La ética de Spinoza, pt. 14/14

Hoy terminamos nuestra lectura de La ética, analizando el paso de la felicidad de la razón a la beatitud del tercer género de conocimiento – la intuición.

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Guión

El otro día caminando en la calle vi a un perro tratando de cruzar una calle por la que pasaban rápido muchos coches en las dos direcciones. El perro avanzaba, pero luego oía el motor de un coche casi por encima y se echaba rápidamente por atrás, pero luego venía encima otro coche en la otra dirección y otra vez fue corriendo el perro como una de esas bolitas metálicas en la máquina del pinball, por un lado y el otro. Tenía una mirada de terror en la cara y sentía yo muy mal por él porque sabía que no entendía lo que le pasaba. Si sólo tuviera conocimiento de los coches y la vialidad, no sufriría tanto.
Y luego pienso en la masa de la humanidad y veo algo muy parecido a la situación del perro, sólo que más intenso y complicado. Lo que veo son esclavos, individuos manipulados por ideologías políticas y religiosas, incentivados por el consumismo, y dominados por emociones que no entienden. Su conducta, al menos en el agregado, es tan predecible como la conducta de la bola en el pinball y del perro en la calle. Lo chistoso es que, viendo todo esto, el determinismo de Spinoza le escandalice a uno. ¡No puede estar en lo correcto, yo sí soy libre, lo que hago no está determinado por fuerzas externas, por causas anteriores, sino por mi libre elección! Claro, todos los demás son títeres manipulados o determinados y tú no.
Si, dándote cuenta de eso, dijeras OK, voy a darle el beneficio de la duda a Spinoza y voy a aceptar esta creencia del determinismo, seguramente comentarías el dilema que tratamos en el último vídeo. Si todo está determinado, ¿cuál es el punto de esforzarse a ser libre? ¿No conduciría una creencia en el determinismo a la apatía? ¿No diría uno “Ay, que bien que todo esté determinado ya que así no tengo que hacer todo ese trabajo duro para ser libre y puedo andar de vago”? No! Al menos yo no reaccionaría así. ¿Te acuerdas del ejemplo de ver el sol y pensar que su causa es un disco luminoso en el aire a unos 200 pies de nosotros? Una vez que entendamos la causa real de esa percepción no podemos dejar de percibir el sol como un disco en el aire, sin embargo, intelectualmente, no nos engañará – sabemos su distancia real. En el caso de nuestros actos, a lo mejor sea un poco diferente. Como el disco en el aire, postulamos equivocadamente un libre albedrío como causa de nuestros actos. Pero aun cuando llegáramos a comprender que los actos son determinados, no podríamos dejar de considerar nuestros actos, al menos algunos, como libres. Curiosa o irónicamente, quizá no somos libres para no creer en el libre albedrío. Volviendo al efecto que una creencia en el determinismo tendría, ¿te convertirías por tanto en un vago, apático, sin ganas de levantar ni siquiera un dedo? ¡No, en absoluto! Recordemos la proposición 7 del tercer libro. Dice: “El esfuerzo con que cada cosa intenta perseverar en su ser no es nada distinto de la esencia actual de la cosa misma”. El conatus, el esforzarse, es tu esencia”. No puedes no hacerlo.
De esta manera, si has llegado hasta este punto de la lectura y has comprendido todo, o al menos la naturaleza de las pasiones y cómo te esclavizan, y cómo convertir una pasión en una acción al formar una idea clara de ella, si entiendes todo eso y te encuentras en una situación donde causas externas te provocan odio y miedo y te das cuenta que estás sufriendo como un esclavo pero dices, mmm, pues pase lo que pase, dado que todo está determinado será lo que tuvo que pasar. No entiendo cómo uno puede actuar así. Es como si te cortaras el dedo al picar una cebolla y en vez de aplicarlo presión para contener el sangrado dijeras pues no hago nada dado que lo que tiene que pasar pasará.
A fin de cuentas, el discurso de Spinoza en este libro es parte del orden cósmico, es parte del desenvolvimiento de la infinita substancia. Como un volcán echando cenizas en el aire afecta a la atmósfera, lo cual afecta la cantidad de luz que llega a la tierra, lo cual afecta a los cultivos que hacen los humanos, etc., etc., el discurso de Spinoza engendra también sus efectos en los que lo leen, y esos efectos traen como consecuencia que algunos viven de forma libre. Si entiendes eso, entonces el afecto de alegría que se da al tener una idea adecuada expresa tu libertad. Si no entiendes eso, entonces sigues como antes dominado por las pasiones.
Esta comprensión de tu vida en el orden cósmico es el tema de la proposición 14 del quinto libro. Dice Spinoza: “La mente puede conseguir que todas las afecciones del cuerpo, o sea, todas las imágenes de las cosas, se remitan a la idea de Dios”. Lo que trata de comunicar aquí es sencillo. No hay afección del cuerpo que la mente no puede entender de forma clara y distinta, o sea, de forma adecuada. Pero entender algo de forma adecuada es entender el orden lógico de sus causas, las cuales remiten en última instancia a Dios. Recuerda que una idea no es más que un modo de la infinita substancia visto bajo el atributo del pensamiento. Formar una idea clara o adecuada de algo, de algún cuerpo que se percibe digamos, es entender el orden causal de ideas que termina en la idea en cuestión y por tanto, debido al paralelismo, del orden causal de cuerpos que termina en el objeto físico correspondiente bajo el atributo de la extensión. En pocas palabras, entender adecuadamente es entender cómo todo se sigue a partir de Dios. Semejante conocimiento es acompañado de alegría porque aumenta nuestro poder de actuar, pero no es una pasión, algo producido por un objeto externo como el chocolate, sino una acción producida por nosotros mismos, por la actividad de la razón en la comprensión. La causa de la alegría no es una cosa externo sino Dios mismo, y si te acuerdas, al formar una idea de la causa de esa alegría, sentimos amor. Por tanto tenemos en la proposición 15: “Quien se conoce a sí mismo clara y distintamente, y conoce de igual modo sus afectos, ama a Dios, y tanto más cuanto más se conoce a sí mismo y más conoce sus afectos”.
Es realmente hermoso lo que nos dice. Al conocer más profunda y adecuadamente la naturaleza y nuestro lugar en ella, más se aumenta nuestro poder y por tanto más alegría sentimos. Obviamente, este amor a Dios no tiene nada que ver con el Dios de la religión. El amoroso no es un devoto de la iglesia sino un devoto de la naturaleza. Para nosotros hoy en día, quien se dedica al estudio de la naturaleza es el científico, sin embargo, éste tiene la vista muy estrecha, centra la atención en algún aspecto minúsculo de la realidad y en general carece de la capacidad de aprehender la realidad de forma sinóptica y abarcadora. A lo mejor alguien como el astrónomo Carl Sagan sea un devoto de la naturaleza en el sentido spinozista. En diversos libros y en la famosa serie para televisión – Cosmos – mostró una sensibilidad filosófica que iba más allá de los datos y la información que la ciencia genera a tejer una visión basada en un conocimiento profundo del cosmos en su totalidad y nuestro lugar en él. Como cualquiera que haya visto ese programa puede constatar, Sagan comunicaba una mezcla de maravilla y de alegría muy infecciosa que se acerca a lo que Spinoza describe como este amor a Dios.
Con esto del amor a Dios, pareciera que Spinoza haya cerrado su argumento, al menos el argumento ético, pues nos ha enseñado la naturaleza de los afectos y cómo controlarlos para llegar a vivir libre, un camino que termina en una hermosa relación afectiva con la totalidad de la naturaleza. En cierto sentido, estamos al final. En el escolio de la proposición 20 Spinoza dice algo bastante llamativo. Dice: “Con esto concluyo todo lo que respecta a esta vida presente”. Pero no es el cierre del libro porque faltan 22 proposiciones. Al parecer, en lo que queda del libro va a hablar de lo que viene después de la vida presente, a saber, la vida después de la muerte. Pues sí, en efecto. La proposición 23 dice: “La mente humana no puede destruirse absolutamente con el cuerpo, sino que de ella queda algo que es eterno”.
Es muy llamativo esto, y hasta escandaloso, porque parece que se contradice y que abraza una superstición de la religión, a saber, la supervivencia de la mente o el alma después de la muerte. Ya conocemos muy bien su doctrina del paralelismo, que el orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y conexión de las cosas. Un objeto físico y su idea correspondiente no son dos cosas distintas sino uno y el mismo modo visto bajo dos atributos distintos. No puede haber un modo que se expresa como una idea pero no como una cosa extendida. Y además, como vimos hace mucho tiempo, la mente no es más que la idea de un cuerpo actualmente existente. Si el cuerpo muere, si ya no existe, no puede haber una idea correspondiente y por tanto tampoco una mente. ¿No contradice todo esto lo que acabamos de ver en la proposición 23? Hay estudiosos de Spinoza que piensan que sí. Uno en particular, Jonathan Bennett, dice que la segunda parte del libro 5 es un desastre total, pura basura sin valor alguno. Dice: “Nosotros los que amamos y admiramos el trabajo filosófico de Spinoza deberíamos, con triste silencio, hacer caso omiso de la segunda parte del quinto libro”. Yo amo y admiro el trabajo filosófico de Spinoza, pero no voy a seguir su sugerencia. Por problemático que sea, yo creo que hay mucho de importancia y valor en estas últimas proposiciones. Veamos.
La proposición 23 dice que algo de la mente es eterno. Antes de ver la demostración y ver por qué lo es, hay que entender ese concepto de lo eterno. Spinoza ha empleado este concepto en determinados momentos en La ética pero nunca lo hemos tratado de frente. Coloquialmente, la eternidad se considera un tiempo muuuy largo, un tiempo que no se acaba. Spinoza no entiende la eternidad de esta manera. En el escolio dice que: “la eternidad no puede definirse por el tiempo, ni puede tener con él ninguna relación”. Los términos ‘antes’, ‘ahora’, y ‘después’ no tienen nada que ver. Lo eterno está fuera de toda categoría temporal. Entonces, ¿de qué se trata? Dios, la infinita substancia, es eterno, y también lo son los atributos del pensamiento y la extensión. Los modos finitos, en cambio, son temporales, tienen comienzo y fin, son mortales. Podemos entender lo que hace que Dios sea eterno al considerar la naturaleza de una verdad eterna. El ejemplo favorito de Spinoza, repetido una y otra vez a lo largo de sus libros, es la naturaleza del triángulo. Como dice en la proposición 17 del primer libro: “de la naturaleza del triángulo se sigue, desde la eternidad y para la eternidad, que sus tres ángulos valen dos rectos”. Esta verdad no es temporal; no tiene sentido ponerle fechas, un antes o después. Simplemente es. Esta verdad es eterna, y en el mismo sentido Dios lo es.
Lo que la proposición 23 dice es que, además de Dios y la definición de triángulo, hay algo de la mente humana que es eterno. En la demostración dice: “Se da en Dios necesariamente un concepto o idea que expresa la esencia del cuerpo humano, y esa idea de la esencia del cuerpo humano es, por ello, algo que pertenece a la esencia de la mente humana”. Palabras más, palabras menos, lo que está diciendo es que Dios tiene un concepto o idea de la mente humana, y siendo Dios eterno, la idea de la mente humana también lo es. Ésa es la conclusión a la que vamos a llegar, pero tenemos que ir paso por paso. Primero, recordemos que en el segundo libro dice que la mente humana es una idea cuyo objeto es el cuerpo, un cuerpo actualmente existente. En la proposición que estamos analizando, hace referencia a eso. Dice que en la medida en que la mente exprese la existencia actual del cuerpo, entonces la mente es algo que perdura en el tiempo. Sin embargo, volviendo a la primera línea de la demostración, dice que la idea o concepto que Dios tiene del cuerpo humano no es un concepto de la existencia del cuerpo, sino de su esencia, y, gracias al paralelismo, tiene también una idea de la esencia de la mente humana. Es muy importante distinguir entre existencia y esencia. Estas dos cosas coinciden únicamente en el caso de Dios, cuya esencia implica la existencia. En el caso de los modos finitos, como nosotros, no. Lo que está claro según el propio Spinoza es que para que exista la mente humana tiene que existir el cuerpo. Sin embargo, no toma esto en cuenta en su demostración. La idea que Dios tiene de la mente concierne a su esencia. Lo que tenemos que entender, en términos generales, es el concepto de esencia.
Este tema Spinoza lo trata de hecho en la proposición 8 del segundo libro. En su momento no lo tratamos porque sabía que iba a volver a tratarlo en el contexto de esta discusión del aspecto eterno de la mente. Bueno, ahí Spinoza dice: “Las ideas de las cosas singulares no existentes deben estar comprendidas en la idea infinita de Dios”. Spinoza afirma esto porque tiene que dar respuesta a un fenómeno muy común, del que podríamos dar muchos ejemplos. Voy a usar uno de mi juventud. Recuerdo que leía un libro sobre la vida en la Tierra que en algún punto habló del dodo, un ave endémica de la isla de Mauricio que se extinguió en el siglo XVII. Le pregunté a mi madre a dónde se había ido el dodo, por qué ya no había. Me dijo que Dios lo había llevado al cielo. Curiosamente, de alguna manera mi madre tenía razón, pero no en el sentido que pensaba. Me lo dijo así con la implicación de que algún día yo también iría al cielo con Dios, que los dodos y yo existiríamos con Dios. Para convertir lo que dijo mi madre en una catedra sobre el quinto libro de La ética de Spinoza sólo tenemos que cambiar la palabras existencia por esencia.
Ahora ¿qué significa decir que Dios tiene una idea de la esencia del dodo? Primero, vamos a cambiar el término Dios por el de Naturaleza. Recuerda su famosa ecuación: Deus sive Natura – Dios, o lo que es lo mismo, la Naturaleza. Si decimos “Dios tiene una idea”, pues suena demasiado antropomórfico. Mejor hablemos de la Naturaleza, pero en vez de que éste tenga ideas vamos a decir algo más o menos equivalente – hablemos de sus leyes. Mucho tiempo atrás, cuando discutimos la naturaleza de la infinita substancia y su relación con los modos, vimos que de Dios emana en cada uno de los atributos los modos infinitos inmediatos y de estos los modos infinitos mediatos llegando al final a su expresión en los modos finitos. En una carta, Spinoza decía que los modos infinitos inmediatos bajo el atributo de la extensión son el movimiento y el descanso. En el mundo o dimensión de la extensión, todo modo finito está caracterizado por relaciones de movimiento y descanso, y es precisamente estas relaciones las que expresan las leyes de la naturaleza. Expresada lógicamente, una ley es una afirmación condicional del tipo “Si P, luego Q”. Para la ley de la gravitación sería algo así como “Si sueltas la piedra, caerá hacia el suelo”. O, digamos, si se dan ciertas condiciones climatológicas como la existencia de vapor en el aire y cierta temperatura, la consecuencia, Q, será que lloverá. ¿Qué tiene que ver esto con el dodo? Pues, en la afirmación condicional, Q sería el dodo y P sería las condiciones para que se dé. La verdad, no sé exactamente cuales serían pero tendrían que ver con condiciones genéticas, ecológicas, biológicas, etc. Dándose esas condiciones, el dodo volvería a aparecer, volvería a existir. No obstante, aun cuando no exista en un momento dado, su esencia, es decir, las condiciones para que se dé, son reales. Decir que Dios tiene una idea que expresa la esencia del dodo es decir que en la Naturaleza hay una ley que, expresada como una afirmación condicional, regiría su generación. Siglos después, Gilles Deleuze dirá que la esencia que la idea de Dios expresa no es actual, o sea, no existe espacio-temporalmente, sino que es virtual, pero no por eso menos real. Pero eso es tema de otro vídeo.
Bien, hemos visto el concepto de lo eterno y también el de la esencia, por lo que podemos volver a la proposición 23 a entenderlo espero un poco mejor. Ahí dice que aun cuando el cuerpo sea totalmente destruido, queda algo de la mente humana que no se destruye sino que es eterno. Ya debe estar claro que Spinoza no está hablando aquí de la inmortalidad del alma. La idea que tiene Dios de tu mente expresa su esencia, no su existencia. La esencia de tu mente no tiene nada que ver con los afectos, experiencias y memorias que iban en función de tu cuerpo y su interacción con otros cuerpos en el mundo mientras vivías. Tu vida, tu existencia, tiene que ver con la duración temporal. La esencia de tu mente, en cambio, es atemporal, es eterno. No tiene que ver con afectos y memorias, sino con algo formal, con las relaciones de movimiento y descanso que comentamos antes. Y aquí llegamos a un punto muy interesante. En los ejemplos de los dodos o la lluvia que vimos, quedó implícito que lo que queda encerrado en las leyes correspondientes es la esencia de los dodos como clase o especie, o la lluvia como fenómeno general. Eso es cierto. Dios tiene una idea de la especie de los dodos, es decir, una idea que distingue esta especie de la especie de los avestruces. Pero este principio de diferenciación o de individuación va mucho más lejos. Recuerda que en la proposición 13 del segundo libro vimos que son precisamente las relaciones de movimiento y de descanso lo que distingue a un individuo de otro. De esta manera, Dios tiene una idea no sólo de lo humano como tal sino también de ti, bueno, de la esencia de tu cuerpo y por tanto de la esencia de tu mente, de la tuya a diferencia de la mía. En esto, Spinoza y Leibniz estaban de acuerdo, cada cosa singular tiene su propio concepto.
De hecho, en la siguiente proposición, la 24, dice: “Cuanto más conocemos las cosas singulares, tanto más conocemos a Dios”. Pero no sigamos adelante tan rápido. ¿Qué tiene que ver esto de conocer cosas singulares y de conocer y amar a Dios con el aspecto eterno de la mente que discutimos en la proposición 23? ¿Por qué Spinoza menciona eso de la eternidad de la mente? En la proposición 20 dijo que había concluido “todo lo que respecta a esta vida presente”. Si es así, ¿qué posible papel puede jugar ese aspecto eterno de la mente en el aquí y ahora? Esto es lo que es problemático. Bueno, vamos a seguir, pero con esta preocupación en mente.
En la proposición 25 dice: “El supremo esfuerzo de la mente, y su virtud suprema, consiste en conocer las cosas según el tercer género de conocimiento”. En el segundo libro de La ética, vimos en qué consiste conocer con la imaginación y también conocer con la razón. El primero genera conocimiento inadecuado y el segundo conocimiento adecuado. Y ahora llegamos al misterioso tercer género de conocimiento que Spinoza llama intuición. Lo que comparte con la razón es que maneja ideas adecuadas. En la demostración de la proposición 25 dice: “El tercer género de conocimiento progresa, a partir de la idea adecuada de ciertos atributos de Dios, hacia el conocimiento adecuado de la esencia de las cosas”. Si te das cuenta, esto es justo la inversa de lo que vimos en la proposición 24. Ahí se parte de cosas singulares y se llega a Dios. Al conocer las cosas mejor, conocemos mejor a Dios. Esto es el procedimiento de la razón. El de la intuición es al revés. Parte de ideas adecuadas sobre los atributos de Dios con las cuales comprende la esencia de cosas singulares. Esta distinción entre la razón y la intuición me parece muy parecida a la que hace Platón entre la razón y, en griego, el nous. Para Platón, la razón es discursiva, es decir, procede por pasos inferenciales-deductivos, como son los diferentes elementos de las premisas de un silogismo, para llegar luego a la conclusión. En el segundo libro de La ética, Spinoza da un ejemplo sencillo de este proceso de la razón. Dice: “Dados tres números, se trata de obtener un cuarto que sea al tercero como el segundo es al primero. Los mercaderes no dudan en multiplicar el segundo por el tercero y dividir el producto por el primero”. En este ejemplo, el razonamiento es un proceso que lleva a cabo distintas operaciones para llegar a la conclusión o respuesta. A continuación Spinoza dice: “[Sin embargo] cuando se trata de números muy sencillos, nada de esto es necesario. Por ejemplo: dados los números 1, 2 y 3, no hay nadie que no vea que el cuarto número proporcional es 6”. Ver que el número 6 es la respuesta no es producto de un razonamiento sino de una intuición. Volviendo a Platón, así es cómo caracteriza el nous. Éste no es un proceso mediado por inferencias sino una captación inmediata e intuitiva de los objetos más excelsos, las Ideas. Es un acto intelectivo que, además de ser intuitivo, es sinóptico, es decir, dirige la vista mental hacia el mundo sensible para captarlo en su totalidad e interconexiones.
Entonces, son dos cosas las que distinguen al tercer género de conocimiento del segundo: es intuitivo, como acabamos de comentar, y va en la dirección contraria a la de la razón, va de causa a efecto en vez de efecto a causa. A lo mejor no te parezcan importantes estas diferencias, pero vamos a ver sus consecuencias y verás que sí.
En la proposición 29, Spinoza dice que es de la naturaleza de la razón concebir las cosas “sub specie aeternitatis”, es decir, bajo el aspecto o la perspectiva de la eternidad. Si uno concibe las cosas no con la razón sino con la imaginación, las concibe no de forma completa y adecuada, sino de forma parcial e inadecuada, registrando la manera idiosincrásica en que las cosas del mundo afectan a tu cuerpo. Como vimos, eso varía de persona en persona. El mundo que la imaginación capta es un mundo temporal en el que las cosas se nos aparecen en un estado de cambio y devenir. La razón y la intuición, en cambio, captan no la existencia sino la esencia de las cosas, aquel aspecto que no es cambiante sino permanente o eterno.
Hemos hablado mucho del paso de la imaginación a la razón, de ese proceso de formar ideas claras y distintas de las pasiones para que se conviertan en acciones, las ideas inadecuadas pasando a ser adecuadas. Sin embargo, no siempre logramos actuar de forma racional en el mundo. Después de todo, somos humanos finitos que viven en interacción con otras cosas, cosas que a veces nos ganan y nos provocan reacciones apasionales. Vamos por arriba y por abajo, felices e infelices. Con todo, conforme va pasando el tiempo nuestro conocimiento del mundo se vuelve cada vez más adecuado, y así, como dice Spinoza en la proposición 39, uno “tiene una mente cuya mayor parte es eterna”. ¿Por qué eterna? Porque las ideas adecuadas que tienes tú no son distintas de las que tiene Dios. La idea adecuada que tienes de la naturaleza del círculo es la misma que tiene Dios.
Quiero volver a nuestra afirmación de que tanto la razón como la intuición manejan ideas adecuadas y por tanto eternas. ¿Entonces cual es la diferencia? Cuando conocemos algo con la razón, sentimos no sólo el afecto de la alegría, sino al identificar las ideas adecuadas de Dios como la causa o razón de ese algo, sentimos también el amor, el amor a Dios. La razón pasa del efecto, las cosa que conocemos, a la causa, las ideas de Dios. Cuando conocemos con la intuición, es al revés, partimos de la causa y conocemos así la esencia de las cosas. Es como si partiéramos de la perspectiva de Dios. Para captar bien la importancia de esta diferencia, hagamos una pregunta. Cuando razonamos y sentimos ese amor a Dios, ¿Dios responde ese amor? ¿Dios nos ama a nosotros? Yo crecí en un entorno cristiano y por todas partes, en los discursos de los curas, en revistas, hasta en calcomanías pegadas en los coches, vi el mensaje – Dios te ama. Para Spinoza, Dios no te ama. ¿Por qué? Pues piénsalo un momento. ¿Qué es el amor? Es un afecto. ¿Y qué es un afecto? Es una indicación de un cambio en el poder de actuar del cuerpo, a mayor poder o a menor poder. Eso no puede pasar en la infinita substancia que es Dios. Aun cuando se trata de un cambio a mayor poder, eso implicaría una imperfección que se supera, y Dios por definición es perfecto, no le falta nada; es infinita plenitud en acto. Además, para que Dios nos amara, el amor que siente tendría que ser alegría acompañada de la idea de una causa externa, según la definición de Spinoza. Sin embargo, no hay nada que puede ser externo a Dios.
Menciono todo esto por el tema de la perfección. Nosotros no somos perfectos, sin embargo podemos participar en la perfección de Dios en la medida en que conocemos mediante el tercer género de conocimiento, partiendo de las ideas adecuadas, y por tanto eternas, de los atributos de Dios y conociendo con ellas la esencia de las cosas. En la medida en que esto sea posible, nuestra experiencia afectiva sufre una pequeña pero importante transformación. Con la razón sentíamos alegría al experimentar el aumento en nuestro poder, el paso a una mayor perfección, y con ella el amor a Dios como habíamos comentado. Pero con la intuición, ya no estamos en un proceso de alcanzar, subir, superar, sino que partimos ya de las ideas adecuadas y eternas de Dios. Entonces, ya no sentimos alegría, sino . . . pues mejor dejo que Spinoza nos cuente. “Si la alegría consiste en el paso a una perfección mayor, la beatitud debe consistir, evidentemente, en que la mente esté dotada de la perfección misma”. Entre la beatitud y la alegría hay una diferencia de tipo, ya que donde la alegría implica nuestra imperfección y se da en la duración temporal, la beatitud es el afecto de la perfección que no tiene comienzo ni fin.
Y aquí encontramos un problema. En el escolio de la proposición 31 Spinoza dice: “Cuanto más rico es cada cual en dicho género de conocimiento, tanta más conciencia tiene de sí mismo y de Dios, es decir, tanto más perfecto y beato es”. Pero luego dice: “Cabe observar que, aunque ya sepamos que la mente es eterna en cuanto que concibe las cosas desde la perspectiva de la eternidad, con todo, a fin de explicar mejor y de que se entiendan más fácilmente las cosas que queremos probar, la consideraremos como si empezase a existir en este momento, y como si en este momento comenzase a entender las cosas desde la perspectiva de la eternidad”. Por un lado, lo que dice aquí es absurdo ya que conocer de modo eterno, desde la perspectiva de la eternidad, no puede tener un comienzo, sin embargo, ese comienzo es necesario para nosotros seres temporales. Plantea esto por fines didácticos, pero se me hace que reconoce aquí la extraña situación conceptual en que se encuentra. Uno puede entender perfectamente que la mente es eterna, pero la pregunta es si puede pensar o concebir como Dios, de modo eterno. Esto es de lo que dudan muchos estudiosos de Spinoza. Vimos que en la proposición 20 dice: “Con esto concluyo todo lo que respecta a esta vida presente”. Entonces, si todo lo que hemos discutido hasta ahora concierne a lo que sucede después de la muerte, pues lógicamente, técnicamente, no sucede nada ya que la sucesión es un término temporal y la idea que tiene Dios de tu mente es eterna. Sin embargo, habla en estas últimas 22 proposiciones como si se tratara de una persona todavía en esta vida presente, como si el conocimiento del aspecto eterno de la mente pudiera tener un efecto en nuestra experiencia afectiva aquí y ahora.
A lo mejor sí. Hace poco leí algo que Wittgenstein anotó en uno de sus cuadernos. Dice: “Si la eternidad se entiende no como la infinita duración temporal, sino como la no-temporalidad, entonces se puede decir que vive eternamente quien vive en el presente”. Hoy en día, los gurús de auto-ayuda y los influencers de Instagram nos dicen que hay que vivir en el presente. Semejantes proclamaciones no son más que pseudo-filosofía ya que el presente del que hablan no deja de ser temporal. Aconsejan un truco psicológico para centrar la atención y eso con el fin de que los productos de tu actividad tenga fruto en el futuro, en un futuro presente. En cambio, en el modo de vivir que comenta Wittgenstein, no se trata de centrar la atención sino a lo mejor aflojarla. En la proposición 27 Spinoza dice que la mayor satisfacción de la mente nace del tercer género de conocimiento. Lo que se traduce como “satisfacción de la mente” es la frase latina “acquiescentia animi”. O sea, la mayor satisfacción de la mente Spinoza la describe como aquiescencia. La raíz “quies” significa dos cosas. Por un lado quietud, descanso, reposo, y por el otro connota aceptación, sumisión, obediencia. Vivir en el presente, como dice Wittgenstein, es como sumergirse en una dimensión sin pasado y futuro que no controlas sino que aceptas, contemplas y comprendes. Vivir en el presente de esta manera quizá sea el análogo humano de vivir eternamente. Esto no lo dice Wittgenstein ni Spinoza; son especulaciones mías. Las hago con base en mi experiencia en los últimos días preparando este vídeo. Es que los pase en mayor parte leyendo y re-leyendo estas últimas 22 proposiciones, razonando mucho o tratando de hacerlo, tratando de cuadrar esta proposición con aquella. A veces tenía éxito y sentía alegría y a veces no y me ponía triste. De pronto de alguna manera se aflojó ese laser de la mente, la concentración de la atención, y mi mente dejó de discurrir y, no sé, empecé a sentir cierta paz, a lo mejor la beatitud que comenta Spinoza. No es que de repente apareciera una gran verdad o que bajara un coro de ángeles cantando. Seguía yo en medio de todos estos conceptos pero ahora los consideraba desde otra perspectiva. Vi que la actividad de tratar de comprender, de esperar una respuesta que llegaría tras mi esfuerzo, era un tanto ilusorio, que la propia actividad en la que me encontraba era el punto. Como dice Spinoza en la última proposición del libro, la 42: “La beatitud no es un premio que se otorga a la virtud, sino que es la virtud misma”. No sé si he logrado ordenar mis ideas tal como las tenía ordenadas Spinoza en su mente, pero sí creo haber probado un poco el sabor de lo eterno.
Hay que recordar que no somos un imperio dentro de un imperio. No podemos escapar de esta existencia en que nos encontramos a vivir en el enrarecido entorno de lo eterno. Pero por otro lado, tampoco hay que sufrir ciegamente como el perro que comentamos al principio. Spinoza nos ha enseñado un camino que nos aleja de un lado y que nos acerca al otro. Esa breve experiencia de la beatitud que tuve es, para mí, como un timón, algo que templa mi interacción con las cosas en el mundo y que se profundiza con la experiencia. Pero no es fácil. Como dice Spinoza en la última oración del libro: “Todo lo excelso es tan difícil como raro”.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

18 Comments

  1. Carlos · 18/07/2022 Responder

    Darin:

    El guión subido no es el 14, es 13.

    Gracias

    Carlos Rodríguez

  2. Mario Balzarini · 18/07/2022 Responder

    En la última frase de este (tu video más importante), dices así: “Esa breve experiencia de la beatitud que tuve es, para mi, como un timón que templa mi interacción con las cosas en el mundo y que se profundiza con la experiencia”. No sé como decirlo Darin, pero creo que estás compartiendo con todos nosotros uno de los momentos más importantes y de mayor transformación personal que puede llegar a vivir una persona. El poeta Rainier Maria Rilke expresó eso que con estas palabras: “Creedme que todo depende de esto: haber tenido, una vez en la vida, una primavera sagrada que colme el corazón de tanta luz que baste para transfigurar todos los días venideros” Estas en la cima Darin. Abrazo fuerte y seguimos en contacto

    • Darin · 18/07/2022 Responder

      Qué bonito eso de Rilke, no lo conocía – gracias!

      • Guillermo · 24/07/2022 Responder

        Hola Darin, quiero agradecerte por la labor que realizas. Tus videos son una invaluable fuente de reflexión y estudio sobre la filosofía, principalmente para aquellos que no tenemos estudios en el campo. Eres capaz de transmitir la complejidad de una manera clara, sin perder rigor académico, por lo que agradezco haberme topado con tu canal. Después de escuchar la serie sobre Spinoza realmente siento que mi percepción sobre la vida ha cambiado y me gustaría comenzar a leer la ética. ¿Qué editorial me recomiendas adquirir para leer La ética de Spinoza en español?

        Infinitas gracias de nuevo, por tu gran trabajo

        • Darin · 25/07/2022 Responder

          Hola Guillermo, gracias por tus palabras. La edición de Vidal Peña en Alianza Editorial es una buena opción. Saludos!

  3. Mario · 20/07/2022 Responder

    Tengo recopiladas descripciones autobiográficas de EXPERIENCIA DE BEATITUD de San Ignacio de Loyola (autobiografía), Friedrich Nietzsche (Ecce homo), Jean Jacques Rousseau (Confesiones) y Rainier María Rilke (autobiografía). Es notable la similitud de esas descripciones. Esto es lo que dice Rousseau: “Me parecía que llenaba con mi ligera existencia todos los objetos que percibía…no tenía la menor noción distinta de mi individuo…sentía en todo mi ser una calma encantadora, con la que, cuanta vez la recuerdo, no hallo nada de comparable en toda actividad de los placeres conocidos…siento éxtasis, arrebatos inexpresables de fundirme, por así decirlo, en el sistema de los seres, de identificarme con la naturaleza entera”

    A medida en que hemos venido avanzando video tras video, todo se ha ido relacionando y creo que nos acercamos a una síntesis importante ¡Gracias por liderar todas estas experiencias Darin!

  4. Patricia · 26/07/2022 Responder

    Magnifico maestro. Cuando hablabas del conocimiento intuitivo según lo define Spinoza y de la experiencia asociada a este tipo de conocimiento que no es otra que la experiencia de beatitud, me ha venido a la cabeza una frase de Wittgestein, una de esas frases tan lapidarias suyas que tienen una fuerza tremenda porque de algún modo están en el borde de “lo que puede ser dicho” la frase es:
    “Hay, ciertamente, lo inexpresable, lo que se muestra a Sí mismo; esto es lo místico”
    Lo que yo entiendo es que el Dios de Spinoza es precisamente “lo que se muestra a Sí mismo” en este conocimiento intuitivo, y el ser humano experimenta este conocimiento de Dios=naturaleza, existencia como la beatitud, el satori, el asombro, la maravilla o como se quiera llamar…
    En cierto sentido cabría decir que aunque inserta en la temporalidad de nuestras vidas, es una experiencia “eterna” puesto que por así decir es atemporal, esta suspendida en el tiempo, en el sentido de eternidad que señala Wittgestain en la frase que nos compartes….

  5. Gaston Stuardo · 14/09/2022 Responder

    Gracias Darin McNabb!!

  6. Alejandra · 19/12/2023 Responder

    Gracias Maestro Darin McNabb!!

  7. Alvaro Lobo · 28/02/2024 Responder

    Al culminar de leer y escuchar la serie de Spinoza me urge expresar mi gratitud con tu trabajo Darin. Después de haber estudiado el tratado teológico político y la Ética me quedaron muchas lagunas. Tu trabajo sobre la Ética es brillante y arroja luces para una comprensión cabal de la obra. Deseo resaltar en particular la claridad que aportas sobre el asunto del determinismo y cómo conciliar ese enfoque con la beatitud. Estupendo.

  8. Roniber Pinzon · 17/04/2024 Responder

    Eres el verdadero Capo Mexicano. Bendiciones Bro.

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