La filosofía de la ultraderecha, pt. 2

Hoy una revisión de Freud y Weber, de las diagnosis que hicieron de la sociedad y la cultura a las que respondieron pensadores como Carl Schmitt y Leo Strauss.

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Guión

En el último vídeo saqué una lista de políticos de ultraderecha que tienen la democracia liberal en la mira. Entre ellos mencioné a Javier Milei. Pues muchos de ustedes estaban muy molestos conmigo. Decían: Milei no es fascista, sino libertario, hay una diferencia importante. Para que sepan, cuando hice la lista no estaba seguro si debía incluir a Milei o no. Recuerdo que vi unos discursos suyos durante la campaña presidencial y gritaba tanto y se portaba con tanto frenesí que me recordaba los discursos de Hitler, sus gritos y gesticulaciones. A lo mejor por esa asociación le tildé de fascista. Pero por los comentarios que dejaron, volví a pensarlo, investigué un poco y vi que, efectivamente, tienen razón, no hay evidencia de que quiere acabar con la democracia liberal. A mí no me gusta nada Milei, pero si me equivoqué pues debo aceptarlo.
Ya ven qué tan fácil es decir – Estuve mal, tienes razón? En vez de reconocer mi error, pude haber seguido con mi prejuicio y buscado la forma de justificarlo. Los filósofos son muy buenos haciendo eso, justificando sus prejuicios. Mucho más difícil es corregirlos cuando tengas evidencia en la cara que lo desmiente. La dificultad no es tanto epistemológica, es decir, saber la verdad sobre un asunto, sino moral, tener el valor de decir “me equivoqué”. Queremos tener la razón, pero nadie lo sabe todo y todos cometemos errores, y reconozco que tengo aún muchos prejuicios que he justificado sin suficiente autocritica.
Relacionado con esto es otro comentario que varios hicieron – ¿Cuando va a hacer una serie sobre la ultraizquierda? En varios vídeos, de forma implícita o explícita, he manifestado mi simpatía por la izquierda, entonces se me hace que el sentido de la pregunta era señalar mis prejuicios, que estoy dispuesto a analizar o criticar un lado del espectro político pero no el otro. Hay varias cosas que puedo decir al respecto. Primero, si hubiera iniciado una serie sobre la ultraizquierda, habría habido muchos que me preguntara ¿Y cuando un análisis de la ultraderecha? Es absolutamente imposible complacer a todo el mundo todo el tiempo. Segundo, la ultraizquierda no ha tenido en los últimos años ni remotamente el éxito que ha tenido la ultraderecha. Si la democracia liberal corre el riesgo de descomponerse, de ser sustituida por otra cosa, esa otra cosa no es el comunismo, ni el de Marx, ni tampoco la versión estalinista, cubana o venezolana, sino algún tipo de autoritarismo nacionalista de la ultraderecha. ¿Ves noticias sobre olas de millones y millones de personas llamando por una revolución comunista? Por supuesto que no. La verdad es que el reto, al menos en este momento histórico, viene de la ultraderecha y es por eso que me interesa analizarlo. Por cierto, si me dices que la corrección política, eso del woke, la ideología de género y esas cosas que fastidian a mucha gente, si me dices que eso es señal del avance peligroso de la ultraizquierda, te respondería que no, que eso es simplemente la última iteración de la izquierda tradicional. Los militantes de esas posturas no quieren acabar con la democracia liberal sino sólo darla cierta configuración, de la misma forma que Javier Milei, ahora sí de la derecha tradicional, quiere darle otra configuración.
Bueno, una última cosa que diría es que mi propósito en esta serie de vídeos no es analizar la filosofía de la ultraderecha para desacreditarla. Eso es lo más común en las redes sociales; desde las trincheras de tu tribu lanzas cócteles molotov al otro lado. Pues esta serie de vídeos no es un cóctel molotov, sino una exploración honesta de un punto de vista que espero sea un aprendizaje. Creo que hay algo de valor en la crítica que Nietzsche y Leo Strauss y otros hacen a la democracia liberal, cosa que en alguna medida enriquecerá y profundizará mis creencias y compromisos, y espero que los tuyos también.
Bien, en el último vídeo dije que en éste pasaríamos con Leo Strauss. El escrito suyo que me interesa analizar se llama “El nihilismo alemán” que es el texto de una conferencia que dio en el New School for Social Research en Nueva York en 1941. Su discusión del nihilismo se remite sin duda a Nietzsche y lo que discutimos la vez pasada en cuanto a la muerte de Dios y eso de los horizontes. Sin embargo, la discusión ahí quedó en un nivel más o menos general y medio metafísico por así decirlo. Para que realmente entendamos el argumento de Strauss y de Carl Schmitt, hay que profundizarnos en cómo el nihilismo se manifiesta psicológica, sociológica y políticamente. Para ello quiero hablar un poco de las ideas de Freud, del trabajo de Max Weber, y del fracaso que fue la República de Weimar.
Si nunca has leído ningún libro de Freud, recomiendo mucho El malestar en la cultura. Ahí a grandes rasgos sintetiza casi todos los elementos de su teoría de la psique humana, articulando y explicándolos en el contexto social en que el ser humano vive.
Todo empieza con el bebé. Nace con instintos los cuales está llevado forzosamente a satisfacer. Su satisfacción produce placer. De esta manera, el principio básico de la vida, su dinámica rectora, es el principio de placer. Ese principio es lo que rige nuestra conducta. El bebé encuentra placer cuando su madre le da el pecho, por ejemplo, pero inevitablemente lo quita del pecho y así el bebé experimenta displacer o dolor. Se da cuenta de una realidad externa que es indiferente a su deseo por el placer. A lo mejor los gritos y llantos funcionen para que su madre vuelva a darle el pecho, pero al ampliarse su mundo, al relacionarse con más personas y con el mundo físico, encuentra más que nada frustrada su búsqueda por el placer. De esta manera, en la psique del bebé, hasta ahora puro inconsciente, se desarrolla el ego, la conciencia racional que sirve de mediador entre los instintos inconscientes y el mundo externo.
Freud identifica tres fuentes de dolor o sufrimiento: 1) nuestro propio cuerpo, es decir, las dolencias de la enfermedad, pero también los instintos que reclaman satisfacerse; 2) el mundo externo, cosas como huracanes, sequías, extremos de temperatura, y el hecho de que cuesta mucho trabajo y sudor conseguir lo que uno necesita para conservar la vida; y 3) la vida social. Ahora bien, cuando pensamos en el placer pensamos en algo directo y positivo, como la sensación de comer chocolate o de tener un orgasmo. Sin embargo, para Freud, la mayor parte de la experiencias que llamamos placenteras son negativas en el sentido de que consisten en eliminar un dolor, como cuando quitas la piedrita de tu zapato. El punto es que el mundo ofrece muchas más oportunidades para sentir dolor que placer, entonces Freud analiza las diversas estrategias que emplea el ego para quitar la piedra del zapato.
En cuanto a la primera fuente de sufrimiento, nuestro propio organismo, podemos hacernos insensibles al dolor al endrogarnos, ahogar nuestras penas en el trago como quien dice. O podemos ir directamente a la fuente del sufrimiento, los instintos, y tratar de extirparlos. Una manera de hacerlo sería una intervención física, como la castración, pero también se puede hacer de forma mental. Los estoicos dicen que no hay que cambiar el mundo sino cambiar uno mismo y eso lo hacen a través de diferentes ejercicios y estrategias mentales usando una combinación de la razón y la imaginación. En el budismo encontramos algo parecido. El Buda enseña que la fuente del sufrimiento no es algo externo sino interno, a saber, el deseo o el apego. Ese apego o sed es como una llama y la nirvana no es otro que extinguir esa llama, extirparlo. Los budistas pretenden lograr eso principalmente mediante la meditación. Otra estrategia es la sublimación, es decir, canalizar las energías psíquicas hacia otros fines. En vez de gastar toda esa energía en el sexo, dedicarla a la comprensión del mundo en la creación de sistemas filosóficos por ejemplo. Sin duda tomamos placer en la filosofía, pero no es un placer tan intenso como el orgasmo. O podemos escapar de nuestro sufrimiento y frustraciones mediante la imaginación – o sea, el arte. Cuando vemos una película en el cine, eso es lo que estamos haciendo – dejando allá fuera la realidad para vivir durante un par de horas una fantasía. Es como ahogar las penas de alguna manera, por lo que me resulta totalmente incomprensible cuando veo gente sacando su cel en el cine para checar sus redes sociales y email o lo que sea. ¡El punto del cine es escapar de la realidad, no mantenerse en contacto con ella! En fin. Otra estrategia que Freud menciona es negar la realidad al crear una nueva, a saber, la religión. La creencia cristiana por ejemplo puede aminorar las penas de este mundo al plantear otro en el que serán compensadas. La última cosa que menciona es el amor. Estar enamorado es muy placentero pero es intenso sólo al principio, y además es una estrategia arriesgada. Dice Freud: “El punto débil de esta técnica de vida es demasiado evidente . . . jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido el objeto amado o su amor”. Como final, si ninguna de estas estrategias o ninguna combinación de ellas funciona, la última salida es la neurosis.
Con respecto a la segunda fuente de sufrimiento, el mundo externo o la naturaleza, podemos tratar de controlarlo y eso lo hemos hecho a lo grande con la ciencia y la tecnología, con invenciones de todo tipo, desde el arado hasta vacunas y plantas nucleares. De esta manera, la humanidad ha procurado aliviar un grado significativo de sufrimiento, sin embargo, las nuevas tecnologías traen casi siempre consecuencias negativas imprevistas a las que siempre respondemos con más tecnología que a su vez resuelve problemas pero genera más también.
Freud estima que estas dos fuentes de sufrimiento son ineludibles, que en algún grado u otro vamos a sufrir debido a ellas. Con respecto a la tercera fuente, nuestra vida en común con otras personas en la sociedad, es para Freud la mayor fuente de sufrimiento. Recuerda lo que dijo Sartre: “El infierno son los otros”. Sin embargo, los lazos que nos unen y que constituyen el tejido social no son parte del mundo externo como son nuestros instintos y los huracanes. Es decir, nosotros no creamos los instintos o los huracanes, pero las relaciones sociales sí son producto de nuestras decisiones, entonces pareciera que sería más fácil controlarlas o modificarlas para que no nos hagan sufrir. Pues en este punto Freud es tampoco muy optimista. Fíjense que el libro no se llama El malestar en la naturaleza sino El malestar en la cultura.
Consideremos el siguiente escenario. El despertador suena bastante temprano y tanto los padres como los hijos se levantan a regañadientes para iniciar un día que tendrá poco sentido. Los padres se meten en coches y lidian con el tráfico para llegar a la oficina a pasar 8 horas frente a una computadora manipulando datos, una actividad cuyo sentido no entienden del todo bien, aunque sí tienen claro que no es una actividad gratificante. Y los niños en la escuela cursando materia tras materia, año tras año, tienen una experiencia parecida. Todos preferirían estar en casa jugando, disfrutando de la intimidad familiar – ahí es donde se encuentra la felicidad, la satisfacción.
Pero es justo esa intimidad, su exclusividad, lo que la cultura no puede permitir. El sufrimiento que proviene del mundo externo puede disminuirse si nos juntamos en grupos colectivos cada vez mayores: clanes, tribus, ciudades, sociedades, civilizaciones. Para ello, resulta necesario canalizar el intenso amor o eros que se halla en el seno familiar para que forme lazos entre cada vez mayor cantidad de personas. Yo visualizo el eros como un trozo de mantequilla que hay que untar en un pan. En cierto momento llega a su límite, ya no puede untarse más porque se ha vuelto muy delgado sobre el pan. Y al comer un poco del pan, pues la mantequilla ya ha perdido su sabor intenso. Claro, siempre puedes untar más, pero el ser humano tiene una cantidad limitada de energía psíquica; no puede ir a la tienda a comprar más. El punto es que los lazos sociales que se crean con el eros del individuo son muy tenues. El eros es como un pegamento, el pegamento social, pero la relación que establece entre uno y una persona en su ciudad que jamás ha conocido es un pálido reflejo del amor que guarda para su pareja o su hijo. Esto nos recuerda de lo que dice Nietzsche sobre el valor de un reconocimiento universal, el reconocimiento que uno recibe del sistema social de manera formal y automática. Tiene la misma fuerza o peso que el lazo social que acabamos de comentar.
Entonces, en el seno familiar el eros tiene un objeto o unos cuantos objetos, los miembros de la familia, y se gasta en ciertas actividades como el sexo o el juego. Además de ampliar el rango de objetos, la sociedad o la cultura transforma también las actividades. Eso lo vemos de hecho en La república de Platón. En su búsqueda por la justicia, Sócrates y sus interlocutores empiezan a construir una ciudad ideal. La ciudad que Sócrates describe es muy básica; satisface sólo las necesidades naturales, las del cuerpo y su supervivencia. Sus interlocutores, Glaucón y Adimanto, se objetan. Llaman la ciudad de Sócrates una ciudad de cerdos. Dicen que los seres humanos requieren de cosas no sólo para el cuerpo sino también para el alma, precisamente las cosas que provee la cultura: el arte, los estudios, manjares y perfumes, belleza y orden. Para Freud, eso se consigue en mayor parte por la sublimación, es decir, la canalización de la energía psíquica del individuo en actividades como la filosofía o el arte, y también el aparato jurídico, todo el sistema de leyes junto con derechos y libertades que logran articular una sociedad ordenada y estable.
Hasta ahora, hemos hablado del eros y el principio de placer que rige la conducta humana, pero Freud identifica otro instinto básico, el instinto de la muerte o tanatos. Se manifiesta en la conducta agresiva la cual busca destruir. Amor y odio, pulsión de vida y pulsión de muerte. Donde el eros es untado y sublimado, el instinto de la agresión tiene que ser reprimido. El resultado es que, en vez de expresarse externamente, se dirige hacia el interior de la persona desarrollándose en lo que Freud llama el super-ego, la conciencia moral que controla la conducta del individuo con la sensación de culpa. Sin embargo, no es siempre necesario reprimir el instinto de la agresión. Cuando hay un enemigo común, resulta ser un pegamento social incluso más fuerte que el eros, como veremos más adelante en el planteamiento de Carl Schmitt.
Lo paradójico de todo esto es que la cultura que el ser humano ha creado para procurar su felicidad resulta ser la mayor fuente de infelicidad. Esto, por cierto, es justamente la tesis de Adorno y Horkheimer en su libro La dialéctica de la ilustración. El hombre ‘primitivo’ se espanta por los truenos y rayos y trata de comprenderlo y así controlarlo en alguna medida al atribuir a la naturaleza características antropomórficas, animistas. La razón ilustrada rechaza ese pensamiento mítico, eliminando de la naturaleza todo tipo de espíritu o fuerza sobrenatural, poniendo en su lugar cadenas empíricas de causa y efecto racionalmente calculables. Éste es el mundo moderno y científico, reducido a cifras y ecuaciones, un mundo desencantado. El problema es que la racionalización que logra dominar la naturaleza domina también la naturaleza de ser humano, de modo que la libertad que la Ilustración pretendía para el hombre terminó siendo una nueva y más efectiva forma de dominación.
Hay una escena en El retorno del Jedi, una de esas películas de Star Wars, donde Darth Vader es por fin vencido. Antes de morir le pide a Luke Skywalker que le quite su casco. Lo que se revela al quitarlo no es un fuerte guerrero sino un hombre decrépito y frágil. La armadura de Darth Vader, lo que en nuestro contexto sería la cultura, le hacía fuerte, le permitía dominar a los demás, pero a fin de cuentas, como vemos, le dominaba a él mismo. Así es la cultura para Freud, algo que nos protege pero que a la vez nos perjudica.
Max Weber llama esta armadura cultura una jaula de hierro. Donde Freud lo aborda desde la psicología, Weber lo analiza desde la sociología. La jaula que menciona no fue impuesta por algún déspota, sino creada sin querer por una cuestión religiosa muy curiosa, la cual expone en su famoso libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
La Reformación Protestante dio un giro radical al cristianismo con su crítica del catolicismo. El mundo del católico es un mundo de ritos, ceremonias, sacramentos, toda una estructura o tejido externo de actividades que, al participar en ellas y por mediación del clero, asegura la salvación. La Reformación elimina todo eso, ubicando el contacto entre el individuo y lo divino no en el exterior sino en el interior, en la subjetividad del creyente. De esta manera, uno se libera de la dominación del sacerdote y de abusos como las indulgencias, pero a su vez crea un fuerte problema. Es que, con la eliminación de esas mediaciones externas, el individuo ya no tiene la seguridad de su salvación, nadie que le de esa certeza. La tensión psicológica así creada no puede descargarse o resolverse por un agente externo, sino que permanece en el individuo. Aunque Weber no lo mencione, podríamos apoyarnos en nuestra discusión de Freud y decir que a los católicos no les hace falta un inconsciente ya que su función, en tanto un repositorio para contenidos reprimidos, la juega esa estructura externa que comentamos. Esa estructura descarga cosas que en otro contexto tendrían que ser reprimidas. Al carecer de esos elementos mediadores, el conflicto permanece dentro del protestante, por lo que sí requiere de un inconsciente.
Al hablar de los protestantes, Weber se centra en especial en el caso de los calvinistas quienes creen en la predestinación, o sea, desde un inicio Dios predestina a algunos a ser salvados y a otros a ser condenados. Obviamente, el individuo no sabe cual de los dos le toca. Esta incertidumbre claramente dolorosa podría reprimirse y manifestarse posteriormente como una neurosis, pero el calvinismo encontró una forma ingeniosa para resolver el problema. Donde en el catolicismo uno logra la salvación mediante buenas obras y los sacramentos y tal, en el calvinismo, dado que la salvación ya está determinada de antemano, las buenas obras no son el medio de su salvación sino que simplemente la confirman. En otras palabras, en vez de ser reprimida la incertidumbre, fue sublimada, sublimada en buenas obras – no obras como ayudar a un viejito cruzar la calle sino en obras empresariales.
Ahora, hoy en día el punto es ser rico, no importa cómo. Ganar tu dinero de golpe en la lotería o por 40 años de mucho trabajo en un negocio, da lo mismo. De hecho, mejor la lotería porque así no tienes que trabajar y puedes pasarlo viajando y gozando de la vida. Para el calvinista, no. El trabajo no es un medio a un fin (el dinero), sino que el trabajo lo es todo; es una vocación mediante el cual uno demuestra su estatus como uno de los elegidos. Esta vocación conllevaba un severo ascetismo personal; el empresario no gastaba su dinero de forma conspicua y despilfarrada, sino que lo reinvertía en el proceso de producción para que creciera, no tanto por su propio bien sino por el de la sociedad. En el catolicismo la espiritualidad se ejercía en el seno de monasterios, centrándose en un mundo más allá de éste. En el protestantismo, especialmente el calvinismo, la espiritualidad se manifestaba públicamente en la vocación económica de generar riqueza. Es esta actividad, de acuerdo con Weber, lo que apoyó el desarrolló del capitalismo.
Además de ese conflicto psicológico que comentamos, la eliminación de todos los elementos mediadores del catolicismo – los sacramentos, los ritos, los santos patronos y demás, también tuvo el efecto de desencantar el mundo. Es como si la reformación tomara una escoba y barriera del mundo todo rastro de cosas sobrenaturales. Lo que quedaba era un mundo desencantado, puramente material, un mundo que funcionaba como una máquina. El calvinista no reza a un santo pidiéndole ayuda para conseguir algún bien – eso para él no existe. Lo que existe es un mundo que funciona mediante cadenas de causa y efecto, las cuales pueden comprenderse racionalmente. Lo que para Weber caracteriza el inicio del capitalismo es esta mentalidad de individuos responsables, trabajadores, planeando y organizando el proceso de producción mediante cálculos racionales.
El capitalismo pasó por distintas fases empezando con el mercantilismo, luego el capitalismo industrial, lo cual dejó por atrás los artesanos y sus gremios a favor de una producción en la que máquinas y fábricas jugaban un papel más importante, llegando hacia finales del siglo XIX a un capitalismo más financiero y globalizado en su alcance. Lo que Weber señala es que el papel del empresario individual, su capacidad de analizar el escenario económico y tomar decisiones, cobró una importancia cada vez menor ante la creciente complejidad financiera y tecnológica de la producción. En su lugar quedaban administradores y burócratas. ¿Porqué? Pues poco ayuda la racionalidad de uno si aquello sobre el que uno razona, el objeto del cálculo, no es racional o más bien si no ha sido racionalizado. Es decir, el capitalista no opera únicamente en una esfera económica, sino también en las esfera sociales y políticas. Hoy en día, cuando uno hace click en el botón de compra y le llega el producto al día siguiente por mensajería, no tiene la más remota idea del nivel de racionalización del mundo entero que se ha llevado a cabo para que eso fuera posible. Todos los factores sobre los que el capitalista razona y toma decisiones tienen que ser, en la medida posible, predecibles. Cuanto mayor previsibilidad, mayor probabilidad de que las decisiones sean buenas y que conduzcan a ganancia. La cadena de suministro que fabrica y entrega tu producto depende de acuerdos políticos internacionales sobre temas como tarifas, de normas legales, de una administración burocrática que estandariza relaciones sociales, etc. En pocas palabras, la previsibilidad y calculabilidad de los factores de producción tienen que ser sistematizadas, estandarizadas y formalizadas a lo largo de los contextos jurídicos, administrativos y políticos para que el sistema funcione bien. En una sola palabra, tienen que ser racionalizados.
Otro aspecto importante en todo esto es que el conocimiento necesario para la toma de decisiones ya no es el del artesano, claro está, ni tampoco el del empresario protestante, sino un conocimiento científico y tecnológico ya que constituye el lenguaje de la estandarización y la sistematización. Es por eso, como dije antes, que en el lugar del empresario individual quedan ahora administradores y burócratas.
Hoy en día, la ética protestante se ha perdido; ya no figura en la ecuación del capitalismo. Sí, constituye el espíritu del capitalismo pero ese espíritu también se ha perdido. Al final de su libro, haciendo eco de Nietzsche, Weber dice que lo que tenemos hoy en día es el ‘último hombre’ – puros “especialistas sin espíritu y hedonistas sin corazón”. Especialistas hedonistas es lo que somos, no sólo los empresarios sino todos. En otra parte dice: “ El puritano quería ser un hombre profesional, nosotros tenemos que serlo. Pues el ascetismo, al trasladarse desde las celdas monacales a la vida profesional y comenzar a dominar la moralidad intramundana, ayudó a construir ese poderoso mundo del sistema económico moderno, vinculado a condiciones técnicas y económicas en su producción mecánico-maquinista, que determina hoy, con una fuerza irresistible, el estilo de vida de todos los individuos que nacen dentro de esta máquina –y no sólo de los que participan directamente en la actividad económica”. Las condiciones técnicas y económicas de la producción masiva, las estructuras sociales, burocráticas y jurídicas que la posibilitan, constituyen la jaula de hierro.
Sobre papel, los ideales de la Ilustración suenan muy bien: liberar al ser humano de la superstición, la ignorancia, jerarquías opresivas, y la naturaleza (en la forma por ejemplo de enfermedades). Sin embargo, como dicen Adorno y Horkheimer, “La tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad”. Esa calamidad consiste hoy en día en la destrucción de las condiciones de vida en el planeta, en la amenaza de armas nucleares, en la enorme brecha entre los ricos y los pobres, y en la administración de la vida social cada vez más por algoritmos, y trabajos con cada vez menos sentido, etc., etc. A lo mejor tu lista de las cosas que están mal no concuerde al 100 con la mía pero lo interesante es que, sea como sea tu lista, no quieres que esas cosas pasen, nadie quiere por ejemplo que se echen cada vez mayores cantidades de plásticos en los mares, sin embargo, todos participamos en un sistema que lo hace casi necesario. Ese sistema, que pretendía hacernos más libres, ha hecho el contrario. Es una jaula de hierro.
Bueno, Weber obviamente no hablaba del cambio climático y armas nucleares. Su preocupación era con la libertad del individuo en el entorno social. Fíjate que, comparado con Inglaterra y Francia, Alemania llegó tarde a la fiesta de la Ilustración. Al comienzo del siglo 18, Alemania tenía todavía muchos rasgos del feudalismo en el ámbito sociopolítico. No era una sola nación sino un conglomerado de muchísimos principados pequeños cada uno con su cacique que mandaba por su capricho. A lo largo del siglo 18 eso empezó a cambiar con toda la dinámica que describe Weber sobre los calvinistas y el trabajo empresarial. La burguesía como clase social estaba en ascenso, cobrando consciencia de su novedosa autonomía con respecto al pasado feudal. Y luego estalló Kant. El idealismo de Kant fue la filosofía perfecta para dar voz y forma a esta nueva consciencia. Durante los próximos 50 años, el idealismo alemán forjó el contexto y los conceptos en los que la burguesía alemana podía expresar e imaginar su independencia y libertad. El sistema de Hegel fue incluso más ambicioso que el de Kant, pero con su muerte en 1831, empezó a experimentar un declive. Al mismo tiempo, el desarrollo industrial, la mecanización de la producción, y el capital cada vez más financiero estaba transformando la experiencia del empresario protestante, haciendo irrelevante su ética que descansaba sobre nociones de austeridad y autonomía. Los burócratas y administradores estaban tomando su lugar.
Por el lado de la filosofía, el sistema dominante de la segunda mitad del siglo XIX era el neo-kantismo, una filosofía que recuperaba el lado epistemológico de la filosofía kantiana en alianza con el papel rector del positivismo científico. En esa época, la ciencia, especialmente en el campo de la física, gozaba de mucho prestigio en la opinión pública. Para que la filosofía no quedara relegada a una posición de irrelevancia en la academia y en la imaginación del público, se centró en una actividad lo más parecida a la ciencia posible, es decir, en la epistemología y la lógica, lo cual no dejaba espacio para la expresión de otras corrientes filosóficas que respondían al atrofio de la experiencia en la época de la reproducción masiva, corrientes como el existencialismo y las filosofías de la vida en general, como las de Bergson, Kierkegaard, Dilthey y Nietzsche. Es como si la psique de la filosofía reprimiera esos contenidos como inaceptables. Pero como sabemos, toda represión tiene dos salidas: o bien se manifiesta como una neurosis, o la presión va aumentándose hasta tal punto que no puede permanecer reprimido y explota. Este último es justo lo que pasó. La gota que derramó el vaso fue la bárbara y destructora irracionalidad de primera guerra mundial. A los 10 años de la guerra Heidegger publicó El ser y el tiempo; en el mismo año Bergson ganó el premio Nobel; y en esa misma década Carl Schmitt publicó varios de sus libros más importantes.
Para ir cerrando, quiero dejar claro que Freud y Weber no son teóricos de lo que estoy llamando la ultraderecha sino sólo diagnostican el malestar social y psicológico que da paso a ello, a pensadores como Carl Schmitt. Weber defendía tanto la democracia como el liberalismo. Freud también los defendía, pero no porque fueran la mejor forma de organización política, la clave de la felicidad humana, sino más bien porque era el mal menor. Freud entendía la atracción de la extrema derecha. Proporcionaba una forma de compensar las represiones y restricciones que imponía la cultura, a saber, la expresión del instinto agresivo – la violencia, una violencia que el mismo Freud como judío sufría. Pero no por eso simpatizaba con el socialismo. En su libro lo critica como peligroso porque piensa que puede resolver el malestar de la humanidad al cambiar condiciones económicas cuando en verdad el malestar tiene su fuente en la ineradicable constitución psíquica de los individuos. Pero tampoco es el psicoanálisis la salida indicada. No proporciona la felicidad; como dijo Freud, no puede más que transformar “la miseria neurótica en la infelicidad común”.
Había dicho que íbamos a hablar también del fracaso de la República Weimar, pero ya me he extendido demasiado. Mejor en el próximo vídeo lo tratamos brevemente al principio y luego pasamos con la respuesta de Carl Schmitt a todo esto que hemos visto hoy.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

17 Comments

  1. Paco Izquierdo · 30/04/2024 Responder

    Magnifica exposición.
    Es un gusto escucharle.
    Un saludo.

  2. Alminar · 01/05/2024 Responder

    A mí hasta el título me suena pelotudo. Que la ultraderecha tenga filosofía es una presunción disparatada. No hay más razonamiento en la ultraderecha que “ex contradictione quod libet”. Hacen lo que les da la gana y dicen cualquier cosa aplicando el principio L’Oreal. “Porque yo lo valgo”.
    Poner a Marjorie Taylor Greene y filosofía en la misma proposición es pitorreo. Punto.

  3. Mario Balzarini · 01/05/2024 Responder

    Hola Darin / Con todo respeto y con todo el cariño que te tengo, quiero perdirte que no te ideologices / No pierdas el enorme prestigio intelectual que has conseguido todos estos años, embarrándote ahora en discusiones anacrónicas del tipo “derecha-izquierda” que solo interesan en Cuba, Venezuela y Corea del Norte / ¡No nos abandones! / ¡No abandones el pensamiento libre!

    Te mando un fuerte abrazo

  4. Miguel korenko · 01/05/2024 Responder

    Buen día Darín
    Cómo siempre mí respeto y admiración hacia ti. Te considero el mejor youtuber en filosofía que veo.
    Coincido con el sr. Mario Balzarini que el binario derecha – izquierda murió hace tiempo no como muchos creen con la caída del muro de Berlín sino con su construcción….
    Creo que en política todo lo ultra es peligroso….
    Prefiero el binario conservador – progresismo….
    En el aniversario de Kant rescato su frase atrevete a pensar!!!
    A pensar auténticamente sin casarnos con ideologías…
    Un abrazo
    Esperando la próxima entrega…

  5. Ramiro · 01/05/2024 Responder

    Excelente exposición… Al final uno mismo es quien elige que seguir sin imponer su criterio o prejuicio al otro como quieren hacer los libertarios, adroctrinar su liberalismo salvaje que no considera al ser humano.

    Saludos…

  6. Joan · 02/05/2024 Responder

    Hola Darín,

    Me ha gustado mucho el resumen histórico filosófico que estás realizando. Sin embargo, creo que adoleces del malestar actual de la cultura al aplicar el método analítico y positivista de la ciencia para encontrar aquelles premisas del pasado que te lleven a las conclusiones que previamente has decidido obtener. Es decir, de cómo enfocas tu análisis ya se va a derivar la conclusión a la que ya previamente has llegado sobre el surgimiento de la extrema derecha y las razones de su existencia. Pero, en ella misma también están inscritas al mismo tiempo las razones de la extrema izquierda. Ambas ideologías son hijos naturales de la cultura capitalista. La democracia liberal es una entelequia. Creo que todo se basa en lo que pasó después de Hegel. Estaría bien profundizar en sus seguidores por la derecha y por la izquierda. Ahí considero que es donde toda nuestra cultura descarriló por completo al no encontrar una solución de compromiso. Por todo ello, al igual que el catolicismo se reformó con el protestantismo, se debería llevar a cabo una nueva reforma espiritual en la que la mediación que necesita el individuo para resolver los conflictos no pasara ni por un agente externo como es el sacerdote, ni a través de su propia y única persona. A mi modesto entender tendría que ser de acuerdo con el siguiente principio que explico a continuación.

    ¿Es cierto que los antiguos griegos no tenían una palabra concreta para designar el color azul a pesar de ver el cielo cada día y vivir a la orilla del mar? ¿Es que no lo percibían como algo diferente del rojo de la sangre o del verde de la vegetación? ¿Se puede afirmar también esto mismo cuando examinamos los textos bíblicos heredados de la tradición judeocristiana? ¿Es cierto, también, que este color es el que más tarde se manifiesta en las formas artísticas de una cultura y lo hace cuando esta alcanza su grado de plenitud?

    Si esto es cierto y estamos de acuerdo en decir que el uso de un lenguaje conlleva una manera de pensar el mundo, entonces podríamos decir que hemos heredado una manera de ver el mundo limitada por nuestra percepción y posterior racionalización hecha a través del lenguaje, pues este no es solo un código independiente que utilizamos para describir las cosas, sino que nos da la habilidad de percibirlas en primer lugar y conocerlas realmente a través de la razón posteriormente. Esta doble corriente que hemos heredado y que ha conformado nuestra tradición cultural ha cargado sobre sus espaldas esta doble joroba, pues la tradición que hemos configurado a través del lenguaje a la vez nos limita y delimita. Esta sería la primera transformación que ha convertido al espíritu en camello. Un animal resistente que permite recorrer grandes distancias en zonas donde hay pocos nutrientes, como el desierto, gracias a que lleva dentro de sí mismo las dos fuentes de su alimento: la tradición grecolatina y la judeocristiana, tan grandes y complementarias que cualquier hombre puede encontrarse cómodamente montado en él. Eso sí, es un animal dócil y fácilmente controlable que sigue el rebaño, pues es en estas condiciones que ha surgido, fruto de la domesticación y la obediencia. Por lo tanto, sigue su trayectoria de acuerdo a su diseño, ya que su naturaleza lo determina a ser quien es y a hacer lo que hace. Es, pues, un ser que no es libre, ya que solo puede hacer lo que le está permitido hacer.

    Por lo tanto, si nuestro lenguaje nos limita y nos delimita, existen dos maneras de negar nuestra libertad. La primera opción sería conseguir aprender o crear un lenguaje a través del cual la percepción del tiempo fuera tal que todo se viera igual. Es decir, sin diferenciar entre pasado, presente y futuro, de manera que se pudiera observar el futuro directamente con precisión sin cabida para una causalidad incondicionada. ¿Existe este lenguaje? La respuesta sería afirmativa. Se trata del lenguaje de Dios y es el que el transhumanismo tiene la voluntad de descubrir o crear prescindiendo de qué sentido pueda otorgar a la vida. No solo reconoce la tradición de la que ha surgido, sino que la quiere llegar a superar. Eso sí, solo se encuentra al alcance de unos pocos que se convertirían en garantes de nuestra libertad, que no sería otra cosa que un intento de someter a toda la humanidad a su verdad. Una verdad, que no solo no te libera, sino que aún te esclaviza más. Esta sería la segunda transformación que convierte al camello en león. Este es un animal poderoso y solitario que se identifica con la capacidad de imponer su voluntad sobre el resto. Es el rey de la selva y considera que el resto se encuentra bajo su poder. No tiene, aparentemente, nadie que le haga frente, pues es el ser más poderoso existente. Todo lo controla y todo lo domina.

    A pesar de esto, dentro de la cueva de la tradición y protegiendo todo lo que dentro vive y se esconde en las sombras está el dragón, señor del deber, de las obligaciones morales que se contraponen a la voluntad del león. Si el león suponía la creación de un lenguaje para imponer la libertad de unos sobre los otros, la segunda opción, encarnada por el dragón de brillo cegador, es una propuesta que consiste en disminuir las posibilidades del lenguaje reduciendo más sus juegos y campos semánticos que utilizamos para percibir el mundo y entenderlo. En esta segunda alternativa lo que se pretende es restringir la libertad de la persona limitando sus posibles opciones por desconocimiento, mientras que en la primera opción este efecto se produce por la imposición de la libertad del otro por encima del resto. Es preciso superar el estado de confrontación de estas dos dinámicas: la del león y la del dragón hasta llegar, por fin, a una última transformación: el niño.

    Este es inocente, puro, denota esperanza en el futuro. No tiene todavía ningún lenguaje, todo justo lo está aprendiendo. ¿Cómo lo hace? Pues, a través del juego, que se convierte en su instinto vital básico a través del cual experimenta su libertad y la de los demás. Es el medio que le permite disfrutar y aprender unas reglas, sin las cuales no disfrutaría ni podría participar del mismo. Solo de esta manera puede crear nuevos valores y configurar una manera de entender el mundo a través de este lenguaje que justo está aprendiendo y experimentando. Si queremos ser libres de verdad, deberíamos encontrar un equilibrio entre el derecho a ser libres que cada uno de nosotros tenemos y el deber de aceptar la libertad de los demás. Pues, una cosa no puede existir sin la otra.

    Para conseguirlo, quizás deberíamos esforzarnos en garantizar que decimos las cosas por su nombre verdadero y, en caso de no tener la palabra concreta, crearla, consensuarla, enseñarla, aprenderla y utilizarla correctamente a través de un diálogo verdadero tal y como lo hacen los niños. De esta manera, quizás entre todos, construiríamos y tendríamos un lenguaje común más rico que nos iría acercando a toda la humanidad gradualmente sin imposiciones ni limitaciones a la verdad, ya que solo ella es capaz de hacernos verdaderamente libres. Sería, quizás, entonces cuando seríamos capaces de poner entre todos en este mundo un nombre a los infinitos colores que existen y ser capaces de contemplarlos con toda su claridad, armonía y belleza.

    Espero ansioso la tercera parte de tu video.

    Atentamente,
    Joan

    • Darin · 02/05/2024 Responder

      Hola Joan. Gracias por tu larga reflexión. La verdad no entiendo todo eso que comentas sobre el lenguaje, el camello, león y niño, que si tuviera la verdadera inocencia del niño podría abordar esta reflexión sobre la filosofía de la ultraderecha de forma correcta o novedosa o no corrupta, no sé. No estoy proponiendo mi propia filosofía sino que estoy tratando de entender los antecedentes conceptuales y históricos de pensadores como Carl Schmitt y Leo Strauss para tratar de comprender mejor lo que posiblemente podría llamarse una filosofía de ultraderecha. Claro que estoy inserto en una tradición lingüística y filosófica pero no veo cómo eso me hace positivista. Se trata de un trabajo de interpretación la cual no dudo dista de ser la mmejor, pero es mi intento y creo que algo de valor tiene.

      • Joan · 03/05/2024 Responder

        Estimado Darín,

        Gracias por tu respuesta.

        Me gustaría poder dialogar contigo presencialmente sobre este tipo de cosas, pues un blog de internet no es el mejor medio. Quizás alguna día vaya a Méjico y pueda conocerte en persona. Me gustaría. O bien, que tu vinieras de visita a la ciudad de Vilanova i la Geltrú, cerca de Barcelona en España que es donde ahora mismo vivo. Sería un lujo, pues he aprendido muchas cosas gracias a tu Fonda filosófica.

        Mientras tanto seguiré atentamente tus videos.

        Un saludo,
        Joan

        • Alminar · 07/05/2024 Responder

          Espero que no planees cogerle de la mano para llevarlo a ver a la alcaldesa de Ripoll…

  7. Fernando · 03/05/2024 Responder

    Hola, Darín;
    tu segunda exposición sobre “La filosofía de la ultraderecha”, que yo entiendo como un “por qué la ultraderecha”, una indagación que no espero ni excluyente, ni definitiva. Me interesa porque es “tu” indagación. Es valiosa, es decir, confío en que será valiosa, si atiendo a otras explicaciones e indagaciones sinceras y honestas tuyas que me satisfacen.
    Tu rectificación sobre Milei me ha convencido y yo mismo he tenido que rectificar. No, nos un facha como Hitler, vale. Quiere configurar a su modo la democracia. De acuerdo. Esa forma de hacerlo, intentando reducir el Estado a su mínima expresión, me da pánico. Pero llamarlo “libertario” sí que lo considero un craso error, propio de una mente ignorante. Es cierto que el anarquismo pretende la eliminación del Estado, pero confundir los ideales anarquistas de un colectivo con las pretensiones individuales de Milei es estar ciego. Lo digo por el comentario que corrije tu error de llamar facha a Milei y te propone el libertario. Vi en la televisión a bastantes argentinos culpando no al Estado, sino la mera existencia del Estado, como el origen de sus males.
    Tambien he leído aquí la crítica de la dualidad izquierda-derecha como algo ya pasado, caduco. Depende de lo que cada uno entienda por derecha y por izquierda. Alguien propone la oposición conservador-progresista. ¿Qué diferencia hay? “Conservador” tiene un contenido y lo mismo “progresista”. Yo mismo soy en algunas cosas conservador y en otras progresista. Izquierda y derecha sólo señalan dos direcciones todavía indeterminadas ¿Cuando está nuestro planeta a la derecha o a la izquierda del Sol? Pues eso. Decimos izquierda y derecha y metemos dentro lo que corresponda en cada época. ¿Qué es lo que ha cambiado para que izquierda y derecha se hayan quedado sin contenido, sin significado?
    Espero con ilusión la tercera parte. Supongo a dónde quieres llegar, pero no porque te vea armando los argumentos requeridos deliberadamente, si no por tu trayectoria desde el principio de La Fonda.
    Un saludo afectuoso.

    • Darin · 07/05/2024 Responder

      Hola Fernando. Gracias por tus palabras. Pienso lo mismo que tú sobre la terminología, es una cuestión semántica que simplemente tiene que definirse, cosa que creo que hice en este segundo vídeo. Ya estoy trabajando en el tercer vídeo, a lo mejor en una semana lo subo. Saludos 😊

  8. Iván Vaqueiro · 07/05/2024 Responder

    “El Ejecutivo argentino descarta que el presidente Javier Milei vea al rey Felipe VI durante su visita a España, que está prevista para mediados de mayo, cuando participará en un acto del partido ultraderechista español Vox.
    efe.com/mundo/2024-05-…”

    Caray con el “libertario”… Menos mal que no era de ultraderecha…

  9. Oscar · 09/05/2024 Responder

    Darin, te hablo esta vez con cierta preocupación. El gobierno de Milei en Argentina está avasallando derechos y valiéndose por todos los medios de la letra chica, los tratos preferenciales con el poder judicial y los poderes económicos locales y transnacionales para conseguir la suma de poder público que le permita legalmente controlar organismos autárquicos (como institutos científicos, universidades, instituciones de financiación de Arte y Cultura como el INCAA -el Instituto de cine, ejemplo modelo en todo el mundo-. Persigue a minorías y a agrupaciones LGBT+, y cuenta en sus filas con negacionistas del terrorismo de Estado y de los crímens de lesa humanidad en Argentina y el mundo. Se suspendió la distribución de medicamentos oncológicos, muchos pacientes corren riesgo de morir y algunos ya murieron. Se han hecho las denuncias correspondientes en organismos internacionales y en la Justicia
    Argentina. Como si fuera poco, está comprometiendo militarmente a la Argentina en el exterminio de Palestina, colaborando con Israel, también con Ucrania. Que en su discurso, completamente contradictorio, no aparezca una alusión directa al nazismo, no significa que se encuentre tan lejos. El Poder ha encontrado nuevas y más sofisticadas formas de dominación. Admiro tu trabajo y sigo tu canal desde hace muchos años. Desde el principio. Sos mi Profesor de Filosofía, y eso significa un montón para mí. Pero me veo en la necesidad de aclarar esto.

    • Darin · 09/05/2024 Responder

      Hola Oscar. Gracias por tus palabras. Como dije en mi último vídeo, a mí no me gusta nada Milei. Intelectualmente defiende el libertarismo pero en su corazón tiene mucho odio. No me extrañaría que ese odio enconara ciertos sectores de la sociedad argentina a tal punto que pasara a ser francamente fascista. Tú lo vives en directo, yo no, entonces no puedo decir bien lo que está sucediendo, pero a fin de cuenta para los fines de nuestro análisis en estos vídeono importa mucho si está en la lista o no. Mínimo hay una tendencia preocupante ahí que hay que entender, ¿cuales son sus raíces? Eso es lo que estoy explorando en estos vídeos. Gracias nuevamente

  10. Gabriel Sada · 18/05/2024 Responder

    Creo que la posición de Milei sirve para repensar los conceptos desde los cuales parte tu caracterización y mostrar como siempre que la realidad va más allá de los conceptos. Por lo que entiendo aquí se usa el término ultraderecha para aquellos pensamientos que ponen en crisis la democracia liberal porque ella crea individuos “débiles”, “masificados” o cualquier otro término que pareciera implicar una pérdida de la excelencia (¿?). Ahora bien, todos sabemos que Miley es anarcocapitalista, es decir sigue las posiciones de Murray Rothbard. Esta posición va más alla de la posición de Nozick o del Estado Minimo o miniarquismo que vos explicaste en su momento. Según leo Rothbard decia que las actuales funciones del Estado se dividen en dos: aquellas que es preciso eliminar y aquellas que es preciso privatizar. ¿Dónde queda la elección de los gobernantes? ¿Donde quedan los gobernantes mismos? ¿eliminados o privatizados? Milei teóricamente no quiere Estado Mínimo sino no-Estado. Eso no es democracia liberal sino anarquismo. Pero los sujetos anarquistas no son los individuos libres sino el capital y las corporaciones (asi acepta monopolios y oligopolios como parte de esa libertad). Luego es la vuelta al capitalismo salvaje y la exaltación del más fuerte.A eso en el siglo XX se lo llama fascismo. Asi que personalmente no pienso que estuvieras tan descaminado con tu caracterización.
    PD: espero que publiquen este comentario.

    • Darin · 18/05/2024 Responder

      Hola Gabriel. Si lo que Milei quiere en el fondo es la desaparición del Estado, como dices, entonces no podría ser fascista. El fascismo se basa en un estado autoritario. En fin, hay que esperar a ver qué sucede con ese Milei.

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