¿Existe la filosofía?, pt. 1/2

Hoy quiero problematizar con más detalle el carácter profesional o académico de la filosofía, y mi propia identidad como filósofo. Busco una solución al problema con la ayuda de Kierkegaard, Sócrates y el concepto de la ironía.

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La filosofía – el amor a la sabiduría. Todos sentimos ese amor en algún grado u otro, pero ¿cómo llegamos a tenerlo? En el caso de Platón, ese amor, o sea, la filosofía, consiste en la contemplación de las Ideas, conocimiento de ellas. Sin embargo, como nos enseña en El banquete y como reza el reconocido refrán: de la vista nace el amor. Al principio, no nos enamoramos de algo abstracto sino de algo concreto, un individuo de carne y hueso. En el caso de Platón, ese individuo fue Sócrates. Lo que vio en Sócrates fue una forma de vivir, una forma de existir, que le atrajo profundamente. Puedo imaginar al joven Platón diciendo a sí mismo “Quiero ser cómo Sócrates”. No sé quien haya sido el modelo para Sócrates, pero en general yo creo que esto es lo que sucede cuando nos enamoramos de la filosofía. Lo que nos atrae no es tanto la sabiduría como tal sino un sabio, su estilo de vida, su forma de ser.
Es por eso que un correo que me llegó en 2019 me sacó algo de onda. Durante mi viaje en Sudamérica me llegó un correo de un grupo de alumnos de una facultad de filosofía en Perú. Querían saber si podría pasar con ellos a presentar mi libro o darles una conferencia. Al final del correo, la persona que me había escrito dijo que tenían ganas de conocerme como un “profesional de la filosofía”. Eso es lo que me sorprendió, que me vieran como un profesional, que lo que vieran en mí como valioso o admirable fuera algo que podría entenderse como propio de una actividad profesional, o sea, algo que tuviera en común con un abogado o un médico. Si escogiera al azar cien filósofos académicos, no dudo que guardarían entre sí la más amplia variedad de creencias y posturas. Pero si dejamos el contenido por un lado y preguntamos por la forma vemos que todos esos cien académicos publican artículos con cierto estilo expositivo sobre temas de moda en revistas especializadas, van a congresos, hacen el networking, tienen proyectos de investigación financiados, etc. Hay todo un aparato gremial cuya finalidad teóricamente es asegurar que la actividad filosófica se haga bien, con seriedad, pero prácticamente lo que hace es crear la figura del profesional, negando admisión al gremio a los meros aficionados. Yo creo que ése es el sentido de la frase que me escribió ese alumno, que tenían ganas de conocer a alguien serio, no un mero aficionado que opina cualquier cosa.
En todo caso, acepté la invitación con mucho gusto y tiempo después estuve con ellos y lo pasamos muy bien, pero esa frase se me quedó como una piedra en el zapato. Me da algo de pena confesarlo, pero hasta ese momento, desde que tomé mi primera clase de filosofía en 1987 hasta ese momento en 2019, nunca había reflexionado realmente sobre mi identidad como filósofo, es decir, nunca había cuestionado filosóficamente mi quehacer como filósofo; esa identidad y ese quehacer nunca se me habían presentado como problemáticos. Simplemente empecé a hacer lo que los modelos a mi alrededor hacían, y ahora, especialmente con mi canal de la Fonda, empecé yo a servir como modelo. Lo que esa frase – profesional de la filosofía – suscitó en mí fue el miedo de que yo sirviera de mal modelo, que aprendieran de mi conducto como filósofo algo errado o inesencial. Me di cuenta que la culpa no la tendría ellos sino yo, porque yo no había hecho la tarea de conocerme a mí mismo, al menos como filósofo. La reflexión que posteriormente hice, y que continuo haciendo, es lo que condujo a mi salida de la academia. En este vídeo, quiero compartir con ustedes algunos de los detalles de esa reflexión.
Bueno, tiempo después de recibir ese correo de los alumnos peruanos, estaba leyendo un escrito de Kierkegaard que se llama “Cómo juzga Cristo el cristianismo oficial”. Ahí satiriza los pastores luteranos daneses de su época, denuncia su hipocresía y en una parte comenta que las largas vestimentas que llevan son su uniforme profesional. No dice textualmente la frase “cristiano profesional”, pero es lo que está describiendo y criticando y, como puedes imaginar, en ese momento se me vino a la mente mi frase de “filósofo profesional” y pensé Wow – ¿qué tenemos aquí? De repente tuve algo que me guiara en mi reflexión sobre este último. Primero, veamos por qué la idea de un cristiano profesional es ridícula, y luego en qué medida puede compararse con la de un filósofo profesional.
Como comentamos en mi vídeo sobre la filosofía artesanal, un profesional se forma en cierto campo o actividad, como la del médico o del abogado, adquiriendo conocimientos y habilidades especializados que órganos institucionales certifican. Si tengo un tumor en el cerebro, no me lo puede tratar cualquiera sino sólo un neurocirujano, alguien con certificación profesional. ¿Puede el quehacer de un cristiano someterse a un proceso de profesionalización como él del médico? Para responder esta pregunta, tenemos que saber qué hace un cristiano. Si entendemos por cristiano el marco protestante que es el punto de referencia para Kierkegaard, la respuesta es que el cristiano cree, cree por fe en Jesucristo por lo que espera gozar de una vida eterna después de la muerte. Un cristiano se distingue de un ateo no necesariamente por sus actos ya que los dos podrían portarse en la vida de la misma manera, sino por sus creencias.
Entonces, ¿qué hemos de pensar de la idea de un cristiano profesional? Con este término nos referimos a los pastores o ministros cristianos, que sin duda tienen su papel; fungen como guía espiritual, llevan a cabo ritos y ceremonias, y en general encabezan la vida espiritual de la comunidad de creyentes. Sin embargo, estas actividades no constituyen el meollo, la esencia, de ser un cristiano. Uno podría ser cristiano sin participar en estas actividades porque su esencia consiste en creer en Jesucristo. ¿Podría un pastor suplir al feligrés en este quehacer esencial del cristiano; podría creer en su lugar? Para Kierkegaard, no, porque lo que está en juego es una cuestión subjetiva, la condición interior de uno mismo en su relación con lo divino. Es como si alguien amara a tu pareja en tu lugar. Puedes contratar al profesional médico para curar a tu pareja, pero no para amarla, ya que el acto de amar es algo que revela una disposición interior, subjetiva. Además, el cristiano, para ser lo que es, no requiere de ningún conocimiento especializado como el médico o el abogado, sino simplemente la fe, una disposición volitiva interior. No cualquiera es un médico, pero todos pueden tener la fe del cristiano, de la misma manera que cualquiera puede amar.
En este sentido, la noción de un cristiano profesional es ridícula, no tiene sentido. ¿Podemos decir lo mismo de un filósofo profesional? Sabemos qué hace el médico y también el cristiano; ahora, ¿qué hace el filósofo? A pesar de la notoria pluralidad de concepciones de la filosofía y del quehacer del filósofo, podríamos decir muy generalmente que, en vez de creer, el filósofo piensa y cuestiona. Obviamente, el filósofo tiene creencias, pero en vez de tenerlas por fe, da razones para ellas. Y, al menos en principio, está dispuesto a cambiar sus creencias por el peso de un argumento mejor. Siendo la fe una disposición de la voluntad, cualquiera la puede tener. ¿Podemos decir lo mismo del razonamiento? De acuerdo con Aristóteles sí – somos el animal racional. Todos razonamos. Sin embargo, hay dos cosas que hay que tener en cuenta. No todos razonamos de la misma manera, es decir, sobre el mismo tema puede haber una diversidad de conclusiones. Si el razonamiento apunta hacia la verdad, entonces no todas las conclusiones pueden aceptarse y eso indica que algunos razonan bien y otros mal. Quizá ese hecho abogue a favor de la posibilidad de la profesionalización del pensar. Pero dejemos esa cuestión de momento.
El otro punto que quería comentar es que si todos razonamos, no razonamos todos sobre la misma cosa. Volviendo a Aristóteles, decía que el conocimiento se clasifica de acuerdo con su objeto. Por ejemplo, el médico y el abogado razonan, pero se distinguen por el objeto sobre el que razonan – uno el cuerpo humano y el otro las leyes. ¿Cuál es el objeto de estudio del filósofo? Históricamente, los filósofos han estudio una amplia gama de objetos: la mente humana, el propio razonamiento, la naturaleza de la ciencia, el conocimiento, el arte, el bien y el mal. Es muy larga la lista y muy difícil de caracterizar o definir, pero para no hacernos bolas vamos a quedarnos con los filósofos esteta que estudian el arte y la experiencia estética. Dado que todos tenemos la capacidad de pensar, ¿podría cualquiera pensar sobre el arte y su naturaleza? Para ser médico, un neurocirujano por ejemplo, uno tiene que tener conocimientos muy especializados, saber cómo funciona el cuerpo humano en general y el cerebro en específico. Si necesito que me operen el cerebro, habrá neurocirujanos con mayor experiencia y habilidades que otros, pero en general, puedo confiar en un cirujano esté en Buenos Aires, en Moscú, o en Tokio, con tal de que tenga certificación profesional. Los neurocirujanos, estén donde estén, tienen los mismos conocimientos sobre los mismos objetos.
Pasando de los médicos a los filósofos, nuestra pregunta sería ¿qué conocimiento especializado tienen en común? La verdad, no se me ocurre ninguno, ni siquiera entre el mundo reducido de los estetas. A lo mejor sepan la historia de la filosofía o de la rama particular en que trabajan. Pero hay muchos ejemplos de grandes filósofos, como Wittgenstein, que no tenían ese conocimiento y que sin embargo aportaron cosas muy importantes. A lo mejor, tengan todos ciertas habilidades, como cómo formar un silogismo válido y evitar falacias, hacer distinciones, no sé. Puede ser. Pero los médicos en su quehacer también tienen que poder hilar premisas de forma válida y evitar razonamientos falaces.
A lo mejor no hacemos justicia al quehacer del filósofo al compararlo con el médico. Hablamos del conocimiento que tiene el médico, conocimiento que le permite curar al paciente de forma profesional. Sin embargo, ese conocimiento no existía siempre. Alguien tenía que descubrirlo, por ejemplo, descubrir la insulina y cómo funciona en el cuerpo. Con ese conocimiento, los médicos hoy en día pueden tratar la diabetes. En la medida en que los médicos investiguen y no sólo aplican conocimiento a padecimientos para curarlos, entonces están actuando como científicos. A lo mejor el filósofo sea como un científico en la medida en que produce conocimiento, o al menos produce nuevas ideas o formas de entender las cosas. Si es así, ¿qué tienen en común los filósofos? En el caso del científico, no puede ser el objeto de estudio porque es muy variado – desde moléculas hasta planetas. Lo que une a los científicos y lo que permite que pueden ejercer de forma profesional, es el método que emplean – el método científico. En el caso del filósofo, no hay semejante método. El fenomenólogo, el hermeneuta, el filósofo analítico, el deconstruccionista, entre otros, todos proceden de forma distinta. Incluso hay filósofos que rechazan la propia idea de método en filosofía.
Entonces ¿dónde nos deja todo esto? ¿Qué sentido tiene hablar de la filosofía profesional? Un profesional hace algo que no cualquiera puede hacer debido a su formación. Sin embargo, hemos visto que los filósofos no tienen ningún conocimiento en común que pudiera servir de base para la profesionalización, ni tampoco ningún método. Esto sólo deja ciertas habilidades, como las de hacer distinciones y no cometer falacias, etc. Aunque esto también, como vimos, no logra distinguir específicamente al filósofo. Suponiendo que este último sea lo que lo distingue, lo encuentro bastante parco, demasiado limitado, para explicar la fascinante y enigmática actividad que es esa cosa que llamamos filosofía.
Como último, me había preguntado en qué medida puede este concepto compararse con el de un cristiano profesional. Vimos que este último no tiene sentido porque el quehacer del cristiano es algo subjetivo, una disposición volitiva interior que, al ser suplido por otro, se desvanece. La crítica de Kierkegaard al cristiano profesional tendría relevancia para nuestro tema si el producto de la actividad filosófica pudiera clasificarse de subjetivo, o sea, que tuviera vigencia o relevancia para quien lo haya producido. Voy a aventurar una respuesta por una vía negativa. Si no es subjetivo, entonces supongo que el producto de la actividad filosófica sería objetivo. Si fuera objetivo como el conocimiento producido por un científico, entonces, refiriéndose a una situación real y no ficticia, otros estarían obligados a aceptarlo, ya que semejante conocimiento resistiría opiniones contrarias. Sin embargo, lo que encontramos a lo largo de la historia de la filosofía es una amplia gama de opiniones contrarias sin un consenso, ni siquiera sobre temas básicos. Se dice que la filosofía busca la verdad, pero si es así, entonces este resultado me parece escandaloso. Si no busca la verdad, entonces me equivoco, pero eso significa que estoy errado, lo cual implica que hay una opinión o posición que no lo es, o sea, que es verdadera. No me extrañaría nada que mi comprensión de lo verdadero y lo objetivo en filosofía fuera deficiente entonces mejor dejo este tema aquí sin solución. Sólo quisiera terminar diciendo que de la misma manera que Kierkegaard pensaba que un individuo tenía que ocuparse sí mismo con su relación con lo divino, en vez de dejarla a un profesional como un predicador, Kant exhortaba que dejáramos que algún otro guiara nuestra mente, que saliéramos de nuestra inmadurez y que atreviéramos a saber por cuenta propia. Al menos en este sentido la idea de un cristiano profesional nos ayuda evaluar la de un filósofo profesional.
Bueno, para ir cerrando esta reflexión ¿Será esto la conclusión de todo este cuestionamiento, que no soy un filósofo profesional sino simplemente un filósofo? Eso también me parece parco; no me dice mucho, y no explica satisfactoriamente porque tomé la decisión de salir de la academia. Este último no fue el resultado de detectar y corregir un error en mi razonamiento, como si hubiera entrado al baño de las mujeres y, al darme cuenta que no soy mujer, dijera – ah, debo salirme de aquí. No, nada por el estilo. Obviamente, el tipo de reflexión que he hecho hasta ahora, el análisis conceptual, el hacer distinciones, poner todo en su cajón correspondiente, todo eso tiene su valor e importancia, sin embargo, algo más profundo ha tenido lugar, una sensación de vértigo ante mi identidad como filósofo que ningún razonamiento silogístico puede disipar o resolver.
Creo encontrar una forma de entender esto en el mismo Sócrates. Lo que he hecho hasta ahora es parecido a lo que sucede en los diálogos de Platón donde alguien sostiene algo, y Sócrates le hace preguntas de tal modo que la persona llega no sólo a ya no saber lo que pensaba que sabía, sino que ya no sabe nada al respecto. Se encuentra en una aporia. Es por eso que esos diálogos se llaman aporéticos porque no terminan con un conocimiento determinado, sino en la perplejidad. Entonces, imagínate que alguien me hubiera dicho “Soy un profesional de la filosofía” y yo, en plan socrático, le hago una serie de preguntas que le lleva a la conclusión a que hemos llegado hasta ahora en este vídeo. Lo que es importante entender es que para que Sócrates logre ese resultado no puede decirle a la persona, “No, estás equivocado por X y Y razones”. Más bien, simula la ignorancia para que la persona se vea obligada a razonar por cuenta propia y llegar ella misma a darse cuenta de su error. Esta simulación es lo que llamamos la ironía socrática.
Notablemente, en ninguna parte dice Sócrates que simula la ignorancia, sino que nosotros le hemos atribuido esa postura. No tomamos en serio su famosa afirmación “Sólo sé que no sé nada”, sino que lo vemos como una estrategia retórica y pedagógica. Lo que quiero sostener es que la vida filosófica de Sócrates es mucho más profunda que ese imagen popular que se ha retratado. ¿Qué pasaría si lo tomáramos en serio, que es ignorante? Su ironía entonces no sería meramente lingüístico-retórico sino existencial. La existencia entera de Sócrates sería irónica. Eso de hecho es lo que piensa Kierkegaard. Volvemos ahora con el gran danés . . . (jajaja) con el gran danés, mejor dicho con el célebre danés. Volvemos no al concepto del cristiano profesional que discutimos, sino a una preocupación suya más amplia, la de cómo ser un cristiano o más bien cómo volverse cristiano. De alguna manera, toda su obra versa en su fondo sobre este tema, y aunque yo no sea cristiano, su forma de entender qué significa me ha ayudado mucho a entender mi identidad como filósofo frente al mundo académico. El gran maestro de Kierkegaard fue Sócrates y su concepto de ironía. Sócrates obviamente no fue cristiano, sin embargo tenía una preocupación similar a la de Kierkegaard, a saber, cómo vivir una vida humana. El 3 de diciembre de 1854, Kierkegaard escribió en su diario unas líneas sobre la vida de Sócrates y lo que la hacía distintiva. Dice:
“¿En qué consistía realmente la ironía de Sócrates? ¿En retórica y expresiones lingüísticas, etc? No, semejantes trivialidades, incluso su gran habilidad de hablar irónicamente, tales cosas no constituyen un Sócrates. No, su existencia entera es y era ironía; mientras toda la población contemporánea de granjeros y mercaderes, etc., miles y miles de personas, estaban perfectamente seguros de ser humanos y de saber qué significa ser humano, Sócrates, en cambio, no alcanzaba ese nivel de certeza, por lo que se quedaba con el problema de qué significa ser humano. De esta manera, expresaba que en realidad el impulso vital de esas miles de personas era una alucinación, tonterías, alboroto, ajetreo . . . Sócrates dudaba que uno es humano por nacimiento; volverse humano o aprender qué significa ser humano no es tan fácil”.
¿Alguna vez te has parado quieto en medio de un centro comercial viendo a la muchedumbre por tu alrededor correr de un lado al otro comprando cosas ciegamente? Claro, yo también, y seguramente como yo, tú te quedaste pensando que todos andan como zombies sin preguntarse qué están haciendo, bueno, todos menos tú. Es un gesto típico del filósofo, ver a la gran mayoría como irreflexivos, y al parecer Kierkegaard hace lo mismo en su comentario. Todos andan con tonterías en el ajetreo de la vida porque no piensan, menos Sócrates que es el único que reflexiona. Es tentadora esta interpretación porque nos permite ponernos por el mismo lado que Sócrates, por el lado de los que reflexionan. ¿No fue Sócrates quien dijo que una vida sin examen no merece la pena ser vivida? Pues este examen, a diferencia de la gran mayoría, es lo que hacemos tú y yo, ¿no? Según Kierkegaard, no. La distinción que hace en su comentario no es entre los que reflexionan y los que no, ya que había muchos en Atenas que reflexionaban como tú y yo. Eso, en vez de ponernos por el lado de Sócrates, nos pone por el de los que nos gusta criticar. ¿Por qué? Porque, al igual que los que no reflexionan, y como dice Kierkegaard, tú y yo estamos “perfectamente seguros de ser humanos y de saber qué significa ser humano”.
¿Qué quiere decir Kierkegaard con eso de estar seguros de ser humanos? Pues, por un lado, sé que no soy un perro o un gato, sino miembro de la especie homo sapiens, un ser humano. Lo que me distingue de los demás animales, entre otras cosas, es que estoy auto-consciente. Mi perro es consciente de muchos objetos: árboles, alimento, gatos, pero no de sí mismo. Nosotros estamos conscientes de los mismos objetos, pero podemos también dirigir nuestra conciencia a nostros mismos como objeto. El objeto que vemos no es una abstracción general como homo sapiens, sino una identidad concreta. Nuestra forma de vivir como humano es en términos de identidades sociales, como ser padre, maestro, hijo, ciudadano, etc. En grupos sociales de otros animales hay diferentes papeles y funciones, como el de ser alfa macho por ejemplo, pero hay dos diferencias importantes. Primero, el lobo no escoge ser alfa macho de forma libre sino que está llevado a ello de forma instintual. Y segundo, no se desvía del cumplimiento de ese papel por incentivos o tentaciones externas. Aunque hay identidades que muchos y a veces todos fungen, como las de ser padres o ser ciudadanos, hay identidades que uno escoge por gusto o interés como ser maestro, médico, soldado, o poeta. Donde la vida canina es bastante homogénea en su despliegue, la vida humana puede vivirse de muchas formas, a través de muchas identidades.
El punto importante es que la identidad que uno escoge se caracteriza por normas a las que uno tiene que adherirse para que uno sea considerado maestro, por ejemplo, y no otra cosa. Este tema de normas es lo que encontramos en la conversación que sostiene Sócrates con Polemarco y Trasímaco en el primer libro de La república. Hablando de la profesión o identidad del médico, Socrates pregunta: ¿el médico busca el bien de su paciente o su propio bien? Si, como médico, alguien te ofrece dinero para matar a tu paciente en vez de curarlo, ¿qué harás? Estas preguntas suscitan una reflexión. Somos capaces de considerar si X o Y es consonante con el ejercicio de nuestra identidad, sea como padre, maestro, ciudadano, etc. Dicho eso, ¿cómo podríamos entender la vida de los que no reflexionan? Ellos también han asumido una identidad, por lo que alguna norma tiene que guiar su actividad, sin embargo no es quizá la norma asociada con una identidad en particular sino una general, la de un egoísmo generalizado, el principio de placer, la consecución de dinero y poder. Esto lo vemos resaltado en el ejemplo del político que típicamente consideramos como corrupto; busca su propio bien en vez de, como indica la norma, el bien común. Si esto es correcto, entonces el momento de reflexión nunca se presenta porque toda opción de acción se juzga en términos generales del egoísmo. Ahora, está claro que los que sí reflexionan sobre lo que exigen las normas de su identidad también piensan en sí mismos. A lo mejor sea una cuestión de grado y no de tipo, no blanco y negro, es decir, los que reflexionan y los que no, sino un continuo.
En todo caso, esta distinción no es la que le interesa a Kierkegaard porque opone a Sócrates a todos los atenienses, tanto los que reflexionan como los que no. Lo que la gente reflexiva e irreflexiva comparten en común es, en las palabras de Kierkegaard, la seguridad de ser humano, de saber qué significa ser humano. Sí, unos reflexionan sobre su condición y hacen en su caso los ajustes necesarios para cumplir con las normas de su identidad, pero al hacerlo siguen adelante con la misma confianza que la gente no reflexiva, y por tanto, según el juicio de Kierkegaard, se sumergen en el mismo alucinado alboroto que los demás. Lo difícil que es volverse humano no estriba en una actividad meramente intelectual de captar definiciones y sopesar medios y fines, sino en algo más profundo – la experiencia de la ironía.
¿En qué consiste esta experiencia? Para empezar, esta capacidad es propiamente humana; los demás animales no la experimentan, como Kierkegaard indica más adelante en su diario. Dice: “Viajar a Sur América, descender en cuevas subterráneas a excavar fósiles antediluvianos y los restos de tipos de animales ya extintos – en esto no hay nada irónico, ya que los animales actualmente existentes ahí no pretenden ser los mismos animales”. A primera vista, es un poco extraño este ejemplo arqueológico, pero en un momento veremos por qué lo emplea. Bien, la palabra clave aquí es “pretender” – dice que los animales no pretenden. Este verbo viene del latín y según la Real Academia Española significa literalmente “tender por delante” o “poner como excusa”. Una pretensión es lo que uno afirma sobre su actividad. ¿Por qué andas de bicicleta? Uno podría responder “Para llegar a la escuela” o “Para hacer ejercicio” o “Para reducir mi huella de carbono”. Obviamente, los animales también hacen cosas para lograr un efecto: comen para alimentarse, ladran para defender su territorio, etc. Sin embargo, al no tener auto-conciencia, estas actividades no están “tendidas por delante”, es decir, no afirman que están haciendo estas cosas. En el caso de los seres humanos, nuestras actividades están relacionadas con la identidad social que comentamos antes, de modo que cuando pretendemos algo estamos afirmándonos como algo, conscientes de cómo esa actividad encierra o promueve nuestra identidad.
Volviendo al diario de Kierkegaard, aún no sabemos qué es la experiencia de la ironía, pero sea lo que sea, dado que los animales no tienen pretensiones, no la pueden experimentar. Pero los humanos sí, como vemos en la continuación de su metáfora arqueológica. Dice: “En cambio, excavar en medio de ‘la cristiandad’ los tipos de ser cristiano, los cuales, en relación con cristianos actuales, son como los huesos de animales extintos en su relación con animales que viven ahora – esto es la más intensa ironía – la ironía de suponer que el cristianismo existe al mismo tiempo que hay mil predicadores vestidos de terciopelo y seda y millones de cristianos que engendran cristianos, y así sucesivamente”.
En un nivel superficial, estas palabras podrían leerse como una sátira de los cristianos actuales. Antiguamente, había cristianos de verdad, los que, pese a la persecución de el Imperio Romano, se mantenían en su fe, pero que ahora con el paso del tiempo han llegado a ser hipócritas, arropándose en telas lujosas y creyéndose cristianos no por decisión propia sino por una determinación casi biológica. Sin duda, hay algo de eso aquí, sin embargo hay algo más importante que está comunicando. Ser cristiano es una identidad social, es algo que uno puede pretender, y esto de dos formas: de forma irreflexiva o reflexiva. Si eres cristiano por osmosis, por así decirlo, o sea, porque naciste de padres cristianos o porque lo asimilaste inconscientemente por el entorno cultural, entonces perteneces a ese grupo irreflexivo que Kierkegaard satiriza. En cambio, si lo tomas en serio y preguntas qué significa ser cristiano, en qué consiste, cómo se distingue de otras creencias religiosas, entonces tu pretensión es reflexiva. Pero ¿cómo respondes esas preguntas; donde encuentras respuestas? Dice Kierkegaard que excavando en medio de la cristiandad.
Aquí encontramos el punto de la metáfora arqueológica. Imagínate que eres arqueólogo y estás trabajando en una excavación con tu perro y descubres restos óseos de una criatura canina y otra humanoide – un neandertal. Dado que los animales no tienen pretensiones, no pueden pretender, tu perro quizá huela los huesos pero poco más. Tú, en cambio, siendo auto-consciente, sí pretendes, tiendes por delante una identidad social que has elegido. Sólo que en este caso no puedes elegir ser un neandertal, tener por ejemplo su estructura ósea, ya que eso está determinado biológicamente – está fuera de tu control. En otras palabras, ser neandertal no es una identidad social. Pero ser cristiano sí lo es. Lo interesante para Kierkegaard es que determinamos cómo ser un cristiano de una manera que la metáfora arqueológica nos puede ayudar a entender. Excavamos en medio de la cristiandad, dice. Lo que quiere decir es que, como un arqueólogo, ponemos a la vista las instituciones históricamente establecidas del cristianismo, las cuales encierran ritos, prácticas y costumbres y que documentan su estructura, historia, las distintas sectas y sus creencias, etc. Siendo tú una persona reflexiva que ha adoptado la identidad de cristiano, examinas todo esto y preguntas: ¿Qué exige ser cristiano; qué tipo de cristiano voy a ser? Al revisar toda esta excavación del cristianismo, esperas encontrar esa información, el criterio para vivir propiamente como cristiano.
Sin embargo, Kierkegaard dice que hacer esto “es la más intensa ironía – la ironía de suponer que el cristianismo existe al mismo tiempo que hay mil predicadores vestidos de terciopelo y seda y millones de cristianos que engendran cristianos”. Ahora bien, no hay duda de que los Neandertal existieron como especie biológica; de eso estamos seguros porque vemos los huesos. Pero de lo que no podemos estar seguros es si el cristianismo existe o ha existido. Por sincera que sea la reflexión de uno sobre este tema, por mucho que no quiera ser un autómata haciendo las cosas como robót (como hace mucha gente), si busca su respuesta dentro de la cristiandad socialmente constituida, estará cometiendo una petición de principio porque así supone que el cristianismo existe. Pero dirás que de la misma manera que vemos los huesos del Neandertal, vemos iglesias y sacerdotes. ¡Claro que existe el cristianismo! Pues el buen Lutero protestaba que no, que eso no era cristianismo sino otra cosa, lo que llegó a ser el protestantismo, y es con los luteranos que Kierkegaard peleaba. ¿Qué tal si el protestantismo tampoco es el cristianismo? Lo que Kierkegaard quiere decir es que al basarte sobre tu excavación y así suponer que el cristianismo existe, que eso es una forma de estar perfectamente seguro, como vimos en la discusión de Sócrates. Todos los atenienses están perfectamente seguros de qué significa ser humano, tanto la gente irreflexiva como la reflexiva, todos menos Sócrates. Es como si uno quisiera ser político y “excavara” en medio de la política tanto actual como histórica buscando ejemplos de ello. A lo mejor, nunca ha existido la política como debe de ser, que nunca ha habido un político que realmente lo era, sino sólo una larga lista de farsantes y corruptos. Volviendo al cristianismo – ¿qué pasa si el cristianismo en efecto no existe? ¿Qué tal si nada en el mundo esté a la altura del llamado de una vida cristiana? Si eso fuera el caso, toda la reflexión de uno no sería otra cosa que el alucinado alboroto que comentamos antes.
En la historia del mundo, ha existido alrededor de 100 mil millones de miembros de la especie biológica de homo sapiens. Pero ¿ha existido alguna vez un ser humano? Kierkegaard piensa que Sócrates, al menos, fue uno. ¿Ha existido alguna vez un cristiano? Quizá Kierkegaard, siguiendo a Sócrates, fuera uno de ellos. ¿Ha existido alguna vez un filósofo? Tengo un buen amigo, maestro de filosofía, que con respecto a la cuestión sobre la naturaleza de la filosofía, dice que la filosofía es simplemente lo que los filósofos hacen o que han hecho en la historia. En términos de Kierkegaard, diríamos que mi amigo excava en medio de la filosofía socialmente constituida para entender cómo cumplir con esa identidad social que tiene o que quisiera tener. En otras palabras, está seguro, perfectamente seguro, de la existencia de la filosofía. Yo no. Fue en el momento de leer esa frase – profesional de la filosofía – que por primera vez se volvió problemática mi identidad como filósofo. En la primera parte de este vídeo, creo que logré problematizar el carácter profesional de la filosofía, sin embargo, eso no ayuda mucho en resolver mi inquietud más profunda – la naturaleza de mi identidad como filósofo. Y aun cuando hubiera seguido tratando de definirla, no habría tenido éxito; habría terminado en una situación aporética. Pero eso no está mal porque esa aporía es el punto, ya que significa la abertura de una brecha en la que, según Kierkegaard, la experiencia de la ironía puede darse. La brecha es entre, por un lado, una pretensión que tengo en términos de una práctica social existente (en mi caso, la de ser filósofo), y por el otro lado una aspiración o ideal que la pretensión implica pero que parece trascender los ejemplos a mi alrededor. Uno puede tratar de cerrar esa brecha con el tipo de reflexión que hemos tratado en este vídeo o uno puede, en medio de la aporía, tomarla de tal manera que la experimenta de forma irónica. Este último es lo que hace Sócrates, no con una maniobra retórica, sino con su propia existencia. Esto al menos es lo que plantea Kierkegaard y es lo que veremos con detalle en el siguiente vídeo.

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Para la segunda parte de este vídeo me apoyo en el escrito “A Case for Irony” de Jonathan Lear.

Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

37 Comments

  1. Al Munga · 12/12/2021 Responder

    Como siempre, un excelente video.

    Saludos.

    • Miguel korenko · 12/12/2021 Responder

      Estimado Darín
      Cómo siempre muy pedagógica la reflexión que presentas…
      Un gran abrazo
      Saludos

    • Darin · 12/12/2021 Responder

      Gracias Al 😊

      • Miguel · 13/12/2021 Responder

        Siempre espero con ansia Tus videos, en que escuela de California me podrías recomendar para El estudio de la filosofía

        • Darin · 14/12/2021 Responder

          Hola Miguel. Me da gusto que te gusten mis vídeos. En cuanto a escuelas de filosofía en California, la mayoría son de corte analítica, la cual no me gusta mucho pero tampoco desdeño. La que conozco bien es aquella en la que me formó un poco, la facultad de filosofía de Loyola Marymount University en Los Ángeles. Pero eso fue hace 30 años. Supongo que la mayoría de los maestros que me tocaron en clase ya están jubilados. Así que ahora no sé cómo esté. Lo mejor es ver la página web de diversas facultades, ver sus maestros, sus especialidades, qué trabajan y a ver cual te llama más la atención. Suerte!

  2. Daniel · 12/12/2021 Responder

    Hola Darin. Siempre he sido un curioso. Se me presenta un tema que me interesa y pienso mucho sobre él e investigo. Y escribo mis “conclusiones “. Pues bien. Creo que en definitiva eso es FILOSOFAR. Amar el conocimiento.
    He llegado a tí, justamente, buscando temas como : dios, la muerte, el libre albedrío, las sociedades, el capitalismo …. y a través de tus videos, me has hecho interesar en otros temas.
    Soy un filósofo ?. No, claro que no. Soy solo un curioso y quiero obtener algunas respuestas. Solo eso.
    Por eso admiro a Sócrates £al igual que Platón).
    SOLO SE QUE NO SE NADA. Y eso me estimula a seguir buscando. Y me apasiona.
    Gracias por tus audios (viajo escuchandolos) y por tu afabiludad y “simpleza” en los temas que tratas.
    Que tengas un excelente año 2022.
    Un gran abrazo.

  3. Gaspar · 12/12/2021 Responder

    Gracias por seguir produciendo contenido significativo. Un abrazo

  4. antonio · 12/12/2021 Responder

    Muy bien Darin.
    Pero yo opino que a veces se saca mucho provecho en la discusión del tema con otros filósofos o científicos para dilucidar y problematizar etc.
    Gracias.

  5. YAHIRA MARGARITA SÁNCHEZ LEONARDI · 12/12/2021 Responder

    Hola Dr. Darin
    Excelente reflexión.
    Me encanta cómo realizas esos engarces entre el “Gran Danes” (te reíste) jajaja..y no pasa nada; el cuento sobre el cristianismo y el ser cristiano; Socrates y la ironía; Aristóteles y el animal racional; Platon y la contemplación de las ideas…y el tema de “excavar” en cualquier asunto de interés…TODO ello para inferir, sí existe o no la filosofía; aún tu respuesta está inconclusa, pero llegarás a ella. No obstante, lo que más me llamó la atención es la “duda” sobre tu propia identidad como filósofo (sabes que eso de “profesional” de la filosofía no es el punto) Si me permites el permiso yo infiero que si lo eres y muy bueno. Denominas a tu nicho “filosofía artesanal” y es maravilloso. Lo llamaste así después de tu retiro de la academia. Pienso, con mucho respeto, que estás en “un punto de quiebre” para tu MAYOR BIEN…dar con tu propia esencia filosófica. La Fonda, es tu experiencia empírica, además, de lo vivido en tu aula de clase. Atenta estaré, del siguiente vídeo. Un gran abrazo virtual desde Venezuela. Tu fiel seguidora Yahira Sánchez.

    • Darin · 14/12/2021 Responder

      Gracias Yahira por tus lindas palabras, te mando un fuerte abrazo desde México!

      • YAHIRA MARGARITA SÁNCHEZ LEONARDI · 05/01/2022 Responder

        Gracias mi admirado y querido Darin..

        Te deseo un Feliz y renovador 2022…

        Todo, para tu mayor bien y el de tus seres amados.

        Yahira..

  6. Rafael Serrano · 12/12/2021 Responder

    Será que se ha convertido en una ironía mediocre la más certera ironía socrática de de saber que solo seque no se nada.?igual pasa con Descartes y su existir?

  7. Emilio Flores · 13/12/2021 Responder

    Hola Darín, como siempre, gracias por el ejercicio que planteas y por el desarrollo que realizas. Te comento, entre ya varios libros que tengo abiertos, La ética de Spinoza, Delauze: Filosofía práctica y más recientemente uno que estoy un poco intenso: Ejercicios espirituales y filosofía antigua de Pierre Hadot, sin contar la Biblia que reviso permanentemente y algunos donde me devuelvo a revisar como el Fedón donde el tema de la inmortalidad del alma está allí. En este libro de Hadot se plantean algunos temas como Ejercicios espirituales antiguos y «filosofía cristiana”, la Filosofía como forma de vida (Annuaire du Coltege de France, 1984-1985, págs. 477-487), «En la actualidad hay profesores de filosofía, pero no filósofos … », hay un Diálogo interrumpido con Michel Foucault. Acuerdos y desacuerdos, Es la filosofía un lujo? , en general, estos temas tan interesantes para mí al menos son temas que siempre requieren el intercambio que por esta vía no resulta tan sencillo, pero hacemos algún esfuerzo para ello, y en este sentido, en algún momento veo la filosofía como un método, también como una forma de vida, por ejemplo, intento utilizar el método socrático que me parece que ayuda a resolver cosas al plantear las cuestiones en términos de preguntas y allí se abre un espacio dialéctico, en general, si algo me siento es filósofo, y en este sentido, me siento compelido a seguir estudiando los distintos y variados temas de nuestro acontecer, tanto general como del cultivo del yo, que por cierto, también hay un apartado en el texto de Hadot que no he revisado aun. Bueno Darin, esto cada vez se pone más complejo en algún sentido, pero esta situación agrada porque precisamente contribuye a nuestro ejercicio permanente de pensar. un cordial y afectuoso saludo.

    • Darin · 14/12/2021 Responder

      Hola Emilio. Gracias por tu reflexión. Ese libro de Hadot es un tesoro, lo he leído varias veces!

      • Emilio Flores · 14/12/2021 Responder

        Hola Darín, a efectos de seguirte mejor, tendrías las coordenadas del libro de Kierkegaard?. Cuando digo que me siento filósofo aludo a ello no por el conocimiento que no tengo sino en términos de sensaciones de la búsqueda de lo universal, de la búsqueda de la comprensión permanente, del deseo y actividad para seguir buscando, pero sobre todo y como lo señalas en otros términos en tu brillante exposición, por no asumir ningún conocimiento como fin último de la cosa, con lo cual siempre me resulta sencillo agregar nuevo conocimiento relativo para estructurar mejor el pensamiento, es decir, con reserva a que puede siempre haber mejores formas y nuevas maneras de ver la cuestión. Un cordial saludo.

        • Darin · 14/12/2021 Responder

          Hola Emilio. No he podido encontrar los diarios de Kierkegaard en el español. Lo que cité en el vídeo fue traducido del inglés, lo cual no es bueno hacer pero bajo las circunstancia no tenía de otra. Saludos!

  8. Javier Arias · 13/12/2021 Responder

    Me siento Orgulloso de seguir y estudiar recientemente su contenido Sr Darin. Hay algo que me urge volver a estudiar… ví un vídeo donde explicó la sociedad política vs sociedad cívil. ¿Me podría indicar cuál es el nombre de este vídeo?. Muchas gracias por su tiempo y enseñanzas, aprecio mucho su trabajo. Un saludo desde Colombia

    • Darin · 14/12/2021 Responder

      Hola Javier. Es posible que te refieras al primer vídeo que hice hace 11 años, sobre el contrato social. También hablo un poco de eso en mis vídeos sobre Hobbes, Locke y Rousseau. La verdad nose bien a cual te feieres, perdón.

  9. Mario · 14/12/2021 Responder

    Hola Darin. Si me permites y después de leer la transcripción de tu video, decirte que para mi tu ya no eres un “filósofo profesional”, ni un “profesor” ni un “académico” ¡OLVÍDATE DE ESAS VIEJAS CATEGORÍAS DARIN! Tu eres (con todo respeto) un comunicador nato que crea confianza en nuestros corazones y nos regala la maravillosa posibilidad de ver cómo es y qué hace una persona culta que busca la verdad. Abrazo y adelante!

  10. Guillermo Oliveti · 18/12/2021 Responder

    jajajaj grandanes, me hiciste reír mucho. Gracias por compartir tu filosofía y ese tinte de humor

  11. Primperan · 19/12/2021 Responder

    Hace tres meses un estudiante preguntó en un foro cuál era la mejor manera de estudiar filosofía:
    https://thephilosophyforum.com/discussion/11796/best-way-to-study-philosophy/p1
    Le he contestado en tres palabras: “Calvin y Hobbes”. La historia del mapache que murió me parece idónea, porque la filosofía solo tiene que ver con un único problema: la muerte.
    https://tinyurl.com/2kmwb4tt
    Los profesionales de la muerte serán los asesinos o los de los servicios funerarios. Sin embargo, la filosofía atiende a otra cosa; a tratar de cuadrar el círculo tratando de afrontar lo que resulta imposible de afrontar. Hay muchísimos filósofos, tantos como maneras de distraernos del verdadero problema. La mayoría de ellos considera que la muerte no existe, sino la vida eterna. Sin embargo, ellos fallecieron.
    No sabemos morir, así que tampoco sabemos vivir. El único cristiano que existió murió en la cruz. Él se enfrentó a ese hecho que todos anticipamos y tanto devasta te cuando arrebata a un ser querido, tratando de vivir sin antítesis, llegando no sólo a perdonar al prójimo, sino a amar a los enemigos.
    Gracias a ese foro me he dado cuenta sin querer de que los estadounidenses andan bien perdidos entre malabares de crucigramas analíticos. Bill Waterson consiguió expresar cómo los tratados más densos y complicados poseen menos sentido que el sentimiento de un niño de 6 años.
    Gracias, capitán Spiff.

  12. Javier · 24/12/2021 Responder

    Kierkegaard escribió alguna vez que era profundamente infeliz; si así fue: se consideraba en parte un esteta reflexivo, incapaz de dar el salto cualitativo a lo ético?

    • Darin · 25/12/2021 Responder

      Hola Javier. No veo cómo vinculas la infelicidad y la reflexión.

      • Javier · 25/12/2021 Responder

        En ningún caso, pero en la categoría de registro estético, sin llegar a lo ético (como compromiso con los otros), a la larga, se sentiría infelicidad. Se consideraba Kierkegaard atrapado en ese registro?

  13. Javier · 25/12/2021 Responder

    En ningún caso, pero en la categoría de registro estético, sin llegar a lo ético (como compromiso con los otros), a la larga, se sentiría infelicidad. Se consideraba Kierkegaard atrapado en ese registro?

  14. ¿Existe la filosofía? — La Fonda Filosófica | Deuda y sociedad · 27/12/2021 Responder

    […] ¿Existe la filosofía? — La Fonda Filosófica […]

  15. Eleuterio Castro · 16/01/2022 Responder

    «Todos, sin excepción, no somos; pero creemos que somos mientras pretendemos, racional o irracionalmente, que somos: Simplemente asumimos, al menos, una identidad social.»

    Muy buena cachetada para empezar el día 🤣

    Muchas gracias, Darin.

  16. Patricia · 13/07/2022 Responder

    Buff. Me ha llegado muy hondo este video Darin. Quizá también tenga que mi momento vital en el que vienen tambaleandose algunas presuntas “certezas” que simplemente ya no lo son…Creo que muchos de nosotros (no se si todos) en algún momento puntual de nuestra vida llegamos a experimentar el vértigo y la perplejidad. en mayusculas…el verdadero abismo en el cual se desvanece ese “estar seguros de que significa ser humano” y se nos caen por asi decir las mascaras.lYo al menos si que me tomo muy muy en serio el “solo sé que no se nada”. Literalmente. No siempre y ni siquiera a menudo pero en momentos puntuales lo he sentido así tal cual y curiosamente en esos momentos donde se caen las seguridades y certezas quw he sentido también que me acercaba a una vida más real y auténtica. De alguna manera te percibíbo ahí Darin. En esa búsqueda de una vida real y auténtica y eso para mí y para otros de los que estamos aquí constituye un ejemplo. Un abrazo

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