Hegel y la Fenomenología del espíritu, pt. 7/18

Hoy empezamos el tercer capítulo sobre la fuerza y el entendimiento.

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Antes de empezar con el tercer capítulo sobre la fuerza y el entendimiento, quiero esclarecer algo sobre ciertos términos que Hegel utiliza muy seguido y que ahora vamos a ver más pero que no he tratado todavía. Me refiero al ser-en-sí, el ser-para-sí, y el ser-en-y-para-sí. Utiliza estos términos en distintos sentidos, pero casi siempre figuran en su descripción de un cambio dialéctico. La distinción aristotélica entre potencia y acto nos ayuda a entenderlos. La bellota, para usar un ejemplo clásico, es el roble sólo en potencia, es potencialmente un roble. Llegando a serlo, ya lo es en acto. En la terminología de Hegel, potencia es el ser-en-sí y acto es el ser-para-sí. En la Enciclopedia de las ciencias filosóficas da un ejemplo concreto. Dice que “el hombre-en-sí-mismo es el niño cuya tarea consiste en no permanecer en este estado abstracto y no desarrollado “en-sí”, sino llegar a ser para sí-mismo lo que inicialmente es sólo en-sí-mismo, a saber, un ser libre y racional”. El niño es un hombre sólo potencial o implícitamente, un hombre no desarrollado. Llegando a ser hombre, ya lo es para-sí-mismo, en acto, desarrollado y explícito. El último término es el ser-en-y-para-sí-mismo, lo cual une los dos y significa que la potencialidad que se ha manifestado o actualizado es plenamente conocida o apropiada por el ser en cuestión, por ejemplo, la auto-conciencia, estar consciente de tu conciencia. El proceso de actualizar una potencialidad implica el paso de lo abstracto e indeterminado a lo concreto y determinado. Para que algo sea determinado, para que sea esta cosa y no otra, tiene que relacionarse con otras cosas, ser comparado, contrastado, negado, de modo que algo tal como es en sí mismo es una mera abstracción, una potencialidad que se actualiza al relacionarse con otras cosas.
Como comentamos, estos términos describen la dinámica de la dialéctica. En el primer capítulo sobre la certeza sensible, la conciencia colocaba la verdad o el fundamento de su conocimiento, en el objeto, lo que llamaba el Esto, o para Hegel el en-sí. Luego surgió un problema y decidió colocarlo en el sujeto, el para-sí. En el tercer momento, la colocó en la relación entre sujeto y objeto, que tiene como resultado el universal condicionado o sensible, el en-y-para-sí – lo que la conciencia tomó como una propiedad. Y así empezamos el capítulo sobre la percepción con un nuevo objeto, la cosa con propiedades, el en-sí, que nuevamente la conciencia tomó como la base de su conocimiento, y así sucesivamente. El resultado de la dialéctica de la percepción fue el universal incondicionado. Empezando el tercer capítulo, la conciencia toma esa “síntesis” del capítulo anterior y lo trata nuevamente como objeto, como tesis o el en-sí. Entiende este nuevo fenómeno ya no como un Esto ni como la cosa con propiedades, sino como una fuerza.
Otra forma muy sencilla de ver lo que está pasando en todo esto es en términos del crecimiento de un bebé. Los padres le compran ropa pero el bebé crece, entonces lo que antes le quedaba ahora se guarda y compran ropa tantito más grande, y así sucesivamente. En el contexto de la Fenomenología, el bebé es aquello que hace inteligible la experiencia de la conciencia, a saber, la universalidad. Este último se vuelve cada vez más complejo y amplio. La ropa de antes, o sea, el Esto o la cosa con propiedades, ya no le quedan. La nueva prenda es la idea de la fuerza, y la postura de la conciencia no es la certeza sensible ni la percepción, sino el entendimiento.
Bueno, este capítulo es sin lugar a dudas el más denso y difícil de la Fenomenología, quizá en toda la obra de Hegel. Así que, respira, y lo tomamos paso por paso.
El capítulo empieza no con la descripción de lo que la conciencia experimenta, sino con Hegel hablando con nosotros observadores. Nos cuenta que la conciencia ha dejado la sensación de colores y sonidos, y también la percepción de cosas, y ha arribado a pensamientos, es decir, ese universal incondicionado que surgió debido a que la cosa con propiedades se vio obligada a relacionarse con otras cosas. Sin embargo, dice Hegel, “Este universal incondicionado, que es, a partir de ahora, el verdadero objeto de la conciencia, sigue siendo objeto de ella; aún no ha captado su concepto como concepto”. Volviendo a la metáfora del bebé y la ropa, el bebé es ahora el universal incondicionado, y la ropa es el concepto o pequeña teoría que la conciencia maneja para entenderlo. Lo que Hegel dice en ese pasaje es que la conciencia sigue manejando un concepto o pequeña teoría inadecuado. Capta su concepto no como concepto, sino todavía como un algo allá afuera, lo que va a llamar la fuerza. Lo que nosotros observadores vemos es que el universal incondicionado no es algún algo que puede identificarse en el mundo de la experiencia, sino que es el pensamiento mismo, la dinámica conceptual o, en otras palabras, el movimiento dialéctico que la misma conciencia está atravesando. La conciencia aún no capta eso. Si la idea de la conciencia fijando su atención en el movimiento de su propio pensamiento te suena como la auto-conciencia, pues por ahí vamos. El cuarto capítulo inicia la segunda gran división de la Fenomenología, que se llama la Auto-conciencia. Los primeros tres capítulos tratan de la experiencia de la conciencia como tal, la cual tiende a buscar la verdad absoluta en el objeto en vez del sujeto.
Pareciera que Hegel, con su dialéctica y su terminología particular, estuviera descubriendo cosas nuevas o desvelando detalles hasta ahora desapercibidos, pero no. Kant ya trabajó muy bien el suelo que Hegel está pisando ahora. El problema que la conciencia tiene en los primeros dos capítulos es que busca la verdad en el objeto. Pues Kant aprendió de Hume que esa postura trae consecuencias problemáticas para el conocimiento científico por lo que Kant efectuó su célebre revolución copernicana, a saber, nosotros no nos conformamos al objeto, sino que el objeto se conforma a nuestra manera de saber. Hay que buscar la verdad en el sujeto, no en el objeto. La facultad mental que para Kant rige el conocimiento es el Entendimiento. Lo que es muy importante entender es que el Entendimiento no simplemente categoriza objetos, sino que los constituye. Obviamente, no constituye objetos físicamente, sino epistémicamente, y eso al aplicar conceptos (o categorías) a intuiciones.
Pues esto es lo que Hegel está diciendo, sólo con otras palabras. La postura epistémica que maneja la conciencia ahora es el entendimiento – por eso el capítulo se llama “Fuerza y entendimiento”. Lo que Kant maneja como “concepto” Hegel expresa con el término “universal”. El universal que surgió al final del primer capítulo fue un universal condicionado, condicionado por los sentidos – o sea, conceptos como rojo o duro. Terminando el segundo capítulo, surgió el universal incondicionado, es decir, no condicionado por nada externo, sino proporcionado por el sujeto, lo que en Kant es propiamente una categoría – como “sustancia”, “relación” o “causa”.
Obviamente, hay fuertes diferencias entre Hegel y Kant. Hegel no está nada de acuerdo en que haya algo simplemente dado, como aquello que la Sensibilidad kantiana intuye o las categorías con las que se lo piensa. Para Hegel, todo eso es producto de un desarrollo dialéctico. Y tampoco acepta, desde luego, su dualismo que implica una cosa en sí misma. Esto nos regresa a nuestra discusión al principio. El ser-en-sí para Kant es el noúmeno que no se conoce, y la cosa para-si-misma (aunque no usa este terminología) es el fenómeno que sí conocemos. Para Hegel, se trata de una y la misma cosa manifestando su ser dialécticamente sobre el tiempo. Con su revolución copernicana, Kant previó las aporías de la conciencia en los primeros dos capítulos, sin embargo, con su ontología aristotélica de sustancia y accidente, se vio obligado a postular la existencia de la cosa en sí. Evitó la frustración de la conciencia en el capítulo sobre la percepción al simplemente descartar la posibilidad de conocer la totalidad. Hegel, obviamente, no acepta eso. El primer paso en evitar esta consecuencia kantiana es dejar esa ontología de cosas a favor de una ontología de relaciones, expresada con la idea de fuerza.
Todo eso es algo que podemos comentar desde nuestro punto de vista. Sin embargo, la Fenomenología de Hegel es precisamente eso, una fenomenología, una descripción de la experiencia de la conciencia, y no una serie de argumentos racionales. Si vamos a llegar a eso de la fuerza, tiene que ser como consecuencia de la conciencia desenredándose de sus problemas.
Al final del último capítulo, su problema estriba en cierta esquizofrenia que brota del objeto que conoce. Por un lado, el objeto, un árbol digamos, es una cosa propia, un ser-para-sí. No es la casa al lado ni el pájaro en sus ramas. El árbol tiene algo que lo distingue de esas otras cosas, algo que lo hace la cosa separada que es. Por el otro lado, al distinguir al árbol del pájaro y la casa, la conciencia pone al árbol en relación con estas otras cosas. Entonces, resulta que también es un ser-para-un-otro. Pero hay un problema. Esta conexión o relación con el otro subvierte su carácter como separado. Curiosamente, aquello que hace el objeto algo propio y distintivo es la misma cosa que lo subvierte. La perspectiva de la percepción fue incapaz de resolver esta contradicción porque veía el objeto como una cosa con propiedades, un Uno y un múltiple, una unidad y una diversidad. Si se fija en la multiplicidad de propiedades como aquello que se conoce, entonces ¿dónde está la cosa unificada de la que son propiedades? Se pierde. Y si se fija en la cosa como un Uno, como sustancia, faltan las propiedades, los universales, a través de los cuales puede ser conocido.
Hacia el final del segundo capítulo, Hegel habla de la insostenible oposición entre lo Uno y lo Múltiple que la percepción genera y dice, en la p. 68: “pero, al ser estos dos momentos esencialmente en una unidad, se presenta ahora la universalidad absoluta incondicionada y es aquí donde la conciencia entra verdaderamente por primera vez en el reino del entendimiento”. El universal que la percepción ha manejado, un universal parcial o condicionado por el carácter sensorial de las propiedades, tiene que transformarse si es que quiera evitar el insatisfactorio callejón sin salida en que se encuentra. Se transforma en una universalidad más abarcadora, una incondicionada, o sea no objetual (como las propiedades), sino conceptual, uno que tiene que ver con el pensamiento. Es por eso que Hegel dice al comienzo del tercer capítulo que “la conciencia ha arribado a pensamientos”. Volviendo a nuestra metáfora, el bebé ha crecido, por lo que hace falta nueva ropa, o sea, se desecha la percepción y se pone el entendimiento. A través de éste, la conciencia entiende el objeto no como una cosa, sino como una fuerza.
¿Por qué la fuerza? Pues como ya platicamos, la unidad en el objeto que la conciencia busca, es decir, la unidad entre lo Uno y lo Múltiple, entre lo que en el texto Hegel llama el ser-para-si (o sea, su identidad o independencia) y el ser-para-el-otro (su diferencia o dependencia con respecto a otras cosas), esa unidad la puede proporcionar perfectamente la actividad sintética y constituyente de la conciencia. Ése es el papel de las categorías del Entendimiento de Kant. Imagínate que la conciencia estuviera buscando la causalidad en su experiencia, en algún aspecto o propiedad de los objetos. Pues no lo va a encontrar. Ésa fue la enseñanza de Hume. No la encuentra porque la causalidad es una relación que sintetiza la cognición humana. Ésa fue la enseñanza de Kant. Como comentamos, la conciencia ha llegado al punto de ver la necesidad de postular esa unidad, pero sigue buscándola en algo externo a su propia actividad cognoscitiva. De lo que no se da cuenta es que la unidad del objeto se debe a la unidad de la conciencia.
En todo caso, para que la conciencia no vea la unidad y la diversidad del objeto como aspectos contradictorios, tiene que verlos como expresiones el uno del otro. En el texto Hegel dice: “las diferencias establecidas como autosuficientes [o sea, las propiedades] pasan de modo inmediato a su unidad; ésta pasa a ser también de modo inmediato el despliegue, y el despliegue retorna, a su vez, a la reducción. Este movimiento es lo que se llama fuerza”. Si la conciencia ha de buscar la unidad en un objeto, la fuerza es una buena opción ya que el mundo que experimentamos no es uno de cosas aisladas y estáticas, sino de movimiento y cambio, de relaciones y transformaciones. Una ontología sustancialista de cosas, podría explicar estos fenómenos sólo de forma mecánica (objeto A – como causa – interactúa con objeto B, produciendo un efecto). Sin embargo, en fenómenos como la gravitación, la electricidad y el magnetismo, entre otros, no hay interacción física o mecánica entre dos cosas. La fuerza que hace que un pedazo de fierro sea atraído a un imán no es una sustancia o una cosa ahí que se puede percibir, sino una relación.
En la primera parte de la dialéctica, de las pp. 71-76, Hegel describe con mucho detalle fenomenológico cómo la conciencia experimenta el objeto como fuerza. Es muy difícil seguir, pero lo básico es lo siguiente. Si consideramos un imán y un pedazo de fierro separados por cierta distancia, la fuerza magnética no se ejerce, no se expresa. Estando más cerca entre sí, se nota la atracción del uno al otro. Analizando esta dinámica, tenemos que antes de expresarse, la fuerza es algo propio, un Uno “reflexionado dentro de sí”, como dice Hegel, implícito antes de ser explícito.
Dice Hegel en la p. 74: “La subsistencia de las materias desplegadas queda, así, excluida de esta fuerza y es un otro en relación con ella. Y, como es necesario que ella misma sea esta subsistencia o que se exteriorice, su exteriorización se presenta de modo que aquello otro se añade y la solicita”.
Bueno, con “materias desplegadas” Hegel se refiere a lo que en la percepción eran las propiedades de la cosa, en este caso el fierro y el imán. Además, los plantea como algo fuera o exterior a la fuerza que la solicita, que la suscita a expresarse. Este momento de la dialéctica es muy importante. De la misma manera que el Esto de la certeza sensible salió de su unidad atómica a encontrarse como una multiplicidad de aquís y ahoras, y como la cosa de la percepción perdió su unidad al relacionarse con otras cosas, la fuerza propia entendida como un Uno también saldrá de sí mismo, transformándose en algo más complejo. Hegel explica este paso recuperando una idea importante de la metafísica aristotélica, la de que la actualidad, el acto, es siempre anterior a la potencia. Como dice un amigo mío: “Para Aristóteles, ¿cuál vino primero, la gallina o el huevo? La gallina, por supuesto, ya que es en acto, mientras que el huevo es la gallina sólo en potencia”. Aquí la gallina son las “materias desplegadas”. Éstas no están ahí potencialmente, sino actualmente, y como tal puede suscitar a la fuerza (en tanto potencia) a que se exprese.
En la cita anterior, Hegel llama esto que solicita a la fuerza un otro, algo exterior a la fuerza, pero resulta que ese otro no puede ser más que una fuerza sí misma, pues si el entendimiento capta su experiencia en términos de fuerzas, ¿de dónde podrían provenir estas materias o propiedades actuales si no de una fuerza, como la expresión de una fuerza? Entonces, tenemos dos fuerzas interactuando entre sí, una expresada, la otra no, una activa que solicita y la otra pasiva, que es solicitada.
Entre paréntesis, recuerda que la conciencia está buscando aquello que puede formar la base de su conocimiento. Ya no es el Esto, ni la cosa con propiedades, sino ahora el extraño movimiento no perceptible de la fuerza. Sea como sea, la fuerza tiene que ser algo determinado y real para que sirva su función epistémica. A estas alturas, aunque hay dos fuerzas en relación, parece que tienen características o funciones distintas o determinadas: una pasiva y solicitada, la otra activa y solicitante. Sin embargo, esta distinción ahora se disuelve ya que la fuerza expresada que solicita a la otra pudo haberse expresado sólo al haber sido solicitada por la otra fuerza, o sea, sólo si hubiera estado anteriormente en una condición no expresada, precisamente como la otra fuerza que ahora solicita. La distinción de cosas o funciones se difumina en un dinamismo de reciprocidad. Dice Hegel en la p. 76: “estos momentos no aparecen distribuidos entre dos extremos autosuficientes que se enfrenten sólo en sus vértices contrapuestos, sino que su esencia consiste pura y simplemente en esto: en que cada uno sólo es por medio del otro”.
Viendo su experiencia en términos de la fuerza, la conciencia resuelve la aporia que surgía al ver el mundo en términos de cosas con propiedades. Recuerda que el ser-para-sí, la cosa como unitaria e independiente, perdía su identidad o unidad al relacionarse con otros, al verse como un ser-para-el-otro. No podía lidiar con este conflicto. La fuerza, en cambio, no tiene ningún problema con esto. La identidad de la fuerza, lo que es, lo es precisamente mediante su relación con el otro. No puede ser lo que es salvo en su relación con el otro.
Hegel continua diciendo: “El concepto de la fuerza se mantiene más bien como la esencia en su realidad efectiva [o actual] misma; la fuerza como efectivamente real [o sea, en acto] sólo es pura y simplemente en la exteriorización [o expresión], que no es otra cosa que un superarse-de-sí-misma”. Aquí vemos dos cosas. Primero, la fuerza no es cómo la conciencia originalmente la buscaba, una cosa propia en sí misma. La fuerza no es un potencial, un algo por ahí esperando a expresarse. Como decía Nietzsche del rayo, el rayo no es una cosa ahí que a veces brilla y a veces no. El rayo no puede separarse (como causa) de su brillo (como efecto o expresión). El rayo es su expresión. Sólo en una ontología sustancialista puede causa y efecto separarse. Pero aquí estamos en una ontología de relaciones donde lo que tomamos como propiedades no son ellas mismas sustancias que se incrustan en cosas, sino que son expresiones de la cosa. Lo Uno y lo Múltiple, tan problemáticos para la postura sustancialista, están unidos ahora en el nuevo objeto de la conciencia, la fuerza. La segunda cosa que hay notar en esa cita es que la superación de la postura anterior en la nueva que hemos discutido aquí. La dialéctica sigue, pero hemos tratado sólo la primera parte de la dialéctica del entendimiento. En el próximo vídeo, veremos cómo este flujo o juego de fuerzas pasa a constituir para la conciencia un mundo suprasensible, lo que Hegel llama un reino de leyes.

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14 Comments

  1. Jonathan · 19/03/2018 Responder

    Excelente explicación maestro Darin, estuve impaciente esperando este vídeo sobre Hegel. Saludos.
    Sería interesante que publique una sección sobre Confucio y el confucianismo.

    • Darin · 20/03/2018 Responder

      Hola Jonathan. Tendré en cuenta eso de Confucio, aunque primero falta una pequeña serie sobre la filosofía del zen. Espero hacerlo pronto 🙂

  2. Paulo Cesar · 20/03/2018 Responder

    Gracias! Seguimos juntos.
    PC.

  3. Antonio Garrido Hernández · 20/03/2018 Responder

    Muy bien, Darín. Enormemente pedagógico. Ya has llevado nuestra conciencia de aprendices a captar lo sutil de lo dinámico, energético como “objeto” o “sustancia” entre comillas, perdiendo la fuerza, el peso que tenía en la conciencia inocente. Supongo que llevar la cosa en sí al capítulo de las nostalgias no será fácil (Bachelard nos lo explica) pero creo que la práctica de los jóvenes con el mundo intangible de lo digital ayudará. Siempre me ha gustado el caso de la rueda de radios, que cuando se mueve lenta se ve a los radios moverse, pero cuando se mueve rápida, se convierte en un disco sólido. Toda la realidad debe ser algo así como ruedas a mucha velocidad y han engañado a la mente haciéndole creer que había cosas, cuando sólo había movimiento. Zizek dice que el fotón es su velocidad (¡qué parecido al ejemplo del rayo de Nietzsche que ha mencionado!). Gracias.

    • Darin · 20/03/2018 Responder

      Hola Antonio. Bonitas metáforas esas de la rueda y la de Zizek (que desconocía!).

  4. Veronica G · 31/03/2018 Responder

    Estimado Darin.

    Mi acercamiento a tu fonda es muy reciente pero ha sido altamente placentera y nutricia. Soy psicoanalista y estoy haciendo un paper sobre la intuición. Desde la filosofía cómo explicarías este concepto? Obviamente hay contradicciones varias según la elección del autor… pero para ti, quién hasta ahora te explica mejor Que es la intuición?

    Gracias de antemano
    Saludos
    Veronica

    • Darin · 01/04/2018 Responder

      Hola Veronica. Tu pregunta es demasiado vaga. ¿Intuición sensorial, mental, emocional? ¿En un contexto psicológico/terapeutico? Hay que precisarla por favor.

  5. Concepción Pérez · 02/04/2018 Responder

    La dialéctica del amo y siervo es un sistema implícito en el sistema económico actual? ¿Que está pasando en EUA?

  6. Mario · 28/10/2019 Responder

    Hola Darin. Después de ver el video entendí que el problema de la conciencia en los dos primeros capítulos del libro es que busca la verdad en el Objeto y que ahora (en el tercero) se propone buscarla en el Sujeto. La invitación de Hegel es de verdad cautivante. Es más, lo que me apasiona de la “Fenomenología del Espíritu” es que es una verdadera “fenomenología”, es decir, una descripción de la experiencia de la conciencia y no una serie de argumentos racionales. Solo con plantearse esto, Hegel merece pasar a la Historia. Ahora, creo que lo que se presenta en este video ya no es “difícil” sino confuso. No se capta nada entre tanto juego y contra-juego de palabras, no se percibe ninguna intuición nueva por debajo de todo ese embrollo. Y el embrollado es Hegel, no McNabb. Lo digo con respeto, pero es lo que siento. Me tomo un tiempo de reflexión y continúo con el siguiente video

    Te mando un abrazo

    PD: La palabra “actual” en inglés no significa ACTUAL en castellano sino REAL. Así por ejemplo “self-actualization” se traduce como “auto-realización”, como bien está en el guión. Pero cuando traducen “el proceso de actualizar una potencia” se debería traducir como “el proceso de realizar una potencia”, es decir el proceso de hacerla real / Un aporte

    • Darin · 28/10/2019 Responder

      Gracias por el matiz sobre “actual”. Te mando un abrazo 🙂

      • Mario · 28/10/2019 Responder

        Me lo dijo mi mujer que es traductora y si lo dice mi mujer … es así! Y además me dijo que el “actual” en español se traduce como “current” en inglés. Tomá mate, ja!

        Abrazo fuerte

  7. Humberto Muñoz Tenjo · 19/03/2021 Responder

    Hola, me han ayudado mucho sus clases, no las entiendo solo como videos. Pero me gustaría entender más a cerca de la fenomenología, no veo es su lista a Edmund Husserl. ¿Es por algún motivo particular?.

    • Darin · 19/03/2021 Responder

      Hola. Husserl es un gran pendiente. Son muchos filósofos y temas que faltan todavía!

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