Filosofía oriental – el hinduismo, pt. 2/5

Revisamos hoy la idea de brahman, atman y la afirmación central de los Upanishads: tat tvam asi, la identidad de brahman y atman.

Guión

El famoso escritor inglés Aldous Huxley una vez dijo que toda ciencia es la reducción de la multiplicidad a la unidad. Es muy cierto eso. En la ciencia de la física por ejemplo, Newton logró reducir el comportamiento de la enorme multiplicidad de objetos físicos a la sencilla unidad de la ley de la gravitación. Einstein con su teoría de la relatividad y Bohr y Heisenberg con la teoría cuántica han logrado reducir incluso más fenómenos a leyes unitarias. Lo que se busca hoy en día es una teoría del todo, una unidad única pues que lo comprenda todo. Aún no lo logramos.
¿Qué tiene que ver esto con los sabios de la India antigua, los que escribieron los Upanishads? No encontramos ninguna ecuación matemática en los Upanishads, pero sí ese espíritu científico de reducir la multiplicidad a la unidad, de buscar tras la infinita diversidad del mundo un principio que lo unifique todo. Como vimos en el primer vídeo, los primeros intentos de entender y controlar nuestro mundo eran netamente religiosos. El hombre proyectaba sobre la naturaleza sus experiencias e ideas sobre sí mismo, de modo que las fuerzas de la naturaleza se personalizaban en las figuras de los dioses. Fíjate en esta foto de la ciudad de Madurai en la India. Cada templo está adornado de miles de figuras de dioses, demonios y personajes cósmicos. Al mismo tiempo en el mediterráneo, los antiguos griegos adornaban sus templos con su propio panteón de dioses. Sin embargo, con la llegada de Tales, Demócrito y Sócrates y su razonamiento filosófico y crítico, los dioses de los griegos pasaron a un segundo plano. Los mitos ya no valían para interpretar los procesos de la naturaleza, sino la racionalidad filosófica. Este ocaso de los dioses, o ídolos como diría Nietzsche, dio paso mucho tiempo después a que la racionalidad griega renaciera en Europa y que influyera en la revolución científica hasta llegar a Newton, y Einstein.
Volviendo a la India antigua, no hacía falta un genocidio divino sino sólo un cambio de perspectiva. Los escritores de los Upanishads interpretaron los dioses y todos los demás fenómenos del mundo como manifestaciones de una realidad última y subyacente que llamaban “brahman”. Brahman no es un dios más sino el fondo del ser, puro e indiferenciado. Enseñan los Upanishads que tras el mundo exterior de las formas cambiantes yace una realidad única y eterna comparado con la cual las cosas que vemos y tocamos en la vida cotidiana son meras sombras. Lo que tenemos aquí es la idea de lo uno y lo múltiple, de algún sustrato unitario y universal del que lo múltiple, es decir, todos los fenómenos de la experiencia, son determinaciones o configuraciones particulares.
La palabra brahman proviene de la raíz “brih” que significa “crecer” o “ampliarse”, entonces brahman connota una vasta extensión. Un ejemplo que lo puede ilustrar es el mar. Es vasto y penetrante y en él encontramos fenómenos como corrientes y olas. Las olas pueden ser de diferentes tamaños y formas pero no son distintas del mar del que provienen. No son más que diversas manifestaciones o configuraciones del ser básico que es el agua del mar. En el Upanishad que se llama Chandoguia encontramos más metáforas. Dice:

“Al conocer un trozo de barro, conocemos todas las cosas que se hacen del barro. Se distinguen sólo en nombre y forma”.

“Al conocer una pepita de oro, conocemos todas las cosas que se hacen de oro. Se distinguen sólo en nombre y forma”.

Sea barro, oro, o el agua del mar, la idea es la misma: hay una sustancia básica y unitaria que puede manifestarse de múltiples formas. Ahora, la gran pregunta que hacen es “¿Qué es aquello que al conocerlo podemos conocer la naturaleza de TODO lo demás?” A partir de estos ejemplos del barro etc., los sabios de la India antigua razonaron analógicamente que tenía que haber una sustancia última de la que el mismo barro, oro y agua son manifestaciones o configuraciones particulares. El nombre que daban a ese fondo del ser era brahman.
Esto sin duda encarna ese espíritu científico de reducir la multiplicidad a la unidad, pero esas lindas metáforas no se comparan con la sofisticación empírica de la ciencia moderna. ¿Los Upanishads nos pueden decir algo más concreto sobre este supuesto brahman? Pues, aunque estos sabios antiguos carecían de telescopios y microscopios, contaban con un instrumento muy poderoso, su propia conciencia, y con una técnica formidable de manipulación de la misma – el yoga. Con ello lograron vislumbrar y de hecho experimentar ese fondo unitario del que toda la variedad del cosmos emana.
Para llegar a esta experiencia del brahman no se fijaban en los diversos objetos o fenómenos que les rodeaban. La idea no era tener conocimiento de ellos sino conocimiento del propio medio del conocer: la mente. Esta idea es sencilla pero brillante a la vez ya que, dado que la conciencia es el campo en el que toda actividad humana se lleva a cabo, tanto externa como interna, puede proporcionar un principio, como el de brahman, que puede unificar toda la vida. Este tipo de estudio lo llamaban brahmavidya: ciencia de lo supremo. Lo que lo distingue de la ciencia de la química y la física es que la mente es tanto el objeto de estudio como el propio medio a través del cual se estudia. En todo caso, como harían los fenomenólogos occidentales 2,500 años después, los indios analizaban como mucha fineza los vaivenes de la conciencia. Estudiaban y describían la conciencia en la vigilia, en el sueño, y en estados más profundos con la finalidad de encontrar la relación entre el conocedor y lo que conoce. En el constante flujo de la experiencia humana, ¿hay algo que permanece igual, algún fondo o hilo de continuidad?
Tomemos la relación entre el sueño y la vigilia como punto de partida. Cuando dormimos, dejamos un estado de conciencia, la vigilia y entramos en otro, el sueño. El mundo que dejamos tiene coches, edificios y árboles pero el mundo onírico no. En el sueño creamos esas cosas utilizando las impresiones de nuestras experiencias guardadas en la memoria. ¿Podemos encontrar algo en común en estos dos mundos? Los objetos no son iguales, como acabamos de ver, pero lo que sí se encuentra en los dos es el observador, algo o alguien que está observando o experimentando estos dos mundos. ¿Qué es este observador? Obviamente no puede ser el cuerpo ya que en los sueños el observador se desprende del cuerpo y de los sentidos para crear sus propias experiencias. Lo que vincula el mundo onírico con el de la vigilia es esta conciencia no corpórea.
Para los autores de los Upanishads, esta dato rompe la idea de que el mundo de la vigilia sea la realidad y que el sueño sea irreal. Más bien, al despertarnos de un sueño, pasamos de un nivel de realidad inferior a uno superior. Pero en este mundo de la vigilia supuestamente real y superior, lo único que experimentamos es el cambio y la impermanencia. De la misma manera que el mundo de la vigilia sirve como base para el mundo onírico, ¿no habrá un mundo superior al de la vigilia que sirva como su base? ¿Será posible despertarnos a un nivel de realidad superior a ese mundo cambiante?
Cuando nos vemos en el espejo vemos un cuerpo, pero sabemos que ese cuerpo no es todo lo que somos. Es parte de nuestro ser pero no más que la capa más exterior. Imagínate la personalidad humana como esas muñecas rusas que se componen de una serie de capas. Pasamos del cuerpo físico a elementos o capas cada vez más espirituales o mentales como los sentidos, las emociones, el intelecto y la voluntad. En occidente, llamamos el conjunto de esos elementos “la mente” o “el ego”. Los sabios de los Upanishads analizaban con mucha fineza estas capas y se dieron cuenta de que al retirar su atención de ellas, una por una, la conciencia seguía aun cuando estos componentes del ego se dejaban por atrás. Descubrieron que la mente y sus elementos no constituyen la conciencia, como pensamos en occidente, sino que son simplemente instrumentos de la conciencia, un campo complejo de fuerzas que vienen y se van en un constante flujo. Esencialmente, no eres tu cuerpo pero tampoco eres esa gama de emociones y opiniones que cambian a veces de momento a momento. El campo de la mente es un campo de cambio constante. Sin embargo, la conciencia puede retirarse de ese flujo y seguir consciente.
Entonces, ¿en qué consiste esa conciencia? En el estado meditativo, al ir dejando por atrás esas capas mentales, la conciencia entra en una especie de singularidad en la que el ego desaparece. Uno se da cuenta de que su ser no se reduce ni al cuerpo ni a la mente, a ninguno de los dos lados de esa dichosa distinción occidental. Moviéndose más allá del remolino de la mente, lo que permanece es una conciencia simplemente del “yo”, no el yo del ego, la personalidad empírica, sino simplemente el estar consciente. Éste es el meollo de su ser, lo que los sabios llamaban “atman” y aun cuando no puede aniquilarse, la tenue barrera que lo separa del mar infinito de conciencia puede suspenderse de modo que en el clímax de la meditación esa barrera de individualidad desaparece, disolviéndose en un mar de conciencia pura e indiferenciada. Lo que uno experimenta en este momento es brahman. Ya hemos comentado que brahman es el fondo puro del ser, una unidad que al diferenciarse se convierte en la infinita multiplicidad de cosas que adquieren nombre y forma.
Estas dos ideas, brahman y atman, forman la enseñanza básica de los Upanishads. Es importante entender que no son cosas distintas sino dos lados de la misma moneda. Brahman es lo divino transcendente y atman lo divino inmanente. Atman es brahman en la misma manera en que una gota de agua es el mar del que es parte. Esta unidad es el gran descubrimiento de los sabios de la India. Uno de los cuentos de la Chandoguia Upanishad lo ilustra. Un padre, queriendo enseñarle esta idea a su hijo, le pide que ponga un tanto de sal en un vaso de agua. El niño lo hace y el padre dice bien, déjalo de momento y volveremos a verlo mañana. El día siguiente el padre le dice, “Ayer pusiste sal en el agua. Tráeme esa sal.” El niño busca en el vaso pero no lo encuentra. Dice, “Papá, la sal no está.” Su padre dice que sí está. Le pide que beba un poco del agua y que le diga a qué sabe. Salado, dice el niño. Bebe del otro lado del vaso, dice el papá, ¿como sabe? Salado. De donde beba el agua, sabe salado, por lo que, dice el papá, aunque no lo veas, la sal está ahí.
La sal se ha disuelto en el agua y ahora es indistinguible del mismo. El brahman es como la sal, una esencia sutil que penetra todo el universo. Luego el padre le dice a su hijo, “El universo tiene Eso como su alma. Eso es la Realidad. Eso es la Verdad. Eso eres tú!” En el Sánscrito esa última frase es “tat tvam así”, eso eres tú. Es la afirmación central de los Upanishads, la más célebre y profunda porque establece una identidad entre el yo más profundo de uno y el carácter divino del cosmos. Como había comentado, no es el yo que ves en el espejo, ni el remolino de tus emociones y opiniones, sino la chispa divina que reposa tranquilamente más allá de los dualismos del ego.
Por un lado, encontramos similitudes entre la noción de brahman e ideas de filósofos occidentales. Por ejemplo, brahman se parece mucho a la Idea del Bien en Platón, a la Voluntad en Schopenhauer por supuesto, y al concepto panteísta de Dios en Spinoza. Sin embargo, la identificación del brahman con el atman no es tan común. Se encuentran ecos en Aristóteles y Hegel, pero en general lo transcendente para nosotros, tanto filosófico como religiosamente, es absolutamente otro. No hay identificación alguna entre uno y el principio divino.
En los Vedas encontramos cuentos que relatan la génesis del universo. Hablan de un tiempo antes del universo, cuando había sólo un hombre cósmico. Decía este hombre a sí mismo, “Todo soy Yo”. Pero quería alguien que le acompañara entonces creció y se dividió en dos, creando así hombre y mujer, y de ahí surgió la raza humana. La mujer se puso a jugar y se convirtió en una vaca, y el hombre se convirtió en un toro. A través de su unión, el ganado surgió y así sucesivamente con los demás animales. Luego pensó a sí mismo, “En realidad yo soy la creación ya que todo esto ha salido de mí.”
La versión bíblica es muy distinta. Primero está Dios. Dios crea el cielo y la tierra y luego de polvo crea el primer hombre. El hombre se sentía solo entonces Dios creó todos los animales y el hombre los nombraba. Pero aún así se sentía solo entonces Dios tomó una costilla del hombre y creó la mujer. Y luego la serpiente, la manzana, la caída y todo lo demás. En la versión bíblica, Dios no se divide en dos sino que lo hace su criatura, el hombre. La creación no emana de Dios sino que la crea aparte de él. Dios permanece lejos, una sustancia aparte.
Las diferencias entre estas dos cosmovisiones tienen consecuencias profundas que reverberan a lo largo de la brecha entre occidente y oriente. La propia palabra “religión” puede entenderse por su acepción latina “religare”, es decir, ligarse o vincularse con la base o fundamento. En occidente, ese ligarse se hace al establecer una relación con ese ser que es tu creador y que es absolutamente otro. Siendo otro, no se puede hacer más que propiciarlo con ritos, sacrificios, oraciones, etc. En oriente, el ideal es que uno llegue a la realización de que uno es sí mismo divino y que también los demás lo son, todos de una y la misma sustancia, el mismo ser universal. Si has pasado algún tiempo en Asia, habrás tenido la experiencia de que te saluden así. Comparemos esta foto del Dalai Lama con ésta del Papá Benedicto. Superficialmente están haciendo la misma cosa, pero la intención es muy distinta. Esa postura de las manos del papá significa que está rezando a Dios; sus ojos están cerrados y está en una silenciosa relación con su creador. El Dalai Lama, en cambio, no está rezando sino saludando. Esa postura de las manos significa divinidad pero está reconociendo la divinidad (sea el Buda o brahman) en la persona que está saludando. ¡La diferencia es enorme!
Un último detalle revelador. En la Biblia dice que deberíamos amar al prójimo. Uno podría preguntar “¿por qué?”. Quién sabe, pero bueno, ni modo, si Dios lo manda pues estoy obligado a ello. En el contexto de los Upanishads, el por qué es obvio, pues tu prójimo eres tú. Tat tvam así. Darte cuenta de y realizar esta sencilla oración en tu vida es la enseñanza más profunda de los Upanishads.
En el próximo vídeo hablaremos del célebre Bhagavad Gita en el que el Señor Krishna le enseña a Arjuna cómo hacer precisamente eso.

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31 Comments

  1. César Palma Labrín · 09/11/2014 Responder

    Estimado Doctor:

    Excelente aporte… filosofía, integrada con la física la ciencia y la tecnología. Creo es el mejor camino para conocer la unicidad de lo conocido y por conocer.

    Cada vez más me resuenan más alto las palabras de Schopenhauer “Yo soy..y el mundo es mi representación”

    Y sigo observando…

    Muchas gracias

    • Darin · 09/11/2014 Responder

      Muchas gracias César. Eso de la representación en Schopenhauer o el “mundo fenoménico” en Kant va a ser el concepto de “maya” que veremos en el próximo vídeo. Hasta pronto y un abrazo!

  2. Pancho Castillo · 09/11/2014 Responder

    HelloDarin! Un amigo mío (roberto Mata) me suscribió a esta página y la verdad la consumo con mucho gusto, y me encanta tu forma de explicar, así como tus sencillas imágenes. Me han gustado todos los temas que abordas y te agradezco lo que has hecho por mi y por todos los que te leen(bueno, que ellos te escriban su sentir). Esta buenísima esta labor, y el esfuerzo y dedicación que pones aquí. Saludos y mis gratitudes desde estas latitudes.

    • Darin · 09/11/2014 Responder

      Hola Pancho, muchas gracias por tu lindas palabras. Que bueno que me hagas esta retroalimentación para que sepa que no ando tan despistado en las explicaciones. Un fuerte abrazo!

  3. Alberto Cortés Ochoa · 14/11/2014 Responder

    Mi entendimiento de la filosofía ha logrado orden y concierto gracias a las clases que he recibido a través de tus videos. Gracias por el esfuerzo que haces al producir estos materiales tan enriquecedores.

  4. Jorge Isaac · 14/11/2014 Responder

    ¡Hola Darin! Sigo tus videos desde hace tiempo y he aprendido muchisimo, espero algun video referente a Cine y Propaganda. Además sería buena idea que publicaras un libro ¿No lo crees?
    Te mando un Saludo desde Guadalajara Amigo.

    • Darin · 14/11/2014 Responder

      Hola Jorge, muchas gracias por tu comentario. Estoy terminando de escribir una introducción al sistema filosófico de C. S. Peirce. Espero salga en verano del año que entra. Y tengo otra idea de libro en mente, pero no concretada todavía. Gracias nuevamente y un abrazo!

  5. Leandro · 17/11/2014 Responder

    Gracias por hacer estos videos

  6. Ignacio Alberto Rodriguez Andrés · 07/12/2014 Responder

    Hola Darin, El ejemplo de la sal me ha gustado sobremanera, creo que es necesario desaprender las cosas que nos enseñaron desde pequeños en colegios católicos, porque intuyo que estas cosas nos las enseñaron por intereses que nada tenían que ver con el desarrollo espiritual de las personas sino para inculcarnos la diferencia entre los hombres y Dios y privarnos así de nuestra conciencia sustituyéndola por algo exterior que no dominamos, base de la esclavitud que ahora sufrimos todos. y en un ámbito práctico en términos occidentales el agua como soporte de información(sal) y como transmisor esencial de conciencia(información) justifica los tan denostados métodos Homeopáticos de curación de enfermedades que siguen en occidente “la nueva medicina germánica” y el “opononopono” en oriente. Gracias Darin por estas explicaciones que realmente hacen pensar a la gente.

  7. Darin · 08/12/2014 Responder

    Hola Ignacio. Gracias por comentario. La verdad mi lado científico duda de la homeopatía aunque anoche un amigo me dijo que ha recibido tratamiento homeopático y le ha servido. No sé si sea el efecto placebo. En todo caso me sigue gustando mucho la filosofía oriental, eso es lo importante, jaja! Un abrazo y gracias

  8. SIMON ANDRES IDROBO · 25/02/2015 Responder

    Gracias por ahorrarme un poco la angustia de pensar, sobre todo en la compresión de una cultura tan distante para mi, como lo es la cosmovisión y representación del mundo de la vida en la filosofía del Hinduismo, la filosofía de occidente sigue el mismo camino del sol de oriente a occidente. agradezco tu tiempo y esfuerzo por socializar tus experiencias de vida con la mirada de un aprendiz de filosofia

    • Darin · 25/02/2015 Responder

      Hola Simon. Espero estos vídeos te hayan provocado más interés en este tema, ¡pero no quiero ahorrarte la angustia de pensar! Al principio puede ser difícil pero vale la pena a la larga. Gracias por tu comentario!

  9. Nélida Rodríguez · 16/03/2015 Responder

    Hola Darín, te agradezco inmensamente tu dedicación en hacer de la filosofía algo más asequible para todos nosotros. Encontré tus vídeos hace dos días por un maravilloso “accidente” y no puedo parar de mirarlos. Me estás ayudando a entender algunos conceptos o ideas que antes me eran muy esquivos, aunque a veces quedo con más interrogantes, pero esa es la idea, no?
    Muchas gracias y ojalá que sigas compartiendo tus conocimientos. Un abrazo desde Colombia

    • Darin · 17/03/2015 Responder

      Hola Nélida. Muchas gracias por tu lindo comentario. Me alegro que te hayan gustado mis vídeos. Voy a seguirle hasta donde pueda. Gracias de nuevo y un abrazo desde México!

  10. Luis · 09/06/2015 Responder

    Darin, solo muchas, muchas gracias. Un abrazo.

  11. Martha · 22/09/2015 Responder

    Hola Darin, empecé mis clases sobre filosofía oriental y no sabes como me estas ayudando a comprender. Con tus videos complemento mi aprendizaje.
    Gracias por el aporte valioso que cada cierto tiempo nos haces llegar y por el tiempo que le dedicas.
    Saludos!

    • Darin · 22/09/2015 Responder

      El gusto es mío Martha. Ya pronto retomaré esa serie sobre la filosofía oriental. Ya toca budismo!

  12. jose fernando servin merino · 22/11/2015 Responder

    Excelente tu trabajo felicidades, me parece similar el pensamiento indu y la expresion de allan watts, si pudieras comentar al respecto de este personaje y su trabajo

    • Darin · 22/11/2015 Responder

      Hola José. Llevo muchos años leyendo a Watts y me apoto mucho en su interpretación para estos vídeos pero incluso más en el maravilloso libro “The philosophies of India” de Heinrich Zimmer.

  13. Miguel. · 14/05/2016 Responder

    Todo precioso. Darín, un gran saludo.

  14. TZITZIQUI PEÑA · 20/04/2017 Responder

    Soy Tzitziqui Noyrette Peña, buscaba información sobre el ego y me encontré contigo, lo celebro!! 😀 gracias gracias gracias por sumar a mi vida!!’

  15. Francisco Manuel Espinosa · 01/10/2018 Responder

    .
    Profesor Darin, ¿podría entenderse entre las semejanzas del pensamiento occidental/oriental que el “brahman” es equivalente al “arché” de los griegos, el elemento que es origen y pricipio de todo?

    Hoy he aprendido que una gota de agua de mar es todo el mar.

    Muchas gracias de nuevo por tu esfuerzo y tus enseñanzas.

    🙂

  16. Brian Moore · 09/01/2019 Responder

    Estimado profesor. He visto casi todos sus videos. Me parecen estupendos. Pero me sorprende su comentario acerca de la caridad cristiana. No creo que Ud. ignore en qué está fundamentada… No es un simple mandato, sino que tienen un fundamento muy similar al que dice Ud. tiene en el Hinduísmo.

  17. Angel · 25/03/2019 Responder

    Estimado Dr. lo felicito por iluminar con la luz del conocimiento.
    Una pregunta, siempre escuche a mis padres y sacerdotes católicos decir que Dios nos nos creo a su imagen y semejanza. Si es así, entonces si habría la identificación entre nuestro ser con el principio divino?.

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