Anotando ando 4

Hoy una reflexión sobre la frase latina “in partibus infidelium”; lo que tienen en común los pensamientos y las nubes; y la sorprendente vida póstuma de la cita más famosa de Samuel Beckett.

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Guión

Hace poco, me puse a leer Las meditaciones del Quijote de Ortega y Gasset. Empieza el libro dirigiendo unas palabras al lector. Dice: “Bajo el título Meditaciones anuncia este primer volumen unos ensayos de varia lección y no muchas consecuencias, que va a publicar un profesor de Filosofía in partibus infidelium”. Me intrigó esa frase latina – in partibus infidelium – nunca la había visto. Investigando, encontré que tiene dos acepciones. La primera y la más común es que significa ‘en tierra de infieles’. La segunda y más antigua tiene que ver con el uso que la Iglesia Católica le daba. La frase se decía de obispos que tenían que abandonar sus sedes diocesanas ante la invasión de hordas de infieles, como los musulmanes. Estos obispos encontraban refugio en otras sedes y, aun cuando no tenían fieles a su cargo, conservaban el título de obispo, pero era un título honorífico – por ejemplo, Juan, Obispo de Alessio, in partibus infidelium. Un ejemplo interesante de esto en la historia más reciente es la guerra cristera aquí en México el siglo pasado donde el Estado perseguía a los curas, los cuales tenían que abandonar su iglesia, su congregación, y darse a la fuga. Esto de hecho es el tema de uno de mis libros favoritos – El poder y la gloria de Graham Greene.
Bueno, volviendo al texto de Ortega, me resulta un poco ambiguo el sentido. ¿Se trata de un profesor de filosofía que va a publicar sus meditaciones en tierras de infieles, o sea, se dirigen a personas hostiles que no van a recibir bien su mensaje, o se presenta como uno de esos antiguos obispos: José Ortega y Gasset, profesor de filosofía in partibus infidelium? La verdad, no sé en qué sentido lo dice, pero me llama mucho la atención este último.
¿Qué significaría ser un profesor de Filosofía in partibus infidelium? ¿Cuál es la sede o el lugar que semejante profesor ha tenido que abandonar? En el caso del obispo, se trata de un lugar físico, un territorio, que ha sido tomado por un poder ajeno, por infieles. Puede haber creyentes viviendo ahí pero no puede haber una comunidad porque los invasores no lo permiten. El obispo ha perdido su sede o, lo que es lo mismo, su jurisdicción, literalmente, el lugar donde le corresponde “decir la ley”. El obispo ahora no dice nada; encarna la ley pero no la puede aplicar a nada. Sigue siendo obispo, pero sólo de forma honorífica, un cargo sin substancia.
Y el profesor de filosofía, ¿qué es ese lugar que ya no ocupa, qué ha tenido que abandonar? ¿Una plaza académica? Sin duda, hay casos donde la universidad corre al profesor por falta o por incumplimiento, sin embargo, se me hace que el espacio no es un territorio físico (es decir, su cubículo o las aulas donde da clase) sino un territorio intelectual, y los invasores no son administradores de rectoría sino más bien ideas. Un profesor in partibus infidelium es un profesor honorífico en el sentido de que conserva su derecho o libertad de expresar ideas, pero ya no tiene quien le preste atención. El obispo pierde feligreses, y el profesor pierde alumnos o interlocutores, no por la fuerza de la espada sino por la de las ideas. Pienso en Schopenhauer dando clase a la misma hora que Hegel, y encontrándose en un salón casi vacío. ¿Por qué; qué le había pasado? Pues estaba en la tierra de los infieles, no una tierra física sino intelectual, una tierra en la que las ideas de Hegel habían dejado a Schopenhauer en efecto con un título poco más que honorífico, un filósofo sin quien le escuchara.
No obstante, me parece que, lejos de ser una desgracia, el título ‘in partibus infidelium’ es para el filósofo el verdadero. Puede que las enseñanzas de Hegel tuvieran mucha razón, que fueran sumamente acertadas. Sin embargo, los que llenaban su salón eran quizá más como los creyentes del obispo que otra cosa. En cualquier época hay ideas de moda, los ‘ismos’ digamos, que, como una marea, lleva en su paso masas de personas que se convierten en partidarios, en feligreses que asisten diariamente a la misa de su santo patrono de preferencia. El filósofo de verdad no quiere creyentes, sino precisamente infieles, o al menos quisiera cultivar en otros la capacidad de ocupar esa inquietante zona entre la creencia y la duda, cultivar ni dogmáticos ni escépticos sino filósofos. Quizá la sede del filósofo se parezca a la naturaleza tal como la describió Pascal, como una esfera infinita cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna. Las ideas invasoras quitan la circunferencia a su territorio, dejándole así sin sede, sin embargo, al mismo tiempo y paradójicamente se la devuelven, una sede cuyo centro está por tanto en todas partes.
La siguiente anotación viene del moralista y ensayista francés Joseph Joubert. Dice: “Los pensamientos forman en el alma como las nubes forman en el aire”. ¡Qué analogía más bonita y sugerente! Al ver esta comparación de pensamientos con nubes no puedo evitar pensar en la obra de Aristófanes – “Las nubes” – en la que se burla del personaje de Sócrates, pues es un hombre con su cabeza (y por tanto sus pensamientos) en las nubes, o sea, es un inútil desligado de la realidad. Platón pensaba que esta caricatura de su gran maestro influyó en la opinión pública y contribuyó a que los jurados condenaran a muerte a Sócrates. En parte, la obra inmortal de Platón constituye un intento de mostrar que la cabeza de Sócrates no estaba en las nubes sino en las Ideas, en esa región inteligible más real y permanente que cualquier cosa debajo de los pies. Yo creo que tanto Aristófanes como Platón representan extremos, extremos que una reflexión sobre la analogía de Joubert quizá nos ayude evitar.
Los pensamientos entonces son como las nubes. De lejos, las nubes se parecen tan sólidas como una montaña, pero en realidad, como vemos por la ventana del avión cuando atraviesa una, son bastante insubstanciales, como fantasmas. Lo mismo percibimos en los pensamientos. Mirando hacia adentro, es como si percibiésemos una neblina indistinta. De ese caldo de la mente la atención saca algún fragmento o idea más o menos sólido, como uno saca un pez del agua, pero son bastante resbaladizos y van de la mano para desaparecer en el miasma. Sin embargo, percibimos no sólo nuestro pensamiento sino el de otros, no de forma directa, obviamente, sino en la medida en que se expresen de forma hablada o escrita. Esta exteriorización del pensamiento, especialmente la escrita, logra fijar las ideas para que no se vayan tan fácilmente de la mano, y así proyecta una engañosa solidez.
La aparente solidez de las nubes nos lleva a verlas también como estáticas, pero si nos tiramos en el pasto y las observamos con paciencia, veremos que se transforman: se hacen más grandes, se aplanan, se juntan con otras. Con el pensamiento no hace falta ser paciente, ya que estamos directamente conscientes de su transformación, de su pasar de una idea a otra y a otra. Cuando los pensamientos son externados en el lenguaje, hablamos del discurso. Esa palabra viene del verbo “discurrir”, es decir de moverse como un líquido, fluir.
Las nubes se transforman principalmente por el viento y la radiación solar. ¿Y los pensamientos? Por nuestra experiencia del mundo y por la opinión de otros. Una cosa que distingue al pensamiento de las nubes es que los pensamientos pretenden representar al mundo, representar cómo están las cosas. Las nubes no. Tan fuerte es el impulso simbólico en nosotros que vemos en las nubes figuras que se parecen a animales u otros objetos. ¿Será eso una simple antropomorfización? Es lo más seguro, pero ¿no cabría la posibilidad de que las nubes sean los pensamientos del mundo? Como final, me pregunto cuál sería el análogo en la mente de un cielo despejado. A lo mejor ese estado que tratan de cultivar algunas filosofías orientales, o sea, el nirvana. Quien sabe.
Bueno, el autor nos dice que los pensamientos se forman en el alma como las nubes en el aire. Entonces compara también el alma y el aire, lo cual también es bastante intuitivo. En el estoicismo y posteriormente en el cristianismo, el término griego “pneuma” se utiliza para hablar del espíritu o el alma. Pneuma significa aliento, lo cual no es otro que aire.
Pero lo importante de la cita no es una comparación entre cosas (como pensamientos y nubes) sino entre procesos. Los pensamientos se forman como nubes. ¿En qué sentido? Pues ¿cómo se forma una nube? Agua en la tierra, sea el que recorre por los ríos o el que impregna la toalla que has colgado para secarse, ese agua se evapora. Cuando el agua, que es un líquido, recibe energía de una fuente como el sol, sus moléculas se vuelven muy energéticas y escapan del agua en la forma de vapor, que es un gas. Por eso se llama evaporación. Este vapor sube en el aire, pero el aire puede contener sólo cierta cantidad de vapor, dependiendo de factores como la temperatura ambiental y la presión atmosférica. Cuando cierto volumen de aire contiene todo el vapor que puede se dice que ese volumen está saturado. Si los factores ambientales cambian reduciendo así la cantidad de vapor que el aire puede contener, entonces ese vapor excedente tiene que salir del aire. Pasa de ser un gas a ser un líquido nuevamente (esto es la condensación), o puede convertirse en un sólido (el hielo). Así es cómo se forman las nubes. Pero para que esta conversión de gas a líquido se dé, tiene que haber pequeñas partículas flotando en el aire, partículas como polvo, cristales de sal, o incluso cenizas de la erupción de un volcán. Estas partículas proporcionan una superficie sobre la que el vapor puede convertirse en gotitas de líquido. Una gran cantidad de semejantes gotitas es una nube. Cuando las gotas crecen, aumentan su peso y llega el momento en que ya no pueden mantenerse suspendidas en la nube y caen como lluvia, y todo el proceso empieza nuevamente.
¿Hay algo de este proceso que podemos ver en la formación del pensamiento? Si las moléculas en estado gaseoso son el meollo de la nube, su sustrato ontológico por así decirlo, la verdad no sé que sea el sustrato del pensamiento – ¿descargas eléctricas en el cerebro, signos, entes incorpóreos? No sé, pero no importa. Lo que sí podría decirse, creo, es que el pensamiento no se da en un vacío sino en medio de la vida, en un entorno experiencial. A lo mejor nuestras creencias, nuestros hábitos de inferencia, podrían verse como el agua en la tierra, en estado líquido. Todos los días esas creencias están expuestas a condiciones ambientales que en este caso sería la experiencia. Experiencias que contradicen nuestras creencias u otras personas que sostienen creencias contrarias o diferentes a las nuestras son como el calor de la luz solar que empiezan a agitar nuestras creencias haciéndonos dudar, volatizándolas para que no sean tan firmes y sólidas. Así podría decirse que cobran digamos un estado gaseoso, un estado indeterminado, y aquí es donde el pensamiento como tal, propiamente hablando, empieza a darse. Empezamos a pensar cuando estamos en una condición de duda. Pero los nuevos pensamientos, como la nube, puede formarse sólo cuando haya alguna partícula que flote por ahí en el aire de la mente. ¿Será esa partícula mental, quizá, la palabra? Los profesores suelen decir a sus tesistas que no tiene ningún avance de tesis hasta tener algo escrito. Pueden pasar todo el día pensando y dando vueltas en su cabeza sobre su tema, pero nada real se concretiza hasta tener palabras sobre papel. ¿Puede la palabra ser como esa partícula de polvo que permite que el gaseoso vapor en la mente del tesista se cristalice en pensamiento? Yo creo que sí – al menos es una metáfora bastante sugerente. La articulación lingüística, aunque sea a tientas inicialmente, permite que cierta forma empiece a darse.
La última cosa que se me ocurre decir sobre esta comparación tiene que ver con la lluvia. En el mundo académica, al menos, hay mucha presión para publicar constantemente lo más que se pueda. Uno publica sus pensamientos antes de que estén maduros y el resultado es algo de cuestionable valor y limitado alcance. La paciencia, como dicen, es una virtud. Como las gotas en la nube, hay que esperar a que los pensamientos estén listos y caigan por su propio peso.
La última anotación es un hashtag que encontré navegando en internet. Es #failbetter, lo cual en español sería “fracasar mejor”. Las palabras vienen de un libro que se llama Rumbo a peor del escritor irlandés Samuel Beckett. La cita completa a la que el hashtag hace referencia es: “Lo intentaste. Fracasaste. No importa. Inténtalo de nuevo. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. Es su cita más famosa, entonces, intrigado, hice click en el hashtag y descubrí todo un mundo que francamente no esperaba. Encontré una larga serie tweets del mundo de negocios y del deporte principalmente que hablaban de la importancia del fracaso, que el fracaso no es negativo en sí sino una oportunidad para aprender, parte íntegra del camino hacia el éxito. Empresarios como Richard Branson de Virgin lo ha citado; el tenista Stan Wawrinka ha tatuado la frase completa en su brazo; hay una compañía de juegos que se llama FailBetter Games; y muchos libros de autoayuda incluyen la frase en su título. Básicamente, se ha adoptado como una mantra motivacional plasmada en infinidad de memes. Tú sí que puedes, no te rindas.
Lo que me sorprendió de todo esto es que nada podría ser más lejos, más opuesto, a lo que esas palabras significan en el texto de Beckett. En muchos memes se ve la cara de Beckett como si respaldara esta cultura del éxito, como si él mismo fuera la versión literaria de un “tech bro”. Si conoces sólo una milésima parte de la vida de Beckett y de su obra, es muy difícil que todo esto no te repugne, aunque, ahora que lo pienso, no debe resultar tan sorprendente. La segunda línea del texto de Beckett básicamente dice que todo decir es un mal decir, que la comunicación siempre se fracasa. Si es así, entonces no debe de sorprender esta insípida memeficación de las palabras de Beckett.
No obstante, el fracaso del lenguaje no significa que todo vale. Quisiera compartir con ustedes algunos aspectos de la obra de Beckett en general y de esta obra en particular para que “fracasemos mejor” en el momento de interpretar sus famosas palabras.
Los críticos identifican tres etapas generales en la obra de Samuel Beckett. En la primera, publica algo de poesía, una colección de cuentos cortos, y una novela que se llama Murphy. Como cualquier autor, busca su propia voz, la cual en esta primera etapa no encuentra todavía porque está bajo la sombra de su compatriota James Joyce. Joyce era un titán de la literatura y Beckett, como muchos, le admiraba mucho. Sobre Joyce dijo una vez que “era un gran manipulador de material, quizá el más grande de todos. Él hacía que las palabras hicieran el máximo trabajo posible. No hay en su obra ni una sola sílaba que sea superflua”. Obviamente, quería ser como él, pero se dio cuenta que eso no iba a pasar, que simplemente no dominaba el material como él. En 1945, en una visita a su madre, Beckett tuvo una revelación. Dice: “Me di cuenta que Joyce había ido tan lejos como era posible en la dirección de conocer más, de estar en control del material de uno. Yo me di cuenta de que mi propio camino iba en la dirección del empobrecimiento, en una carencia de conocimiento, y en restar, en sustraer en vez de añadir”.
En la segunda etapa de su obra, la década de los 50 principalmente, Beckett publica las novelas Molloy, Malone muere, y El innombrable, y obras de teatro como Final de partida, La última cinta, y su obra más famosa – Esperando a Godot. En términos generales, esta obras tratan de la experiencia humana en un mundo carente de sentido, de la desesperación y de la voluntad de seguir adelante a pesar de esa desesperación. El final de su novela El innombrable dice: “No puedo seguir adelante. Seguiré adelante”.
Entre paréntesis, Beckett vivió casi toda su vida adulta en París. Cuando empezó a vivir ahí, empezó a escribir casi exclusivamente en francés, y eso es algo que me llamó mucho la atención. Cuando yo empecé a vivir en México podía comunicarme más o menos bien. Con los años mi español mejoraba y escribía y publicaba artículos en español, pero nunca me he sentido totalmente cómodo con él, especialmente con respecto a la capacidad de leer y escribir literatura con provecho, con estilo. Y leo que Beckett recién llegado a Francia escribe sus obras en francés en vez del inglés. Lo interesante es la razón por la que lo hacía. Como dijo a su biógrafo, lo hacía porque así era más fácil escribir sin estilo. ¡Qué curioso! Donde yo veía un defecto, es decir, escribir sin estilo, Beckett veía una virtud. Es que escribir con estilo implica dominio del lenguaje, lo cual es el camino de Joyce. Beckett tomaba ahora el camino opuesto, así que era una ventaja artística que no manejara a fondo el francés. Un estilo fino, una proliferación de palabras, sólo le alejaría de su meta. Donde Joyce quería entender el cosmos mediante el lenguaje, mediante una volcánica proliferación de palabras que lo representara, para Beckett el mundo al que el lenguaje se refiere es un mundo fragmentado, sin sentido, en pocas palabras – absurdo, y el lenguaje tenía que empobrecerse para reflejar eso. En su segunda y más célebre etapa, Beckett inicia poco a poco esta transformación del lenguaje, pero no es hasta llegar a la tercera etapa y especialmente al libro que nos concierne – Rumbo a peor – que el tema pase a ser el lenguaje mismo, no tanto el mundo sin sentido sino la incapacidad del lenguaje de comunicar.
El título del libro en inglés es “Worstward Ho!” Seguramente, está jugando con el título de un libro que se publicó en 1855 con el título Westward Ho. Este último básicamente significa “¡Hey, vamos al oeste! Trata de una aventura donde el protagonista busca oro en el Caribe. La novela celebra las victorias de Inglaterra sobre España y justifica su expansión imperialista. En su título, Beckett sustituye la palabra West (oeste) por Worst (peor), así que está diciendo “¡acompáñenme en un viaje a lo peor!”.
¿Dónde está lo peor? En la primera novela está en el Caribe. En éste no está nada claro, y eso es lo que la hace uno de los libros más raros y difíciles que leerás en tu vida. Rumbo a peor carece de casi todas las características que tomamos por sentado en una novela. Por un lado, lo que sucede en la novela no tiene lugar en ningún lugar reconocible; se hace referencia simplemente a un vacío iluminado por una luz tenue. Hay cuatro personajes que se describen como fantasmas, como los que ocupan el inframundo: un cuerpo, un viejo junto con un niño, y una cabeza. La cabeza es el narrador y los primeros tres parecen ser recuerdos suyos. El tiempo es simplemente el presente de la narración, pero no hay trama, no hay diálogo, no hay movimiento ni cambio.
Si la dificultad del texto consistiera sólo en esto que acabo de comentar, tendríamos un cuento extraño, sin duda, pero manejable y entendible como un cuento. Pero no. El lenguaje que emplea el narrador es igual de extraño. La novela es muy corta – sólo 27 páginas en la edición que tengo yo. Consta de 4,489 palabras, entre las cuales encontramos sólo 410 palabras distintas. Comparemos eso con Ulises de James Joyce. Consta de 265,000 palabras y cuenta con un léxico de más de 30,000 palabras distintas. Está claro que el camino de Beckett, como comentamos, es el del empobrecimiento del lenguaje; la sustracción de palabras en vez de su proliferación. Sin embargo, eso no es lo que hace difícil el lenguaje de este texto. Un reportaje en el periódico utiliza menos palabras que el texto de Beckett y sin embargo es perfectamente entendible, nada difícil de leer. Lo difícil con Beckett es que utiliza el recurso retórico de la elipsis de una manera bastante marcada. La elipsis es simplemente la omisión de palabras de una oración que se supone pueden entenderse por el contexto. Por ejemplo, hay una oración que dice “No cara malo”. Su versión no elíptica sería “No tener una cara es malo”.
Entonces, tenemos que tanto la forma (el lenguaje) como el contenido (lo que sucede en el cuento) está llevado a un extremo. Esto empieza a cobrar sentido cuando entendemos que lo que el narrador está tratando de hacer en el texto es calmar su mente, parar el flujo de ideas, de palabras. Es como en la noche cuando te acuestas y cierras los ojos y sólo quieres dormir pero surgen en tu mente imágenes e ideas que saltan de una en otra. No puedes simplemente con un acto de voluntad apagar las luces de tu mente y dormir. Puedes sufrirlo pasivamente hasta que el cansancio lo agote y te duermes, o puedes tratar de hacerlo de forma intencional y consciente, interviniendo con la consciencia para calmarla. Ésta es la opción que toma el narrador de Beckett, parar con palabras las palabras que recorren su consciencia. Es muy parecido esto a lo que dice Schopenhauer con respecto a la voluntad consciente, que la única forma de dejar de sufrirla, lo cual describe con mucho detalle a lo largo de El mundo como voluntad y representación, la única forma de dejar de sufrirla es renunciarla. También podría mencionarse aquí el budismo, sus prácticas meditativas que tienen como objetivo el nirvana, el apagar la llama del deseo sediento.
Bueno, la estrategia que el narrador emplea para parar su flujo mental la llama “worsening”. To worsen, o empeorar, consiste en disminuir el alcance de la expresión lingüística al reducir el bagaje semántico de las palabras, describiendo las imágenes en su mente de tal modo que va restándolas características, llevándolas poco a poco a su forma mínima. Este trabajo es muy difícil porque el lenguaje se ha evolucionado para vincularse y hacer referencia al mundo fenoménico y eso es lo que con el mismo lenguaje Beckett está intentando eliminar o al menos disminuir, a saber, su carácter representativo. Al funcionar “normalmente”, es decir, de forma representativa, el lenguaje se vuelve invisible, se transparenta para que veamos aquello en el mundo al que hace referencia. La forma en que Beckett emplea el lenguaje en su texto frustra este proceso y por tanto el lenguaje ahí se vuelve opaco y poco fluido, y por tanto difícil de leer
Bien, con todo eso dicho podemos volver a nuestra cita para interpretarla. He buscado el texto en español pero no lo encuentra, ni siquiera lo tiene la universidad, y no me gusta la traducción que se encuentra en los memes, entonces vamos a verla en inglés y luego lo desempacamos en el español. El inglés dice: “All of old. Nothing else ever. Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better”. Lo que dice es muy condensado gracias a eso de la retórica de la elipsis que comentamos. Vamos a expandirlo un poco para ver más claramente lo que está diciendo. Si Beckett hubiera hablado sin elipsis, habría dicho: “Todo es ahora como era antiguamente. Nunca ha habido otra cosa. Nunca he intentado otra cosa, y nunca he fracasado en otra cosa. Pero no importa. Intentaré de nuevo, fracasaré de nuevo, y fracasaré mejor que antes”.
¿Qué significa “fracasar” aquí? Pues está íntimamente ligado a eso de worsen o empeorar. Fracasar es NO lograr representar algo con la palabra como normalmente se hace. Si lograra representar algo, estaría mejorando las palabras en vez de empeorarlas. Dicho de otra forma, el intento de ser exitoso sería tratar de describir y controlar las ideas e imágenes en su cabeza de forma comprehensiva y completa, justo como hace James Joyce. Paradójicamente, si tuviera éxito con el lenguaje, habría fracasado en su intento, fracasado en la acepción común de no lograr la meta. Dice que tiene que fracasar mejor, lo cual quiere decir que tiene que seguir hasta no poder seguir más.
La última frase del texto es “Said nohow on”, lo cual significa “Dijo no manera seguir”. Sin embargo, antes en el texto, como habíamos comentado, dice que su decir es un maldecir, si dice algo no lo dice bien. El lenguaje no es confiable y no estamos en control de él. Dice al final que no se puede seguir, pero eso es un mal decir, porque aun cuando el trabajo que lleva a cabo en el texto de empeorar las palabras le acerque mucho al estado que busca de calmar su mente, de vaciarla del mundo, no obstante está destinado al fracaso. Es que el uso del lenguaje, aun cuando logre minimizar los contenidos de su mente, no pueden sino llamar la atención a esos objetos que quiere hacer desaparecer.
Visto de cierta manera, el experimento de Rumbo a peor es un fracaso. Quiso hacer algo con el lenguaje que en el fondo es imposible. Es muy parecido al trabajo de Wittgenstein en el Tractatus. A lo largo de su texto, Wittgenstein afirma cosas que según su propio criterio no tienen sentido, y que por tanto no comunican nada. No obstante, el libro logra mostrar lo que no puede decir, o sea, comunica algo filosóficamente muy importante a pesar de las limitaciones del lenguaje. Yo creo que lo mismo pasa en el texto de Beckett. Logra comunicar algo muy profundo sobre la naturaleza del ser humano cuyo ser es conformado por un lenguaje que sólo de forma superficial controla. Se podría decir que su fracaso es en cierta medida un éxito, pero no en el insípido sentido que promulga nuestra cultura empresarial donde el éxito se mide con dinero y poder. Para Beckett, el fracaso es el punto; es una especie de ejercicio espiritual que suscita humildad y, si uno tiene suerte, sabiduría.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

21 Comments

  1. Patricia · 05/06/2023 Responder

    Maestro que buen platillo hoy…
    Al traer la malinterpretada cita de Becket, el “fracasa mejor” me conecta con algo que lleva unos días rondándome la cabeza, quizá por la influencia de la serie del Tractatus. Últimamente experimento de forma cada vez un poco más clara el concepto del lenguaje como límite, es difícil de describir pero es la sensación de que por más que nos empeñemos, el pensamiento o mejor dicho el lenguaje “no llega al mundo”, nos presenta facetas fragmentadas, que están al borde del sentido a veces, pero sin llegar a cuajar del todo, hay como siempre la sensación de que algo se escapa, algo es imposible de decir de una vez por todas, no se explicarme mejor, ja ja o sea, lo que intento describir me está pasando ahora mismo,

    Es como si el lenguaje no tocara del todo el mundo, como si que lo toca la experiencia desnuda de los sentidos, el ver, el tocar, el oler, el experimentar el mundo…, el lenguaje o el pensamiento es como si lo rozara al mundo pero no llegara a tocarlo y se quedara ahí al borde, lo cual depende de por donde lo mires puede conducir a la simple aceptación serena de ese hecho, pero también podría llevar a un sentimiento desazonador, de ausencia de sentido, de “absurdo” por así decir…

    He leído poco de Becket porque es un autor muy difícil; Solo leí esperando a Godot y Fin de Partida, pero por lo poco que he leído él consigue meterte en el cuerpo esa desazón, esa “nausea” y lo hace estrujando deliberadamente el lenguaje hasta que el lector o espectador es “experiencialmente” consciente de sus límites, el sentido se diluye, se hace patente la imposibilidad de comunicar, quizá de entender, quizá de explicar…O sea, a través del lenguaje el tipo consigue llevarte ( o así me lo parece) a experimentar el absurdo

    La cita de Becket me recuerda también otra cita. Esta vez de Sartre, en la nausea, que explica lo que yo quiero explicar creo, mejor que yo, o sea que fracasa menos ja ja…

    Las cosas se han desembarazado de sus nombres. Están ahí, grotescas, obstinadas, gigantes, y parece imbécil llamarlas banquetas o decir cualquier cosa de ellas: estoy en medio de las Cosas, las innominables…

    • Mario · 06/06/2023 Responder

      Hola Patricia. Acabo de leer a fondo tu texto y estoy muy en sintonía contigo. Te recomiendo leer el libro “El poder del ahora” de Eckhart Tolle. Y aunque Tolle no dice nada nuevo (Beckett hablaba de lo mismo setenta años antes), el modo en que lo hizo conmigo cuando lo leí fue revelador. En particular con el tema de la palabras. A ver, lo central que dice Tolle es que estamos poseídos por una entidad que es el “Pensamiento Compulsivo”. No podemos dejar de pensar y nuestros pensamientos (que están hechos de palabras) nos cuentan las historias de nuestro pasado y nos hacen imaginar historias de nuestro futuro / En suma, nuestros pensamientos (otra vez, que están hechos de palabras) nos dicen quienes somos / nos dan nuestra IDENTIDAD / El “pensamiento compulsivo” y las palabras que lo conforman han tomado el dominio sobre nosotros y nos dicen, ni más ni menos, quienes somos (desde este punto de vista el odio de Beckett es totalmente comprensible) / La “representación” ha ocupado el lugar de la “realidad”, hemos perdido la libertad de “ser” y el resultado final ha sido horroroso

      Decime cómo lo ves vos Patricia. Abrazo!

  2. Mario · 06/06/2023 Responder

    Hola Darin. Primero miré tu video y después busqué una frase textual de Beckett para ver que me sugerían ambas cosas, frase y video a la vez. Elegí esta:

    “Cada palabra es como una innecesaria mancha en el silencio y en la nada”

    La sensación que tengo es que Beckett -en determinado momento de su desarrollo personal- toma conciencia de que hay una Realidad y de que hay “representaciones” de esa Realidad (las palabras entre ellas) / Aquí supongo que en todo proceso de individuación humana (Patricia nos puede ayudar mucho!!) la persona llega a “despegarse” de las palabras y llega a ser capaz de verlas como lo que realmente son: representaciones y no la realidad misma (sería equivalente a un pez que se da cuenta de que está mojado) / Esa experiencia pudo haber sido conmocionante para Beckett / Y su reacción bien pudo haber sido empezar a odiar a las palabras por haberse interpuesto durante tanto tiempo entre él y su percepción de la realidad, expresándolo de este modo:

    “Cada palabra es como una innecesaria mancha en el silencio y en la nada”

    ¿Cómo interpretan ustedes esta frase? / Abrazo!

    • Patricia · 07/06/2023 Responder

      Hola Mario. He leído el poder del ahora y me parece que Tolle plantea cosas interesantes.
      Tal y como lo veo yo hay una doble pir así decir identidad en los seres humanos.
      En algunas corrientes de psicología (influidas por prácticas orientales como la meditación) se habla de dos “yoes”: el yo biografico (el que narra nuestra historia personal y nos pone las etiquetas de “yo soy”: Patricia, Psicóloga, mujer, de 46 años, hija de Teresa y Jorge, mujer de Pablo, hermana de Guille, que .e gusta tal cosa, que tengo tales virtudes y defectos etc…etc….Ese mismo yo muy muy a menudo nos está zarandeando del pasado al futuro, y tiene un sustrato cerebral que la neurociencia llama Red neural por defecto y que el zen llama “la mente de mono”
      El otro yo es el yo experiencial, un yo simple que está en la experiencia y ya. Puede resultar quizá más claro estar en ese yo “biologico” cuando meditamos, pero no es, ni muchísimo menos la única puerta de acceso puede emerger viendo un paisaje, bailando, escuchando música tocando un instrumento, cortando verduras para la cena o escuchando a alguien con mucha atención por ejemplo.
      Ese yo experiencial también tiene un sustrato neural al parecer.
      Luego algunos de nosotros experimentamos en alguna ocasión lo que puede llamarse yo trascendente o experiencia de no dualidad, una especie de disolución de fronteras y fusión con el universo (pero aún se conserva el sentido de identidad). Obviamente esta otra experiencia ha de tener supongo un sustrato neuronal, pero la verdad no lo he investigado.
      Esos son por así decir los estados de conciencia/identidad principales que yo he experimentado aunque no son los únicos por supuesto…Esta también el yo de los sueños que se siente distinto, los yoes sociales, los emocionales…
      Como diría Walt Witman yo soy multitudes je je

  3. Mario · 06/06/2023 Responder

    Agregaría que, si la REALIDAD es continua y simultánea, las PALABRAS son discontinuas y secuenciales

  4. Patricia · 07/06/2023 Responder

    Se me ha olvidado recalcar que el yo biografico esta intrínsecamente relacionado con el lenguaje. Aveces se le llama también el narrador o el intérprete…
    Y que cuando hablo de sustratos neuronales no lo hago en sentido materialista. No hablo de causa-efecto sino de correlación. Que el cerebro y la conciencia presentan ciertas correlaciones patace un hecho. Que el uno sea la causa de la otra esta mucho pero mucho menos claro y desde luego mucho peor fundamentado de lo que creen los que defienden esta tesis (en mi opinión que tampoco soy experta). 🙂

  5. Mario · 07/06/2023 Responder

    Te felicito Patricia cuántas cosas que has estudiado… Chapó! / Dentro de toda la riqueza que hay en lo que nos contás para mí es sumamente importante esto: “…algunos de nosotros experimentamos en alguna ocasión lo que puede llamarse yo trascendente o experiencia de no dualidad, una especie de disolución de fronteras y fusión con el universo (pero aún se conserva el sentido de identidad)” / Y quiero decirte lo que yo siento: siento una gran distancia entre la magnitud de lo que estás diciendo y la manera desapasionada en que lo dices / yo pienso como Schiller que, más o menos, dijo así: “alcanza con tener una sola vez una primavera sagrada para iluminar todos los días subsiguientes de tu vida” / y te confieso que cada mañana me levanto y parto en busca de mi primavera sagrada / y por eso me paralicé frente a tu comentario sobre el “yo trascendente” / Me hace muuucho bien escucharte Patricia / Gracias!

  6. Patricia · 07/06/2023 Responder

    Que bueno Mario. Me encanta como describe Schiler esa experiencia. Quizá mi manera desapasionada de describirla es porque si que quiero hacer hincapié es que es una experiencia humana accesible y posible, que no hay que ser un ser humano “extraordinario” o estar “iluminado” para poder vivir esa primavera sagrada lo cual no quita que esas experiencias cumbre sean maravillosas y que sean un regalo de la vida y que se vivan con una profunda sensación de asombro y gratitud. Pero desde mi manera de verlo son experiencias accesibles y humanas. Créeme que a mi me hace también mucho bien y me da mucho gusto conversar contigo
    🙂

    • Mario · 10/06/2023 Responder

      Freud habló de las “experiencias oceánicas” ¿estaría hablando de las mismas experiencias que hablamos nosotros?

      • Patricia · 11/06/2023 Responder

        Hola Mario. Si. Hablaba de lo mismo pero si te parece que yo, con mi manera de describir la experiencia le quito por así decir “relumbron” en el señor Freud directamente las experiencias oceanicas como el las llama las tira por tierra je je…
        El no niega la experiencia subjetiva (faltaría más). La experiencia subjetiva es una experiencia subjetiva por supuestisimo que puede experi.entarse y que es la que es (“sentirse”fundido con el mundo etc…) Es la explicación “trascendente” de la experiencia que se hace a posteriori , la explicación “espiritual” o “mistica” o “religiosa” o como lo que quieras llamar la que el señor Freud si no recuerdo mal tiraba por la tierra y desdeñaba diciendo que esa pretendida unión con “Dios” no era más que una fantasía y reminiscencia y anhelo “narcisista” de la étapa de bebés cuando “realmente” no había separación entre el bebé y la madre y estaban fusionados…
        Creo recordar que decía algo parecido….Pero no me hagas tampoco mucho caso que igual recuerdo mal…Un abrazo 🤗 🤗

        • Mario Balzarini · 13/06/2023 Responder

          Qué interesante es todo esto Patricia! Yo me voy a vivir a Palo Alto jaja! Mirá, acabo de escuchar en youtube una entrevista de la BBC a CARL JUNG y cuando el periodista le pregunta en un momento ¿usted cree en Dios? Jung le da su conocida respuesta: “yo no creo, yo se´” / Jung de joven fue ateo, como yo y como vos, pero sus investigaciones psico-antropológicas (espero que exista algo como eso ja!) lo fueron llevando a la certeza de Dios y a su célebre frase “yo no creo, yo sé / MASLOW, que estudió estadisticamente las experiencias “cumbre”, sostuvo que, aunque todas las personas pueden vivirlas (democratizando así la autorrealización), solo un 10% lo había logrado en su muestreo / eso sí, remarcó mucho (como lo hacés vos) que todas las personas podían alcanzar ese grado de desarrollo / JUNG, sin embargo, sostuvo en su libro “simbología del espíritu” (que estoy leyendo ahora mismo
          y que me partió la cabeza) que “la fe es un carisma que no se concede a todos” aunque dice que, en compensación, “el hombre tiene una razón que puede ocuparse de las cosas más elevadas” / ¿Dónde estaremos nosotros Patricia? / espero que por lo menos la razón nos dé para ocuparnos de las cosas más elevadas jaja!

          Abrazo!

          • Patricia · 14/06/2023

            Palo Alto! Un lugar mítico para las corrientes sistemicas de la psicoterapia…Espero que lo disfrutes 😉
            Me ha calado la frase de Jung, sobre que la fe es un carisma que se concede…Vete tú a saber, quizá sea así…Siempre me ha maravillado por ejemplo el tremendo salto de fe del gran Kierkegard, es purisimo y candoroso., tremends fuerza la de la fe de ese hombre..Yo no podría dar ese salto aunque quisiera. Por mucho que me esforzará jamás podría dar el salto al “yo no creo, yo sé” que implica la fe…Si viera un “milagro” con mis propios ojos seguiría pensando que que se yo, nuestro conocimiento es limitado y hay muchas cosas que no podemos explicar. Dios seguiría siendo una hipótesis muy improbable …
            Aunque si Jung tiene razón soy atea por la gracia de Dios ja ja ja…
            Menos mal que “en compensación” (suena a premio de consolación) Jung concede que nosotros los ateos aún podemos ocuparnos de “las cosas elevadas,” 🤣

          • Mario Balzarini · 14/06/2023

            Me encanta escucharte! ¿En qué lugar de la madre patria estás? ¿Son todos como vos por allá? Mira que soy capaz de subirme a una carabela y de volverme al puerto de palos jaja!!! Abrazo

  7. Mario · 08/06/2023 Responder

    Comparto con ustedes esta frase tomada de la autobiografía de RAINER MARÍA RILKE

    “Creedme que todo depende de esto: haber tenido, una vez en la vida, una primavera sagrada que colme el corazón de tanta luz que baste para transfigurar todos los días venideros”

    Abrazo!

  8. Alminar · 14/06/2023 Responder

    “In partibus infidelium” tiene una única acepción que es irónica tirando a peyorativa. Significa a titulo honorífico, como un funcionario sin funciones o ministro sin cartera, pero acentúa la condición de parasitismo social: designa a alguien que cobra y vive la vida sin dar palo al agua. Aplicado a las relaciones de pareja señala al florero, al que está en la pareja luciendo palmito, mientras la otra persona carga con todo. Los matemáticos lo expresan sutilmente: “ser un coma flotante” o “ser una mantisa”. Ortega se refiere a ser un diletante. El sentido es peyorativo, pues le es inherente el matiz del gorroneo.

  9. Alminar · 16/06/2023 Responder

    Tengo la impresión de que aquellos a los que nos atrae la filosofía (en particular la metafísica) somos otakus. Quizás no leamos manga, ni veamos anime, pero en el fondo nuestra afinidad se percibe como un rasgo de frikismo. No hay más que contemplar los pocos participantes que escribimos hoy en día en estas páginas. ¿En dónde están los cientos de estudiantes a los que Darin debió de dar clase? Por aquí no andan. Se dedican a otras cosas menos otaku.
    Quizás me equivoque, pero la filosofía es un rasgo de haber nacido para perder. Los estudiantes de matemáticas también están entre los que nacieron extraviados. A Grigori Perelmán, el matemático ruso genial, le otorgaron la medalla Fields (el Nobel de la especialidad) y le obsequiaron con un millón de dólares. Qué generosidad… ¿Cuántos millones le han dado a la última figura de la NBA? Seguro que algunos más por tirar pelotas a un aro.
    Ya sé que los matemáticos, aunque otakus, tienen pedigrí social, pero eso no significa que la sociedad se ocupe para nada de ellos. Recordemos el caso de Ramanujan. Sin embargo, los filósofos son percibidos como otakus al mismo nivel que los ávidos lectores de Naruto.
    A lo que voy: me he dado cuenta que el único personaje capaz de dar una patada en el estómago de la civilización es Karl Marx. Sigue generando reacciones viscerales entre mis conciudadanos. Cuando lo citas con reverencia en una conversación dejan de mirarte como a un otaku. Cambias de inmediato la percepción de tus interlocutores. He de reconocer que tu análisis del primer libro de “El Capital” lo he empleado como experimento sociológico para hacer cambiar el semblante a unos cuantos. Si hablas de Wittgenstein, de Kant o de Aristóteles eres un puto otaku. Esa es la percepción. Ahora, en cuanto hablas de Marx, eres marxista. La asociación libre se convierte de pronto en un reflejo condicionado.
    Comunicamos poco cuando hablamos de metafísica. Básicamente que somos unos otakus. Viene al caso la distinción wittgensteniana entre mostrar y demostrar, porque al hablar de filosofía, mientras tratas de demostrar algo, lo que muestras es que vives en territorio otaku. Ahora bien, en cuanto hablas de la ideología, de que la clase alta se ha apoderado de los medios de comunicación para intoxicar el pensamiento común y hacer que los ciudadanos voten olvidando sus intereses de clase, etc., las caras cambian, los semblantes se ensombrecen… Has dejado atrás el ámbito friki. Y comienzan a mirarte como si vinieras de Salem y te tratan como si se hubiera escondido en ti un segundo teniente de artillería corso.

    • Patricia · 18/06/2023 Responder

      Ja ja…Ay que bueno por favor…Somos Otakus friki, Nerds…
      Hace poco (estaba ociosa yo en mi sofá y se ve que no tenía en ese momento nada que hacer) pensaba en una idea de negocio: Hacer (y vender) camisetas con frases de filosofos: “De lo que no se puede hablar mejor es callar” L. Wittgenstein o “El hombre está condenado a ser libre” Sartre etc…(realmente hay muchas) Pensaba yo: es una idea original y seguro que es un buen negocio
      Y luego pensé: pero que dices Patri….¿camisetas? Pero eso implicaría que las frases de los filosifos son cool, son tren topic etc…y sinceramente. No me imagino ir a una fiesta y ponerme a hablar de yo que sé la teoría pictórica de lenguaje de Wittgenstein y parecer cool ja ja ja…Pronto me vería sola, en una esquina, agarrada a mi cóctel como tabla salvavidas ja ja ja
      Yo creo que si, que un poco friki y otakus si que somos

      • Alminar · 18/06/2023 Responder

        Las frases de una camiseta deben tener algo de mala leche. Por ejemplo:
        – La que va de rojo es tonta profunda.
        – La de cuadros es mala con sus padres.
        – El pelirrojo se ducha alguna vez los martes.
        – El de los pantalones ajustados va a estar soltero de por vida y algo más allá.
        – La gótica es maja, pero tiene un hermano que si yo te contara…
        – No es por esa calle.
        – Ojo con el bordillo.
        – Deja de mirarla.
        Como salgas con Protágoras o Russell o pienses en un mensaje lógico no vas a vender un camiseta salvo que des con una convención de testigos de Jehová (y probablemente tampoco te las compren: las querrán cambiar por biblias).

  10. Mario Balzarini · 17/06/2023 Responder

    Creo que éste es uno de tus grandes videos Darin. La calidad del contenido que atrapas cada vez que lanzas tus redes (en este caso al mundo de Beckett) y los recursos expresivos con que lo comunicas, te convierten en una persona fascinante. Entiendo lo que Beckett debió haber sentido frente a la inmensidad inalcanzable de Joyce. Te admiramos y te queremos mucho Darin. Abrazo!

  11. Alminar · 19/06/2023 Responder

    El tema de Aristófanes y Sócrates quizás sea un pelo más complejo.
    Aristófanes y Sócrates estuvieron en el mismo bando político. Fueron un par de reaccionarios de cuidado, pero ha que suponer que Aristófanes era demasiado listo para perjudicar sus propios intereses político.
    Además Platón lo trata muy bien:
    – Aristófanes aparece como personaje en “El Banquete” y que se muestra conforme con una de las tesis de Sócrates.
    – En el “Filebo” (48a08-50a10) Platón caracteriza al efecto psicológico de la comedia como una mezcla de placer derivado de varias causas entre las que se encuentra la sobreestimación que los propios amigos hacen de su sabiduría, lo cual encaja con el análisis de Aristófanes.

    Aristófanes sabía que su público estaba constituido por la población rural y se muestra muy socarrón (iba a decir so cabrón, pero me he contenido a tiempo) e incluye chismorreos, obscenidades, escatología y blasfemias… pero perjudicar su bando político no estaba en el menú.
    Todo apunta a que en “Las Nubes” presenta lo que era un secreto a voces a propósito de Sócrates. Además, si bien en la “Apología” Sócrates alega que él no es responsable de las cosas que se le atribuyen, da la impresión de que lo que le irrita es que le consideren como otro sofista o un filósofo natural más.
    El caso es que en “El Sofista” Platón se harta de Sócrates para siempre y cae en la cuenta que su proceder fue el de un sofista. Sócrates deja de llevar la voz cantante y la batuta la recoge un “extranjero”.

    A propósito: mi vecino tiene un gato que ama con locura que se llama Platón. Al tal Platón le importa muy poco dicho vecino, porque la mayor parte del tiempo se lo pasa en mi casa y me trae toda clase de trofeos. Roba de todo. Está a la expectativa de a ver cuando abro una puerta o una ventana y ¡zas! se cuela de rondón en casa. Siempre viene con algo nuevo. Ha tomado posesión de una vieja caja de zapatos. De madrugada oigo al vecino llamarlo con desesperación, “¡Platón! ¡Platón!”, mientras el felino duerme plácidamente en su caja de cartón dentro de mi casa. Estoy por llamar al vecino al móvil un día, fingir que le he secuestrado el gato y pedirle unos cuantos euros. A fin de cuentas me debe el alquiler de la caja de cartón del gato. Había pensado en comprar unas latas de atún al gato como su parte del botín, pero lo que devora con apetito es el arroz con leche. Debe ser un gato chino.
    En fin, se dice que los amores más reñidos son los más queridos. A mí me parecen de lo más jodidos. Pero esto son otras historias, aunque probablemente se acerquen bastante a la compleja relación entre Sócrates y Platón.

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