Hegel y la Fenomenología del espíritu, pt. 6/18

Hoy el segundo capítulo y la dialéctica de la percepción.

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Guión

En el primer vídeo, comentamos que Hegel entiende su libro como una escalera a través de la cual la conciencia asciende hasta el saber absoluto. La asciende por medio de la dialéctica, cosa que podemos visualizar en sus escalones. Simplificando las cosas, en el primer escalón tenemos por un lado la tesis, el punto de partida. En el propio intento de sostenerla, la tesis se complica o se problematiza, convirtiéndose en su opuesto o contrario. Esta antítesis, producto de la negación de la tesis, también se vuelve problemática, y queda negada a su vez. Pero esta negación de la negación no revierte al inicio, sino que se eleva (esto es lo que literalmente significa “aufheben”), conservando aspectos de las dos posiciones en un nuevo punto de vista que supera a los dos.
En el primer capítulo, la conciencia concebía el objeto como un particular radical que se conoce pasivamente por la sensación. Sin embargo, en el intento de conocerlo así, terminó conociendo no un particular sino un universal. Dado que la certeza sensible, es decir, la pequeña teoría o concepto de la conciencia, no correspondió al objeto, quedó por tanto superada en una nueva teoría o configuración de la conciencia, a saber, la percepción. Con ella nos encontramos ahora en el segundo escalón en la posición de “tesis”, el nuevo punto de partida, y así iremos sucesivamente a lo largo del libro.
El objeto se muestra ahora a la conciencia no como un Esto particular, sino como una “cosa de múltiples propiedades”, como dice Hegel. Si preguntas a cualquiera de la calle por su ontología, te va a decir algo muy parecido a esto. Todos nos movemos en un mundo de cosas: personas, casas, coches, árboles. – ¿Ves ese coche ahí? No, no ése azul sino el rojo de dos puertas. Sí, ése. – No tienes que ser filósofo para identificar y distinguir cosas en el mundo; lo hacemos todos los días. Cosas de este tipo son los muebles por así decirlo que llenan el espacio de nuestro mundo. Sin embargo, por intuitivo que parezca la idea de que nuestro conocimiento se refiere primordialmente a cosas compuestas de propiedades, el asunto no es tan sencillo – obviamente – si fuera así de sencillo, ¡Hegel no habría escrito el resto del libro, verdad!
El problema reside en cómo se concibe “una cosa”. ¿En qué consiste la “coseidad”? Por un lado, una cosa es una cosa, es un Uno, una unidad. Por el otro lado, debido a sus propiedades, es un Múltiple. El tema de la relación entre lo Uno y lo Múltiple es muy viejo, iniciado en Grecia Antigua. El punto aquí es que, dado que la cosa es la unidad epistémica básica, o sea, lo que se conoce es la cosa, estos dos aspectos de la cosa no pueden contradecirse. Pues vamos a ver qué pasa.
La dialéctica de la percepción parte de la p. 62. Recuerda que estamos usando la traducción de Wenceslao Roces del Fondo de Cultura Económica revisada por Gustavo Leyva. Ahí Hegel dice que la coseidad se entiende como un “conjunto simple de muchos; pero estos muchos son ellos mismos, en su determinidad, universales simples”. Estos “muchos” se refieren a las propiedades, cosa que podemos ver en el ejemplo que da Hegel de un pedazo de sal. Es blanca, tiene un sabor salino, una forma cúbica, cierto peso, etc. Estas propiedades no están ubicadas en diferentes partes del pedazo de sal, sino que están todas “en un simple Aquí, en el que se compenetran”. Al mismo tiempo, dice Hegel, “no se afectan las unas a las otras […] lo blanco no afecta o hace cambiar lo cúbico, ni el Uno al otro al sabor salino, etc”. Cada propiedad se relaciona sólo consigo mismo y se vincula con las demás sólo por medio del “indiferente también”. O sea, la cosa es simplemente blanco, y también salino, y también cúbico, etc. De esta manera, la cosa no es más que un medio vacío y pasivo en el que ocurren las propiedades, siendo así no una unidad o totalidad, sino un agregado. Esta forma de entender la cosa la ve como un bulto o haz, no más que la suma de sus partes, o sea, de las propiedades.
Sin embargo, dice Hegel, “si las múltiples propiedades determinadas fueran sencillamente indiferentes y sólo se refieran a sí mismas, no serían propiedades determinadas. En efecto, sólo lo son en cuanto se distinguen y se relacionan con otras como contrapuestas”. Continúa diciendo que la cosa “no es solamente un también, unidad indiferente, sino que es, asimismo, Uno, unidad excluyente”. En este pasaje, Hegel insiste en el carácter activo de la cosa, a diferencia de la pasividad de la cosa entendida como bulto de propiedades. Si fuera este último, ¿cómo se podría distinguir el bulto de propiedades que llamamos una flor del bulto que llamamos un florero? ¿No constituirían un simple continuo de propiedades? La flor y el florero, como cosas, tienen que ser no meros agregados de propiedades, sino unidades que vinculan las propiedades entre sí para distinguir una cosa de otra. En esta concepción, la cosa es más que la suma de sus partes. La relación entre cosa y propiedades es como aquella entre sustrato y atributos o sustancia y accidentes.
Como había comentado, la cuestión de la relación entre lo Uno y lo Múltiple es muy antigua. Seguramente, reconocerás en esta discusión planteamientos de Platón y Aristóteles. Como vimos, Hegel comentó que las propiedades que la conciencia percibe son universales simples, cualidades como blancura o cúbico. Éstas no son más que las ideas platónicas. Para Platón, particulares participan en estas ideas, pero las ideas o lo universales son lo que es básico y más real. Aristóteles discrepa de Platón, poniendo el énfasis en la cosa concreta, la sustancia, de la que cualidades se predican como accidentes o propiedades. Desde el punto de vista de la cosa como bulto, cuando decimos “La sal es blanca”, el “es” ahí es el “es” de la identidad, donde la blancura constituye la cosa. Viendo la cosa como una unidad sustancial más allá de sus propiedades, el “es” es el “es” de la predicación, donde la propiedad no constituye la cosa, sino que es inherente en ella.
De repente, en la p. 64 Hegel dice: “Veamos ahora qué experiencia hace la conciencia en su percibir”. Hasta ahora en el capítulo, Hegel ha estado hablando a nosotros, describiendo la escena que vamos a observar. Y es como si ahora diera cuerda a la conciencia para que interactue con el objeto, esta cosa con propiedades, para ver qué contradicciones surgen. En lo que sigue en el texto, vamos a ver muchos cambios de perspectiva, o sea, la propia dialéctica de la percepción, que va a darse en términos de cuatro elementos: el aspecto unitario y también múltiple de la cosa, y además la cuestión de si estos dos aspectos son una función del sujeto o del objeto. El problema fundamental que la conciencia va a tener al tratar la cosa que percibe es cómo dar cuenta de su unidad sin que ésta se reduzca a un mero aglomerado de propiedades. Para que veamos más claramente la dialéctica, tomemos como ejemplo de la cosa percibida, esto: una manzana.
En primera instancia, la captamos como una unidad, un Uno. Esta cosa es determinada y singular, distinta de otras cosas que tengo a mi alrededor. Al mismo tiempo, noto que es rojo, un predicado o propiedad que no es singular, sino universal, universal porque un coche puede ser rojo, también un vestido. Hemos aquí, pues, una contradicción, a saber, universalidad y singularidad atribuidas a una y la misma cosa. Para evitar esta consecuencia, la conciencia se fija no en una sola propiedad, la rojez, sino en todas las demás, el brillo, su forma redonda, y la rojez como formando una comunidad continua de propiedades. Así puede acercarse más a su experiencia de la cosa como un Uno. Sin embargo, la conciencia percibe al mismo tiempo una discontinuidad. Es decir, la rojez no es lo mismo que el brillo. Las propiedades se distinguen o se excluyen entre sí.
Entonces, como platicamos al principio, tenemos un Uno que abarca distintas propiedades. Es como si tuviéramos la cosa, el Uno, y todas sus propiedades determinadas como cosas adicionales: un puro múltiple. Para que la conciencia perciba una cosa, esta cosa, debe entender su unidad como un “médium común universal” como dice Hegel. Pero ¿qué es eso? ¿una especie de pegamento, o éter, o forma abstracta? La cosa como medio común resulta ser tan vaga e insubstancial que lo único que se ve son las propiedades. Así la conciencia vuelve a poner énfasis en las propiedades. Lo determinado son ellas, y la cosa misma una vaga indeterminación. Ésta es la dinámica de lo Uno y lo Múltiple, de la cosa como unidad y como bulto. Si se fija en la unidad, se pierda la diversidad de propiedades; y si se fija en las propiedades, se pierde la coseidad y regresamos a lo que parece ser la postura de la certeza sensible, ya que, sin algo que une las propiedades, lo que se tiene son cualidades aisladas que se reclaman como absolutos.
Pues, la conciencia parece estar en un callejón sin salida, pero luego se le ocurre una solución. Si el problema es el bulto de propiedades en el que la cosa se pierde, puede salvaguardar este último al pasar las propiedades del objeto al sujeto. De este modo, no puede incurrir en la contradicción, y además puede dar cuenta de la ilusión. La palabra para “percepción” en el alemán es “Wahrnehmung” que significa literalmente tomar la verdad. Si vieras esta manzana de lejos, a lo mejor la tomarías por una cereza. Estarías equivocado no debido al objeto, sino a que lo tomaste mal. Tú eres la fuente del error o la ilusión.
Pero ¿cómo puede ser el sujeto la fuente de las propiedades? La respuesta se encuentra en John Locke y en su distinción entre cualidades primarias y secundarias. Las primarias son cosas como extensión, solidez, movimiento, propiedades que son objetivamente del objeto y son iguales para todos. Las secundarias son cosas como color, sabor, olor, sonido, etc. Estas sensaciones no están en el objeto sino que reflejan cómo el objeto afecta al sujeto particular. Por ejemplo, si llevo mi manzana a un cuarto con muy poca luz, su rojez se transforma en un color más oscuro, de modo que podemos decir que la cualidad o propiedad de color está más en nosotros que en el objeto. Son las propiedades en el sentido de cualidades secundarias a la que se refiere Hegel en esta parte de la dialéctica. Es el acto de percibir, entonces, lo que produce el aspecto múltiple de la cosa. En vez de que la cosa sea el médium común universal para las propiedades, el sujeto lo es.
Como suele suceder, una solución resuelve un problema pero crea otro. En este caso, si las propiedades son una función del sujeto, y la coseidad o unidad una función del objeto, entonces ¿cómo pueden las cosas distinguirse entre sí? Distinguimos una cosa de otra por sus propiedades, pero si ninguna propiedad pertenece objetivamente al objeto, entonces tenemos cosas particulares indistinguibles. Leibniz trata de precisamente este tema en su célebre doctrina de la Identidad de los Indiscernibles, la cual afirma que si no hay diferencia discernible entre las propiedades de dos cosas, entonces son la misma cosa.
Pues está claro que esta estrategia no va a funcionar. Las propiedades tienen que pertenecer al objeto. Si esto es el caso, entonces quizá invertir la estrategia para que la unidad del objeto, la cosa como Uno, sea una función del sujeto, y que las propiedades pertenezcan al objeto. En este caso, la coseidad, su unidad, sería producto de mi actividad de postular como Uno las diversas propiedades. Volvemos a ver el objeto como un bulto y su unidad como algo para mi.
Hasta ahora, hemos visto la dialéctica entre lo Uno y lo Múltiple primero en términos del objeto, y ahora en términos del sujeto, o sea, del sujeto encargándose primero de lo Múltiple y luego de lo Uno. Como dice Hegel en la p. 66: “Resulta que la conciencia hace alternativamente, tanto de sí misma como también de la cosa, lo Uno puro y sin multiplicidad como un [bulto] disuelto en materias autosuficientes”. En otras palabras, cualquiera de las posiciones o alternativas parece implicar la otra provocando así una oscilación entre todas que no se para en una perspectiva estable. La conciencia ya está desesperada porque no sabe cómo determinar la postura correcta. Se le ocurre una estrategia más.
En vez de que las múltiples propiedades pertenezcan esencialmente al objeto, como vimos en un primer momento, o que sean una función del sujeto, como en el segundo momento, ahora en este tercer momento de la dialéctica serán una función de otras cosas, o sea, de su relación o comparación con otras cosas. La manzana como una cosa unitaria ya no sufre división por sus propiedades ya que su color rojo lo es con respecto a otras cosas de otro color (negro o verde, por ejemplo); su tamaño es tal con respecto a cosas más grandes o pequeñas, etc. Recuerda que en este momento, como a lo largo del libro, la conciencia está tratando de dar cuenta de su conocimiento, de buscar aquello que sea esencial para explicarlo. En este capítulo sobre la percepción lo esencial es la cosa como un individuo, un Uno – eso pues es lo que se conoce a fin de cuentas. Por tanto, todo aquello que no sea esencial no puede formar parte de ese Uno. Es por eso que las múltiples propiedades tienen que ser una función de algo externo a la cosa, a saber, relaciones con otras cosas.
La conciencia quiere ver la manzana como algo independiente en sí mismo; una base suficiente para el conocimiento. Sin embargo, y aquí llegamos a la conclusión de la dialéctica, algo no puede ejercer su independencia sin relacionarse y oponerse a otras cosas. Si lo único que existiera en el mundo fuera la manzana, perdería su coseidad porque no habría de que distinguirse como este individuo. Yo, por ejemplo, soy doctor en filosofía, pero eso no tendría sentido en absoluto si no existieran licenciados y un entorno académico en general. De este modo, relaciones con otras cosas se vuelve de hecho esencial para entender la naturaleza de la cosa. John Locke, el Obispo Berkeley y Leibniz encontraron la idea de una cosa como sustancialmente distintos de sus propiedades como un sinsentido. Sin embargo, a estas alturas la conciencia no ha llegado a la conclusión de que la cosa no es más que la suma de sus partes o propiedades, sino que es esencialmente una función de relaciones, o lo que hoy en día llamamos otredad. Conocemos a Hegel como el filósofo de la totalidad, y aquí vemos el despertar de esta idea. Ontológico y epistemológicamente, la comunidad es más básico y real que lo individual. El individuo es una abstracción lógica de una condición más básica de relación con el otro.
Empezamos este vídeo hablando de la metáfora de la escalera. Cada escalón que la conciencia alcance en su ascenso representa un nivel mayor de racionalidad o inteligibilidad en su experiencia, terminado con el saber absoluto. Como dijo Aristóteles y repite Hegel, lo que se conoce es lo universal. En el primer escalón, con la certeza sensible, no hubo ningún universal para conocer, ni siquiera para pensar, sino sólo un particular atómico bruto. La dialéctica de la experiencia de la conciencia tuvo como resultado la producción de lo universal (recuerda la pluralidad de los Aquí y Ahora). En el segundo escalón, de la percepción, la conciencia partió de este universal, sin embargo fue un universal sólo a medias, un universal de propiedades condicionado por cosas sensoriales y cualitativas. La palabra “condicionado” traduce la palabra “bedingt”. Ahí vemos la palabra “Ding” que significa “cosa”, de modo que el universal que la conciencia ha manejado en esta capítulo es limitado en su alcance porque está arropado por la cosa sensorial, cosificado por así decirlo. Aunque vaya ascendiendo la escalera de la inteligibilidad, la universalidad de la percepción no es aún netamente conceptual. Este último sería un universal unbedingt, o sea, no condicionado. En el próximo capítulo, la conciencia dejará la cosa para buscar ese universalidad en el concepto científico de la fuerza.

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14 Comments

  1. Paris A. Román Gutiérrez · 22/02/2018 Responder

    Muy interesante estas ideas de Hegel, Darin, Gracias.

    A propósito de filosofía estoy leyendo La Crítica de la Razón Pura y por fin estoy entendiendo algo de lo que quiso decir Kant gracias a que vi y escuché los videos que preparaste y subiste sobre este filósofo.

    Te confieso que hace muchos años compré el libro y cuando intenté leerlo no entendí nada, pero nada fue nada y terminé por cerrarlo y guardalo para un mejor momento.

    Saludos maestro,

    Gracias,

    Paris

  2. tito · 23/02/2018 Responder

    Creo que Zaratustra se sentiria muy esperanzoso si viera tu forma de motivar adquisicion de conocimiento.

  3. Antonio Garrido Hernández · 24/02/2018 Responder

    Tus micro conferencias activan la necesidad de síntesis auto comprensiva. Esta es la mía. Perdona, pero lo haces tan bien, que provocas esta calamidad:

    Cuando miro sin pensar el exterior a mí, es decir, alerto mi atención, estoy mirando mi interior excitado por el medio que comunica interior con exterior. Antes de pensar nada mi limito a experimentar el mundo por los cinco canales abiertos a él: la vista, el olfato, el gusto, el oído y el tacto. Veo las formas iluminadas por el sol, huelo la primavera, saboreo la resina de pino, oigo los pájaros y siento el tacto del sol. Es decir percibo de forma aislada las “propiedades” del mundo. Cuando alerto mi conciencia y, por tanto, uso el lenguaje, aunque sea sin hablar, y quiero señalar la inmediatez de la experiencia, me digo “yo” estoy “aquí”  y “ahora” contemplando “esto”. Cuando intento encontrar una unidad en el exterior captada con la misma intensidad de la experiencia sensible, me doy cuenta que conozco la realidad a través de cuatro conceptos universales que sirven para cualquier yo, cualquier lugar, cualquier momento y cualquier cosa. De modo que se me escapa la magia de la inmediatez. Sin embargo cuando actuamos, aunque estemos armados de un plan complejo y definido, es decir, de una compleja trama de conceptos, tomamos contacto íntimo con el mundo a través de los cinco sentidos, como si nos sumergiéramos en un fluido multiemisor (el medio con todas “sus” características). Sin embargo con el ejemplo de Hegel sobre la sal común, en seguida nos damos cuenta que las diferentes características de las cosas son consecuencia de la interacción de una única esencia (la molécula de Cloruro de Sodio) con cinco canales de comunicación con nosotros. De modo que “al mirar” la sal con nuestra lengua, nuestro yo experimenta un acontecimiento que llamamos lo salado; al “mirar” la sal con nuestra vista, nuestro yo experimenta un acontecimiento que llamamos blanco, etc. De modo la cosa se ofrece una y nosotros la experimentamos múltiple. 

    Si perseveramos en la idea de que sólo hay ClNa las propiedades de la cosa, tanto las primarias, como las secundarias (Locke) son resultado de operaciones nuestras con su correspondiente reflejo en la mente y su “observación” por el “fantasma en la máquina”

    Allí fuera sólo hay monótonamente ClNa, lo que, por otra parte, es un concepto resultado de determinadas operaciones buscando la coherencia entre una teoría de la estructura de la materia y la respuesta que da ésta a nuestras manipulaciones. Allí hay algo que no percibimos como tal y que hemos dado en llamar ClNa. Este “algo” es inteligible por la mediación de un concepto universal complejo de su estructura y se manifiesta emitiendo energía en función de la unión de sí misma con el entorno influyente (próximo o remoto) y que, cuando pasa por el tamiz de nuestros sentidos, es percibida como color, sabor, sonido, forma, textura, extensión, solidez y reposo o movimiento relativo en función de la energía diferencial de su entorno. Es decir, estas llamadas propiedades (del objeto) son, en realidad, “visiones” consecuencia de la diferencia de un torbellino de energía respecto de otros torbellinos energéticos. En la fase perceptiva vemos que, tanto la monotonía de la materia, como la pluralidad de la mente, son resultado de la apreciación de las diferencias con el entorno físico en el caso del objeto y con los patrones neuronales en el caso de la mente. 

  4. Alejandro Meade Z. · 24/02/2018 Responder

    Buenas tardes Darin,
    Por lo que comentas en el vídeo pareciera que Hegel fue el precursor del estructuralismo donde los conceptos sólo se determinan en relación a los otros en un sistema cerrado que cambia en una forma diacrónica. Como Saussure menciona en la arbitrariedad de la relación del significado y significante.

    Saludos

  5. Omar Chávez · 27/02/2018 Responder

    Gracias Darin, mil gracias!

    Pues yo no studio ni he estudiado filosofía propiamente, salvo el curso que lleve en la prepa y charlas con amigos de aquellos años y diferentes libros que me he topado en el camino en parte relacionados con el tema. Ciertamente entendi cosas, otras casi nada pero en verdad que con tus videos fregón, voy a tener que adentrarme a la filosofía. Ahora mismo existe la necesidad de saber mas de este asunto de la filosofía, pero como estaba muy metido en la ingeniería y música, han pasado ya casi 20 años y casualmente me encontre con tus videos, poco a poco he ido comprendiendo el bozque, espero seguir entendiendo la historia y conceptos de filosofía elementales, por el mero gusto de deleitarme.

    Esto de Hegel y saber como pezcar las ideas, haha!

    Gracias.

    • Darin · 27/02/2018 Responder

      Hola Omar. Me da mucho gusto que entre la corriente cibernética logré pescarte, jaja!

  6. Brian · 15/03/2018 Responder

    Quiero felicitarte por tus buenos vídeos de divulgación filosófica Doctor Darin, me ayudan a comprender lo que para mí son filósofos tan complejos y oscuros como Hegel. Adicional, quisiera que nos dijeras a los que nos inclinamos por la Filosofía Analítica y en específico la cientifista, si algún también harás vídeos sobre los conocidos Bertrand Russell, Kurt Godel, Wittgenstein, Mario Bunge y otros gigantes de esta vertiente.

    • Darin · 15/03/2018 Responder

      Hola Brian. No trabajo mucho la corte “analítica” aunque conozco más o menos bien a Wittgenstein, y soy experto en el pensamiento del lógico C.S. Peirce. Sin duda haré unos vídeos sobre Wittgenstein.

      • Brian · 21/03/2018 Responder

        Estupendo Doctor Darin, esperaré con emoción sus vídeos sobre los libros e ideas más emblemáticas de Peirce y Wittgenstein. Agradezco su gran labor de divulgación y estaré atento como su gran seguidor web que soy.

  7. Concepción Pérez · 02/04/2018 Responder

    Es vulnerable la conciencia, La conciencia pierde noción de propiedades del objeto cuando aparece una enfermedad psicológica? o supongamos que alguien manipula el objeto y sus propiedades en un entorno entonces la unidad del objeto se pierde . Otros pueden manipular las propiedades del objeto o el objeto y engañar la conciencia del otro… vaya enredo 🙂

  8. Mario · 28/10/2019 Responder

    Hola Darin. Veo que en este video Hegel intenta confirmar una “Dialéctica de la Percepción”. Pero lo que a mi me parece -humildemente- es que Hegel racionaliza. Esto sucede cuando, partiendo de una conclusión (impuesta por el título del capítulo en el caso de Hegel), la persona fuerza argumentos que confirmen esa conclusión a priori. Eso no es pensar. Se parece, pero no es. Comprobar que al disminuir la luz con que ilumino una manzana roja hace que el color se vea más oscuro, y deducir que, por lo tanto, la propiedad del “color” está más en el observador que en la manzana, es una ingenuidad que hoy (200 años después, claro) mueve a risa. Hay una propiedad inherente del color rojo que no depende del observador y que es su longitud de onda, de lo que Hegel -naturalmente- no tenía ni idea. Lo que señalo, más allá de errores razonables producidos del grado de desarrollo de la ciencia en ese momento, es que Hegel parece totalmente decidido a demostrar lo que quiere demostrar. Y que esto puede ser peligroso para el pensamiento cuando se entra en la zona de la racionalización. En este capítulo sobre la percepción, Hegel no brilló para mí. Y eso, más que un demérito de Hegel, probablemente sea resultado de mi flaca inteligencia. Como siempre. Veremos que pasa en el próximo video. Abrazo!

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