínculo observacional con los objetos. Estas cualidades abstractas que, de manera confusa, Hegel llama “materias” pierden su relación empírica con las cosas que rige. De esta manera, el componente universal permanece como un otro ajeno a lo particular. En otras palabras, la conciencia reconoce a sí misma en las leyes universales, pero no en las cosas particulares. Sujeto y objeto siguen separados, como las Ideas platónicas en un topus uranus lejos de las cosas particulares del mundo. Lo que hace falta es observar algo que contiene esta relación universal-particular dentro de sí. La conciencia no encuentra semejante cosa en el mundo inorgánico, pero en el mundo orgánico abundan.
La gran diferencia entre objetos inorgánicos, como piedras o planetas, y organismos como un perro, es que la conducta de los primeros es determinado por un orden causal de causas eficientes, mientras que la de los organismos es determinado por un orden teleológico de causas finales (para usar la terminología aristotélica). O sea, la actividad de un organismo está dirigida hacia el cumplimiento de un fin. Si preguntáramos por qué la luna gira alrededor de la Tierra, diríamos que no tiene sentido la pregunta, que la luna no gira así para realizar ningún fin, sino porque ella, junto con los demás objetos celestes que giran por el sol, están sujetos a fuerzas por su relación con otros objetos, ninguna de las cuales se ejerce en términos de fines. Se trata de un gran sistema mecánico como un reloj. Los elementos que constituyen un sistema orgánico, en cambio, sí se relacionan en términos de un fin. La relación entre el latido del corazón y el bombeo de sangre no es casual, sino que el corazón late para bombear la sangre. En el mundo inorgánico, el principio de movimiento y descanso es externo al objeto, mientras que para los organismos es interno.
Ahora bien, sin duda hay una forma de entender objetos inorgánicos en términos teleológicos. Cosas como coches, computadoras y elevadores funcionan tal como funcionan debido a que fueron diseñados de acuerdo con el fin que tenían sus inventores, el fin de trasladarse o de hacer computaciones. ¿Podríamos entender la función de objetos orgánicos como gatos y árboles de manera semejante? Pues, sería difícil sostener que forman fines propios, pero quizá su fin podría colocarse en la mente de un ser divino que los haya creado. Hegel rechaza esta opción porque divorcia la universalidad del fin de la particularidad del organismo. Vimos esta estrategia al final del capítulo tres cuando la conciencia intentaba entender el flujo de apariencias al postular una esfera de leyes en un tranquilo reino más allá, y también al final del capítulo cuatro donde la conciencia infeliz, contingente y cambiante, se encontraba irremediablemente separado de lo eterno y fijo, es decir, de Dios.
La postura de la razón ya ha acabado con toda dimensión más allá. La vía de la trascendencia sólo causa problemas. La respuesta ahora yace en la pura inmanencia de las cosas. Es por eso que el principio interno que rige los organismos resulta tan atractivo a la conciencia, porque la unidad de lo universal y lo particular en el organismo refleja la unidad de la propia racionalidad de la conciencia.
Recuerda, sin embargo, que la razón es la razón observante; dirige su mirada a las cosas de este mundo, a aquello que puede observarse empíricamente. Esta postura de la conciencia refleja la concepción ilustrada de la ciencia como una actividad eminentemente empírica que observa datos en la experiencia, las describe, hace experimentos, clasifica los datos generados y que luego extrapola una ley que explica lo observado. El problema es que el fin de un organismo no es algo empírico que puede observarse. Lo único que la conciencia puede hace notar son distintos elementos de la estructura del organismo que en su conjunto no constituyen más que la existencia muerta, el organismo como cadáver. Dice Hegel: “sus momentos, así captados, pertenecen a la anatomía y al cadáver, no al conocimiento y al organismo viviente”. Para dar cuenta de la vida del organismo, de su fin o aspecto universal, la razón interpreta lo que observa, la estructura, como el aspecto exterior que no es más que la expresión del aspecto interior del organismo. La discusión de este último es muy larga y se vuelve más complicada, pero a fin de cuentas termina en el mismo problema de ver lo universal y lo particular como separados, dos elementos relacionados de forma externa y no interna.
La conciencia pasa ahora de observar la naturaleza a observar sí misma a ver si puede encontrar alguna ley psicológica que rige la mente humana en su funcionamiento. ¿Qué es la conciencia y por qué es así? Pues la razón sigue observando, y lo que observa es que hace inferencias. Parte de una serie de proposiciones o premisas e infiere la verdad de otra proposición distinta. Básicamente, lo que vimos al discutir el silogismo. Sin embargo, si se trata de encontrar una ley del pensamiento, lo que ha encontrado no es más que una serie de regularidades, como la piedra que se soltaba. Una ley implica necesidad, y lo que ve en esas regularidades de inferencia no es necesario ya que es posible usar otras reglas de inferencia para llegar a conclusiones distintas. A lo que voy es que la conciencia observa la forma en que de hecho razonamos, pero no por qué, normativamente, deberíamos pensar así. Por cierto, basar las leyes de la lógica sobre observaciones psicológicas se llama en lógica psicologismo, y fue fuertemente criticado por gente como Frege, Husserl y Peirce.
Luego pasa a la observación de la auto-conciencia en su relación con su entorno social para ver si en ella encuentra alguna ley que determine su conducta. La pregunta es si cierto estímulo siempre produce la misma respuesta. ¿Has oído hablar de eso de que el inglés es para hacer negocios, el alemán para hacer ciencia, el francés para hacer el amor, y el español para hablar con Dios? Hay otros variantes, pero lo que está implícito en este decir es que el entorno socio-cultural determina a uno, de modo que si creces en un país de habla hispana, serás religioso, por ejemplo. Pues muchos mexicanos son religiosos, pero no todos. Todos hemos crecido en familias donde todos los hermanos reciben básicamente la misma educación y los mismos valores por parte de los padres. Sin embargo, uno termina muy religioso, y el otro no cree; uno es de izquierda políticamente, y el otro de derecha. Estadísticamente, hay ciertas tendencias que pueden notarse, pero son simples correlaciones, más no relaciones de causa y efecto, y eso debido a las anomalías que acabamos de comentar. Sin duda, el entorno influye en la conducta de los individuos, pero la respuesta que cada uno da a los estímulos depende de las elecciones que cada quien haga. Y eso es algo que el psicólogo no puede predecir de forma científica. De hecho, no hay dos personas que sean totalmente iguales en su conducta, de modo que si uno quiere sostener que el entorno determina la conducta, tendría que concluir que hay una ley para cada quien, cosa que es absurdo.
Bueno, en esta segunda parte de la Razón Observante, la conciencia ha buscado leyes que determinan la conducta (sea el pensar o el actuar) tanto internamente como en el entorno externo de la sociedad, y no ha tenido éxito. Como final, trata de observar alguna relación entre su vida mental y el cuerpo en el que tiene lugar para ver si algún aspecto del cuerpo puede dar cuenta del carácter de un individuo. En los tiempos de Hegel, la fisionomía y la frenología eran teorías populares. La primera planteaba que características anatómicas, como el tamaño de la nariz por ejemplo, daban una indicación del carácter de uno, y la frenología buscaba el mismo tipo de relación pero con respecto a la forma del cráneo. En el único pasaje realmente violento de la Fenomenología Hegel responde a eso de la frenología al decir: “Aquí la réplica debería ir, en rigor, hasta golpear el cráneo de quien así juzga, demostrando así de un modo tan tangible como lo es su sabiduría que un hueso, para el hombre, no es nada en sí, y menos aún su verdadera realidad efectiva”. Estas dos “ciencias” repiten el mismo error de lo interior y lo exterior que hemos visto antes. Y aunque nos parece que la ciencia contemporánea haya superado estas pseudo-ciencias, el filósofo Alisdair MacIntyre ha señalado que el mismo error que señal Hegel está vivo en ciertos debates sobre la filosofía de la mente, específicamente en aquellos que reducen la conducta humana a una base puramente materialista y también en posturas psicológicas como la del conductismo.
Recuerda que la conciencia empezó su re-encuentro con el mundo con la certeza de ser toda la realidad, es decir, con la certeza de encontrar un mundo tan racional como ella misma. Esa racionalidad consiste, como vimos en el ejemplo del silogismo, en cierta relación entre lo universal y lo individual. Si esos términos te confunden, en vez de hablar de lo universal y lo individual podemos hablar de la totalidad y las partes. ¿En qué consiste la racionalidad de un fenómeno como una flor al pasar del capullo a la flor en plena floración? Las diferentes partes o momentos del fenómeno no son cosas distintas como los planetas en el sistema solar. Más bien, constituyen una unidad orgánica. Esa unidad es lo que la razón no ha podido ver debido a que es una razón observante.
La razón observa. ¿Qué puede ser observado? Cosas. La razón aborda el mundo como una colección de cosas que son inmediatamente o en sí mismas lo que son. Y ése es el problema. Sólo puede observar partes (o individuos), más no la totalidad (o lo universal). Lo universal o el principio de unidad lo tiene que postular como una cosa más, como lo interior o una ley externa, de modo que nunca encuentra a sí misma porque lo que observa no es más que un cadáver cuyas partes se relacionan de forma anatómica pero no orgánica.
A lo largo de esta sección de la razón observante hemos visto a la conciencia encontrar formas cada vez más sofisticadas para dar cuenta de la racionalidad del mundo, lo cual, como dice Hegel en el texto, corresponde precisamente a la progresión de los primeros tres capítulos del libro. Como vimos al final del tercer capítulo, la conciencia, agotada en sus intentos, abandona la dimensión del objeto y pasa a la del sujeto, a la auto-conciencia; pasa de un planteamiento teórico o uno práctico, como vimos en el cuarto capítulo. Lo mismo pasa ahora. La razón pasa del mundo de las cosas que abordaba con la observación científica al mundo del sujeto y sus fines. Pasa de la razón observante a la razón activa, tema del próximo vídeo.

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19 Comments

  1. Paulo Fernandes · 26/01/2019 Responder

    Meu interessante esta abordagen filosófica acerca de Hegel y su fenomenologia del espírito..

  2. Carlos · 27/01/2019 Responder

    Hola Darin
    Muchas Gracias por este nuevo capítulo sobre Hegel
    Saludos Cordiales
    Desde Chile
    Carlos

  3. Ramón Mendoza · 28/01/2019 Responder

    Gracias Darin,

    De un chileno que vive en Brasil, Paraíba, João Pessoa.

    Ramón

  4. Jorge · 03/02/2019 Responder

    Muchas gracias, Darin, por tu generosidad.
    En el libro de Andrei Tarkovsky, Esculpir en el tiempo, encontré esta hermosa frase que comparto contigo como reconocimiento y retribución de todo lo que nos das.
    “Mientras fui un fracasado acumulé experiencia, cultura, y conocimiento de la vida, fui formando mi gusto y mis concepciones artísticas. Y después, cuando llegué a ser realizador, empecé a distribuir todo aquello, a darlo, y, prácticamente, no volví a acumular nada”
    Mijail Romm
    Saludos.
    Jorge

  5. Enrique Reina Reina · 15/02/2019 Responder

    Gracias Darin, estoy siguiendo tus vídeos con mucho interés y mucho provecho. Como ya te dije, me gustaron mucho los 15 sobre “El ser y el tiempo”. Ahora acabo de terminar el vídeo 14 sobre Hegel y no encuentro el siguiente. ¿Qué tengo que hacer para buscarlo? Gracias. Y, abusando de tu amabilidad, ¿sabes si los que siguen tus cursos se comunican entre sí por twitter u otros medios? Gracias de nuevo y un cordial saludo.

    • Darin · 15/02/2019 Responder

      Hola Enrique. Para encontrar el siguiente vídeo sobre Hegel sólo hay que ser un poco paciente, es que aún no lo hago, estoy en ello! La verdad no sé si haya algún grupo de los que discuten mis vídeos. Si encuentras uno me dices por favor!

  6. Lexis Bracho · 21/02/2019 Responder

    Saludos profesor.
    Excelente exposición, vi todos los capítulos y creo que logré entender muchas cosas que no podía conocer realmente, sino hasta lo aparente..
    Agradecido.
    Ëxito.

  7. Mario · 10/11/2019 Responder

    Hola Darín! La “Razón Observante” descripta en este video es (ni más ni menos) que la base de la Ciencia. Pero -como dice el mismo Hegel- esta razón aborda el mundo como si solamente se tratara de una colección de cosas, es decir, partes aisladas de un Todo que todavía no se manifiesta. Esto es una novela de suspenso y vos, Darin, el Sherlock Holmes de la filosofía ja!

    Vamos a ver que se trae Hegel con la “Razón Activa” en el próximo video. Allá vamos

    • Darin · 13/11/2019 Responder

      Jajaja, vaya, Sherlock Holmes, bueno pues me agrada mucho que estés sacando provecho de esta serie!

  8. Mario · 10/11/2019 Responder

    Como nos cuenta Darin en el video, el genial físico inglés Stephen Hawking dijo en una desgraciada declaración que “la filosofía está muerta”. Con todo respeto, pero decir esto en pleno siglo XXI es un anacronismo más propio de los ilustrados del siglo XVIII, aquellos que al intentar deshacerse de las supersticiones de la Edad Media arrojaban por la borda, casi sin darse cuenta, la dimensión espiritual de la persona humana. No no. Admiramos su formidable inteligencia y sus impresionantes intuiciones científicas, Dr Hawking. Pero a esta altura del partido, no estamos dispuestos a reducir la persona humana al materialismo cientificista de la “Razón Observante”, esa que Hegel terminó de fulminar 250 años antes

  9. Fabián Fernández Barreyro · 18/08/2020 Responder

    Excelente trabajo, profesor. Larga vida al “perro muerto”! Saludos desde La plata, argentina.

  10. Fred · 29/06/2021 Responder

    Gracias profe por sus enseñanzas. Una duda, ¿en qué libro el filosofo Alisdair MacIntyre comenta sobre el problema de reducir la conducta humana a una base puramente materialista?

    Gracias.

  11. Isabel Rodríguez · 12/08/2021 Responder

    Hola! Escribo para agradecerte tu trabajo. Me agrada la claridad expositiva y la vivacidad expresiva que ilumina los contenidos. Un saludo.

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