La sociedad del espectáculo, pt. 3/3

Hoy terminamos nuestro análisis de Debord distinguiendo su posición de la de Baudrillard, analizando la noción de tiempo histórico, y viendo un poco la práctica de protesta social que llevaban a cabo en la Internacional Situacionista.

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Guión

Seguramente has oído o leído la frase: el mapa no es el territorio. El territorio es la realidad concreta de nuestra experiencia, de la cual hacemos abstracción al crear una representación de la misma, el mapa. Lo que la frase significa es que no deberíamos confundir nuestra representación de algo con ese algo mismo. ¿Por qué? Pues aquí tengo un libro que se llama “How to Lie with Maps”. Uno de los mapas de la Tierra más comunes es uno que se llama la proyección de Mercator que se creó en el siglo 16. Es muy útil para la navegación pero distorsiona el tamaño de las masas terrestres que más lejos se encuentran del ecuador, como es el caso de Groenlandia. Además de errores o distorsiones de este tipo, se puede intencionalmente mentir o engañar con los mapas. Lo que espera la gente que miente con mapas o con cualquier representación es que confundamos precisamente el mapa con el territorio, la representación con la realidad que representa. Y por eso la importancia de tener clara la distinción entre los dos. Si estamos conscientes de que una representación nos puede despistar, que nos puede presentar una realidad ilusoria, seremos más críticos y menos susceptibles al engaño.
Bueno, menciono todo esto porque Jean Baudrillard, cuyas ideas sobre la realidad y el simulacro vimos en el último vídeo, diría la inversa – que el mapa es el territorio. No, es más. Diría que no hay territorio, sino sólo mapas, representaciones, o simulacros. Ya no existe acceso a una simple realidad que pudiera servir para desmentir los engaños y ilusiones. Con respecto a este último, tiene una cita muy interesante que me gustaría analizar. En su libro Crimen perfecto dice: “Mientras una ilusión no es reconocida como un error, su valor es exactamente equivalente al de una realidad. Pero una vez reconocida la ilusión como tal, deja de serlo. Es, pues, el concepto de ilusión, y sólo el, lo que es una ilusión”.
El argumento parece sólido. Si andas en el desierto y ves en la distancia un oasis, no lo tomas como ilusorio sino como real. Sin embargo, al acercarte, el oasis de repente desvanece y lo que ves es desierto. La ilusión, como dice, deja de serlo. En ningún momento estamos conscientes de ver una ilusión.
Esto, a mi parecer, no es más que un simple juego de palabras, un juego de hecho que calificaría de ilusorio o engañoso. Claro, nunca estamos conscientes de ver una ilusión y tomarla como real al mismo tiempo. Sin embargo, tenemos la experiencia de errar, de cambiar nuestra creencia sobre la realidad. La pregunta entonces es cómo corregimos el error, ¿por capricho? ¿por motivos ideológicos? Si hubieras andado con 10 personas en el desierto, ¿habría habido algunos que, llegando al lugar donde habían percibido el oasis, no cambiaran de opinión, que quitaran la ropa para bañarse en sus aguas? No.
Otro problema con la afirmación de Baudrillard es que cuando habla de una ilusión que no es reconocida como error, es como si su concepto de ilusión tratara de ilusiones ópticas, como mi ejemplo del oasis en el desierto. Sin embargo, lo que nos interesa es la ilusión como engaño, como mentira, no como simple error. Hace 20 años, el gobierno de George Bush aseguraba ante la ONU que Irak tenía armas de destrucción masiva, lo cual justificó su invasión. Posteriormente, se descubrió que Irak no tenía esas armas y que de hecho los EU lo sabía. Había mentido. ¿Podríamos decir con Baudrillard que el valor de esa ilusión, de esa mentira, era exactamente equivalente al de la realidad? Creo que los cientos de miles de muertos discreparían con él.
A Debord no le caía nada bien Baudrillard; de hecho le llamaba un idiota y un payaso mediático. Su animadversión tiene un lado personal, pues lo consideraba un oportunista que gozaba de la farándula académica. No sé si alguna vez le acusaba de robar sus ideas, pero está claro que Baudrillard conocía bien la obra de Debord. Hace referencia a él en diferentes partes de su obra y en su libro Simulacros y simulación, lo cual se publicó 14 años después de La sociedad del espectáculo, menciona múltiples veces el concepto de espectáculo. ¿Está Baudrillard de acuerdo con Debord o va más lejos que él? Si Baudrillard nos dice que ya no hay territorio sino sólo mapa o simulacro, ¿qué diría Debord? Nos dice en la tesis 31. Dice: “El espectáculo es el mapa de este nuevo mundo, mapa que recubre exactamente su territorio”. Lo interesante es que ahí sigue el territorio; Debord no lo ha abandonado. Sin embargo, no dice que el mapa recubre exactamente “el” territorio sino “su” territorio, el territorio del espectáculo. Ese dato es importante, y volveremos a ello más adelante. De momento, quiero volver al planteamiento de Debord a precisar algunas cosas que no vimos en el primer vídeo. La idea es entender mejor su noción de espectáculo para que podamos distinguirla del simulacro de Baudrillard. Luego veremos La Internacional Situacionista, la propuesta de Debord y otros intelectuales para criticar y hacer frente con el espectáculo.
Bien, en una carta que escribió después de la publicación de su texto, Debord dice que el espectáculo tiene tres niveles o grados. El primero es el más llamativo o abrumador pero al mismo tiempo el más superficial, a saber, lo que llama apariencias tecnico-ideológicas. Se refiere a los medios masivos, la televisión, ahora el internet, la mercadotecnia, los smart phone, discursos políticos, y la inmensa proliferación de imágenes que nos rodean. Es muy parecido a lo que Adorno y Horkheimer llamaban la industria de la cultura. Sin embargo, en la tesis 4 dice: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediada por imágenes”. Como el mago que distrae la atención del público para que no vea el truco, el espectáculo nos distrae con el caleidoscópico brillo de tantas imágenes. Lo que no vemos es la función que la imagen tiene en articular las relaciones sociales.
Esto nos da paso al segundo grado del espectáculo, lo que Debord llama “la realidad general del espectáculo mismo” con lo cual se refiere al trasfondo económico en que circulan, el modo de producción que facilita. Ese modo es capitalista, y lo que sostiene es que la actividad social, nuestra forma de relacionarnos entre sí, está regulada y administrada de manera propicia para la operación de la economía capitalista, para la mayor generación de plusvalía posible. Ésta es la relación social que las imágenes median. Ahora, es importante entender que Debord no hace una sencilla equivalencia entre el capitalismo y el espectáculo. Sería fácil suponer eso porque las imágenes que nos rodean son en mayor parte publicitarias; tienen que ver con la venta de mercancías. Sin embargo, Debord no sostiene que si sólo pudiéramos derribar el capitalismo y sustituirlo con el comunismo, el espectáculo desaparecería y estaríamos felices.
Al contrario. En la tesis 63 habla de dos tipos de espectáculo, uno concentrado y el otro difuso. Este último caracteriza el capitalismo consumista de Occidente. Ese espectáculo lo llama difuso porque el concepto de bien que uno trata de realizar en su vida está diseminado o repartido a lo largo de las imágenes publicitarias, y uno mismo escoge el objeto, la mercancía, que le va a hacer feliz. Por el otro lado está el espectáculo concentrado, lo cual corresponde a lo que de forma coloquial llamaríamos el bloque comunista de países como Rusia y China, pero que Debord llama el capitalismo burocrático. Aquí, el espectáculo no es difuso sino concentrado, es decir, la visión del bien está centrada en el partido o en un líder, en lo que éste dice que sea, y es regulada y administrada por medio de la propaganda, la burocracia y la amenaza de violencia.
Tendemos a ver la diferencia entre el capitalismo y el “comunismo” en términos de la libertad. La Declaración de Independencia de los Estados Unidos habla de los derechos de los ciudadanos, mencionando los de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Sí, podemos escoger el plato que queramos del menú, por así decirlo, pero ¿quién elabora el menú? ¿Por qué estos platos y no otros? Los platos en oferta, los bienes que nos harán felices, son las brillosas chucherías que la actividad social en occidente está organizada para producir de la forma más eficiente y extensa posible. El espectáculo difuso se refiere precisamente a una actividad social que ha sido colonizada por las exigencias de la producción y consumo de mercancías, a un modo de vida moldeado a los requerimientos de capital.
Sin duda, hay diferencias entre los dos sistemas, entre el consumista y el burocrático, entre el espectáculo difuso y el concentrado. Pero los dos cuentan con una maquinaria de producción, la cual produce un conjunto o masa de productos que se reparten entre los ciudadanos. En cada uno, el criterio de repartición es claramente distinto, pero lo que tienen en común y la razón por la que los dos pueden llamarse sociedades espectaculares, es que la vida de esos miembros, su actividad vital, está enajenada de ese producto. ¿Te acuerdas de esa idea de Feuerbach que vimos en el primer vídeo? Los creyentes hacen culto a un Dios más allá, pero al hacerlo no están adorando más que a sus propios poderes y capacidades, poderes que han proyectado a un cielo imaginario y que cobran la apariencia de un dios todo poderoso opuesto ellos. Dios es el resultado de la propia actividad de los seres humanos, de su imaginación, sin embargo no se dan cuenta de ello. En la tesis 20 Debord dice “El espectáculo es la reconstrucción material de la ilusión religiosa. La técnica espectacular no ha disipado las nubes religiosas donde los hombres situaron sus propios poderes separados: sólo los ha religado a una base terrena”.
Todo esto para decir que la actividad social está enajenada de sus frutos. En la religión, esos frutos se entienden como provenientes de un Dios; en el marco económico, se entienden como provenientes de los dueños de capital o de los líderes del partido. En los dos casos, la vida que ha sido enajenada se ofrece de vuelta pero de forma fragmentaria, cada mercancía ofreciendo supuestamente el cumplimiento o la satisfacción, una satisfacción negada en primer lugar por la propia enajenación. En la tesis 25 Debord dice que “la separación es el alfa y el omega del espectáculo”. No sólo la separación de la actividad humana de sus frutos, sino también la separación de los miembros de la sociedad los unos de los otros. Como dice en la tesis 29: “El espectáculo no es más que el lenguaje común de esta separación. Lo que liga a los espectadores [entre sí] no es sino un vínculo [unidireccional] con el mismo centro que sostiene su separación”. Es precisamente esto lo que vi en la foto que me tomaron en el palacio municipal en esa cola donde cada quien tenía su cara hechizada por la pantalla de su cel.
¿Qué es lo que cada quien está viendo? En la primera tesis del texto Debord dice: “Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación”. Antiguamente, el bien humano, una vida humana plena, tenía que ver con la actividad directa y orgánica, y esto constituía lo que uno era, el ser. Pero con mayor dominación de la vida social por la economía, el ser pasó al tener, como vimos en el primer vídeo. Pero a estas alturas ya hemos pasado del tener al aparecer. Todo tener, como dice Debord, tiene que extraer su prestigio y fin de la apariencia, de lo que Jean Baudrillard llamaba su valor simbólico. El bien, entonces, no es algo que disfrutamos directamente, sino que nos es representado, de hecho, dice Debord que se aparta en una representación. Está lejos de nosotros, en el futuro, algo que siempre tiene que ser alcanzado. Como sabemos, una vez alcanzado ese bien, una vez poseído, no estamos satisfechos y queremos más. Eso se debe a que su valor no es intrínseco sino una función de la apariencia, de la multitud de otras imágenes, de otras representaciones, que de forma comparativa sólo hacen manifiesta su deficiencia. Y así seguimos en el consumo. El espectáculo impide que el bien humano sea consumado en el presente sino que sea algo indefinidamente diferido ya que, en el fondo, la actividad social obedece los requerimientos del sistema económico, un sistema que exige la compra constante.
Toda esta dinámica nos parece natural. Aun cuando nos estrese y nos fatigue, una sociedad no consumista nos parecería extraña. Parece natural que la buena vida se vive en función de la compra y consumo de cosas. Si no fuera así, ¿qué haríamos? Pues esta situación no ha de extrañar ya que es la función de la ideología hacer que alguna práctica social parezca natural. En la tesis 5 dice: “El espectáculo no puede entenderse como el abuso de un mundo visual, el producto de las técnicas de difusión masiva de imágenes. Es más bien una [cosmovisión] que ha llegado a ser efectiva, a traducirse materialmente”. De la mano con Baudrillard, la ideología para Debord no es un simple engaño mediático que habría que desmentir. Más bien es toda una cosmovisión que se ha materializado.
El marxista italiano Antonio Gramsci fue el primero en teorizar cómo el capitalismo mantiene un control tan extenso y hegemónico sobre la sociedad. No lo hace con violencia política y económica, al menos no principalmente, sino por medio de la ideología, es decir, a través de medios culturas en los que propaga sus normas y valores. Estos valores se convierten en el sentido común de todos, de modo que la clase obrera llega a identificar su propio bien con el de la burguesía.
Debord acepta este planteamiento de Gramsci, pero va incluso más lejos. La cosmovisión que propaga la clase dominante no es simplemente del orden de las ideas o los valores, sino también material. Hace poco vimos que dice que la espectáculo es la reconstrucción material de la ilusión religiosa. En buena parte, la ideología capitalista produce la cosmovisión de las masas al determinar lo que ven en el mundo. La ideología no simplemente es un código interpretativo que se guarda en la mente, sino que está materializado en nuestro entorno, en cómo el mundo está físicamente construido. De hecho, la última sección del texto se llama “La ideología materializada”. Aquí en México y en mucho del mundo hispano cada pueblo, con tal de que suficiente viejo, tiene su zócalo o plaza central rodeado de una iglesia, el palacio municipal y otro edificios cívicos. Hoy en día, la vida social no gira en torno a la plaza central sino a la plaza comercial. La arquitectura de nuestras ciudades, su infraestructura, está diseñado para facilitar la dinámica del consumo, desde la construcción de calles, la zonificación, hasta la privatización de espacios públicos mediante la publicidad y el patrocinio de eventos culturales y deportivos. Dado que entendemos la ideología como algo que está sólo en la cabeza, vemos el mundo externo, sea un bosque o una plaza comercial, como natural. En realidad, para Debord, la configuración material del especio social refleja los intereses ideológicos de los que lo han construido. Ése es el poder precisamente de la ideología.
En un artículo, Debord escribió: “[La sociedad del espectáculo] tiende a atomizar a las personas, reduciéndolas a consumidores aislados que no comunican entre sí. La vida cotidiana es, por tanto, la vida privada, la esfera de la separación y el espectáculo”. Había dicho que la vida social ya no gira en torno a la plaza cívica sino la plaza comercial. Pues ya ni siquiera eso. Cada vez menos gente van a las plazas porque no hace falta, pueden quedarse en casa comprando en línea. Ahora la infraestructura es digital. En ese espacio no hay plazas públicas, por lo que no hay demostraciones, ningún tipo de acción colectiva. La frase “redes sociales” es quizá el mayor oxímoron de nuestra época porque, como muchos han comentado, lejos de facilitar lazos sociales, aísla a la gente, fragmenta el cuerpo social y dirige a todos, en calidad de individuo, a resolver los problemas a través del consumo. En vez de organizar con otros para protestar las acciones de grandes corporaciones de petróleo, el espectáculo nos dirige a comprar focos LED en línea para la casa para reducir el consumo de energía. Corregimos el exceso del consumo con más consumo.
Su concepción de la materialización de la ideología deja a un lado una comprensión de ésta como simple engaño. El espectáculo no es la matrix, no es un mundo irreal que nos engañe, que nos lleve a pensar que es real. Es decir, la sociedad en que vivimos no es ilusoria, no oculta una sociedad real detrás. La estructura de nuestra sociedad no es una distorsión de la realidad sino que es la arquitectura de la realidad misma.
Si esto es así, ¿no sería la posición de Debord igual a la de Baudrillard? Baudrillard dijo que no hay territorio, no hay realidad, sino puro mapa, pura representación y simulacro. Como vimos, Debord dice: “El espectáculo es el mapa de este nuevo mundo, mapa que recubre exactamente su territorio”. En su momento, dije que esa palabra “su” es muy importante, y ahora podemos ver por qué. La gente vive en una sociedad que les ha sido impuesta, mas no creada por ellos; el territorio que habitamos es el que conviene a los intereses de los dueños de capital. Entonces, el problema no es que nuestra realidad sea irreal o hiperreal, tal como plantea Baudrillard, sino que no emane como producto de nuestra actividad. Sin duda, cada uno de nosotros es activo, hacemos muchas cosas en la sociedad, sin embargo, como Feuerbach, Marx y Debord nos han enseñado, el sujeto humano es subordinado a los resultados de su propia actividad; ésta le es enajenada. En este sentido, entonces, en vez de llamar la realidad social ilusoria, es mejor decir que es falsa – falsa porque no es más que una representación de una existencia genuina, una autónoma y auto-determinada.
Bueno, si te acuerdas, dije que en una carta Debord comentó que el espectáculo tiene tres grados o niveles. El primero es la abrumadora presentación de los medios masivos y las imágenes. El segundo es todo esto que llevamos un buen rato tratando, la expresión de los requerimientos del sistema económico, la subordinación de la vida a los dictados del capital. Ahora estamos listos para tratar el tercer y más importante grado, el que Debord llama la realidad histórica. Hemos hablado de la separación o enajenación de los individuos entre sí, y de los resultados de su actividad, pero la enajenación más profunda es ser separado de la historia, del tiempo histórico. Para Debord, el ser humano es un ser esencialmente histórico. Moldea a sí mismo y a su mundo en un proceso temporal. Sin embargo, en la sociedad espectacular, ese proceso de auto-determinación ha sufrido un paro histórico, por así decirlo, una enajenación de las condiciones temporales de su ser. En el espectáculo, la actividad ha dejado de ser una praxis a ser un mero techné, un proceso mecánico que sigue los patrones y modelos que marca el espectáculo. Somos en efecto espectadores de la historia en vez de actores que inciden en ella, pasivamente contemplando la vida en vez de formar y transformarla.
Es este tercer grado lo que realmente distingue al espectáculo de Debord del simulacro de Baudrillard. Este último maneja el concepto de realidad precisamente como la metáfora de territorio, como un mundo físico que ya se ha perdido en el remolino de simulacros. Para Debord, el territorio no se refiere al mundo empírico sino a la vida social y al tiempo histórico que posibilita la auto-determinación de sus miembros. El espectáculo ha construido el territorio en que vivimos, una realidad que no pide más que una pasiva contemplación de lo que se presenta, una exaltación del presente en el que, como dice en la tesis 12, “lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece”. Es como si la historia en efecto se detuviera o, como famosamente dijo Francis Fukuyama, hubiera llegado a su fin. Para Debord, el fin de la historia es la ideología del espectáculo, del orden neoliberal que hechiza la autonomía del hombre haciéndole creer que no hay nada que hacer. Para Debord, la historia sigue fluyendo y en ella se ubica el espectáculo. ¿Es posible recuperar el sentido del tiempo histórico?
Debord era miembro, quizá el más importante, de un grupo de artistas y intelectuales que se llamaba la Internacional Situacionista. Básicamente, se dedicaban a una transformación revolucionaria de la sociedad – aunque no por el camino marxista. El marxismo plantea que las contradicciones del capitalismo, las crisis económicas que periódicamente suscita, socavarán el sistema, permitiendo que la clase revolucionaria, el proletariado, tome control. Debord y sus compañeros ya no creían en eso, por lo que abordaban la revolución no en términos sistémicos y estructurales, sino en términos de lo que llamaban situaciones. Estaban de acuerdo con Gramsci, que si la hegemonía del sistema es cultural hay que hacer frente con las ideas, pero no sólo con las ideas, con lo que está en la cabeza, sino también con la experiencia vivida, con acontecimientos o situaciones de vida. Dentro de la sociedad contemporánea, las situaciones de la vida cotidiana son insípidos componentes racionalizados del orden espectacular. Lo que el situacionismo plantea es intervenir en la vida creando situaciones que rompan con ese molde. Se crean con arte visual, performance y otras formas de conducta inesperadas y poco comunes que actúan para romper el hielo en el río del tiempo, por así decirlo, haciendo que fluya y haciendo que los espectadores vean, experimenten, e interpreten la vida y el mundo de novedosas maneras. Dado que se trata de poner de manifiesto y suscitar en la gente una conciencia de su propio poder creativo, una conciencia de que el mundo social que viven no les es dado como si fuera natural, sino producto enajenado de su propia actividad, los situacionistas resaltan el arte, el poder creativo del arte.
Una de las estrategias de esta intervención artística es algo que llamaban en francés détournement, es decir, volver expresiones del sistema capitalista, como las imágenes publicitarias, contra sí mismo. Esto de hecho inspiró un movimiento de los años 80 y 90 que se llama “culture jamming”, lo cual pretende subvertir y criticar la cultura mediática y sus instituciones culturales y corporativas. De hecho, solía enseñarlo en mi clase de estética. Por ejemplo, aquí vemos una foto del famoso golfista Tiger Woods que ha ganado mucho dinero siendo vocero de la compañía Nike. Lo que le gusta no es tanto el producto de Nike sino el dinero que le pagan, lo cual pone de manifiesto que su opinión no es genuina sino comprada. En esta imagen vemos una bandera de EU que en vez de las estrellas que representan los estados tiene logotipos corporativos. Y ésta imagen, un código de barras con unas manos agarrando las barras desde adentro, comunicando claramente que el consumismo nos enjaula. Hay una revista que se llama Adbusters que se dedica a documentar culture jamming de este tipo. El problema es que, en mayor parte, lo que muestra no brota de forma espontánea y orgánica en un contexto social sino que está hecho por gente que lo mandan a la revista para que lo muestre. Está hecho como arte, como un producto cultural, y no como elemento de un proyecto revolucionario real.
Lo que el situacionismo pretende es una unificación de vida y arte, pero en este caso el arte queda encerrado en un entorno artificial, una revista. La verdad, Debord y sus compañeros lo tienen difícil porque ésta no es la primera vez que pasa esto. El arte avant-guarde, como el dadismo, se hacía como protesta a la sociedad de su momento, y pretendía provocar acción política. Sin embargo, el capitalismo ha sido muy hábil para asimilar sus opositores. El arte dadista se encuentra ahora en museos, domesticado, disponible para ser consumido como elemento en nuestro conocimiento de la historia del arte.
La Internacional Situacionista influyó en los eventos de 68 pero quizá por el fracaso de las protestas las fortunas de la organización empezaron a disminuir. En 1972 se disolvió y Debord pasó a otros proyectos en el cine y la literatura, y murió en 1994. Murió viendo la creciente integración y consolidación del espectáculo. Ha de haber muerto con una mirada muy pesimista al mundo que le rodeaba, y eso que no le tocó ver los alcances que el espectáculo ha logrado con la digitalización del mundo y el desarrollo del internet.
¿Qué se puede hacer? Pues en una de las últimas tesis de su texto, la 220, dice que una crítica que pretende ir más allá del espectáculo debe saber esperar. En su Tesis sobre Feuerbach, Marx dijo, en la famosa undécima tesis: “Los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo de diversos modos. Sin embargo, de lo que se trata es de transformarlo”. Marx tenía trece años cuando murió Hegel. Creció y se formó en una cultura intelectual empapada de las ideas de Hegel. Hubo hegelianos de izquierda, hegelianos de derecha, quizá hegelianos de en medio, no sé. El punto es que hubo mucha discusión y debate, mucha filosofía, lo cual para Marx llegó a ser debilitante, casi un lastre; mucho debate y poca acción. Por eso escribió que ya hay que dejar de sólo interpretar el mundo y pasar a transformarlo. En cambio, hoy en día tenemos, quizá, muy poca filosofía. Hay mucho espectáculo, mucha información y entretenimiento, eso sí, pero poco debate serio y comprometido sobre las múltiples crisis que enfrenta ahora toda la humanidad. ¿Habría que ser paciente y esperar a un nuevo Hegel o una nueva situación, como la de 68? No sé. Por lo mientras, una cosa que me inspira es un poema escrito por Wendell Berry. En inglés se llama “Manifesto: The Mad Farmer Liberation Front”. En español sería “Manifiesto: Frente de Liberación del Granjero Loco”. Lo he traducido. Dice:

Amar la ganancia fácil, el aumento anual de tu salario,
Vacaciones pagadas. Querer más
de todo lo que sea pre-fabricado. Temer
conocer a tus vecinos y morir.
Así tendrás una ventana en tu cabeza.
Ni siquiera tu futuro será ya un misterio.
Tu mente será perforada en una tarjeta
y guardada en un pequeño cajón.
Cuando quieren que compres algo
te llamarán. Cuando quieren que
te mueras por la ganancia, te dejarán saber.
Entonces, amigos, todos los días hagan algo
que no tiene sentido. Qué amen al Señor.
Qué amen al mundo. Qué trabajen gratis.
Qué tomen todo lo que tengan y que sean pobres.
Qué amen a alguien que no lo merece.
Qué denuncien al gobierno y qué
abracen la bandera. Qué esperen vivir
en esa república libre que representa.
Qué aprueben todo lo que no pueden
entender. Qué elogien la ignorancia,
ya que lo que el hombre no ha encontrado, no ha destruido.
Qué hagan las preguntas que no tienen respuestas.
Qué inviertan en el milenio. Qué siembren sequoias.
Qué digan que su cultivo principal es el bosque
que no han sembrado,
y que no vivirán para cosechar.
Qué digan que las hojas se cosechan
cuando se hayan podrido en moho.
Qué llamen eso ganancia.
Qué pongan su fe en las dos pulgadas de humus
que se acumularán debajo de los árboles
cada mil años.
Qué esperen el fin del mundo, y qué se rían.
La risa es inconmensurable. Qué sean alegres
aun cuando hayan considerado todos los hechos.
En cuanto los generales y los políticos
puedan predecir los movimientos de su mente,
piérdanla. Déjenla cómo una señal
para indicar el sendero falso, el camino
que no tomaron. Qué sean cómo el zorro
quien hace más huellas de lo necesario,
algunas en la dirección equivocada.
Qué practiquen la resurrección.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

15 Comments

  1. Patricia · 10/07/2023 Responder

    Grande maestro 👌. Ahora si me queda mucho más clara la diferencia entre Debord y Baudillard.
    Mientras que el pensamiento de Baudillar me resulta de pesimismo devastador donde la realidad ha sido totalmente anulada por el simulacro y “no hay nada que hacer” (lo cual por mucho que se disfrace de presunta critica en el fondo a mi me parece una visión muy conservadora en plan “es lo que hay” ) Debord no duda de que so hay una realidad por muy oculta que este bajo la apariencia, y eso deja cabida a la esperanza (sin dicha esperanza no tendrían sentido las acciones de protesta de la internacional situacionista) que pir cierto me han parecido muy buenos los ejemplos, que se sirven de la iconografia de la sociedad del espectáculo para desmantelada poniéndola en evidencia).
    No son lo mismo Baudillard que Debord igual que no es lo mismo una “ilusión” que un engaño deliberado como muy bien ejemplificas con la referencia a las armas de destrucción masiva..
    No es lo mismo la desesperanza (tipo Baudillard al menos mi lectura) que el pesimismo de Debord, que al menos deja pie a la rebelion y a la protesta, si no hubiera esperanza, y diera igual 8 que 80 y diera lo mismo la mentira que la verdad o el ser conservador que progresista y no hubiera diferencia entre lo bello y lo feo, lo malo y lo bueno y todo se redujera a pasar por la vida en un estulto nihilismo consumista, si eso fuera así, no tendrían sentido los videos de la fonda (por poner un ejemplo) y sin embargo lo tienen para los que estamos aquí. Gracias por todo Darin

    • Darin · 10/07/2023 Responder

      Prestas mucha atención a los vídeos Patricia, qué bueno que quedó clara la diferencia entre los dos. Un abrazo!

    • Mario Balzarini · 10/07/2023 Responder

      ¡Buenos días! En primer lugar agradecerte a vos Patricia por la claridad, la profundidad y la fuerza de tu comentario (¿ha sido el resultado de un insight personal?) / Pienso que, si nuestro Darin tiene una soberbia capacidad de ANÁLISIS, vos tenés una soberbia capacidad de SÍNTESIS que, en este caso, me ha ayudado mucho para el máximo aprovechamiento del video / Es más, ahora mismo se me ocurre pedirte a vos, Darin (con todo el respeto y el cariño que te tengo), que consideres la posibilidad de agregar al final de cada guión escrito los dos o tres conceptos más relevantes o highlights (¿se dice así en inglés?) de ese video. Abrazo!

      NOTA INTERESANTE: Linkedin ha ajustado la calibración de los algoritmos que regulan la aparición de los posts que publica en su feed / Linkedin explica que de ahora en adelante va a desalentar aquellos posts que se centren en el exhibicionismo personal de sus miembros y/o en la búsqueda irracional de “likes” (consecuencias, creo yo, de la “sociedad del espectáculo” que venimos analizando en la Fonda) / Y explica que premiará aquellos posts que compartan el conocimiento experiencial y los insights de sus miembros / ¡Bravo por Linkedin!

  2. Daniel Flichtentrei · 10/07/2023 Responder

    Magnífico Darin, extraordinario. Ahora esperamos tu mirada sobre Mark Fisher. Gracias por tus iluminaciones.

    • Darin · 10/07/2023 Responder

      Gracias a ti Daniel 🙂

    • Hector · 10/07/2023 Responder

      No se a mi todo este tema me ha hecho sentir un especie de iencia ficción de horror muy real. Perdón por mi burda interpretación pero no quiero adornarlo. Me suena a que hay un determinismo en el universo y en los seres humanos se manifiesta en conducta y pensamiento. Como si nuestra inteligencia fuera nuestra arma en contra. Y aquellos que pueden pensar aparte son somos serán anomalías del sistema desti años a fracasar. Pero no solo viene un robot del futuro a matarte. Toda tu pensamiento se reduce a cuentos que pocos entienden a frases célebres que hacen mirar al mono al cielo estrellado a veces y soltar la luz. Y la esperanza al final del libro estaba programada ahí como parte del plan divino. Y para ponerle una cereza el plan si es develado y es similar al de todas las especies orgánicas…. no había secreto. La macroacumulacion de recursos y la extinción.
      Uff Maestro……. y luego esta la internacional Situacionista. La última a nave de esperanza que perdió…
      Me siento to triste

  3. Silvina · 10/07/2023 Responder

    Excelente reseña y muy necesario rehabilitar la difusión de este pensador y su diagnóstico preciso y diferencial de las afecciones hipnóticas que aquejan a nuestra contemporaneidad. Un correctivo esencial para mantenerse despierto e inmune en el miasma mediático que nos circunda. Definitivamente, considero que el planteo directo de la pregunta latente en todos los que nos interesamos en este tema, a saber: -¿No hay alternativa? a la luz de Realismo Capitalista de M. Fisher sería un complemento ideal al hilo que has abierto con esta serie. Inmensa gratitud por tu estimulante y enriquecedor aporte, Darin; añades valor al mundo!!

  4. Alminar · 12/07/2023 Responder

    Ya he expresado mi opinión sobre Baudrillard, quien formó parte de la “cruzada cultural” contra el marxismo financiada por la CIA. No tenía noticia de que Debord lo hubiera calado tan bien. Sabía que Vattimo no lo soportaba. ¡Qué triste debe ser para Gianni (una buena persona) volver a ver su país natal apestado por la ultraderecha, lo mismo que cuando él nació!
    Me agrada tu orientación a la hora de enfocar el marxismo. Hoy en día tenemos tan poca filosofía como consecuencia de la política neocon. Dado que el marxismo siempre formará parte del idealismo y éste de la historia de la filosofía, los neocons encontraron la manera de erradicar el marxismo: liquidar de los planes de enseñanza la filosofía e, incluso, los estudios de humanidades.
    Enhorabuena por ir contracorriente.

  5. Mario Balzarini · 21/07/2023 Responder

    Hola Darin. Te cuento que estoy leyendo un ensayo de Deleuze sobre “En busca del tiempo perdido”, la novela de Marcel Proust que probablemente sea la más importante de la literatura universal / Creo que me equivoqué con Deleuze al desvalorizar su obra / Su análisis de Proust de definitivamente genial / Te mando un abrazo!

  6. Julio Sahagún Sánchez · 24/07/2023 Responder

    Tú no lo sabes, pero has sido mi maestro por unos 8 años. Entré a los 31 años a estudiar la Licenciatura en Artes Plásticas en 2015 en la Universidad de Guanajuato y al comenzar la materia de estética en primer semestre e investigar para mis tareas me topé con La Fonda Filosófica y desde entonces he seguido tus vídeos con mucho interés. De verdad, ¡muchas gracias!
    Y bueno, desde hace un par de días vivo en La Pitaya, entonces en una de esas tengo la suerte de encontrarte por ahí para ir de fanboy para saludarte y agradecerte en persona.
    Qué maravillosa esta serie de 3 vídeos, bien potente. La volveré a ver.

    • Darin · 24/07/2023 Responder

      Hola Julio, mucho gusto. Qué bueno saber que te haya acompañado tantos años. Ahora tan cerca de mí! Pues un día de estos tendremos que tomar un café.

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