El Tractatus de Wittgenstein, pt. 9/9

Hoy terminamos nuestra lectura del Tractatus, tratando de dar cuenta de cómo las proposiciones sin sentido que lo componen pueden comunicar algo de gran importancia para Wittgenstein.

Donativos con tarjeta de crédito: https://ko-fi.com/lafondafilosofica
Donativos depósito bancario: Banorte; CLABE 072840008940049751; Darin Michael McNabb

Guión

A tres proposiciones del final del texto, en la 6.53, Wittgenstein dice: “El método correcto de la filosofía sería propiamente éste: no decir nada más que lo que se puede decir, o sea, proposiciones de la ciencia natural —o sea, algo que nada tiene que ver con la filosofía—, y entonces, cuantas veces alguien quisiera decir algo metafísico, demostrarle que en sus proposiciones no había dado significado a ciertos signos. Este método le resultaría insatisfactorio —no tendría el sentimiento de que le enseñábamos filosofía—, pero sería el único estrictamente correcto”. Está claro que en el Tractatus Wittgenstein no ha seguido este método; entre todas las proposiciones que lo componen no se encuentra ni una que sea de la ciencia natural – más bien son todas filosóficas, es decir, metafísicas. Entonces, ¿por qué no procedió de la forma correcta? Bueno, lo que dice es que propiamente y estrictamente ese método sería el único correcto, pero la verdad si fuera el único correcto, esos adjetivos sobrarían – lo correcto es lo correcto, pues. Se me hace, entonces, que no es el único correcto. Además, está su comentario al final de la cita, donde dice que usar este método con alguien, es decir, sólo señalarle las partes de su texto que carecen de sentido, le resultaría insatisfactorio ya que no tendría la sensación de que le enseñáramos filosofía. Me resulta interesante esa palabra “insatisfactorio” pues la satisfacción es un sentimiento y me lleva a pensar en las primeras palabras del libro, en el prólogo donde dice que el objetivo del libro “quedaría alcanzado si procurara deleite a quien, leyéndolo, lo comprendiera”. Deleite y satisfacción – éstas son palabras que tienen que ver con la estética. Recuerda que la lógica tiene que ver con el pensar, le ética con el actuar, y la estética con sentir placer y dolor, satisfacción e insatisfacción. Es por eso que no utiliza el método estrictamente correcto porque sólo produciría insatisfacción. Wittgenstein quiere que su libro plazca, y por tanto sigue otro camino.
El problema es que el camino que ha tomado en el Tractatus es bastante extraño, contra-intuitivo, de hecho, paradójico. En la penúltima proposición dice claramente que las proposiciones de su texto, todas, son unsinnig, como dice en el alemán. El libro entero es un sinsentido ya que lo único que puede decir con sentido son las proposiciones de la ciencia natural y son proposiciones puramente metafísicas las que componen el Tractatus, proposiciones que no corresponden a ningún estado de cosas en el mundo. No expresan hechos sino puras galimatías.
¿Cómo hemos de interpretar esta extraña situación? Una posibilidad sería tomar el consejo de David Hume. Al final de su libro Investigación sobre el entendimiento humano dice: “Si procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos principios, ¡qué estragos no haríamos! Si cogemos cualquier volumen de Teología o metafísica escolástica, por ejemplo, preguntemos: ¿Contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número. No. ¿Contiene algún razonamiento experimental acerca de cuestiones de hecho o existencia No. Tírese entonces a las llamas, pues no puede contener más que sofistería e ilusión.” Los principios a los que hace referencia son los que ha desarrollado a lo largo del libro, a saber, que todo conocimiento es a priori o a posteriori, verdadero analíticamente como vemos en la proposición “Todo soltero no es casado”, o verdadero sintéticamente como “Juan es soltero”, cosa que se averigua investigando empíricamente. Si un libro no contiene ningún razonamiento de este tipo, hay que tirarlo a las llamas. Siguiendo los principios de Hume, tendríamos que echar el Tractatus a la hoguera.
Unos tres siglos después, hubo otro filósofo con una posición muy parecida a la de Hume. Me refiero a Rudolf Carnap, miembro del Círculo de Viena y defensor del positivismo. A diferencia de Hume, Carnap conocía a Wittgenstein y fue profundamente influido por el Tractatus, así que sería bueno saber su opinión. Aquí es lo que dice al respecto: “Tanto mis amigos del Círculo de Viena como yo en lo personal debemos mucho a Wittgenstein, [sin embargo] lo que dice [en el Tractatus] resulta inconsistente; nos dice que no es posible hacer proposiciones filosóficas y que de lo que no se puede hablar se debe guardar silencio. A continuación, en lugar de guardar silencio, escribe todo un libro de filosofía. En segundo término, no puedo estar de acuerdo con su aseveración de que todas sus proposiciones son sin sentido, tal y como son las proposiciones de la metafísica. En mi opinión, muchas de sus proposiciones (por desgracia, no todas ellas) tienen, de hecho, sentido”.
No sabemos a ciencia cierta que habría dicho Hume sobre el Tractatus, pero lo que Carnap ha dicho es simplemente ignorante. Para que veas por qué, tienes que entender qué es para Carnap el método estrictamente correcto de hacer filosofía. En su escrito “La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje” nos dice que es, exactamente, el análisis lógico. Tiene un fin negativo, y uno positivo. Negativamente sirve para eliminar palabras y proposiciones sin sentido, y positivamente “para el esclarecimiento de los conceptos significativos y de las auténticas proposiciones, y para la fundamentación lógica de la ciencia fáctica y de la matemática”. ¿Cuales son las auténticas proposiciones, las con sentido? De la mano con Hume, dice que hay dos clases. Primero están las proposiciones analíticas que son verdaderas o falsas en virtud únicamente de su forma, como las tautologías y las contradicciones. Dice Carnap que “Las fórmulas de la lógica y de la matemática pertenecen a esta clase . . . y no dicen nada acerca de la realidad”. La segunda clase son las proposiciones empíricas o sintéticas y pertenecen al dominio de la ciencia empírica. Y luego dice: “Cualquier proposición que se deseara construir y que no encajara en ninguna de estas clases devendría automáticamente en sinsentido”.
Sin duda, Carnap y sus colegas empleaban el análisis lógico para criticar a autores como Heidegger. Clasificaban su lenguaje como pura metafísica, pura galimatías sin sentido. Sin embargo, la gran mayor parte de las publicaciones de Carnap no son críticas de este tipo sino obras propiamente filosóficas que versan sobre lo que él llama “la fundamentación lógica de la ciencia fáctica”. Eso suena bonito, pero la verdad la mayor parte de lo que dice en su obra es puro sin sentido – ¡de acuerdo con su propio criterio! Toma por ejemplo su libro Filosofía y sintaxis lógica. ¿En el se encuentran proposiciones puramente analíticas como las tautologías y contradicciones? No. ¿Se encuentran proposiciones empíricas que una ciencia podría verificar? Tampoco. Dado que éstas son las únicas proposiciones con sentido, entonces no queda más, como decía David Hume, que tirar sus obras a las llamas. Y tenemos que hacer lo mismo también con la obra de Hume. Su obra no contiene proposiciones ni analítica ni empíricamente verdaderas, por lo que, según su propio criterio, no puede contener más que sofistería e ilusión.
En la primera cita de Carnap que vimos, decía que Wittgenstein era inconsistente. A lo mejor sí, pero Carnap y Hume también. Me extraña que gente tan obviamente inteligente como Hume y Carnap no se dieran cuenta de que sus propios criterios de racionalidad y sentido representaban un peligro mortal para su propio discurso. Al menos Wittgenstein reconoce y declara que sus proposiciones no tienen sentido. Lo que quiero sostener es que su inconsistencia no se debe a un error o descuido sino que es parte íntegra de su intento de comunicar cosas realmente importantes, las cosas éticas que, como vimos la vez pasada en su carta a su editor, constituyen la segunda parte de su obra, todo lo que no ha escrito.
Dada la importancia que Wittgenstein ha puesto en la distinción entre decir y mostrar, me resulta sumamente inverosímil que, ante la paradoja de decir lo que no puede decirse, el texto entero no se interprete en términos de esta distinción, es decir, en vez de decir galimatías está mostrando algo de gran importancia. La pregunta es qué es lo que muestra y cómo lo hace a través de su texto.
Volvamos al texto. La penúltima proposición, la 6.54, dice: “Mis proposiciones son elucidaciones de este modo: quien me entiende las reconoce al final como sinsentidos, cuando mediante ellas —a hom­bros de ellas— ha logrado auparse por encima de ellas. (Tiene, por así decirlo, que tirar la escalera una vez que se ha encaramado en ella.) Tiene que superar esas proposiciones; enton­ces verá el mundo correctamente”.
La palabra “elucidación” es importante. La palabra en alemán es el verbo “erläutern” lo cual significa explicar o elucidar. El primer traductor del Tractatus, C. K. Ogden, había traducido “erläutern” como “se explican”, o sea, “Mis proposiciones se explican de este modo . . .”. En una carta, Wittgenstein le dijo No, el verbo no es intransitivo sino transitivo. Es decir, lo que queda elucidado no son las proposiciones mismas, es decir, las proposiciones del Tractatus, sino otra cosa. En el Tractatus, esa otra cosa no queda identificada, pero en su carta a Ogden, tratando de resolver el problema, dice: “Podrías decir lo siguiente – ‘Mis proposiciones elucidan cuestiones filosóficas de este modo . . .’ El punto importante es que las proposiciones del Tractatus no elucidan a sí mismas sino a otra cosa. Si las proposiciones tuvieran sentido, figurarían hechos en el mundo, pero no tienen sentido, entonces podríamos pensar que no comunican nada, pero aquí en su carta a Ogden deja claro que sí tratan algo, alguna cuestión filosófica. Y gracias a la carta a su editor, Ludwig von Ficker, la cual vimos la vez pasada, sabemos cual es esa cuestión que trata – la ética. Nuestra pregunta ahora es cómo pueden las proposiciones del Tractatus, proposiciones sin sentido, cómo pueden clarificar o elucidar algo sobre la ética. ¿Cuál es su modo de comunicación?
Ese modo Wittgenstein lo llama ‘elucidación’ y para entender qué significa podemos contrastarlo con el modo de comunicación de las proposiciones normales de la ciencia natural, las proposiciones que sí tienen sentido. Esas proposiciones no son elucidaciones sino figuraciones. Una proposición logra decir algo sobre el mundo, sobre algún estado de cosas en él, al figurarlo. Lo que permite esta figuración es la forma que la proposición comparte con el estado de cosas en el mundo. Lo que permite que un retrato de una persona figure esa persona es una forma que comparten en común, una forma espacial o geométrica. En el caso de la proposición y el estado de cosas, la forma es lógica. El punto importante es que esa forma, sea espacial o lógica, no se dice, no se representa, dentro de la proposición o el retrato, sino que se muestra, se hace manifiesto.
Si eso es la figuración, ¿qué es la elucidación? Wittgenstein tomó el concepto de Frege, quien lo explica al contrastarlo con la definición. Frege dice que hay que distinguir las definiciones de las elucidaciones. Algo que es complejo, es decir, compuesto de cosas más simples, puede ser definido. Tomemos como ejemplo la palabra “hombre”. Su definición, al menos su definición tradicional, es “animal racional”. A lo mejor los términos “animal” y “racional” sean definibles en términos de cosas a su vez lógicamente más simples, pero tarde o temprano uno llega a un término que no puede reducirse a algo más simple, y que no puede por tanto definirse. Lo único que queda es tratar de dar a entender lo que uno quiere decir dando pistas, esperando que otros así lo capten. Dar pistas es lo que Frege quiere decir con el término elucidación. Es la misma dinámica que encontramos en la paradoja del diccionario. Buscas la definición de un término en el diccionario. La definición está compuesta de más términos. A lo mejor entiendas el significado de todos ellos. Si no, tienes que buscar la definición del término que no entiendes, y ahí vas a encontrar más términos. Tarde o temprano, la definición conceptual, por así llamarlo, ya no sirve y hace falta otra forma de comunicar el significado de algo. Esa otra forma se llama la definición ostensiva. ‘Ostensiva’ viene del latín ostensivus cuya raíz es ostendere, lo cual significa “mostrar”. Las más de las veces, cuando definimos algo ostensivamente, lo mostramos con el dedo. “Eso es rojo” o “Él es Juan”. Para las cosas sencillas de la vida cotidiana, eso funciona perfectamente bien, pero para cosas más abstractas no queda más que mostrar o elucidar su significado usando proposiciones.
Ahora, volviendo al Tractatus, Wittgenstein nos dice en la penúltima proposición que sus proposiciones, todas las proposiciones del Tractatus, son elucidaciones. Pero ¿elucidaciones de qué? ¿Qué está tratando de dar a entender? A lo mejor el concepto de “mundo”. Así se inicia el libro: “El mundo es todo lo que es el caso”. Todas las demás proposiciones son de alguna manera un comentario o elucidación sobre esa primera. Ahora, imagínate que, en vez de esa primera proposición, hubiera empezado su texto con las últimas dos proposiciones, la 6.54 y la 7, las que dicen que todas las proposiciones de este libro son sinsentidos que no pueden decirse, y de lo que no se puede hablar hay que callar. Didáctica y retóricamente, eso habría sido desastroso ya que el lector no habría tenido motivo alguno para seguir leyendo. En definitiva, Wittgenstein quiere comunicar algo pero no lo va a comunicar señalándolo con el dedo, sino con el lenguaje, con proposiciones, por lo que necesita que uno lea.
Bueno, partimos en la lectura de la idea del mundo como la totalidad de los hechos y aprendimos que el lenguaje puede representar ese mundo al figurar los hechos en proposiciones. Vamos a suponer que eso es lo que hacen las proposiciones que leemos en el Tractatus, que están figurando. Pero no es así. Si te acuerdas de lo que dijo sobre el método estrictamente correcto de hacer filosofía, dijo que consistiría en demostrarle a uno que no había dado significado alguno a ciertos signos de sus proposiciones. Eso es lo que hace Wittgenstein al final del texto. Toda la discusión de mundo, hechos, proposiciones, lógica, etc, no han figurado ningún hecho en el mundo, por lo que no han logrado dar significado a ningún término. Sin embargo, en el Tractatus no ha estado figurando sino elucidando.
Volvemos a la pregunta: ¿Elucidando qué? Si te acuerdas de la carta a su editor, dijo que el tema de su texto es la ética. Pero como vimos, la ética no puede tratarse dentro del mundo, no es algo fáctico ya que los hechos son contingentes, pueden darse o no, y si así fuera la ética, dejaría de ser ética ya que todo sería relativo, como vimos en el caso del imperativo hipotético en el ultimo vídeo. La ética tiene que ser absoluto, pero el mundo del Tractatus es contingente. Dado que lo ético no es un hecho en el mundo que puede ser figurado, Wittgenstein no puede tratarlo directamente con el lenguaje, o sea, no puede decir lo que quiere decir. Tiene que elucidarlo o mostrarlo. Es por eso que las proposiciones del Tractatus, cuya finalidad es comunicar algo sobre la ética, tienen que carecer de sentido. Si tuvieran sentido, representarían hechos, sin embargo, eso no comunicaría nada sobre la ética. Si esto es así, entonces ¿cómo pueden proposiciones sin sentido comunicar algo sobre la ética?
Para responder, quiero hacer una paréntesis y hablar un poco sobre el juicio de gusto en Kant ya que la extraña naturaleza de las proposiciones del Tractatus se parece mucho a la del juicio estético. En la Crítica del juicio, Kant nos dice que los juicios de gusto donde juzgamos algo bello cuentan con cuatro características: son desinteresados, universales, necesarios, y encierran lo que llama finalidad sin fin. Este último es lo que me interesa. Ahora, si juzgara un objeto en términos de algún fin que pudiera tener, el objeto no se presentaría como algo bello sino como algo útil. Lo que Kant quiere decir es que en el juicio de gusto tengo que prescindir del fin del objeto, no lo puedo tener en consideración en el momento de juzgarlo estéticamente. Cuando miro a mi alrededor, veo una lámpara, un teléfono móvil, un bolígrafo. Me relaciono con estas cosas de forma directa y sin problemas porque sé cómo las puedo usar; tienen sentido en mi experiencia. El contrario de esta escena sería estar rodeado de cosas que de alguna forma no me presentaran no sólo ningún fin sino ni siquiera la posibilidad de un fin, casi como si no existieran, un escenario en el que nada me llamara la atención. Lo que Kant plantea es que el objeto que juzgamos como bello tiene que encontrarse en medio de estos dos extremos. O sea, el objeto tiene que llamarnos la atención, tiene que tener algo que nos lleve a prestarle atención, sólo que ese algo no puede ser el fin o utilidad del objeto porque eso eliminaría toda presentación de belleza. Entonces, ese algo que tiene Kant lo llama no fin sino finalidad, la cualidad que tiene de llamar la atención, como si tuviera un fin, pero un fin que permanece oculto o indeterminable. Es esta característica del objeto estético lo que impide que el entendimiento logre imponer un concepto para pensar o representar el objeto. El raciocinio está detenido y así el entendimiento y la imaginación pueden entrar en lo que Kant llama un juego libre, condición para la producción del placer en base del cual juzgamos bello el objeto.
Bueno, a lo mejor ya veas algunos puntos de similitud con el Tratctaus. El concepto de fin en Kant es como el concepto de sentido en Wittgenstein. Si las proposiciones del Tractatus tuvieran sentido, estarían representando hechos, y cada una de ellas constituiría un elemento en nuestro conocimiento del mundo, el mundo que describe la ciencia natural. Sin embargo, ninguno de esos hechos tendría un carácter ético; en ese mundo no se hallaría la ética. Todo esto es para decir que, al hablar con sentido, la dimensión ética se pierde, no se muestra, de la misma manera que al juzgar un objeto de acuerdo con su utilidad, toda presentación de belleza se pierde. Si por tanto no puede comunicarse diciendo cosas con sentido, ¿qué opciones le quedan? En la introducción, Russell dice: “El Sr. Wittgenstein logra decir mucho sobre lo que no puede decirse”, insinuando de forma un tanto sarcástica que para ser consistente debió haberse callado y no haber escrito nada. Si no hubiera escrito nada, tampoco pudo haber comunicado nada. Tenía que decir algo, tenía que llamar la atención de un posible receptor de la comunicación, pero no a tal grado que el receptor se fijara en los hechos del mundo. Por tanto, las proposiciones del Tractatus carecen de sentido. Son como el objeto bello que carece de un fin, pero no a tal grado que deje de llamar la atención al espectador. Carece de un fin, pero sí encierra eso de finalidad, esa cualidad que comentamos hace rato. Ésa es la cualidad que tienen las proposiciones del Tractatus. Seducen al lector con la figura de sentido, le inducen a seguir la concatenación de proposiciones esperando una gran conclusión conceptual al final, pero en vez de eso Wittgenstein quita la escalera cuyo peldaños han sido todas las proposiciones que hasta ahora uno ha subido para llegar a este punto. Y como la belleza que tras la contemplación del objeto artístico de repente luce en el, el darse cuenta del sinsentido de las proposiciones del Tractatus lleva al lector a superarlas. Y lo que luce, dice Wittgenstein, es el mundo, el mundo visto correctamente.
Dado que la naturaleza de la ética es lo que quiere comunicar, y que la ética no forma parte del mundo fáctico, uno esperaría que, al superar las proposiciones del Tractatus, que lo que uno vería o lo que se mostraría sería algo más allá del mundo, un mundo trascendente. Pero no, dice en la 6.54 que uno ve el mundo correctamente. Si es así, eso significa que antes de la lectura del Tractatus uno veía el mundo incorrectamente. ¿De qué manera? Pues, en la carta a su editor dice: “Creo que, donde muchos hoy en día sólo parlotean, yo en mi libro he logrado plantear todo bien guardando silencio al respecto”. Wittgenstein aquí no menciona nombres, pero entre los que parlotean seguramente tiene en mente Russell y G. E. Moore. Los dos escribieron mucho sobre la ética tocando temas tradicionales como la naturaleza del bien, los valores, la normatividad, etc., todo lo cual le parecía a Wittgenstein pura galimatías. ¿Por qué? La respuesta obvia es porque las proposiciones de la ética no figuran ningún hecho en el mundo, y por tanto carecen de sentido. Pero hay una razón más profunda. En el primer vídeo de la serie, comentamos que Wittgenstein escribió el Tractatus en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Consideraba que su vida, que su persona, carecía de valor y de dignidad, que era éticamente reprochable, poco más que un gusano. Se alistó en el ejército austriaco no para defender a la patria sino como prueba existencial, para ver si era un hombre o un gusano. La idea de que un análisis filosófico de la ética publicado en un artículo por ahí pudiera resolver los grandes interrogantes de la vida que enfrentaba es lo que le parecía ridículo. En las manos de filósofos profesionales la ética se plantea como si fuera una técnica, que al seguir estos principios o aquel código uno puede vivir bien y de forma impecable. Al convertir a la ética en un asunto epistémico, es decir, en una cuestión de saber aplicar principios, por ejemplo, vivir se vuelve más fácil, menos exigente.
Entonces, donde gente como Russell y Moore parlotean, Wittgenstein ha dado en el clavo al guardar silencio. Pero espera. En el Tractatus, como dice Russell, Wittgenstein dice mucho sobre lo que no puede decirse. ¿Cómo que ha guardado silencio? Pues ponte en los zapatos de Wittgenstein. Todo eso que se escribe sobre ética es galimatías, no sirve, y quisiera comunicar lo que piensa para que gente como Russell y Moore deje de hacer lo que hacen. ¿Cuáles son sus opciones? Podría publicar un artículo criticándolos y explicando la verdadera naturaleza de la ética, pero si lo hiciera no sólo estaría pecando de la misma manera que ellos, sino que, al sumarse a la discusión estaría tácitamente aprobando sus galimatías como una forma legítima de tratar el tema. No quiere que sigan sino que se den cuenta de que lo que dicen es galimatías. Por otro lado, si literalmente guardara silencio, si no dijera nada, seguirían adelante. Entonces algo tiene que decir pero no lo puede decir directamente porque, como vimos, eso sólo suscitaría más argumentos por parte de ellos y el problema seguiría. Entonces, lo comunica de forma indirecta. Se podría decir que la relación entre Wittgenstein y sus lectores, digamos Russell y Moore, es como aquella entre el psicoanalista y su paciente. El psicoanalista no sacude físicamente al paciente diciéndole directamente “Oye, estás loco, salte de tu locura”, luego explicándole lo que padece para que vea bien su problema. No, el problema no se ve, no se cura, de esa forma. El abordaje tiene que ser más bien indirecto, un lenguaje empleado de tal forma que el paciente no entienda sino que vea el sinsentido de sus pensamientos.
Habíamos comentado en algún momento la proposición 6.421 donde dice: “Etica y estética son uno y lo mismo”. Wittgenstein expresa esta idea en otra carta a su editor donde le dice que su obra es filosófica, pero al mismo tiempo literaria. Ayuda mucho si vemos el Tractatus como una obra literaria. Si tomas una clase de escritura literaria, una de las primeras cosas que te enseñan es “Mostrar, no contar”. Si te diriges directamente a tu lector diciéndole lo que sienten los personajes de tu cuento, vas a fracasar. Eso más bien tiene que mostrarse. A Wittgenstein le gustó mucho Leo Tolstoy, sin embargo, en una carta a su amigo Norman Malcolm, criticó la novela Resurrección de Tolstoy. Dijo: “Cuando Tolstoy simplemente cuenta una historia me impresiona infinitamente más que cuando se dirige al lector. Cuando le da la espalda al lector, eso es cuando me resulta más impresionante. . . . Me parece que su filosofía es más verdadera cuando yace de forma latente en la historia”.
En cuestiones estéticas, uno no debe contar con un lenguaje directo, sino mostrar con un lenguaje indirecto. No sé si alguna ves has visto una película con un amigo y a ti te gustó pero a tu amigo no, lo cual te molesta, entonces te pones a explicarle por qué fue una buena película, pero a fin de cuentas eso no ayuda. Ninguna explicación ayuda. Cada quien tiene que ponerse delante de la obra y juzgar por cuenta propia. Ningún argumento puede hacerle ver la belleza de la obra.
A lo mejor me digas: “Oye maestro, ¿pero no estás explicándonos el Tractatus en esta serie? No está haciendo precisamente lo que dices no debe hacerse?” Pues sí. En el prólogo, Wittgenstein dice que sus pensamientos tendrán mayor valor cuanto mejor expresados estén, cuanto más se haya remachado el clavo. “En este punto”, dice, “soy consciente de haberme quedado muy por debajo de lo posible. Simplemente porque las fuerzas de que dispongo para acometer la tarea son demasiado reducidas”. Quizá si Wittgenstein hubiera sido mejor artista, habría dado en el clavo y no habría hecho falta esta serie de vídeos para que pudieran ustedes captar su mensaje. Pues no estoy de acuerdo con eso. Las mejores obras de arte suelen ser complejas, tejidas entre diferentes niveles de connotación simbólica que requiere un trabajo de reflexión, un contemplación paciente y asidua. Obras que no requieren eso suelen ser cliché. Entonces, a lo largo de la serie hemos visto con detalle los elementos que componen esta obra filosófica-literaria, pero la belleza de la obra, su sentido, exactamente como el sentido de cualquier proposición, no es un elemento entre los demás elementos de la obra, no es algo que puede indicarse o decirse (mira, ahí está) – no, la belleza del Tractatus, su sentido, se muestra como algo más que la suma de sus partes.
El nivel de Wittgenstein como artista es discutible, pero hay un artista cuyo nivel es indudable, de hecho, mundialmente reconocido. Me refiero a Jorge Luis Borges. En el último vídeo discutimos su famoso cuento “La biblioteca de Babel”. Y dije que había dos cosas que quería señalar. La primera era la interesante relación entre el catálogo que ordena los libros y la lógica en el Tractatus que ordena o posibilita la figuración de los hechos. Ahora llegamos a la segunda cosa. Dice el narrador del cuento: “No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total”. Ese libro total es el catálogo, cosa que discutimos en el último vídeo. Pero la oración tiene una nota al pie. Haciendo referencia al catálogo dice el narrador en la nota: “Lo repito: basta que un libro sea posible para que exista. Sólo está excluido lo imposible. Por ejemplo: ningún libro es también una escalera, aunque sin duda hay libros que discuten y niegan y demuestran esa posibilidad y otros cuya estructura corresponde a la de una escalera”. En la penúltima proposición, Wittgenstein describe sus proposiciones como escalones que uno asciende y dice: “Tiene que, por así decirlo, tirar la escalera una vez que se ha encaramado en ella”. Me resulta muy difícil creer que Borges no tuviera en mente el Tractatus con ese comentario sobre la escalera. Si es así, entonces está cuestionando la perspectiva mística que comenta Wittgenstein, al menos una visión mística que implicara dejar por atrás el libro. Borges era un hombre del libro; los libros le eran todo. La idea de que no fuera más que un medio, algo al fin de cuentas desechable, pues eso no lo podía aceptar. Quizá; la verdad no sé, estoy pensando en voz alta.
Para ir terminando, quisiera citar las últimas palabras de la Conferencia sobre ética que dio 8 años después de la publicación del Tractatus. Dice: “Toda mi tendencia y creo que la tendencia de todos los hombres que alguna vez intentaron escribir o hablar sobre Ética o Religión era ir contra los límites del lenguaje. Este ir en contra de los muros de nuestra jaula es perfecta y absolutamente inútil. La ética, en la medida en que surge del deseo de decir algo acerca del sentido último de la vida, del bien absoluto, de lo valioso absoluto, no puede ser ninguna ciencia. Lo que dice no añade nada a nuestro conocimiento en ningún sentido. Pero es un documento de una tendencia en la mente humana que yo personalmente no me puedo impedir respetar profundamente y ni por mi vida la ridiculizaría”. Estas palabras de Wittgenstein me consuelan porque llevo ya un buen rato en este vídeo golpeando la cabeza contra las barras del jaula del lenguaje. Podría seguir hablando de diferentes detalles, referencias, interpretaciones, dando más vueltas sobre lo mismo, pero me doy cuenta que llega un momento en que deja de ser elucidación y se convierte en galimatías. Llega el momento pues en que hay que tomar en serio la séptima proposición y callarse.

Descargar guión en PDF

Audio
Descargar audio aquí

Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

16 Comments

  1. Antonio · 25/08/2023 Responder

    Es el mejor canal de filosofía

  2. Mario Balzarini · 26/08/2023 Responder

    Excelente tu conclusión final del TRACTATUS, Darin! Te veo golpeando la cabeza contra las barras de la jaula del lenguaje (jaja!) y entiendo perfectamente lo que dices: frente a lo que no puede ser dicho con palabras… hay que tomar en serio la séptima proposición y callarse

    Pero creo que la necesidad de comunicarnos con los demás seres humanos hizo que encontráramos caminos para superar la séptima proposición de Witt / Podemos, antes que nada, hacer la distinción entre EXPERIENCIA y SIMBOLIZACIÓN DE LA EXPERIENCIA / y después podemos razonar así:

    (1) Vivimos experienciando, es decir, vivimos todo el tiempo en el mundo de la experiencia, esa suma simultánea de nuestras emociones, de las percepciones de nustros cinco sentidos y de nuestros pensamientos. Todo eso en conjunto forma la EXPERIENCIA INTERIOR, que es intransferible y que solo yo puedo vivirla (y que constituye el principal problema de la comunicación humana)

    (2) Pero hay otro mundo, el mundo de la SIMBOLIZACIÓN DE LA EXPERIENCIA, un mundo donde a través de las palabras, del arte o de la espiritualidad, podemos llegar a transferir a los demás algo de nuestra experiencia interior y romper así la jaula de la incomunicación

    EXPERIENCIA Y SIMBOLIZACIÓN DE LA EXPERIENCIA / Un camino posible para salir de la jaula

    Abrazo!

  3. Patricia · 26/08/2023 Responder

    ¡Muy elocuente tu último gesto maestro! Un gesto que “muestra” lo que calla….Y por favor que bien escogido el cuadro de la escalera, no podría venir más al pelo como ilustración (otra vez el mostrar) de “la escalera de Wittgenstein”

    Me voy a permitir transcribir un poema de Eduardo Lizalde que a mi me parece que leyó el Tractatus como obra literaria o poética, y quién, según sus propias palabras no aspira a glosar el Tractatus “y mucho menos pretendo agregar algo a a lo que en él milagrosa y misteriosa y transparentemente se dice”

    Casi un Encuentro (Eduardo Lizalde)

    Este poema es un espejo Este espejo es un poema
    en que un espejo se mira En que un poema se lee
    Y este espejo es un poema Y este poema es un espejo
    en que el poema se lee en que el espejo se mira
    Uno se mira al fondo sin leerse Uno se lee en el agua sin mirarse
    Otro se lee en el agua sin mirarse Otro se mira al fondo sin leerse

    Y estoy tan de acuerdo contigo Mario. Creo que es muy conmovedor y muy humano ese intento de establecer “casi un encuentro” ese intento de arremeter contra los límites de esa jaula de oro del lenguaje que, aún cuando intenta llegar a los límites de lo que se puede decirse, se queda “casi al borde” del verdadero contacto con el mundo, no con el mundo ordinario de los hechos empíricos, sino con el mundo como totalidad, ese al que se refiere Witt cuando dice “Me asombro ante la existencia del Mundo”.
    Wittgenstein consigue expresarlo bastante bien, en el final de la conferencia sobre ética que nuestro maestro ha traído tan bien aquí, cuando nos dice :

    “Este arremeter contra las paredes de nuestra jaula es perfecta y absolutamente desesperanzado. La ética (y el arte y la espiritualidad o “lo místico”…Wittgenstein estaría de acuerdo porque básicamente lo mete en el mismo saco) en la medida en que surge del deseo de decir algo sobre el sentido de la vida, sobre lo absolutamente bueno, lo absolutamente valioso, no puede ser una ciencia. Lo que dice la ética no añade nada en ningún sentido a nuestro conocimiento. Pero es una tendencia del espíritu humano que yo, personalmente, no puedo sino respetar profundamente y por nada del mundo ridiculizaría”.

    • Darin · 26/08/2023 Responder

      Fascinante ese poema Patricia, gracias!

    • Mario Balzarini · 27/08/2023 Responder

      Hola Patricia qué gusto escucharte! Me encantó tu poema! A mí me sugirió algo como esto:
      “el lenguaje es un espejo de la realidad y la poesía es el último intento de decir con palabras lo que no puede ser dicho con palabras” / Pobre Witt, qué empresa tan difícil le tocó con esto de dilucidar la comunicación humana, no? / Veremos que nos trae Darin para el próximo viaje

      Saludos!

  4. william Roman · 27/08/2023 Responder

    Dos conceptos en su análisis de las proposiciones del tractatus, han llamado mi atención: LA ÉTICA Y LA ESTETICA; son temas nucleares que muchas veces son pasados por alto, si se tiene una lectura positivista del texto. Uno de esos temas nucleares, entre otros, es el tema de la ética. La ética para nuestro autor es lo mismo que la estética. Etimológicamente, estos conceptos, ética y estética, no significan lo mismo porque refieren a temas o conceptos diferentes; el primero significa costumbre, hábito y el segundo versa sobre lo bello y la belleza; sin embargo, son lo mismo en el sentido que son impulsos que nos llevan a querer trascender los límites de nuestro lenguaje cuando nos asombramos de algo o que algo suceda de determinada manera.
    Estos conceptos –ética y estética-, son, pues, para Wittgenstein, sinsentidos. Estos sinsentidos los conecta, nuestro autor, con el sentido de la existencia y en última instancia con el sentido de la vida.
    Muchas gracias por contribuir al conocimiento del lenguaje utilizado por Wittgenstein.

  5. Héctor G · 28/08/2023 Responder

    Darin, gracias mil veces por tu labor y la maravillosa calidad de tu trabajo. Te pregunto, sobre el punto de las donaciones, si no tienes una cuenta PayPal. De no ser así, te sugiero abrir una pues, es sencillo, muy fácil y favorece mucho este tipo de transacciones a nivel internacional.
    Un cordial abrazo.
    HG

  6. Alminar · 29/08/2023 Responder

    Al margen de la lógica-matemática, quizás el “Tractatus” no tenga sentido. En las matemáticas hay un lenguaje objeto en el que se define, se expresan los axiomas y teoremas y se producen las demostraciones. Sin embargo, hay elementos que no quedan realmente definidos a pesar de las definiciones. El metalenguaje pretendía depurar tales elementos, aunque antes del segundo teorema de Gödel, algo indicaba que el problema era de mayor calado. Russell percibió que de algún modo en las matemáticas se desarrollaba el argumento del tercer hombre, pues la relación entre lenguaje objeto y metalenguaje debía realizarse desde un metalenguaje de segundo orden y así sucesivamente. La noción de “mostrar” frente a “demostrar” permitía a Wittgenstein desentenderse de los distintos órdenes de metalenguajes. El metalenguaje queda como un cajón de sastre o sopa difusa metalingüística. Esto no convenció a Russell. Tampoco a los neopositivistas. Es muy sugerente a nivel del lenguaje de uso común, pero lógicamente es un atajo falaz. Me temo que la cuestión sigue abierta.
    Gracias Darin por tu aportación al refrescarnos la memoria.

  7. Paulo Cesar Gualotuña · 30/08/2023 Responder

    Conmovedor el final de la 9na parte, también llevado al ambiente artístico, una experiencia personal, intransferible. Nos has llevado desde los videos de las escuelas filosoficas de la Grecia antigua a los limites de lo que se puede decir o pensar… cómo en uno de los videos mencionaba Delouze porque un grupo de peces migra largas distancias a pesar de los depredadores, pescadores y obstaculos que presentaba su destino, concluyendo, el cosmos los llama. Asi mismo la estrella del filosofo lo lleva a intentar cruzar los limites del entendimiento, a darse permanentemente con los barrotes de esa jaula…

  8. Alminar · 05/09/2023 Responder

    Un apunte más. Carnap es fácil de criticar por lo tosco. El tema de fondo radica en que la división de las proposiciones en analíticas y sintéticas es prekantiana. Es singular que la filosofía analítica tache idealismo por la buenas. Hay un paralelismo de la animaversión que se establece entre la grima de Russell y Witt por Hegel y la de los neopositivistas por Heidegger. El Quine de los “Dos dogmas” se sorprende por una distinción que Kant había eliminado en las proposiciones sintéticas a priori (pues tanto las de las matemáticas como las de la física poseen la misma forma de expresión). Vaya. Quine descubría el Mediterráneo.
    Ya es triste que los que nos hayamos dedicado a la filosofía seamos unos otakus premium, sin la menor trascendencia social, pero parece que elegimos leer o entender sólo lo que nos da la gana. A menudo me pregunto si no tendremos lo que nos merecemos.

  9. Juan Carlos Braccalenti · 06/09/2023 Responder

    Buenas tardes, quería citar a Borges en relación a la poesía, en una conferencia en Estados Unidos dijo que definía a la poesía como San Agustin definía al tiempo, “Si no me preguntan que es, lo sé, si me preguntan que es, no lo sé”. Un gran saludo.

  10. Alminar · 11/09/2023 Responder

    Yo estudié filosofía y como tantos otros, después he trabajado en lo que he podido.
    En mi época los pijillos de medicina, derecho y las carreras de ciencias llamaban a la filosofía “la fiesta”, porque decían que no hacíamos ni seríamos más que para estar todo el día colocados (stoned, high).
    A mí me pareció óptimo que la fiesta fuera mi patria y como toda patria tiene su himno, adopté éste como el particular himno de la mía:
    https://www.youtube.com/watch?v=FGOAQWaqaoE
    Saludos a todos los compatriotas de la fiesta.

Dejar comentario