La filosofía de la ultraderecha, pt. 1

La ultraderecha está en ascenso en muchas partes del mundo, poniendo en sus miras la democracia liberal. ¿Qué tiene de malo el liberalismo? Hoy exploramos algunas fuentes filosóficas que motivan la ira de millones de personas, empezando con el pensamiento político de Nietzsche.

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Guión

Tengo un par de vídeos aquí en la Fonda sobre John Locke. No son ni remotamente los más vistos o más populares que he hecho, sin embargo, lo que ahí Locke plantea y defiende no es ni más ni menos que el sistema socio-político en que la mayoría de nosotros vivimos, a saber, la democracia liberal. En la época de Locke, la mayoría de la gente, al menos en Europa, vivía en monarquías absolutas legitimadas por el derecho divino de los reyes, con una religión oficial a la que todos tenían que someterse y una jerarquía social basada en los privilegios hereditarios. Su idea era sustituir eso por un estado en el que todos son iguales ante la ley, donde cada quien tiene el derecho de elegir su gobernante, donde no hay una religión oficial sino la libertad de creer como uno quiera, y también la libertad de expresión, de la prensa, entre otras. Locke no concibió en su momento todas las características que definen hoy en día la democracia liberal, pero dio la pauta básica: la legitimidad del gobierno descansa sobre el consentimiento de los gobernados, y cada uno de esos gobernados goza de libertades para vivir su vida a su manera. Para que este último sea posible, para que diversos pensamientos o creencias convivan entre sí, la tolerancia resulta ser la mayor virtud del estado liberal. Como dijo el más famoso presidente de México, Benito Juárez, “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Todo eso suena bastante bien. ¿Quién no quisiera correr a su monarca y vivir con tantas libertades en el estado liberal?
300 años después, estas ideas llegaron a consolidarse a tal grado que el politólogo estadounidense Francis Fukuyama (hombre, por cierto, que guarda cierto parecido con Benito Juárez … ¿qué les parece?), bueno, que 300 años después Fukuyama declaró que de hecho ya no habría vuelta de hoja, que la historia, en efecto, había llegado a su fin. Aquí tengo su famoso libro – El fin de la historia y el último hombre – en el cual, basándose en la lucha por el reconocimiento tal como se ilustra en la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, afirmó que ya no habría más lucha ideológica, que con la democracia liberal la gente, tras tantos siglos y milenios de lucha, había encontrado la forma más satisfactoria de gobierno humano. Fukuyama escribió su libro en 1992. Apenas tres años antes había caído el muro de Berlin y, con el, el último rival del liberalismo occidental – el comunismo soviético. Parecía que Fukuyama tenía razón. En los años 90 la inmensa mayoría de los países eran democracias liberales y Fukuyama gozaba de las flores que políticos y académicos por todo el mundo le echaban.
Luego, con el 11 de septiembre de 2001, la historia volvió. El gobierno de Estados Unidos declaró una guerra contra el terrorismo, el blanco principal siendo el mundo islámico. Recuerdo que a unos días del ataque en un discurso ante el congreso el Presidente Bush preguntaba “¿Por qué nos odian?” Invocando las palabras de Locke, respondió que lo que odian es nuestro gobierno democráticamente elegido, odian nuestras libertades, la libertad de religión, de expresión, etc. La historía, en efecto, había vuelto, y lo que auguraba no era un pacífico orden mundial sino un choque de civilizaciones (para usar las palabras del politólogo Samuel Huntington): Occidente contra Oriente, cristiano contra musulmán.
En efecto, la democracia liberal está bajo ataque, pero su enemigo principal no es el Taliban o Irán, sino un enemigo interno, los propios habitantes de los países liberales. Desde hace mucho tiempo, ha habido gente que militaba a favor de una ideología de ultra derecha pero en los últimos años su fuerza y su popularidad ha crecido mucho. El más llamativo y sorprendente es Donald Trump. Está también Bolsonaro de Brasil, Víctor Orban de Hungría, Meloni en Italia, Narendra Modi de la India, Milei en Argentina, Putin, Boris Johnson quien lideró la salida de Inglaterra de la Unión Europea conocida como Brexit, y grupos en Francia, Alemania, los Países Bajos y otros que están logrando cada vez mayor representación en sus respectivos parlamentos. Obviamente, estos políticos y las millones y millones de personas que los apoyan no constituyen un solo bloque ideológico; hay diferencias importantes. No obstante, hay ciertas tendencias: estas personas tienden a ser fuertemente nacionalistas, a veces centrado en una etnia, siguen a un líder autoritario, son religiosos y culturalmente muy conservadoras, y también tienden a ser más xenófobos que sus contrapartes liberales o los de izquierda. En los EEUU y en Europa especialmente, los de derecha están hartos de la entrada de tantos inmigrantes y también de la imposición de lo que llaman la ideología de género que incluye cosas como el matrimonio gay y ahora los derechos de gente trans y en general la imposición cultural de la corrección política o lo que muchos hoy en día llaman ‘woke’..
La gran pregunta es: ¿Por qué tanta gente piensa y siente así? Sin duda, la democracia liberal tiene sus defectos (vamos a hablar mucho de ellos); el wokismo por ejemplo ha llegado a niveles excesivos. ¿Pero no puede eso y otras quejas de la ultraderecha resolverse de forma legislativa dentro del estado liberal? ¿Qué es lo que encuentran tan deplorable en el liberalismo que quisieran fervientemente regresar a algún tipo de fascismo como el que fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial? Cada quien tendrá motivos personales, y desde la psicología y la sociología habría mucho que puede decirse al respecto, pero aquí estamos interesados en lo filosófico. John Locke y otros edificaron las ideas de la democracia liberal. Y la derecha o ultra derecha, ¿quiénes han articulado su punto de vista y cuáles son las ideas que lo componen?
Vamos a empezar con Nietzsche, quien a mi juicio plantea las ideas básicas que necesitamos para entender el fenómeno en cuestión. Luego pasaremos a Leo Strauss, quien, muy influido por Nietzsche, hace una distinción interesante entre la sociedad abierta y la sociedad cerrada. Quiero hablar también de Carl Schmitt, y quizá Heidegger, y un poco de Freud, Max Stirner y Alasdair McIntyre.
En El ocaso de los ídolos Nietzsche habla de su concepto de libertad. Dice: “Hay veces en que el valor de una cosa no consiste en lo que se obtiene al conseguirla, sino en lo que nos cuesta alcanzarla. Voy a poner un ejemplo. Las instituciones liberales dejan de ser tales en cuanto se conquistan: a partir de entonces no hay nada que ocasione daños más nocivos y radicales a la libertad que dichas instituciones. Ya se sabe, en efecto, cuál es su resultado: minan la voluntad de poder, son la nivelación de montes y valles elevada a la categoría de moral, hacen a los hombres cobardes, mezquinos y ávidos de placeres; con ellas triunfa siempre el animal de rebaño. Por hablar claramente, el liberalismo equivale a convertir al hombre en animal gregario”.
La sociedad moderna es un gran rebaño en el que ya no hay pastores sino sólo borregos, un escenario de mediocridad y conformismo habitado por lo que Nietzsche llama el último hombre. Esta criatura padece una decadencia espiritual, prefiriendo la comodidad de una existencia pequeña y trivial, una mugrosa satisfacción, a una vida de esfuerzo, trascendencia y grandeza. Creo que todos hemos compartido esta evaluación de Nietzsche, al menos en algún momento. La pregunta es cómo explicar la decadencia. ¿Se debe al liberalismo y sus instituciones como dice Nietzsche? Para responder, tenemos que ver cómo llegamos a este punto, y para ello tenemos que remontarnos un momento hasta Platón.
En La república, Sócrates pregunta por la naturaleza del alma humana, si es unitaria o si está compuesta de partes. En la discusión establecen que consta al menos de dos partes: el apetito, lo cual el ser humano comparte con cualquier animal, y también la razón, el logos, lo cual nos permite satisfacer el apetito de forma más eficiente y exitosa. Estos dos elementos explican una buena parte de la conducta humana, pero no todo. En la discusión concluyen que existe también lo que Sócrates llama en griego el timos, o lo que han traducido como la irascibilidad. Se llama así porque ese elemento del alma tiene que ver precisamente con la ira, con nuestra capacidad de enojarnos, de indignarnos, de sentir orgullo y humillación. Esto se nota por ejemplo en una persona pidiendo limosna en la calle. Si no fuéramos más que una combinación de apetito y razón, entonces el hecho de que la persona logra que le den dinero debería satisfacerlo, pero no es así. Es que alguien le puede dar dinero pero sin reconocerlo como ser humano, dejar caer con desdén unas monedas en la mano mientras mantiene la vista a la distancia. Sí, la persona necesita el dinero y le da gusto tenerlo en la mano, pero tiene un costo alto – el costo de su dignidad. ¿Qué hace? Podría tirarle el dinero a la persona que se lo ha dado y gritarle “¡Mírame a la cara, soy ser humano!” Así conserva su dignidad, pero luego no tiene con que comer. Es una situación bastante difícil y humillante. Si quiere sobrevivir, tiene que tragarse el insulto.
Bueno, esta dinámica es justo lo que vemos en la famosa dialéctica del amo y el esclavo en la Fenomenología del espíritu de Hegel. Antes de que sean amo o esclavo los dos son simplemente autoconciencia. Uno anda por ahí rodeado de cosas – árboles, animales, un río, etc., seguro de su realidad, de su independencia, de lo que es. Es decir, lo que es no depende de estos objetos que le rodean, no está determinado por ellos. De repente, aparece otra autoconciencia y la primera se da cuenta de que ésta que tiene delante no es cualquier objeto como los demás sino un ser que también está seguro de su independencia. Para que las dos aseguren a sí mismas que es realmente independiente, tiene que manifestarse a la otra como tal, como no determinada por ninguna existencia ajena, ni siquiera, nos dice Hegel, por la vida misma. En este momento se inicia una lucha a vida o muerte entre las dos autoconciencias. ¿Dependes tú de tu trabajo, de tu estatus social, de las cosas que posees? Si perdieras todo eso, eso te aniquilaría? A muchas personas quizá sí, pero tú no – tu ser no está condicionado por ninguna de esas cosas y eso es lo que tienes que demostrar al otro, incluso demostrarle que no estás condicionado ni siquiera por el miedo a la muerte.
Bueno, en el transcurso de la lucha uno de los dos se rinde porque efectivamente no quiere morir, tiene miedo. El otro podría matarlo pero no lo hace porque necesita que el otro lo reconozca como vencedor. Esto es clave para Hegel; para ser plenamente humano necesitamos el reconocimiento del otro. El problema para el vencedor, el que ahora es amo, es que quien le reconoce como tal es un esclavo, un ser inferior, no plenamente humano. Y el reconocimiento que le da lo da sólo por miedo, porque si no, el amo le mata. ¿Qué clase de reconocimiento es eso? Es como un político que recibe la aclamación de una plaza llena de acarreados – un goce bastante hueco. Por su parte, el esclavo tiene que trabajar la naturaleza, moldeándola para producir cosas para el amo. El amo se siente enajenado porque no recibe un reconocimiento pleno, y el esclavo también lo siente por su condición de servidumbre. Pero sobre la marcha, creando más y más productos con creciente sofisticación y creatividad, el esclavo empieza a verse reflejado en los productos que crea y ya no se siente enajenado de su propio labor y de esta manera alcanza mayor nivel de autoconciencia, de humanidad.
Y así se da el giro dialéctico en el gran cuento de Hegel sobre el espíritu y su desarrollo. ¿Cómo termina este cuento? ¿Cuál es, en otras palabras, el fin de la historia? Para Hegel, como nos cuenta Fukuyama, el estado universal y homogéneo reconcilia plenamente la contradicción que existía en la relación entre el amo y el esclavo al convertir a los antiguos esclavos en sus propios amos. Ese estado es la democracia liberal con los derechos y libertades repartidos entre todos de forma igual. La gran critica de Marx y de la izquierda en general es que la existencia de clases económicas hace que ese reconocimiento no sea efectivamente universal. Pero lo que nos interesa aquí es la de Nietzsche.
Nietzsche está muy de acuerdo con Platón y con Hegel sobre el timos, esa capacidad del ser humano de indignarse y por tanto de requerir del reconocimiento del otro. Lo que él cuestiona es el valor de un reconocimiento universal, uno que se da de forma automática y formal sólo por pertenecer a la especie humana independientemente del esfuerzo, carácter y logros de uno. En las redes sociales hoy en día el reconocimiento viene en la forma de los “me gusta” y, al parecer, lo que más importa a la gente es recibir cuantos me gusta o “likes” sean posibles. Imagínate que escribes en Facebook una breve reflexión filosófica sobre la sociedad contemporánea y recibes un solo like – pero es de Byung-Chul Han. Para Nietzsche, la cualidad de semejante reconocimiento sería infinitamente superior a la de 10,000 likes que vienen de gente que poca o nula idea tiene de filosofía.
Pero así es nuestra sociedad democrática donde las virtudes y los valores que rigen son los de las masas. Para Nietzsche, el tipo de sociedad que el ser humano necesita para que sea realmente humano y no un mero animal de rebaño, es una sociedad no democrática sino aristocrática. “Aristo” en griego significa “mejor”, así que una aristocracia es una sociedad en la que los mejores mandan; establecen jerarquías, rangos de superioridad e inferioridad, mejor y peor. No superioridad económica, militar o en términos de raza o cosas así, sino superioridad espiritual. En La genealogía de la moral, Nietzsche describe el proceso mediante el cual los débiles, siendo la mayoría, se dieron cuenta de que podrían superar o vencer a los fuertes, los aristócratas nobles, al unirse en rebaño empleando las armas de la culpa y la conciencia. Así explica el origen de la religión cristiana. En la modernidad, la idea cristiana de que todos son iguales ante el ojo de Dios llegó a expresarse en 1789 en la Revolución Francesa la cual acabó con el antiguo régimen e instauró el estado de derechos en el que todos son iguales ante la ley. Para Nietzsche, la democracia no es más que el cristianismo secularizado.
Para Hegel, la democracia liberal es el resultado de la dialéctica del amo y el esclavo. Como sabemos, en cualquier momento de la dialéctica hay una contradicción que se resuelve en una síntesis mayor que conserva elementos de los dos lados de la contradicción. Sin embargo, en la síntesis que es la democracia liberal Nietzsche no ve que se haya conservado ningún aspecto del amo y su moralidad. El timos, tan característico del ser humano, ha desvanecido. Si hay que buscar en filosofía un mito fundador de las sociedades contemporáneas, no sería el de Hegel sino lo que nos cuenta Tomás Hobbes en el Leviatán. En el capítulo 13, habla del encuentro de los hombres en el estado de naturaleza cada uno impulsado por la vanagloria y el deseo por el poder y todos más o menos en una condición de igualdad con respecto a la fuerza necesaria para conseguirlo. Esta situación conduce a una guerra de todos contra todos en la que la vida es “solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve”. La salida de esta desagradable situación son ciertas pasiones que surgen en el hombre. Dice Hobbes: “Las pasiones que inclinan a los hombres a la paz son el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo”. En este escenario todos son miedosos y ávidos. Sacrifican su timos, su creencia en su propia superioridad, a cambio de una vida confortable, la auto-conservación.
Lo curioso es que Hobbes pensaba que la gente resolvería el conflicto al instaurar un monarca con poder absoluto, pero no resultó así. Lo que se dio más bien fue una democracia, el mando por el demos o el pueblo, las masas pues, cuyo ejemplar es lo que Nietzsche llama el último hombre. La única virtud que hay que ejercer en esta sociedad es la tolerancia ya que nos permite llevar la fiesta en paz – cada quien con lo suyo, con sus creencias y valores, con su idea de la buena vida, sin que ninguna sea mejor que la otra. Juzgar al otro, decir que está mal, que no da la talla y que debería esforzarse más, esas cosas no pueden decirse ya que serían intolerantes. Los valores se perciben como subjetivos, tema de cada quien y no de una autoridad moral. Donde sí se puede ser intolerante con respecto a la vida de otro es en cuestiones objetivas, como la salud del cuerpo por ejemplo. En efecto, hay jerarquías en la sociedad de las masas, sólo que no definen superioridad espiritual y rango, sino cosas como el peso y el colesterol. Vivir bien ya no es una búsqueda filosófica sino objeto de un saber científico, técnico. El timos ha sido domesticado. Ya no se busca reconocimiento del otro sino sólo la auto-conservación y el consumo. Tu reloj ahora puede medir tus signos vitales y el algoritmo sugerir cambios a tu conducta, y desde el mismo reloj puedes comprar cosas que la camioneta de Mercadolibre entrega a la puerta de tu casa.
Esta transformación del ser humano, la pérdida de la moralidad del amo y la universalización de la del esclavo, no es función de algún proceso biológico, sino más bien social. Nietzsche trata este tema de forma muy llamativa en el más famoso pasaje de toda su obra, la sección 125 de La gaya ciencia donde anuncia la muerte de Dios. Dice: “¡Dios ha muerto y todos nosotros somos sus asesinos! ¿Pero cómo hemos hecho esto? ¿Cómo fuimos capaces de beber el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadena­mos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos continua­mente? ¿Y hacia atrás, hacia los lados, hacia adelante, hacia todos los la­dos? ¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos sofoca el espacio vacío?”
Lo que Nietzsche describe aquí es el nihilismo, la idea de que la realidad carece de bases para el conocimiento y la moral, lo cual despoja a la vida de todo sentido. La palabra clave en esta cita es ‘horizonte’. Si la vida es un viaje, si la vida se navega, el horizonte es lo que nos orienta, lo que pone los linderos culturales que definen la identidad de uno y el sentido de su actividad. La religión constituye semejante horizonte, como vemos en los sacramentos de la Iglesia Católica. Los sacramentos, junto con otros ritos y ceremonias, estructuran la vida de uno, le dan metas con las que uno mide su avance en el camino de la vida, y satisfacción al cumplirlas. Donde hay horizontes, hay quienes establecen esos horizontes, autoridades que evalúan y juzgan, que permiten y consagran el paso de un estado de vida a otro. En la iglesia son los sacerdotes, en la familia los padres, en la universidad los maestros. En una sociedad sin horizonte, la vida carece de esta estructura y uno va flotando como si estuviera en el espacio, sin arriba y abajo o derecha o izquierda, sin la posibilidad de orientarse.
Pero dirás que en las democracias liberales la vida no es totalmente desorientada, que hay sacerdotes, padres y maestros entre otros poniendo reglas y metas y evaluando, etc. Sí; pero el problema es que esos horizontes no son horizontes sino cercas o recintos insulares, y no son públicos sino privados, es decir, no definen la totalidad de la existencia social de uno sino sólo una parte delimitada, aquella que corresponde a sus intereses privados. Hoy en día todos siguen ciertos grupos en Facebook, tienen sus hobbies, los académicos publican artículos para un reducido grupo de pares, uno es miembro del Club de Rotarios. Eso, sin embargo, no significa tener un horizonte. Esta pluralidad de grupos sociales es, por un lado, producto del liberalismo, pero por el otro es un reflejo quizá de nuestra conciencia histórica. Como Fukuyama comenta, la historia nos enseña que en el pasado ha habido horizonte tras horizonte – civilizaciones, religiones, códigos éticos, sistemas de valores. La gente que vivía en esas antiguas culturas creía que que su horizonte era único, el único posible. De hecho, la posibilidad de otros horizontes ni siquiera surgía como posibilidad. Se percibía como una cosa casi natural, como el agua para los peces. Nosotros de hoy en día, en cambio, somos demasiado sofisticados. Vemos un horizonte por lo que es – no como algo sólido, tierra firme, sino más bien como un espejismo que, al acercarse a el, desvanece, dando paso a otro horizonte más allá. Leemos con cierta fascinación sobre las hazañas de épocas lejanas, sobre las lealtades que llevaron a los hombres a desesperados actos de valor y sacrificio, pero al mismo tiempo no podemos evitar considerar esas creencias y lealtades por las que la gente sacrificaba tanto, hasta la vida, como prejuicios tontos porque, como leemos en el libro, alguien por el otro lado del mundo estaba muriendo por una creencia contraria. Cerramos el libro y damos gracias por vivir en un mundo tan ilustrado; nos felicitamos por haber superado esos fanatismos y por ser ahora tan “open mind”.
Es por todo eso que acabamos de comentar que muchos hoy en día preguntan por el sentido de la vida; de hecho, hace muchos años hice un vídeo sobre ese tema a petición de un joven de 14 años. Preguntar por el sentido de la vida es preguntar por el horizonte de la vida, por ese marco que le da significado, pero el liberalismo ya lo ha borrado para evitar conflictos y broncas. En Europa en los siglos 16, 17, y 18 hubo una larga serie de guerras sobre la religión donde un estado trataba de imponer sobre otro cierta creencia religiosa. Esas guerras no consiguieron más que mucha gente muerta, entonces, en vez de una religión oficial o un horizonte oficial, mejor un espacio público neutro. Con la disminución del fervor religioso en la modernidad, algo empezó a tomar su lugar, a saber, el desarrollo industrial y la economía capitalista, y con ello, como dijo Marx, “Todo lo sólido desvanece en el aire”. Lo sólido, el horizonte precisamente, desvanece ante el disolvente del valor de cambio. Ahora me doy cuenta que Nietzsche y Marx tienen un diagnosis muy parecido de la modernidad liberal. Mira lo que dice Marx: “Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas. Echó por encima del santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar”.
Ahora, Marx no añoraba para nada un retorno a esas condiciones feudales de jerarquías sociales, sino el avance hacia un liberalismo de verdad, uno que hacía efectivo no sólo un reconocimiento universal en los derechos sino también en la economía. Nietzsche, no. Para Nietzsche, tanto la democracia liberal como el socialismo termina en un mundo plano e insulso poblado no de espíritus nobles sino del último hombre, una criatura que Nietzsche describe como un ‘hombre sin pecho’. Es muy llamativa esa imagen. Tener pecho significa tener orgullo, ser reconocido por un logro que no cualquiera alcanza. Es la indicación pues del ejercicio del timos. Pero en el estado liberal donde el único horizonte o criterio de evaluación es lo económico, el pecho ya no tiene razón de ser ya que el hombre se ha degenerado a tal grado que el modelo razón-apetito lo describe muy bien. El pecho se atrofia y lo que se agranda es la barriga. La conservación de la vida no es poca cosa, pero si lo que nos distingue de los demás animales no es más que la razón, si no hay nada por el que uno estaría dispuesto a morir, a sacrificar la vida, entonces para Nietzsche no hay nada ahí que reconocer, ni estimar, ni aplaudir. Esta mugrosa condición de vida, de mera vida, en que nos encontramos tiene que ser superada, tal como anuncia en Así habló Zaratustra cuando habla del übermensch, o el superhombre. Éste sería alguien que buscara la lucha en vez de la comodidad, el sacrificio en vez del consumo, para mostrar que es más que humano demasiado humano, más que un mero animal miedoso y necesitado. ¿Semejante übermensch sería alguien como Jeff Bezos? Ni de chiste! Sí, está hasta arriba en la cadena alimenticia, pero el alimento que acapara (sin duda en demasía) no es alimento para el espíritu, sino sólo para el cuerpo y sus pequeños placeres.
El Nietzsche que yo estudiaba en mi formación era un Nietzsche postmoderno, un iconoclasta que reventaba los dogmas moralistas, que mostraba el vínculo entre la verdad y el poder, que ensalzaba el perspectivismo y la creatividad, y que veía la naturaleza humana como un proyecto que hay que crear en vez de algo que hay que descubrir. Este Nietzsche me ayudó mucho en liberarme de dudas, miedos y otras cosas que me oprimían. Pero tiene un lado más oscuro. Bueno, digo ‘oscuro’ desde la comodidad de mi existencia en un estado liberal. El objeto de la política de Nietzsche no son los derechos humanos, la harmonía social, la felicidad, la prosperidad, o cosas por el estilo, sino la cultivación y el fomento de la nobleza y la grandeza, de individuos del más alto nivel cultural. Sacrificar la comodidad y seguridad de las masas, de gente espiritualmente inferior, para que la vida alcance su mayor y más excelsa expresión, aun cuando sea sólo en algunos cuantos individuos, eso para Nietzsche es un costo que vale la pena pagar.
Ahora, sabemos que los Nazis encontraron cosas muy amenas en el discurso de Nietzsche, entonces la gran pregunta es si sus ideas, su concepto de una aristocracia jerárquica, es sinónimo del fascismo de Hitler, del Nacional Socialismo cuya solución final fue el Holocausto? La mayoría de los estudiosos están de acuerdo en que el vínculo entre Nietzsche y los Nazis es tenue ya que criticaba de forma muy clara y directa todo tipo de nacionalismo y anti-semitismo. Es difícil decir cómo sería la cultura aristocrática que Nietzsche ensalza, pero está claro que no se basaría en la xenofobia, el racismo y el nacionalismo. Los nacionalistas blancos en Estados Unidos y Europa que se apoyan en Nietzsche en sus discursos están, a mi juicio, muy despistados. Pero no por eso podemos descartar tan fácilmente sus quejas. En la contienda presidencial de 2016 en Estados Unidos, Hilary Clinton llamaba todos los que apoyaban a Trump una “canasta de deplorables”. Desde entonces, la elite liberal se ha burlado de esa gente llamando los simpatizantes de Trump pueblerinos incultos y racistas. Pues les recuerdo que en la sección que leímos de La gaya ciencia hay gente ahí en la plaza que no creen en Dios por lo que se burlan de ese loco que va gritando que Dios ha muerto. En nuestro contexto, es gente que no cree en el horizonte, que cree más bien en la pluralidad de horizontes y por tanto en la vaciedad de todo horizonte. En pocas palabras, es gente sofisticada y open mind, como nosotros, los que se burlan del fanatismo y de las ideas locas de la ultraderecha. Puede ser que sus ideas para una sociedad distinta sean locas y repugnantes pero no por eso la sociedad actual se libra de la crítica. Creo que el análisis de Nietzsche señala algo importante, lo cual quizá podamos ver con más claridad en las ideas de Leo Strauss.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

20 Comments

  1. Paco Izquierdo · 14/04/2024 Responder

    Estimado profesor.
    Magnífico tema de candente actualidad y muy bien llevado en este primer vídeo.
    Solo quería sugerirle la introducción de dos pensadores a la continuación de la disertación que pueden arrojar más luz y llevar a una mejor comprensión de la dialéctica actual entre los defensores del sistema socialistaliberal actual y sus detractores. Son John Rawls por un lado y su crítico Michael Sandel por el otro.
    Gracias por los ratos tan amenos que me proporciona.
    Un saludo desde España.
    Paco Izquierdo.

  2. profesor prohibido · 14/04/2024 Responder

    No me gusto. Esperaba un posicionamiento ideológico personal mayor contra la filosofía de ultraderecha. No se puede decir que la decadencia espiritual es porque se prefiere la comodidad por sobre el esfuerzo. Este concepto es parte de la cultura del consumo. Es parte de un pensamiento binario con que la ideología de la derecha nos viene “formateando”. Lo que se debe decir que este ideología negacioncita de la vida nos hace creer que engordar es mas importante que crecer. Que consumir por el propio consumo es mas importante que crecer en que en su propia idea lleva implícito un horizonte. Tampoco se puede decir que la diversidad de horizonte termina por vaciar el horizonte sino todo lo contrario lo enriquece y multiplica. La filosofía no es describir al mundo para fortalecer su actual decadencia sino hacerlo de tal manera que permita su transformación. Nietzsche ubicado en su contexto histórico fué un revolucionario. No se puede extrapolarlo sino continuar su lógica a la realidad actual con las propuestas que no existen en este video. Te invito a ver repensando la vida video: https://www.youtube.com/watch?v=Bqc8-OLh6ME

  3. Miguel korenko · 14/04/2024 Responder

    Estimado Darín
    Excelente video tanto por su actualidad como sobre las múltiples preguntas que nos sugiere…
    De las tantas apreciaciones importantes que dijiste rescato la pérdida del horizonte existencial que en parte explica el vacío existencial de la sociedad occidental…
    Y sé que hablaras de Freud y lo pienso a este pensador más como filósofo que como científico y rescato de él que la pulsión de muerte es más fuerte que la de vida y lamentablemente la cotidianeidad le dan la razón basta ver la riqueza de los grandes millonarios cuyo dinero alcanzaría para si no solucionar al menos disminuir el hambre, llevar la educación a tantas naciones del África por ejemplo….pero siguiendo a Freud el poder destructor del hombre es inmortal menciono las guerras como la de Ucrania, Gaza y ahora parece que entra Irán….
    Creo que hoy más que nunca el filosofar tiene más vigencia…
    Muchas gracias
    Un gran abrazo saludos desde Uruguay
    Miguel korenko

  4. Nick Burmeister · 14/04/2024 Responder

    Me gusto mucho que pudieses jugar tanto con Locke, Hegel, Marx y Nietzsche. Hiciste un resumen fantástico de ideas alienadas con el tema. Creo que es interesante donde lo dejaste con la incertidumbre sobre si a Freddy le gustaría los movimientos populistas autoritarios. Es indudable que Nietzsche se reposaba bastante en la idea de una fuerza masculina imponente como guía personal…su horizonte, para ponerlo en tu esquema tan incisivo.Pero aquí creo que es donde Nietzsche se separa de lo que cotidianamente entendemos como la dinámica política moderna. No creo que él era un filósofo práctico sino más bien un poeta en busca de inspiración.

    Un saludo desde Seattle, WA.

  5. Víctor · 14/04/2024 Responder

    No sé, querido maestro, cómo anda usted de “apetito”, pero no tengo ninguna duda de que va bien provisto de “razón” y, sobre todo, de “thymós”. Hace que todos, empezando por usted, nos sintamos más dignos al escucharle, leerle y conocer, siquiera someramente, algunas de sus valientes acciones y decisiones.

    • Aurelio Lopez-Martinez · 14/04/2024 Responder

      Entonces el pensamiento de Nietzche se acerca más a la ultraderecha en su crítica al pensamiento político liberal?

  6. Mario Balzarini · 15/04/2024 Responder

    Hola Darín! Me parece que tratar de explicar el mundo a partir de conceptos ideológicos fosilizados tipo “derecha-izquierda” ya es culturalmente arcaico y cierra las puertas al pensamiento crítico. Yo creo que la Filosofía y la Espiritualidad (no el pensamiento subordinado a un dogma) tienen que seguir siendo las columnas del humanismo. Y la Fonda tiene que seguir siendo el maravilloso lugar que es. Donde florece el pensamiento crítico y donde no hay lugar para dogmatismos ideológicos. Abrazo!

    • Alminar · 16/04/2024 Responder

      Eso. Tampoco llamemos al culo por su nombre, que es culturalmente arcaico y cierra las puertas al pensamiento crítico. Y tampoco llamemos “nazi” a un puto nazi de mierda. A dónde vamos a llegar. Conservemos los modales.
      Deberes para Balzarini:
      1. Vídeo: https://tinyurl.com/46zy27en
      2. Libro: “Biedermann y los incendiarios” de Max Frisch.

  7. maría judith monares salazar · 16/04/2024 Responder

    por favor Darin, cuál sería la intervención de la hermana del maestro Nietzche en lo que concierne a libros con su dudosa manita de ladrona.

    Desde ya muchas gracias

  8. Ciro Annicchiarico · 19/04/2024 Responder

    Estimado Darin, interesante análisis, aunque creo que merece una profundización mayor. Una observación con mucho respeto, pero no encuentro otra forma de expresarlo: me parece una descripción un tanto infantil e irreal considerar que “la democracia liberal” está bajo ataque por Trump, Bolsonaro de Brasil, Víctor Orban de Hungría, Meloni en Italia, Narendra Modi de la India, Milei en mi país… Como si las “democracias liberales” de estos mismos países, antes de esos sujetos mencionados, fueren realmente unas democracias liberales, respetuosas de todos sus habitantes, justas y pacíficas… ¿Es realmente una democracia liberar auténtica la de EEUU, que mantiene aun hoy una latente discriminación a la población negra, que se expresa en brutales y también mortales represiones a los negros, a los que durante siglos además esclavizó? Cuando tiene un sistema electoral planificado exprofeso para que solo asuman la presidencia dos espacios políticos que son solo distintas máscaras de un mismo tipo de poder? ¿Cuando exporta golpes de estado en paises (como el mío) que solo pretenden ejercer su independencia y soberanía? ¿Cuando tiene cientos de bases militares repartidas por el mundo para condicionar el desarrollo de cuanto país pueda intentar hacerles competencia económica? En EEUU, al igual que en las demás grandes potencias, no existe ninguna democracia real, ni estado liberal verdadero, solo existen escenificaciones que ocultan el ejercicio más crudo del poder por parte de unos pocos sobre el resto, tanto de sus fronteras para adentro como hacia el exterior. La esclavitud existe desde la noche de los tiempos hasta hoy también, solo que ha ido cambiando de ropajes.
    Por último, la idea de Nietzsche que sintetizas al final, que reza “Sacrificar la comodidad y seguridad de las masas, de gente espiritualmente inferior, para que la vida alcance su mayor y más excelsa expresión, aun cuando sea sólo en algunos cuantos individuos”, y afirmas que eso para Nietzsche es un costo que vale la pena pagar, pregunto: ese sacrificio de las masas en pos de semejante fin, ¿acaso no es aceptar una tiranía que necesariamente se produciría, aunque no se utilice dicha palabra? ¿Qué diferencia habría con el fin “trascendente” que se propuso el nazismo con su “raza superior”?

    • Alminar · 25/04/2024 Responder

      @Ciro
      Como parece que nadie te va a responder, lo hago yo.
      Tu primer párrafo describe en qué consiste una democracia iliberal. Es posible elegir, pero salvo mero un cambio nominal, escoges entre opciones que benefician a un camarilla sí o sí.
      En el segundo párrafo, planteas dos preguntas retóricas, pues ambas se auto-responden.
      A mi entender Nietzsche es un filósofo de serie B. Fue una cotilla decimonónica. En su momento no le hicieron ni caso y, más tarde, por motivos políticos, se auparon sus cuatro pensamientos, buenos para las chocolatinas, a una escala desmadrada.
      Después de Hegel, la filosofía desapareció. A ellos contribuyó la restauración (la conjunción de intereses de monarquía y burguesía) tratando de “erradicar la semilla del dragón del hegelianismo”. Que lo racional sea real y viceversa significa que si hay algo irracional (como la existencia miserable del proletariado) es preciso la revolución. Esto había que hacerlo no imposible, sino inimaginable.
      La operación de voladura fue planificada por los estados financiando esa filosofía de mierda llamada “positivismo” (lógico o no, la misma basura es) para que la verdad cayera en lo epistémico, pero nunca más en lo político, histórico y social. Nietzsche fue utilizado como otra manera de desacreditar al hegelianismo, al marxismo y en general, a la metafísica, pues su prosa está llena de subjetivismo y exageraciones.
      Este es el destino de la filosofía: entre el academicismo y la teatralidad. Aquí el tufo de academicismo es denso.
      Este el mundo que nos ha tocado encarar.
      Un saludo.

  9. Ciro Annicchiarico · 25/04/2024 Responder

    Gracias Alminar por tomarte el trabajo de responderme. Parto por aclarar que no soy filósofo ni la filosofía es objeto de mis estudios. Solo me atrae saber, por eso sigo mucho a Darin, me interesa leer y escuchar todo aquello que pueda darme elementos para el pensamiento. Además he intentado leer algunos trabajos filosóficos, y, aunque esto parezca un sacrilegio, muchas veces siento que muchos filósofos giran como electrones sueltos en una nube de conceptos sustantivados, que no llevan a ningún lado. Creo que el origen del cosmos, el sentido de nuestra existencia y vida, si alguna vez algún saber le dará respuesta serán las ciencias duras. Bastó que Freud explorase el origen de nuestros pesares del alma, y escribiera un trabajito que se llamó El malestar en la cultura, en 1929, para que quedase en claro que las religiones, todas, no son más que un delirio colectivo. Cada vez que la física avanza un paso más hacia la fórmula que explique todo, la filosofía a su vez retrocede otro paso. En cuanto a Nietzsche, he leido hace años Ecce homo, Así habló Zaratustra y El anticristo. Creo que no me sirvió para nada, deploro los textos que requieren un trabajo de apigrafistas interpretando jeroglíficos. Lo comparo con Epicuro, tan claro, tan preciso, tan esclarecedor, con su lógica impecable sobre lo trascendente y la supuesta existencia de un dios o Dios, y su jardín del saber basado en la experiencia común. En cuanto a mi comentario sobre la democracia liberal, aludida por Darin, mi observación crítica apuntó a su referencia tan amplia, que por eso entendí, con las debidas disculpas, superficial. ¿Qué es hablar de “democracia liberal”? En mi caso por liberal acepto solo y exclusivamente el derecho de las personas de decidir sobre sus vidas como mejor les plazca, es decir lo que se conoce como derechos civiles y libertades individuales, mientras sus decisiones no afecten a otros sin el consentimiento de éstos. Pero en cuanto hace a los derechos y bienestar sociales, adhiero por completo a un sistema de estado presente y regulador, de economía planificada, que apunte a la igualdad social, al reparto equitativo de la riqueza y del disfrute de los recursos naturales, sin dañarlos. Me considero liberal en cuanto hace a los derechos personales e intervencionista por parte del estado en cuanto hace a los derechos sociales. ¿Por qué Darin cada vez que enumera dictadores incluye a Putin? Puede que sea ferreo y duro en sus decisiones políticas y del manejo de la economía rusa, pero su pueblo -salvo atentados terroristas- no sufre discriminaciones, locos que entran a escuelas disparando a niños, ni tiene el 20% de su población viviendo en la pobreza inconcebible, la educación es de excelencia, gratuita, inclusive para extranjeros. Esto lo sé directamente, no por comentarios de terceros. Comparalo con EEUU, pero Darin, cuando habla de dictadores, aparte de incluir a Putin, solo habla de Trump… como si el resto de presidentes no hubiesen representado una verdadera solapada dictadura que persigue a la disidencia interna, que exporta intervenciones sangrientas en otros países. Eso es lo que quise destacar, la visión sesgada que exhibió Darin. No lo culpo, creo que el mismo es parte de un pensamiento instalado e irreflexivo, que hace que de pronto repita guiones como los de las películas norteamericanas sobre la Segunda Guerra Mundial, según las cuales Europa se salvó del nazismo exclusivamente gracias al desembarco de los marines en la región de Normandía.

    • Alminar · 26/04/2024 Responder

      @Ciro
      Por un lado, hay un canario en la mina que determina qué dirigente es un dictador. Son los derechos de las minorías. Putin es un represor del mundo gay. También de la oposición política. Manda décadas a un gulag a cualquiera por ambos motivos. Por lo tanto, sí, es un dictador. Trump es un represor del aborto. Tampoco reconoce los resultados electorales cuando le son adversos. Todos sabemos que alentó el asalto al capitolio. Por lo tanto, sí, es un dictador. En la lista de Darin no aparece el presidente polaco. Bajo el mandato de Duda no se reconoce el derecho al aborto, ni la diferencia de orientación sexual. Peor aún, ha permitido identificar a los gays con pederastas. Así pues…
      Por otro lado, todo aquel que quiera informarse en Europa, sabe que la operación Bagration fue lo que descabezó a los nazis. Hay bastante publicado sobre el tema. Así como que, hasta que lo traicionó, Stalin empleaba a Hitler para barrer las democracias occidentales. El personal SS de los futuros campos de exterminio hicieron prácticas en los gulags del NKVD y hasta tuvieron la cara dura de filmarse compartiendo manteles alegremente. Hasta ese punto se sintieron correligionarios de fechorías.
      Hace un par de días, a propósito de la conmemoración del 300 cumpleaños de Kant, el mandamás putinesco de lo que un día fuera Köningsberg, comentó que el pensamiento de Kant constituía el origen de la depravación de Europa. Ahí es nada.
      Kant es otro canario en la mina. La apuesta kantiana no sólo por la libertad de pensamiento, sino por la razón, está en las antípodas del grisú que discurre por las estepas siberianas, las trumpianas playas de Hawaii o el piamonte berlusconiano.
      Añadiría un tercer canario en la mina: Hegel. El panlogismo hegeliano es incompatible con la dictadura. Aprovecho para recomendar “Razón y Revolución” de Herbert Marcuse.

  10. Ciro Annicchiarico · 26/04/2024 Responder

    Celebro tu erudición, se nota que sos filósofo o por lo menos estudiante de filosofía. No discuto que Putín gobierne con mano dura e inclusive que sostenga políticas que también cuestiono y deploro, como su persecución a la diversidad sexual, a la libertad respecto de la percepción sexual y a los homosexualidad. Todos los gobiernos humanos, aun los más admirables, tienen algún muerto en el placard. La cuestión es que si hoy no fuera por la firmeza del gobierno de Putín y el desarrollo impresionante de China (otro gobierno que también es cuestionable por varias razones), la fábrica de matar y explotar personas cuyo cerebro es la CIA y el Pentágono, ya habrían hecho del resto del mundo y de la humanidad un infierno, como el que ejecutaron en Hiroshima y en Nagasaki (200 mil muertos con un solo tiro y millones de seres humanops con secuelas posteriores), como el que propugnaron en mi país en la década de los setentas del siglo pasado, en Chile tras el golpe contra Salvador Allende en 1973, ambas, masacres espantosas, y las cien invasiones que ejecutaron en otros lares. ¿Dónde estaban los canarios? O, mejor dicho, ¿para qué sirvieron esos canarios? Como decía un viejo dirigente político humanista argentino: la única verdad es la realidad. Todo lo demás es discurso.

    • Alminar · 26/04/2024 Responder

      Criticar a las democracias iliberales para acto seguido proponer como modelo a líderes totalitarios como Putin o Xi no es coherente. Tampoco lo es quejarse de que las democracias iliberales imponen la esclavitud, cuando ése es el ideal de quien opina que “la única verdad es la realidad”. ¿De qué te quejas concretamente? Si estás en tu salsa. Ya tienes la mala vida que quieres. Otros creemos que un mundo mejor y más racional es posible. Ahí es donde hay espacio para la crítica (o, como diría Kant, para el uso público de la razón).

  11. Ciro Annicchiarico · 27/04/2024 Responder

    No es eso lo que dije mi estimado Alminar. Tu método, aparte de agresivo, no es honesto, consiste en atribuirme afirmaciones que no hice para pasar a criticarlas y denunciar incoherencias, fabricándote así un adversario que te permite continuar la lucha desde un pedestal imaginario. No sé si sabes quién es que dijo “la única verdad es la realidad”, pero si tu afirmación partió de saberlo, te define por completo: es lo que en mi país llamamos gorilas reaccionarios, muy próximos por cierto al monstruito infame que los “liberales” del Norte con sus monopolios mediáticos ayudaron a instalarse en la presidencia, y, también, por supuesto, no hay que negarlo, nuestras propias limitaciones. No existe la libertad sin dignidad, sin igualdad, sin justicia social y sin soberanía, y estas últimas cualidades, siempre, en la historia de la Humanidad, han debido imponerse con decisiones fuertes, con gobiernos fuertes. El mundo mejor y más racional posible que pretendes, no viene de la mera razón como maná caido del cielo, solo se consigue luchando. Bien material y dialéctica es la cosa.

    • Alminar · 28/04/2024 Responder

      1. Si escribes algo y no te reconoces luego en lo escrito, corre de tu parte como escritor matizar en qué sentido has dicho lo que dijiste. El lector no puede leer tu pensamiento. Yo he cortado y pegado afirmaciones tuyas, a mi entender inconsistentes entre sí. Si no te he entendido bien o las crees compatibles, explícate, pero no uses la demagogia para enmendar la incoherencia de tu discurso. Razona por qué es consistente lo que has escrito. Tu discurso es tu responsabilidad, no la mía.
      2. Te he tildado de “no coherente” y te ha parecido “agresivo”. Acto seguido me encuentras entre los “gorilas reaccionarios” Aparte de ausencia de diplomacia, es otro ejemplo de falta de coherencia. No puedes llamar agresivo a alguien para a renglón seguido insultarlo llamándolo gorila y reaccionario. (Y que me perdonen los gorilas, pues son homínidos muy nobles).
      3. Hablando de lo que es ser “reaccionario”.
      Afirmas: “No existe la libertad sin dignidad, sin igualdad, sin justicia social y sin soberanía, y estas últimas cualidades, siempre, en la historia de la Humanidad, han debido imponerse con decisiones fuertes, con gobiernos fuertes”. Yo no suscribiría semejante cosa. ¿Dónde está la prueba? La historia no son las ciencias naturales. A mi entender un gobierno es tanto mejor cuanto más respete los derechos humanos. La única cualidad que tú destacas es que sea “fuerte”. Yo me preocupo más por las minorías, por quienes no tienen voz, por las víctimas. Si una cualidad caracteriza a los gobiernos totalitarios es ésa, la fuerza. Todo lo quieren resolver mediante la fuerza. Su visión de la sociedad es la de los animales: devora y evita que te devoren. Tienes derecho a mantener ese parecer, que viene a ser lo que manifestó en su momento Trasímaco, pero no tienes derecho a afirmar que tu opinión sea menos reaccionaria que la mía (lo mismo que tampoco puedes afirmar que Gorbachov fue más reaccionaria que Putin), porque incurres una vez más en falta de coherencia.

  12. Ciro Annicchiarico · 28/04/2024 Responder

    Ser fuerte no necesariamente implica ejercer violencia, sino congruencia en el mantenimiento de las ideas, que es lo que propongo y no ves. Soy por completo respetuoso de los derechos humanos, tanto es así que llevo adelante juicios por delitos de lesa humanidad y graves violaciones a los derechos humanos en representación de víctimas de nuestra pasada dictadura cívico militar. Entre quienes asisto hay familiares de víctimas y víctimas que han luchado y resistido con armas en contra de los genocidas argentinos. La resistencia a las dictaduras es un derecho básico reconocido por el derecho internacional, y toda resistencia implica el ejercicio de firmeza y a veces también violencia en defensa propia. De modo que tus imputaciones de “incoherencia” ameritarían conocer más los pliegues de la realidad, la dinámica en que la libertad de los seres humanos se va construyendo de a poco. El reclamo por la paz y la libertad desprovisto de un análisis profundo de los mecanismos que caracterizan a las relaciones humanas es un tanto infantil. No es que “todo lo que quieran resolver es mediante la fuerza”, sino que la fuerza cuando se ejerce en defensa de quien te ha atacado primero es un derecho legítimo que existe en todo el ordenamiento jurídico mundial, inclusive desde el derecho romano. Tu problema, creo, es que absolutizas el pensamiento. Por último, también asisto a representantes de minorías reprimidas por sectores de nuestro gobierno, sectores que hoy se parecen mucho a una suerte de fascismo, que aquí se han dado a sí mismos el nombre de anarco capitalismo. De modo que me parece que, otra vez son los hechos concretos, la realidad, lo que demuestra dónde está parado cada uno, y que, al mismo tiempo, vos estás discutiendo con vos mismo, no conmigo. P/S: fijate en mi website.

    • Alminar · 28/04/2024 Responder

      Conmigo no discuto y contigo dialogo y me preocupa apreciar tu falta de coherencia.
      1. Líneas atrás apelaste a tu experiencia en Rusia y ahora a que asistes a representantes de víctimas… como fuente de saber. A eso se le llama falacia “ad verecundiam”. Es mejor no decir nada que justificar algo con una falacia. Imagina que ahora sale un espontáneo y dice que a él se le aparece Dios y que por eso lleva razón. ¿Aceptarías su testimonio como fuente de autoridad y razón? Va a ser que no.
      2. Dices: “Ser fuerte no necesariamente implica ejercer violencia, sino congruencia en el mantenimiento de las ideas, que es lo que propongo y no ves.” Y lo sigo sin ver y parece que tú tampoco, porque escribiste previamente: “Todos los gobiernos humanos, aun los más admirables, tienen algún muerto en el placard. La cuestión es que si hoy no fuera por la firmeza del gobierno de Putin y el desarrollo impresionante de China…” Estás hablando de que todo vale por mantener unas ideas, incluso el asesinato. Pues yo no mataría a nadie por unas ideas, porque puedo estar equivocado. La defensa de los derechos humanos implica que no todo vale. Más aún, que lo único que siempre vale es que no todo vale. No te veo en esta onda.
      3. Unos renglones más abajo añades: “toda resistencia implica el ejercicio de firmeza y a veces también violencia en defensa propia”. Esto es un potaje. La defensa propia es legítima defensa, pero no es un ejercicio de firmeza. Cuando no te queda otra, haces lo que sea por sobrevivir. Pero eso no es el ejercicio de una virtud. Tomás de Aquino, hablando de la ley natural habla del legítimo derecho a sobrevivir y subraya que no es una virtud, sino una ley natural que afecta a los seres vivos. Así lo entiende el derecho. Pufendorf definió con precisión el principio de la jurisprudencia en que se basa la legítima defensa: “la libertad de cada uno está limitada por el derecho del otro”. Pero el derecho no es la moral. El derecho es social, mientras que la moral es individual. ¿Qué pinta ahí la firmeza? Nada. Es un recurso retórico del que prescindirías si pensaras las cosas con claridad.

  13. Ciro Annicchiarico · 29/04/2024 Responder

    Alminar, sigues distorsionando lo que yo digo. No hablé de matar a nadie por una idea sino del legítimo derecho de defensa. En el ejercicio del derecho de defensa está ínsita la firmeza para hacerlo. Están los que se rinden y los que no. Estos últimos son los que tienen firmeza. Te felicito por la amplia erudición filosófica que demuestras. Yo no estoy a esas alturas del conocimiento. Te propongo que quedes con tu sapiencia y yo con mis limitaciones. Buena vida amigo, la corto acá, tengo mucho trabajo (por ahora, afortunadamente).

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