Hegel y la Fenomenología del espíritu, pt. 9/18

Hoy analizamos con detalle las primeras cinco páginas del cuarto capítulo, sobre la transición a la autoconciencia y el muy importante concepto del deseo.

Donativos con tarjeta de crédito: https://ko-fi.com/lafondafilosofica
Donativos depósito bancario: Banorte; CLABE 072840008940049751; Darin Michael McNabb

Guión

Ya hemos llegado a la parte más famosa y comentada de la Fenomenología – el cuarto capítulo – que versa sobre la dialéctica del señorío y la servidumbre (o como comúnmente se dice “el amo y el esclavo”) y sobre el estoicismo y la conciencia infeliz. Cuando leí la Fenomenología por primera vez, terminé el tercer capítulo bien agotado por su dificultad y quería llegar ya a lo del señorío y la servidumbre (de hecho es una de las partes más accesibles del libro). Pero no empieza hasta la sexta página del cuarto capítulo. Leí rápidamente y muy por encima las primeras cinco páginas para llegar a esa parte, pero eso fue un gran error. La transición del tercer capítulo al cuarto es una de las más importantes, entonces, veamos lo que dice con calma. En esta transición, pasamos de la conciencia a la autoconciencia; y aun cuando seguimos con un tema epistemológico, o sea, la experiencia de la conciencia al conocer el mundo, se aborda ahora no de forma teórica, sino práctica; la postura epistémica pasa del entendimiento al deseo y el objeto pasa de la fuerza a la vida. ¿Por qué todo cambia de forma tan abrupta en esta transición?
Pues Hegel nos lo explica en las primeras líneas del capítulo, lo cual se llama por cierto “La verdad de la certeza de sí mismo”. ¿Ves cómo refleja el título del primero capítulo – “La certeza sensible”? La pregunta fundamental a lo largo de la Fenomenología es “¿En qué está basada la certeza de mi conocimiento sobre el mundo?” Hegel responde en la primera línea del capítulo 4. Dice: “En los modos de la certeza que preceden hasta aquí, lo verdadero es para la conciencia algo distinto a ella misma”. Es decir, la conciencia basa su certeza en algo distinto de sí misma, en un objeto. Hasta ahora, ha habido tres objetos – el Esto sensorial, la cosa con propiedades, y la fuerza. Es bastante razonable entender el conocimiento de esta forma, como determinado por algo objetivo allá fuera. De hecho, podríamos comparar la postura de la conciencia hasta ahora con lo que dice Kant en la introducción de La crítica de la razón pura. Dice que “Todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, aunque no por eso originase todo él en la experiencia”. Aquí vemos las dos mitades de la cognición humana: la Sensibilidad y el Entendimiento, las intuiciones y los conceptos. No dice que el conocimiento empieza con el entendimiento pensando lo que quiera. No, empieza con la intuición, con una postura pasiva en la que somos afectados por algo externo. Ese algo es un objeto en sí que nos afecta de forma inmediata, directa. Luego, como sabemos, la Sensibilidad ordena los datos de la intuición en el espacio y el tiempo y el Entendimiento aplica sus conceptos para producir conocimiento.
Volviendo a Hegel, la relación entre concepto y objeto es un poco diferente. Una gran diferencia entre Hegel y Kant es que para Hegel los conceptos que la conciencia usa para conocer el mundo no son dados de antemano sino que emergen a través de la dialéctica. Lo que vemos en común es que la conciencia hegeliana, al menos en los primeros tres capítulos, parte de una concepción o pequeña teoría acerca de la naturaleza de su conocimiento, a saber, que es producto de una relación pasiva e inmediata con un objeto. Así la conciencia da cuenta de la verdad de su conocimiento. Volviendo al texto de Hegel, continua diciendo: “Pero el concepto de este algo verdadero desaparece en la experiencia de él”. Muy interesante esto. La conciencia experimenta un choque o contradicción en su experiencia. En el primer capítulo, concebía el objeto como un particular sensorial absolutamente individual, aquí y ahora. Pero con la experiencia, como recordarás, esos aquí y ahora se encontraban en todas partes. Lo individual se convirtió en un universal. ¿Pero por qué? Aquí está el punto nodal, el detalle que posibilita la dialéctica. Las contradicciones que se han dado consisten en la diferencia entre lo que el objeto es en sí mismo y lo que es para la conciencia. Esta dualidad es posibilitada por la relación entre conciencia y objeto. Por un lado, la concepción del objeto como fuente del conocimiento requiere que la relación sea inmediata, el objeto directamente afectando a la conciencia. Sin embargo, dado que se trata de una relación, esta conciencia del objeto no es inmediata, sino mediata. Lo que el objeto es no es simplemente en sí, sino para la conciencia. Hay un choque aquí entre forma y contenido, entre lo que la conciencia intuye o conoce y la manera en que lo hace. Intuye el objeto de forma inmediata, o así lo concibe, pero lo hace inevitablemente de forma mediata, es decir, desde una postura o posición que la relación forzosamente implica. La postura o concepto de la conciencia en el primer capítulo, a saber, la certeza sensible, es una postura de pasividad que deja que el objeto en sí determine el conocimiento. Sin embargo, al mismo tiempo la conciencia no tiene en cuenta a si misma como una postura. La postura de la pasividad parece determinante y necesaria para dar cuenta del conocimiento, sin embargo en la medida en que sea una postura, resulta que la conciencia no puede ser pasiva en sentido estricto.
Esta brecha es la fuerza motriz que gira las ruedas de la dialéctica. Así que, para remediar la contradicción en el primer capítulo, la verdad de la certeza sensible terminó siendo no el Esto particular, sino el universal sensorial. En el segundo capítulo, la conciencia concebía su objeto, la cosa con propiedades, como algo en sí unitario e independiente, pero para la conciencia se mostró como dependiente de otras cosas. Esta contradicción se superó en la noción de fuerza en el tercer capítulo. Sin embargo, su concepto de la fuerza en tanto algo en sí, la verdad de ese concepto, “desaparece en la experiencia de él” como dice Hegel. La fuerza en tanto un fenómeno para la conciencia se disolvió en un flujo de fuerzas sin que ninguna fuera básica o original.
Todo esto es lo que Hegel dice en el primer párrafo del cuarto capítulo, terminando con la siguiente afirmación: “Pero ahora ha nacido lo que no se producía en estas relaciones anteriores: una certeza que es igual a su verdad”. Se refiere obviamente a la autoconciencia. Al final del último capítulo, la conciencia estaba ya agotada. Había pasado por la gama de posibles objetos, desde la particularidad sensorial hasta las leyes más abstractas, sin poder poner fin a la dialéctica del objeto tal como es en sí y como es para la conciencia, hasta que echó un vistazo detrás del velo de la apariencia para encontrarse a sí misma. La última contradicción del tercer capítulo se supera al radicalmente cambiar el punto de vista. El objeto ahora no es otra que la propia conciencia. La oposición entre sujeto y objeto que veíamos en los primeros tres capítulos se supera ahora porque el objeto que el sujeto conoce es el mismo sujeto. Los dos lados de la oposición se unen en la autoconciencia. Las continuas contradicciones entre el objeto en sí y el objeto para la conciencia desvanecen ya que en la autoconciencia lo que la conciencia es en sí misma es idéntico a lo que es para sí misma. En las palabras de Hegel, con la autoconciencia tenemos “una certeza que es igual a su verdad”.
Si te acuerdas, en la Introducción Hegel dijo que la meta se halla allí donde “el concepto corresponde al objeto y el objeto al concepto”. Pues pareciera que ya estamos en ese punto dado que con la autoconciencia la certeza es igual a su verdad. Como ya vimos, este tema es el título del cuarto capítulo: “La verdad de la certeza de sí mismo”. ¿En qué consiste esa verdad? La verdad de la certeza sensible era, inicialmente, el Esto sensorial particular. La verdad de la certeza de sí mismo es simplemente sí mismo, el sujeto o el yo en sentido inmediato y absoluto. Veamos las palabras de Hegel. En la p. 91 dice: “La autoconciencia es la reflexión que, desde el ser del mundo sensible y percibido, es esencialmente el retorno desde el ser-otro. Como autoconciencia, es movimiento; pero, en cuanto se distingue solamente a sí mismo como el Sí-mismo de sí, la diferencia es superada para ella de un modo inmediato como un ser otro; la diferencia no es, y la autoconciencia es solamente la tautología sin movimiento del Yo soy Yo”.
Aquí Hegel está diciendo que la conciencia retorna desde el ser-otro, es decir, desde el mundo de las cosas, para descansar en la identidad de sí mismo, en esa “tautología sin movimiento del Yo soy Yo”. La diferencia entre sujeto y objeto que antes producía contradicciones se cancela en esta tautología. Bueno, eso es lo que la conciencia quisiera creer, pero sabemos que muy pronto su educación va a seguir y que verá que las cosas no son tan sencillas. ¿Qué sucede? Pues, en esta cuestión de la verdad de la certeza de sí mismo, si preguntamos ¿de qué tiene certeza?, la respuesta es – del mundo, de su conocimiento de las cosas de su experiencia. La postura de la conciencia ahora estriba en tener la certeza de ser sí misma la verdad de las cosas. Entonces, la conciencia no puede retornar de ese mundo de cosas para encerrarse en sí misma. La diferencia entre sujeto y los objetos del mundo no puede cancelarse tan fácilmente. Tiene que haber una relación con esas cosas si va a constituir su verdad, o sea, para que el sujeto, al conocerse a sí mismo, no sea una mera tautología, sino que constituya la sustancia de las cosas, tal como propuso Hegel en esa importante afirmación que vimos en el prólogo hace tiempo.
Al final del segundo párrafo, Hegel resume todo esto. Dice: “La conciencia tiene ahora, como autoconciencia, un doble objeto: uno, el objeto inmediato de la certeza sensible y de la percepción, pero que se halla señalado para ella con el carácter de lo negativo, y el segundo, precisamente ella misma, que es la verdadera esencia y que de momento sólo está presente en la contraposición del primero. La autoconciencia se presenta aquí como el movimiento en que esta contraposición se ha superado y en que deviene la igualdad de sí misma consigo misma”. Al caracterizar al objeto como negativo, lo que quiere decir es que en sí mismo el objeto no es nada, o sea, no es más que algo para la conciencia. Lo que es significativo y esencial es la autoconciencia. El movimiento que menciona, que es un pasar del mundo externo de las cosas al sí mismo de la conciencia, Hegel lo llama deseo.
Aquí nos topamos con un concepto muy importante para Hegel, algo que refleja la lección global de los primeros tres capítulos. Como hemos visto, de lo que la conciencia se ha dado cuenta a estas alturas es que todo intento de conocer al mundo sólo en términos de la acción del objeto ha fallido ya que lo que termina conociendo refleja la actividad implícita del sujeto y sus conceptos. Lo que conoce es de una manera fundamental el reflejo de su propia actividad, y es por eso que al echar un vistazo tras el velo de la apariencia al final del último capítulo, encontró a sí mismo. Ahora en la Autoconciencia, su objeto es el propio sujeto y su actividad. El deseo refleja eso, el impulso ahora consciente de obligar a los objetos a que se conformen con los conceptos y deseos del sujeto.
El análisis que Hegel hace del deseo tuvo un impacto enorme en la filosofía del siglo XX, especialmente en Sartre y Lacan. Por tanto, es importante ver cómo se distingue de concepciones más tradicionales. Comúnmente, entendemos el deseo en función de un objeto; el deseo se dirige a un objeto, una manzana por ejemplo. La agarra, la ingiere y así satisface su deseo. El objeto, sea una manzana o el conocimiento, determina el deseo. Esta concepción cambia cuando Spinoza, en el inicio de la época moderna, dice que deseamos algo no porque es bueno, sino que algo es bueno porque lo deseamos. De repente, el énfasis pasa del objeto al sujeto, a su capacidad de desear, o lo que Spinoza llama el conatus. La esencia del hombre para Spinoza se define no en términos del objeto, sino del propio deseo.
Hegel también entiende el deseo de esta forma, pero además como una actividad negativa, de negación. ¿Por qué? Pues recuerda que a estas alturas la conciencia ha postulado a sí misma como aquello que da cuenta de la certeza de todo su conocimiento. Para establecer la verdad de esa certeza, para asegurar que ella misma sea lo absoluto, tiene que aniquilar todo aquello que se oponga como otro a la conciencia ya que ese otro pone en tela de juicio su carácter de absoluto. Volviendo a la manzana, la conciencia dice: “Tengo la certeza de ser lo que realmente es, lo absoluto, por lo que esa manzana no es nada”. Eso es lo que afirma, pero para que eso que dice no sea puro bla bla bla, hay que demostrarlo para que la verdad de la certeza de sí mismo sea evidente. Recuerda, eso es el título de este cuarto capítulo. Bueno, pues demuestra la verdad de su certeza al comer la manzana. Con este acto niega al mundo externo y afirma a sí mismo, o sea, demuestra que la manzana como externo no es más que algo para la conciencia. Al comer la manzana, el sujeto lo aniquila, lo consume, lo asimila, haciendo que esté al servicio de su propia conservación biológica.
Pero la Fenomenología trata del conocimiento ¿no? Claro, pero se da la misma dinámica. Una manzana puede negarse tanto física como intelectualmente. Al pensar la manzana, lo que se aniquila es su carácter particular, y así se vuelve en algo conceptual o universal. En otras palabras, la conciencia la hace suya al hacer que se conforme a su propia identidad, la cual es conceptual.
Pero aquí encontramos un fuerte problema. Sea la negación física o intelectual, el objeto en tanto otro ya no existe. Sin embargo, para demostrar la certeza de sí mismo, la conciencia requiere de un otro para negar. Vemos claramente que un cuerpo requiere ingerir alimento constantemente para conservarse. Pues el sujeto también. En tanto deseo, la autoconciencia tiene que constantemente negar a un otro para mantener su unidad e identidad. El problema es que si sigue en este plan, constantemente negando al otro, nunca va a encontrar satisfacción ya que la negación de X objeto suscita la aparición de otro objeto y la existencia de ese otro como algo independiente nuevamente pone en tela de juicio la certeza de sí misma de la conciencia como absoluto. Como dice Hegel: “Por tanto, la autoconciencia no puede superar al objeto mediante su relación negativa con él”. Volvemos a ver aquí la contradicción entre el objeto en sí y el objeto tal como es para la conciencia. Lo que el objeto es en sí no corresponde a lo que es para la conciencia. Por lo tanto Hegel dice: “En razón de la autosuficiencia del objeto, la autoconciencia sólo puede lograr satisfacción en cuanto que este objeto mismo cumple en él la negación”. Tiene que hacerlo, dice, porque “el objeto es en sí lo negativo y tiene que ser para otro lo que él es”. Se trata de un objeto capaz de auto-negarse, siendo para sí mismo lo que es para la conciencia. En pocas palabras, y por razones que veremos con más detalle en el próximo vídeo, tiene que ser un objeto que también sea capaz de desear. En las palabras de Hegel: “La autoconciencia sólo alcanza su satisfacción en otra autoconciencia”. Con esto podemos pasar, ahora sí, a la famosa dialéctica entre amo y esclavo.

Descargar guión en PDF

Audio
Descargar audio aquí

18 Comments

  1. Antonio Garrido Hernández · 21/05/2018 Responder

    Gracias, Darín. Esta fase es muy conocida por que así lo consiguió Kojeve con su alumnos. No está mal tener como alumnos a Georges Bataille, Maurice Merleau-Ponty, André Breton, Jacques Lacan o Raymond Aron ¿verdad? Creo que ha empezado muy bien esta parte y me ha ayudado. Creo que Hegel está plenamente vigente como activador del pensamiento en una época, la nuestra, en la que la conciencia lo impregna todo en forma de ciencia, leyes, costrumbres, verdades y falsedades. De hecho creo que sería necesaria una filosofía de la negatividad que, paradójicamente, devolviera una esperanza positiva al vértigo de la vida moderna. Tu labor probablemente con estos vídeos es universalmente propedeútica y, en algún lugar del planeta surgirá alguien, porque a la filosofía no hay porqué esperarla en los departamentos de las universidades.

  2. Antonio Garrido Hernández · 21/05/2018 Responder

    … no hay que esperarla siempre.

  3. Pere A. Mascaró Crespí · 13/09/2019 Responder

    Gracias Darín,
    Tengo algunas dudas (de hecho muchas) pero conviene concretar y eso en Hegel es una tarea titánica. Miraré de ser conciso:
    a) Vida: El concepto de “vida” que se desarrolla en el capítulo IV parece proceder ya del final del análisis del entendimiento, como “alma del mundo” i “sangre universal” “…que es ella misma todas las diferencias así como su ser superado y que, por tanto, palpita en sí sin moverse, tiembla en sí sin ser inquieta”. Sin embargo allí me quede con un concepto de “vida” conceptual; la vida como vida del pensamiento, de la conciencia pensante en su desarrollo dialéctico, o si quieres, la vida como la misma dialéctica de la idea. Ahora en el cap. IV parece como si “vida” remitiera al concepto biológico, aquello que define a los seres vivos y de donde surgirá (?) la conciencia entablando una relación dialéctica con la vida misma. Me pregunto a) cómo y cuándo se produce el paso del concepto especulativo de “vida” al concepto biológico de vida, y b) ¿El concepto “biológico” de vida es más abarcador que la vida biológica y se extiende por el reino mineral a la naturaleza toda? un concepto más cercano a la physis.
    b) El desdoblamiento de la autoconciencia: Quisiera saber si estoy en un error al entender que en realidad hay un doble desdoblamiento: 1) Cuando la conciencia es reflexión de sí misma como ipseidad que se refleja en la alteridad, el sí mismo en lo otro y retorno al sí mismo, o el sujeto que deviene objeto de sí mismo y es sujeto-objeto (primer desdoblamiento). 2) Cuando la autoconciencia encuentra a otra autoconciencia a la que solicita reconocimiento siendo a la vez solicitada a reconocer al otro y a la que quiere someter y no ser sometida. La dialéctica del amo y el siervo, el deseo, etc. pero se trata de un única autoconciencia, desdoblada (segundo desdoblamiento)
    c) Dialéctica: Siendo absolutamente básica para entender no sólo la F.E. sino todo Hegel y teniendo en cuenta que en nuestro camino de la FE ahora nos encontramos con la Naturaleza y con la sociedad, con la vida y la autoconciencia en su despliegue, quisiera saber tu opinión acerca de la dialéctica natural o si, como parece, en Kojève no existe tal cosa y únicamente puede hablarse de dialéctica a lo referido al ser humano y su despliegue.
    Muchas gracias por toda tu labor, por ser ahí y atender estas dudas. Un saludo cordial
    Pere A. Mascaró

    PS: Extiendo el saludo también a Toni Garrido, una sorpresa ‘inesperada’ y grata.

  4. Pere A. Mascaró Crespí · 16/09/2019 Responder

    Mandé un comentario hace días y no aparece. Puse el nombre y el correo. ¿Qué hice mal o que no hice bien? ¿Cómo mandar un comentario sin ser experto informático?

    • Darin · 17/09/2019 Responder

      Hola Pere. Acabo de ver tu comentario y pregunta sobre Hegel. Es que ando de viaje (de año sabático) y muchas veces no tengo acceso a internet, y cuando sí poco tiempo para trabajar y responder comentarios. Ahorita tengo presión de tiempo para terminar un escrito. Espero dentro de una semana tener tiempo para responder bien tu pregunta. Gracias por tu comprensión 🙂

  5. Pere A. Mascaró Crespí · 16/09/2019 Responder

    Si mando un comentario puedo ver los anteriores que mandé, pero si no mando un comentario no salen en la cadena de comentarios.

  6. Pere A. Mascaró Crespí · 17/09/2019 Responder

    De acuerdo, ningún problema.

  7. Pere A. Mascaró Crespí · 17/10/2019 Responder

    Hola Darín,

    Supongo que el trabajo se ha acumulado y no has tenido tiempo para contestar, lo entiendo. Para cuando encuentres ser y tiempo para ellò espero que puedas resolverme una nueva duda de la Fenomenología del espíritu (F.E.). Es la siguiente:

    ¿Por qué Hegel a lo largo de la F.E. utiliza la fórmula “para nosotros o en si” siendo ese “nosotros” el saber absoluto del filósofo que acompaña a la Conciencia en su experiencia y siendo lo “en sí” únicamente la potencialidad no desarrollada, la identidad aún fija y estable no exteriorizada (no negada, no alienada, etc.) aquello que es en sí es asimismo para otro y no para sí. Me pregunto si el “para nosotros” no debería ser “en-y-para-sí” en lugar de “en sí”, pero ¡cualquiera (que no sea Marx) se atreve a rectificar a Hegel!

    Un saludo muy cordial, Pere.

    PS: En las explicaciones que das del “ser en si” el “ser para si” y el “ser en y para si” parece que identificas los dos últimos como el “acto” aristotélico, pero seguramente te entendí mal.

  8. Pere A. Mascaró Crespí · 18/10/2019 Responder

    Creo que ya he resuelto la duda que te comenté: ¿Por qué Hegel utiliza la fórmula “para nosotros o en sí”?

    Parecería que lo lógico fuera “para nosotros o en y para sí”. El “en y para sí” es el resultado de la negación de la Identidad afirmada (lo en sí), pero lo “en sí” no se ha perdido, sino que se ha conservado (aunque negado). Así la Identidad (en sí) negada por la Negatividad (para sí) es superada y conservada en la Totalidad (en y para sí). Pero esta Totalidad es al mismo tiempo una nueva Identidad (sublimada de la anterior, aufgehoben) es un nuevo ser en sí.

    Yo, identidad en sí, soy negado por el Otro (negatividad para sí) pero reconciliado con el otro somos un Nosotros (totalidad en y para sí) al mismo tiempo que nos identificamos a Nosotros (identidad en sí) frente a los Otros (negatividad para sí) etc. Por lo tanto, “nosotros” es al mismo tiempo “en y para sí” y “en sí”. ¿Está bien resuelta así? Un abrazo!

    Pere.

    • Mario · 02/11/2019 Responder

      Hola Pere. Leyendo tus interesantes reflexiones sobre “nosotros como totalidad”, me surgió este interrogante : ¿Quién es el Sujeto que conoce y quién el Objeto que es conocido en este proceso que llamamos La Fonda?

      Se me ocurre que Kant contestaría : “El Sujeto son ustedes y el Objeto es Hegel”. Y se me ocurre que Hegel, ante la misma pregunta, contestaría : “Al tratar de conocerme a mí, en realidad están conociéndose a ustedes-mismos” Y seguramente -al final cada video- su consejo sería : “Ahora pregúntense : ¿Qué aprendí de mí-mismo en el 9/18?

      Y te digo que, pensándolo bien, “aprender cosas de Hegel” suena bastante absurdo. Aunque todos nuestros sistemas educativos se hayan montado sobre el paradigma kantiano

      ¿Qué te parece a vos, Pere? Un abrazo

  9. Mario · 31/10/2019 Responder

    Hay “autoconciencia” cuando el objeto de la conciencia pasa a ser la conciencia misma. Yo puedo enojarme (de hecho me enojo muy a menudo ja!) pero si logro “darme cuenta” de que me estoy enojando puedo, desde un lugar más externo a mi, plantearme : “ahí está Marito levantando presión y a punto de recalentarse”. La autoconciencia constituye, en mi experiencia, el primer paso del dominio emocional. Y me atrevo a decir que todo proceso de desarrollo personal puede ser visto como un ciclo hegeliano de sucesivas autoconciencias que una y otra vez, dialécticamente, van superando niveles. No sé que nos espera al final del camino. Ni sé si hay un final. Pero intuyo que Hegel -desde un principio- siempre marchó en esa dirección. Veremos que pasa en el próximo video de Darin. Chapó, Georg! Creo que sos y serás siempre el más grande

  10. Mario · 31/10/2019 Responder

    Vislumbrar todo esto hace 200 años y pasar por encima a tantos genios de la psicología y a todos los “gurúes” del desarrollo personal, es un mérito que todavía no termino de dimensionar. Impresionante

  11. Mario · 31/10/2019 Responder

    La filosofía es un arma cargada de futuro

  12. Pere A. Mascaró Crespí · 01/11/2019 Responder

    … i de pasado. Pues “la lechuza de Minerva [sólo] emprende el vuelo al anochecer” .

  13. Pere A. Mascaró Crespí · 03/11/2019 Responder

    Hola Mario,
    Me alaga que consideres interesantes mis reflexiones, que de hecho son más dudas que reflexiones en si, acerca del “nosotros y la Totalidad”. En verdad espero con ansia las respuestas del profesor Darin y de cualquiera que se interese, claro.

    Sobre la pregunta que me haces te diría que estoy bastante de acuerdo con vos. Aunque creo que Kant contestaría: “El sujeto son ustedes como un sujeto empírico (en plural) y el objeto es el pensar de Hegel contenido en la Fenomenología del Espíritu como objeto empírico (aunque ciertamente no sensible). Pero lo que a mi (Kant) me ocupa es el sujeto y el objeto transcendental y no el empírico.”

    Y Hegel: “Al tratar de conocerme a mí, en realidad están conociéndose a ustedes-mismos” Es posible que pudiera decir eso o tal vez: “Al tratar de conocer, en realidad están conociendo-se… si se reconocen entre ustedes”.

    Acerca del consejo de Hegel bien pudiera hacerme esa pregunta pero mi respuesta enojaría a Sócrates.
    Quizás aprender cosas “del pensar” de Hegel ya no sea tan absurdo. Pero no entiendo a qué se refiere el “paradigma kantiano” en relación a los “sistemas educativos”, sólo puedo decirte que he formado parte de uno de ellos y no veo nada que se aproxime a Kant, más bien todo lo contrario; un sistema educativo detestable en el que la Filosofía se avergüenza de formar parte de él. Más bien los veo montados sobre el neoliberalismo, el positivismo, el conductismo… en todo aquello que espanta a la Filosofía y, por ende, a Kant.

    Un abrazo Mario.

    Pere.

    PS: ¿Hay alguna forma en que un torpe como yo pueda poner en cursiva, negrita…?

    • Mario · 03/11/2019 Responder

      Hola Pere

      Tu respuesta es mucho más completa que mi pregunta y solo traté de expresar el paradigma “uno que conoce y otro que es conocido” de Kant, según lo que he aprendido hasta ahora en La Fonda. Gracias!

Dejar comentario