Revolución molecular

Hoy un análisis del concepto de “revolución molecular” de Félix Guattari en términos del concepto de diferencia de Gilles Deleuze y del concepto del deseo de Deleuze y Guattari en su libro el Anti-Edipo.

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Recientemente, hice un post en Facebook con respecto a las protestas en Colombia que se iniciaron a finales de abril de 2021 y la violenta reacción por parte de las fuerzas armadas del Estado. Algunos comentaron que el ex-presidente de Colombia, Álvaro Uribe, tuiteó algo criticando las protestas en el que dijo que hay que resistir la “revolución molecular disipada”. El concepto de revolución molecular es de Félix Guattari, psicoanalista francés y colaborador de Gilles Deleuze. Me pidieron que hablara sobre ese concepto para desmentir el comentario de Uribe. Sin sostener una conversación con él, no puedo saber si entiende este concepto, pero me parece claro que lo utiliza no de forma analítica sino retórica, para generar miedo en cierto sector del pueblo. “Revolución molecular” parece tomar el lugar de términos, ya desgastados por su uso excesivo, como “comunista” o “terrorista”. En fin, esta reflexión no pretende opinar sobre lo que Uribe sabe o no sabe, ni tampoco sobre la compleja situación política en Colombia en este momento, sino simplemente esclarecer el concepto de “revolución molecular” y cómo se vincula con protestas y movimientos políticos.
Guattari es autor de un libro que se llama Revolución molecular publicado en 1977 y en español en 2017. Aclaro desde un principio que no he leído este libro, pero sí conozco bien otros libros en los que ha colaborado con Deleuze y en los que manejan este concepto de lo molecular – principalmente el Anti-Edipo y Mil mesetas. Así que mi comentario se basará en esos textos.
Revolución molecular. Sobre cada término por separado tenemos cierta idea de su significado, pero la frase que forman al juntarse suena extraña. Para entenderla, creo que ayudaría mucho entender quizá el concepto más importante en el pensamiento de Deleuze, el de la diferencia.
Su obra maestra se llama Diferencia y repetición. En ella, continua de alguna manera la labor iniciada por Nietzsche de socavar una larga tradición de pensamiento basado en el ser e interpretar el mundo desde el devenir. Lo que le interesa a Deleuze en esta obra es el ser visto o entendido en la tradición desde la primera ley de la lógica de Aristóteles, la de la identidad: A=A. Todo razonamiento parte de esta suposición, explicando la experiencia en toda su variedad en términos de la identidad, sea de las ideas platónicas, el sujeto, Dios, o las cosas físicas. En esta tradición donde prevalece la identidad, la diferencia se entiende como algo derivado, un fenómeno que va en función de la identidad. En Aristóteles, podemos distinguir entre un ser humano y un perro gracias a lo que comparten en común, una identidad anterior, o sea, el género de animal. El ser humano es el animal racional y el perro el animal no-racional. La identidad del concepto de animal permite la diferenciación con la que clasificamos ontológicamente todo el mundo que conocemos.
Deleuze dice: “El error de la filosofía de la diferencia, de Aristóteles a Hegel, pasando por Leibniz, fue tal vez haber confundido el concepto de la diferencia con una diferencia simplemente conceptual”. Este último es como Aristóteles entiende la diferencia, una diferencia meramente conceptual que no hace más que dividir un concepto idéntico anterior. Lo que Deleuze busca es un concepto propio de diferencia, una diferencia que no sea la diferencia de algo, sino la diferencia en sí misma, como algo positivo y productivo. Haciendo eco de Nietzsche, invierte la relación entre la identidad y la diferencia, detallando en su libro una dinámica en la que todas esas cosas idénticas consigo mismas, sean conceptos, sujetos, dioses o cosas físicas, sean productos de una dinámica de diferencias.
Su modelo de diferencia lo toma del concepto de diferencia en el cálculo de Leibniz. El sistema que Leibniz desarrolló utiliza diferencias infinitesimales en las variables de un sistema dinámico para calcular precisamente la tasa de cambio del sistema en un momento dado. ¿No entendiste lo que acabo de decir? No pasa nada. Afortunadamente, Leibniz ilustró esta idea en un campo que nos es mucho más familiar, el de la percepción. En una tormenta, oímos la lluvia que cae (sound), pero ese sonido no lo oímos directamente, sino que es el producto global de muchísimas gotitas que en relación diferencial entre sí generan eso que percibimos. Otro ejemplo suyo es la percepción de color. Leibniz habla de mezclar un polvo de color amarillo con uno de azul. El resultado es un polvo de color verde. Si pudiéramos reducirnos al nivel de las partículas del polvo, sólo percibiríamos partículas de amarillo y de azul. Al volvernos poco a poco al tamaño normal, las partículas se harían cada vez más pequeñas hasta que, perceptualmente, son imperceptibles, infinitesimales. En ese momento, la relación externa que las partículas amarillas guardaban con las azules se vuelve diferencial y produce la percepción de verde. Es parecido a lo que sucede con el agua. Si pudiéramos reducirnos al nivel atómico, estaríamos entre átomos de hidrógeno y de oxígeno, pero no percibiríamos agua, no estaríamos mojados. Al alejarnos de ese nivel, de repente aparece el agua. Para ser sincero, los átomos del agua no guardan una relación diferencial, pero ayuda a ilustrar lo que quiero decir con Deleuze.
En Diferencia y repetición, Deleuze da un ejemplo de esta dinámica en el lenguaje. Aquí, las cosas que se relacionan son fonemas, que son las distintas unidades más básicas de sonido que distinguen una palabra de otra, por ejemplo, m, d, r y s en las palabras mar, mas, dar, das. Al relacionarse recíproca o diferencialmente, determinan los sonidos característicos que forman las palabras de un idioma. Es la misma idea con los cuatro nucleótidos del ADN que, solitos no hacen nada, pero al relacionarse diferencialmente producen las multitudinarias formas y funciones de la vida orgánica.
Lo que es importante entender sobre una relación diferencial es que sus elementos, por ejemplo las fonemas, no significan nada en sí, no son una identidad previa que dotan de significado a su producto, o sea, una palabra. Como final, estos elementos y las relaciones diferenciales que forman constituyen una estructura compleja que Deleuze llama una multiplicidad. Es un concepto muy importante ya que reemplaza la vieja noción de esencia, pero no vamos a comentar nada más al respecto.
La relación diferencial y los ejemplos que he dado de su funcionamiento en la percepción, el lenguaje y la genética, es suficiente creo para entender lo que Deleuze y Guattari quieren decir con el término molecular. El binomio diferencia-identidad que hemos visto corresponde en términos generales al binomio molecular-molar. El ejemplo del agua que vimos ilustra esto. El agua que vemos en este vaso es el producto molar de relaciones que tienen lugar al nivel molecular entre átomos de hidrógeno y oxígeno.
Hay tres cosas que distinguen a estos dos niveles el uno del otro. Primero, no guardan una semejanza entre sí. En el ejemplo del agua, partiendo de las cualidades de los átomos, no se podría deducir las del agua, como el hecho de que te moja. Como se dice en las ciencias de la complejidad, que resuena mucho con lo que plantea Deleuze y Guattari, la totalidad es más que la suma de sus partes. El punto importante para Deleuze es que el nivel molar no es una mera composición o agregado de los elementos que componen el nivel molecular, como una casa construida con ladrillos sería con respecto a los ladrillos que la componen.
La segunda cosa es que el nivel molecular y el molar se encuentran en entornos distintos. El nivel molar se da en un entorno extensivo, es decir, de la extensión, donde las cosas son estáticas, divisibles, susceptibles de organizarse en unidades, y actúan en relaciones de causa y efectos lineales. Lo extensivo es el entorno de nuestra experiencia común. Lo molecular, en cambio, tiene lugar en un entorno intensivo que se caracteriza por cualidades contrarias a las que acabamos de ver. La temperatura y la presión son fenómenos intensivos. Si tomas un vaso que tiene un litro de agua a 70 grados y viertes la mitad en otro vaso, tendrás dos vasos cada uno con medio litro de agua. Como fenómeno extensivo, el volumen del agua es divisible. Pero su temperatura, como fenómeno intensivo, no lo es. Los dos vasos no contienen agua a 35 grados sino que cada uno permanece a 70 grados. La temperatura sí puede cambiarse pero sólo al costo de cambiar la naturaleza del sistema, por ejemplo, si se calienta el agua a 100 grados empieza a hervir y se convierte en vapor, o si se baja a 0 grados se congela y se convierte en hielo.
Revisemos las distinciones que hemos tratado hasta ahora: Identidad-diferencia; molar-molecular; extensivo-intensivo. Agreguemos ahora el binomio actual-virtual. Aquí tenemos una distinción ontológica. Lo actual corresponde a lo molar, las cosas que percibimos, medimos y conocemos científicamente. Sin embargo, esto no constituye todo lo real para Deleuze. La dimensión virtual es la condición de posibilidad de lo Actual. Oímos esa palabra – virtual – y pensamos en cosas como la realidad virtual, pero eso no tiene nada que ver con la idea de Deleuze. La realidad virtual no es más que una simulación del mundo actual, un calco del mismo. En este sentido lo virtual se opone a lo real, como algo que no es real, pero para Deleuze lo virtual se opone más bien a lo actual. Encontramos un ejemplo en el lenguaje. En toda la historia humana se han expresado muchas cosas lingüísticamente, pero todo lo que es posible decir no se ha dicho o, como diría Deleuze, no se ha actualizado, sin embargo todo lo decible yace virtualmente en la multiplicidad lingüística – esa estructura compleja de relaciones diferenciales entre las fonemas. Este nivel virtual no es una simple ficción, algo irreal, sino bastante real, sólo que no actual.
A lo mejor hayas oído hablar de un famoso concepto de Deleuze y Guattari, el del “cuerpo sin órganos”. Lo que describe con este concepto es básicamente la dimensión virtual. Un cuerpo con órganos es un cuerpo al nivel molar, actualizado y organizado en una unidad con determinadas funciones. El cuerpo sin órganos carece de una organización determinada, pero no de toda estructura. Su estructura es aquella que hemos descritos en términos de relaciones diferenciales.
Bueno, entonces, el nivel molecular es el nivel de las diferencias intensivas, el nivel matriz de la variación y el devenir. En Mil mesetas, Deleuze y Guattari hablan casi literalmente de mil mesetas o niveles en los que tiene lugar esta dinámica molecular, desde lo geológico y lo biológico hasta lo psíquico y lo social. En su libro el Anti-Edipo nuestros autores se centran en el nivel psìco-social y en el entorno intensivo que atañe la noción de “revolución molecular” – el del deseo. El fenómeno del deseo puede entenderse a grandes rasgos en términos de los conceptos y distinciones que hemos visto hasta ahora en Diferencia y repetición, pero dado el tema fundamentalmente político del Anti-Edipo, Deleuze y Guattari analizan el deseo, como veremos, con conceptos del psicoanálisis y de la economía política.
Bueno, la base del libro es una síntesis muy innovadora de Marx y Freud. Con el advenimiento del capitalismo, Marx dice que teóricos cómo Adam Smith y David Ricardo se dieron cuenta de que la riqueza no consiste en objetos, como tierra o dinero, es decir en algún objeto exterior, sino en una capacidad interior, la capacidad de trabajo, la capacidad productiva. Esta capacidad, liberada de estructuras de control como la esclavitud o la servidumbre medieval, podía fluir más libremente. Esto, juntado con el capital que lo compraba, es lo que posibilitó el desarrollo del capitalismo. Pero este descubrimiento del trabajo descodificado, por así decirlo, cómo base de la riqueza, es muy parecido al que Freud hizo en otra esfera. La pregunta de Freud tenía que ver con la naturaleza del deseo. En vez de verlo en términos de objetos, aquello que es deseado, algo externo, lo veía como subjetivo – la libido o la sexualidad.
Así que, tenemos dos economías, la economía libidinal y la economía política. El insight de Deleuze consiste en ver estas dos economías como una y la misma, cómo un continuo en el que se da una actividad de producción. A primera vista, esto suena muy extraño y contraintuitivo, ya que normalmente vemos estas dos esferas cómo opuestas y en conflicto, cómo se ve muy bien en el libro de Freud, El malestar de la cultura. Ahí analiza el conflicto entre el individuo y la sociedad, y cómo este último exige cada vez mayor cantidad de supresión de los deseos del individuo para invertir su tiempo y energía en el trabajo y en el mantenimiento de la esfera colectiva. Aunque Deleuze también habla de la represión del deseo, lo hace de una forma totalmente distinta, rechazando el concepto de deseo que hemos heredado de una tradición que va desde Platón hasta Freud.
En esa tradición, el deseo se entiende como una falta, deseamos lo que no tenemos. Así, el deseo es algo negativo, una vaciedad que requiere llenarse al adquirir algo. El deseo tiene que ver, en este sentido, con la imaginación, una fantasia, que tenemos que ver cómo hacer realidad en el mundo real de la producción social y económica.
Deleuze no niega que experimentemos la falta, sino sólo que el deseo no se inicia con la falta, su meta no es la adquisición, sino más bien la conexión. Deleuze explica lo que quiere decir con el siguiente ejemplo. El seno emite un flujo de leche, la boca del bebé corta ese flujo y lo desvía, convirtiéndolo en un flujo de excremento que luego corta el ano. Flujo, algo que se conecta al flujo, cortándolo, creando un nuevo flujo y así sucesivamente. En este caso, Deleuze insiste que no es el bebé lo que corta el flujo de leche sino lo que llama un objeto parcial, su boca. El bebé no tiene sensación de un yo, no es aún un individuo o sujeto o lo que sería un objeto total y unificado. Es un conjunto de objetos parciales como la boca, la vista, el agarre, intensidades como el hambre, necesidades como defecar, etc. Entonces, el deseo no está orientado en torno a la adquisición, sino a la conexión, conectar un objeto parcial a un flujo, el nuevo flujo vinculándose con otro objeto parcial, creando así circuitos de elementos que forman lo que Deleuze llama un agenciamiento, un montaje que podemos ver cómo una máquina. Conectar, conectar, conectar. Este proceso de conexión es sintética, produciendo máquinas que funcionan como unidades de producción. De hecho, Deleuze llama esto la máquina deseante. La portada de la edición en inglés tiene una ilustración del cuerpo como compuesto de estas máquinas.
Antes dijimos que Deleuze entiende la economía política y la economía libidinal como el mismo proceso. Y pues aquí lo tenemos. El deseo no imagina lo que le falta, sino que es directamente productivo. El deseo va desde el nivel íntimo de las conexiones psíquicas y corporales hasta las conexiones de tubos y circuitos de las fábricas, constituyendo así parte de la infraestructura que encontramos en Marx. Cuando Marx habla de la infraestructura habla, por un lado, de las fuerzas de producción, por lo que entendía los recursos físicos: tierras, fábricas, herramientas, unidos por supuesto con la fuerza de trabajo del ser humano. Y por otra parte habla de las relaciones de producción, es decir, cierta organización de estas conexiones para favorecer cierto tipo de producción, cómo la capitalista que es la producción privada para la ganancia a diferencia por ejemplo de la producción colectiva para el bien común. Con el concepto de “ideología” Marx explica el hecho de que la clase obrera participa y mantiene este sistema que les oprime. Vamos a ver cómo lo explica Deleuze.
Nuevamente, el deseo no es fantasioso, sino directamente productivo. No le falta nada, sino que produce directamente la realidad. A mí me gusta visualizar esos objetos parciales que hacen conexiones cómo legos porque un lego no es algo con una identidad específica sino simplemente una pieza que puede distinguirse de otras por el tamaño y por el número de puntos donde puede hacer una conexión. Pues imagínense millones de legos y todas las posibles conexiones que podrían hacerse, conectando uno al otro y todas los posibles productos, o sea, combinaciones y formaciones. Sin embargo, todos los legos que constituyen el conjunto del sistema de producción en el mundo actualmente tienen cierta configuración. ¿Por qué el deseo cómo conexión de partes entre sí se limita a cierta configuración de conexiones y no otras? Aquí vamos a tener nuestra respuesta a la pregunta inicial de cómo el deseo puede desear su propia represión.
El medio social en que vivimos es producto de estas máquinas deseantes, lo cual empieza a nivel biológico, cómo en el caso del bebé, produciendo los flujos que constituye la vida del cuerpo, luego cuerpos haciendo conexiones con otros cuerpos formando familia, comunidades y en su conjunto – sociedades. A nivel social, hay configuraciones cuya manera de tomar sustento de otros flujos no es a través de conexiones sino de representaciones. Organizan y controlan a otros flujos al codificarlos, al darle un significado, una identidad, a la que corresponden intereses. Por ejemplo, la boca que hace una conexión con el seno de la mujer y así aumenta o impulsa la vida y la vitalidad en general puede convertirse en una imagen socialmente codificada – una imagen, en este caso, de la maternidad o la familia. Lo que esa imagen hace es convertir ese deseo local, es decir, esa dinámica conectiva, en algo de interés general, lo convierte en un valor o imperativo que canaliza el deseo para que quepa dentro de cierto molde. En su texto, Deleuze dice que la figura del Edipo en el psicoanálisis juega este papel, creando un modelo de hombre, mujer y familia que rige y canaliza el deseo.
Hay varias cosas que están pasando aquí. Primero, la representación o codificación social del deseo transforma las diversas series de conexiones de objetos parciales en un objeto total con una identidad distinguible de otros objetos: hombre o mujer, heterosexual o homosexual, liberal-conservador, etc. Se trata, pues, de la creación de un sujeto. Es cómo si delimitara la infinidad de conexiones que los legos pueden hacer entre sí a cierto número, legos de este color y tamaño pueden conectarse con legos de tales y cuales características.
Otro efecto que tiene la codificación social del deseo es crear intereses. El deseo y el interés no son la misma cosa. Como comenta Daniel Smith, reconocido estudioso de Deleuze, en el estudio de la economía hoy en día es casi axiomático que las personas actúan para maximizar su utilidad, es decir, maximizar sus intereses. Ésa es la idea básica de la teoría de la elección racional. Explica Smith que alguien puede tener el interés de ser, por ejemplo, un académico, así que aplica a la universidad, estudia, escribe una tesis, asiste a conferencias, y participa en convocatorias para conseguir un puesto académico. El punto es que si eres capaz de perseguir este interés de una manera coherente, se debe en primera instancia a que tus deseos, es decir, tus pulsiones, ese flujo que comentamos antes, está invertido o comprometido con la formación social que hace que ese interés sea posible. Es que el nivel de tus deseos y pulsiones ha sido construido, canalizado y arreglado de tal forma que tu deseo está positivamente relacionado o enchufado, por así decirlo, con un sistema que te permite tener ese interés y maximizarlo.
Lo interesante de todo esto es que lo que deseamos, el objeto de nuestro deseo o aquello en el que dirigimos ese flujo, no es un auto o unas vacaciones en las Bahamas, sino una formación social. La falta que normalmente asociamos con el deseo aparece sólo en el nivel de los intereses, ya que la formación social, es decir, la infraestructura, en la que nuestro deseo se ha canalizado, es lo que ha producido esa falta.
¿Cuales son los intereses que faltan? Podríamos señalar la enorme desigualdad económica que existe en el mundo, el hecho de que muchos millones viven en pobreza sin la seguridad de un techo, alimento, salud médica, y acceso a recursos básicos cómo agua y electricidad. Esas faltas se deben al sistema social que nuestro deseo ha creado. ¿Pero cómo es posible que hayamos creado eso? ¿Cómo es posible que deseamos la represión y delimitación de nuestro propio deseo? Nadie quiere un mundo donde tantos sufren (bueno, quizá algunos sádicos). Sea como sea, dada esta concepción del deseo como un fenómeno productivo que está en relación directa y continua con la producción al nivel socio-económico, no podemos evitar nuestra parte en la conformación de las condiciones sociales en que vivimos. Para cambiar esas condiciones hay que entender la actividad de la otra parte, aquellos que llevan a cabo la representación y codificación que atrapa y canaliza el deseo. En la formación social en que vivimos, esa parte, al menos la más próxima a nuestra experiencia cotidiana, es la mercadotecnia. Los mercadólogos no se dirigen a nuestra razón con argumentos, sino a nuestros afectos, a nuestras pulsiones, o sea, al flujo de deseo. Detrás de ellos son las grandes corporaciones que los contratan, y por ahí en medio los políticos que facilitan todo esto.
La revolución molecular de la que habla Guattari es un llamado a resistir la manipulación y fijación del deseo a favor de intereses ajenos. Es un llamado a que nosotros nos ocupemos de la producción deseante a nivel molecular para incidir de forma más efectiva en el nivel molar de la producción social. En el prefacio que escribió al Anti-Edipo Michel Foucault dice que hay que: “Preferir lo que es positivo y múltiple, la diferencia sobre la uniformidad, flujos sobre unidades, arreglos móviles sobre sistemas. Creer que lo que es productivo no es sedentario sino nómada”. Básicamente, está diciendo que fluya más el deseo al hacer conexiones novedosas contra las codificaciones y las normas. Una subjetividad más nómada que identitaria.
La respuesta de Deleuze y Guattari es que el deseo tiene que salir de los encierros en que se encuentra, tiene que aflojarse, fluir en nuevas direcciones, hacer nuevas conexiones – en una palabra, tiene que devenir. Pero no devenir en otra configuración cualquiera, sino devenir menor o minoritario. Aquí vamos a introducir un binomio más para nuestro análisis, el de mayor-menor. El contrario de devenir menor sería ser mayor. ¿En qué consiste este último? Casi toda sociedad es mayoritaria en su estructura y dinámica. Esto quiere decir que es regida por términos privilegiados, cómo hombre, blanco, heterosexual. Lo que cotidianamente llamamos las minorías, como mujeres, negros y homosexuales, son juzgados con referencia a esos términos. Pero esta jerarquía no trata de simples mayorías y minorías, o sea, las cualidades y características de la mayoría en una sociedad no constituyen el modelo o esquema mayor. Por ejemplo, en Sudáfrica en la época de apartheid los blancos estaban en la minoría demográficamente, pero el color de su piel constituía un esquema mayoritario con base en el cual los negros eran juzgados y oprimidos.
Deleuze no rechaza la importancia de que los negros y las mujeres protesten y que consigan derechos en la esfera sociopolítica. Pero su concepto de devenir menor o minoritario no tiene que ver con eso, sino con una experimentación a nivel afectivo. Para un hombre, una forma de devenir menor sería, por ejemplo, devenir-mujer. Pero esto no significa imitar a las mujeres, portarse afeminado o algo así, sino aflojar los ideales masculinos que proyecta el imaginario social, cómo razón, fuerza, dominación y actividad, y asumir afectivamente las características de la mujer en ese imaginario: atender a los hijos, ser más emotivo e intuitivo, abrazar con cariño a los hombres. El hijo de un buen amigo mío, tiene como 18 años de edad y tiene novia. Cuando me ve me abraza largamente, cómo 10 ó 15 segundos con fuertes apretones y caricias, a diferencia de los dos o tres segundos del hombre en plan mayoritario. Recuerdo la primera vez que me saludó así me sacó un poco de onda, pero luego pensé en Deleuze, que este joven deviene menor, su ser no está encerrado en una subjetividad fácilmente identificable por los mecanismos del poder económico y social. Se podría decir que uno que deviene menor es un poco esquizofrénico. Suelta el extremo paranoico en el que la mayoría de nosotros vivimos, desafía las normas que le rigen socialmente, y experimenta con otras formas de ser. Esto no es sólo para los hombres blancos. Dice Deleuze que incluso las mujeres deben devenirse en mujer en la medida en que vivan de tal manera que su deseo sea regido por la codificación y juicio que ejerce la imagen del hombre. Tomamos cómo natural la subjetividad con la que nos identificamos, pero es construida y cómo hemos visto tiene efectos nocivos para la vitalidad de la vida. Aunque sea construida, eso no quiere decir que debajo de ella podamos encontrar quienes realmente somos. Debajo, no hay más que el flujo de deseo y sus múltiples posibilidades de conexión. Devenir menor significa, a fin de cuentas, el cambio, por lo que significa devenir revolucionario.
La sociedad siempre va a tener normas, y aun cuando podamos disminuir el sufrimiento económico en el mundo con acciones políticas a nivel macro o molar, yo creo que lo que plantea Deleuze es muy necesario. El fascismo que acecha en nuestros corazones y la represión que inflige es un peligro permanente que puede contrarrestarse con el constante experimento de devenirse menor. Hay un famoso poema de los años sesenta escrito por Gil Scott-Heron que se llama “The Revolution Will Not Be Televised” – “La revolución no ser televisada”. O sea, la revolución no será patrocinada por ésta o aquella corporación, no será algo que Facebook o Instagram puede visualizar y monetizar, sino que será una revolución que desafía precisamente la posibilidad de hacer eso. Será una revolución que tiene lugar en nuestras cabezas, en nuestros corazones, y en el efímero tejido de conexiones en el que fluye el deseo.
Bueno, quiero comentar dos cosas antes de concluir. Primero, docenas o quizá cientos de libros y sin duda miles de artículos se han escrito sobre los temas que hemos tratado hoy en el pensamiento de Deleuze y Guattari. Lo que he presentado hoy ha sido muy somera, a modo de introducción, para darnos una idea general de ese concepto de revolución molecular. Segundo, con todo esto no quiero decir que los que protestan ahora en Colombia estén llevando a cabo una revolución molecular, ni que deberían hacerlo, aunque yo creo que es un elemento importante para el cambio social. La finalidad de esta intervención ha sido simplemente explicar ese término que utilizo Uribe en su tuit. Si volvemos a ello, dice que hay que resistir la revolución molecular disipada, porque impide la normalidad. Pues sí. Las normas que conforman la normalidad no son naturales sino contingentes y históricas, las cuales ejercen un poder con consecuencias concretas que pueden ser negativas para mucha gente, como la norma de la heterosexualidad lo es para los homosexuales. Entonces, no extraña que el intento de cambiar esas condiciones se vea como licencioso, disoluto o disipado, como dice Uribe. El viejo regimen siempre ha tachado de esta manera a los que vienen en el camino.
Bueno, esto ha sido mi pequeño cacerolazo. Espero les haya servido para pensar la noción de una revolución molecular. Cómo dije en mi post de Facebook, expreso mi solidaridad con los que se manifiestan, y saludo con afecto a todos los jóvenes amantes de la sabiduría que hace apenas un año y medio tuve el gran gusto de conocer.

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27 Comments

  1. gabriel · 17/05/2021 Responder

    Excelente comentario y oportuno en Colombia ahora tal vez tengas tiempo de leer el texto de Guattari..Je!

    Hay que demeritar la idea que a la revolución de las vidas hay que combatirla con armas..la ignorancia del dirigente o la apropiación del termino es para decir que el comunismo tiene nuevos rostros., y bien distante el concepto de las tomas del poder estatal propio del ejercicio del comunismo..
    Preocupa del movimiento que hay líneas de violencia que as utilizan o las infiltran -o ambas- y se “legitima” la fuerza…
    El llamado es a crear alternativas de lucha que desarmen las pasiones tristes por la creación

    Saludos

  2. Teodoro · 17/05/2021 Responder

    Muy bueno. Justo estoy viendo los videos de sus clases del antiedipo voy por la 16. Me gustan y lo estoy acompañando por la lectura de diferencia y repeticion. Saludos y gracias. Teo desde argentina

  3. Carlos · 17/05/2021 Responder

    Impulsemos pues la revolución molecular, incluso dentro de nuestra fuerza pública. ¿Asomarán algunos candidatos a convertirse en Chávez?

  4. Miguel korenko · 17/05/2021 Responder

    Estimado Darín
    Muy pedagógico el concepto de revolución molecular. Siempre muy ameno. No conocía esa idea.
    Aprovecho está oportunidad para preguntarte de la filosofía estoica que opinas de ella que está promocionada en algunos círculos académicos.
    En lo personal creo que algunos conceptos son útiles para el diaria vivir pues sustenta conceptos pragmáticos
    Me despido con un fuerte abrazo.
    Saludos.
    Miguel

  5. Mario · 17/05/2021 Responder

    Hola Darin! Es muy agradable verte y escucharte hablar, como siempre. No sé porqué tomaste un tema tan confusamente ideologizado para reflexionar hoy. No pierdas el pensamiento crítico, maestro! Un abrazo fuerte

  6. Juan · 17/05/2021 Responder

    Un saludo fraternal desde Colombia….
    Muchas gracias por este aporte profe… uno no termina de saber nuevas cosas y conceptos.

    Muchas gracias…

  7. Felipe Louro · 18/05/2021 Responder

    ¡Gracias! Me alegras la semana.

    Cuando clase cómo las tuyas tuvieran la difusión que merecen, el mundo empezaría a cambiar para mejor.
    Mientras no cambien las mentes, nada cambia.

    ¡Hay que conseguir dos mil millones de suscriptores cuanto antes!

  8. Fred · 18/05/2021 Responder

    Gracias profesor Darin. Sus aportes son argumentos que construyen.

  9. EDITH FERNÁNDEZ · 18/05/2021 Responder

    Muchas gracias profesor Darin. La explicación que ha dado es clarísima y más teniendo en cuenta la complejidad de los autores. Qué suerte el tenerle para devenir revolucionarios al menos virtualmente. Tengo pendiente escuchar el podcast de Colombia y cómo no espero con ansias Spinoza tercera parte.

  10. srcualquiera · 18/05/2021 Responder

    Yo no conocía ese concepto de revolución molecular según el ilustre Félix Guattari, pero sí lo conocía según mi propia experiencia, que podría denominar, más cercana a mí, como una resistencia íntima, a no caer en el juego, a no venderte, a no claudicar, a no participar de aquello que no va contigo. La revolución de las conciencias, en efecto, es la única posible, y ello exige un reseteo, ejercer el pensamiento propio para salirse de los caminos acríticos, estructurados, y trillados de la mente, el pensamiento propio y el corazón despierto para saber efectivamente qué es aquello que te hace feliz. Porque en el fondo ahí parece estar el secreto, si todo el mundo fuera feliz por su propia cuenta, se acabaría la discusión social (cosa utópica, lo sé, pero por pedir).

  11. Julio Alberto Suarez · 19/05/2021 Responder

    Genial Doctor esta charla complementa como anillo al dedo a sus clases sobre el Anti Edipo!!!gracias !

  12. Fred · 21/05/2021 Responder

    Buen día profesor Darin.

    En Latino América los partidos de ultra derecha cada vez que hay elecciones buscan argumentar a través del miedo para manipular a los ciudadanos; uno de estos argumentos es el uso indiscriminado y equivoco del concepto comunismo. Teniendo en cuenta que la claridad conceptual puede contrarrestar esta tendencia, ¿es posible que nos regale un video distinguiendo este concepto en relaciòn a otros como socialismo, social democracia, etcétera? Dentro de mis escasos conocimientos sobre el tema tengo entendido que el comunismos nunca fue posible. Gracias por esclarecer nuestras ideas.

    • Darin · 23/05/2021 Responder

      Hola Fred. Tienes razón, veo mucha confusión conceptual en la red. De hecho quiero hacer unos vídeos para reivindicar el pensamiento de Marx que hay tanta crítica fácil y superficial. En fin, lo estoy pensando. Un abrazo!

  13. Hugo · 21/05/2021 Responder

    Con este video entendí por qué Colombia votó por el NO. Es una toma de consciencia respecto de lo que sucede ahora

    https://twitter.com/i/status/1395266413653266433

    Por lo demás siempre es bueno escucharte.

  14. Martha · 23/05/2021 Responder

    Los nuevos nuevos temas que voy aprendiendo !

    Gracias Querido Profesor

    Saludos

  15. Roberto Echeverri · 06/07/2022 Responder

    Excelente artículo, como todos los que escribes: impecables, claros, concisos, profundos, y llenos de referencias. Un filósofo didáctico. Un placer siempre leerte.

    Felicitaciones

  16. Rafa · 23/02/2024 Responder

    Mil gracias Maestro por donarnos tanto flujo de afecto.
    Me ha interesado tu referencia tangencial, y coloquial, al Sadismo en el ámbito del pensamiento de Deleuze y Foucault. Creo que gran parte de estos pensamientos (con ayuda de Klossowski quizás) están basados en el Marqués. Tengo un gran problema en entender esta relación.
    Un fortísimo abrazo de más de quince segundos.

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