La sociedad del espectáculo, pt. 1/3

Hoy empezamos una breve serie sobre el libro “La sociedad del espectáculo” de Guy Debord. Hoy en día, su mensaje es más vigente que nunca.

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Guión

El presente vídeo fue inspirado por dos experiencias que tuve recientemente. La primera les cuento ahorita y la segunda al final del vídeo. Bueno, hace una semana fui al municipio para pagar el impuesto del predial y llegando vi que había una cola. Me formé en ella y saqué un libro que estaba leyendo, un libro por cierto del autor Antonio Tabucchi que se llama en español “Sostiene Pereira”, lo cual ya terminé de leer y me gustó mucho, lo puedo recomendar ampliamente. Pues mientras estaba formado se me acercó alguien y me dijo disculpe la interrupción pero pensaba que le gustaría ver esto. Me enseñó una foto que había tomado estando a un lado de la cola. Las tres o cuatro personas delante mío estaban viendo su cel y las tres o cuatro detrás también, y yo en medio leyendo mi libro. Fue bastante llamativa la foto. Le pedí que me la mandara y le di mi correo, pero aún no me la envía. Y dije, este fenómeno ya lo tengo que tratar en la Fonda y quien mejor que Guy Debord y su famoso texto La sociedad del espectáculo.
Por donde uno vaya en este mundo, está rodeado de imágenes. Hay lugares famosos por la saturación de imágenes, como Times Square y Las Vegas, pero la verdad abundan en casi cualquier parte. Aparecen en periódicos, revistas, la televisión, el cine, publicidad y espectaculares en la calle, el transporte público – no puedes escapar de ellas. Es más. Todo eso que acabo de comentar cabe, como sabemos, en esa pequeña pantalla la cual parece tener a la mayoría de nosotros hechizados como los que estaban en la cola en el municipio. Es casi como si la pantalla fuera un nicho en el que aparece una divinidad, la postura inclinada de la cabeza de uno hacia la pantalla indicando una actitud de reverencia y sometimiento. No es por nada que uno de los mandamientos de la biblia cristiana dice: “No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra”. Está claro que no hemos hecho mucho caso a ese mandamiento.
A veces, viendo un grupo de personas mirando sus pantallas, cada quien con esa mirada de zombie, pienso en los prisioneros que Platón describe en el fondo de su famosa caverna. Están atados, con la posibilidad de ver en una sola dirección, hacia el fondo de la caverna donde pasan sombras, sombras arrojadas por la luz de un fuego detrás de ellos que no pueden ver. Como sabemos, ellos piensan que esas sombras son la realidad, pero no es así. De hecho, en la ontología de Platón, ocupan el lugar más bajo – son meros imágenes, correspondiendo a la actividad mental de la imaginación. En el resto de su alegoría, describe el proceso de llevar a uno de esos prisioneros a darse cuenta de su error y eventualmente a ver la plena realidad fuera de la caverna.
Han pasado más de dos milenios desde que Platón escribió su gran libro, sin embargo, al parecer no ha cambiado mucho – el ser humano sigue en una condición de sujeción o esclavitud. Claro, los detalles han cambiado pero la situación general permanece. Bueno, el vídeo de hoy trata de los detalles de hoy en día, específicamente en el pensamiento del filósofo francés Guy Debord y su libro La sociedad del espectáculo. El libro se publicó en 1967 y consta de 221 breves tesis planteadas a veces en una sola oración hasta en un párrafo, muy parecido al formato de las Tesis sobre Feuerbach de Marx, por ejemplo. Sólo que el texto de Debord es más extenso por lo que separa las tesis en diferentes capítulos, nueve en total.
Bien, empecemos al principio, con la primera tesis. Dice: “Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos”. Esto ya lo hemos comentado, que por donde miremos, una inmensa cantidad de imágenes nos rodea, como si las posibilidades de la vida se agotaran en ellas. Es importante hacer notar que esta frase es una paráfrasis de la primera línea de Capital de Marx, la cual reza: “La riqueza de las sociedades en que impera el modo de producción capitalista se presenta como una inmensa acumulación de mercancías”. Como veremos, el argumento de Debord sigue muy de cerca al de Marx. En términos generales se podría decir que La sociedad del espectáculo toma algunas ideas básicas de Marx (como las del fetichismo de las mercancías y la enajenación) y las actualiza o las aplica a nuestra época actual de la televisión, la mercadotecnia, y todo el mundo digital del internet y las redes sociales que Debord en su momento ni siquiera concebía. También, como veremos, está muy endeudado con Hegel, pero esas discusiones vienen más adelante.
Volvamos de momento a esa primera tesis. Donde Marx habla de una inmensa acumulación de mercancías, Debord habla de una acumulación de espectáculos. Veremos la relación entre los dos más adelante, pero de momento quiero señalar que utiliza el término ‘espectáculo’ con un sentido un tanto equivoco. Vemos que lo dice en el plural – espectáculos, lo cual deja claro que lo está usando como sinónimo de imágenes. Sin embargo, el título del libro no habla de este o aquel espectáculo o grupo de espectáculos sino de la sociedad del espectáculo como tal, de lo espectacular digamos. De la misma manera, para Marx lo que vemos por todos lados son mercancías, pero el fenómeno de base es distinto, es capital. Nuestro sistema económico no se llama ‘mercanci-ismo’ sino capitalismo.
Bueno, todo esto Debord lo aclara en la tesis 4. Dice: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediada por imágenes”. Una relación social entre personas. Desde que seres humanos viven en sociedad, se relacionan entre sí, pero no siempre de la misma manera. En sociedades agrarias, hace mucho tiempo, lo que mediaba o era determinante en las relaciones humanas eran otras cosas; la familia, por ejemplo, la comunidad, la etnicidad o la religión. Pero en otras sociedades, no. Con la revolución industrial y la manufactura masiva de objetos junto con con el desarrollo del capitalismo, hemos entrado en la sociedad del consumo. El discurso público sobre esos objetos era primero oral, luego textual (como en periódicos y revistas), y como final visual, basado en la imagen (como en la televisión y el internet). Hay muchos estudios contemporáneos sobre cultura – la cultura visual, la historia del arte, el estudio de los medios – que se han centrado en lo que Debord dice sobre la imagen visual, tratándola como el fenómeno principal, sin embargo eso es un error. En la tesis 24 dice que los medios masivos no son más que la manifestación superficial más abrumador del espectáculo. Lo que está detrás de ellas, y lo que a Debord realmente le interesa, es la relación social entre personas que posibilitan.
¿En qué consiste esa relación social? En el fondo es una relación económica. Debord dice que el espectáculo es un reflejo visual del orden económico reinante. Ese orden es capitalista y se basa en la producción de mercancías. Según Marx, una mercancía encierra dos tipos de valor – valor de uso y valor de cambio. Un bolígrafo puede usarse para escribir, entre otras cosas. Éste es un valor de uso, un valor concreto que va en función de las cualidades materiales que el objeto encierra. Con el bolígrafo puedes escribir pero también puedes cambiarlo por otra cosa. Tiene valor de cambio. El valor de uso tiene que ver con lo que algo es, sus propiedades naturales; el valor de cambio tiene que ver con lo que algo vale, una propiedad no natural sino artificial, no material sino social. ¿Qué es lo que determina el valor de cambio de una mercancía, es decir, el precio que se imprime en la etiqueta y que se pega a la mercancía? Para Marx, es el trabajo humano, específicamente, la cantidad de trabajo socialmente necesario o estándar para producir el objeto. Para explicar con detalle la teoría de valor de Marx y defenderla de sus críticos, tendría que dedicar un par de vídeos, cosa que no puedo hacer en el contexto de este estudio de Debord. Sólo diré que si aceptas que la ganancia o plusvalía que se genera en el capitalismo proviene de la explotación del trabajador, del hecho de que su salario no refleja el valor que produce y que de hecho el capitalista trata siempre de reducir al mínimo posible el valor de trabajo – si aceptas eso, entonces está claro que el trabajo humano es el factor más importante en la determinación del valor de cambio de las mercancías. En fin, espero algún día hacer una serie de vídeos reivindicando a Marx y respondiendo con detalle las críticas que se han hechos a sus ideas.
Ahora bien, cuando vas a una tienda y compras una mercancía, como un bolígrafo, lo compras debido al valor de uso que presenta, lo compras porque necesitas escribir. El punto para Marx es que asociamos el valor de cambio del bolígrafo, su precio, con las cualidades concretas que caracterizan su utilidad. Es decir, el precio del bolígrafo nos parece algo natural, algo que proviene de la naturaleza intrínseca del objeto. Sin embargo, eso es una ilusión; oculta las relaciones sociales que están a su base, el trabajo humano y la relación del trabajador con el capital que lo compra y lo controla. En otras palabras, las condiciones de producción bajo el capitalismo toman las características sociales del trabajo humano y las refleja o proyecta a los trabajadores como características objetivas de los mismos productos del trabajo. Esto es lo que Marx llama el fetichismo de las mercancías. Un fetiche es algo que ejerce algún poder sobre nosotros, un poder que consideramos natural pero que en realidad es un poder que proviene de nosotros mismos, de nuestra psicología, de nuestros deseos, o, como en este caso, de nuestro trabajo.
El título de este primer capítulo de La sociedad del espectáculo es “La separación consumada”. En la tesis 25 Debord dice: “La separación es el alfa y el omega del espectáculo”. ¿A qué se refiere? A la separación del sujeto humano de sus propios poderes, tanto individuales como colectivos. En el proceso de producción, el trabajador es separado o enajenado del propio producto que ha hecho (ya que es propiedad del dueño de la fábrica); es enajenado del proceso de producción (el trabajador no puede elegir lo que hace sino que tiene que someterse al dictado de los intereses del dueño); es enajenado de las posibilidades de desarrollar su cualidades propiamente humanas (es decir, su actividad se reduce en muchos casos a la de una máquina); y también es enajenado de sus compañeros, de otros seres humanos. Volveremos a este punto cuando vemos cómo el espectáculo media la relación social entre las personas. En pocas palabras, los poderes del ser humano se enajenan, depositándose en la actividad de objetos (las mercancías) que dominan la actividad de los seres humanos, una actividad de la que a fin de cuentas esos objetos dependen.
Un muy buen ejemplo de todo esto del fetichismo y la enajenación está en la crítica que Ludwig Feuerbach hace a la religión. Para Feuerbach, al hacer culto a un Dios más allá, los creyentes no están adorando más que a sus propios poderes y capacidades, poderes que han proyectado a un cielo imaginario y que cobran la apariencia de un dios todo poderoso opuesto al hombre. Dios es el resultado de la propia actividad de los seres humanos, de su imaginación, sin embargo no se dan cuenta de ello. Ese mandamiento que citamos al principio de no hacer imágenes, a veces se expresa como no tener ídolos. Pero eso es precisamente lo que es Dios, un ídolo o fetiche al que hemos atribuido poderes que no le corresponden. Corresponden más bien a nosotros. En la tesis 20 del texto, Debord hace referencia a todo esto. Dice: “El espectáculo es la reconstrucción material de la ilusión religiosa. La técnica espectacular no ha podido disipar las nubes religiosas donde los hombres situaron sus propios poderes separados: sólo los ha religado a una base terrena. Así es la vida más terrena la que se vuelve opaca e irrespirable. Ya no se proyecta en el cielo, pero alberga en sí misma su rechazo absoluto, su engañoso paraíso. El espectáculo es la realización técnica del exilio de los poderes humanos en un más allá; la escisión consumada en el interior del hombre”.
En Feuerbach, Marx y Debord encontramos la misma relación, una en la que el ser humano se siente impotente ante un fenómeno que su propia actividad ha creado, sea ese fenómeno Dios, la mercancía, o la imagen. Debord toma de Marx el carácter fetichista de la producción capitalista y sostiene que a lo largo del siglo XX se ha desarrollado en una forma social mediada por imágenes o apariencias – eso que llama el espectáculo. El capitalismo que existía en los años 60 cuando escribió su texto ya no era el capitalismo que conocía Marx. En la tesis 17 dice: “La primera fase de la dominación de la economía sobre la vida social llevó a cabo una evidente degradación del ser en el tener – la plenitud humana ya no se identificaba con lo que uno era sino con lo que uno tenía”. Esta disyuntiva la expresó Erich Fromm en uno de sus libros – ¿Tener o ser? Si tu identidad es una función de lo que tienes, entonces tu vida está determinada por consideraciones económicas. Pero eso no es todo; es sólo la primera etapa. Debord continua diciendo: “La fase presente de la ocupación total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a un deslizamiento generalizado del tener al parecer, donde todo “tener” efectivo debe extraer su prestigio inmediato y su función última”.
Del ser al tener al parecer. Por un lado, esos tres términos me regresan a la caverna de Platón. Ahí vemos que el ser serían las Ideas. Las Ideas son lo que más realidad tiene. El tener correspondería a un nivel ontológicamente inferior, el de las cosas físicas en el mundo sensible, cosas que son copias de las Ideas. Como final, el parecer correspondería a las sombras que pasan en el fondo de la caverna, aquella ínfima realidad que no es más que un reflejo del mundo físico, una copia de la copia. Debord también tiene una apreciación negativa de la imagen, sin embargo, lo que plantea es más complejo.
Creo que todos hemos estado en un sitio cultural – un museo, un concierto, un sitio arqueológico – donde vemos una conducta bastante extraña. En un concierto por ejemplo, la gente lo experimenta a través de la pantalla de su celular. No ven directamente a los músicos tocar o cantar sino que lo ven por medio de la pantalla de su cel. Están grabando el evento. ¿Qué es lo que explica esta conducta? Pues, en el plano del ‘tener’, la idea sería que que una vida plena consistiría en acumular cuantas cosas o experiencias fueran posibles, cosas que directamente hicieran la vida más placentera o fácil. En el plano del ‘parecer’, lo importante, el valor agregado digamos, no es la utilidad que la cosa te da directamente, sino la utilidad que su representación te da en la mirada del otro. ¿Qué hacemos con las imágenes o vídeos que tomamos de los conciertos o los sitios arqueológicos que visitamos? Los subimos a las redes sociales para que otros los vean y nos envidien.
Esta conducta es algo que aprendemos en el mundo de la mercadotecnia. La inmensa mayoría de las imágenes que vemos diariamente son imágenes publicitarias. Como comenta John Berger en su fascinante libro Modos de ver, semejantes imágenes tratan de vendernos algo, las mercancías del capitalismo. Tienen que convencernos que la compra del producto transformará nuestra vida, que nos hará más atractivos, más ricos, más felices pues. Nos convencen de ello al mostrarnos gente que, al parecer, han sido transformadas, que están gozando de los beneficios del producto, y que son por tanto envidiables. El estado de ser envidiado, nos dice Berger, es lo que constituye el glamour. Las cosas ya no son bellas sino glamurosas, y la mercadotecnia es el arte que manufactura el glamour. Una característica interesante de la imagen publicitaria es que se dirge hacia el futuro, hacia el comprador a futuro. Le ofrece una imagen de sí mismo hecho glamuroso por el producto que está tratando de vender. De esta manera, la imagen le hace envidioso de sí mismo tal y como podría ser.
Ahora bien ¿qué es lo que hace envidiable ese ser-que-podría-ser? Simple y sencillamente, la envidia de otros. La imagen publicitaria, todo ese sistema, ese cosmos, de imágenes que saturan nuestra experiencia diaria, trata no de objetos, sino de relaciones sociales. En términos de Debord, no trata del tener sino del parecer; el espectáculo no es un simple conjunto de imágenes sino que es una relación social entre personas mediada por imágenes. Lo que queremos es ser felices. En la lógica capitalista, lo que provee esa felicidad no es la mercancía en sí, sino el juicio que su obtención provoca en otros que te miran. En pocas palabras, ser envidiado te hace glamuroso y eso te hace feliz. Para resumir el aporte de Berger, se podría decir que la imagen publicitaria roba el amor propio de uno, su auto-estima, y se lo ofrece de vuelta por el precio del producto.
Esto nos vuelve al Dios de Feuerbach. Dios es todopoderoso, es la fuente de todo. Si queremos vivir bien tenemos que someternos a su voluntad ya que nos proporciona todo lo que necesitamos. Si eres pobre o infeliz, un creyente diría que eso se debe a que no tienes suficiente fé, que tienes que rezar más. El espectáculo que describe Debord funge el mismo papel que el Dios todopoderoso. Puede satisfacer tus necesidades, cumplir tus sueños y aliviarte de tus penas, la única diferencia siendo que no hace falta orar sino sólo comprar. Lo que el espectáculo promete se realiza sólo por medio del consumo, pero es muy importante entender que la promesa nunca se realiza ya que el mundo social en que vivimos no es realmente social sino la imagen invertida de la misma, una en la que relaciones entre mercancías han suplantado relaciones entre personas. Recuerda que ése es el fetichismo del que habla Marx.
Un ejemplo muy patente para todos nosotros son las redes sociales, que cantidad de sociólogos y psicólogos han dicho que lejos de cultivar la socialidad nos vuelven más anti-sociales; tienden a volvernos más depresivos y a hacernos sentir más aislados. ¿De qué manera? Pues esa foto que te tomaste en el concierto la subes a Facebook o Instagram y esperas ansiosamente a que la gente le dé “me gusta”. Te llegan algunos, te sientes emoción, y sigues a lo largo del día checando tu post para ver cómo va, como si estuvieras en una máquina de juego en Las Vegas. Y tú también haces lo mismo con los posts de tus amigos. Bueno, de la misma manera que ya no existe la belleza sino el glamour, en el espectáculo ya no existen los amigos sino los influencers. Todos somos influencers – algunos más “exitosos” que otros. La influencia de la mayoría de nosotros tiene un alcance muy limitado. Por el otro extremo hay gente como Khloe Kardashian. Aquí la podemos apreciar en un post en su cuenta de Instagram, sentada feliz del mundo en su espectacular avión personal.
En su texto, la tesis 60, Debord habla de estrellas de cine, pero en nuestro contexto serían los influencer. En una discusión de la banalización de la sociedad moderna, dice: “Las estrellas, que son representaciones espectaculares del hombre viviente, proyectan esta banalidad general en la imagen de un rol posible. Como especialistas de la vida aparente, las estrellas sirven como objetos superficiales con los que la gente puede identificar para compensar las fragmentadas especializaciones productivas efectivamente vividas. Las estrellas existen para representar diferentes estilos de vida y puntos de vista sociopolíticos, ejerciéndolos de forma totalmente libre. Encarnan el resultado inaccesible del trabajo social, remedando los subproductos de este trabajo que son mágicamente transferidos por encima de él como su finalidad”. Lo importante de este comentario es que las estrellas o los influencer representan de forma unificada, continua y natural una realidad que es vivida de forma fragmentada y separada. En la tesis 2 dice: “Las imágenes que se han desprendido de cada aspecto de la vida se fusionan en un curso común, donde la unidad de esta vida ya no puede ser restablecida. Aspectos fragmentados de la vida se despliegan en una nueva unidad general como un seudo-mundo aparte, objeto de mera contemplación. . . . El espectáculo en general, como inversión concreta de la vida, es el movimiento autónomo de lo no-viviente”. Sobre Khloe Kardashian había dicho “Aquí la podemos apreciar en su espectacular avión”. ‘Apreciar’ no es el término indicado, sino ‘contemplar’ como dice Debord en la cita. Ante el espectáculo uno no actúa sino que contempla de forma pasivamente. De hecho, las estrellas, los influencer, tienen el mismo papel funcional que tenían los dioses antiguamente, como en Grecia Antigua, a saber, vivir la vida mejor que puede uno mismo, vivirla de forma ideal. Psicológicamente, eso tiene sentido, al menos hace mucho tiempo cuando la vida realmente era dura, cuando la tecnología y el conocimiento que tenemos hoy en día que hace que la vida sea más fácil no existía. El punto es que ahora sí existe y seguimos creando dioses, como vimos hace rato en la tesis 20.
Una iglesia constituye una especie de red social, sólo que los lazos de relación que establece no son principalmente aquellos entre los feligreses sino entre cada feligrés y Dios, una relación mediado por el sacerdote. Para Debord, Dios es el espectáculo y el sacerdocio el mundo de las imágenes. Sí, los feligreses son una comunidad, hay amistad y solidaridad, etc, sin embargo, si Dios no fuera parte central de la comunidad, si la relación principal no fuera con él, el grupo de personas no sería más que un simple club social. Es decir, cada uno depende fundamentalmente de Dios para que su vida tenga sentido y sustento. Lo mismo pasa en la sociedad del espectáculo. Somos cada quien miembros de comunidades, sea en el mundo físico o en línea. A pesar de todo el énfasis que he puesto en las redes en línea, la distinción importante no es entre el mundo físico y el digital (recuerda que cuando Debord escribió su texto, los años 60, el mundo digital no existía), sino la distinción o separación que se hace entre cada quien y los productos de su trabajo. Esos productos, reflejados y vueltos abstractos en la fantasmagoria de imágenes que nos rodean, han cobrado una vida propia, el fetiche universal que es el espectáculo. Como en el caso religioso, formamos parte de comunidades, sin embargo no son orgánicas. Se forman y se articulan en función del espectáculo. En la tesis 29 dice: “En el espectáculo una parte del mundo se representa ante el mundo y le es superior. El espectáculo no es más que el lenguaje común de esta separación. Lo que liga a los espectadores no es sino un vínculo irreversible con el mismo centro que sostiene su separación. El espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto que separado”. En este sentido, el espectáculo consiste en la reunificación de los fragmentados aspectos de la vida social a nivel de la imagen. Lo que vivimos es una apariencia, como los prisioneros en la caverna, en una pasiva y callada contemplación. En la tesis 12 dice: “El espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que ‘lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece’. La actitud que exige por principio es esta aceptación pasiva que ya ha obtenido de hecho por su forma de aparecer sin réplica, por su monopolio de la apariencia”.
Al principio dije que dos experiencias inspiraron este vídeo. La primera fue esa foto que me tomaron leyendo. La segunda fue una conversación en una cena a que me invitaron. Una señora estaba hablando de una idea para un negocio que quería lanzar y que el factor más importante para su éxito era la mentalidad de uno: ser positivo y tener confianza en uno mismo, visualizar las metas, trabajar, trabajar, y trabajar, y responsabilizarse por todo lo que pasa ya que uno está en control de su destino. En general, fue un discurso como esos que sueltan los gurús de auto-superación. Y yo le pregunté – y si alguien ha hecho todo eso y sigue pobre, como es el caso de muchísima gente? Me respondió pues tiene que esforzarse más, si es pobre de alguna manera quiere serlo. Bueno, no pude contenerme y fui por ella, pero pronto me detuve porque era la cena de Navidad y era yo invitado en la casa de un amigo.
El punto es que el discurso de esa señora me recordó el discurso religioso – si tus oraciones no son respondidas positivamente, el problema no es con Dios sino contigo, no tienes suficiente fé. De igual manera, si eres pobre el problema no es con el sistema, el espectáculo, sino contigo mismo. Tienes que esforzarte y trabajar más. Ahora, Debord no está en contra del esfuerzo y el trabajo, al contrario, hay que trabajar para sobrevivir y para reproducir las estructuras sociales en las que una vida propiamente humana puede desenvolverse. El chiste es hacerlo de forma cooperativa y racional. Sin embargo, el espectáculo no permite una racionalidad de diálogo y deliberación sino una simple actitud pasiva de contemplación. Sólo el espectáculo habla, y lo que dice es “lo que aparece es bueno, y lo que es bueno aparece”. Es una muy sencilla justificación de la sociedad existente la cual no requiere de argumentos sofisticados ni de ideología, sino de ser la única voz que hay, esa “enorme positividad indiscutible e inaccesible” como dice Debord.
A lo largo de nuestra discusión a lo mejor hayas asociado el espectáculo de Debord con el concepto del simulacro de Jean Baudrillard. Tendría mucho razón en hacerlo porque son muy parecidos los dos conceptos. Dice Baudrillard: “El simulacro no es nunca aquello que oculta la verdad, sino que es la verdad que oculta que no hay verdad. El simulacro es lo verdadero”. La idea es que ya no tiene sentido hablar de una realidad que el simulacro copia u oculta, sino que todo ya es simulacro. Debord ha planteado el espectáculo en términos muy parecidos, pero si su alcance es absoluto, si ha logrado colonizar absolutamente todo aspecto de la vida social, entonces la noción de crítica no tendría mucho sentido. La verdad, Debord no va tan lejos como Baudrillard. En el próximo vídeo quiero hablar un poco del simulacro de Baudrillard y lo que distingue a Debord del planteamiento de su compatriota. Es que Debord fue cofundador del Internacional situacionista, una organización que trataba de hacer frente con el espectáculo. Para ver hasta donde llega el espectáculo y si hay posibilidad de crítica y resistencia, tenemos que entender su apropiación e interpretación de Hegel, especialmente la noción de totalidad y el juego entre la verdad y la falsedad en ella. Todo eso para el próximo vídeo.

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Música de la intro: La canción se llama “Ambience Musettienne” del album Simply Musette de Alexa Sage.

Música de la outro:  ZAPATEADITO OAXAQUEÑO II . Arodi Martinez S.  https://www.youtube.com/watch?v=qIcnUTBSOfw

21 Comments

  1. juan pe · 27/01/2023 Responder

    La charla de navidad con la señora “emprendedora”, jajajaja, Genial¡

  2. Mario · 27/01/2023 Responder

    Ay Darin, a veces creo que te enredas demasiado con el ultra-izquierdismo, esa “enfermedad infantil del comunismo”, como lo definiera Lenin / Pero despertaste mi curiosidad y acabo de leer en internet que la “Internacional Situacionista”, ese grupúsculo de la ultraizquierda delirante francesa, fundado por Guy Debord, se disolvió sin pena ni gloria después del Mayo Francés del 68 / Habían anunciado (después de un delirio místico-revolucionario de su fundador) que en cinco meses se produciría la revolución anticapitalista en Francia, liderada por ellos, claro. Nada de eso sucedió. Francia y toda Europa permanece retozando en el odiado mundo capitalista. La secta pequeño-burguesa de Debord se disolvió, el “Mayo Francés” pasó a la historia y Debord (probablemente abrumado por tantos fracasos y sinsentidos) perdió la brújula y se suicidó

    En esa época, Debord escribió “La sociedad del espectáculo”, libro que tú avalas al decir que su mensaje está más vigente que nunca. Yo personalmente ya no puedo dudar de tu honestidad intelectual ni de tu extraordinaria capacidad. Te aprecio demasiado, Darin. Y te confieso que, con curiosidad, voy a ver tu video para ver que cosas pudiste desentrañar de ese libro

    Te mando un fuerte abrazo

    • Javier · 27/01/2023 Responder

      Yo también voy a introducirme en el video que nos presentas; no conozco nada de este autor, es una garantía el que seas tú el que nos lo recuerdes.
      Saludos, abrazos y salud

    • Gabriel Sada · 27/01/2023 Responder

      Puede que Debord haya sido un delirante desde el punto de vista de sus opciones políticas. Pero lo cierto que el título de su libro sugiere algo muy actual y señalado por otros pensadores: el absoluto predominio de la imagen y de los ‘media’ en la sociedad actual, el hecho de que todo debe ser mostrado y representado para tener existencia. Desde este punto de vista la reflexión de Debord promete ser interesante.

    • javibaz · 02/02/2023 Responder

      Debord eligió suicidarse para dejar de sufrir una enfermedad espantosa, la polineuropatía alcohólica. Ni perdió la brújula, ni le abrumaron los fracasos (que todos arrastramos), ni los sinsentidos (que cualquiera de nosotros padece). Se metió en el alcoholismo sin querer, como medio de socialización. Se dejó llevar por una droga muy potente y cuando quiso recoger velas no pudo.
      Convendría no burlarse de la opción filosófica que elija una persona, ni del derecho a salir de la vida cuando estime oportuno. A fin de cuentas, Debord es un filósofo de interés, infravalorado por muchos neocapitalistas cuya única aportación al pensamiento de Occidente consistirán en cuatro ocurrencias buena para las galletitas chinas. Por otro lado, ya que nadie nos pidió permiso para nacer, quien elige la opción de abandonar la vida, en especial cuando su patología es irreversible y cruel, merece ser respetado.

    • Manuel Monasterio · 11/04/2024 Responder

      Las ideas de Debord y en particular de Vaneigem, están, por cierto, completamente vigentes.Llamar al Situacionismo “grupúsculo de la ultraizquierda delirante francesa” parecería una opinión propia de lo que Guenón llamó “El Reino de la Cantidad”.No se puede juzgar las ideas por la cantidad de gente que las sigue. Por otra parte, usted mismo deja claro que tuvo que ir a Internet para saber acerca del Situacionismo, por lo que obviamente sabe usted muy poco acerca de ello como para sacar esas apresuradas, y por qué no, “delirantes” conclusiones.

  3. Miguel Korenko · 28/01/2023 Responder

    Estimado Darín
    No conocía al autor pero me resultó muy interesante el análisis. Independientemente de la posición política del filósofo su libro tiene una enorme vigencia hoy.
    Recuerdo cuando leí el libro de fromm que citas hace tantos años….ya se planteaba en aquel entonces la gran alienación que se vivía …
    Hoy lamentablemente la alienación cotidiana es mucho mayor….se aprecia en una mayor gravedad de las enfermedades mentales…
    Cómo los clásicos no pasan de moda y siguen de distinta forma presentes:
    Platón, Hegel,Marx…
    Un gran abrazo
    Saludos

  4. Víctor · 28/01/2023 Responder

    “Todos los hombres tienden al saber por naturaleza. Y un signo de ello es el amor de las sensaciones, pues aún aparte de su uso son amadas por sí mismas, y sobre todas las otras, las producidas por los ojos. En efecto, no solo en vistas de obrar, sino aún cuando nada nos aprontamos a hacer, preferimos el ver a todas las demás, por así decir. Y la causa es que ésta sensación máximamente nos hace conocer, y hace evidente muchas diferencias” Comienzo de la Metafísica de Aristóteles.

  5. Mario · 28/01/2023 Responder

    Yo también leí a Erich Fromm Miguel… y me partió el coco! / No te olvides de nosotros Darin y tráenos a la mesa UN BUEN PLATAZO DE FROMM A LA CACERLA JAJA!!

  6. Patricia · 28/01/2023 Responder

    Muy pero que muy interesante..
    No he leído nada de Debord (cada cual tenemos nuestras afinidades y yo debo confesar que no me entusiasma la filosofía de la posmodernidad, aunque claro, esa etiqueta es muy amplia y además siempre se puede aprender de las distintas corrientes filosóficas aunque solo sea para disentir)
    El episodio de la cena me ha impactado Darin. Aunque por mi trabajo (no tanto por mi caracter…) estoy muy acostumbrada a no emitir ningún tipo de juicio ante el discurso de una persona, el discursivos de los gurus de la felicidad me estómago por completo. No puedo con ese discurso. Aparte de infantiloide y maniqueo es muy pero que muy perverso. Al culpabilizar al individuo (si es pobre es porque no se esfuerza, si es i feliz es porque en el fondo es un flojo) el stablisment se lava las manos. Ea aquí quien no es feliz y no triunfa es porque no quiere, porque ya se sabe “querer es poder”. No sé si hubiera podido contenerme estando en tu lugar porque ese discurso saca mi yo más militante. Decía Nietche, hablando sobre el último hombre:
    Nosotros hemos inventado la felicidad, dicen los últimos hombres y parpadean (claro, parpadean porque están mirando al móvil añado yo…).
    También dice:
    Todos quieren lo mismo, todos son iguales, quien tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio (o, más actualmente se infla a prozac o a loracepan y ea….a seguir “feliz”
    No sigo, que me caliento ja ja
    Gracias Darin. Eres necesario.

  7. Joan · 28/01/2023 Responder

    Hola Darín,

    Gracias por este nuevo video. Entiendo las motivaciones que te han llevado a hacerlo, pues me siento identificado con las mismas.

    Para mí, en relación al tema que presentas, lo más significativo es algo que no has tratado y, que no tengo claro si aparecerá en videos posteriores. Es lo siguiente. El cambio más significativo que hemos tenido es el paso de una sociedad basada en el texto a otra basada en al imagen. Eso se produce a principios del siglo XIX con la aparición de la fotografía. Me ha llevado a pensar en ello cuando has hecho alusión a “Modos de ver” de John Berger.

    Es una cambio trascendental ya que supone el pasar a pensar de una forma analítica, lineal y lenta a otra basada en una forma de pensar sintética, inmediata y veloz. Por tanto, no es lo mismo pensar utilizando como elemento mediador el texto que la imagen. Si uno lo para a pensar diría que una de las razones que explica el nacimiento del capitalismo radica ahí y explica los distintos grados de enajenación, fetichismo, representación del individuo y de la realidad que describen los autores que propones. Desde el momento en que puedes capturar mediante una fotografía en una imagen una persona la conviertes en in objeto representable, manipulable, intercambiable y sometible.

    Como bien has dicho, se pasa del ser, al tener y al aparentar, pues nuestros niveles de relación están mediados por un código de información visual y no textual. El logos se ha substituido por la emoción y lo verdadero ya no es lo que dicta nuestra razón sino lo que cautiva nuestras sensaciones. Es decir, la apariencia. El espectáculo. Lamentablemente el poder domina los códigos visuales, pues los códigos lingüísticos ya han sido decodificados. Por ello, el único acto de resistencia es aprender a interpretar las imágenes que vemos y extraer el pensamiento que las ha generado de la misma manera que durante tantos siglos hemos leído textos escritos y hemos desarrollado el pensamiento crítico para entender que decían.

    Un saldo,
    Joan

    • Darin · 28/01/2023 Responder

      Baudrillard sí es posmoderno, pero Debord no. Éste es bastante moderno, medio marxista, medio hegeliano 🙂

  8. María del Carmen · 28/01/2023 Responder

    Estimadísimo Darin, me has sorprendido gratamente con tu análisis de la obra de Guy Debord (a quien he leído hace muchos años y yo sí aprecio su vigencia) y antes que a Baudrillard me trajo a la mente la idea del ser inauténtico heideggeriano.- Y desde ya te he tomado la palabra y quedo a la espera de esos videos sobre la teoría del valor y la vigencia de la obra económica de Marx.- En fin, un lujo tu trabajo que es un aporte invalorable en estos tiempos tan poco “pensantes”.- Muchas gracias por tu generosidad y saludos desde Montevideo, Uruguay.-

  9. Mario · 30/01/2023 Responder

    Muy buen video Darin!!! / Pero te confieso que me ha alarmado al punto que quiero pedirte que consideres la posibilidad de tratar alguna vez el tema del METAVERSO o “realidad virtual” que está preparando el equipo de Facebook con Mark Zuckerberg a la cabeza / A ver / el mundo que denunció Guy Debord es disneylandia frente a la magnitud y la ferocidad del que nos quiere imponer META-FACEBOOK, el nuevo nombre que adoptó Facebook para implementar su proyecto de reemplazar la vida real por una vida artificial mediada por pantallas

    Ya no se trata de la simple manipulación a través de las imágenes que denunció Guy Debord / Se trata del mayor proyecto de manipulación masiva de la historia, donde cada uno de nosotros, voluntariamente (o seducido por el marketing) podrá tener una vida artificial paralela a la vida real, donde te levantas a la mañana, te pones las gafas de “realidad virtual” y empiezas a vivir en otro planeta, con otras personas que están haciendo lo mismo que tú, y donde puedes comprar o vender productos usando bitcoins, o ir a un concierto con tus amigos o tomar una clase de yoga / y donde todo te produce gran placer y no quieres irte nunca de allí

    ¿NO ESTAMOS, DARIN, FRENTE A LA MANIPULACIÓN DE GUY DEBORD LLEVADA AL GRADO DE PAROXISMO? / Y ¿NO DEBERÍA LA FILOSOFÍA HACER UNA CRÍTICA A ESTOS PROYECTOS TAN ALIENANTES?

    No quiero “darme manija” (como dice Patricia ja!) porque me pongo tan nervioso que me dan ganas de salir corriendo, ponerme las gafas y sumergirme en el “mundo feliz” que nos prometió el bueno de Aldous Huxley jajaja! / Abzo a todos!

  10. Mario · 31/01/2023 Responder

    “El Tractatus” (p 5) acumuló 7400 visualizaciones en 3 semanas
    “La sociedad del espectáculo” (p 1) acumuló 16800 visualizaciones en 4 días

    ¿Cuáles serán las causas para un rendimiento tan dispar? (pregunta de ingeniero jaja!)

    • Mario · 09/02/2023 Responder

      “La sociedad de espectáculo” cerró con 40000 visualizaciones y 400 comentarios en 13 días / Muy buen rendimiento de tu post Darin! / Felicitaciones!

  11. javibaz · 31/01/2023 Responder

    De “Sostiene Pereira” hay una versión en cómic también muy recomendable realizada por Pierre-Henry Gomont. En España fue editada por Astiberri.

  12. javibaz · 03/02/2023 Responder

    Acerca de la “enorme positividad indiscutible e inaccesible” hay un auxiliar de enfermería que ha encontrado su veta de humor criticándola muy sutilmente. Se llama Daniel Fez. Un ejemplo:

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