La república de Platón, pt. 7/9

Sócrates discute lo que sería necesario para hacer realidad el estado que han descrito: que los filósofos sean reyes. A continuación habla de la naturaleza del filósofo e introduce la célebre doctrina de las Ideas.

Guión

A estas alturas del libro (más o menos finales del libro cuatro), hemos visto la construcción de la ciudad, sus tres clases y las funciones que corresponden a cada una.  También hemos identificado la justicia y hablado de su naturaleza.  Ahora pasa Sócrates a la cuestión de la injusticia en el estado y en el individuo.  Pero en pleno discurso, sus interlocutores le interrumpen, “Uh uh uh, momento Sócrates.  ¿Qué fue eso de que los guerreros van a compartir todo en común, incluso los hijos y las mujeres?”  Si te acuerdas, en el último vídeo hablamos de la vida de los guerreros – nada de posesiones ni dinero y todo compartido.  ¿Habla en serio Sócrates?  Lo que dice constituye una reforma social radical.  Glaucon y Adiemante insisten que lo explique y defienda mejor para que toda esta discusión de la ciudad ideal no sea un vano ejercicio en abstracciones sino una realidad factible.  Sócrates se rinde, pero advierte que si realmente quieren saber cómo la república puede hacerse realidad, harán falta tres cosas que les va a parecer ridículas.  Dice que serán como tres enormes olas que hay que superar.

La primera cosa es que habrá una igualdad total entre los sexos.  Las mujeres tendrán la misma educación y estilo de vida que los hombres, ¡incluso compartirán las duchas en el gimnasio!  Quizá con excepción de este último, este igualdad nos parece totalmente natural.  Para un hombre griego en cambio (risa).  La igualdad social y educativa da risa porque ofende la tradicional sentido de superioridad del patriarcado.  Pero la parte más interesante es la desnudez pública en el gimnasio.  Quizá como individuo, el hombre lo quisiera, pero la sociedad de hombres lo prohibe porque semejante situación promovería licencia y exceso.  En la esfera pública, los instintos sexuales tienen que controlarse, cosa que es relativamente fácil cuando se trata de la desnudez entre los hombres.  Existe sin duda la posibilidad de relaciones homosexuales pero fuerzas sociales lo puede inhibir.  Lo que la sociedad no puede inhibir son relaciones heterosexuales.  La ciudad depende de ella por su propia supervivencia y es por eso que lo sexual se coloca en la esfera privada.  ¿Cómo se supone que los hombres y mujeres van a reprimir sus instintos?  ¿No pide Sócrates demasiado?  Como comenta el filósofo norteamericano Allan Bloom, la estrategia de Sócrates consiste en politicizar lo erótico, sacarlo de la recámara para que forme una parte inocua y corriente de la vida pública.  La idea a fin de cuentas es borrar la división entre lo público y lo privado, de racionalizar el deseo sexual para que sirva únicamente para la producción de niños para la ciudad.  ¿Por qué hay que ser tan radical?  Es que la atracción sexual y el amor no obedecen a ninguna exigencia o restricción legal o social.  Son peligrosos para la ciudad porque su intensidad ensordecen los demás sentimientos.  Son fenómenos que ubican al hombre en un ambiente totalmente apolítico.

Esta primera ola, la igualdad entre hombres y mujeres, implica un cambio radical en la vida erótica de los guerreros.  Al igual que la actividad erótica pasa a constituir una parte de las obligaciones públicas de los hombres, como acabamos de ver, los niños productos de esta actividad pasan a formar parte de la propiedad pública.  Ésta es la segunda ola, la comunidad común de las mujeres y los niños, la cual amplía las consecuencias de la primera.  Al borrarse la división entre lo privado y lo público, desaparece la familia, o más bien, la familia se amplía al nivel de la ciudad y sus habitantes.  Ya hablamos un poco de esto cuando tratamos la mentira noble.  La idea es poner fuera del alcance de los hombres todo lo que pudieran amar más que la ciudad misma.  Tradicional y naturalmente, el objeto de semejante amor es la familia, la pareja y los niños.  Pero Sócrates describe un escenario en el que una ingeniería social llevada a cabo por los guardianes hace que los padres biológicos no sepan quienes son sus hijos y que, al tener múltiples parejas, no habrá ni esposos ni esposas.  Nuevamente, ¿por qué hay que ser tan radical?  Porque en las sociedades tradicionales, los hombres enfrentan un conflicto entre su obligación a lo suyo, la familia, y su obligación a lo social, el bien de la ciudad.  Al transformar las relaciones familiares de forma tan radical, Sócrates esperar canalizar el eros en beneficio de la totalidad.

En todo esto vemos una denigración y olvido del cuerpo.  Hacer caso omiso del cuerpo y sus necesidades e instintos es condición necesaria para la igualdad de las mujeres y la unidad de la ciudad como familia.  En cambio, prestar atención al cuerpo y su individualidad es acentuar la necesidad por lo privado.  Esto conduce a una ciudad dividida y enfermiza, pero más importante para Sócrates, como veremos más adelante, es que conduce a un estilo de vida y conjunto de creencias nada favorable para la perfección del alma del hombre y la búsqueda de la verdad.

Pasamos ahora a la tercera ola y en definitiva la más grande.  La abordan al considerar si esta gran república que han trazado en el habla podría realmente hacerse realidad.  Sócrates dice que sí, pero sólo a condición de que los filósofos sean reyes o que los reyes empiecen a realmente filosofar.  En el contexto de Grecia Antigua, semejante afirmación no es una ola sino todo un tsunami.  Lo mencionó en corto entre sus queridos interlocutores pero si lo hubiera dicho en el ágora, olvídalo, lo hubieran ahogado en burla y risa.  Sócrates mismo lo reconoce; hasta Glaucon dice que más que risa, violencia sería la reacción  ¿Pero por qué?  De las tres olas, ésta nos parece no solamente la menos problemática sino positivamente inocua.  Quizá se deba a que a 2.500 años de esta conversación, su obra maestra ha logrado convencernos de la importancia de la filosofía.  Sea como sea, el concepto de filosofía que tenían los atenienses provenía de Las nubes de Aristófanes.  Ahí pintaba a Sócrates como extraño y distraído.  En vez de hacerse lucir en la esfera política, se dedicaba a vanas y rebuscadas reflexiones.  Era descuidado de apariencia, no tenía gracia social, y corrompía a los jóvenes.  Si pudieras tomar una clase de filosofía de este barbudo o éste, ¿cuál escogerías?  El segundo, ¡obvio!  Pero el primero es cómo los atenienses veían a Sócrates, como un homeless medio loco.  Ahora imagínate que, en una reunión de los líderes políticos del partido de tu preferencia, alguien dijera yo propongo a este fulano como candidato a la presidencia.  ¡Imagínate la risa!  Pues éste es el concepto que tienen los atenienses de un filósofo y por eso constituye la ola más grande y difícil de superar.

En vídeos anteriores he mencionado el filósofo/rey, pero en sentido estricto debería haber dicho simplemente guardián, porque no es hasta ahora que Sócrates menciona el amante de la sabiduría, el filósofo.  Dado que introduce un término nuevo en la discusión, hace falta que lo defina.  El tema de lo erótico que tocamos hace poco vuelve nuevamente al decir Sócrates que quien ama a algo, lo ama todo, sin reserva.  El filósofo es así, un amante del conocimiento o de la sabiduría llevado por un apetito insaciable.  Eso lo sabemos de la primera parte de la palabra: filo, que significa amigo o amante.  Pero, como menciona Glaucon, no por eso sea el filósofo como los que nunca faltan en los festivales, exhibiciones, y espectáculos, lo que Sócrates llama los amantes de los espectáculos.  Al distinguir entre estos y el filósofo, Sócrates se pone a discutir la naturaleza del conocimiento y así inicia el sublime ascenso hacia la idea del bien que aborda usando unas de las imágenes más llamativas y reconocidas en la historia de la filosofía.  Veamos.

Tanto el filósofo como el amante de espectáculos encuentran muy placenteras sus actividades.  La diferencia estriba en que la actividad del filósofo produce un estado mental que Sócrates llama conocimiento, o episteme, mientras que la actividad del otro produce creencia o opinión, en griego – doxa.  Esta diferencia se debe a la naturaleza de los distintos objetos que se perciben.  En el caso del amante de los espectáculos, los objetos que percibe son fenómenos sensoriales.  En los teatros, galerías de arte, y conciertos está inundado de colores, sonidos y formas de todo tipo.  El filósofo también percibe todo eso pero, a diferencia del primero, percibe además la Idea que une los diversos ejemplos o instancias de un objeto o cualidad.  Ésta es la famosa doctrina de las Ideas.  En el mundo de la percepción sensorial hay muchos caballos, por ejemplo.  Esa multitud es lo que percibe el amante de los espectáculos.  En el mundo inteligible hay una sola idea de caballo a la que la multitud de caballos físicos corresponden y de la que participan.  Quien percibe la idea cuenta con conocimiento.  Quien no, con mera opinión.  Este último cree que el caballo físico es plenamente real, al igual que un soñador toma como real lo que ve en el sueño.  El filósofo sabe que sólo las ideas son plenamente reales.  Sólo el filósofo está despierto.

Ahora, quiero que entendamos bien por qué plantea esto de las Ideas.  Hay diversas razones.  Para empezar, tenemos que tener en cuenta que lo que hemos leído hasta ahora en La república consiste en diálogos donde se plantean argumentos y donde el mejor argumento gana y avanza la discusión hacia la verdad.  Eso nos puede parecer bastante natural pero para la sociedad ateniense era novedoso y perturbador.  Ya vimos cómo la dialéctica socrática fastidiaba a Trasímaco.  En vez de la razón, usaba la retórica y esperaba ganar por su poderes de persuasión.  Eso es lo que Sócrates quiere evitar.  El problema es que si los únicos objetos en el mundo que podemos tratar son objetos individuales y cambiantes, como es la multitud de fenómenos sensoriales, entonces no puede haber conocimiento, no puede haber correcto o equivocado sino sólo opiniones vencedoras.  Tendrá razón Heráclito – todo fluye y cambia.  Por tanto el planteamiento de las Ideas.  Son la unidad permanente tras la multitud cambiante.  Platón amplía la ontología para incluir realidades fijas y eternas que sirven como ancla para el conocimiento.

Bueno, en todo esto he estado hablando de Sócrates pero realmente se trata de Platón.  Fue él quien escribió estos diálogos, él quien vio a sus compatriotas condenar a la muerte a su querido maestro Sócrates, el hombre más sabio, justo y mejor que había conocido.  Como mínimo, hacen falta las Ideas para que este acto sea calificado eternamente como malo, injusto.

Dejando de lado posible motivaciones psicológicas, hay que entender la doctrina de las Ideas en el contexto de las cosmologías de los presocráticos, la de Demócrito por ejemplo.  Su ontología reducía todo a un solo tipo de ser: átomos indivisibles.  Sin duda, yo, el escritorio, y la computadora están todos compuestos de átomos, pero eso no da cuenta de las diferencias entre los tres, de lo que hace que yo sea un ser humano y el escritorio no.  Pero las ideas de Platón sí.  Volvamos al ejemplo de los caballos. Como individuos, los caballos dependen de la Idea de caballo, no porque los haya creado, es decir, las Ideas no son la causa de la existencia de las cosas sino la causa de que algo, un caballo, sea un caballo y no una mera colección de átomos.  Si no existieran las Ideas, no podríamos, según Platón, dar cuenta de la heterogeneidad del mundo ni calificar ciertas cosas como buenas o correctas y otras no.

Revisemos las características de las Ideas con respecto a las cosas físicas.  Primero, las Ideas son inteligibles y las cosas sensibles.  Su inteligibilidad hace que las Ideas sean generales o universales, mientras que las cosas son particulares.  Contemplar las Ideas produce conocimiento, mientras que sólo fijarse en las cosas produce opinión nada más.  Como final, las Ideas son lo más real que hay, lo cual implicaría que los fenómenos sensoriales son menos reales.  ¿Pero qué significa eso?  O bien son reales o no, ¿no?  La respuesta tiene que ver con el contexto en el que Platón plantea su ontología.  Podemos identificar dos extremos.  Por un lado Heráclito, para quien nada es permanente y todo cambia.  Y por el otro extremo Parmenides, quien dijo que lo que es, es, y no puede no ser; y lo que no es, no es, y no puede llegar a ser.  Para él, sólo el mundo inteligible y racional tenía ser, de modo que, con un gesto audaz, niega al mundo ordinario de la experiencia todo ser en absoluto.  Platón se ubica entre estos dos extremos.  En el siguiente vídeo veremos qué tipo de ser tiene el mundo físico de los sentidos y con su ontología planteada pasaremos a las célebres metáforas con las que describe la vida filosófica y su relación con el Estado.

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10 Comments

  1. Martha · 27/03/2013 Responder

    Hola!

    Si según Platón el mundo de las ideas es la realidad inteligible, si es así entonces las ideas son causa de las cosas; porque si tengo la idea de caballo puedo decir o reconocer en el mundo sensible que aquello es un caballo; jajajaja! la verdad ya me confundí.

    Gracias por el envío.

    • Darin · 28/03/2013 Responder

      Hola Martha. Pues las Ideas son la causa de las cosa físicas en cierto sentido, en el mismo sentido en que la idea que tienes de una mesa es la que usas para construir una mesa. La Idea no la crea sino tú usando la Idea. Platón dice algo parecido en su diálogo el Timeo. Ahí un demiurgo utiliza las Ideas como patrones para crear las cosas físicas del mundo perceptible. La cosmología de Platón no ha tenido mucha influencia pero su doctrina de las Ideas sí, que más adelantes de conviritió en la doctrina de los universales en la época medieval.

  2. My Homepage · 11/06/2013 Responder

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  3. tony · 03/10/2013 Responder

    Darin, por favor cuando puedas haz un video sobre Deleuze, sobre sus conceptos principales.

    Ojalá estuvieras de profesor en mi universidad, you are the king!!

    • Darin · 03/10/2013 Responder

      Hola Tony, vaya halago, gracias! Pues fíjate que justo ahora acabo de salir de mi clase de dcotorado donde estamos leyendo Diferencia y repetición precisamente! Tengo todo muy presente y debería aprovechar para hacer vídeos sobre Deleuze. Prometo hacerlos, sólo que tengo que terminar una serie que empecé sobre la ética de Aristóteles. Un abrazo y hasta pronto!

  4. miguel valdez · 11/12/2014 Responder

    Estimado darin el guión que acabo de leer me lleva a reflexionar sobre la forma como se sobredimensiona el concepto opinion (la doxa) sobre todo en el quehacer político tan pobre de ideas. El gobernante de hoy gobierna fiandose de sondeos de opinion que son fotografias del momento que vive un pais.

    • Darin · 11/12/2014 Responder

      Tienes toda la razón Miguel. No importa la realidad sino la percepción de la misma y eso se maneja con la mercadotencia (de la que los esclavos en la caverna son expertos!)

  5. miguel valdez · 12/12/2014 Responder

    Darin, la mercadotecnia politica es cortoplacista trabaja la imagen del candidato o del politico en coyunturas electorales, por ejemplo, para luego pasar la factura por el trabajo. Ese es el gran problema de la politica hoy. Los partidos politicos deben trabajar mas en epocas no electorales. De esta manera el acercamiento al pueblo es mas sincero.

  6. lorena · 19/01/2015 Responder

    hola es que entiendo que son fundamentales para la ciudad el coraje, la sabiduria, la templaza y la justicia pero no me es claro como se relaciona esto con el alma y tampoco me es claro el principio de la contradiccion como funciona y cual es su importancia.

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