La sociedad del espectáculo, pt. 2/3

Hoy vemos el signo y el simulacro en el pensamiento de Jean Baudrillard para profundizar nuestro análisis del espectáculo y los alcances reales de una lucha contra su hegemonía.

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Guión

Toda publicación debería tener una sección de fe de erratas para subsanar errores. Créalo o no, incluso en la Fonda Filosófica se cometen errores, hecho que varios de ustedes me hicieron saber últimamente. Resulta que en mi primer vídeo sobre la sociedad del espectáculo les mostré esta foto y les dije que era de Khloe Kardashian en su avión. Varios me escribieron para decirme maestro, no, eso es Kim Kardashian. Perdón, discúlpenme. Al menos atiné con la primera letra. Ojalá esa fuera la única errata. Más penoso aun es que mostré en alguna parte una foto de Feuerbach, bueno, pensaba que era Feuerbach pero resulta, como varios de ustedes me dijeron, que era Friedrich Engels. Mi única defensa es que los hombres decimonónicos barbudos suelen parecerse mucho.
Hay una última errata que, bueno, no es un error, más bien es una interpretación sesgada. Supongo que toda interpretación es sesgada en algún grado. Lo que me faltaba era reconocer otras posibilidades. Me refiero a la foto que me tomaron en el municipio, yo formado en la cola leyendo un libro y los en frente y detrás de mi viendo sus celulares. Muchos de ustedes decían que a lo mejor estaban viendo un vídeo de la Fonda o que estaban leyendo un PDF. ¡Es cierto! Y al comentarles esta imagen, implícitamente me pintaba como el único que no estaba hechizado por la matrix. ¿Por qué? ¿Por estar leyendo? ¿Eso me confería alguna ventaja con respecto a los demás en la cola? Y si todo el mundo andara con su cabeza en un libro, ¿eso sería mejor? ¿No sería igual de preocupante ya que todos andan aislados en su propio mundo? Y suponiendo que los que estaban viendo su móvil estaban viendo un vídeo de la Fonda, ¿no es la Fonda también parte de ese espectáculo, elemento integral de esa enorme positividad que brilla como el sol y que pasivamente consumimos? No puedo decir que no.
Pues, seguimos con Guy Debord y su libro La sociedad del espectáculo. Para entender mejor su noción de ‘espectáculo’, convendría echar un ojo al concepto de ’simulacro’ en Jean Baudrillard. Vimos que el espectáculo de Debord se apoya en varios conceptos de Marx. El análisis de Baudrillard también se apoya en Marx, pero no de manera positiva sino negativa. Viendo cómo su crítica a Marx conduce al concepto del simulacro, estaremos en una mejor posición para comparar Debord y Baudrillard.
Bien, los primeros libros que Baudrillard publicó versaban sobre la sociedad del consumo y el sistema de objetos que la constituía. En 1972 publicó un libro que se llama Crítica de la economía política del signo. Ahí cuestiona la economía política de Marx, específicamente la distinción que hace entre valor de uso y valor de cambio. No niega que los objetos tienen un uso, sino sólo que las necesidades que la utilidad de los objetos satisface no son necesariamente naturales. Bueno, necesidades biológicas como las de comer y dormir sí, pero tener un reloj, por ejemplo, no. La gran mayor parte de nuestras necesidades son social e ideológicamente generadas. Entonces, usas el reloj para saber qué hora son, tiene valor de uso; y también un valor de cambio, un valor monetario, porque lo compraste y lo podrías vender por un precio determinado. Pero según Baudrillard, tiene dos valores adicionales, un valor simbólico y un valor de signo. Si en vez de comprar el reloj tu pareja te lo regaló en su aniversario, tendría un valor simbólico. El objeto en este sentido simboliza algo sobre la relación entre dos sujetos, como el amor. Y si el reloj que te regaló fuera un Rolex incrustado con diamantes, tendría ademas lo que Baudrillard llama un valor de signo, un valor no entre dos personas sino dentro de un sistema de objetos. Se distingue de los demás relojes o al menos de la mayoría y confiere prestigio a uno. Es un signo de estatus social.
En el análisis de Baudrillard, entonces, los objetos tienen cuatro valores: material, económico, personal, y social. En Marx, el énfasis está en lo material y por tanto en la producción; en Baudrillard, el énfasis está en lo semiótico y por tanto en el consumo. Nuestro consumo de objetos es primariamente social, no material, es decir, los objetos se producen no tanto para satisfacer una necesidad como para significar un estatus.
En libros posteriores, como El intercambio simbólico y la muerte, publicado en 1976, deja por atrás la teoría económica a centrarse en la semiótica de la comunicación social. Una sociedad en la que la palabra impresa es el medio de comunicación cambia mucho cuando ese medio es sustituido por el código binario, o sea, cuando lo análogo pasa a lo digital. Lo que a Baudrillard le resulta interesante es el cambio que se da en la relación entre original y copia. Antiguamente, había escribas cuyo trabajo era tomar un libro que se había escrito y hacerle un copia, manualmente, y de esa copia otra copia y así sucesivamente, según la demanda. Había el libro original y sus copias. Lo que sostiene Baudrillard es que ya no hay originales, que el código ha tomado su lugar. Ahora, en cierto sentido Baudrillard no habla de nada nuevo. El ADN es un código binario que produce todo aspecto del cuerpo humano: tejido, huesos, los órganos, etc. Cuando produce nuevas células, no hay una célula original que está copiando. Cualquiera es tan buena u ‘original’ como cualquier otra. En las últimas décadas, esta estructura digital ha pasado de lo biológico a penetrar casi todo aspecto del entorno social: no sólo el medio de nuestra comunicación, sino la música que escuchamos, los libros que leemos en PDF, las películas, etc. En semejante mundo ya no hay profundidad, es decir, las cosas con las que interactuamos no son apariencias que implican o apuntan a una realidad más honda como vemos por ejemplo en la alegoría de la caverna de Platón. Toda distinción entre superficie y profundidad, entre apariencia y realidad, cultura y naturaleza se ha reducido a un solo plano de simulacros que circulan en un sistema que se modula con códigos digitales.
Baudrillard explica cómo hemos llegado a este punto. En el medievo, había una jerarquía rígida entre el clero, la nobleza y el plebeyo. Los signos que indicaban la estación de uno en la vida, cosas como el vestido por ejemplo, eran rígidos y transparentes. La vestimenta que traía un noble era signo inconfundible de su rango social. Los signos no mentían, ni siquiera aparentaban. Las cosas empiezan a cambiar en el Renacimiento. Las jerarquías feudales se desmoronan ante el desarrollo del capitalismo y la burguesía y, como decía Marx, todo lo sólido desvanece en el aire. En este entorno el signo es más libre y su modo de representación es lo que Baudrillard llama ‘falsificación’. Con el estuco, los arquitectos pueden fácilmente crear detalles que parecen ser de piedra o mármol pero no lo son. Uno puede vestirse de una manera que no corresponde a su clase real. Uno pinta una copia de un cuadro famoso. Todas estas cosas son falsificaciones, pero su propia existencia señala la realidad que falsifica. En otras palabras, el signo engaña, pero el engaño depende de que haya una realidad fija que simula. En el medievo, esa realidad estaba fundamentada por el orden divino. En el primer momento histórico del simulacro, la realidad que el signo falsifica pasa de ser divino a ser natural. El arte, el pensamiento e incluso la política tratan de imitar a la naturaleza o fundamentarse en ella. Por tanto vemos un realismo en la pintura, y el discurso de los derechos naturales en la política.
A mediados del siglo 18, la revolución industrial empieza y vemos un cambio en el funcionamiento del signo, una transición al segundo momento del simulacro. Lo que las fábricas industriales introducen es la producción masiva de objetos, una producción en serie – la misma cosa producida una tras otra. Éste es el tema del famoso escrito de Walter Benjamin “La obra de arte en la época de su reproducción mecánica”. Gracias a la ubicuidad de las copias de una obra, la obra de arte ha perdido su aura, es decir, aquella autoridad y autenticidad que se derivaban de su unicidad, de ser única. En este entorno, el signo ya no refleja una realidad, como en el medievo, ni siquiera oculta o distorsiona una realidad subyacente como en la época del Renacimiento, sino que se vuelve funcional, mecánico y repetitivo como en la fábrica. Los signos ya no se refieren a una realidad sino a la diferenciación serial de las copias.
Baudrillard da un ejemplo interesante de la diferencia entre el signo como falsificación y el signo como serial. El primero es como los autómata. Un autómata es una máquina que imita la figura y los movimientos de un ser animado. Los del siglo 18 son muy reconocidos, con la figura de un ser humano y con un mecanismo que le permite escribir una carta o jugar ajedrez. Es como un signo falso, uno que aparenta ser un ser humano. Donde el autómata es la analogía del hombre, “la máquina, dice Baudrillard, es su equivalente [funcional]; anexa [al hombre] a la unidad de su proceso operativo. Ésta es la diferencia entre un simulacro de primer orden y uno del segundo”. El punto es que en un entorno de producción en serie, hay una equivalencia funcional entre los objetos que no requiere comparación con un original. La realidad como naturaleza se vuelve irrelevante para la producción; es decir, una cosa ya no es un signo (ni siquiera falso) de algo natural, como el autómata era para el ser humano, sino una de múltiples copias equivalentes. Lo que es, es una función de su génesis en la serie. Este mundo industrial es lo que Marx analizaba en sus escritos. En ese contexto, para Baudrillard, lo que dice sobre el valor y la ideología es muy válido. Sin embargo, hemos pasado, según él, a un tercer orden del simulacro. Donde el pensamiento de Marx es moderno, centrado en la producción industrial, el de Baudrillard es posmoderno, centrado en la producción, o mejor dicho reproducción, de la cibernética.
¿Cuál es la diferencia? La diferencia la podemos apreciar si entendemos por qué para Marx el concepto de ideología es relevante, pero para Baudrillard no. Marx dijo: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época . . . Las ideas dominantes no son mas que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, relaciones aprehendidas como ideas”. Ahora, en una sociedad capitalista, ideas como libertad, propiedad y trabajo tienen una carga semántica que favorece a los dueños de capital. Parecen ser palabras que expresan un orden natural pero para Marx son ideológicas porque son reflejos de las relaciones materiales de producción capitalista. Las ideas son determinadas por esa realidad subyacente. Para desmentir su carácter ideológico, hay que identificar esas condiciones materiales que las preceden.
Donde para Marx esas ideas son ideológicas, para Baudrillard son simulacros. La diferencia estriba en que las ideas no son precedidas por una realidad que las determine, sino que ellas mismas preceden a lo que tomamos por lo real. Todo hemos oído la frase “el mapa no es el territorio”. El mapa es un reflejo o representación del territorio. Este último precede a aquél y da cuenta de ello. Para Baudrillard, nuestra sociedad se ha vuelto tan saturada de mapas, modelos y representaciones que hemos perdido todo contacto con algún mundo real que precediera al mapa. El mapa, o la representación, ha pasado a ser un simulacro. Así son las ideas en nuestro ejemplo – ellas como simulacros preceden y determinan lo real. En pocas palabras, ya no hay distinción entre la realidad y su representación, es decir, no hay ideología sino sólo simulacros.
Un buen ejemplo de esto es la experiencia que tuve cuando visité Machu Picchu. Tras todo el trayecto en tren y luego autobús para llegar a la cima de la montaña donde se encuentra; tras la espera en la larga cola para entrar, y luego entrando por fin al recinto y dando la vuelta a un muro, de repente la magnífica vista de Machu Picchu aparece ante los ojos. Es realmente espectacular, espectacular en el sentido de Debord o de Baudrillard. A lo que me refiero es que no vi Machu Picchu en sí mismo sino que vi lo que todas las representaciones o simulacros del él que he visto me permitieron ver. Los simulacros precedieron a la realidad y la determinaron.
La Guerra del Golfo que tuvo lugar en 1990 y 91 es un buen ejemplo de este tercer orden del simulacro. Fue un conflicto bélico entre Iraq y una coalición de otros países liderada por los EU. Famosamente, Baudrillard dijo que la Guerra del Golfo nunca tuvo lugar. Uno podría desmentirle a Baudrillard al enseñarle todas las imágenes mediáticas que salieron en las noticias. Sin embargo, son precisamente esas imágenes lo que apoya la posición de Baudrillard. Por primera vez en la historia, pequeñas cámaras se ponían en las bombas para mostrar el trayecto y la precisión con la que destruían sus blancos. Y miles de cámaras más registraron el conflicto desde la tierra. Ningún individuo ha visto todo lo que se grabó. Más bien, todo ese vídeo fue editado y presentado en las noticias casi como si fuera entretenimiento. Cuando un vídeo se edita, lo que rige la edición es una narrativa, un cuento acerca de lo que está pasando. Entonces, la Guerra del Golfo que uno conoce con base en esas imágenes, su conocimiento del conflicto, es lo que nunca tuvo lugar según Baudrillard. A lo mejor, el conflicto en su totalidad, el conflicto en sí mismo, sea como la cosa en sí kantiana, el noúmeno – algo al que no tenemos acceso epistémico. Siempre digo a mis alumnos que Kant, al tiempo que representa el ápice del pensamiento moderno, señala el camino al postmodernismo. No conocemos las cosas tal como son sino sólo lo que nuestra manera de saber nos permite saber de ellas. No conocemos el noúmeno sino sólo el fenómeno. Obviamente, la diferencia entre el fenómeno de Kant y el simulacro de Baudrillard es que, para Kant, la manera de saber es la misma para todo ser humano. Esto es lo que evita el relativismo.
Desde luego, Baudrillard no acepta esa premisa, pero me pregunto si rechaza también la idea del noúmeno, o lo que nosotros llamaríamos lo real. Dice que la Guerra del Golfo no tuvo lugar, pero con ello no está diciendo que fue un simple engaño. Hay gente que piensa que la llegada a la luna de un par de astronautas en 1969 fue un engaño, grabado por la NASA en un estudio de televisión, o sea, que el viaje y el aterrizaje nunca tuvieron lugar. La Guerra del Golfo para Baudrillard no fue un engaño en ese sentido; reconoce que hubo un conflicto bélico en el que mucha gente de carne y hueso murieron horriblemente. Algo sí tuvo lugar. Al parecer, entonces, lo que sabemos del conflicto no es el conflicto en sí, el noúmeno, sino cómo se nos aparece, el fenómeno, lo cual es una función de la perspectiva e intereses de los medios de comunicación de los que recibimos la información, un fenómeno necesariamente sesgado. ¿Y los que participaron en el conflicto, o bien como agresor o como víctima, ¿no tendrían un acceso más directo al conflicto en sí? En Vietnam hay un museo sobre la Guerra de Vietnam. Sólo que ellos no lo llaman así sino que le dicen La Guerra de Estados Unidos. Ahí también hubo un conflicto real, sin embargo no hay acuerdo acerca de su significado.
Entonces, Baudrillard no niega que cosas pasan en el mundo. Pero sí niega que esos acontecimientos puedan servir para determinar de forma objetiva nuestras creencias sobre el mundo. Podemos matizar un poco más la posición de Baudrillard si consideramos la película Matrix. Si no has visto la famosa trilogía de películas que hicieron hace unos 20 años a lo mejor no entiendas mucho de lo que voy a decir a continuación, pero la culpa es tuya, o sea, Matrix es referencia cultural obligada, especialmente para alguien interesado en filosofía. Ve a ver al menos la primera!
Bueno, ¿sabías que Matrix fue concebida en parte como homenaje al pensamiento de Baudrillard? En una escena temprana, el protagonista, Neo, anda todavía atrapado en la matrix y lo vemos esconder en un libro un disco que contiene software que necesita para escapar. El libro en que lo esconde es Simulacra y simulación escrito por nuestro autor. El personaje de Morfeo le ayuda a Neo escapar de la matrix. Estando ya en el mundo real, descubre que es un escenario de desolación donde máquinas están en control y que han esclavizado a los humanos extrayendo energía de sus cuerpos. Morfeo le dice a Neo: “Bienvenido al desierto de lo real”. La frase “el desierto de lo real” es de Baudrillad; aparece en el libro que mencionamos antes. Sin embargo, no significa para Baudrillard lo que Morfeo insinúa. Para este último, el mundo real que le ha enseñado a Neo es un mundo malo, tan estéril y árido como un desierto; es la realidad, la verdad, que está detrás del mundo ilusorio de la matrix en el que la gente goza de una felicidad sólo aparente.
Esto no es lo que quiere decir Baudrillard. El desierto de lo real significa que nuestro concepto de lo real ha sido vaciado de toda referencialidad que pudiera distinguirlo de lo meramente fenoménico o aparente. Una cita de Nietzsche expresa bien lo que Baudrillard quiere comunicar. En el Crepúsculo de los ídolos dice: “Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado?, ¿acaso el aparente?… ¡No!, ¡al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente!”. A pesar del homenaje que le hicieron, Baudrillard fue crítico de la trilogía de películas de Matrix. Dijo que los creadores de Matrix confundieron su noción de simulación con su tratamiento platónico clásico. Es decir, el mundo de la matrix es ilusorio en el mismo sentido en que las sombras que se mueven sobre el muro en la caverna son ilusorias. Hay que ver más allá de esas sombras al mundo inteligible que está detrás de ellas. De la misma manera, para los creadores de nuestra película, hay que desmitificar esta ilusión, esta simulación, correr la cortina como en el Mago de Oz, para revelar el mundo real, el mundo verdadero. El mensaje liberatorio de Matrix es – “La verdad te hará libre”.
Para Baudrillard, no hay nada detrás de la simulación, nada detrás de la cortina. Continua diciendo: “Matrix es, seguramente, la clase de película sobre la matrix que la matrix pudo haber producido”. Es muy interesante este comentario. Lo que está diciendo es que, lejos de ser una típica película hollywoodense donde el héroe vence obstáculos para liberarse, estas películas de Matrix son parte íntegra de la matrix misma del mundo en que nosotros vivimos, un elemento más en la sociedad del espectáculo que nos hechiza para creer que alguna salida es posible cuando realmente nos vuelve más preso que nunca.
Al parecer, los creadores de la trilogía original hicieron caso a la observación de Baudrillard ya que en 2021 salió una cuarta película – Matrix resurrecciones. Al final de la trilogía hubo cierta victoria, una tregua que dio paso a una paz entre los humanos y las máquinas. Sesenta años después tenemos los sucesos que se relatan en la cuarta película. En el inicio encontramos a Neo trabajando en una compañía de video juegos. Ha hecho un juego que se llama precisamente Matrix, que es muy popular. A pesar de toda la lucha en las primeras tres películas de liberarse de la matrix, Neo obviamente está de vuelta en ella. Es que las máquinas han roto la tregua y han vuelto a esclavizar a los humanos porque necesitan su energía, pero esta nueva iteración de la matrix ha cambiado su estrategia. La matrix anterior manejaba la simulación como un velo, engañando a los humanos esclavos. Se podría decir que el marco de esas primeras películas es epistémico y su lema es “La verdad te hará libre”. El concepto filosófico que le corresponde es el de la ideología marxista. Sólo tienen que darse cuenta del engaño y desmitificarlo para liberarse.
El marco de la cuarta película no es epistémico sino afectivo. Su lema no sé cual sería, quizá una de las últimas que usa Coca Cola en su publicidad. En inglés dice: “Coca Cola – Real Magic” que en la publicidad en español lo han traducido como “magia de verdad”. La magia como tal es algo que engaña por lo que puede emplearse de forma ideológica. Pero la magia de verdad – ¿qué es eso? Es un enunciado que pide no un análisis lógico o racional, sino una respuesta afectiva. Esto no es exactamente nuevo. Desde hace mucho tiempo, la mercadotecnia ha apelado a nuestras emociones. Lo que sí es nuevo ahora, lo que no existía hace apenas 20 años cuando se hizo la trilogía, son las redes sociales y otras plataformas digitales a las que regalamos una enorme cantidad de información sobre nuestros gustos y hábitos de compra y cuyos algoritmos ponen delante de nuestros ojos mágicamente justo lo que buscamos, lo que nos gusta, lo cual nos hechiza y nos mantiene conectados a la plataforma o, mejor dicho, enchufados a ella. En la película, la gente está enchufada físicamente a la matrix, pero nosotros viendo la película estamos enchufados psíquica y afectivamente. En una escena de esta última película, una personificación de la matrix que se llama el Analista le dice a Neo: “Mi predecesor amaba la precisión. Su matrix estaba llena de fastidiosos hechos y ecuaciones. Odiaba la mente humana, así que nunca se dio cuenta de que a ustedes les valen madres los hechos. Lo importante es la ficción. El único mundo que importa es el que está aquí en la cabeza. Y ustedes creen las cosas más locas. ¿Por qué? Qué es lo que valida y hacen reales sus ficciones? Los sentimientos”. Así que, los humanos en la cuarta película son sus propios carceleros, como lo son en la famosa novela de Aldous Huxley – Un mundo feliz. El concepto filosófico que le corresponde a este nuevo escenario no es la ideología sino el simulacro, cuyo referente es sí misma, la simulación de verdad por así decirlo. Como dice Baudrillard: “El simulacro no es nunca aquello que oculta la verdad, sino que es la verdad que oculta que no hay verdad. El simulacro es lo verdadero”.
Volviendo a la escena inicial, Neo, que está en la matrix aunque todavía no lo sabe, ha creado un vídeo juego que se llama La Matrix. Una matrix dentro de la matrix. Lo que está claro es que la matrix, es decir, el programa de computadora que esclaviza a la gente, ha incorporado dentro de sí misma “La Matrix”, es decir, un producto cultural que es el vídeo juego. Más adelante en la película cuando ya han logrado sacarle a Neo de la matrix, uno de los personajes le dice: “Tomaron tu historia, algo que era muy significativo para gente como yo, y lo convirtieron en algo muy trivial. Eso es lo que hace la matrix. Convierte a toda idea en un arma . . . ¿Hay mejor lugar donde enterrar la verdad que dentro de algo tan cotidiano como un vídeo juego?”
Creo que a Baudrillard le hubiera gustado un poco más esta última película ya que muestra cómo el sistema incorpora la lucha en su contra dentro de sí mismo, cosa que neutraliza la lucha en la medida en que sea convertida en un producto, una mercancía, en un espectáculo más en una sociedad del espectáculo – la lucha convertida en entretenimiento. Volvemos entonces a su comentario sobre la trilogía original: “Matrix es, seguramente, la clase de película sobre la matrix que la matrix pudo haber producido”. En otras palabras, las películas de Matrix, que ya se han convertido en franquicia, nos mantienen enchufados en la matrix, en nuestra matrix, en lo que Baudrillard llama el simulacro y Debord llama la sociedad del espectáculo.
Hay que tener claro que Baudrillard fue muy influido por Debord, desarrollando su concepto de simulacro a partir de la noción del espectáculo. Lo que no toma de Debord, de hecho lo que rechaza, es el marco marxista en el se manejan nociones de ideología y desmitificación. La economía política de Marx analiza la producción industrial y su funcionamiento en términos del valor de cambio. Para Baudrillard, la sociedad ya no es industrial sino que es una sociedad de consumo, una sociedad cuya dinámica gira en torno al signo. Su análisis del valor de signo y del simulacro al que da paso constituye una crítica importante a las ideas de Marx. ¿Qué diría Guy Debord al respecto? ¿Existe en su pensamiento una forma de desmitificar el espectáculo, la posibilidad de alcanzar cierta distancia crítica que sea capaz de hacer frente con él? En la primera película de Matrix, Morfeo le dice a Neo que está atrapado en una ilusión, que es, en efecto, un esclavo. Abre su mano y le muestra dos píldoras, una azul y la otra roja. Le dice que si quiere ver con sus propios ojos el mundo real, que tome la píldora roja, y si no, si prefiere seguir en su sueño, que tome la azul. Neo toma la roja. Nuestra pregunta es si el pensamiento de Debord constituye una píldora roja, o si no es más que otro elemento en una caleidoscópica e insondable simulación. Veremos en el próximo y último vídeo de la serie.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

13 Comments

  1. Diana Jaramillo · 30/04/2023 Responder

    Con nada se paga tu voluntad de transmitirnos tanto conocimiento, haces tanto bien a México, gracias por estar aquiiiiii💕💪🏼💪🏼

  2. Jorge herrera · 01/05/2023 Responder

    Hola maestro, tengo una pregunta, entiendo que a las empresas solo les interesan las ventas, pues tienen que ser rentables y adquirir un margen de ganancia, pero en ese sentido ¿qué habilidades debo aprender para poder pelear contra esa manipulación?

    ¿Como se puede pelear contra la envidia que quiero de mi en el futuro?

    • Darin · 01/05/2023 Responder

      Hola Jorge. Estar conciente de la manipulación es un buen primer paso. Si no pagas por los servicios de una plataforma (e incluso a veces aun cuando uno pague), uno mismo es el producto que se vende, venden información sobre ti a terceros que tratan de venderte cosas. Uno podría decir, bueno, está bien, que lo hagan, nadie me obliga a comprar cosas. Es cierto. Pero eso no es realmente lo peligroso, sino el sistema que se arma en el que las relaciones sociales llegan a ser mediadas por el tipo de dinámica que se dan en estas plataformas. Como dice Debord: “El espectáculo no es una colección de imágenes; es una relación social mediada por imágenes”. El peligro consiste en que lleguemos a relacionarnos, sea en línea o en la vida real, en términos de compra-venta, en términos del valor de cambio. Eso no es nada nuevo. El capitalismo lleva mucho tiempo realizando esta realidad. Es sólo que ahora, por la saturación de imágenes y el entorno digital, esos criterios colonizan nuestra consciencia de forma mucho más profunda y constante. En parte, por eso no permito la monetización de mi canal. ¿Qué puede hacer uno al respecto? No es posible extraerse totalmente de esta matriz (matrix). Simplemente hay que estar conciente de ello y tratar de hacer cosas que no propaguen los valores del sistema, tratar de ser un tipo de persona cuya conducta no sea monetizable o valioso para el sistema. Es difícil, pero como dije estar consciente de ello es un buen primero paso. Gracias por tu pregunta Jorge.

  3. Mario Balzarini · 01/05/2023 Responder

    Hola Darin! Te cuento que no pude encontrarle SENTIDO a toda la cantidad de cosas que dice Baudrillard. Traté de entenderlo un poco más leyendo los artículos de Wikipedia pero la cosa empeoró porque ahí dicen que ha sido acusado de irracional y nihilista (entre otra cosas). Y, lo peor, que ha sido muuy criticado por justificar el ataque terrorista a las torres gemelas de New York. Supongo que si le dedicas tu video es porque debe haber algo de valor en sus trabajos pero yo, personalmente, me rindo. Hasta el próximo video. Abzo!

    • Darin · 01/05/2023 Responder

      Hola Mario. Nietzsche ha sido tachado de irracionalista y de nihilista, y Heidegger era un nazi, pero no por eso dejen sus escritos de tener mucho valor, pienso yo. Hay que leerlos con cuidado y de forma crítica, como a cualquier filósofo, pero no hacerles caso omiso porque sean difíciles o por críticas que se les ha hecho. Toda filosofía ha sido criticada. Lo mismo con Baudrillard. Yo personalmente no simpatizo mucho con Baudrillard, pero para que nuestro análisis de la situación actual sea lo más profundo y crítico posible, hay que tomar en cuenta muchos puntos de vista, y no sólo los que nos agradan. A mí me agrada el pensamiento de Marx, pero si no tomara en cuenta las críticas que Baudrillard le hace (sea lo que sea su opinión sobre las torres gemelas), no estaría haciendo filosofía sino sólo una justificación de mis prejuicios.

      • Mario Balzarini · 01/05/2023 Responder

        OK comprendo lo que dices y es verdad, no estarías haciendo filosofía sino una justificación de tus prejuicios. Seguramente sin pensarlo, pero me has dado una gran lección Darin. GRACIAS! .

      • Mario Balzarini · 06/05/2023 Responder

        Hola Darin! Dices que no hay que descartar un filósofo solo porque sea “difícil” de entender. Personalmente creo que si un filósofo es “difícil de entender” (gran parte de tu carisma, Darin, radica precisamente en el hecho de que te entendemos) es porque tiene al menos uno de estos dos problemas:

        (1) O bien tiene dificultades para expresarse con claridad (cosa que no debería sucederle a un buen filósofo)

        (2) O bien está ocultando (consciente o inconscientemente) una carencia de sabiduría construyendo razonamientos complejos o galimatías pseudo-eruditos (es conocido el caso de Deleuze que escribió párrafos completos totalmente carentes de sentido (ver ejemplos en Wikipedia))

        PD: Soy consciente de que lo que escribo arriba es solo mi interpretación sobre los “filósofos difíciles de entender”. NO ES MÁS QUE MI INTERPRETACIÓN. Pero, buena o mala, es resultado del conocimiento que, mucho o poco y a los tirones, he logrado construir a lo largo de mi vida.Abzo!

        Mario Balzarini en Linkedin

        • Mario Balzarini · 06/05/2023 Responder

          PREJUICIO: Interpretación no consciente que, al situarse fuera de la conciencia, no pude ser reconocida ni procesada por el PENSAMIENTO CRÍTICO y se convierte en un “sesgo”

  4. Patricia · 01/05/2023 Responder

    Muy interesante maestro. Me ha hecho reflexionar mucho.
    Vale. O sea que Braudillard lo que viene a decir que puesto que “nada es real” , que no hay “nada detrás de la cortina” ni escapatoria posible ni pastilla azul que nos saque de la Matrix, lo único real es el simulacro.
    Vale. Es muy provocador lo que dice y también muy certero en diseccionar la sociedad actual, y en cierto modo también muy nihilista (en el “mal” sentido de la palabra) y desesperanzador…

    Pero…Si esto fuera totalmente así, si viviéramos en un simulacro total, no podríamos ni siquiera darnos cuenta de que vivimos en un simulacro o meramente hablar del simulacro.
    La mera palabra simulacro implica en su propia definición la copia de algo real ¿no? Es decir no se puede hablar de simulacro sin referencia a algo real. Lo que quiero decir es que si realmente estuviéramos en el punto en que lo real y el simulacro se hubieran fundido por completo , estaríamos tan involucrados en el simulacro que no seriamos capaces ni de notar que es un simulacro…No se como explicarme mejor…Seriamos zombis idiotizados por completo y tan felices…

    Otra cosa es que la Matrix, la simulación, la sociedad del espectáculo… lo “fagocite” todo, hasta los intentos de desmantelarla y que en ese sentido preciso “no haya escapatoria” porque enseguida la simulación engulle y se apropia de todo intento de escapar de la simulación

    Es posible. Pero no pierdo la esperanza. El analista le dice a Neo que lo que valida y hace reales nuestras ficciones son los sentimientos. Y no hay que ser un lince para ver como la sociedad del espectáculo trata de tenernos “enganchados” explotando precisamente “los sentimientos” (y hasta el sentimentalismo).

    Pero igual se le vuelve el tiro por la culata…Los sentimientos son muy reales, pero pueden ser un arma de doble filo, ya que nos impulsan más de lo que creemos y de lo que estaríamos dispuestos a admitir. Quizá no sea casualidad que en medio de la hiper positividad sentimentaloide y estulta que nos arrasa, por debajo y “realmente” seamos una sociedad profundamente insatisfecha, en la cual la salud mental de sus habitante se deteriora día a día. Vacío. Insatisfacción. Cansancio. Hastío.

    Últimamente estoy releyendo a Dostoievsky. También a Camus. El simulacro no ha logrado aun apagar su s voces. Ni la tuya. Ni la de tantos. Gente normal. Gente corriente. La gente (mucha gente), “nosotros” estamos hasta las narices del simulacro.

    Dice Dostoiesvky: El misterio de la existencia humana no radica solamente en mantenerse vivo sino en encontrar “algo” por lo que vivir

    En un simulacro puedes tener toda clase de “objetos de consumo” pero no “algo por lo que vivir”…Eso no. Y la gente enferma, de ansiedad, de depresión de insomnio, los jóvenes, siempre a la vanguardia de la esperanza y del futuro se suicidan más que nunca….

    ¿Pero y quien sabe? Quizá estos tiempos de nihilismo cínico/hedónico, condimentado por la capa almibarada de la hiper-positividad, el éxito, la productividad y el aparentar, aparentar, aparentar…Sin valores, sin verdad, sin “algo por lo que vivir”…

    Quizá y solo quizá sea una fase un interludio hacia la construcción de nuevos valores, de madurez de la humanidad como especie, de mayor libertad y autonomía
    No parece estar muy cerca, pero oye, la esperanza es lo último que se pierde.

    • Darin · 01/05/2023 Responder

      Gracias por esa interesante reflexión Patricia. Estoy de acuerdo con lo que dices sobre Baudrillard. El engaño no puede ser total, y yo creo que él lo reconoce. Simplemente señala el poder del simulacro de neutralizar esa conciencia. Nuestra conciencia de la matrix mediante la película sólo nos enfrasca más en ella.

  5. Natalia · 02/05/2023 Responder

    Hola Darin, que gusto encontrar un video nuevo. Me encanto la parte de la señora de la cena navideña. ¿era de éste video cierto?

  6. Alminar · 02/05/2023 Responder

    La orientación de Baudrillard es basura. Se trata de uno de tantos ensayos que tiene como finalidad neutralizar el concepto de ideología. Ése es su objetivo real. Si en el orbe de las ideas nada es auténtico, entonces vale cualquier cosa (como, por ejemplo, lo que hay). ¿Qué beneficia? A la reproducción de las relaciones actuales de producción. ¿Para qué denunciar representación alguna? Olvídate no ya de la revolución, sino de reivindicación alguna.
    El desinterés de Baudrillard por la ideología fomenta la ilusión pequeño-burguesa de que lo que pensamos es obra de nosotros mismos, cuando de hecho es un producto del aparato ideológico del estado. La presión ideológica se manifiesta en la familia, la escuela, el instituto, la universidad, el trabajo, la prensa, los noticiarios, los documentales, los cómics, el cine, las canciones y, cómo no, los libros. Nuestro sistema de pensamiento, creencias y conductas son una resultante de esa presión ideológica. Alguien que dice que la presión ideológica no es producida con objeto de beneficiar a las élites, sino que corresponde al sistema de representaciones en sí mismo sólo es un lacayo añadiendo una coartada más al aparato ideológico del estado a cambio de su terrón de azúcar. No sé qué habría opinado Debord, pero Baudrillard es a Debord como Habermas a Adorno.

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