¿Existe la filosofía?, pt. 2/2

Hoy vemos con detalle la experiencia de la ironía en Kierkegaard y cómo se aplicó en mi caso – explicado con la ayuda de los términos “unheimlich” (del alemán) y “saudade” (del portugués).

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La Real Academia Española define “ironía” como una expresión que da a entender algo contrario o diferente de lo que se dice, generalmente como una burla disimulada. Por ejemplo, una persona en la calle saca su mano y te pide dinero. Lo pasas, pero luego te paras, regresas y le das un peso. La persona te mira en los ojos con una mirada muy sincera y te dice, como si fueras un viejo amigo, Wow, muchas gracias, que te vaya muy bien. Este uso de la ironía se conoce también como sarcasmo.
Kierkegaard no entiende la ironía de esa forma; al menos ese tipo de comentario sarcástico no es lo que le permite entender la vida de Sócrates. Recuerda que para Kierkegaard, la ironía no era una cosa que Sócrates empleaba como una herramienta retórica, sino una experiencia vital que abarcaba toda su existencia. La experiencia de la ironía es lo que le permitió a Sócrates aprender a vivir una vida humana. Kierkegaard quiere entender esa experiencia, ese sentido de ironía, y lo hace al aplicar la preocupación socrática por la vida humana a su propia preocupación por la vida cristiana. Así que, la vez pasada, planteamos la pregunta de Kierkegaard con la que espera ejemplificar, o más bien suscitar, esa experiencia irónica, a saber: ¿Entre todos los cristianos, hay algún cristiano?
Ahora, hay varias maneras de interpretar esto. Primero, su pregunta sin duda podría tomarse como sarcástica – la respuesta implícita siendo no, no hay ningún cristiano, son todos una bola de hipócritas. Kierkegaard es a veces sarcástico, pero con esta pregunta creo que está tratando de comunicar algo mucho más profundo y filosófico. Entonces, vamos a dejar esta interpretación de un lado.
Segundo, la pregunta podría verse como errada en su planteamiento, casi como una tautología. Aquí tenemos X. ¿Hay algún X aquí? Pues obviamente sí ¿no? Sintácticamente, la pregunta de Kierkegaard tiene esa forma, sin embargo no la interpretamos así. Para ver por qué, cambiemos los cristianos por perros. Vas a un albergue de perros y preguntas ¿Entre todos los perros aquí, hay algún perro? La respuesta es – claro que sí, todos son perros. ¿Por qué; cuál es la diferencia entre las dos preguntas? Como vimos la vez pasada, los perros y otros animales no pretenden nada. Lo que hacen, o sea, lo que su existencia abarca, está determinada por su esencia, por su naturaleza biológica. Los humanos en cambio sí pretenden. Para los existencialistas, la existencia precede a la esencia, es decir, lo que hacemos, nuestra existencia, no está determinado por un modelo a priori, como la naturaleza humana, sino por la elección libre. En el contexto de nuestra discusión, nuestra vida va en función de nuestras pretensiones, de las identidades sociales que adoptamos.
Ser cristiano es una de esas identidades, por lo que la pregunta “¿Entre todos los cristianos, hay un cristiano?” sí tiene sentido. Lo que pregunta es si la persona que ha adoptado esa identidad cumple con las normas que encierra. La pregunta más interesante, sin embargo, es cómo uno responde a ella. Hay gente irreflexiva que simplemente no se molestan con esta cuestión de coherencia. Hay otros, gente reflexiva, que sí toma en serio la norma implícita en su identidad y se esfuerzan para entender cual es, en qué consiste ser maestro o policia, juez o cristiano. Imagínate un sacerdote dando el sermón en la misa. Hay muchos ahí que están haciendo sus horas nalga, como quien dice, y ponen más atención en el paso de las manecillas del reloj que en el sermón. Pero hay otros que sí ponen atención en lo que dice el sacerdote y, reflexionando, se dan cuenta de que no dan todo lo que podrían a los pobres, no aman realmente a su prójimo, etc. Con base en las palabras del cura, y quizá en lecturas de otros cristianos actuales y históricos, uno profundiza en la cuestión de su identidad como cristiano como si en el sitio arqueológico de la cristiandad pusiera al descubierto el abanico de posibilidades que ha habido, y así se da cuenta, primero, de la existencia de una brecha entre su pretensión de ser cristiano y la aspiración o ideal que implica, y dos, de la necesidad de hacer ajustes, ser más compasivo o generoso o lo que sea.
Bien, éstas son dos formas de responder la pregunta de Kierkegaard, de forma irreflexiva y también reflexiva. Pero hay una más – de forma irónica. Una de las condiciones de este último es que uno se dé cuenta de que hay una brecha entre su identidad y el ideal o aspiración que la identidad encierra. Como vimos, la persona reflexiva percibe esa brecha pero no suscita en ella la experiencia que Kierkegaard llama irónica. Imagínate que un buen domingo semejante persona sale de misa y, caminando en la calle, pasa una persona pidiendo dinero. En ese momento, recuerda las palabras del sermón que acaba de escuchar y se da cuenta de que no sería muy cristiano si no le diera nada, entonces vuelve y le da unos pesos. El punto aquí es que su reflexión se da dentro de lo que Kierkegaard llama la cristiandad, es decir, dentro del entramado de doctrinas, prácticas, y costumbres socialmente constituidas que caracterizan el cristianismo tanto hoy como históricamente.
Ahora, imagínate otra persona saliendo de misa y pasando tiempo después la misma persona en la calle, pero que en vez de pararse y pensar en el sermón y considerar reflexivamente qué sería necesario para cumplir con su identidad como cristiano, que en vez de eso se sintiera de repente profundamente desorientado como cuando vas de viaje y duermes en la habitación de un hotel y en la noche te despiertas y no sabes donde estás. Esta persona tendría la sensación de que todo lo que ha aprendido en el entorno cristiano, todos los modelos de una vida cristiana que tiene, que todo eso es como irreal, una sombra con respecto a lo que sería en verdad seguir las enseñanzas de Jesús. No es que considere como falso todo lo que ha aprendido, es decir, que sea malo dar dinero a un mendigo. El problema no es tanto el contenido como la forma, o digamos, la falsedad no sería objetiva, en las cosas que se hacen, sino subjetiva, en cómo se viven, en qué sentido se toman. Aun cuando uno hiciera objetivamente todo lo que se le esperaba, tiene la sensación de que eso sería un pálido reflejo de lo que sería una vida cristiana de verdad.
Ante la pregunta de Kierkegaard de si entre todos los cristianos hay un cristiano la persona reflexiva responde – responde de las formas que ya hemos discutido. En cambio, la segunda persona, quien también percibe la brecha entre la identidad y el ideal, en vez de responder la pregunta de Kierkegaard, la sufre o la padece, como si un gran peso le cayera encima. Queda profundamente desorientado, todas sus coordenadas habituales trastocadas. De hecho, se da cuenta de que la actividad habitual de reflexionar sobre su situación buscando una solución constituye una estrategia para precisamente evadir el llamado del ideal que ahora percibe de una forma extraña.
En fin, ésta es la experiencia que Kierkegaard llama irónica. Antes de seguir discutiendo esta experiencia y sus consecuencias, me llama la atención de que no hay forma de explicar por qué las dos personas que hemos considerado responden de forma distinta a su identidad. ¿Qué es lo que lleva a la segunda persona a experimentar la brecha entre identidad y ideal de forma irónica y no meramente reflexiva. No sé. Me recuerda de la primera clase de filosofía que tomé hace tantos años. Casi todos los alumnos en la clase estaban cursando otras carreras, yo de hecho estaba cursando la de biología, pero teníamos que tomar esta curso de introducción a la filosofía porque era parte del tronco común. Lo que principalmente recuerdo de ese curso es la maravillosa experiencia de descubrir la filosofía, de enamorarme de ella. En el sistema universitario norteamericano, existe lo que se llama un “major” y un “minor”. Los alumnos de licenciatura cursan un bloque principal de estudios, su major, en mi caso la biología, pero tienen la opción de declarar un minor, una cantidad menor de cursos sobre otro tema. A la mitad de ese primer curso de filosofía, declaré un minor en filosofía. Lo que me llamó la atención es que mis compañeros no tuvieran la misma experiencia que yo – ningún otro declaró un minor en filosofía. Leimos los mismos textos y escuchamos las mismas palabras del profesor. Y donde yo tuve la sensación de ser totalmente sacudido, como si fuera un pez que habían sacado del agua, mis compañeros simplemente lo tomaron como otro curso que tenían que acreditar. ¿Por qué a mí sí y a ellos no? No sé. Para mí es un gran misterio.
Bueno, volviendo a la experiencia de la ironía, en el caso del cristiano, algo que durante tanto tiempo había sido tan familiar, su vida e identidad como cristiano, de repente se vuelve bastante extraño. El alemán tiene un término que describe esto bastante bien: unheimlich. Un famoso análisis del concepto se encuentra en el ensayo Das Unheimliche de Sigmund Freud. En su libro hace notar, en primer lugar, que unheimlich es lo opuesto al concepto de heimlich, (heim significa hogar, así que heimlich es lo que es casero o familiar), y también opuesto a heimisch, que significa nativo. Unheimlich, entonces, sería lo que no es familiar, lo desconocido. Al español han traducido el título de este ensayo de formas distintas, como “Lo ominoso” y también como “Lo siniestro”. En este sentido, pareciera que unheimlich significara lo que es ominoso, algo que da miedo precisamente porque no es familiar, porque es desconocido. Sin embargo, Freud señala un matiz muy importante. Está el término heimlich y también el de geheim; tienen la misma raíz (la cual que significa hogar), sin embargo, el segundo término, geheim, no tiene que ver con lo familiar sino con su contrario, con lo que es oculto o secreto. Haciendo referencia a un comentario que Schelling hace sobre este término, Freud dice que es unheimlich todo aquello que debió haber permanecido secreto u oculto pero que ha salido a la luz. Este matiz es lo que da el tono característico de la experiencia de lo unheimliche. Si fuera simplemente algo extraño, ajeno, que te espantara, pues ya existen muchos términos para eso. Es unheimlich precisamente aquello que es familiar e íntimo pero que por algún proceso de represión u ocultación psíquica ha desaparecido de nuestra conciencia, y que luego y repentinamente sale a la luz. Al inglés, unheimlich ha sido traducido como uncanny, lo cual viene de “can”, es decir, poder hacer, tener un conocimiento práctico. Lo uncanny, entonces, sería una experiencia que me deshabilita, por así decirlo, en la que de repente no sé hacer lo que llevo tiempo haciendo; una forma de ser que era familiar es de repente extraña.
Esto es lo que sucede con la experiencia de la ironía. En nuestro ejemplo del cristiano, de repente lo que le era de lo más familiar le vuelve sumamente extraño y ya no sabe seguir, ya no sabe evaluar su vida cómo cristiano. No es nada extraño encontrar cosas extrañas en nuestra experiencia. Lo que sí es extraño, o unheimlich, es cuando lo que se me presenta como desconocido o nada familiar es lo que, hasta ese momento, había tomado como mi identidad práctica.
Eso es justamente la experiencia que tuve cuando, como comenté en el último vídeo, leí esa frase “profesional de la filosofía”. Lo que detonó la experiencia fue el adjetivo “profesional”, y supongo que otra cosa también pudo haberla provocado, pero el punto es que mi reacción no fue reflexiva, es decir, no me puse a hacer un análisis conceptual de los términos “profesional” y “filosofía” para entender mejor qué significa hacer filosofía y luego comparar eso con mi actividad como académico para ver en qué medida cumplía o no mi práctica con esas definiciones. Mi reacción no fue reflexiva, sino irónica en el sentido kierkegaardiano. En otras palabras, no empleaba alguna postura filosófica para analizar la naturaleza de la filosofía y mi propio comportamiento – eso sería como el cristiano que responde su duda sobre cómo llevar una vida cristiana al excavar dentro de la cristiandad misma, dentro de las distintas formas sociales en que se ha entendido hasta ahora. No. En mi caso, lo que sucedió no fue una duda meramente epistémica sino una disrupción más profunda, la aparición de algo muy familiar que se presentaba de repente como desconocido, extraño – en una palabra, unheimlich.
Antes de esta experiencia, en mi vida cotidiana como académico, había cosas de las que me quejaba, cosas de las que se quejan muchos académicos de hecho: la burocracia, cómo la estructura de los incentivos económicos distorsiona aquello que se piensa y se publica, la reducción de la expresión filosófica a los tecnicismos del formato del artículo, la valoración de lo cuantitativo sobre lo cualitativo, y en general la valoración de temáticas (como la epistemología y la filosofía de la ciencia) que responden inquietudes científicas sobre inquietudes de otros tipos. Es una larga lista. Me quejaba de esas cosas porque tomaba en serio mi identidad práctica como filósofo; la consideraba una vocación muy noble y no quería verla disminuida o tergiversada por factores que obedecían una lógica ajena, una lógica burocrática o económica. Confieso que no fui el gran rebelde, pero sí tenía una idea del camino que quería atravesar, que debería atravesar, por lo que mi reflexión sobre esos factores y las cosas que hacía para no rendirme ante su fuerza constituían mi intento de vivir, reflexivamente, una vida filosófica.
Sin embargo, ante la experiencia irónica que tuve, aun cuando hubiera logrado remediar todas esas cosas de las que me quejaba, eso no habría despejado el carácter unheimlich que la filosofía de repente tenía para mí. Ya no puedo decir, ni de forma tentativa ni mucho menos de forma cabal, cuales sean los requisitos para que uno sea filósofo. Es como si el suelo sólido se convirtiera en arena movediza. Todo lo que he hecho hasta ahora al ejercer esa identidad práctica de filósofo parece muy pálido, carece de sentido. Anteriormente, como comenté, me adhería a las normas establecidas de ser filósofo y, como buen filósofo, las cuestionaba de una forma que tendría sentido para mis colegas, aun cuando algunos no estuvieran de acuerdo con mi punto de vista. Viendo hacia el pasado, todo eso tiene sentido. Lo que no tiene sentido es la vista hacia el futuro y la pregunta de qué todo eso que hacía tiene que ver con ser filósofo. Mi inhabilidad de responder esa pregunta hace que todo eso que hacía anteriormente se parezca a la actividad de los antiguos atenienses que Kierkegaard en esa entrada en su diario caracterizaba como alucinación, tonterías, alboroto, y ajetreo.
Una vez que uno se da cuenta de que está caminando sobre arena movediza lo mejor es pararse, no moverse. Si trata de resolver la situación moviéndose, le va a tragar más rápidamente la arena. Análogamente, si tratara yo de resolver el problema de mi identidad como filósofo empleando argumentos provenientes de cierta concepción de la filosofía, eso no ayudaría ya que el propio carácter unheimlich de la filosofía que ahora se me presenta haría que no tuviera fuerza. Ahora, alguien que va caminando sobre suelo firme va caminando con confianza. Si de un paso a otro ese suelo se convierte en arena movediza es como si lo familiar se había vuelto de repente desconocido – unheimlich precisamente. Lo que quiere es extraerse de ella. Busca la rama de un árbol al lado o una roca en la orilla con la que puede sacarse, o la ayuda de alguien que pase por ahí que puede extenderle la mano. El chiste es llegar al suelo firme, y una vez ahí pues hay que tomar otro rumbo.
Pero en mi caso, la cara ominosa o uncanny que la filosofía se me presentó no me provocó a huir y tomar otro rumbo, otra identidad práctica, sino aferrarme más que nunca a ella. Es que, por extraña que fuera la experiencia de no poder reconocer en mi pretensión de ser filósofo el ideal o aspiración que encerraba, en esa misma sensación de extrañeza reconocí algo familiar, reconocí mi experiencia original de descubrir la filosofía y cómo hacía que mi mundo tan familiar se volviera precisamente extraño. No sé si esa extrañeza sea el ideal o aspiración que la pretensión filosófica encierra, pero en mi caso fungía como un timón en la arena movediza en que me encontraba. Creo que lo que había perdido a lo largo de los años fue la capacidad o disposición de dejarme sentir esa perplejidad y desorientación. El poeta John Keats habló de algo que llamaba “capacidad negativa”, es decir, poder estar en medio de la incertidumbre, el misterio, y dudas, sin la imperante necesidad de buscar hechos y razones. Esa imperante necesidad es algo que sentimos en el mundo social, sea en la academia, en el trabajo, o en relaciones con otros en las redes sociales. Tus opiniones, tus creencias, hay que defenderlas con hechos y razones, hay que tener razón; en cualquier discusión o debate tu punto de vista tiene que ser el que gana, el que otros adoptan. Si no, ¿de qué sirves?
Ya hemos discutido ese concepto alemán de unheimlich. Ahora quiero introducir un término de otro idioma, del portugués, que se figura en esta experiencia que voy describiendo. Me refiero al muy interesante concepto de “saudade”. Se trata de una añoranza o nostalgia muy profunda por algo o alguien que uno ama. En esta sensación, uno recuerda experiencias, sentimientos, lugares y acontecimientos que eran placenteros y producían bienestar pero que ahora, por estar lejos en el espacio o el tiempo, hacen que uno experimente dolor al estar separado de esas sensaciones. El saudade es una sensación que encierra felicidad y tristeza al mismo tiempo, parecido a lo que describimos cuando hablamos de algo como agridulce. Creo que siento una especie de saudade por la filosofía. Y ahora que lo pienso, ¿no expresa ese amor a la sabiduría que es la filosofía algo parecido? El saudade es la añoranza por algo ausente. En mi contexto, esa cosa ausente es la sabiduría, ser sabio. Es verdad que nunca fui sabio entonces no es algo del pasado que añoro, pero esta cuestión de la ausencia me resulta interesante. Si llegara a ser sabio, el amor digamos sería consumado, pero algo esencial me parece se habría perdido. Ya no sería filósofo. El sabio sabe, pues, pero el filósofo no, y creo que si trato de comunicar algo en toda esta reflexión, es eso.
¿Existe la filosofía? Ése es el título que puse al primer vídeo, y muchos de ustedes dejaron comentarios diciendo que sí, por supuesto, por diferentes y variadas razones. Y tienen razón; la filosofía es una de las muchas pretensiones que tiene el ser humano. La pregunta importante es si entre todos los que la pretenden, alguno logra realmente ser filósofo. Antes de lanzarme insultos por poner en tela de juicio el estatus de Aristóteles, Kant, y Wittgenstein, debo confesar que se me ha ido mencionar una característica más, y muy importante, de la experiencia irónica. ¿Te acuerdas cuando cambiamos los cristianos por perros? La pregunta de si entre todos los perros aquí hay algún perro puede contestarse de forma objetiva y científica porque el objeto en cuestión, el perro, tiene una esencia que rige su naturaleza. Cualquiera que se encuentra en las mismas circunstancias la puede contestar. En cambio, al tratarse de una pretensión humana, como la de ser cristiano o filósofo, las circunstancias son diferentes, no son objetivas sino subjetivas, lo cual no es evidente a primera vista debido a la estructura un tanto engañosa de la pregunta. La estructura de – ¿Entre todos los filósofos, hay algún filósofo? – parece hacer posible una respuesta como “35”, hay 35 filósofos. No, la experiencia irónica es una experiencia en primera persona. La identidad práctica que trastoca es la de un solo individuo en el aquí y ahora. El juicio que responde la pregunta puede tener una extensión de sólo uno, es decir, puede referirse a una sola persona, a saber, la persona que tiene la experiencia. Es muy parecido al juicio estético. Yo no te puedo convencer con un argumento objetivo que tal o cual objeto sea bello. No puedo juzgar la belleza del objeto en tú lugar sino que tú mismo tienes que juzgarlo. El juicio aquí no es lógico sino estético. Así que, cuando pregunto si entre todos los filósofos, entre todos los que pretenden ser filósofo, hay uno que lo logra, mi respuesta sólo puede concernirme a mí porque la experiencia irónica que provoca es singular. ¿Y cuál es mi respuesta? Decir que soy filósofo o no lo soy está fuera de lugar. Si algo me ha enseñado esta experiencia irónica, no es nada que podría usarse en un argumento, nada de orden lógico u objetivo, sino más bien estético. Sigo con una pretensión; como ser humano no me queda de otro. Pero no es la de ser un profesional de la filosofía, ni siquiera quizá la de ser filósofo, Filósofo con “f” mayúscula. Eso quizá más adelante. De momento, en este momento, mi pretensión es algo más humilde, ser filósofo con “f” minúsculo, la filosofía como una especia de arte, el arte de la extrañeza, el arte de ver las cosas como si por primera vez.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

24 Comments

  1. Ruling · 19/01/2022 Responder

    Saludos y gracias por tus pensamientos, Darin. Muy interesantes tus reflexiones sobre la ‘profesión de filósofo’ y la ‘saudade’. Curiosamente, coincido contigo en varios puntos que he dejado plasmados en un artículo y una columna. Ojalá puedas darle un vistazo:

    https://www.icala.org.ar/erasmus/Archivo/2018/2018-2/erasmus-20-2-2018-11-Barrag%C3%A1n.pdf

    https://www.noesmoda.com/2016/07/de-la-nostalgia/

  2. Uriel Antonio Hurtado Arias · 19/01/2022 Responder

    Que alguien, un filósofo como usted, pueda explicar tan simple y bellamente la complejidad de estas ideas, es porque para mi ha debido entender algo fundamental y que es capaz de hacérmelo entender a mí también. Si eso que usted hace no es de un sabio, ha de ser por lo menos de un genio. Para mi usted es ambos.

  3. Godofredo Aravena · 19/01/2022 Responder

    Darin

    Por lo que puedo ver hay tres maneras de abordar la filosofía.
    Una es hablar de filósofos, de sus ideas y propuestas (en otras palabras, enseñar filosofía), y de quién se dedica a ello se puede hablar de un profesional de la filosofía. Es más, para calificar se requiere poseer ciertas habilidades duras muy específicas. No cualquiera puede hacer clases o enseñar filosofía. Pero este profesionalismo no implica convertirse en un filósofo per se. Hablar de filosofía no implica que uno se ha convertido en un filósofo, más bien en un entendido en la filosofía tradicional y/o histórica.
    Otra manera de abordar la filosofía sería “hacer filosofía” que viene a ser dedicarse a elaborar propuestas filosóficas, las que pueden estar más o menos bien desarrolladas, cuya fortaleza es finalmente el cuidado con que ellas son elaboradas desde un punto de vista racional. Propuestas que ofrecen y/o desarrollan una estructura lógica sobre aspectos de la realidad que nos toca percibir para los que no existe una explicación o una estructura, o una lógica evidente hasta ese momento. La lógica y la racionalidad tras estas propuestas es ciertamente siempre debatible. Estas propuestas nacen de la muy personal visión y entendimiento de quién se embarca en estos procesos. Veo que todo esto nace mayormente de la curiosidad personal, del hacerse preguntas, lo que genera un proceso inquisitivo, que luego se vuelve analítico, para desembocar en un proceso de integración, que eventualmente genera una o más propuestas sobre un tema en especial. Hacer filosofía es un proceso muy personal.
    Ciertamente, respecto de esta manera de abordar la filosofía no se puede hablar de un profesional. En este lado de la filosofía uno está desnudo, no se requieren habilidades duras, al contrario, son las blandas las que cuentan. De hecho, las “nuevas” propuestas deben ser forzosamente nuevas, y por ello, el saber de la filosofía histórica no necesariamente es un requisito obligado o necesario, es más, este conocimiento puede ser algo distractivo (o contaminante) y por ello, tal vez, hasta cierto punto no tan deseable (tema debatible ciertamente). Después de todo, la filosofía histórica es en esencia una colección de propuestas interpretativas sobre temas que no necesariamente están correctas y siempre serán debatibles y/o cuestionables. Aparte está el hecho de que la filosofía histórica es incompleta, y deja muchos temas sin abordar y menos resolver (al menos a nivel filosófico) y por ello en general, su valor es muy subjetivo y por supuesto, cuestionable.
    La tercera manera de abordar la filosofía sería leerla, estudiarla y eventualmente llegar a saber lo suficiente como para hablar de la filosofía histórica con más o menos propiedad, algo que viene a ser parte de la posible cultura general personal y por ello en el ámbito de las preferencias personales.

    A mi modo de ver, un filósofo es quién “hace filosofía” cuyo resultado puede ser o no ser plasmado en un registro (probablemente escrito), aunque es lo deseable. Quien solo enseña filosofía o la lee y estudia no es realmente un filósofo, pues “hacer filosofía” implica necesariamente (a mi modo de ver) generar nuevas propuestas filosóficas sobre temas aún pendientes sobre el entendimiento de la realidad de la que nos toca ser parte.
    Un ensayo o un libro sobre filosofía será de utilidad para alguien en la medida que éste responde a preguntas que esta persona se ha hecho. En lo general leer libros que responden preguntas que uno nunca se ha hecho sirve de muy poco, en realidad casi de nada. El conocimiento adquirido que luego no tiene aplicación o uso en lo personal sirve de poco.
    Por lo anterior es que observo que el “hacer” filosofía nace esencialmente de la curiosidad personal sobre nuestro entorno con respecto a temas que no tienen respuesta. No se trata de un proceso con una estructura definida, es casi algo casual y muy personal, por ello indudablemente en esta área de la filosofía no se puede hablar de profesionales, aunque creo que quien practica esta manera de hacer filosofía tampoco le interesa ser catalogado como profesional.

    En lo personal soy un filósofo aficionado (que ·hace filosofía”) y me paso la vida desarrollando propuestas que responden incógnitas que, para mí, hoy no tienen respuesta en ninguna parte. Lo cierto es que hay tantas preguntas sin respuesta, y tantos temas insolutos. Por ejemplo:
    ¿Qué es aquello que se llama vida? O ¿Qué es un ser vivo?
    ¿por qué existe el libre albedrío? ¿Cuán libre?
    ¿Qué es el tiempo? ¿existe? ¿por qué el tiempo es relativo?
    ¿Cuál es el valor de una vida humana? O dicho de otra forma ¿qué le da valor al vivir?
    ¿Existen los derechos? y ¿son un concepto insostenible?
    Agrega a estas preguntas las famosas (e incompletas) preguntas de Gauguin.
    Sea como sea, la temática pendiente es muy amplia.

    Ahora ¿necesito algún tipo de respaldo oficial al respecto? ¿necesito algún reconocimiento oficial para ello? Claramente, no, las propuestas que pueda desarrollar valen solo por su solidez racional argumentativa y serán siempre discutibles. No son más que propuestas interpretativas o descriptivas sobre la realidad aparente, relativamente estructuradas, que me explican parte de la mecánica tras la realidad que aprecio a diario, como en esencia es todo el resto de la filosofía.
    En el campo de la filosofía pura (y el hacer filosofía) nadie es más autorizado que otro. Todo lo que importa es el peso de los argumentos, junto con la lógica y la racionalidad tras cada propuesta.

    • Darin · 19/01/2022 Responder

      Gracias por tu reflexión Godofredo 😊

    • Stryker · 21/01/2022 Responder

      Pues no. El “nadie es más que nadie” se aplica a los derechos civiles y, en los países realmente civilizados (escasísimos), a un mínimo que condiciones económicas, sanitarias y educativas que permitan una vida digna. No se aplica a la filosofía, al igual que no se aplica a la NBA. No todo el mundo juega en los Angeles Lakers de la misma manera que el pensamiento de Platón, Aristóteles o Kant no es equiparable a las ideas que pueda tener cualquier juanlanas, por lógicas y racionales que sean. En la civilización occidental se pretende unos deportistas muy profesionalizados, unas modelos muy profesionalizadas y, sin embargo, se pretende que culturalmente todo el mundo sea igual. Los frikis deben seguir siendo marginados y degradados hasta en su propio campo. Y cuidado con decir que no todo el mundo es igualmente inteligente, que te cancelan. De esa sopa yo no pruebo. Darin tiene un problema. Es un buen jugador al que le ha entrado la duda del espectáculo. El público siempre apesta. Pero la duda es contraproducente. Reduce el “conatus”. De momento ya anda chupando banquillo. Chungo.

  4. Mario · 19/01/2022 Responder

    Tenemos que IDENTIFICAR LO QUE NOS APASIONA Y DEJARNOS GUIAR POR ESO. Creo que entre la Química y la Filosofía te has pasado la mitad de tu vida razonando. Tu salto de la vida académica a la vida real hizo que abrieras tu corazón y te está convirtiendo en una bellísima persona. No te detengas, maestro!

  5. Alminar · 20/01/2022 Responder

    Si te digo la verdad, no entendí la noción de “pretender” antes, ni ahora. Una cosa es lo que se justifica verbalmente y otra lo que se hace mediante acciones, pero la intencionalidad que subyace en ambos casos puede ser la misma. La conducta de los perros no es nada simple. Fingen con ánimo de conseguir objetivos. Hay un refrán que dice “no te fíes de la mujer que lloriquea, ni del perro que cojea”, porque si te acercas a un perro y finge estar cojo ya puedes andar con cuidado, pues está a punto de morder. Se hacen los heridos cuando están irritados o sospechan que quien tienen delante les va hacer daño para que bajen la guardia y acto seguido agreden. El caso de una dama cuando le da por llorar viendo que una conversación no discurre por donde ella desea o sabe que la ha mangado canina, pero no desea dar marcha atrás o reconocer su responsabilidad. Tengo la impresión de que sobre-estimas el lenguaje articulado. Lo que importan son los hechos y hay hechos que son, además de hechos, signos de hechos.
    Me haces repasar a Occam.

    • Lo4d · 20/01/2022 Responder

      Me ocurre algo parecido. “Sin embargo, al no tener auto-conciencia, estas actividades no están “tendidas por delante”, es decir, no afirman que están haciendo estas cosas”. Me dejó descolocado ese párrafo. Los demás animales fingen aunque no hablen. Los escarabajos se hacen los muertos, por ejemplo.

    • Darin · 20/01/2022 Responder

      Al menos me qlegro que te haya llevado a repasar a Occam, un gran filósofo!

  6. Miguel korenko · 20/01/2022 Responder

    Estimado Darín
    Aparte de tu excelente exposición, creo que realmente eres filósofo porque tienes la actitud y aptitud del asombro platónico.
    Creo que tienes la capacidad de estar despierto en la cotidianeidad que está construida por los dueños del poder para que la mayoría viva adormecida….
    Un gran abrazo
    Miguel

  7. Ciro Annicchiarico · 20/01/2022 Responder

    Inquietantes interrogantes planteas querido Darin. Me gustó mucho el remate, que parece volcar la filosofía en el exclusivo mundo de la subjetividad (estética) y por lo tanto de las meras especulaciones. Parece decirnos: tranquilo, jamás sabrás nada a ciencia cierta, salvo lo que tu sientas. Si la filosofía es el arte de la extrañeza, como concluyes desde tu humilde subjetividad, Darin McNabb, en tus reflexiones “¿Existe la filosofía?” (Parte 2), podría concluirse que la filosofía no es una ciencia, ni una práctica, una profesión u oficio, sino la vocación de ciertas personas, expresada en actividad intelectual, de sumergirse en el océano de interrogantes en el que se desplaza la existencia del todo del que formamos parte. Y arriesgar hipótesis aquí y allá, sobre esto o aquello. La filosofía es una inclinación, invencible para muchos, a buscar respuestas a interrogantes esenciales de la vida, sabiendo que probablemente sean no más que especulaciones incomprobables. Sabiendo que, en temas de la sustantivación de los adjetivos (el bien, el amor, la compasión, el bien vivir, la felicidad, la pasión, el odio…. jamás conoceremos nada a ciencia cierta.

    • Darin · 20/01/2022 Responder

      Gracias por tu comentario Ciro. De momento así veo las cosas. A lo mejor más adelante vea las cosas con más claridad.

  8. Santiago Cardoso · 20/01/2022 Responder

    Dr. Darin: qué extraordinaria vivencia….

    Algún tiempo dizque pretendí dar clases de filosofía, 10 años, y siempre decía en mis clases que si la filosofía no alcanzaba a cambiar la vida, no servía para nada…. Eran puras masturbaciones mentales….

    Cuando uno da clases, uno aprende más que los alumnos y poco a poco , fui haciendo míao este decir.

    Lo que le pasó en su primer curso de filosofía es lo que llama Wastalawick como un cambio dos: darse cuenta de darse cuenta. En su esencia humana había la capacidad o predisposición para darse cuenta de esto que yo llamaría algo así como una “experiencia mística”…. algo inefable, inexpresable, pero que a algunos nos hace abrir los ojos…. Eso fue lo que me pasó a mi…

    Eventualmente mi curso de filosofía de solo 6 meses, lo quisieron reducir a 3 meses y luego a 3 semanas… Evidentemente renuncié porque no me podía prestar a algo parecido a una caricatura….

    Lo que yo les hacía hacer a mis alumnos era leer novelas como por ejemplo, Crimen y Castigo, los Hermanos Karamazo(i), Cuerpos y Almas, Cristo nuevamente crucificado de Kazantzakis, el deshabitado de Javier Sicilia, etc…. de tal manera que pudieran tener la experiencia o las condiciones que abrieran precisamente esa ventana para “VER”….

    Originalmente el curso era de Epistemología y a lo largo de los años lo fui cambiando a “no cómo conocemos”, sino “quien es el que conoce” y poco a poco me fui dando cuenta, precisamente de lo que usted expresa, y me volví un enamorado de Kierkegaard.

    En una de las películas de Harry El Sucio hay una escena en la que llaman a Harry para que trate de disuadir a una persona que se trata de suicidarse aventándose del edificio. El diálogo normal sería — no te avientes, si me aviento —- etc. Pero HArry le dice… —- Mira, no me importa si te avientas o no te avientas—-dame solo por favor tus datos para saber quien eres, porque las personas que se avientan de un edificio hacen muy difícil mi trabajo de identificación… Es una masa sanguinolenta imposible de identificar. Solo ese favor te pido y después te puedes aventar— Después de ese diálogo el muchacho se visualiza como una albóndiga esparcida en el suelo y no se aventó… Ese es un cambio dos..

    Usted tuvo un cambio dos en esa clase de filosofía. Tuvo el equivalente a una experiencia mística (San Juan de la Cruz) y pudo Ver….

    Yo no aspiro a ser filósofo ni con f y menos con F, sino a un filosofillo de arrabal que trata de vivir como un cristiano que si pretende ser cristiano, al centrar mi hacer en el Otro (Levinas)… mi prójimo más cercano.

    Y no importa qué religión practique uno, importa lo que hagamos en el instante kierkegaardiano en esta existencia…

    Un abrazo y creeme que lo entiendo perfectamente, más allá de lo que se puede decir con palabras …

    Lo invito a no ser ni un filósofo, ni un Filósofo… sino un kierkegaardiano entre los kierkegaardianos

    Y mire mi trayectoria: ingeniero magna cum laude, graduado en Wharton, un doctorado, y acabé adaptando auxiliares auditivos para los que no oyen…..

    Del vértigo de los espacios corporativos en donde se engendran los más terribles e inhumanos financieros a vivir en un pueblito de la Riviera de Chapala, adaptando auxiliares auditivos… todo un cambio dos de vida que me tomó casi 45 años

    Un abrazo. Santiago Cardoso

    Lo invito a ver mi página https://www.otofon.com.mx/nosotros/

    https://aliciagarciapsicologa.com/cambio-1-y-cambio-2/

    Aquí lo maneja como solución, pero es “darse cuenta”.

    Yo tengo casi todos los libros de Waztlawick… si le interesa y no los consigue… les puedo sacar una copia y mandarselos…

  9. Mario · 20/01/2022 Responder

    ¡Hola Darin! Comparto una reflexión contigo. Creo que el contenido de la “actividad humana” (tal como la hemos conocido hasta hoy) empieza a sufrir un cambio drástico con la irrupción de la INTELIGENCIA ARTIFICIAL (estoy estudiando mucho este tema) / ¿Cuál será ese cambio? / Por un lado, la “actividad racional” (no la racionalidad en sí misma) dejará de estar en el centro de la actividad humana porque esa actividad racional será progresivamente ejecutada por máquinas inteligentes que lo harán infinitamente mejor / Y, por otro lado, aunque seguiremos siendo seres racionales, al no tener necesidad ni ventaja en usar nuestra propia racionalidad, la actividad humana se re-direccionará hacia la “actividad creativa”./ Lo que quiere decir que -a mi juicio- estamos transitando DESDE UN MUNDO Y UNA FILOSOFÍA CENTRADOS EN LA RACIONALIDAD HACIA UN MUNDO Y UNA FILOSOFÍA CENTRADOS EN LA LIBERTAD Y EL ARTE / ¿El ocaso de la diosa Razón? / ¿El fin del iluminismo? / Es un momento histórico en verdad apasionante Darin

    Personalmente, decirte que me fascina ver el paralelismo entre tu proceso de transformación personal (que va de la razón a la emoción) y el proceso de transformación cultural que se ha iniciado con la revolución inteligente. Y quería compartirlo contigo. Bueno, Te mando un fuerte abrazo

  10. La vida es corta y encima con vecinos · 21/01/2022 Responder

    Le das demasiadas vueltas a un adjetivo. Son peores los sustantivos. En especial, los nombres propios. “Trump” y cosas así.

  11. Emilio Flores · 30/01/2022 Responder

    Hola Darin, gracias como siempre por el ejercicio que realizas y compartes con nosotros. Cuando refieres a la ironía, no puedo dejar de señalar a Sócrates y su mayéutica. La eironeia, señalada en los textos de Platón, Aristóteles o Teofrasto. Esta concepción es de la tradición griega, señalada por Hadot: “la ironía constituye una actitud psicológica según la cual el individuo intenta parecer inferior de lo que realmente es: así, él se desprecia a sí mismo”. también tomas una acepción de la real academia que alude a una especia de burla y en algún sentido ambas se pueden encontrar. Cuando dices que el mendigo dice, wao, que te vaya muy bien, y que sería una ironía o sarcasmo. ¿Donde estaría el sarcasmo? Cuando señalas que no entiendes que a otros no les llamó la atención el curso como a ti, ¿no es normal que tengamos inquietudes distintas y que a algunos les guste la filosofía y quieran estudiarla y a otros la medicina, la matemática o la historia? preguntas por los requisitos para ser filosofo, Hadot trabaja el Porvenir y devenir de las normas: “..el pensamiento griego, entiende la figura del sabio como una encarnación concreta de la norma, tal como observa Aristóteles en un pasaje de su Protreptica: «¿Qué medida, qué norma más exacta poseemos en lo referente al Bien más que el sabio?”y mas adelante, se señala, Sócrates no es exactamente un sabio sino un «filósofo,., es decir, un amante de la sabiduría, de la norma ideal y trascendental. Entiendo que a Sócrates lo tenían catalogado como filósofo pero el se negaba a que lo llamaran maestro porque confesaba no saber nada, Luego dices, “..tus opiniones y creencias hay que defenderlas con hechos y razones, hay que tener razón, en cualquier discusión o debate tu punto de vista tiene que ser el que gana, el que otros adopten, sino ¿de que sirve?, recuerdo un pensamiento de descartes que dice que si de algo están satisfecho los hombres es en la distribución de la razón, todos creen tener suficiente. Entiendo que una cosa es dar razones sobre alguna cosa en discusión y otra distinta a que resultes el ganador y que la gente te de la razón aun siendo válidas, hay límites en el lenguaje y esto lo sabía Sócrates, por ello aplicaba la mayeutica como metodología y como ejercicio ya que la consideraba más eficiente que el discurso. Hay otros temas que trataste que serían a mi juicio muy interesantes para desarrollar en colectivo ya que esta vía es complicada. Gracias nuevamente y afectuosos saludos.

  12. Emilio Flores · 31/01/2022 Responder

    Para Kierkegaard”. El mérito de Sócrates, consiste en haber sido un pensador anclado en la existencia, y este tema que planteas refiere a eso. La categoría fundamental de la existencia es el Individuo, es el Único, la soledad de la responsabilidad existencial. A su juicio, Sócrates fue el inventor. Kierkegaard afirma que sólo sabe una cosa, que él no es cristiano. Está íntimamente convencido de que no lo es, puesto que ser cristiano supone mantener una verdadera relación personal y existencial con Cristo, supone haber hecho plenamente propia esta relación, supone haberla interiorizado por medio de una decisión que emana de lo más profundo del yo. Teniendo en cuenta la extrema dificultad de tal interiorización, no existen verdaderos cristianos. Por lo menos, aquel que tiene consciencia de no serlo sería mejor cristiano en la medida que reconoce que él no es cristiano. Sócrates tiene consciencia de no ser sabio. Él no es sophos, sino philosophos, no un sabio, sino alguien que desea la sabiduría porque carece de ella. y esto a continuación me parece espectacular: “Al igual que Kierkegaard se considera cristiano en la medida que es consciente de no serlo, Sócrates es sabio en la medida que es consciente de no serlo”.

    • Lo4d · 04/02/2022 Responder

      Lo primero: el cristianismo no es una prédica. Eso será el invento de San Pablo. O lo que va desde San Pablo a Francisco. Lo que habitualmente se conoce como cristianismo no es sino pablismo. El cristianismo no es una teoría, sino una práctica. Consiste en vivir sin antítesis. No odiar siquiera a los enemigos. Amarlos, incluso. De ahí que Nietzsche subrayara que el único cristiano murió en la cruz. Kierkegaard pensaba mucho, pero el tema cuál fue su práctica. Me temo que toda esa voluntad en contra de la Iglesia pablista danesa lo hizo un pablista muy destacado, pero no vivió como un cristiano, sino como heredero heterodoxo del legado de San Pablo.
      Y segundo: el Sócrates del que hablas probablemente fuera una máscara de Platón. Ni Aristóteles, ni Jenofonte recuerdan a Sócrates por el tema de la docta ignorancia. Tan orientado estaba hacia la práctica que ni siquiera escribió. Probablemente no sabía. Una persona así vive conforme a una práctica, no según una prédica. Mi tío Celes fue la mejor persona que haya conocido, pero no era un hombre de letras. Hacía el bien, sin pensar en ello.

  13. Mariano · 17/02/2022 Responder

    Ja, ja, Darín, no te tortures, con todo el cariño y respeto que te tengo, a mí me parece más bien una explicación muy sesuda de la crisis de los 50. Un espíritu sensible e inteligente como tú lo explica de esta forma tan sublime, pero algo parecido, ese sentido de extrañeza, he notado yo también que no sería capaz de expresar así. La clave está en cuando dices: “como ser humano sigo una pretensión, no me queda otra”, en eso andamos todos a nuestra manera, NO NOS QUEDA OTRA y como busca de la sabiduría siempre quedaremos inacabados, sí, incluso tú, por el inexorable y bendito límite temporal que tenemos. Un saludo afectivo.

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