Vigilar y castigar: el poder y la subjetividad en Michel Foucault, pt. 1/3

Hoy vemos el destructuivo poder monárquico y el paso que dio a las primeras prisiones, paso que inicia la creación de la subjetividad moderna.

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Guión

Para entender por qué vamos a analizar Vigilar y castigar de Michel Foucault , sería bueno echar un vistazo al famoso debate que tuvo en 1971 con Noam Chomsky. El debate llevaba cómo título – La naturaleza humana: justicia vs. poder. Tanto Chomsky como Foucault se preocupan por lo que en términos muy generales podemos llamar la justicia o la emancipación, es decir, la capacidad de los individuos de librarse de sistemas de dominación y opresión. Lo que se nota en este debate es que los dos tienen formas muy distintas de entender esta libertad.
Para Chomsky, la dominación es resultado de un poder ejercido principalmente por gobiernos sobre ciudadanos, violando sus derechos y oprimiéndolos. La legitimidad de un gobierno se basa en el consentimiento de los gobernados – ésta es la idea básica del liberalismo clásico y del contrato social. Si un poder no se ejerce en función de este consentimiento, entonces es coerción y por tanto ilegítimo. Aquí el efecto del poder es negativo y hay que desmentir los discursos del gobierno para hacer frente con el poder que ejerce. Aunque no lo diga en el debate, se podría decir que la lema de Chomsky es: La verdad te hará libre.
Foucault, en cambio, es famoso por su novedoso análisis del poder. No niega que gobiernos pueden ejercer el poder tal cómo describe Chomsky – de hecho, en el momento del debate, los EEUU proseguía una guerra atroz en Vietnam. Sin embargo, para Foucault, esa concepción del poder explica una parte muy reducida del comportamiento humano. Para realmente comprender la dimensión socio-política de los seres humanos, hay que concebir el poder no cómo negativo sino cómo positivo. Visto de forma negativa, el poder se aplica sobre algo ya constituido, cómo el sujeto humano, por ejemplo, que ya cuenta con una esencia o naturaleza. En Foucault, el poder es mucho más que eso – es positivo, en el sentido de que produce o constituye el sujeto humano.
Ahora bien, ¿qué significa eso – tanto el sujeto humano y el hecho de que sea producido? Bueno, dejemos de momento el sujeto humano y hablemos del cuerpo humano. El cuerpo es esta cosa física que todos tenemos, y sabemos de donde viene – es producto de un largo proceso de evolución. Hace tiempo, era impensable que uno viera una línea genealógica entre un pez antiguo y el ser humano contemporáneo. Gracias a Darwin, podemos ver ahora esa relación – tiene sentido. Y gracias en buena parte a Foucault, podemos considerar ahora no sólo el cuerpo sino también el alma, la conciencia o el sujeto cómo producto de una evolución o historia genealógica. El mecanismo de la producción o construcción histórica del sujeto es la operación de lo que Foucault llama disciplinas, mecanismo que opera en diversos espacios y niveles sociales, pero en ninguno de forma más clara que en el contexto penal de la prisión. El subtítulo de Vigilar y castigar es “el nacimiento de la prisión”. Es por eso que vamos a leer este libro, para tener muy claro los mecanismos a través de los que el poder opera para a su vez tener claro la manera en que diferentes fuerzas y prácticas sociales nos controlan y dictan, con nuestra propia complicidad, lo que podemos pensar, decir, imaginar y querer.
Bueno, vayamos al libro. Consta de cuatro secciones: el suplicio, el castigo, la disciplina, y la prisión. No conozco otro libro que introduce su tema de forma tan dramática y didáctica a la vez. Empieza describiendo la tortura y ejecución de un tal Damiens, quien había intentado asesinar al rey. El texto dice: “Damiens fue condenado, el 2 de marzo de 1757, a pública retractación ante la puerta principal de la Iglesia de París”, adonde debía ser “llevado y conducido en una carreta, desnudo, en camisa, con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en la mano”; después, “en dicha carreta, a la plaza de Grève, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado [deberán serle] atenaceadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha, asido en ésta el cuchillo con que cometió dicho regicidio, quemada con fuego de azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento”. Foucault cita el testimonio de varios que estaban ahí ese día y al parecer la tortura y muerte fue mucho más atroz de lo que se describe en ese enunciado oficial.
Tras el suplicio de Damiens, Foucault dice lo siguiente: “Tres cuartos de siglo más tarde, he aquí el reglamento redactado por Léon Faucher “para la Casa de jóvenes delincuentes de París”:
“ART. 17. La jornada de los presos comenzará a las seis de la mañana en invierno, y a las cinco en verano. El trabajo durará nueve horas diarias en toda estación. Se consagrarán dos horas al día a la enseñanza. El trabajo y la jornada terminarán a las nueve en invierno, y a las ocho en verano”. Luego cita al artículo 18, 19, 20, hasta el 28, todos enunciando con mucho detalle las reglas que rigen la actividad de los presos en la prisión.
Lo que vemos aquí en el lapso de menos de un siglo es una transformación total en el uso del poder, pasando de una manifestación brutal y espectacular, calculada para extraer la mayor cantidad de dolor y sufrimiento, a una que castiga no a la vista de espectadores sino tras los muros de una prisión y no con dolor sino con una cuidadosa administración de la conducta. Cualquiera que viera esta transformación la atribuiría a una postura ilustrada de mayor humanización y progreso. Antes éramos más bestiales y ahora más humanos. Foucault cuestiona profundamente ese discurso. En vez de avanzar hacia la tierra prometida de mayor libertad, los mecanismos que identifica en el entorno carcelario, mecanismos que operan en las fabricas, las escuelas y los hospitales también, constituirán más bien espacios de confinamiento en los que, en vez de hacerte libre, la verdad constituye las barras de tu celda. Bueno, nos estamos adelantando mucho. Vamos por pasos.
Empecemos con el rey, el soberano que se venga de forma tan espectacular contra el regicidio. ¿Por qué esta aplicación de poder es tan violenta y excesiva. Sí, Damiens intentó asesinar al rey, pero el castigo parece ser mucho más excesivo que el crimen. Pues, es importante entender que el castigo no es una mera represalia punitiva, sino que es un rito político. En aquel entonces, la ley se identificaba con la voluntad del soberano. Si uno violaba la ley, básicamente declaraba guerra contra la persona del soberano. El soberano tenía que responder, no en plan “ojo por ojo” sino de forma excesiva. ¿Por qué? Pues la tortura y el desmembramiento del cuerpo era un show simbólico, un espectáculo cuya finalidad era reafirmar el poder y la integridad de la ley, y por tanto del rey. Si el castigo fuera meramente punitivo, pudo haberse llevado a cabo en una celda en el calabozo del castillo. Sin embargo, no es punitivo, sino político. Es un show para el bien del público que atiende la ejecución, para que vea el poder del soberano. El problem con este espectáculo es que a la vez que manifiesta el poder del rey, manifiesta sus límites. Imagínate un poder capaz de reducir un cuerpo humano a cenizas que luego lleva el viento. Es aterrador, pero a la vez limitado en su alcance. Por imponente que fuera el poder del rey, cada vez que la ley se violaba, toda la maquinaría del castigo tenía que reactivarse. El punto es que, una vez muerto el condenado, el efecto del poder cesa. El poder del rey es grande, pero ineficiente. Imagínate pegando mosquitos que te pican en tu paseo por el campo. Matas a un mosquito con tu mano, y ahí termina su poder. En el momento en que otro mosquito te pica, tienes que levantar nuevamente la mano a pegarle. Bum, bum, bum. En vez de hacer eso, sería mucho más eficiente echarte un espray anti-mosquito. Así podrías andar tranquilamente en tu paseo con los mosquitos bien controlados. ¿Habría una forma de controlar a los seres humanos parecida a eso del espray? Claro que sí. Tiene que ver con el desarrollo de las prisiones que llevaron a cabo reformadores humanistas en el siglo XVIII.
El paso del poder aplastador y público del monarca al sistema de encierre de las prisiones no tuvo lugar de la noche a la mañana sino de la mano con otros cambios sociales e intelectuales a lo largo del siglo de las luces. Si el punto de la excesiva manifestación del poder monárquico era atemorizar al público en general para que el orden se mantuviera, los reformadores consideraban que era muy insuficiente. En vez de obligar obediencia, semejantes espectáculos incitaban disturbios y conducta generalmente ilegal, y eso porque el poder monárquico era tan irregular en su aplicación. Pragmática y éticamente, los reformadores pensaban que había una manera más eficiente y humano de castigar. Teóricamente, justificaban los cambios que querían implementar con el concepto del contrato social.
Cómo argumentaban Hobbes y Locke en el siglo XVII y ahora Rousseau en el siglo XVIII, la sociedad consiste en individuos que se unen bajo el acuerdo de un contrato, formando así la sociedad. Bajo este esquema, violar la ley no constituye un ataque contra la persona del soberano, sino una violación del contrato social, por lo que la víctima no es una persona en particular, sino la sociedad en su totalidad. Quien tiene derecho de respuesta no es un soberano, sino la sociedad, y el criterio con el que responde no es la integridad del soberano, sino la humanidad que todas las partes del contrato comparten. Con esto, el panorama cambia por completo. El castigo no puede ser espectacular y brutal, sino modulado y clemente, ya que las acciones del criminal acusan no sólo al criminal, sino a toda la sociedad. Para los intelectuales franceses de la época, el término “sociedad” no hacía referencia a una abstracción, sino a una realidad, al cuerpo social. Si te quemas un dedo en el fuego, lo razonable no es cortarte la mano, sino tratar de curarlo. De la misma manera, no tiene sentido reducir a cenizas a un miembro del cuerpo social, sino que hay que corregirlo y recuperarlo para el bien del cuerpo social.
En su análisis, Foucault dice que la reintegración del criminal en el tejido social dependía de “toda una tecnología de representación”. Si viste mi vídeo sobre el libro Las palabras y las cosas de Foucault, recordarás que el episteme de la Época clásica era la representación, es decir, al conocer algo uno lo representaba en un orden organizado por la identidad y la diferencia. Bueno, estos reformadores se encontraban en la época clásica, por lo que, para ellos, un arte de manipular representaciones podría proporcionar una tecnología para el ordenamiento correcto de la vida social.
Foucault detalla este arte en términos de una serie de prescripciones que los reformadores plantearon. La primera establecía que, para que el castigo funcionara de la manera más eficiente posible, tenía que ser lo menos arbitrario posible. ¿Qué significa eso? Recuerdo hace años que tenía un gato nuevo y me costaba mucho entrenarlo. Si llegaba a casa y veía que había tirado un vaso que se cayó y se rompió o si había hecho pipi en el sofá, me molestaba y le gritaba. Mi veterinario me dijo que no hiciera eso, que era estúpido y no servía porque mi pobre gato no sabía por qué le estaba castigando. En su mente, no vinculaba el castigo (el grito) con el “crimen” porque estaban separado en el tiempo y en el espacio. Los reformadores enfrentaban el mismo problema. Para que el castigo sirviera cómo freno para crímenes a futuro, tenía que ser un signo claro del crimen que castiga o, cómo dice Foucault, un castigo perfecto sería transparente al crimen que castiga”. Así que, el castigo cómo un signo. Semejante castigo transparente sería representativo en el sentido de que inmediatamente traería a la mente tanto la naturaleza del crimen mismo como el remedio que se había impuesto para corregirlo. Ésa es la idea tras cortar la mano de un ladrón, o de un violador cortarle el . . .
Pues semejante castigo funcionaría cómo freno, cómo recompensa para la sociedad, y cómo moraleja a la vez, todo inteligible tanto al criminal como a la sociedad. De aquí en adelante, el castigo no procedería de la voluntad arbitraria del soberano, sino que correspondería al orden verdadero de la sociedad. Foucault cita a legislación criminal propuesta en 1791 que dice: “Son necesarias unas
relaciones exactas entre la naturaleza del delito y la naturaleza del castigo; el
que ha sido feroz en su crimen padecerá dolores físicos; el que haya sido
holgazán se verá forzado a un trabajo penoso; el que ha sido abyecto sufrirá
una pena de infamia”.
Además, para los reformadores, esta nueva tecnología de representaciones tenía que funcionar para disminuir la posibilidad de que el crimen se repitiera. Para lograr esto, los castigos tenían que ser tales que respondían a la raíz motivadora del crimen. Es decir, el castigo funcionaría de manera efectiva al atacar la fuente del crimen, al hacer que ciertos actos parecieran menos deseables para el criminal en un cálculo de placer y dolor. Piensa por ejemplo en la terapia de aversión para tratar adicciones que asocia un estímulo negativo con la sustancia deseada, sea alcohol o drogas. Bueno, para los reformadores, semejante castigo pondría en movimiento una serie de representaciones en las que el bien gana sobre el mal en la mente del criminal. Cómo dice Foucault: “La pena que forma signos estables y fácilmente legibles debe también recomponer la economía de los intereses y la dinámica de las pasiones”.
A estas alturas, está muy claro que hemos pasado del castigo punitivo del soberano a lo que se ha llamado un castigo humano de rehabilitación y reintegración. Una meta muy clara de los reformadores era disminuir la violencia hecha a los cuerpos de los criminales. Para tratar el problema del desorden social, sustituían el conocimiento por la violencia. En vez de aplicar violencia al cuerpo del hombre, aplicaban conocimiento a su alma. La fuerza de la representación junto con la idea de la sociedad como producto del contrato social produjo, cómo dice Foucault: “una especie de receta general para el ejercicio del poder sobre los hombres: la mente como superficie de inscripción para el poder, con la semiología como instrumento; la sumisión de los cuerpos por el control de las ideas”. Foucault cita a un tal Servan de la época, quien hace eco de esta idea. Dice Servan: “Un déspota imbécil puede obligar a sus esclavos con unas cadenas de hierro; pero un verdadero político ata mucho más fuertemente por la cadena de sus propias ideas. . . . Sobre las flojas fibras del cerebro se asienta la base inquebrantable de los Imperios más sólidos”.
Tenemos la idea de que el poder sea simplemente una fuerza física bruta que aplasta. Para Foucault, el poder se ejerce, se manifiesta, de diversas formas. Una forma especialmente potente tiene que ver con prácticas sociales relacionadas con cuestiones de ideas, de conocimiento y la búsqueda de la verdad. Estas son las disciplinas que veremos en la tercera parte del libro, pero empezamos a ver sus lineamientos en el arte o la tecnología de la representación que los reformadores incorporaron en las primeras prisiones. En el próximo vídeo, terminaremos nuestro análisis de este arte y su transformación en las disciplinas.

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15 Comments

  1. Manuel Roncero · 02/04/2020 Responder

    Brillante.
    Muchísimas gracias.

  2. Alfonso Rosales López · 02/04/2020 Responder

    Estimado Darin:
    Se ha considerado a Foucault como el filosofo del poder, pues analiza el ejercicio de éste sobre la sociedad moderna. Sin entrar en este momento a discutir las diversas maneras en que se ejerce, quisiera mejor que se reflexionara sobre la veracidad de dos afirmaciones en que se basa F. para pretender marcar distancia en como se ejercía el poder antes de la modernidad, y con ello presentar su tesis como novedosa.
    Primero coincidimos en que el ejemplo con el que abre su libro es dramático, pero se trataba de un regicidio, los monarcas absolutos solo se encargaban de los asuntos penales más importantes, tenían un cuerpo especializado en la propia corte que se encargaba de impartir justicia de acuerdo a unas leyes, que si bien, aparecían como si fueran caprichos del rey, no lo eran, pues había otro cuerpo dentro de la corte que se encargaba de redactarlas y modificarlas de acuerdo a la realidad social. Tenemos en la mente la imagen de que los presos en ese tiempo eran encerrados en mazmorras atados con grilletes y totalmente secuestrados de la sociedad (regularmente esto ocurría con individuos que representaban una oposición política al soberano), es cierto, había presos que sí tenían esta condición, pero tampoco era la mayoría, a estos últimos se les obligaba a reparar el daño realizando trabajos que le significaban mano de obra esclava al soberano, pero pasado un tiempo el preso era devuelto a la sociedad. Por tanto, al igual que en las sociedades modernas, solo ciertos delitos, casi siempre relacionados con implicaciones políticas, requerían del secuestro absoluto del personaje incomodo o bien su desaparición, podemos poner muchos ejemplo en la actualidad dentro de la sociedad mexicana.
    La segunda reflexión esta relacionada con la afirmación de que fue hasta la modernidad, cuando se entendió que la manipulación ideológica de las formas de pensar de los individuos, es la mejor forma de control dentro de la sociedad. No obstante, esto ya se hacía desde la prehistoria, podría poner varios ejemplos, pero quisiera solo referirme a una reminiscencia de esto que en pleno siglo XXI ha sucedido, las formas racionales e irracionales del pensamiento religioso (véase Rudolph Otto, en su libro Lo Santo), han sido la mas efectiva manipulación y control del pensamiento y comportamiento de los individuos; así todos fuimos testigos de como los yihaidistas del Estado Islamico (ISIS), al grito De Dios es grande (en arabe) , acababan con su propia existencia; estoy hablando del individuo de calle, normales, convencido de su doctrina religiosa, que no necesita mas que el sentimiento luminoso del que habla Rudolph Otto pRA llevar a cabo su acción (el análisis de los lideres es diferente, pues obedece a interés económicos-políticos muy específicos). Podríamos extraer variados ejemplos de la Edad Media, de la antigüedad y más concretamente de las llamadas poblaciones primitivas, es más en México tuvimos nuestra revolución cristera y héroes, que en el campo de lo profano, bajo el lema “la patria es primero”, sacrificaba todo hasta su vida.
    Con lo anterior no quiero decir que la presentación que haces del libro de F. este mal, por el contrario, tratas de presentar la mas fiel interpretación del libro, lo que haces brillantemente, pero dado que ofreces esta oportunidad de comunicación, para mi sería importante que me dieras una opinión sobre lo arriba señalado.
    De antemano gracias por tu atención y envío un cordial saludo desde el desierto Sudcaliforniano.

    Antropólogo Físico Alfonso Rosales López.

  3. Javier garcia · 02/04/2020 Responder

    Muy interesante y bien expuesto como siempre.

  4. Carlos Alberto Scaffino Picasso · 02/04/2020 Responder

    Muy bueno, gracias!!!!

  5. Montserrat · 02/04/2020 Responder

    Brillante, si. Una justificación impecable.
    ¡Gracias!

    MRG

  6. Carlos · 02/04/2020 Responder

    Excelente cátedra !!

  7. Maria Elena · 02/04/2020 Responder

    Muchas gracias 😊

  8. Carlos · 02/04/2020 Responder

    Pero, ¿cómo es que deviene la idea de castigo? Incluso en la biblia es difícil de analizar. Eva se comió una manzana no parece muy grave hoy que pueden comprarse en el supermercado. Eva tuvo relaciones sexuales con Adán en el Paraíso es pecado pero entonces para qué dios le puso los aditamentos para ello. Caín ofreció sus dones tanto como Abel pero estuvo de malas porque no agradaron. Y así sucesivamente…
    Cuál podría ser el agravio contra un rey poderoso de un pobre diablo, sino es que intenta matarlo.
    Cómo entra al castigo al cerebro de las personas. Eso no se analiza.
    Incluso, ¿cómo es que se acepta el poder?
    No es obvio que Eva deba obedecer normas de quien no aparece en persona para reclamarlos y, menos como luego fue claro, si no ha habido un trato entre ellos.

  9. Carlos · 02/04/2020 Responder

    Por otra parte Foucault introduce un tema que hoy podría ser clave. Cómo es que nos estamos acostumbrando a la opción neoliberal de tal manera que ya casi no vemos otra. Es inmediatamente visible que la forma privada de gestionar la salud es peor que la enfermedad. Al parecer no podemos curarnos de ella a pesar de que es evidente que no hace nada por ayudarnos. Un poco más difícil de analizar pero con igual conclusión podríamos hablar de los bancos. Que alce la mano alguien que hay sido socorrido por un banco de manera desinteresada. Y resulta que ahora los gobiernos les llenan las arcas para que sigan prestando y obteniendo intereses ¡con nuestro propio dinero!
    Igual o peor sucedió con el logro de la vacuna del ébola.
    ¡Así hace empresa privada cualquiera!
    Y si el interés es una forma de entender el riesgo, ¿cuál es el riesgo de los bancos? ¡Ninguno!
    Entonce llegamos a que el poder se basa en la capacidad de coerción de las armas. Detrás de los bancos están las bayonetas. Ni siquiera la ley. Ni la Constitución!!!
    El asunto es horroroso: el capitalismo financiero ni siquiera trabaja para producir algo material ¡No le interesa! O sea, ya no está dirigido a solventar nuestra necesidades; incluso con ganancias.
    ¡Es increíble!
    No es el coronavirus el letal. ¡Es que tenemos las manos amarradas! Y como en el síndrome del elefante: poco falta para que nunca más intentemos liberarnos.
    ¡Esta pandemia lo demostrará!

  10. Carlos · 02/04/2020 Responder

    Siguiendo la línea del debate de representación que no termina con Foucault, ¿cómo podía Eva colegir que su despido de el Paraíso derivaba de comerse la manzana o acostarse con Adán? Es el mismo caso del gato dañoso. Para Eva el Paraíso le era inmanente. ¡No había más! ¿Cómo podía haber para ella una vida sin Paraíso. ¡Era impensable! Para ella era evidente Dios la estaba cañando al ofrecerle un castigo.
    La prueba evidente que Dios estaba cañando es que Eva siguió acostándose con Adán, qué rico, y ese ahora es el nuevo paradigma.
    ¡Al diablo con el Paraíso!
    El mecanismo de la representación falla. Eva había sido construida por el Paraíso. ¡Y viceversa! No hay Paraíso sin Eva.
    De allí que el debate se remita a lo cosmológico.
    ¿Se puede entender que exista un poder del Sol (Universo) sobre la Tierra (las Galaxias) siendo ésta un derivado de la existencia de aquél según la ciencia actual. No parece que fuera un poder. Quizás es algo más sutil.

  11. Graciela Santos. Médica Psiquiatra de Buenos Aires. · 03/04/2020 Responder

    Como siempre muy amenas e instructivas tus clases, Darin. La relación del castigo con la naturaleza del delito me hizo recordar a La Divina Comedia de Dante Alighieri. Allí, en el Infierno, el castigo se relaciona con el pecado cometido. El pecador debe sufrir por toda la eternidad, de manera pasiva, aquello mismo que él realizó de forma activa.
    Por otra parte coincido con que esas encarnizadas torturas, mutilaciones y ejecuciones públicas tenían un fin político, de intimidación y disciplina miento para el pueblo.
    Como decía Maquiavelo el miedo inhibe y paraliza, y al príncipe le conviene más el ser obedecido por miedo que por amor, dada la naturaleza cambiante de este último sentimiento.

  12. Alexis · 12/04/2020 Responder

    Excelente tema. Sería interesante extenderlo y comparar,contrastar visiones de diversos autores, develar cómo se ha dado hasta/y en nuestra época; porque vivimos con practicas de poder supuestamente superadas por inhumanas en dferente s campos… Religioso, político, otros. El tema provoca el debate de diversas posturas y la multidimensionalidad enriquece. Felicitaciones por su trabajo. Muy serio y objetivo.

    • Darin · 12/04/2020 Responder

      Gracias Alexis. Sï, el tema del poder es muy amplio, se puede tratar desde muchas perspectivas. Pero de momento sólo desde Foucault. Saludos!

  13. Alexis · 12/04/2020 Responder

    Interesante tema.

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