El Tractatus de Wittgenstein, pt. 7/9

Hoy vamos a ver las proposiciones de las 5, en las que se trata la forma general de la proposición y el grado de verdad que encierra el solipsismo.

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Vamos a pasar un momento a la última y muy famosa proposición del Tractatus, la 7. Dice: “De lo que no se puede hablar hay que callar”. Para saber cuando hay que callarse la boca, hay que saber qué es lo que se puede decir, hay que saber donde están los límites de lo decible. Cuando decimos algo estamos enunciando una proposición, y es ese tema, la proposición, que ocupa la mayor parte del análisis del Tractatus. De hecho, originalmente, Wittgenstein pensaba llamar su obra simplemente “Der Satz” – “La proposición”. Cualquiera que trata de entender la naturaleza de un fenómeno, sean los perros, los cometas, o la electricidad, no se contenta con describir este perro o aquel cometa, sino los perros o cometas en general. Wittgenstein hace lo mismo con la proposición. La vez pasada terminamos con la proposición 4.5, la cual dice: “Ahora parece posible dar la forma más general de la proposición: es decir, dar una descripción de las proposiciones de cualquier lenguaje sígnico . . . La forma general de la proposición es: las cosas se comportan de tal y tal modo”. En las proposiciones de las 5, Wittgenstein explica con más detalle lo que quiere decir con esa afirmación. Pero antes de empezar la lectura, quisiera preguntar por qué Wittgenstein considera necesario que las proposiciones, toda proposición que puede haber, deba tener una forma general.
Por un lado, ya lo comentamos – eso es lo que hacen los teóricos. Tratan de entender la naturaleza o esencia de un fenómeno. Pero hay una respuesta más concreta que Wittgenstein señala en la misma 4.5. Dice: “Que haya una forma general de la proposición es cosa que viene probada por el hecho de que no puede haber proposición alguna cuya forma no hubiera podido ser prevista”. Ahora, cuando habla de la forma de la proposición, esa forma es lógica, a diferencia de la forma que nos permite saber que cierto animal que vemos en la calle es un perro. La forma que tiene un perro es espacial o geométrica; la de la proposición es lógica. Conocemos la forma del perro porque tenemos mucha experiencia empírica con esos animales. ¿Pero qué pasaría si encontráramos un perro que no tuviera esa forma? Eso pasó con los cisnes. Durante mucho tiempo, parte de la forma de los cisnes era que eran blancos. Luego se encontró uno que era negro. Para Wittgenstein, es precisamente eso lo que no puede pasar con la forma de la proposición. Dice que no puede haber proposición alguna cuya forma no hubiera podido ser prevista. Si fuera así, entonces la lógica sería un asunto empírico y a posteriori; estaría sujeta a sorpresas. Sin embargo, la lógica, la forma lógica que comparte en común el mundo de los hechos y las proposiciones que las modelan, tiene que darse de forma a priori, de antemano.
Curiosamente, este espacio lógico comparte algo en común con el espacio físico o geométrico. Como dice Kant en la primera crítica: “No se puede representar más que un único espacio, y cuando se habla de muchos espacios, se entiende por esto sólo una parte del mismo espacio único. Estas partes no pueden tampoco preceder al espacio único, que lo comprende todo, como si fueran, por decirlo, así, sus componentes. Por el contrario sólo en él pueden ser pensadas. Él es esencialmente uno” (A25/B39). Los espacios delimitados pueden darse sólo dentro de un solo espacio abarcador. De la misma manera, las proposiciones, cualquiera que sea posible, puede darse únicamente en el espacio lógico general.
Así volvemos a la noción de la forma general de la proposición que es el tema de la quinta sección del libro. Wittgenstein habla con mucho detalle técnico sobre diferentes aspectos de esta forma, temas como la identidad, la probabilidad, la inferencia, etc. No vamos a revisar aquí esos detalles. Lo que me interesa es dar una idea general sobre cómo entiende la forma general de la proposición.
Empecemos con la proposición 5. Dice: “La proposición es una función veritativa de las proposiciones elementales”. ¿Qué significa eso? Recordemos la postura atomista del Tractatus que tratamos hace tiempo. El mundo, como sabemos, es la totalidad de los hechos, y esos hechos son lo que las proposiciones modelan. Acabo de meterme en la página de un noticiero y encontré esta proposición: “El gobernador de Puebla, Sergio Salomón, afirmó que se ha cubierto alrededor del 75% del crédito pendiente del exmandatario”. Esta proposición refleja o corresponde a un hecho en el mundo. Tanto la proposición como el hecho son complejos, son compuestos de unidades más simples, de la misma manera que moléculas son compuestas de entes más simples – lo que llamamos átomos. Por el lado del mundo, los hechos más básicos con los que se componen los hechos complejos se llaman precisamente hechos atómicos, o lo que también se ha llamado estados de cosas. Por el lado del lenguaje, lo que modelan esos hechos atómicos son proposiciones elementales.
Para Wittgenstein, las proposiciones ordinarias que enunciamos diariamente pueden analizarse o reducirse a sus componentes básicos de la misma manera que un laboratorio analiza los componentes de una sustancia. El punto es que si una proposición puede analizarse de lo complejo a lo simple, la operación inversa puede hacerse. Para Wittgenstein, toda proposición es el resultado de operaciones llevadas a cabo sobre proposiciones elementales. Tomemos como ejemplo “Juan es soltero”. Aunque no parezca, ésa es una proposición compleja porque puede analizarse en dos proposiciones más básicas, a saber, “Juan es un hombre” y “Juan no es casado”. Así se analiza, pero ¿cómo se sintetiza? Muy fácil – con el conectivo “y” – “Juan es un hombre y no es casado”, lo cual equivale a decir que “Juan es soltero”. Lo que sucede aquí es exactamente lo que sucede en las matemáticas. Tomas un par de números, como 7 y 5, les haces una operación matemática, como la de sumarse, y produces un nuevo número – 12. Sólo que en nuestro caso no son números sino proposiciones.
Entonces, toda proposición es una función de proposiciones elementales. Pero no sólo eso, sino, como vimos en la cita anterior, una función veritativa. Eso simplemente quiere decir que la verdad o falsedad de una proposición va en función de la verdad o falsedad de las proposiciones elementales de las que se compone, relación que se hace explícita en las tablas de verdad como vimos en el vídeo anterior.
La proposición 5.2 dice: “Las estructuras de las proposiciones están en relaciones internas entre sí”. Acabamos de ver que dos proposiciones pueden producir una nueva. La relación que se da entre las primeras dos y la nueva Wittgenstein caracteriza como interna. ¿Qué es una relación interna? Fíjate en la proposición “Kant y Hegel son alemanes”. Kant es alemán y también lo es Hegel. Aquí hay una relación de identidad entre los dos, pero es una relación externa. ¿Por qué? Pues, si Kant jamás hubiera nacido o si hubiera nacido en Francia, esto no cambiará el estatus de Hegel. Es decir, si eliminamos a Kant de la proposición, Hegel seguiría siendo alemán. En otras palabras, la nacionalidad de Hegel no depende de la de Kant. En este sentido, una relación externa es una relación contingente. Ahora, cambiemos el ejemplo y consideremos la proposición “Caín mató a Abel”. Aquí, la relación no es de identidad sino de causa y efecto – Caín es el asesino de Abel. Pero si eliminamos uno de los dos, Abel por ejemplo, eso sí cambia el estatus de Caín. Caín no puede ser asesino sin Abel. Ésta entonces es una relación interna, que se caracteriza por la dependencia necesaria de sus partes entre sí.
Ahora podemos entender la afirmación de Wittgenstein de que las estructuras de las proposiciones están en relación internas entre sí. Decir que la proposición “Juan es soltero” se relaciona de forma interna con “Juan es un hombre” y “Juan no es casado” significa que la primera, para ser lo que es, depende de las últimas dos. Bueno, siendo el mundo del Tractatus compuesto por hechos y no por cosas, el ser de las proposiciones que figuran los hechos no es un ser físico sino epistémico, o como dice Wittgenstein, veritativo. Y recordemos que es precisamente eso, los polos de verdad y falsedad, lo que constituye el sentido de una proposición. No es necesario saber si Juan en efecto es soltero para que la proposición “Juan es soltero” tenga sentido. Como habíamos visto, el sentido de una proposición consiste en la condición necesaria para que sea verdadera. ¿Qué esa condición? Simple y sencillamente la verdad o falsedad de las proposiciones elementales de las que se derivan. Esta relación interna se extiende a partir de esa base de proposiciones elementales hasta las proposiciones más complejas, describiendo así la totalidad del espacio lógico en la que toda proposición está inserta.
En el último vídeo, dijimos que proposiciones que no son susceptibles de ser verdaderas o falsas no tienen sentido, por lo que se encontrarían más allá del límite de ese espacio lógico. También comentamos que hay curiosas proposiciones que se encuentran justo en el límite – las contradicciones y las tautologías. Su sentido es un sentido vacuo, digamos, porque la condición de que una tautología sea verdadera es una condición que siempre se da, las tautologías son siempre verdaderas, y las contradicciones nunca son verdaderas.
En fin, lo que quiero resaltar es que el sentido de toda proposición guarda una relación interna y necesaria con el sentido de todas las demás. Como había comentado, al final del último vídeo vimos la proposición 4.5: “La forma general de la proposición es: las cosas se comportan de tal y tal modo”. Lo que la inmensa variedad de proposiciones dicen, el contenido particular de cada una, es multitudinaria. Pero la forma en que lo dicen es única. Todas dicen: “las cosas se comportan de tal y tal modo”, todas dicen “así están las cosas”. ¿Qué es lo que permiten que lo digan? Las operaciones lógicas que comentamos antes, como el conectivo “y”. Wittgenstein menciona algunas en la 5.2341. Dice: “Negación, suma lógica, producto lógico, etcétera, son operaciones. (La negación invierte el sentido de la proposición.)”
Esta última, la operación de negación, es muy interesante porque, al invertir el sentido de una proposición, al pasarla de verdadera a falsa, por ejemplo, hace explicitas sus condiciones veritativas. Si toda proposición puede construirse a partir de esas condiciones dadas en proposiciones más simples, llegando al final a las proposiciones elementales, entonces resulta que la operación de la negación es lo que toda proposición tiene en común – es la forma general de la proposición. En 6.001 dice “toda proposición es un resultado de la aplicación sucesiva de la operación N’(ξ) a las proposiciones elementales”. En términos concretos, se trata de empezar con la clase de proposiciones elementales, luego de aplicar la negación a un subconjunto de esas proposiciones para generar una nueva proposición. Con esto se tiene un nuevo conjunto de proposiciones que consisten de las proposiciones elementales mas la nueva que se creó. A algún subconjunto de este conjunto hay que aplicar la negación para crear nuevamente una nueva proposición y así sucesivamente.
Es muy engorrosa y técnica la descripción de esto en el texto pero a grandes rasgos ésta es la conclusión que llega en la sección 5. En su esencia, una proposición es, como vimos en la 4.5, aquello que dice que “las cosas se comportan de tal y tal modo”. Lo que permite que lo diga son las condiciones veritativas de todas las demás proposiciones las cuales el operador de la negación posibilita y hace explícitas.
Bueno, con esto y su discusión de las tautologías y las contradicciones Wittgenstein ha logrado lo que planteó en la introducción, a saber, trazar un límite a la expresión de los pensamientos, o sea, trazar un límite a las proposiciones o a lo que puede decirse. Si lo que hemos discutido sobre la función veritativa, la negación y la forma general de la proposición no te ha quedado del todo claro, hay una serie de proposiciones hacia el final de la sección 5 que trata el mismo tema pero desde otra perspectiva por completo, una perspectiva más comprensible creo.
La proposición 5.6 dice: “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. Lo interesante aquí es el pronombre – mi. Si te fijas, la primera cosa que el texto nos dice es que el mundo es todo lo que es el caso, la totalidad de los hechos, no de las cosas, y luego que las proposiciones que figuran esos hechos son también hechos. Si hay gente de carne y hueso que enuncia las proposiciones, al parecer no son importantes. Y de repente habla de mi mundo. ¿Será que haya aparecido aquí un sujeto? Es notable que no dice tu mundo, o el mundo de uno sino mi mundo, el mundo del propio Wittgenstein. Pareciera que lo dijera un solipsista. De hecho, Wittgenstein dice que la naturaleza del lenguaje, el mundo y sus respectivos límites abogan a favor de cierta verdad en el solipsismo. Dice en 5.62: “En rigor, lo que el solipsismo entiende es plenamente correcto, sólo que eso no se puede decir, sino que se muestra”. Wittgenstein trata el tema del solipsismo en pocas proposiciones, las últimas diez proposiciones de la sección cinco.
Bueno, antes de empezar, veamos el origen de este término. Solipsismo viene del latín: ‘solus’ – ‘solo’, e ‘ipse’ – ‘yo’. El yo solo, o solo el yo. En términos generales, el solipsismo es la idea de que el yo es la única realidad existente y que toda otra realidad, incluyendo el mundo externo y otras personas, no son más que representaciones de ese yo, representaciones sin existencia independiente. En este sentido, el solipsismo es un caso extremo de idealismo, la idea de que todo es una función de la subjetividad y su mentalidad. Lo curioso es que Wittgenstein termina su discusión diciendo que el solipsismo, llevado a sus últimas consecuencias, coincide plenamente con el realismo. Ésta es una conclusión bastante extraña, sin embargo, si tomamos en cuenta cómo entiende el yo, veremos que tiene mucho sentido.
Podemos entender la naturaleza de este yo al contrastarlo con la concepción que Bertrand Russell sostenía en su intento de refutar el solipsismo. Russell desarrolla un argumento para convencer al solipsista que hay un mundo de objetos más allá de los límites de su mundo privado. Entonces, a la base de su argumento hay una relación entre un sujeto y el objeto o dato sensorial que conoce. La relación tiene dos características importantes. Primero, es una relación externa, es decir, fáctica y contingente. No es necesario que el sujeto conozca ningún objeto en particular. Y dos, Russell sostiene que el yo conoce no sólo el objeto sino también a sí mismo, como si fuera un objeto más en el mundo. Entonces, el sujeto guarda relaciones de conocimiento con diversos objetos; en su conjunto esos objetos constituyen un límite que define el mundo privado de ese sujeto. El argumento de Russell continúa pero los detalles no importan ya que el problema que tiene Wittgenstein no es tanto con el argumento como con la suposición sobre la relación sujeto-objeto a su base.
La proposición 5.631 dice: “El sujeto pensante, representante no existe. Si yo escribiera un libro «El mundo tal como lo encontré», debería informar en él sobre mi cuerpo y decir qué miembros obedecen a mi voluntad y cuáles no, etc.; ciertamente esto es un método para aislar el sujeto o, más bien, para mostrar que en un sentido relevante no hay sujeto: de él solo, en efecto, no cabría tratar en este libro”. El cuerpo se encuentra en el mundo, y también lo que podemos llamar el ego, es decir, estados psicológicos como creer, experimentar dolor, dudar, afirmar, etc. Los estados corporales y psicológicos son tan fácticos como cualquier otro hecho en el mundo ya que proposiciones pueden enunciarse para modelarlos. Lo que NO se encuentra en el mundo es un sujeto filosófico o metafísico que haga la representación. En la 5.542 Wittgenstein dice: “Pero está claro que «A cree que p», «A piensa p», «A dice p» son de la forma «“p” dice p»: y aquí no se trata de una coordinación de un hecho y un objeto, sino de la coordinación de hechos mediante la coordinación de sus objetos”. ‘A’ aquí no es un sujeto que vincule una proposición con un objeto, sino que es simplemente un hecho más modelando otro hecho. El problema con el argumento de Russell es que su sujeto ocupa el mismo mundo de los hechos u objetos que conoce. En la 5.6331 Wittgenstein ilustra el error de Russell al comparar el límite que circunscribe ese mundo con el campo visual. Dice: “El campo visual no tiene, en efecto, y por así decirlo, una forma como ésta”. Esta ilustración del campo visual es errónea porque en la experiencia nunca se percibe semejante borde más allá del cual no podemos ver, sino que el campo visual es continuo. Además, el ojo nunca se percibe como un objeto en el campo visual. Como final, en la 5.634 dice que “ninguna parte de nuestra experiencia es tampoco a priori. Todo lo que vemos podría ser también de otra manera. En general, todo lo que podemos describir podría ser también de otra manera. No hay orden alguno a priori de las cosas”. Entonces, el campo visual es continuo, no se percibe el ojo que ve ese campo, y todo lo que se ve es contingente; pudo haberse dado de otra forma. Sin embargo, como nos dice en la 5.1362, “La conexión entre saber y sabido es la de la necesidad lógica”. Las proposiciones verdaderas guardan una relación necesaria con los hechos que modelan, una relación interna como vimos hace rato. Si el mundo de los hechos no es necesario, entonces ¿de dónde viene esa necesidad?
Lo que está claro es que no puede provenir de algún sujeto sustancial en el mundo, como supone Russell, ni tampoco de un sujeto metafísico fuera del mundo, como un dios, sino más bien de un sujeto que podría llamarse trascendental. Dice en la 5.64 que “El yo del solipsismo se contrae hasta convertirse en un punto inextenso y queda la realidad con él coordinada”. Esto es muy parecido a la “unidad trascendental de apercepción” de Kant. Kant había refutado el res cogitans de Descartes, o sea, el yo concebido como una cosa, una sustancia, y lo había reemplazado con el “yo pienso”, es decir, esa unidad trascendental que no es más que un elemento formal de los juicios. Este es el sujeto que Wittgenstein plantea, un yo filosófico por así decirlo que, como dice, no pertenece al mundo sino que más bien es el límite del mundo. La relación entre este sujeto y el mundo no es externa y empírica que se da en el mundo sino interna y lógica, dándose en el límite del mundo. Si el sujeto se encontrara en el mundo, sería un hecho más y los hechos, como vimos, siempre pueden ser otro de lo que son. No es necesario que esté lloviendo, por lo que tampoco es necesario la proposición que lo figura. Lo que sí es necesario, como vimos en la primera parte del vídeo, es la forma general de la proposición, la estructura de negación que vincula todas las proposiciones entre sí.
Volvamos a la cuestión del solipsismo. Cuando el solipsista dice: “El mundo soy yo” está hablando, está usando el lenguaje, enunciando proposiciones para figurar o modelar estados de cosas en el mundo. El problema es que no hay ningún estado de casos en el mundo que corresponde a esa proposición, ningún hecho susceptible de ser verdadero o falso. Eso lo vemos en la 5.62 donde Wittgenstein dice: “lo que el solipsismo entiende es plenamente correcto, sólo que eso no se puede decir, sino que se muestra”. OK, el solipsista no puede decir lo que dice, no tiene sentido, sin embargo lo que entiende sí es correcto. ¿Cómo, en qué sentido? En la última parte de 5.62 Wittgenstein dice: “Que el mundo es mi mundo se muestra en que los límites del lenguaje (del lenguaje que sólo yo entiendo) significan los límites de mi mundo”. El mundo es mi mundo en la medida en que represento ese mundo a mí mismo con las proposiciones del lenguaje. El punto es que ese lenguaje no es alguna proposición en particular, ni tampoco es el inglés o el español. Si así fuera, no sería más que un hecho más en el mundo, pero lo que hemos estado tratando en todo el libro hasta ahora es aquella forma o esencia del lenguaje que permite que los hechos se modelen. Esa cosa no es ningún hecho en el mundo sino la forma lógica del mundo y por tanto del lenguaje. El mundo, mi mundo, no es más que lo que se describe en las proposiciones verdaderas de mi lenguaje – sin embargo, todo lenguaje capaz de modelar hechos tiene una y la misma forma lógica, la cual se expresa simplemente al representar el mundo con proposiciones, proposiciones que cualquiera puede entender. Mi habla con el que expreso mi mundo manifiesta o muestra esa abarcadora lógica del mundo.
Esto, para Wittgenstein, es lo que en sentido estricto el solipsismo entiende. Al entender bien la naturaleza de la relación entre el sujeto y el mundo, el antiguo problema del solipsismo, que Russell intentó de resolver de forma equivocada, simplemente desvanece.
Como final, pasamos a la 5.64. Dice: “Se ve aquí cómo, llevado a sus últimas consecuencias, el solipsismo coincide con el puro realismo”. Empezamos esta discusión del solipsismo viéndolo como una posición radicalmente idealista (o sea, todo el mundo es una función de mi subjetividad). Y aquí Wittgenstein termina diciendo que coincide con el puro realismo, ¡su contrario completo! Pues esto no ha de extrañar ya que como continua diciendo y como ya citamos: “El yo del solipsismo se contrae hasta convertirse en un punto inextenso y queda la realidad con él coordinada”. Al eliminar el sujeto del mundo de los hechos, lo que queda es simplemente la realidad.
Esta discusión del solipsismo no es el único lugar en el Tractatus donde Wittgenstein habla del yo. Aquí se ha tratado de un yo lógico, un sujeto metafísico como Wittgenstein lo llama, un yo que tiene que ver con cuestiones epistémicas sobre la representación del mundo. Como hemos visto, este yo trasciende al mundo. En la sexta sección del libro Wittgenstein hablará de otro tipo de yo, un yo volitivo que, como veremos, trasciende también al mundo, pero por razones distintas. En la sexta sección del libro Wittgenstein sigue detallando la forma general de la proposición, pero no vamos a ocuparnos de eso sino de la últimas cuatro páginas del libro donde habla de las implicaciones de su visión lógica para temas más tradicionalmente filosóficos como Dios, la ética, la muerte, la voluntad y su concepto de lo místico.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

18 Comments

  1. Patricia · 15/05/2023 Responder

    Bufff Darin. Que sección más abstrusa y oscura. Es muy difícil de entender. Me quedo con muchas muchas dudas sobre el concepto de solipsismo en Wittgenstein, bastante extraño e idiosincrasico y sobre su noción de sujeto.
    Cuando equipara solipsismo/ realismo como dos aspectos que confluyen es algo así como la analogía del ojo y del campo visual? Quiero decir: el campo visual presupone un ojo pero obviamente el ojo no se ve a si mismo…De igual manera el mundo (lo representado los “hechos”, los objetos, los estados de cosas) presuponen un “representador” un por así decir “sujeto” o “yo” , solo que este “representador” no puede representarse pues se convertiría en representación…Es decir no se puede “hablar” de un sujeto sin convertirlo en un objeto por eso lo que el solipsismo “entiende” no se puede decir…
    Pero es necesario una especie de “yo” por así decir que haga de límite o frontera del mundo para que este pueda ser representado, algo así como el ojo es límite o frontera del campo visual (y no se ve ni se puede ver)
    Por otra parte…¿qué narices es ese “yo”? No es sustancial, de acuerdo. No hay ningún hombrecillo/mujercita en la cabeza…Vale pero ¿que es? Una especie de función lógica preexistente que organiza la percepción del mundo como “estados de cosas”? Dices en algún punto que se parece a la unidad de apercepcion kantiana ¿en que se parece?
    Por dios que abstruso es todo esto. Ni siquiera se si se me entiende minimamente.
    Es desesperante, frustrante y a la vez estimulante ja ja…

    • Mario Balzarini · 16/05/2023 Responder

      Hola Patricia, qué gusto escucharte. Me has hecho reír mucho porque me recordaste aquella película de Pedro Almodóvar “mujeres al borde de un ataque de nervios” / En efecto, Wittgenstein es desesperante / Y al borde yo también de un ataque de nervios, me acordé de aquella frase tan irónica de Oscar Wilde:

      “La Medicina ha avanzado tanto, pero tanto, que ya es casi imposible encontrar una persona sana”

      ¿No es genial? / Porque si Wilde nos decía que el problema no son las Enfermedades sino los Médicos, nosotros podríamos parafrasearlo diciendo que el problema no es la Filosofía sino los Filósofos jaja! (hablando de Witt y no de Darin que es nuestro maestro y amigo, claro)

      Te mando un abrazo

    • Darin · 17/05/2023 Responder

      Hola Patricia Qué chistoso porque yo pensaba que la discusión sobre el solipsismo era más comprensible que lo que dice sobre la forma general de la proposición. Mira, no niega el yo psicológico, el ego que ves en el espejo. Pero el Tractatus no trata del mundo donde se encuentra ese yo sino el mundo de los hechos. Cuando el solipsista dice que todo lo demás (el mundo y las otras personas) es una representación suya, dice Wittgenstein que lo que entiende, lo que quiere decir, es correcto, sólo que lo es no en términos de un yo como una cosa en el mundo sino en el “yo metafísico” que constituye los límites del mundo. Ese yo es la estructura del lenguaje, de todas las posibles proposiciones, una estrctura que se ve reflejada lógicamente en la estructura de la realidad, que es recordemos el conjunto de lo que se da (lo que es el caso) y también lo que no se da. Es precisamente eso lo que la operación lógica de la negación pone al descubierto en sus sucesivas aplicaciones. Esto se parece a la unidad trascendental de apercepción en Kant, sólo que en Kant esto está al nivel de la estructura cognitiva de un individuo, pero no del mundo mismo. Hegel amplia esto al mundo entero como de algua manera Wittgenstein también lo hace. Vaya, está claro que no hice bien mi trabajo en este vídeo. No sé cómo explicarlo mejor. Perdón!

      • Patricia · 18/05/2023 Responder

        No no…Te explicas bien. Creo que (aunque de forma muy abstracta) capto el matiz…
        La unidad trascendental de apercepcion se localiza (voy a utilizar una metáfora espacial) “dentro” de cada individuo y es una estructura cognitiva por usar tus palabras “a priori” (que viene de fabrica vaya). Aquí esta el” problema” del noumeno: hay cosas en sí pero vete a saber que son o como son…nosotros no podemos conocer la cosa en si sino solo su representación tal y como es para nosotros “el fenómeno”
        Y el amigo Witt viene a decir algo similar pero diferente. No coloca esa estructura cognitiva, ese “sujeto trascendental” “dentro” en el individuo, ni fuera “en el mundo”, bi tampoco postula esa estructura “a priori” (casi que sería al revés, más bien a posteriori). Lo que el viene a decir es que la estructura lógica del mundo, de la realidad, aquello que posibilita que podamos conocerlo, coincide con la estructura logica del individuo, ambas se coordinan, confluyen como si fueran dos caras de una sola y única moneda (lo dice muy abtrusamente en aquella frase oscura del punto inextenso que aparece en tu video).
        En fin. Tampoco yo sé como explicarme mejor y la verdad es que me explico muy regular…Tampoco Wittgenstein se explicaba nada bien así que debemos de estar topandon9s con los límites del lenguaje, ja ja…

        • Darin · 20/05/2023 Responder

          Me da gusto verte poner en tus propias palabras este tema difícil. Por ahí va el asunto, sólo que ese sujeto metafísico no es noúmeno en sentido kantiano. Eso será el yo volitivo que veremos en el próximo y, espero, último vídeo de la serie. Ahí veremos la profunda influencia de Schopenhauer (donde en éste se trató de Kant).

          • Patricia · 20/05/2023

            El yo volitivo…..ya decía yo que no podía pasarlo por alto….Hubiera sido una omisión gravisima. Porque esta muy bien lo del yo metafísico, pero a quien le importa en el fondo (o sea estoy exagerando a mi me importa intelectualmente) pero el yo volitivo es el relevante para la vida, el deseo, las elecciones, la determinación, la intentencion…eso sí que constituye más que nada nuestro sentimiento quizá inefable pero totalmente sentido como real de “yo soy”….pues nada veremos que tiene que decir Witt acerca de la voluntad y veremos también la influencia de Schopenhauer…Se me abre el apetito je je

  2. Patricia · 16/05/2023 Responder

    Ja ja ja….que bueno Mario me he reído con ganas!

    • Patricia · 20/05/2023 Responder

      El yo volitivo…..ya decía yo que no podía pasarlo por alto….Hubiera sido una omisión gravisima. Porque esta muy bien lo del yo metafísico, pero a quien le importa en el fondo (o sea estoy exagerando a mi me importa intelectualmente) pero el yo volitivo es el relevante para la vida: el deseo, las elecciones, la determinación, la intencion…eso sí que constituye más que nada nuestro sentimiento quizá inefable pero totalmente sentido como real de “yo soy”….pues nada veremos que tiene que decir Witt acerca de la voluntad y veremos también la influencia de Schopenhauer…Se me abre el apetito je je

  3. Mario Balzarini · 21/05/2023 Responder

    Darin los números dicen que tu video solo ha tenido 7000 visualizaciones y 500 comentarios después de una semana de publicado. Son números muy bajos. Entiendo que tú eres el dueño de la Fonda y que tú eres el creador de esta magnífica experiencia que siempre te rodea. Pero quiero decirte lo que veo: lo que tratas de explicar ahora es muy complejo en sí-mismo y para muchos de nosotros, tus seguidores, esa complejidad hace que gran parte de tu discurso se vaya desdibujando y perdiendo su sentido en lo que puede terminar siendo percibido como un mero (y frío) ejercicio intelectual

    Ojalá te sirva mi comentario
    Te mando un abrazo

    • Alminar · 23/05/2023 Responder

      Una coneja puede parir hasta 14 crías en el plazo de un mes. Un elefante pare una única cría tras una gestación de dos años. Una sola cría, sí, pero de elefante.
      Si te parece que algo es “bueno” en función del número de visualizaciones o seguidores quizás deberías seguir xvideos o ver vídeos de gatos.
      Yo espero que este blog siga en su línea. Permanezco a expectativa a propósito de la segunda parte de “Platón y el simulacro”, pero un buen vino necesita tiempo de reposo. Y aunque tenga mis preferencias y deseos acerca de qué sobre que autores me gustaría leer aquí, el mayor aliciente de esta página es dejar que me sorprenda.
      Me acerco a la fonda por sus menús. Si quisiera ver gente, pasaría por un McDonalds.

      • Mario · 27/05/2023 Responder

        Estimado Alminar: Darin se financia con los aportes voluntarios de sus seguidores. La disminución de seguidores puede afectarlo económicamente y afectar el funcionamiento de la Fonda en sí-misma. Nada más que eso

        • Alminar · 28/05/2023 Responder

          Si se financia con youtube, entiendo tu intervención, espero no haberte acojonado y me disculpo ante ti.
          Yo jamás utilizo los vídeos. Soy de hombre de letras, no de televisión. Siempre me ha resultado llamativo que emplee el video. Alguna vez he estado tentado a comentar que use podcasts, para los que no quieran o no tengan gafas, pero como no es un tema que me competa, he cerrado mi bocaza.
          Lamento este mundo en el que dependemos tanto de la tercera y carta casta descritas por Carlo Cipolla.

  4. Alminar · 29/05/2023 Responder

    Mario: no me deja responderte en el hilo. Allá va por fuera aparte.
    Acojonar en España es una expresión coloquial. Ser un acojonado es lo que en México se conoce como ser un agachón. Originalmente significaba vivir temiendo que te peguen una patada en los cataplines, vivir con los mismísimos encogidos, etc. Era una expresión malsonante que con el paso de los años ha perdido la fuerza expresiva que una vez tuvo. Hoy en día tiene un valor puntual (“me acojoné en ese instante” ) o en un intervalo indefinido (“qué acojonado estuve entonces”) o muy dilatado (“he vivido acojonado durante toda mi existencia”).
    Viene al caso acerca del tema tratado aquí. El solipsismo es una manera ingeniosa de resolver el problema de que las expresiones de la lengua posean un valor temporal y que aun compartiendo la misma lengua nos comprendamos a medias debido a los diferentes usos que los distintos hablantes hacemos. Basta una localización diferente para que las valencias de la lengua sean otras. No sólo me refiero a modismos, sino a la estructura de las proposiciones, los campos semánticos (Bajtín sabía de esto un rato) y las posibilidades (o los composibles que diría Leibniz) de los que es potencialmente capaz un momento de la lengua.
    El problema de LW quizás que, al igual que Russell, creen en el lenguaje, que es una mera abstracción intelectual. El la realidad no hay lenguaje, sino sólo lenguas. A mi entender su teoría de la proposición cae por bajo de los planteamientos del citado Leibniz (o de Saussure, dicho sea de paso).

  5. Patricia · 29/05/2023 Responder

    Ja ja…Alminar ¡que bien has explicado la expresión “acojonado”!…Y de paso me has motivado la curiosidad sobre Batjin a quien solo conozco como crítico literario (soy muy muy devota de Dostoiesvski y de la literatura rusa del XIX en general)
    Si tienes paciencia y ganas (sin compromiso) me gustaría mucho entender que quieres decir cuando afirmas que la teoría de la proposición cae por bajo los planteamientos de Leibniz
    Un saludo

  6. Alminar · 29/05/2023 Responder

    Cualquiera que lea “Calvin & Hobbes” verá que hay un tigre. ¿Existe “realmente” Hobbes? Depende de lo que entiendas por “real”. En un nivel del discurso, Hobbes es sólo un peluche que cobra una vida alternativa en la imaginación de Calvin. Esta sería la interpretación standard. Ahora bien, también es posible entender que Hobbes se transforma en un tigre de peluche ante la presencia de los adultos. Su vida secreta sólo se desvela ante Calvin. Pero, por otro lado, es claro que Calvin y Hobbes sólo son personajes que poseen sentido gracias a la imaginación de Bill Watterson. Ambos son para Watterson y nosotros lo que Hobbes para Calvin, lo que añade un nivel más de discurso. Sin embargo, no te harían gracia sus tramas si no participaras además de un contexto previo en el que Calvin tiene sentido… La cosa se complica. El significado no sólo de un término, sino de la proposición radica en nuestra apropiación de los sentidos conferidos por otros a esos significantes moldeándolos según nuestra propia intención. Ésta es la noción de heteroglosia de Bachtin que Leibniz expresa de modo aún más amplio mediante la composicionalidad. Para comprender bien a Leibniz te dejo deberes, Patricia: lee “La Mazmorra” de Lewis Trondheim y Joann Sfar. Después hablamos.

  7. Patricia · 29/05/2023 Responder

    Wow. Gracias Alminar. Me ha crujido la cabeza con la explicación de la heteroglosia(concepto que desconocia) mediante el ejemplo de Calvin y Hobbes. Fabuloso. He leído algunas tiras de CyH, pero no me había puesto a plantearme lo que comentas. Me ha volado la cabeza porque realmente por mucho pacto ficcional que haya al leer una obra de ficción los niveles discursivos de los que hablas están ahí….
    Voy a intentar agenciarme “La Mazmorra” y además que me apetece incursionar en el mundo del cómic yo soy muy clasicorra je je y adoro a los clásicos (pero también leo genero novedades editoriales contemporáneas, y me gusta explorar los generos fantástico ciencia ficción o terror…) Y siempre me ha parecido muy estimulante abrir la mente así que ya te diré que tal mi incursión en el comic. Un abrazo 🤗

  8. Alminar · 29/05/2023 Responder

    Si no encontraras “La Mazmorra”, mira a ver “El Gato del Rabino” de Joann Sfar también. Quizás te guste más. Hay cinco ejemplares disponibles en español y hay cuatro más en idioma galo (tres de los cuales puedes hallar en internet). La IA de deepl ayuda mucho con las traducciones. Quedamos en contacto por estos lares. Suerte con ello.

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