Marx y el capital, pt. 1/2

Un análisis del primer volumen de El capital. En esta primera parte se revisa la naturaleza de la mercancía y el dinero en el capitalismo.

Guión

El pensamiento de Karl Marx tuvo un enorme impacto mucho más allá del mundo académico, lo cual no sorprende si consideramos su célebre afirmación de que, “Los filósofos hasta ahora solamente han interpretado el mundo; de lo que se trata sin embargo es de transformarlo.” Si tomamos en cuenta las poblaciones de Rusia y China y toda la gente afectada por la Guerra Fría, estamos hablando de cerca de 2 mil millones de personas. Por bien o por mal, Marx, en efecto, transformó el mundo. No lo hizo con una espada en la mano al estilo Che Guevara sino con una pluma, sentado en el Museo Británico leyendo, pensando, escribiendo.
Lo que quiero revisar aquí es uno de los resultados más importantes de su reflexión, el primer volumen de Das Kapital. En él Marx explica cómo operan las leyes económicas en el modo capitalista de producción. Veamos.

Para empezar, el libro se llama “Capital” y el sistema económico que analiza, “el capitalismo”. Obviamente, entender el concepto de capital y cómo funciona es imprescindible para este análisis, pero no es su punto de partida. El capital es una forma de valor, pero hay otros tipos de valor de los que depende el capital histórica y lógicamente. El valor básico de una sociedad capitalista, el ladrillo digamos con el que el edificio capitalista se construye, es la mercancía. Es lo que distingue a una sociedad capitalista de cualquier otro tipo, y con ella Marx empieza su análisis.

¿Qué es una mercancía? Es cualquier cosa que se produce para la venta. Estas fresas son, pues, fresas. Pero si se les pone un precio se convierten en mercancía. Lo curioso de las mercancías es que tienen una especie de vida doble. Por un lado son simplemente cosas que tienen cierta utilidad, cosas que pueden usarse, pero también cosas que pueden intercambiarse. Las cosas en una sociedad capitalista no son sólo útiles sino intercambiables también. Las cosas son lo que son pero también lo que valen, o en los términos de Marx, tienen un valor de uso y un valor de cambio.

El valor de uso de algo, digamos un libro, va en función de sus cualidades materiales. Lo podemos leer para sacar información o por el puro placer. Podemos usarlo para pegar a alguien en la cabeza, balancearlo para mejorar la postura, o quemarlo para calentarnos. En fin, tiene muchos usos debido a sus cualidades materiales. Pero su utilidad no es sólo material sino social también porque puede intercambiarse como una mercancía.

Ok, dos tipos de valores, fresas y fresas con precios, ¿cuál es el problema? Para Marx el problema es que la vida doble de las cosas no es armoniosa. Las cosas como tal tienen la finalidad de satisfacer necesidades humanas mientras que la cosa como mercancía tiene la finalidad de venderse y sacar ganancia. Estos dos fines chocan entre sí con el resultado, en el capitalismo, de que el valor de uso de las cosas es distorsionada, reprimida y abusada. En resumidas cuentas, la utilidad de las cosas es enajenada. ¿Cómo se da eso?

¿Comprarías un coche que no tuviera llantas? Obviamente no. La utilidad de las cosas es claramente importante para que se vendan, pero Marx señala que el valor de uso es secundario aquí. Antes de sacar provecho del valor de uso de una mercancía, hay que comprarla primero. Si no hay venta, no hay uso.

Si en el super ves un pan, ves claramente su utilidad, su valor de uso, pero ese valor está totalmente latente. Aunque sea comestible, su valor de cambio tiene que demostrarse antes de que sea comido. Si nadie lo compra se echará a la basura aunque millones tengan hambre.

La utilidad de las cosas puede verse afectada también por sabotaje. Siempre y cuando las ventas no se vean afectadas, una compañía puede escatimar los materiales, las medidas de seguridad y el trabajo. Esto le ahorra dinero pero resulta en productos defectuosos, peligrosos o hasta mortales. El plomo en la pintura, asbestos en la construcción, pesticidas en los alimentos, etc.

Dejemos de momento el predominio del valor de cambio y pasemos a ver el fenómeno del intercambio más de cerca. Hemos mencionado la venta de mercancías hasta ahora, en términos de dinero, pero más básico que eso es el simple intercambio de ellas, cambiar una cosa por otra distinta. Tomemos como ejemplo un cigarro y un bolígrafo. Su forma es muy parecida pero son dos cosas distintas, con diferentes cualidades y usos. Yo te doy el bolígrafo y tú me das el cigarro. Trato hecho. Pero sí te ofreciera el bolígrafo por tu iPod, me dirías ni de chiste! Podríamos, por puro capricho, decidir intercambiar el bolígrafo y el iPod, pero debido a que en el mundo real nadie haría este intercambio, mientras que el el bolígrafo y el cigarro sí, indica que las cosas se intercambian según proporciones establecidas y no por el capricho.

Entonces, ¿en base a que principio o criterio pueden intercambiarse? La respuesta de Marx es el trabajo. Tomemos el ejemplo de dos mineros.

Uno tarda una semana en minar un gramo de cobre y el otro un mes para minar un gramo de oro. Si al fin del mes intercambiaran su respectivos gramos, diríamos que el trato no es justo porque uno tuvo que trabajar mucho más.

Entonces lo que rige el cambio es el tiempo de trabajo. Las mercancías se distinguen en cuanto a sus cualidades materiales pero todas tienen en común cierto tiempo de esfuerzo humano para producirlas. Esta característica puramente temporal del trabajo de producción es llamada por Marx trabajo abstracto. Tratar distintos tipos de trabajo de esta manera es lo que facilita el intercambio.

Entonces, si el valor de un producto va en función del tiempo de trabajo necesario para producirlo, uno podría pensar que trabajar más lento haría que el producto tuviera más valor porque uno tardaría más tiempo en producirlo. Por ejemplo, tardar dos semanas en vez de una para tejer un suéter. Marx responde a esto diciendo que el tiempo de trabajo del que se trata es el tiempo socialmente estándar y da el ejemplo de la introducción del telar en Inglaterra. La abuelita en su sillón va a seguir tardando una semana pero con cada vez más gente usando esta nueva maquina el tiempo socialmente estándar, o sea el tiempo que un productor promedio tarda en producir un suéter, se reduce mucho.

Hasta ahora hemos visto que toda mercancía contiene trabajo abstracto, pero por mucho que intentes no lo vas a encontrar materialmente en los productos porque no es una realidad material sino social. Si pudieras llegar a pararte al lado del presidente de tu país verías que no hay ninguna diferencia relevante entre su persona y la tuya. Su cuerpo no tiene ninguna cualidad que podríamos llamar presidencial, y eso porque lo que lo hace presidente no es ninguna cualidad material sino social. Lo tratamos como presidente. Esa cualidad suya es un producto de las relaciones humanas.

Si dejamos de vista el carácter social de la relación entre las mercancías, se convierten en lo que él llama fetiches. Algo es un fetiche cuando pensamos que tiene algún poder mágico. En el caso de las mercancías, pensamos que su valor es natural (cuando en realidad es social). Pensamos que naturalmente atrae cierto precio al igual que un imán naturalmente atrae fierro. Pero no es cierto. Esta aparente naturalidad es resultado de las relaciones capitalistas de producción – producción privada para la ganancia en vez de producción colectiva para el uso compartido. No hay ninguna ley natural que obligue a los humanos a producir de esta forma.

Hasta ahora hemos hablado del valor en términos del uso y del intercambio, y hemos visto que este último es el elemento básico del sistema capitalista. Pero el análisis quedaría muy corto si se quedara aquí. Hay dos formas más de valor: el dinero y el capital. Comenté al principio que el capital es el verdadero motor del capitalismo, pero para llegar allí tenemos que pasar por el dinero. Tenemos que entender cómo el dinero emerge a partir del intercambio de mercancías y luego cómo se convierte en capital.

En un sistema de trueque donde mercancías se cambian directamente por otras mercancías, el problema es que la relación de valor entre una gama de diferentes mercancías no está bien establecida. Si yo quiero cambiar manzanas y tu camisas, ¿cómo podemos determinar cuánto tiempo socialmente estándar es necesario para producirlas. Pues es pura conjetura. Pero, dice Marx, cuando los productos en una sociedad se producen en general para el intercambio (en vez principalmente del uso) las relaciones de valor se vuelven más establecidas. Por ejemplo, 1 abrigo = 10 metros de lana = 10 kilos de manzanas = 2 onzas de perfume = 1 gramos de oro, etc. Al fijarse cada vez más estas relaciones, surge un sistema de producción de mercancías con valores más o menos fijos. Aun así, determinar el valor de esta forma es bastante engorroso.

Mucho más fácil usar el valor de una sola mercancía para expresar el valor de todas las demás. Históricamente, metales preciosos como el oro han jugado este papel. Sea oro o algo así, la mercancía particular que se usa se llama “dinero”. Es la mercancía universal, equivalente a todas las demás.

Cualquiera te puede decir que es muy bueno tener dinero, pero el capitalista te dirá que es mucho mejor tener capital. Cuando el dinero funciona como capital, su poder se multiplica exponencialmente. El capitalismo se trata no simplemente del dinero sino del aumento de dinero, de dinero invertido como capital para generar ganancia.

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9 Comments

  1. Antonio Perez · 30/08/2014 Responder

    No me canso de mirar tu video marx y el capital, eres muy PROFESIONAL , necesito mas amigos como tu muchas felicidades, avisame cuando tengas algo interesante, CUIDATE mucho, sigamos siguiendo la productividad. ANTONIO””

    • Darin · 31/08/2014 Responder

      Muchas gracias Antonio!

      • Antonio Perez · 01/09/2014 Responder

        Es un gran placer para mi que me contestes mi mensaje, yo entiendo lo valioso que es tu tiempo recomendare tus videos con todos mis conocidos, es que realmente vale la pena mirarlos, sigamos en contacto Darin”” CIUDATE MUCHO** Antonio ***

  2. carlos wolpo · 26/10/2016 Responder

    Estudio en el profesorado de historia Ramos Mejia .Argentina.I.S.F.D. y T. N° 46.Valoro y recomiendo tu material y videos,claros e invitan a la lectura de los autores con una comprension previa que permite profundizar en el nudo de la cuestion.Consulto si se puede cursar en tu universidad de manera virtual.Saludos Carlos wolpo

    • Darin · 30/10/2016 Responder

      Hola Carlos. Al menos en filosofía no se puede. No sé otras carreras. Me alegro que te hayan gustado mis vídeos. Te cuento que el próximo semestre voy a dar un curso en la Maestría en Filosofía sobre Gilles Deleuze y su obra el Anti-Edipo. Lo voy a dar “live streaming” en la app Periscope. Haré un anuncio en la Fonda más adelante para avisar a los que quieren escuchar y ver el curso. Sólo que no será para créditos.

  3. carlos wolpo · 03/12/2016 Responder

    Soy estudiante del profesorado de historia En Buenos Aires Argentina,constituimos un grupo que lo sigue en sus clases,estamos intentando estudiar lógica,de una manera accesible y trasmitir a los alumnos las bondades del buen pensar y las herramientas para llegar,le pedimos una recomendación sobre autores o textos .
    Es muy importante para nosotros sus videos y textos para acercanos a los autores.
    saludos
    carlos wolpo

  4. Juan · 17/09/2018 Responder

    Siempre es un placer leerte

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