La filosofía artesanal

Hoy una mirada hacia atrás y hacia adelante; una relfexión sobre la filosofía profesional y lo que me propongo en esta nueva etapa de vida: la filosofía artesanal.

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Guión

Nuestro nombre taxonómico es Homo sapiens. Lo que nos distingue de otros miembros del género “homo” y de los animales en general es esa palabra “sapiens” – ser sabios o inteligentes. Esta idea es lo que encierra la definición aristotélica: somos “zōon lógon éjon” – un animal que posee “logos”, o sea, la razón o el lenguaje. Nuestra especie moderna emergió hace aproximadamente 200,000 años. Lo curioso es que la evidencia más temprana que tenemos del uso de la razón o del lenguaje simbólico data de hace unos 7,500 en Mesopotamia. Seguramente, la capacidad de pensar de forma abstracta surgió antes que eso, pero no sabemos cuando. No sabemos porque no hay evidencia de ello, y no hay evidencia de ello porque el pensamiento y el lenguaje hablado se esfuman en el aire. No se fosilizan. Lo que sí se fosilizan son los entierros. Para el antropólogo, esto es lo que marca el surgimiento del ser humano que somos. Los ritos mortuorios, el tratamiento deliberado de los fallecidos, indica, al parecer, una conciencia temporal, implica recordar el pasado e imaginar un futuro en el que nosotros también moriremos. Estas ideas no son datos sensoriales sino abstracciones las cuales parecen caracterizar únicamente a nuestra especie.
Ahora, todos los días pienso y hablo, todos los días soy ese animal racional. Pero hoy amanecí apoderado de ese instinto más primordial de marcar el tiempo, de pensar en el futuro y conmemorar el pasado. Escribo estas palabras el 1 de agosto de 2021, el día que toma efecto la renuncia de mi plaza de investigador de tiempo completo en la Universidad Veracruzana. Estoy, pues, en medio de una transición de vida, quizá no tan trascendental como la de la muerte, pero sí muy significativa. Y siendo filósofo, necesito entenderla.
Un buen punto de partida podría ser un comentario que me hizo un buen amigo hace unos días. Habíamos ido a tomar unas cervezas y, levantando su copa, me dijo “Felicidades Darin, ya eres un académico desprofesionalizado”. Me llamó la atención esa frase, esa palabra – desprofesionalizado, como si con mi renuncia me había limpiado de algo malo o negativo. Bueno, si mi amigo tiene razón, para saber quien soy ahora, tengo que entender qué significa ser profesional, un profesional de la filosofía.
El diccionario dice que una profesión es un trabajo remunerado, especialmente uno que requiere de un largo entrenamiento y una certificación formal. Ser cajero en un supermercado es un trabajo pero no exactamente una profesión, mientras que ser filósofo hoy en día sí, requiere de muchos años de estudios en los que uno alcanza diferentes niveles al demostrar la posesión de diversos conocimientos y habilidades. Otra profesión es la de ser médico; uno pasa por un proceso muy parecido. Entre paréntesis, a veces, mis alumnos en la facultad no tomaban tan en serio los conceptos e ideas que iban aprendiendo y pensaban que simplemente podían opinar sin cuidar el razonamiento, y en momentos así les decía: “Oigan, sus compañeros que están estudiando en la facultad de medicina, si no toman en serio sus estudios y se gradúan de panzazo, la consecuencia es que van a matar a sus pacientes por su mala formación. Ustedes piensan que no pasa nada si no piensan con rigor, que las ideas no matan a nadie, que no hacen ningún daño”. ¡Equivocados! les decía.
Entonces, tenemos este sentido de ser profesional, contar con conocimientos y habilidades certificados. En cuanto a los filósofos, este último les permite ejercer su profesión de forma remunerada en una universidad. Sin embargo, durante la mayor parte de la historía de la filosofía occidental, los filósofos no han sido profesionales en este sentido. Los platónicos filosofaban en la academia; los aristotélicos en el liceo; los Estoicos bajo el pórtico del ágora; los epicúreos en el jardín; los cínicos como Diógenes en un barril; en el medievo en los monasterios; luego en castillos con patrocinio real o en casitas privadas como la de Spinoza. Y luego cada vez más en universidades. Notablemente, Hegel fue el primer filósofo de ser nombrado como profesor por el Estado.
Fue hacia finales del siglo XIX, especialmente en Alemania, que vemos el inicio de la profesionalización de la academia. Es que, en esa época las ciencias naturales, especialmente la física, empezó a tener mucho éxito y por tanto empezó a cobrar mucho prestigio en los ojos del público. Debido a este prestigio, tenían mucha importancia y poder en la academia. Y varias ciencias sociales, como la sociología y la psicología empezaron a adoptar los métodos de la ciencia en su investigación de campo. Tanto la ciencia natural como las sociales habían progresivamente quitado terreno de la filosofía y ahora con su éxito y prestigio social, la filosofía tenía un fuerte complejo de inferioridad. Para justificar su lugar en la academia, tomó el camino fácil y empezó a imitar sus métodos para legitimarse. Los pensadores que forjaron esta identidad académica, gente como Carnap, Quine y otros, fueron influidos por las metas generales del círculo de Viena, es decir, la concepción positivista de la filosofía como una disciplina científica rigurosa. Es por eso que la filosofía en el mundo anglosajón está dominada por la escuela analítica. Un artículo lleno de ecuaciones de la lógica simbólica puede sentirse al par de las ecuaciones matemáticas de publicaciones en física.
Esta asociación con las ciencias naturales tuvo dos consecuencias: un cambio en los temas que la filosofía académica trata, y la especialización. Temas como la religión, la historia, y la educación se disminuyeron a favor de temas más susceptibles a análisis lógico y científico como la filosofía de la mente, del lenguaje y de la ciencia. Y estos, a su vez, se fragmentaron en especialidades y sub-especialidades, reflejando el modelo científico. Esto es el primer paso de la profesionalización de la filosofía.
Ahora bien, toda esta investigación tiene que ser publicada y comunicada, por lo que han surgido un sinnúmero de revistas especializadas. Entonces, además de la institucionalización de la filosofía en cuanto a su identidad y su quehacer, ha habido un proceso de institucionalización o profesionalización de sus productos. Esto significa que la práctica de la filosofía empezó a ser normada. Esto se hace al crear órganos o asociaciones profesionales que admiten miembros de acuerdo con ciertos criterios, que supervisan el trabajo de esos miembros, que establece normas de conducta aceptable, y que distingue entre los que tienen las calificaciones necesarias de los meros aficionados. Esto, en términos generales, es la academia en la que la filosofía hoy en día se practica.
Entonces, al dejar yo la academia, ¿qué es lo que estoy dejando atrás? ¿Dejo de ser profesional? Tengo varias ideas al respecto, pero quiero empezar con lo que mi amigo quiso decir al llamarme un académico desprofesionalizado. Esa frase fue inspirada por el pensamiento de Ivan Illich, filósofo y crítico social austriaco cuyo libro más conocido es La sociedad desescolarizada. En su pensamiento en general, Illich trata el fenómeno de la institucionalización, es decir, el proceso mediante el cual actividades humanas, como el aprendizaje y la salud por ejemplo, se convierten en servicios que profesionales y expertos suministran. Esta mediación institucional corrompe a estas actividades, volviéndolas, en su expresión institucional, contraproducentes, impersonales y hasta peligrosas. En ese libro que mencioné, toma la escuela como ejemplo de esta institucionalización. Quiero citar las primeras líneas del libro. Dice: “Muchos estudiantes, en especial los que son pobres, saben intuitivamente qué hacen por ellos las escuelas. Los adiestran a confundir proceso y sustancia. Una vez que estos dos términos se hacen indistintos, se adopta una nueva lógica: cuanto más tratamiento haya, tanto mejor serán los resultados. Al alumno se le «escolariza» de ese modo para confundir enseñanza con saber, promoción al curso siguiente con educación, diploma con competencia, y fluidez con capacidad para decir algo nuevo. A su imaginación se la «escolariza» para que acepte servicio en vez de valor. Se confunde el tratamiento médico tomándolo por cuidado de la salud, el trabajo social por mejoramiento de la vida comunitaria, la protección policial por tranquilidad, el equilibrio militar por seguridad nacional, la mezquina lucha cotidiana por trabajo productivo.”
Esto lo he visto muy claramente en mi experiencia docente. Cada año, entra un nuevo grupo de alumnos a la facultad para iniciar sus estudios. Lo interesante es que varios de ellos no están ahí porque les interese la filosofía sino porque no hubo cupo en la carrera que quería, digamos derecho o administración de negocios. Se inscriben en la facultad de filosofía porque lo realmente valioso es el grado, ser licenciado. Importa más el grado que lo que uno haya aprendido. El semestre pasado di mi último curso en la universidad y les dije a los alumnos que quería hacer un experimento. Les dije que iba a dar a todos una calificación mínima aprobatoria de 8 sin la necesidad de entregarme ningún trabajo ni tomar ningún examen (y para los que querían una calificación mayor les daba la opción de entregarme un trabajo final). El único requisito era asistir a las clases y participar. Mi idea era quitar de sus cabezas esa mentalidad escolarizada de calificaciones, de elaborar sus trabajos tratando de leer mi mente y de adivinar lo que quiere el profe. Lo que quería suscitar era un experiencia real de aprendizaje, que no subordinaran la contingencia y fragilidad de ser cautivados por una idea a exigencias escolares burocráticas. Creo que algunos aprovecharon la oportunidad pero en general la mayoría se regían por el sistema.
Una de las cosas que le preocupa a Illich es cómo la institucionalización de la vida cotidiana crea nuevos espacios y niveles de pobreza. Dice: “Cada necesidad simple para la cual se halla una respuesta institucional permite la invención de una nueva clase de pobres y una nueva definición de la pobreza. . . . Una vez que una sociedad ha convertido ciertas necesidades básicas en demandas de bienes producidos científicamente, la pobreza queda definida por normas que los tecnócratas cambian a su tamaño. La pobreza se refiere entonces a aquellos que han quedado cortos respecto de un publicitado ideal de consumo en algún aspecto importante. En México son pobres aquellos que carecen de tres años de escolaridad; y en Nueva York aquellos que carecen de doce años”.
Eso lo escribió en 1971. En 1995, cuando vivía yo en Puebla, México, los pobres eran los que no tenían la licenciatura. Ahora, años después, si no tienes el doctorado, te has quedado atrás. Ahora, en los EEUU, la educación universitaria, incluso en las instituciones públicas, es sumamente cara. Aun así, estudios y estadísticas muestran que la posesión de una maestría o doctorado corresponde a mejores niveles económicos para quien lo posee. De esta manera, la educación se ha convertido en un servicio cuyo valor no es intrínseco, hecho que se manifiesta en las miradas de aburrimiento e incomprensión de muchos alumnos en el aula, sino instrumental.
Illich no está en contra de la educación, sino sólo sugiere que no sea obligatoria. En este sentido, hace una comparación muy interesante con la institución religiosa de la iglesia. Dice que confundir la educación con la escolarización obligatoria sería como confundir la salvación con la Iglesia. La Iglesia, conformada por la profesión del sacerdocio, es una de las instituciones más antiguas. Convirtió la espiritualidad humana, es decir, la experiencia de un aspecto profundo de la realidad y la necesidad de estar conectado con él, en un recurso escaso sobre el que los sacerdotes tienen un monopolio y que sus servicios profesionales pueden proporcionar.
La constitución mexicana, al igual que la norteamericana y la de muchos otros países, dice: “El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohiban religión alguna”. Ivan Illich era sacerdote, entonces no estaba en contra de la religión, sino sólo su establecimiento como algo oficial y obligatorio. En el mismo sentido, no está en contra de la educación, sino sólo su carácter obligatorio lo cual lo convierte en una mercancía o un bien controlado por una clase profesional cuyos servicios hay que consumir de una manera planeada e industrializada. La institucionalización de las actividades básicas de la vida cotidiana tiende a volverse contraproducente. La medicina enferma, el aumento de coches para un irnos más rápido termina paralizando el transporte, y la educación atonta. Graduamos a jóvenes muy buenos para tomar exámenes, pero para poco más.
En fin, el pensamiento de Illich es mucho más detallado y profundo que eso, pero ésa es la idea básica, y es a todo eso que mi amigo se refería al llamarme un académico desprofesionalizado, que ya no formo parte de ese sistema de escolarización. En términos generales estoy de acuerdo con Illich. La educación se ha convertido en un sistema que ya no controlamos y cuyo sentido se ha instrumentalizado. Nos enchufamos en él ciegamente porque parece que no hay de otra. Esto me recuerda de que un anécdota que leí una vez. En él se habla de un gato que se mete todos los días en una iglesia cuando el sacerdote da misa y sube al altar y tira las cosas y tal. Para resolver el problema, el sacerdote toma al gato un día y lo amarra a un árbol allá fuera. Problema resuelto. Tiempo después el sacerdote muere y llega un nuevo sacerdote para tomar su lugar. Tiempo después el nuevo sacerdote sale y ve que el gato amarrado al árbol se ha muerto. ¿Qué hace? Va y consigue otro gato y lo amarra al árbol. ¿Y la moraleja de la historia? Pues el sacerdote no entendía por qué el gato estaba amarrado al árbol. Sólo sabía que un gato siempre estaba amarrado ahí, es tradición. Hay que seguir haciendo las cosas como siempre. Y eso es lo que hacemos, hacemos las cosas muchas veces sin saber por qué.
Todo esto que he contado de Illich y la educación tiene que ver con los alumnos, con el efecto contraproducente que la profesionalización de la educación tiene para el alumno. Los profesionales, sean maestros, plomeros, médicos o abogados, tiene a alguien a quien se le ofrece el servicio, el cliente digamos. Pero en el caso de la academia, los académicos, además de dar clases, investigan. Los filósofos filosofan pues. Al salir yo de la academia, ya no doy clases, pero sí sigo pensando y escribiendo. A lo que voy es que la profesionalización afecta no sólo a la docencia, al alumno, sino también al maestro y su actividad investigadora.
Habrás oído la frase “publica o muere”. Para que uno consiga un puesto académico universitario, tiene que publicar, y mucho. Como ya comentamos, la profesionalización de la filosofía en la sombra de las ciencias exactas ha tenido como consecuencia general que ciertos temas o areas son favorecidos, aquellos como la lógica, la epistemología y la filosofía de la ciencia, que pueden evaluarse con criterios cuantitativos. Si uno trabaja temas de metafísica, habrá donde publicar pero son muy pocas las revistas que se dedican a ese tema. De esta manera, se siente la presión de especializarse en temas más relacionadas con las ciencias. Si puedes aportar al desarrollo del campo de la inteligencia artificial, habrá mucho más de donde cortar en cuanto a la publicación.
Esta es una primera manera en que la profesionalización afecta lo que se piensa. Otra es que hay que publicar mucho para no sólo conseguir tu puesto sino para mantenerte en los rankings y reconocimientos. El físico Peter Higgs, quien propuso lo que hoy en día se llama el Boson de Higgs, dijo que en el estado actual de la academia, de eso de publica o muere, no habría tenido suficiente paz y tiempo para hacer el gran descubrimiento que hizo en 1964. Dijo: “Hoy no conseguiría un trabajo académico, así de simple. No creo que me considerarían lo suficientemente productivo”. Y como sabemos, Kant tardó 10 años en escribir su gran obra maestra La crítica de la razón pura. Hoy en día, no pudo haberlo escrito si es que quería tener empleo en la academia. Esta presión por publicar favorece, entonces, cantidad sobre cualidad, con el resultado de que mucho de lo que se publica tiene un valor muy cuestionable. En vez de publica o muere, quizá publica y muere. Lo que muere no es el empleo de uno sino el valor y relevancia de lo que contribuye.
En su Discurso sobre las artes y las ciencias de 1750, Jean Jacques Rousseau reflexionó sobre justo este punto. Dice: “Respondedme, pues, filósofos ilustres, vosotros por quienes conocemos las leyes por las cuales los cuerpos se atraen en el espacio; ¿cuales son, en las revoluciones de los planetas, las relaciones de las áreas recorridas en tiempos iguales; qué curvas tienen puntos conjugados, puntos de inflexión y de dirección contraria; cómo el hombre ve todo en Dios; cómo el alma y el cuerpo se corresponden sin comunicación cual se corresponden los relojes; cuáles astros pueden ser habitados; qué insectos se reproducen de manera extraordinaria? Respondedme, digo, vosotros de quienes hemos recibido tantos conocimientos sublimes; si nunca nos hubieseis enseñado nada de estas cosas, ¿seríamos menos numerosos, peor gobernados, menos temibles, menos florecientes o más perversos? Examinad, pues, de nuevo la importancia de vuestras producciones, y si los trabajos de los más esclarecidos de nuestros sabios y de nuestros mejores ciudadanos nos reportan tan poca utilidad, decidnos: ¿qué debemos pensar de esa multitud de escritores oscuros y de ociosos literatos que devoran inútilmente la substancia del Estado?”.
Había leído esas palabras muchas veces a lo largo de los 20 años que di el curso de filosofía política, pero no fue hasta hace algunos años que sus palabras me llegaron como un golpe en el estómago. Es que yo siempre lo leía en voz alta en clase pero una vez le pedí a un alumno que lo leyera y fue así que pude ponerme realmente en la posición del receptor de ese mensaje. Y me afectó profundamente. Ahora estoy fuera de la academia, estoy desprofesionalizado, sin embargo voy a seguir leyendo filosofía, pensando y escribiendo y es posible que escriba y comunique cosas de poco valor, pero al menos no estaré devorando inútilmente la substancia del Estado.
Pero no se trata simplemente de eso, de evitar mal gastar el dinero del pueblo, sino entender cómo puedo hacer filosofía de otra forma, una forma pues no profesionalizada. Lo que se me ocurre y lo que propongo a diferencia de una filosofía profesional es lo que quisiera llamar una filosofía artesanal. ¿En qué consiste? ¿Sería semejante forma de pensar la filosofía de un aficionado? No necesariamente. Al dejar la academia dejo de percibir un sueldo pero no se esfuma mi conocimiento y experiencia. Ser desprofesionalizado y pensar de forma seria y rigurosa no son excluyentes.
Volvamos al diccionario para ver lo que dice sobre el término “artesanal”. Curiosamente, encontramos dos acepciones contrarias. Una dice que el artesano es quien ejercita un arte u oficio meramente mecánico. La otra hace referencia a aquello hecho de manera tradicional o no-mecanizada, especialmente a la elaboración de comida o bebidas. Como puedes imaginar, siendo yo el chef de una fonda, esta segunda acepción es el sentido que quiero darle a artesanal. De hecho, se me ocurrió la idea de una filosofía artesanal en una cervecería cerca de mi casa donde hacen la cerveza ahí mismo, de forma artesanal. Pensé: “Quiero hacer filosofía como ellos hacen esta cerveza”. Para resaltar y así ver mejor las características de lo artesanal, vamos a ver su opuesto, la producción industrial.
No podríamos escoger mejor ejemplo que McDonalds. Primero, como cualquier compañía, el objetivo fundamental de McDonalds es ganar dinero, la ganancia. Para ello, sus productos tienen que venderse, preferentemente lo más posible. Para esto, sus productos tienen que gustar a la mayor cantidad posible de personas (lo cual es la condición de una venta masiva). El denominador común del gusto de tantas personas tiene que ser, como en las matemáticas, muy bajo, es decir, un sabor medio llano, inofensivo, aceptable digamos. ¿Sabes cuantos McDonalds hay en el mundo? ¡39,198! Y lo fascinante es que en todos y cada uno de esos sucursales, las hamburguesas y las papas saben exactamente igual, estés en Moscú, San Francisco, o Montevideo. Esta uniformidad del sabor es importante para que los clientes, viajen donde viajen, vuelvan a comer ahí. La uniformidad en el sabor se consigue mediante la estandarización tanto de los ingredientes como del proceso de preparar la comida. Imagínate cómo ha de ser el tipo de ingredientes que pueden entregarse cada día en cerca de 40,000 McDonalds por todo el mundo. Ingredientes industrialmente producidos y lleno de conservadores para que no se echen a perder. Y el proceso de elaboración también es estandarizado, un proceso mecánico en el que reglas se siguen sin la intervención de un criterio humano. La uniformidad, la estandarización y procedimientos mecánicos es lo que caracteriza la producción industrial.
La producción artesanal es muy distinta. El proceso no es mecanizado, sino manual y controlado por decisiones tomadas en el momento de acuerdo con criterios de gusto, estéticos, y otros factores de índole personal. Los ingredientes no son estandarizados, sino escogidos en la localidad de acuerdo con la temporada y su frescura. Por tanto, la comida artesanal no es uniforme sino que varía, y su sabor es mucho mejor y más distintivo porque lo vas probando sobre la marcha hasta que llegue a tu gusto, no él de millones de personas.
McDonalds y otras corporaciones que producen alimentos emplean expertos en nutrición, profesionales cuyo cometido consiste en reducir y aislar los nutrientes, combinándolos con sabores artificiales de tal manera que dan un mínimo aceptable de nutrición con un máximo de ganancia. Ese conocimiento profesional de los nutriólogos que se encuentra en infinidad de libros sobre la salud y en las etiquetas de información nutricional es famoso por ser confuso, contradictorio y de muy difícil aplicación consistente. Volviendo a Ivan Illich, tiene un término para describir todo esto – la convivialidad. Dice: “Empleo el término ‘convivlialidad’ para designar lo opuesto de la productividad industrial”. Sea el conocimiento profesional de los nutriólogos o la industria alimenticia que sirve, no es convivial porque la relación de medios y fines carece de proporcionalidad, es decir, el medio, la producción industrial, ha rebasado y distorsionado el fin, la salud. Cualquier herramienta o sistema que hace eso, como hemos visto en el caso de la escolarización y la medicina, se vuelve no convivial y destructivo.
Hay un reconocido periodista y autor, Michael Pollan, que en una serie de libros ha analizado todo ese sistema alimenticio y su impacto socio-cultural. Tiene una respuesta muy sensata y llamativa a la producción industrial de alimentos y del conocimiento nutritivo, la cual reduce toda esa complejidad a algo muy sencillo e intuitivo. Dice dos cosas: “No comas nada que tu bisabuela no reconocería como comida” y “Come comida, no demasiado, en mayor parte plantas”. Ese conocimiento es sumamente artesanal porque se basa en la experiencia práctica y vivida de la bisabuela. Esto que dice Pollan es un conocimiento artesanal para la salud del cuerpo, pero lo que me interesa aquí es la filosofía, mi identidad como filósofo de aquí en adelante. ¿Cómo sería un conocimiento artesanal para, digamos, el alma?
Si lo que propongo es una filosofía artesanal, y hemos distinguido lo artesanal de lo industrial, ¿podríamos decir que la filosofía profesional, que tratamos al principio, encierra principios de carácter industrial? Lo que la filosofía profesional produce no es comida sino conocimiento, y su finalidad no es la venta y la ganancia sino la comprensión y el consenso. Pero lo que sí veo de industrial en ella es la estandarización del conocimiento, el supuesto del carácter objetivo y universal del mismo que es necesario para que uno diga “así están las cosas”. Si nos fijamos en otros profesionales, como los médicos, si rompes tu brazo en México, Rusia, o Tailandia, es el mismo fenómeno objetivo que se trata de más o menos la misma manera. Los hospitales en este sentido se parecen a los McDonalds que entrega la misma comida y el mismo sabor estés donde estés. La uniformidad del producto.
La filosofía profesional pretende esa objetividad y uniformidad, pero no lo encuentro en lo que escriben. Todo cirujano torácico tiene el mismo conocimiento sobre el mismo fenómeno. ¿Qué conocimiento y procedimiento tienen en común todos los filósofos? ¿Qué eviten las falacias y que traten de pensar y escribir de forma lógica y razonada? A lo mejor, pero es muy poco. Lo que es patente es la exuberante profusión de distintas y contradictorias posturas y creencias entre los filósofos. Esto quizá es lo que llevó a Stephen Hawking a opinar que, frente a la ciencia, la filosofía está muerta, que no sirve. Yo obviamente no estoy de acuerdo con él, lo cual se debe seguramente a que tenemos diferentes formas de entender la naturaleza y utilidad de la filosofía. Para mí, esa profusión de sistemas e ideas es maravillosa, pues cada uno nos da una forma distinta de ver las cosas, de comprender el enigmático mundo de la experiencia humana. Y esto, entre otras virtudes, debilita nuestra gran propensión de caer en el dogmatismo, de creerse poseedor de la verdad de cómo son las cosas realmente son. Y eso, creo yo, no hace tantito más sabios. Los 23 años que llevé como filósofo profesional sólo tuvieron el efecto de hacerme dudar de esa verdad. No puedo demostrar la veracidad de esa creencia, pero eso es el punto. No es una afirmación dogmática, sino provocadora, provocadora en el sentido socrático. A fin de cuentas, mi salida de la academia, mi desprofesionalización, me devuelve, tras un recorrido muy largo, a lo que a muchos les parece las poco genuinas y tan trilladas palabras de Sócrates: Sólo sé que no sé nada. No tomamos en serio a Sócrates cuando las dice. Pensamos que es un juego retórico, una estrategia pedagógica. Yo creo que no. Yo creo que en eso consistía la sabiduría de Sócrates. Pensemos un momento en la sabiduría. De acuerdo con la filósofa Agnes Callard, los filósofos no son los únicos que aman a la sabiduría. Todos, sea filósofo o no, ama a su propia sabiduría, es decir, a la sabiduría que considera que tiene. Lo que distingue al filósofo es amar a la sabiduría que no tiene. La filosofía, por tanto, es una forma de humildad: estar consciente de que uno carece de lo que es de suma importancia.
Inicio esta nueva etapa de vida con una renovada y profunda conciencia de eso. Lo que he llamado una filosofía artesanal tiene como finalidad la cultivación de esa conciencia. Partirá de la primera persona, o sea, de mí. Los ingredientes serán locales, sumamente locales, pues provendrán de mi experiencia. Las reflexiones que haré con esto tendrán, espero, un sabor único. A lo mejor quiera comunicar alguna reflexión de forma impresa, pero supongo que la mayoría las compartiré con ustedes en nuestra mesa de la Fonda, entre todos los demás platos de los que ya se han acostumbrado. Como final, todo lo artesanal se hace con amor, amor por lo que se crea y amor por quien lo recibe. Cuando logro hablar con mi propia voz, no lo haré con frío desinterés, sino con la emoción de uno asombrado, asombrado por haber encontrado que las cosas no eran como pensaba.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

62 Comments

    • Carlos Wolpo · 08/08/2021 Responder

      Profesor, es un placer ,que aquí se certifica escucharlo y aprender.

      • José Agraz · 09/08/2021 Responder

        Hola Dr . Días atrás escuché decir a Sadhguru que los Yoguis no se identifican con su sabiduría, si no con lo que no saben , ya que lo que no saben es minúsculo comparado con lo que no saben ! Felicidades y en hora buena en tu nueva etapa!!

  1. Sandra · 08/08/2021 Responder

    Pienso que es una decisión maravillosa. ¡Gran testimonio !
    Gracias por compartirlo.

  2. Paco Izquierdo · 08/08/2021 Responder

    Hola Darin.
    Espero que tu nueva singladura esté beneficiada con buenos vientos.
    Supongo que lo conocerás, pero una lectura de “Tras la virtud” de A. MacIntyre puede ayudarte a reencontar cosas de suma importancia.
    A mi me ayudó bastante.para recuperar ese espítitu primigenio, la voz de la salvaje selva del pensamiento.
    Un abrazo

    • Darin · 08/08/2021 Responder

      Tengo ganas de volver a leer ese libro. Tiene muchos años, pero creo que tienes razon, gracias 😊

  3. Mario · 08/08/2021 Responder

    Creo que usted nunca fue un académico y siempre me pregunté de dónde venía (en el otro extremo del “ser académico”) ese carisma que nos mantiene tan atrapados en usted, maestro Darin. Mire, yo creo que la fascinación que usted ejerce en nosotros está en su humildad y en ese su tremendo coraje de mostrarse tal como es, dejándonos ver como va creciendo una persona culta que busca la verdad. Le mando un fuerte abrazo

    • Darin · 08/08/2021 Responder

      Qué lindo lo que me dices Mario, muchas gracias 😊

      • Mireya Sotomoro · 08/08/2021 Responder

        Desde que leí a Ilich y mirar cada día el fracaso de la escolarización en cuanto a la calidad de las sociedades, no me queda la menor duda que te asiste la razón.

        Gracias por continuar en este camino para beneficio de los que te seguimos con mucho interés.

        Felicidades.

  4. Terezinha · 08/08/2021 Responder

    Muchas gracias, Darin!

    Me gustaron mucho tus reflexiones, maestro.
    Recibe mi abrazo caluroso, desde el Brasil.

  5. Xalba · 09/08/2021 Responder

    ¡Mucho ánimo desde la otra orilla del Atlántico que tanto nos acerca!

  6. Jorge Paz · 09/08/2021 Responder

    Hola Darin. Me quedé pensado. No me queda claro si el dejar la universidad te convertiría en un “académico desprofesionalizado” o en un “profesional desacademizado”, En realidad es la academia la que te convierte en un obrero fordista y no la profesión como tal.

    • Darin · 09/08/2021 Responder

      Sí, de hecho le dije a mi amigo que tampoco me considero ahora “académico”. Más bien intelectual en el sentido más amplio de la palabra 😊

  7. Daniel · 09/08/2021 Responder

    Tantas son las cadenas que cuando por fin nos atrevemos a romper alguna de ellas lo que nos duele no es romperla, sino el tiempo perdido como servidores voluntarios de causas que nunca fueron las muestras. Publica y vive. Un abrazo.

  8. Angel · 09/08/2021 Responder

    Felicidades profesor Darin, en esta nueva etapa; le deseo lo mejor. Excelente su clase como académico ¨desprofesionalizado¨ Un fuerte abrazo desde Perú.

  9. Javier Martínez Parga · 09/08/2021 Responder

    Que experiencia más oxigenante he tenido al escuchar tu reflexión.
    Gracias

  10. roberto · 09/08/2021 Responder

    ¡Maestro!

    Desde hace mucho tiempo le sigo su “cabeza-corazón” . Ahora, sus palabras reafirman el ser humano que es.

    Reciba usted un calido y apretado abrazo desde Uruguay.

  11. Ivette · 09/08/2021 Responder

    Estimado Darin : muy claro , cómo siempre con temas complejos .
    Sería fantástico que pudieras ofrecer algún seminario con un tema definido , por varios meses , con clases grabadas , como lo haces , con bibliografía de refuerzo , en alguna plataforma sencilla on line , que sea pagado .
    Creo que muchos de los que te seguimos nos inscribiríamos fascinadas !!!!
    Saludos
    Ivette desde Chile

    • Darin · 09/08/2021 Responder

      Hola Ivette. ¿Has tomado algún curso en línea en una plataforma que te haya gustado? Me la podrías recomendar?

      • Betina · 10/08/2021 Responder

        Hola Darin, puedo ayudar con la plataforma. He desarrollado cursos online y estuve en la búsqueda de opciones algunas semanas atrás. Además, colaboraría gustosa con un desarrollo de este tipo porque gracias a tus clases – y después de muchos años de vida profesional – decidí volver a la universidad para hacer una licenciatura en filosofía.
        Si quieres te puedo pasar un documento con varias opciones con sus pros y contras.

        • Darin · 10/08/2021 Responder

          Hola Betina. Muchas gracias por el ofrecimiento. Puedes enviarme el documento a darinmex@gmail.com. Me interesa dar un curso en línea pero no estoy muy seguro quét ipo de plataforma. Así que la información sería muy bienvenida. Gracias.

  12. Pablo Ramos · 09/08/2021 Responder

    Entre la variedad de platos que nos ofrecen los filósofos. El que mejor me sabe es el que he preparado yo mismo
    Saboreando la creatividad de mi.ptopia
    Experiencia. Siendo lo verdaderamente importante el llegar a pensar por uno mismo, teniendo una actitud de apertura y un criterio propios, lo cual no siempre es fácil
    Enhorabuena por tu valiente decisión
    Un abrazo

  13. Uriel Ignacio Espitia Vásquez · 09/08/2021 Responder

    Un devenir muy interesante Darin, muy significativo que al final de este video te despojes de uno de esos símbolos que caracterizan al empleado universitario y a la burocracia; la corbata.
    Para todos aquellos que estamos atravesando por esta experiencia de la jubilación o están próximos a entrar en ella, nos señalas que tal vez ese devenir artesanal que comienzas a experimentar, será el que nos aporte la convivialidad que a lo mejor no pudimos construir tras varias décadas de nuestro ejercicio como académicos profesionales institucionalizados. Sin embargo, es seguro que nos tomará mucho tiempo, despojarnos del habitus universitario con el que nos investíamos -y que creíamos-, era nuestra marca más segura de identidad personal, profesional y social.

    • Darin · 09/08/2021 Responder

      Sí eso de la corbata es un remanente de la vida profesioanl, pero me gusta, todos mis profesores se vestían muy formal. Uno no puede abandonar todo!

  14. Eric Juárez · 10/08/2021 Responder

    felicidades por esta nueva etapa Darrin

    Sin duda serás un filósofo artesano profesional excelente. No hay mochos que lo sean

  15. ANONIMO_SPAIN · 10/08/2021 Responder

    Es usted un valiente, que se atreve a salir de su área de confort, de enfrentarse al pensamiento único que todos vivimos, del trabaja, produce y consume en una sociedad industrial que tiene como máxima el concepto de producción en masa y que para que funcione necesita de un consumo exagerado, también se necesita de personas que busquen respuestas, que resuelvan problemas, que aporten con su pensamiento otro punto de vista, por que el “David” de Miguel A. no se puede industrializar, la ley de gravitación universal tampoco, dicho de otro modo el arte y el conocimiento no son “cosas” para producir en masa y consumir, como tan bien has explicado con el Mc Donals.

    Yo estoy seguro, que ahora que has cambiado el método antes o después, encontraras ese conocimiento que buscas, esa respuesta, esa idea que otro “profesional” inculcara en sus alumnos para producir mas “profesionales”.
    Respeto y mis mejores deseos.

  16. Héctor · 12/08/2021 Responder

    “Cuando un hombre no se encuentra a si mismo, nada encontrará fuera de él” (Goethe)

    Felicidades maestro Darin por este dichoso encuentro con usted mismo.

    Su búsqueda también nos inspira a encontrar ese desconocido que llevamos dentro (además de conocer un poco más de filosofía!).

  17. Leo · 13/08/2021 Responder

    Muchas Gracias Maestro Artesano por estos nuevos ingredientes que nos regalas a degustar, de seguro más que buen provecho.. , un gran abrazo desde Chile

  18. Emilio Flores · 16/08/2021 Responder

    Hola Darin, como siempre, muy interesante la reflexión que haces, y que compartes con nosotros. Estoy poniendo en práctica en la academia una forma de compartir conocimiento junto con otro profesional. Esta manera siempre me ha gustado por razones de diversa índole, sobre todo por intentar construir un modelo de intercambio de saberes sobre un mismo y determinado tema y sobre las distintas visiones que se tienen dependiendo de quien las mire. Uno de los aspectos importantes es la voluntad y actitud dialéctica que permitan a todos crecer en los procesos de discusión, además del crecimiento sobre el tema mismo.

    Saludos, cordiales y gracias

  19. Godofredo Aravena · 18/08/2021 Responder

    Estimado Darin

    Me alegra que te atrevieras a salirte de la academia. Por mi experiencia, ella es una gran limitante a la hora del desarrollo profesional personal, pues te impone un marco de referencia y una escala valórica de los que no te puedes salir. Con ello viene su mayor problema, al limitar el desarrollo profesional personal, limita el desarrollo de la Humanidad. Veo que la Academia limita mucho en lo que más se necesita, la necesidad de salirse de los esquemas, la necesidad de ir “más allá”.
    Muchas verdades subjetivas no hacen una verdad objetiva.
    Sobre esto del filósofo artesanal, creo que te genera un conflicto precisamente por la influencia de la Academia. En la filosofía no cuentan los estudios ni conocimientos, sino las propuestas que puede hacerse para entender/explicar la realidad y cómo ellas se sostienen.
    Siendo yo un filósofo aficionado, con profundas raíces en la ingeniería, veo que aquello que he construido como concepto del Universo, la vida, el tiempo y la Humanidad se sostiene firmemente. Mis postulados y teorías no tienen nada que envidiarle a cualquier otra propuesta filosófica sobre los grandes temas de la Humanidad. Concluyo que no se necesita de la Academia ni de la formación profesional para lograr resultados concretos (bueno, con la salvedad de que en la filosofía no existe algo propiamente “concreto”). De hecho, si hubiera sido parte de la Academia, nunca habría logrado armar el modelo de la realidad que hoy estoy desarrollando (llevo ya años en ello).
    La verdadera sabiduría, aquella que te permite entender de mejor manera al Universo y la vida, no se logra leyendo muchos libros, ni recitando muchos de ellos. Se logra durante el proceso de desarrollar y/o buscar respuestas a las preguntas que uno se hace sobre la realidad de la que le toca ser parte. Leer un libro que responde preguntas que uno nunca se ha hecho, en realidad no sirve.
    El tema de fondo está en las preguntas que uno se hace sobre la vida y la realidad en el caso de la filosofía (lo que a su vez depende de la curiosidad personal), en el afán que se tenga por responder esas preguntas y el nivel de coherencia que uno considera aceptable en las respuestas con las que se encuentra (o desarrolla). Para algunos basta una respuesta simple, e incluso incompleta, para otros ello definitivamente no es suficiente. Esta manera de buscar respuestas es lo que hace la diferencia entre individuos. En muchos casos es uno quién debe desarrollar las respuestas pues simplemente ellas no están en los libros (menos en la Academia). Es lo que me ha pasado tanto con la filosofía como con la ingeniería que practico como profesión.
    Al final todo está en lo que uno como individuo puede articular.
    Espero que ahora te atrevas a proponer y defender tus propios postulados, sin importar los callos que pises en el proceso.
    Mis mejores deseos de que encuentres el camino que te lleva hacia ese lugar todavía por descubrir.

  20. Alminar · 18/08/2021 Responder

    Conocerá la fábula. Había una vez dos poetas pobres. En tiempos de abundancia pasaron hambre, pero cuando un tirano cruel saqueó los campos y asoló las ciudades, reprimiendo muy duramente cualquier oposición, vinieron tiempos de penuria y los poetas se encontraron en trance de perecer. Un día el tirano oyó hablar del talento de ambos y los invitó a su mesa. Animado por la amena conversación de los poetas, prometió nombrarlos bufones y asignarles una suculenta pensión. Al volver a casa, uno de los poetas pensó en la barbarie del tirano. Quiso ser coherente consigo mismo y continuó pasando hambre, hasta que un día enfermó y terminó muriendo. El otro prefirió vivir bien, consiguir ser nombrado bufón de la corte y vivir holgadamente hasta el final de sus días. Ambos fueron coherentes, pero ambas coherencias favorecieron al tirano. La universal prescripción moral de la coherencia parece que tiene su propia dinámica: es más favorable a los tiranos que a los poetas pobres.
    Soy el de las traducciones. No son los tiempos de nuestros padres, mucho menos la época de Spinoza (quien se libró, quizás, de ser asesinado por los suyos a causa de un accidente: ser un proscrito dentro de una clase ya de por sí marginada). Pienso que uno debe permanecer en donde pueda “contaminar” más.
    A propósito de lo que por aquí leo, le recuerdo un dicho anónimo de la meseta castellana: “todo el mundo es maravilloso hasta que llega el momento de pagar el alquiler”.
    Ánimo y suerte.

  21. Luis Echevarría Morales · 19/08/2021 Responder

    Hola Darin, excelente disertación, contiene varias aristas, una para reflexionar hacia la educación, desde mi experiencia en la Universidad luche con esa idea de los busca dieces, no les importaba aprender sino terminar lo mas pronto la carrera para poder trabajar, ahora platico con alguno de ellos y deberás no aprendieron nada.
    Otra, es la necesidad cada vez mas apremiante de reintroducir la Filosofía en nuestras vidas, con el constante pensar de hacia donde vamos, redes sociales, política, economía, tecnología, etc.
    Y la parte personal, decidirte a cambiar tu trabajo es una decisión de vida, no estoy de acuerdo con eso del “área de confort”, simplemente hay compromisos que cumplir y la mayoría de las veces se hace en un trabajo al que le encontramos el gusto, ahora estoy pensionado y considero que ni mejor ni peor que cuando era empleado, ya tome mi primer diplomado en Filosofia disfrutándolo en mi liberación de los compromisos, deseo que encuentres en la Filosofía Artesanal un nuevo reto.
    Por tal motivo apoyo la sugerencia hecha en algún comentario anterior y que ya había comentado con anterioridad, ¡ Dirige tu propio diplomado, donde me apunto!

    • Darin · 19/08/2021 Responder

      Gracias por tus palabras Luis. Estoy pensando en algún tipo de curso en línea. Haré un anuncio si decido hacerlo. Un abrazo 😊

  22. Juan Cerón · 21/08/2021 Responder

    ¡Enhorabuena Maestro Darin¡
    Me gustan ver sus videos de filosofía y después de ver este último video de la filosofía artesanal me he convencido que Ud es filósofo de verdad y no de profesión.
    ¡Gracias por su trabajo de explicarnos el verdadero amor a la sabiduría!
    Juan Cerón

  23. Javier · 23/08/2021 Responder

    Hola, Profesor.
    No sé si ha leído Ud. al gran filósofo español José Ortega y Gasset (si no lo ha hecho, hágalo. no se arrepentirá). Él habló en su célebre libro “La rebelión de las masas”, allá por 1930, y en otros lugares, sobre buena parte de las cuestiones que se tratan en este vídeo, con la gran profundidad reflexiva y belleza literaria que le caracterizaba.

    Como siempre, muy agradecido de disfrutar y aprender de sus palabras, desde Valencia (España).

    • Darin · 23/08/2021 Responder

      Hola Javier. Tiene usted razón, Ortega y Gasset trata este tema, y mucho mejor que yo, en ese libro suyo, que leí hace muchos años. Ya falta volver a ello!

  24. Javier · 24/08/2021 Responder

    ¡Siempre es un gusto leerle y, todavía más, escucharle!

    Muy agradecido por su atención.

  25. Alberto · 10/09/2021 Responder

    Un gran testimonio el que has elaborado Darin. Enhorabuena!!!
    Es especialmente triste hacia donde va el mundo académico y como absorbe la sustancia, que bien has plasmado parafraseando a Rousseau y su famoso discurso
    El video habla de muchas cosas, entrelazadas magistralmente como de costumbre, pero me atrevo a decirte que valdría la pena reflexionar de forma monográfica (pero filosóficamente) sobre la Universidad con menos universalidad que estamos creando (yo también soy profesor en España)
    Aunque soy ingeniero, y aparentemente en nuestros días eso parece estar en las antípodas de la filosofía, hoy es más necesario que nunca fundir disciplinas.
    Te agradezco tus enseñanzas y tal vez más gente se vea beneficiada: he propuesto en los nuevos planes de estudio una asignatura de Ética Medioambiental, en un master de ingeniería ambiental (algo que ninguno de mis colegas ha entendido bien, pero no se han negado, lo cual es ya mucho). Creo que es un tema muy interesante también para reflexionar y donde hay poco donde apoyarse; tal vez ahora que dispones de más tiempo (imagino tras tu desprofesionalización/ “desacademización”) puedas dedicar algunos podcasts para ayudarnos a comprender todas estas cosas, o a menos a pensarlas desde tu estilo, racional, sin rabia y erudito.
    Muchas gracias!!!

    • Darin · 12/09/2021 Responder

      Gracias por tus palabras Alberto. La bioética es todo un campo de reflexión muy importante, pero ahora más que nunca es menester reflexionar profundamente sobre el bios más amplio del medio ambiente. No soy especialista en ese tema, pero sí hacen falta más vídeos sobre ética en la Fonda, (sólo tengo sobre la ética de Aristóteles). Te mando un fuerte abrazo desde México 😊

  26. Elsa Vivacqua · 16/11/2021 Responder

    Hola profesor! Hace un tiempo que no escuchaba sus entradas ya que yo también ingresé en una nueva etapa de la enseñanza, con mucho trabajo y lo tecnológico consume tiempo. Como dice Heidegger uno tiene que chequear siempre la teoría con los datos empíricos pero a la vez no verse atrapado por la fuerza centrífuga del “uno.” Me parece fantástico esta nueva etapa que inicia. !! Chapeau!Sin embargo, como Mario, aquí en este foro, yo jamás lo vi tan inserto en la Academia tradicional. El mismo hecho de querer acercar del modo original con el que creó un estilo de enseñanza en filosofía, da prueba de ello me parece. Cuando uno asiste a Congresos de Filosofía tiene la imagen a veces, que se arman enormes soliloquios donde solo 3 o cuatro almas pueden comprender. Cuanto mas valioso es un lenguaje e ideas más sencillas apacienten la sed de sabiduría de mayor cantidad de gente, mas al alcance de todos Mucha suerte en su nuevo emprendimiento!

  27. Ramón Omar Zavala · 29/05/2023 Responder

    Muy admirable tu honestidad y valor al dar este paso. Entiendo tu reflexión y tu práctica como una primera ética, o metaética, como condición de posibilidad para hacer ética, o filosofía en general, para que está no sea deborada por por sus procesos académicos estandarizados, como sucede con la industria alimentaria que ya no nutre.

  28. Jesús Carlos · 17/03/2024 Responder

    Estimado Darin: En relación con este tema, ha salido en la prensa el caso del candidato a rector de la Universidad de Salamanca. Pues bien, el titular del artículo reza: “El candidato a rector de la USAL, Juan Manuel Corchado, bajo la lupa por autocitarse en numerosos artículos académicos”. Se trata de “engordar las autocitas académicas para tener más visibilidad e impacto en Google dentro del mundo científico”, todo ello para ganar prestigio y sumar puntos a la hora de conseguir el puesto de rector. El periodista Manuel Ansede escribe: “Lo chocante es que muchísimas de esas menciones proceden de sí mismo. En un documento sobre la Covid firmado sólo por él, escribe cuatro párrafos insustanciales e incluye un centenar de citas a sus trabajos anteriores que nada tienen que ver con el coronavirus: estudios sobre vertidos de petróleo, turismo, pronósticos financieros e incluso los niveles de dióxido de carbono en el océano”, termina la cita. Todo parece indicar hasta que punto estos doctores se ven arrastrados por un sistema viciado y corrupto de donde no pueden salir a menos que se vayan. No se, lo veo así. Un abrazo.

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